Portada - Libros - Apuntes sobre la vida del fundador del Opus Dei - Suplir la falta de dinero con buen gusto Suplir la falta de dinero con buen gusto 21.1.2009 Pero volvamos a 1934 y a la Residencia de Ferraz. La casa iba consiguiendo cierta prestancia, a base de suplir la falta de dinero con buen gusto, ingenio y muchas horas de trabajos manuales. Pronto fue realmente un hogar acogedor, como quería el Fundador de la Obra: Los hogares del Opus Dei son acogedores y limpios, nunca lujosos, aunque procuramos que tengan aquel mínimo de bienestar que se necesita para servir a Dios, para practicar las virtudes cristianas, para estar en condiciones de trabajar y para que se desarrolle, con dignidad y sin estridencias, la personalidad humana. Nuestras casas tienen la sencillez del hogar de Nazaret, que fue testigo de la vida oculta de Jesús, y el calor –humano y divino– del hogar de Betania, que el Señor santificó, buscando allí la amistad verdadera, la intimidad y la comprensión. Cuando Pedro Casciaro fue por vez primera a Ferraz, 50, recibió ya en el vestíbulo una impresión grata: “No era un frío y destartalado 'local', sino el vestíbulo de una casa de familia de clase media, más bien modesta, pero de buen gusto y, sobre todo, muy limpia”. El cuarto de trabajo de don Josemaría, de escasos metros cuadrados, no tenía más luz que la de una ventana abierta a un estrecho patio interior, y sólo dos muebles: una “cama turca” –que utilizaba muy de vez en cuando, pues dormía en la vivienda del Rector de Santa Isabel– y un armario donde se guardaban los ornamentos litúrgicos. Además, su desprendimiento personal le llevaba a usar los zapatos –bien lustrados para que no parecieran viejos– que desechaban los residentes. De su sotana decía en broma que tenía más bordados que un mantón de Manila. Sin embargo, llamaba la atención, porque la llevaba bien planchada, sin arrugas, limpia. Luego vino la guerra de España. No es preciso insistir en que –como para tantos otros ciudadanos del país– aquel tiempo estuvo lleno de privaciones, de hambre auténtica. 1/2 La Hermana Ascensión Quiroga, Terciaria Capuchina, había conocido a don Josemaría en Madrid, durante la guerra. Consiguió escapar, y en 1938, con otras monjas, formaba parte de la comunidad que, por iniciativa de Mons. Lauzurica, obispo de Vitoria, atendía a los sacerdotes. El obispo rogó al Fundador del Opus Dei que dirigiera unos ejercicios espirituales a aquella comunidad. Las pláticas les impresionaron: “los mejores ejercicios espirituales que he hecho en toda mi vida –ya larga– fueron aquellos que nos dirigió don Josemaría, en agosto de 1938”. ←página anterior == página siguiente → Acceso directo a los capítulos Presentación Capítulo Primero: Una Familia Cristiana Capítulo Segundo: Vocación al sacerdocio Capítulo Tercero: La fundación del Opus Dei Capítulo Cuarto: Tiempo de amigos Capítulo Quinto: Corazón Universal Capítulo Sexto: El resello de la filiación divina Capítulo Séptimo: Las Horas de la Esperanza Capítulo Octavo: La libertad de los hijos de Dios Capítulo Noveno: Padre de familia numerosa y pobre Epílogo Gracias a la autorización expresa de Ediciones Rialp ha sido posible recoger esta publicación en formato electrónico en la presente página web. Salvador Bernal, Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1976. 2/2 Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)