Consecuencia Lógica: primera aproximación En la construcción de un lenguaje formal, LE en este caso, se recorren tres de las cuatro etapas que caracterizan el estudio de la consecuencia que lleva a cabo la Lógica contemporánea: se analizan las categorías formales que definen la estructura de los enunciados de un argumento, se elige un simbolismo apropiado para estas categorías, y, finalmente, se elabora una gramática formal encargada de regular el manejo de tales símbolos –cf. [2], cap. 1.2-. Falta ofrecer un criterio de corrección que permita distinguir argumentos correctos de aquellos otros que no lo son. Es a este último aspecto del problema al que se va a dedicar buena parte del resto de este curso. Al disponer de un lenguaje formal en el que expresar la estructura de los enunciados que forman un argumento, y por tanto, de esos mismos argumentos, el asunto de la Lógica comienza a incorporar de forma sutil dosis progresivas de aparato matemático y formal ya existente. Los argumentos de los que se ha hablado hasta ahora son secuencias del tipo <O1,O2,...On;On+1> en las que cada Oi representa un enunciado del castellano; la serie O1,O2,...On recibía el nombre de premisas, y On+1 el de conclusión. Una vez se fija un lenguaje formal, LE en este caso, se tiene que [1] Un argumento es un par ordenado del tipo <X,A>, donde X⊆LE y A∈LE. Es decir, un argumento es un par formado por un conjunto X de fbfs que corresponden a las premisas y una fbf A que corresponde a la conclusión. En lo sucesivo respetaré la convención de emplear las últimas letras del alfabeto, X, Y, etc para representar conjuntos de fórmulas, y las primeras, A,B, etc para representar fórmulas. Lógica de Enunciados Así visto, el objetivo que se propone la Lógica no es otro que establecer una partición del conjunto de todos los pares del tipo anterior en dos clases, la formada por aquellos pares que representan argumentos aceptables desde un punto de vista lógico, y los que no. Desde un punto de vista puramente intuitivo, hablar de consecuencia lógica es hablar, prima facie, de una relación, la relación de consecuencia lógica. Esta presunta relación es la que se supone que existe entre una colección de premisas y cada una de sus conclusiones lógicamente aceptables. Desde un punto de vista formal, la relación de consecuencia lógica dado LE es: [2] R|={<X,A>/ A es consecuencia de X} En otras palabras, la relación de consecuencia lógica definida sobre LE y representada simbólicamente como R|, consiste en el conjunto formado por todos los pares <X,A> tales que A es consecuencia de X. No parece mucho, ciertamente, pero al menos se ha conseguido establecer qué tipo de entidad es la consecuencia desde un punto de vista puramente matemático o abstracto: es una relación de un cierto tipo. Desde el punto de vista de la Filosofía tradicional puede resultar un tanto insólito el uso de expresiones como “una relación es un conjunto de elementos del tipo ... tales que...”. Sin embargo, es un rasgo distintivo de la Lógica contemporánea interpretar las relaciones precisamente como conjuntos de un cierto tipo. Para aclarar este punto, fundamental en todo lo que sigue, será bueno introducir algo de terminología. [3] Considérese una serie finita de conjuntos cualesquiera M1,M2 ,...Mn a la que se denomina base. i. Una n-tupla sobre una base M1,M2,...Mn es cualquier secuencia ordenada <x1,x2,...x n> en la que cada xi es un elemento de Mi. 94 Consecuencia lógica ii. El producto cartesiano de una base M1,M2,...Mn, M1xM2x...xMm en símbolos, es el conjunto de todas las m-tuplas tales que cada xi∈Mi. Para algunos valores especiales de n, las correspondientes n-tuplas poseen un nombre característico. Así, si n=2, hablamos de pares, si n=3 de triplos. Cuando n=1, admitimos confundir –si no hay posibilidad de error- las 1-tuplas, que deberían representarse como <x>, con los propios elementos x de la correspondiente base. Nada impide que para formar un cierto producto cartesiano se repita una o más veces alguno de los conjuntos de la base considerada. En el límite, se puede dar el caso de una base formada por un único conjunto M que se utiliza n veces para formar un producto cartesiano Mx...xM. En tales casos, ese producto cartesiano se representa simbólicamente como Mn. [4] Dada una base M1,...Mi, decimos que Rn es una relación n-aria definida sobre dicha base, si Rn es un subconjunto del correspondiente producto cartesiano definido sobre M1 ,...Mi. Se tiene, en definitiva, que una relación n-aria no es sino un conjunto de ntuplas. Si la base está formada por un único conjunto M, una relación n-aria sobre esa base será un subconjunto de Mn, esto es, Rn⊆Mn. Las relaciones que consisten simplemente en conjuntos de pares, esto es, aquellas que son relaciones del tipo R2, reciben el nombre de relaciones binarias. Este último tipo de relaciones constituyen un objeto de especial interés para la Lógica y la Matemática. Como se verá más adelante, cualquier relación de ariedad mayor puede ser expresada en última instancia como una relación binaria peculiar. Esto permite que el estudio de las relaciones binarias constituya un lugar privilegiado para el análisis del comportamiento abstracto de cualesquiera relaciones. Es frecuente emplear el término “extensión” para hacer referencia al conjunto de n-tuplas en que consiste una cierta relación. No es raro oír que la extensión de esta 95 Lógica de Enunciados relación está incluida en la de aquella otra, que tal o cual n-tupla son miembros de la extensión de una cierta relación, o que la extensión de una relación R es, por ejemplo, el conjunto vacío. Con ello se está dando a entender de forma implícita que la relación a la que en cada caso se hace referencia es un combinado de esa extensión y algo más. Esta es una vieja disputa dentro de la Lógica y de su filosofía a la que no me voy a referir por el momento. En lo que sigue, una relación no es nada distinto de su extensión. Mientras permanezcamos fieles a este principio abrazaremos lo que se denomina una concepción extensional del significado. Los sistemas lógicos que ocupan un curso introductorio de Lógica son, por lo general, ejemplos de este tipo de posición y por ello no es infrecuente utilizar el término Lógica extensional para referirse a ellos. Muchas de las propiedades que una relación posee pueden ser expresadas haciendo uso de técnicas puramente formales sin tener en cuenta, por tanto, el asunto particular del que trata esa relación, una de las ventajas de operar de acuerdo a una doctrina extensional del significado. Así, [5] Algunas propiedades características de las relaciones binarias: i. Reflexividad: R es reflexiva syss –si y sólo si- cada par del tipo <x,x> pertenece a su extensión. ii. Simetría: R es simétrica syss siempre que un par <x,y> pertenece a su extensión, el par <y,x> también es miembro de la misma. iii. Antisimetría: R es antisimétrica syss siempre que <x,y> e <y.x> pertenecen a R, sucede que x=y. iv. Transitividad: R es transitiva syss sucede que si los pares <x,y> e <y,z> pertenecen a su extensión, entonces también pertenece el par <x,z>. 96 Consecuencia lógica La lista no termina aquí, desde luego. De hecho, es fácil imaginar el modo de introducir nuevos requisitos útiles para caracterizar otros casos de interés. Buena parte de la conducta que posee una relación como la de “ser de la misma edad o en todo caso más joven que...” se debe a que es una relación reflexiva, antisimétrica y transitiva, algo que con frecuencia se denomina relación de orden. Esa conducta coincide en gran medida con la que presenta la relación de “ser menor o igual que...” definida, por ejemplo, sobre los números naturales, que también constituye una relación de orden. Parece tentador emplear este tipo de análisis abstracto de las relaciones para caracterizar algo que ahora se presenta también como una relación: la de consecuencia. ¿Hay propiedades de este tipo que quepa asociar a cualquier interpretación plausible de la misma, aún sin entrar en la construcción de un criterio de corrección como el que nos hemos fijado como objetivo? Confirmar la existencia de tales propiedades sería un hecho ciertamente curioso ya que tendrían que proceder de aspectos muy básicos acerca de nuestro modo de entender la conexión entre premisas y conclusión cuando se afirma que de tales premisas ciertamente se sigue aquella conclusión. Para poder analizar la relación de consecuencia de este modo, es preciso, en primer lugar, identificar por completo el tipo de relación en que consiste R|. Al haber caracterizado esta relación –[2]- como una colección de pares del tipo <X,A> parece haberse asumido implícitamente que R| es una relación binaria. Sin embargo, no es exactamente una relación binaria como las que se han definido antes, ya que los elementos que componen sus pares no son homogéneos: mientras que el primero es un conjunto de fórmulas, el segundo es una fórmula. Para establecer el tipo de R| se hace preciso una definición más: 97 Lógica de Enunciados [6] Dado un conjunto M, se define su conjunto de partes, o conjunto potencia, (M) en símbolos, como (M)={Mi/ Mi⊆M}. El conjunto de potencia del conjunto LE, (LE), estará formado entonces por todos los conjuntos –no necesariamente finitos- de fórmulas bien formadas en LE. El producto cartesiano de (LE) por el propio conjunto LE, (LE)xLE, estará formado, a su vez, por todos los pares del tipo <X,A>. La relación de consecuencia, hemos dicho, es un subconjunto de pares de este tipo, por tanto, [7] Dado el lenguaje L E, la relación R| se define como un conjunto que satisface lo siguiente: R|⊆ (LE)xLE. ¿Qué propiedades abstractas parecen corresponder a la relación de consecuencia? ¿Dónde hay que mirar para establecer cuáles son estas, si es que existen? ¿Ofrecen alguna información relevante sobre la noción misma de consecuencia? Como es obvio, ninguna de las propiedades que puedan establecerse en este momento podrán ser interpretadas como el resultado de un cierto criterio de corrección aplicado a los argumentos del tipo <X,A>. Sencillamente aún no se ha introducido ninguno. Aunque en esto hay algo de reconstrucción racional de los hechos, habrá que reconocer que las propiedades abstractas que quepa predicar de la consecuencia son el resultado un análisis informal previo del acto mental que tiene lugar al afirmar que un cierto enunciado A es consecuencia de una cierta colección X de premisas . Las siguientes propiedades son algunas de las cabe interpretar como propiedades típicamente asociadas a la relación de consecuencia. 98 Consecuencia lógica [8] Propiedades típicamente asociadas a la relación de consecuencia. i. Reflexividad: Para cualquier fórmula A, sucede que si A∈X, entonces <X,A>∈Rð. ii. Monotonía: Para cualesquiera conjuntos X, Y, y cualquier fórmula A, sucede que si <X,A>∈ Rð, y X⊆Y, entonces <Y,A>∈ Rð. iii. Transitividad: Para cualquier conjunto X, y cualesquiera fórmulas A, B, sucede que si <X,A>∈Rð y <A,B>∈Rð, entonces <X,B>∈Rð. La primera de ellas, la reflexividad, es una de las que más fuertemente caracteriza la relación de consecuencia. Lo que viene a sostener es que a partir de un enunciado tomado como premisa siempre se puede concluir ese mismo enunciado. Es cierto que en ocasiones puede resultar extraño que ciertos usos de cláusulas consecutivas como las que se emplean para la consecuencia se comporten realmente de este modo. Un poco de análisis suele convencernos de que esa extrañeza se debe a que en tales casos la consecuencia lógica aparece confundida con otras relaciones seguramente muy próximas. El caso típico es el que afecta a la noción de explicación. Mientras que no parece posible rechazar que de el hecho de que ahora llueve se puede concluir que es el caso que llueve ahora, no sucede lo mismo cuando pretendemos explicar por qué llueve. Nunca aceptaremos que ahora llueve porque de hecho llueve ahora sea una instancia satisfactoria de una explicación. La monotonía informa sobre el carácter persistente de la relación de consecuencia cuando se producen aumentos de información entendidos estos como la presencia de nuevas fórmulas en las premisas. Las fórmulas que eran consecuencia de un cierto conjunto de premisas lo siguen siendo de cualquier conjunto mayor de premisas que incluya al primero. A diferencia de lo que sucede en el caso de la reflexividad, la monotonía ha sido desafiada por sistemas que permiten caracterizar relaciones de consecuencia en los que esta propiedad deja de darse. No obstante, la 99 Lógica de Enunciados relación entre premisas y conclusión que dichos sistemas analizan parece ser en sentido propio una relación de consecuencia. Las razones para que esta propiedad falle pueden ser de muchos tipos, pero la mejor estudiada es aquella en la que la adición de nueva información se interpreta como parte de un proceso de revisión de la información previamente admitida. Una respuesta fácil a este tipo de maniobras consiste en pensar que tal vez, lo que se está alterando son las reglas del juego, y no las propiedades básicas de la consecuencia. La transitividad informa de que la consecuencia es, en un cierto sentido, una relación en la que hay algo que parece preservarse de premisas a conclusión. La transitividad es una propiedad que aparece en todo tipo de relaciones en las que existe ese fenómeno de preservación. Si A es consecuencia de X y B lo es a su vez de A, es obvio que B lo será también de X. Al igual que sucede con la monotonía, hay buenos ejemplos de sistemas que caracterizan relaciones aparentemente de consecuencia en los que esta propiedad no se da. Esto suele responder a la consideración de criterios complejos a la hora de considerar que algo es consecuencia de un conjunto de premisas. Como se desprende de los términos empleados en [8] estas propiedades son sólo propiedades típicamente asociadas a la consecuencia, y aunque hay autores que han visto en ellas auténticos rasgos definitorios de esta relación, en la actualidad son pocos lo que se atreven a interpretarlas de este modo. La lista, además, no termina aquí. Hay al menos otras dos propiedades que cabe incluir en este apartado. Pero antes es preciso introducir algunas herramientas más. [9] i. Una función con dominio en un conjunto A y rango en otro conjunto B, f:A→B, en símbolos, es cualquier aplicación de los elementos de A en los de B tal que a cada elemento de A al que f asigna valor le corresponde un único elemento de B. ii. Una operación es cualquier función del tipo f:An→A, para n>0. 100 Consecuencia lógica La suma o el producto definidas sobre los números naturales son operaciones de tipo 2→. Considerado el conjunto de todas las fórmulas de LE hay una operación – que a veces recibe también el nombre de endomorfismo- conocida como operación de substitución uniforme fácil de entender aunque compleja de definir. Imagínese una función que envía átomos de LE sobre fórmulas de LE. Esta función es una función del tipo e:{p,q,...p0, p1 ,...pi,...}→LE. Si en cada fórmula de LE procedemos a reemplazar cada letra de variable por su nuevo valor bajo e el resultado es una substitución uniforme en la que a partir de la función original e se obtiene una nueva función Sbe:LE→LE en las que las letras de variable han sido substituidas como establece e. Formalmente, esto da lugar a lo siguiente: [10] Dada una función e:{p,q,...p0, p1,...pi,...}→LE, se obtiene la operación de substitución uniforme Sbe correspondiente aplicando las siguientes cláusulas: i. Si A es un átomo, Sbe(A)=e(A) ii. Sbe(¬A)=¬Sbe(A) iii. Sbe(AoB)=Sbe(A)oSbe(B), donde o∈{v,&,→} Así, si e(p)=p→q, y e(q)=q, Sbe(q→¬p)=q→¬(p→q). Esto permite añadir lo siguiente: [11] Propiedades típicamente asociadas a la relación de consecuencia (y2) iv. Estructuralidad (formalidad): Si <X,A>∈R|, entonces <Sbe(X),Sbe(A)>∈R|. v. Compacidad (finitariedad): Si <X,A>∈R|, entonces existe un subconjunto finito Xi de X tal que <Xi,A>∈R|. La propiedad de estructuralidad o formalidad informa de que cualquier instancia de substitución de un argumento lógicamente aceptable habrá de ser también un argumento aceptable. Dicho de otra forma, las variables, si son propiamente variables, 101 Lógica de Enunciados no pueden influir en la aceptabilidad de un argumento, salvo por lo que hace a su distribución –que es lo que se preserva en una substitución uniforme-. La compacidad o finitariedad afirma, a su vez, que no hay consecuencias que sólo lo sean de colecciones infinitas de fórmulas. Quizá sea bueno comprobar mediante un poco de reflexión si todas estas propiedades se deducen realmente de un análisis intuitivo del significado y uso ordinario de la noción de consecuencia. Cuando he hablado de una cierta reconstrucción racional en este modo de ver las cosas pretendo dar a entender que el proceso real por el cual se asocian estas propiedades a la consecuencia tal vez tuviera lugar de otro modo. En concreto, no se puede despreciar en todo esto la existencia previa de un criterio de corrección argumental que mostraba de hecho una conducta conforme a las propiedades descritas. No obstante, también es cierto que existen buenas razones para afirmar que este tipo de estudio de la consecuencia, al que denominaré abstracto, no precisa realmente de criterio previo alguno. El primero en apreciar la importancia del estudio abstracto de la consecuencia como herramienta de análisis de un concepto informal fue el lógico polaco A. Tarski, investigador justamente considerado como una de las grandes figuras de la Lógica contemporánea. Su estudio no interpreta la noción de consecuencia como una relación del tipo descrito en [7]. En su lugar opta por caracterizarla como una operación, algo que como se verá a continuación, facilita este tipo de estudio abstracto. La consecuencia entendida como una operación consiste, simplemente, en aquella función que a cada conjunto de fórmulas le asigna otro, el de todas las conclusiones que se siguen de aquellas. Esto da lugar a lo siguiente: [12] La operación de consecuencia es una operación del tipo: - 102 C: (LE)→ (LE) Consecuencia lógica Las propiedades de la operación de consecuencia que corresponden a las descritas líneas atrás para la relación R| se formulan del siguiente modo: [13] Propiedades típicamente asociadas a la operación de consecuencia: i. Reflexividad: X⊆C(X) ii. Monotonía: Si X⊆Y, entonces C(X)⊆C(Y) iii. Transitividad: C(C(X))⊆C(X) iv. Estructuralidad: Sbe(C(X))⊆C(Sbe(X)) v. Compacidad: C(X)=WC(Xi), Xi es un subconjunto finito de X. Es fácil darse darse cuenta de que no hay diferencias de fondo entre la interpretación de la consecuencia como una relación o como una operación. De hecho, considerada una de estas versiones siempre es posible obtener la restante mediante una definición trivial: [14] Interdefinición de la relación y la operación de consecuencia: i. Dada una operación de consecuencia C, se define R| de modo que <X,A>∈R| syss A∈C(X) ii. Dada una relación de consecuencia R|, se define C de modo que C(X)={A/ <X,A>∈R|} El estudio abstracto de la consecuencia plantea la plausibilidad de ciertas propiedades en lo que en el fondo es un cierto tipo de análisis formal de una noción intuitiva. Esto ha llevado a acuñar un término, consecuencia clásica, para hacer referencia a la relación u operación que satisface precisamente las propiedades que aquí se acaban de presentar –reflexividad, monotonía, transitividad, compacidad, estructuralidad-. No tengo inconveniente en emplear ese término siempre que se deje 103 Lógica de Enunciados al margen el debate de si se trata o no de condiciones que deban ser necesariamente satisfechas por cualquier entidad formal que aspire a representar fidedignamente el concepto intuitivo de consecuencia. Atacar o defender alguna de éstas sin disponer de nuevos elementos de juicio no parece dar mucho más de si, salvo que admitamos entrar en un debate de generalidades poco fructífero a mi entender. Este estudio no parece poder avanzar más, ni situarnos más cerca de lo que era en principio nuestro objetivo: ofrecer un canon de corrección argumental. El estudio abstracto de la consecuencia constituye, desde este punto de vista, una clara subdeterminación del tópico. Después de todo lo dicho, parece claro que ofrecer uno de estos cánones o criterios equivale a dar una definición de la relación R|. A continuación voy a presentar lo que son las dos técnicas fundamentales desde las que la Lógica contemporánea se ha planteado la definición explícita de la consecuencia. Se trata de dos estrategias que por su carácter han acabado por ser entendidas como la realización de dos capacidades cognitivas capaces de intervenir simultáneamente sobre nuestra habilidad para el manejo e interpretación de símbolos. Su presentación y comparación va a ocupar una buena parte de este curso. La primera de estas estrategias se propone establecer un criterio, no importa cuan ideal, al que se ajusten todos los argumentos que quepa considerar aceptables desde un punto de vista lógico. Este criterio responderá, en realidad, a consideraciones muy elementales basadas en el análisis informal de aquello que actúa en nuestra mente a la hora de aceptar o rechazar argumentos. Creo que es fácil reconocer que una buena razón para desestimar la bondad de un argumento consiste en encontrar una circunstancia en las que las premisas sean verdaderas mientras que la conclusión es falsa. Y ello con independencia, incluso, de cualesquiera consideraciones acerca de la forma o contenido de dicho argumento. Se trata de un criterio sumamente general que sólo parece tener en cuenta la noción de verdad y el hecho de que los argumentos a los que se aplica están formados por enunciados susceptibles de ser verdaderos o falsos. Este criterio negativo se convierte en una 104 Consecuencia lógica condición de aceptabilidad sin especial esfuerzo. Basta para ello tener en cuenta ciertas relaciones básicas entre la verdad y la falsedad de los enunciados: en particular, que todo enunciado que no es verdadero habrá de ser falso y que todo enunciado que no es falso será verdadero. El resultado es la definición de lo que a partir de ahora denominaremos relación de consecuencia semántica. [15] Consecuencia semántica: Una fbf A es consecuencia semántica de un conjunto X de fbfs tomadas como premisas, X√A en símbolos, syss se cumple que: En todas aquellas circunstancias en las que cada una de las fórmulas en X son verdaderas, A es también verdadera. Como es evidente, esta definición no se puede tomar más que como una aproximación a una caracterización completa de la consecuencia semántica. Faltan demasiadas cosas por aclarar para que este criterio pueda ser aplicado sobre fórmulas del lenguaje L E. Hay que aclarar, por ejemplo, qué se entiende por cada una de esas circunstancias mencionadas en [15], y de qué modo es verdadera o falsa una fórmula. Sea como fuere, es obvio también que la relación así definida, también denominada en ocasiones entrañamiento, es una relación de consecuencia en el sentido que el estudio abstracto indica. Basta definir R| de modo que R|={<X,A>/ X√A}. Se puede comprobar, además, que a resultas sólo de esa definición es posible garantizar ya algunas de las propiedades abstractas de la consecuencia: reflexividad, monotonía y transitividad son inmediatas. La razón de que esta relación se califique como semántica se explica por la presencia de la noción de verdad en su definición. Siempre que la noción de verdad u otras que puedan considerarse desempeñando el mismo papel, intervengan en un cierto ámbito, aceptaremos estar ante un dominio de tipo semántico. Esto se debe a que es habitual entender que, desde un punto de vista lógico, la verdad o falsedad de un enunciado, lo que suele denominarse su valor de verdad, constituye el significado 105 Lógica de Enunciados de ese enunciado. Y la manipulación del significado de las expresiones de un lenguaje es una operación que pertenece precisamente a su semántica. La segunda de las estrategias orientadas a definir la relación de consecuencia | R parte de presupuestos totalmente distintos. Para empezar, ni siquiera se puede considerar que se trate de ofrecer un criterio al cual hayan de ajustarse todos y sólo los argumentos lógicamente aceptables. La idea en este caso está orientada a construir sólo aquellos argumentos que, de hecho, estamos dispuestos a aceptar. La razón por la que una fórmula A puede obtenerse como conclusión de un conjunto X de fórmulas es que existe un medio de construir A a partir de las fórmulas en X mediante el sólo uso de ciertas reglas de manipulación de símbolos. Un ejemplo claro capaz de ilustrar perfectamente el punto es el que ofrece el cálculo de las raíces de una ecuación del tipo ax2+b=0. Todos hemos aprendido a afrontar este tipo de problemas como la construcción de una serie o listado de ecuaciones, identidades, que empiezan con la propia expresión del problema, ax2+b=0, y terminan con algo del tipo x=k. Cada paso intermedio es el resultado de aplicar alguna regla definida sobre símbolos que da lugar a una nueva identidad tan aceptable como la anterior. Mover un término a uno u otro lado del signo “=” es una de estas reglas, eliminar el exponente de un término mediante la aplicación de un signo de extracción de raíces es otra, etc. Cada una de estas reglas de tipo puramente simbólico -aunque creamos saber su significado, lo cierto es que no necesitamos conocerlo para aplicarlas correctamente- recibe el nombre de regla de inferencia. Si existe modo de alcanzar una fórmula A a partir de X mediante la aplicación un número finito de veces de reglas de este tipo extraídas de una colección finita previamente dada, diremos que A es derivable a partir de X. Esto lleva directamente a [16] Derivabilidad formal: Una fórmula A es formalmente derivable (derivable) a partir de un conjunto X de premisas, X|A en símbolos, syss existe una secuencia finita de entidades generada a partir de fórmulas <x0, x1,...x n> tal que cada una de ellas : 106 Consecuencia lógica i. Guarda relación inmediata con un miembro de X, o ii. ha sido obtenida de alguna o algunas de las entidades que le preceden en la secuencia mediante el uso de alguna regla de inferencia, y iii. finalmente, xn es una entidad asociada a la propia A. Por el momento podemos prescindir de esa extraña alusión a ciertas entidades dependientes de fórmulas y pensar simplemente en fórmulas. Que este nuevo concepto sirve para definir la relación R| es tan obvio como en el caso de la consecuencia semántica. Bastará hacer que R|={<X,A>/ X|A}. La pregunta que se consigue provocar con esta maniobra es también evidente: ¿se ha definido así la misma relación o son dos relaciones distintas? Sea como fuere, esta no es una cuestión que quepa dar por supuesta. Por mucho que todo parezca que nuestra intención ha sido la de ofrecer dos caracterizaciones alternativas de la consecuencia, lo cierto es que son de origen y factura tan distintas, como para que se precise una demostración de su coincidencia. Lo que se podía decir de la consecuencia sin entrar en los detalles de su definición ya ha sido dicho. De ahora en adelante estaremos ocupados con la descripción precisa de la consecuencia semántica para LE, de la derivabilidad formal para ese mismo lenguaje y de la comparación que entre ellas se pueda hacer. Se habrá de comprobar también si satisfacen o no las propiedades que se han introducido a resultas de la investigación abstracta de la consecuencia. Tendremos oportunidad de ver cómo todo cuadra sorprendentemente bien descubriendo una especie de paraíso lógico en el que de todos modos no permaneceremos mucho tiempo. 107 Lógica de Enunciados Orientación bibliográfica. Los contenidos de este capítulo son menos habituales en la bibliografía al uso que los expuestos hasta ahora. En él se precisan algunos conceptos de teoría elemental de conjuntos que no he tratado por separado, pero que por fortuna, aparecen bien tratados en numerosos manuales. [Badesa, Jané y Jansana, 1998] dedica 5 capítulos a estos conceptos. El que más nos interesa es el tercero, aunque mucho me temo que para ello sea preciso leer –con rapidez- los dos primeros. [Quesada, 1985] añade un Apéndice mucho más escueto y autocontenido. También hay introducciones o apéndices en apariencia similares en [Kleene, 1952] y en [Hunter, 1969] pero su lectura puede ser contraproducente, ya que están orientados a otros fines. Algunas de las propiedades abstractas de la consecuencia que se analizan aquí se discuten en [Badesa, Jané y Jansana, 1998] p.161, pero se atribuyen directamente a la consecuencia semántica. El planteamiento del capítulo responde en buena medida al que se sigue en [Wojcicki, 1988] cap. 1, secc. 1.2. Y, como no, al original de Tarski en [Tarski, 1936]. Ambas son lecturas difíciles de seguir, por lo que quizá sea mejor reservarlas para un repaso posterior del tópico. En ese mismo sentido tiene interés mencionar [Etchemendy, 1988] y [Etchemendy, 1990] donde se suscita una interesante polémica entorno a este asunto. 108