I. CATEQUESIS PARA AGENTES (MINISTROS) ORDENADOS (Obispos, presbíteros y diáconos) 1. DIVERSAS FORMAS DE TRADUCCIÓN DE LAS PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN DEL VINO EN LA MISA La edición típica del Misal Romano, en las palabras de Consagración del vino, dice: HIC EST ENIM CALIX SÁNGUINIS MEI... QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFFUNDÉTUR IN REMISSIÓNEM PECCATÓRUM. Hasta ahora existen fundamentalmente tres formas de traducir la expresión “pro multis”, todas debidamente aprobadas por la Sede Apostólica. A. Primera forma: “Por muchos” Así traduce la versión polaca, rusa, ucraniana, vietnamita y otras. Son lenguas eslavas y semitas, más concretas y no tan ricas para expresar conceptos universales, cuya estructura se apega más a las expresiones antiguas. Corresponde literalmente al texto latino original y a las versiones antiguas (rito griego, siríaco, armeno y eslavo). Es la expresión usada en los relatos de Institución de los evangelios dirigidos a comunidades judías: “ésta es mi Sangre de la Alianza que se derrama por muchos” (Mc 14, 24); “Beban todos de ella (la copa), porque ésta es mi Sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mt 26, 28). Se relaciona con otros textos bíblicos, como el cuarto cántico del Siervo de Yahvé: “Mi siervo justificará a muchos... cargó los pecados de muchos e intercedió por los rebeldes” (Is 53, 11-12); “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20, 28; Mc 10, 45). Refleja que no todos aprovechan los frutos de esta salvación que Cristo ofrece a todos, pues algunos pueden cerrarse a ella o pueden rechazarla (judíos, musulmanes). B. Segunda forma: “Por los muchos” (“por la multitud”) Así aparece en la versión francesa y hebrea moderna. Equivale literalmente a la expresión semita antigua que subyace al texto bíblico y a los textos litúrgicos antiguos, para indicar que a la vez es multitud, pero no todos los que se salvan. En la misma fórmula une la exactitud al texto latino y la explicación de su significado. Como el texto latino carece de artículo no altera para nada el incluirlo y sí aclara su sentido. Pero, no es una expresión común en nuestro modo de hablar y requeriría de explicaciones que no caben en un texto conciso. C. Tercera forma: “Por todos” Así traducen la versión alemana, española, inglesa, italiana, portuguesa y otras. Todas son lenguas vivas con origen indoeuropeo entre las que sólo falta la lengua francesa. Aunque no es traducción literal, expresa el sentido de los relatos bíblicos, que utilizan un semitismo para poner de relieve un número grande sin pretender excluir a nadie. Así traducen algunas Biblias serias hechas para estudio, como la Biblia de América, la Nueva Biblia Española y la Biblia de nuestro pueblo. Expresa con claridad el dogma del valor universal de la redención de Cristo: “El Pan que yo les voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6, 51); “Dios no perdonó a su Hijo sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros” (Rom 8, 32); “Si uno murió por todos entonces todos murieron” (2 Cor 5, 14); “Cristo Jesús se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1 Tim 2, 6); “Jesús habría de morir... para reunir en uno a los hijos que estaban dispersos” (Jn 11, 52); “Se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres” (Tit 2, 11); “Él es víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los del mundo entero” (1 Jn 2, 2). Pero no es una traducción literal del texto latino usado por la tradición de la Iglesia, sino una interpretación válida de su sentido. No incluye que algunos no se benefician de los frutos de esta redención que es ofrecida a todos. 2. DESDE LA SAGRADA ESCRITURA Narración de la institución Los relatos bíblicos de la institución de la Eucaristía son de los más antiguos, de origen litúrgico, formados como recurso para memorizar los pasos de la Eucaristía al estilo del “Seder” pascual, y tomados por los redactores para incluirlos en su redacción. Existen dos tradiciones diversas: una es la de Mateo y Marcos, la más antigua, menos elaborada y más apegada al contexto en que se realizó el acontecimiento de Cristo. Proceden de las comunidades de origen judío, que conocen las tradiciones bíblicas, como la pascua y los sacrificios, y están pensadas en lengua semita. La otra es la de Lucas y Pablo, procedente de las comunidades surgidas en ambientes paganos, más elaboradas, enriquecida con interpretaciones y aclaraciones necesarias para quienes carecen de un pasado de tradiciones bíblicas. Han sido pensadas y redactadas en griego común, lengua de una cultura conceptual y universal. Sólo en la primera tradición se encuentran las palabras pronunciadas sobre el cáliz: peri (ton) polon = “por muchos”. Jesús no hablaba griego ni siquiera hebreo sino arameo. Esta lengua carece de palabras para expresar conceptos universales; cuando quiere generalizar pone un artículo. Así que es probable que Jesús haya dicho que su sangre se derramaría “por los muchos”, queriendo indicar “multitudes” y “totalidad” a la vez. Esa expresión pasó literalmente a la redacción del relato en el griego koiné y por eso, algunos traductores, la han interpretado como “por todos”. Aunque Is 53, 12 reporta la misma expresión: “por muchos”, sin embargo, el Siervo de Yahvé tiene una misión universal (Is 42, 6; 49, 6). Una de las copas de la Cena Pascual Jesús la convierte en el rito sacramental del nuevo culto instituido por El y por medio del cual nos da su Sangre derramada en sacrificio. Como en el Sinaí la sangre de las víctimas selló la alianza (Ex 24, 4-8), así la nueva y definitiva Alianza (Jer 31, 31) se selló con la sangre de Jesús (Lc 22, 20). Casi todas las Anáforas incluyeron una narración de la Institución sin apegarse a ninguno de estos relatos bíblicos y con notables variantes en las palabras atribuidas a Jesús, lo cual nos indica que el mismo relato bíblico está interpretando el sentido de lo que Jesús encomendó celebrar a sus discípulos. 3. DESDE LA TRADICIÓN LITÚRGICA Anáforas eucarísticas Ninguna formulación litúrgica reproduce textualmente un texto escriturístico. Los textos litúrgicos se fundamentan en tradiciones anteriores a los libros del Nuevo Testamento. La Eucaristía se venía celebrando bastantes años antes de la redacción de los evangelios y las cartas. Estas tomaron textos litúrgicos para su redacción. Más tarde, cuando los textos bíblicos se habían fijado definitivamente, los formularios litúrgicos seguían en plena evolución, en una larga etapa de creatividad, cuando se iban formando las diferentes familias litúrgicas. Buscaron dar estructura simétrica a cada elemento, precisar enseñanzas doctrinales y el sentido, adaptarse al lenguaje y usos locales, o motivar la participación del pueblo. Por eso hay variantes de una misma Anáfora en las diversas familias litúrgicas. Aunque muchas de las lenguas tienen expresiones universales, sin embargo, para las palabras del Señor, conservan su carácter arcaico, con las palabras más fieles y aproximadas al texto más cercano a las palabras del Señor: “tóuto éstin to háima mou tes diathékes to ecjunnómenon hüper pollón” (Mc 14, 24): “Esta es mi Sangre de la alianza derramada por muchos”. El texto del Canon Romano fue evolucionando, y llegó a perder elementos importantes, como la referencia al Pan “dado por ustedes” de Lc y 1 Co, y el “partido por ustedes y por muchos” de los textos más antiguos de la tradición romana (Tradición apostólica y Clemente Romano). Y adoptó una ampliación al inicio del relato de la Institución, para dar relieve al carácter universal de la redención, contra unas interpretaciones reduccionistas sobre la predestinación surgidas en los siglos V y VI en las Galias: “El cual, la víspera de su Pasión, voluntariamente aceptada por nuestra salvación y la de todos”. Presentamos en un apéndice las palabras de la Consagración en las Plegarias eucarísticas más antiguas. Algunas se repiten porque presentan alguna variante. Se agrupan de acuerdo a las familias litúrgicas. Son constantes en usar la expresión “por (los) muchos”. Pensamos que intentaron remontarse con literalidad a la expresión aramea del Señor. No sabemos si el original presenta artículo (“por los muchos”), pues de las Anáforas que no están en griego el autor sólo presenta la versión latina, lengua que no tiene artículo. Las palabras de la Consagración no son un dato aislado, ni unas fórmulas autónomas, sino el texto central, núcleo de la Plegaria eucarística. Aunque obran el milagro de la transustanciación, se encuentran en un conjunto estructurado. Se considera la “forma” del Sacramento de la Eucaristía, sin embargo, toda la Anáfora, cuya parte central son las palabras de la Institución, tiene cierto valor consecratorio. Para la aprobación de la traducción del “pro multis” como “por todos los hombres” se presentó al Papa Pablo VI la documentación suficiente en la cual se hacía ver que esta traducción corresponde mejor al significado original: Cristo murió por todos, sin excepciones. Puede verse la respuesta de la Congregación para el culto Divino a la petición de traducción “por todos”: Documentorum explanatio, en Not 6 (1970) 34-90, y ahí mismo el estudio hecho por M. ZERWICK, vobis et pro multis effundetur...” (Pág. 138-140). 4. DESDE LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA El Concilio de Trento, en el decreto sobre la justificación (Sesión VI, cap. 3), expresa de la siguiente manera quiénes son justificados por Cristo: Más, aun cuando Él murió por todos [2 Cor 5, 15], no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su Pasión. En efecto, al modo que realmente si los hombres no nacieran propagados de la semilla de Adán, no nacerían injustos, como quiera que por esa propagación por aquél contraen, al ser concebidos, su propia injusticia; así, si no renacieran en Cristo, nunca serían justificados [Can. 2 y 10], como quiera que, con ese renacer se les da, por el mérito de la Pasión de Aquél, la gracia que los hace justos. Por este beneficio nos exhorta el Apóstol a que demos siempre gracias al Padre, que nos hizo dignos de participar de la suerte de los Santos en la luz [Col 1, 12], y nos sacó del poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en el que tenemos redención y remisión de los pecados [Col 1, 13 s]. La doctrina más reciente, la encontramos en la Exhortación postsinodal Sacrarnentum caritatis, del Papa Benedicto XVI: La nueva y eterna alianza en la sangre del Cordero La misión para la que Jesús vino a nosotros llega a su cumplimiento en el Misterio pascual. Desde lo alto de la cruz, donde atrae todo hacia sí (Cf. Jn 12,32), antes de “entregar el espíritu” dice: “Todo está cumplido” (Jn 19,30). En el misterio de su obediencia hasta la muerte, y una muerte de cruz (Cf. Flp 2,8), se ha cumplido la nueva y eterna alianza. La libertad de Dios y la libertad del hombre se han encontrado definitivamente en su carne crucificada, en un pacto indisoluble y válido para siempre. También el pecado del hombre ha sido expiado una vez por todas por el Hijo de Dios (Cf. Hb 7, 27; 1 Jn 2, 2; 4, 10). Como he tenido ya oportunidad de decir: “En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es el amor en su forma más radical”. En el Misterio pascual se ha realizado verdaderamente nuestra liberación del mal y de la muerte. En la institución de la Eucaristía, Jesús mismo habló de la “nueva y eterna alianza”, estipulada en su sangre derramada (Cf. Mt 26, 28; Mc 14, 24; Lc 22, 20). Esta meta última de su misión era ya bastante evidente al comienzo de su vida pública. En efecto, cuando a orillas del Jordán Juan Bautista ve venir a Jesús, exclama: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 19). Es significativo que la misma expresión se repita cada vez que celebramos la santa Misa, con la invitación del sacerdote para acercarse a comulgar: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la Cena del Señor”. Jesús es el verdadero Cordero pascual que se ha ofrecido espontáneamente a sí mismo en sacrificio por nosotros, realizando así la nueva y eterna alianza. La Eucaristía contiene en sí esta novedad radical, que se nos propone de nuevo en cada celebración (n. 9). Institución de la Eucaristía De este modo llegamos a reflexionar sobre la institución de la Eucaristía en la última Cena. Sucedió en el contexto de una cena ritual con la que se conmemoraba el acontecimiento fundamental del pueblo de Israel: la liberación de la esclavitud de Egipto. Esta cena ritual, relacionada con la inmolación de los corderos (Ex 12, 1-28.43-51), era conmemoración del pasado, pero, al mismo tiempo, también memoria profética, es decir, anuncio de una liberación futura. En efecto, el pueblo había experimentado que aquella liberación no había sido definitiva, puesto que su historia estaba todavía demasiado marcada por la esclavitud y el pecado. El memorial de la antigua liberación se abría así a la súplica y a la esperanza de una salvación más profunda, radical, universal y definitiva. Este es el contexto en el cual Jesús introduce la novedad de su don. En la oración de alabanza, la Berakah, da gracias al Padre no sólo por los grandes acontecimientos de la historia pasada, sino también por la propia “exaltación”. Al instituir el sacramento de la Eucaristía, Jesús anticipa e implica el Sacrificio de la cruz y la victoria de la resurrección. Al mismo tiempo, se revela como el verdadero Cordero inmolado, previsto en el designio del Padre desde la creación del mundo, como se lee en la primera Carta de San Pedro (Cf. 1, 18-20). Situando en este contexto su don, Jesús manifiesta el sentido salvador de su muerte y resurrección, misterio que se convierte en el factor renovador de la historia y de todo el cosmos. En efecto, la institución de la Eucaristía muestra cómo aquella muerte, de por sí violenta y absurda, se ha transformado en Jesús en un supremo acto de amor y de liberación definitiva del mal para la humanidad (n. 10). Figura transit in veritatem De este modo Jesús inserta su novum radical dentro de la antigua cena sacrificial judía. Para nosotros los cristianos, ya no es necesario repetir aquella cena. Como dicen con precisión los Padres, figura transit in veritatem: lo que anunciaba realidades futuras, ahora ha dado paso a la verdad misma. El antiguo rito ya se ha cumplido y ha sido superado definitivamente por el don de amor del Hijo de Dios encarnado. El alimento de la verdad, Cristo inmolado por nosotros, dat… figuris terminum. Con el mandato “Haced esto en conmemoración mía” (Cf. Lc 22, 19; 1 Co 11, 25), nos pide corresponder a su don y representarlo sacramentalmente. Por tanto, el Señor expresa con estas palabras, por decirlo así, la esperanza de que su Iglesia, nacida de su sacrificio, acoja este don, desarrollando bajo la guía del Espíritu Santo la forma litúrgica del Sacramento. En efecto, el memorial de su total entrega no consiste en la simple repetición de la última Cena, sino propiamente en la Eucaristía, es decir, en la novedad radical del culto cristiano. Jesús nos ha encomendado así la tarea de participar en su “hora”. “La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos solamente de modo pasivo el Logos encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega”. Él “nos atrae hacia sí”. La conversión sustancial del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre introduce en la creación el principio de un cambio radical, como una forma de “fisión nuclear”, por usar una imagen bien conocida hoy por nosotros, que se produce en lo más íntimo del ser; un cambio destinado a suscitar un proceso de transformación de la realidad, cuyo término último será la transfiguración del mundo entero, el momento en que Dios será todo para todos (Cf. 1 Co 15, 28) (n. I I). 5. DESDE LA LEGISLACIÓN ECLESIÁSTICA “La sagrada liturgia expresa y celebra la única fe profesada por todos y, dado que constituye la herencia de toda la Iglesia, no puede ser determinada por las Iglesias locales aisladas de la Iglesia universal” (EE 51). Es por ello que el Papa Juan Pablo II, en la misma encíclica, hace una invitación a la responsabilidad, sobre todo de los sacerdotes, que deben dar: “un testimonio y un servicio de comunión, no sólo a la comunidad que participa directamente en la celebración, sino también a la Iglesia universal, a la cual la Eucaristía hace siempre referencia” (n. 52). De este testimonio y servicio a la comunidad y, además, del decoro y dignidad que se debe a la Eucaristía deduce el Papa la necesidad de respetar la normativa que en cada tiempo establece la Iglesia para esta celebración, consciente de su importancia (EE 49 y 52). Seguir estas normas no significa legalismo ni falta de personalidad. No sería bueno continuar con el “formalismo” exagerado, pero tampoco lo es caer en el extremo opuesto, llegando a la creatividad caprichosa y a la banalidad. Celebrar bien es mostrar nuestro amor a Cristo, a la Iglesia y a la comunidad concreta que presidimos (n. 52). Si el Papa habla de estas normas, no es ciertamente por legalismo, sino porque con ellas la Iglesia quiere asegurar un mínimo de tratamiento digno del Misterio que celebramos. La fidelidad a las normas litúrgicas, viene a decir el Papa, es una señal de “auténtica eclesialidad” en la celebración eucarística. Se trata, una vez más, de mantener la dignidad y el honor de la Eucaristía, comprometidos seriamente por los abusos que se dan y que obscurecen la recta fe sobre este sacramento (Cf. n. 10), y por las “innovaciones no autorizadas y con frecuencia del todo inconvenientes” (n. 52). Obviamente, no todos los abusos e innovaciones tienen la misma gravedad. Pero es necesaria también la fidelidad en lo que parece menos importante: “El sacerdote que celebra fielmente la Misa según las normas litúrgicas y la comunidad que se adecua a ellas, demuestran de manera silenciosa pero elocuente su amor por la Iglesia” (n. 52). 6. DESDE LA PASTORAL El Vaticano ha establecido que la frase “pro multis” debe ser traducida “por muchos” en todas las nuevas traducciones de las Plegarias eucarísticas. Aunque “por muchos” es la traducción literal de la frase latina, las traducciones realizadas después del Concilio Vaticano II, usualmente han utilizado la frase “por todos”. Equivalentemente en muchos otros idiomas (für alle; for all, per tutti). Como hemos mencionado en la introducción de esta catequesis, el Cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación del Culto Divino ha escrito a todos los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo para informarles de la decisión del Vaticano. Para aquellos países en los que deba hacerse el cambio, la carta del cardenal establece que los obispos preparen la introducción de la frase aprobada para los textos litúrgicos en el término de “un año o dos”. La traducción del pro multis ha sido siempre objeto de controversia porque involucra serias implicaciones teológicas. La frase se pronuncia cuando el sacerdote consagra el vino, diciendo (en la actual traducción en uso) ... que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. La versión latina del Misal, que establece la norma de la liturgia romana, dice: Qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem peccatorum. Los críticos de la traducción en curso han argumentado desde que apareció que la traducción del “pro multis” como “por todos” no sólo distorsiona el texto latino original, sino que connota que todos los hombres se salvarán, no importa cuál sea su relación con Cristo y con su Iglesia. La traducción más natural es “por muchos”, la cual sugiere mucho más exactamente que mientras que los dolores redentores de Cristo hacen la salvación accesible a todos, de allí no se entiende que todos se hayan de salvar. El Cardenal Arinze, en la carta que dirige a los presidentes de las Conferencias Episcopales explica las razones de la decisión vaticana. ⎯ Los Evangelios Sinópticos (Mt. 26,28; Mc. 14,24) hacen una referencia específica a “muchos” por los cuales el Señor está ofreciendo el Sacrificio, y estas palabras han sido remarcadas por algunos eruditos bíblicos relacionándolas con las palabras del profeta Isaías (53, 11-12). Sería completamente posible que los Evangelios hubiesen dicho “por todos” (por ejemplo, Cf. Lucas 12,41); pero, la fórmula de la narración de la institución dice “por muchos”, y estas palabras han sido fielmente traducidas por la mayoría de las versiones bíblicas modernas. ⎯ El Rito Romano en latín siempre ha dicho pro multis y nunca pro omnibus en la consagración del cáliz. ⎯ Las Anáforas de los distintos ritos orientales, sea el griego, el siríaco, el armenio, el eslavo, etc. contienen fórmulas verbales equivalentes al latín “pro multis” en sus respectivos idiomas. ⎯ “Por muchos” es una traducción fiel de “pro multis” en tanto que “por todos” es más bien una explicación más adecuada a la catequesis. ⎯ La expresión “por muchos”, mientras permanece abierta a la inclusión de cada uno de los seres humanos, refleja, además el hecho de que esta salvación no es algo que actúa mecánicamente, sin el deseo o la participación voluntaria de cada uno. El creyente es invitado a aceptar por la fe el don que le es ofrecido y a recibir la vida sobrenatural que le es dada a los que participan del misterio, viviéndolo como lo viven aquellos que están en el número de los “muchos” a los que se refiere el texto. ⎯ En concordancia con la Instrucción Liturgiam Authenticam, ha de hacerse un esfuerzo para ser más fieles a los textos latinos de las ediciones típicas. Tengamos pues en cuenta, que a partir de la publicación de la tercera edición típica del Misal Romano en México, utilizaremos esta nueva traducción.