XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 COMUNIDADES CERRADAS: REALIDADES Y UTOPÍAS1 Cecilia HITA ALONSO Universidad de Granada, Departamento de Sociología E-mail: cehita@ugr.es Leticia SÁNCHEZ HITA Titulada en Turismo y Sociología E-mail: Leticiashita@gmail.com Arabia MUÑOZ ALCARAZ UNED E-mail: Arabia-paz@hotmail.com Resumen Las gated community, (también denominadas comunidades cerradas, privatopías, urbanismo afinitario etc.), suponen la privatización de amplias zonas residenciales. Ocupadas por grupos de población de perfil socio-demográfico con un alto grado de homogeneidad social y más o menos dotadas de equipamientos, expresan un proceso de organización territorial en alza prácticamente en todo el planeta. Semejante nivel de desarrollo y extensión generalizada de éstas, obliga a realizar una doble reflexión por parte de los investigadores. Por una parte, interesarse por tendencias macroestructurales que animan y promuevan este tipo de modelo residencial; y por otra, por los comportamientos de los actores sociales que producen y reproducen el fenómeno como un mecanismo en bucle, estructurante y estructurado, que se está manifestando de forma muy evidente en la aparición de estos espacios excluyentes (para determinados colectivos de población) y excluidos (para otras poblaciones). Esta comunicación pretende exponer tanto los mecanismos macroestructurales como las motivaciones individuales y/o familiares que alimentan, perpetúan y extienden este modelo de desarrollo residencial Palabras clave: Ciudad; comunidad cerrada; vivienda; sociología urbana. 1 1 Esta comunicación forma parte de los resultados del proyecto de investigación titulado "La movilidad residencial en la reconfiguración social de las áreas metropolitanas españolas", del Plan Nacional de I+D CSO2011-29943-C03-03, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 625 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 1. INTRODUCCIÓN Este artículo intenta establecer, a partir de la teoría sociológica contemporánea y la sociología urbana, puntos de contacto entre tendencias macroestructurales con comportamientos individuales actuales, como un mecanismo que se retroalimenta. La manifestación más evidente de este proceso es la proliferación de espacios excluyentes y monofuncionales que se “venden” a los potenciales compradores-usuarios ofreciendo utopías socio-espaciales adecuadas al contexto histórico y económico actual. Todo ello está dando lugar a una organización socio-espacial cualitativa y cuantitativamente diferenciada de la fordista, transformando las relaciones sociales y los mecanismos de integración social. Establecer la relación entre comportamientos individualizados con macroestructuras sociales es teóricamente comprometido y empíricamente difícil. No obstante, como nos indica Sennett (2003:59) “Podría parecer que todas estas cosas fueran cuestiones más subjetivas (…), pero las fuerzas sociales dan forma a esas experiencias personales de la misma manera que dan forma a condiciones más objetivas”. 626 Quizás el espacio más significativo de esta nueva tendencia es el conocido como las gated community (comunidades cerradas) que expresan en el territorio tanto contradicciones macroestructurales, objetivadas y materializadas en realidades, como utopías conformadas en torno a deseos y aspiraciones de los residentes y que abren la puerta a la frustración y la distopía en el choque entre la realidad y el deseo. De ellas nos ocuparemos en las siguientes páginas. 2. CONCEPTO DE COMUNIDAD CERRADA Aunque la existencia de conjuntos residenciales privados con zonas comunes aparecen en el siglo XII2, no es hasta el XX cuando la envergadura del fenómeno comienza a hacerse notar en diversos lugares del mundo, adquiriendo un carácter global. Es quizás por este carácter global por lo que se utilizan diferentes términos para denominar al fenómeno: urbanismo afinitario (Svampa, 2001), condominios (Janoschka y Bosford, 2006), gated communities (Atkinson y Blandy, 2005), privatopías (Borja, 1998; Davis, 1998). 2 Véase Hita; Sánchez; Muñoz, 2013. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 Como ya hemos señalado en otro trabajo, definimos las comunidades cerradas como “aquellas zonas residenciales aisladas, dotadas de ciertos servicios, diferentes grados de autogobierno y cuyos habitantes comparten una alta valoración de la seguridad junto con prácticas sociales y estilos de vida” (Hita, Sánchez , Muñoz, 2013:6). Tabla 1: Tipología Fuente: Hita et al, 2013. Los residentes de las comunidades cerradas tienen un perfil social homogéneo, pues suelen pertenecer a las clases altas o medias/altas (por lo que hablaríamos de espacios de elitización) y comparten un estilo de vida similar, así como unas pautas de ocio y consumo parecidas. No olvidemos que “estas pautas de urbanización vienen reforzadas por el afán de distinción de las clases altas y medias que buscan marcar su imagen diferenciada y privilegiada y a la vez la protección de áreas exclusivas” (Borja 2013, p. 103). A diferencia de lo que ocurre en una ciudad donde se sienten obligados a encontrarse con personas de diferente condición social, que pueden significar una amenaza potencial, los residentes de las comunidades cerradas buscan homogeneidad social, por la percepción de seguridad que les aporta. Esta percepción además se ve reforzada con infraestructuras de vigilancia, con la restricción en el acceso a los no residentes, etc. El modelo de interacción social que genera esta forma de exclusión/autoexclusión, es designado por Svampa (2001) como la “sociabilidad del entre nos”; es decir, la creación de vínculos sociales con individuos de una condición socioeconómica similar, y excluyendo de forma voluntaria a “los otros”; sin embargo, hay un desigual grado de desarrollo de vínculos (o mantenimiento de los mismos) con el exterior de la comunidad o con la ciudad, entre las distintas comunidades e incluso en el interior de las mismas. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 627 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 Además, se encontrarán también diferencias entre las primeras generaciones de residentes y las segundas, pues como señala la autora, las segundas habrán desarrollado su proceso de socialización primaria dentro de las urbanizaciones. Atendiendo a la dimensión espacial, la ubicación de las comunidades cerradas suele encontrarse más o menos alejada de las ciudades, generando de este modo una segregación espacial que puede identificarse como un tipo de periurbanización en el sentido que le otorga al término Donzelot (2004), que connota cierto rechazo a la ciudad, requiere una hipermovilidad forzada entre la ciudad y las urbanizaciones por las carencias de servicios de éstas últimas, así como privatización de espacios excusándose en la seguridad. Para Donzelot (2004), junto con la gentrificación y la relegación, la periurbanización es un espacio que define la organización territorial en lo que a espacios residenciales se refiere. Desde el punto de vista económico, el fenómeno se desarrolla en el contexto del neoliberalismo económico y está tan estrechamente vinculado con él que podríamos afirmar que está impulsado por el mismo, pues supone la privatización tanto del espacio como de diversos servicios, cuya prestación venía siendo desempeñada por el estado (aunque hay diferencias en el nivel de privatización entre comunidades). La residencia en comunidades cerradas es vendida por los agentes inmobiliarios como un producto que posee determinadas características tanto materiales, referidas a instalaciones comunitarias de diverso tipo, como inmateriales, entre los que se incluyen un status social exclusivo, un sentimiento de seguridad, contacto con la naturaleza, etc. Por otra parte y de forma paradójica, a pesar de que en muchos casos se produce una exaltación de la vida en contacto con la naturaleza como motivación para elegir esta opción residencial, no estamos ante una forma de urbanización sostenible medioambientalmente si consideramos la hipermovilidad, sobre todo utilizando el transporte privado, que ésta requiere por diversos motivos, como laborales, de formación de los hijos, además de otros servicios de los que carecen las comunidades cerradas. 3. LO MACRO COMO REALIDAD: LA GLOBALIZACIÓN Y EL RIESGO La popularización de las comunidades cerradas en todo el planeta nos indica, en primer lugar que debe haber un mecanismo global inductor del mismo, y en segundo lugar que en cada zona geográfica, entendida en términos sociopolíticos y culturales, adquiere formas distintas. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 628 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 Para el análisis del fenómeno, por tanto habría que tener en cuenta estos dos principios. Nos centraremos, en el mecanismo global y, como ya hemos apuntado, en la globalización neoliberal y el riesgo. Con respecto al primero, “la globalización no se debería considerar como una unidad indiferenciada, sino como una pauta geográficamente articulada de actividades y relaciones capitalistas globales” (Harvey, 2013, p. 153). Esta cita nos permite señalar el primer mecanismo macroestructural que entra en juego: la globalización neoliberal. Los procesos puestos en marcha a partir de la década de los 80 (con la confluencia entre la revolución tecnológica, la reestructuración del capitalismo y la mundialización neoliberal), han significado sobre todo una reorganización a gran escala del capital y del trabajo y con ellos de la lógica espacial subsiguiente. Es decir, se está produciendo una reconfiguración social y espacial de las áreas metropolitanas, reconfiguración en la que están implicados los flujos de capital, la nueva división y organización del trabajo, los transportes, la información y nuevas dinámicas de consumo. En consecuencia se crean nuevos espacios industriales, se codifican y descodifican identidades de clase, surgen nuevas pautas de división urbana y de estratificación En esta etapa de capitalismo reflexivo nos encontramos ante cierta “carencia de límites conceptuales y materiales de la posmetrópolis moderna ya que ha sido la ruptura de viejas fronteras la que ha generado nuevas formas de mirar e interpretar el espacio urbano” (Soja, 2008, p.313). Esta expansión sin límites va acompañada de una progresiva “anorexia” del estado-nación que tenía entre sus atributos más notables la organización jerarquizada del territorio nacional, la centralización del poder político y la construcción de una identidad legitimada desde el poder para todos los ciudadanos (Castells, 1998). La ruptura en mayor o menor medida de estos mecanismos por la globalización neoliberal ha hecho más evidente la reafirmación de las regiones como lugares pujantes para el orden económico y como fundamentos de ventajas competitivas (además de hacer emerger nacionalismos durmientes), donde la industria inmobiliaria, también globalizada ayuda a entender la difusión de las gated community por toda la geografía planetaria. Es más, la globalización neoliberal promueve e intensifica la desregulación del mercado inmobiliario a nivel planetario como método con extraordinaria eficacia para la obtención de plusvalía a gran escala a la vez que absorbe el sobreproducto que genera continuamente. Industria inmobiliaria que además, se mueve en el límite entre estos mecanismos globales y los deseos y aspiraciones de residentes y ciudadanos, en gran parte desencantados cuando no ajenos a los cada vez más absoletos “sueños de poder” de los estados-nación. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 629 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 En consecuencia, como indica Soja (2008) asistimos a la simultaneidad de dos procesos de restructuración implicados: uno de desterritorialización y otro de reterritorialización. El primero supone la descomposición de la producción fordista y de la división del trabajo espacial propia del mismo, la reterritorialización constituye la nueva lógica espacial ligada al posfordismo que reclama esfuerzos por parte de ciudadanos y colectividades, firmas empresariales, culturas etc… a fin de reconstruir su propio comportamiento territorial, su espacialidad y sus espacios vividos, como un modo de resistencia y/o adaptación a la condición actual. Con respecto al segundo, el riesgo, se ha convertido en uno de los conceptos más en uso en la sociedad actual y no solo en tanto en cuanto la propia civilización tecno-industrial suponga una amenaza creciente para esa propia civilización (Beck, Giddens) sino también porque se constituye como el núcleo de nuestro “modus vivendi”, es decir, va mucho más allá de aumentar las tecnologías de seguridad, ya que genera estructuras cognitivas, cambios en la socialización y en la identidad. La percepción constante de estar ante una situación de riesgo (manifiesto o no) genera incertidumbre, esta a su vez inseguridad y miedo. El riesgo actual se considera en gran medida sistémico. Vivimos en un sistema con cierta autonomía capaz de generar constantemente situaciones de riesgo/peligro, tanto previstas como imprevistas, –por el propio sistema no por los actores- y ante esta realidad, la cuestión central es la distinción básica de seguridad/inseguridad por parte de éstos, así como actuar en situaciones de peligro para “provocar” en la medida de lo posible un entorno fiable. Pero dado que la incertidumbre rige en todo el entorno y este no es controlable, la seguridad solo puede residir en la construcción social de reductos seguros y proceder con ellos, a la interiorización de esquema cognitivos de limitación del riego, y con él, del miedo. Esto nos lleva a dos pautas claves: la primera es que el control de “tu espacio” genera de forma casi inmediata sensación de seguridad en los individuos. Si además ese espacio esta ubicado en zonas con ciertas características morfológicas, la sensación aumenta. La segunda está en relación con el proceso de individualización a gran escala y en todos los ámbitos sociales, que “obliga” a los individuos a ser los artífices de la construcción de su realidad (desde la búsqueda de trabajo o pareja hasta la cimentación de su propia identidad). La individuación implica la tendencia creciente a la búsqueda de formas de vida, identidades y modelo de habitar a partir del individuo. En este sentido, el miedo a la ciudad o al espacio público es un elemento esencial. Como señala Rodriguez Chumillas (2005: 127): el miedo “contribuye a entender la construcción CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 630 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 socio-simbólica del espacio”. Para la autora, las ciudades pueden ser concebidas como escenarios del miedo, y ahora más que nunca, dada la expansión de la pobreza urbana a niveles desconocidos anteriormente, generando ese miedo a “los otros” que además se ve radicalizado con la inmigración de estas personas pobres (Rodriguez Chumillas, 2005). Así, consideramos las comunidades cerradas como una estrategia adquirida por las clases medias y altas frente al miedo. No olvidemos la vinculación objetiva entre la percepción del miedo y la criminalidad real, y el papel de los mass media en la construcción del imaginario social del miedo. 4. LO MICRO COMO UTOPÍA: LA INDIVIDUACIÓN, LA CULTURA GLOBAL Y LA VIDA COTIDIANA. A pesar de que el auge de la privatización del espacio y el deseo de vivir en comunidades privadas es un mecanismo económico y social, debemos analizar la parte individual, subjetiva y cotidiana de la acción y del comportamiento de los actores que protagonizan estos procesos urbanos. Si bien ciertas propiedades de estos núcleos residenciales difieren alrededor del mundo, hay características que emergen por su repetida aparición, que hace del fenómeno algo global y homogéneo. Desde la perspectiva física del trazado urbano, la cultura global hace mella en las comunidades residenciales privadas. Todas presumen de una misma organización física y funcional que ordena de forma cuadricular y articula instalaciones deportivas y de ocio en puntos distribuidos sobre el terreno. Éstos acompañados de extensos jardines y parques resaltan la cultura del verde y del contacto con la naturaleza. Tras un siglo de explosión de lo urbano y de las metrópolis alrededor de los centros urbanos, estos residentes buscan alejarse del ruido y del tráfico señalando la “tranquilidad” del barrio de antaño. Así los niños pueden divertirse solos y especialmente “seguros”, y el cercamiento, el personal de seguridad y las cámaras de vigilancia son un valor añadido para una población que busca la “seguridad” ante cualquier otra característica. Ante una presión social constante de falta de libertad personal y la exaltación de la propiedad privada, la solución intrafamiliar pasa por la exigencia de residencias vigiladas donde se pueda construir la confianza y una vecindad comprometida. De este modo la cotidianidad individual y familiar se situa como “otra forma de habitar”, mas tranquila, mas segura y mas controlada. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 631 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 Además de los valores objetivados tras los discursos de los actores destacando la libertad a la hora de cuidar a los hijos y de la propia socialización de estos con sus pares surge una identidad simbólica construida a partir de una extensión de las formas de vida en estas comunidades. Aunque en algunas más que en otras, dependiendo de la extensión y la funcionalidad, en las gated community la vida en comunidad y la socialización de personas con un poder adquisitivo y esferas sociales similares se produce y reproduce de forma inevitable. De este modo se retroalimenta, por encima de una ansiada distinción, una homogeneización inevitable y progresiva; por un lado, dentro de las comunidades, y por otro, entre ellas en zonas geográficas cercanas. Esto es, en palabras de Svampa (2001) que el colectivismo mas pragmático y la solidaridad no aparecen como tales, sino como resultado de una conducta individual de muchos que buscaban este estilo de vida snobista. Sin embargo, los deseos y el sentimiento de comunidad al que aspiran, difiere en gran medida de lo que pudiera tener una “verdadera” comunidad, en el sentido tradicional del término, con un tiempo, una historia y una vida en común. Podría decirse que estos nuevos vínculos sociales son más “artificiales” que los que se establecen en barrios asentados. Comprobamos de nuevo que no se trata de comunidades simbólicas y solidarias, sino físicas y materiales. La configuración espacial da pie a un ideario social que aleja lo y los de adentro, y lo y los de afuera con la consiguiente exaltación de los adjetivos respectivos de lo inseguro y los criminales, de lo seguro y los conocidos. A la par, la mercantilización de todas las características mencionadas, junto con el propio territorio a través de un lenguaje que impregna a los residentes-compradores de una sensación plena, tanto en el adentro como en el afuera de sus vallas y cámaras. Algunas de estas comunidades han llegado incluso a intentar ser una “ciudad ideal” en la que su plurifuncionalidad y su simetría espacial puedan denominarse en palabras de Jameson (citado en Duque, 2012) como “hiperespacio posmoderno” caracterizado por casas “logotipos” y trazados rectilíneos donde se dejan de atender las demandas sociales de la ciudad anterior para responder a un conjunto de intereses económicos, esto es, las demandas de las élites y las ofertas de la industria inmobiliaria. Y del mismo modo responde Baudrillard (citado en Duque, 2012) con una superficialidad y “deshumanización” en la era posmoderna de los espacios de “adentro” en contraposición a los de “afuera”, que se congelan por su estética. Así, la fragmentación espacial se convierte en una ruptura social que deja “afuera” a los excluidos y “adentro” a los propietarios-residentes. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 632 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 Con este mecanismo, además de producirse una severa segregación social, se establece una emergencia de estilos de vida y gustos diferenciados. En este aspecto, tanto Bourdieu como Giddens han resuelto sus teorías con una doble espiral indisoluble que enriquece sus discursos y los articula. Anthony Giddens se encargó de analizar relaciones entre la personalidad y la cultura que nos importan en cuanto los residentes de estas comunidades tienen y forjan como habitantes un “habitus” y un “gusto específico” en cada una. Es así como se entrelazan una forma de sentir y pensar el habitar y un estilo de vida distinguido que termina por ser homogéneo y global. (Soldevilla, 1998) De hecho, para estos autores, el surgimiento de nuevos vínculos comunitarios, así como nuevos sectores de estilo de vida y prácticas autoidentitarias son el resultado de una modernidad tardía donde “la intimidad se transforma” y controlamos una sociedad cambiante con modelos de “realismo utópico”. En estas comunidades convergen un alto nivel de narcisismo e individualismo articulado con nuevas relaciones sociales necesarias y voluntarias. En definitiva, nuestros residentes y sus estilos de vida son a la vez agentes y productos ya que los vínculos sociales son producto de un deseo de residencia específico pero global. De este modo se genera una cultura de grupo y unos vínculos intragrupales emocionales (Soldevilla, 2009) muy significativos y especialmente relevantes en nuestros habitantes ya que surgen a priori con unos deseos específicos similares y se refuerzan con la convivencia y el mimetismo subsiguiente. La bisagra que articula la personalidad y la cultura en cada comunidad cerrada tiene la facilidad de ofrecer una estructura homogénea socialmente aceptada por la mayoría que el capitalismo se encargó de mercantilizar. Tras una enorme proliferación, cada subcultura tiñe su habitar con particularidades y estilos distintivos, que con la socialización construye una personalidad elitista y comunitaria. Desde una perspectiva intersubjetiva, el hecho de escapar a una comunidad cerrada, ya que normalmente se ha vivido en la ciudad, responde a un deseo de aumentar la calidad de vida sin renunciar a un trabajo y un habitus propio de urbanitas con un alto poder adquisitivo. Sin llegar a abandonar su círculo laboral ni social se retiran a lugares mas tranquilos, pero sin llegar a un retorno al campo sobre el que también se ha investigado. No diríamos que están cambiando los modos de vida, sino más bien los estilos y ritmos cotidianos. El mismo Bourdieu (1993) señala un fuerte vínculo entre el espacio social y físico como elementos de la socialización, imprescindibles, determinantes e indisolubles. A modo de resumen de lo planteado bien pueden servirnos este esclarecedor párrafo: CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 633 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 “El desarrollo suburbano incoherente, anodino y monótono que sigue dominando en muchas partes del mundo encuentra ahora un revulsivo en “el nuevo urbanismo” que proclama las excelencias de la vida en comunidades apartadas (supuestamente íntimas y seguras, a menudo valladas y cerradas al exterior) en las que los promotores privados prometen un estilo de vida refinado supuestamente capaz de cumplir todos los sueños urbanos. En un mundo en el que la ética neoliberal del intenso individualismo posesivo puede convertirse en pauta para la socialización de la personalidad humana. Su efecto es el creciente aislamiento individualista, la ansiedad y la neurosis en medio de uno de los mayores logros sociales (al menos a juzgar por su enorme envergadura y su generalización a todos los niveles) jamás construido en la historia humana para la realización de nuestros deseos más profundos” (Harvey, 2013, p. 25) 5. EL DESPERTAR DE LAS DISTOPÍAS. Pudiera ser que la realidad se aproxime más a Bladde Runner (la gran distopía sobre la ciudad) de lo que somos capaces de reconocer. La construcción de enclaves seguros en base a la autoexclusión física y social ya está generando ciertas manifestaciones sociales alejadas de la utopía de pequeños mundos felices en aquellas comunidades cerradas de más largo recorrido histórico por varias razones, tanto intracomunitarias como extracomunitarias. Con respecto a las intracomunitarias (micro), hay que señalar cierto rechazo en los más jóvenes al entorno ordenado y seguro, rechazo evidenciado en vandalismo, robos, pintadas etc… el exceso de homogeneidad y orden, anulan los impulsos creativos vinculados, en parte a la “antinormasocial” No hay que olvidarse de los experimentos fallidos de los socialistas utópicos y de sus fracasos en sus premisas de uniformidad y estandarización como base del orden físico y social. Junto a esto, una socialización anclada en la seguridad en espacios cerrados, anula la capacidad de respuesta en situaciones no ya inseguras sino simplemente nuevas; ya se han detectado en los más jóvenes miedo a salir del espacio comunitario (Svampa, 2001). Esta misma autora señala “la inversión de estigma” como mecanismo de defensa ante el exterior amenazante y que se traduce en mentir a lo hora de indicar donde se reside. En las comunidades cerradas la seguridad y la homogeneidad social se han mercantilizado, adhiriéndose al territorio como un valor de cambio. Esto deriva en la pérdida del valor de uso del mismo y su aumento de precio lo que obliga a esfuerzos financieros y laborales de muchos residentes, encadenados a traslados diarios para la consecución de un sueño demasiado costoso. Esto inevitablemente pone los poderes de decisión para asuntos CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 634 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 comunes, en manos de aquellos que tienen propiedades más grandes, lo que está provocando tensiones entre los residentes y en algunos casos con los ayuntamientos que les prestan algunos servicios. La preocupación por el auge del fenómeno de las comunidades cerradas y privadas comienza cuando se incluye a unos y se excluye a otros, pero no sólo en cuanto al lugar de residencia, sino también en la cotidianidad necesaria en torno a un escenario de vida determinado. La educación de los hijos, los lugares de ocio, deporte e incluso tipos de restaurantes o supermercados definen y clasifican a los individuos, denominando e identificando a unos y a otros y estratificando las ciudades y las sociedades. Desde el punto de vista extracomunitario las comunidades cerradas se “autoclausuran”, generando una percepción del mundo segregada y fragmentada, lo que conlleva violencia simbólica en el discurso psicosocial. Además representan una de “las caras de la moneda mundo”, (la ciudad de la luz). En la otra se sitúan los más desfavorecidos, los representantes del cuarto mundo, los habitantes (por millones) de las áreas hiperdegradadas, aquellos que ya no tienen nada que perder, a los que nadie puede impedir que algún día decidan asaltar el mundo protegido y supuestamente feliz, dando así forma a las palabras de Hall “el vigilante de la montaña nos llama: su mensaje quizás profetice el fin de la ciudad si no conseguimos que el día también se levante en la ciudad de la obscuridad que se acurruca en las afueras. Hay un acertijo que hasta ahora ni urbanistas, ni ingenieros sociales han descifrado, y a medida que se aproxima el milenio desprende un maleficio que nos envuelve como el frío del amanecer” (Hall, 1996, p. 430). 6. CONCLUSIONES. Las relaciones entre los miembros de las CC se estructuran en torno a la homogeneidad social, la seguridad y un estilo de vida común. No tienen carácter de relaciones de comunidad tradicional. Los mecanismos de socialización presentes en estas comunidades evidencian carencias a la hora de las relaciones fuera de las CC. Las CC generan y son generadas a su vez por mecanismos de desigualdad social, lo que se traduce en segregación y fragmentación territorial provocando una fuerte percepción de violencia simbólica. CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS 635 XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014 BIBLIOGRAFÍA BECK, U.; GIDDENS, A. Y LASH, S. (1997): Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno. (Madrid), Alianza Universidad. BORJA, J. (2013): Revolución urbana y derechos ciudadanos. (Madrid), Alianza CORTÉS, L. (1995): La Cuestión Residencial: Bases para una Sociología Del Habitar. (Madrid), Editorial Fundamentos. CUERVO CALLE, J. 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