REDENCION Y PERDON Parte 06 “En quien tenemos redención por su sangre,el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” - (Efesios 1:7) En la lección anterior hablamos sobre la Persona y el Lugar de nuestra salvación , de nuestra aceptación en Él y de cómo llegamos a conocer el amor de Dios en Su amado Hijo. En esta lección vamos a ver la realidad de la redención a través de Su sangre y el perdón de pecados, de acuerdo a las riquezas de Su gracia. Antes de que veamos la redención y el perdón de pecados, hagamos una pausa sólo para resaltar de nuevo a la Persona y el Lugar de estas dos realidades. Se dice que ambas son “en Él”. Si usted y yo nos perdemos la expresión “en quien” y lo que esto significa, perdemos toda oportunidad de comprender la redención o el perdón de pecados. Antes de que Pablo mencionara alguna de estas dos realidades especifica que la Persona y el Lugar es Cristo. Recordemos que Pablo acaba de hablarnos acerca de nuestro “estado de hijo”. Acaba de tratar con los efesios, el plan eterno y predestinado de Dios de tener delante de Él un pueblo en Su Hijo al compartirles Su vida. Acaba de hablarnos de que nosotros somos “aceptos en el Amado”. Es más, esta es la quinta vez en siete versículos que Pablo menciona la realidad de estar “en Cristo”. En realidad, es la sétima vez si entendemos las expresiones “lugares celestiales” y “amor” como el lugar y la relación de ese Hijo. Quiero decirlo de nuevo, si nosotros por el Espíritu no hemos visto algo de la realidad de estar en Cristo...o si permanece en nuestro cerebro como una teología y no en nuestra alma como una realidad, entonces no podemos entender la salvación. Así que, si usted en este momento no cree que el Espíritu de Dios haya hecho real en su corazón aún la realidad de estar en Cristo o Cristo en usted, quiero recomendarle que empiece a pedirle al Señor, como un niño pequeño, que le abra los ojos de su corazón para poder verla. Yo pasé muchos años de mi vida creyendo que conocía la realidad de estar en Cristo, porque estaba familiarizado con los versículos y emocionado con el concepto. ¡¡Bueno, estaba muy lejos de conocer la realidad, pero yo no tenía ni idea!! Fue así, que finalmente le permití al Señor que me mostrara que yo no sabía nada en absoluto y que no había espacio en mi corazón para que me mostrara algo. Humillémonos como niños pequeños y Él revelará Su salvación. Pensar que sabemos algo...será estar aprendiendo siempre y no llegar nunca al conocimiento de la verdad. Habiendo dicho esto, empecemos a ver la realidad de la redención. La redención es en Cristo. Dios no nos ha redimido debido a Cristo, Dios nos ha redimido en Cristo. Es así, porque el plan de Dios era la redención de un Hijo, la redención de Su Hijo primogénito. No la redención de un montón de personas, sino la redención de Su Hijo en quien un montón de personas encontrarían redención...¡¡Esto es muy diferente!! ¿Qué es redención? La redención es comprar algo que me pertenece. La redención es que se me devuelva, por precio, algo que es mío, pero que de alguna forma perdí, me robaron o no tengo disponible. Yo soy el dueño legal de eso, pero no lo tengo en mi posesión hasta que sea hecho algún tipo de pago; debe ser redimido. Entonces, hablando bíblicamente, la redención es la compra que hace Dios para Sí de algo que era de Él. Dios tenía algo, de alguna manera lo perdió, y para recuperarlo lo compró de regreso. ¿Qué era lo que Dios tenía que de alguna perdió y tuvo que volver a comprar? La mayoría de la iglesia respondería: “¡¡Yo!!”; pero esto no es correcto. No estoy diciendo que no hayamos sido redimidos por Dios...ponga atención, lo que voy a decir es muy importante. Nosotros nacimos muertos en delitos y pecados. Pablo dijo que nosotros “éramos por naturaleza hijos de ira”. Juan el Bautista dijo que “el que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. Jesús dijo que “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”; “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha...” ¿Cuál es mi punto? La historia de la redención no es la historia de la restauración de Adán ante Dios. La historia de la redención, es la historia del unigénito Hijo de Dios que se humilló a Sí mismo al tomar sobre Sí mismo y en Sí mismo la forma de hombre, para convertirse en el último Adán como dice 1 Corintios. La historia de la redención es que el perfecto Hijo de Dios se convirtió en la maldición, se hizo pecado, cargó sobre Sí al primer hombre, la primera creación y todas sus deficiencias, y separó esas cosas de Dios en Sí mismo. Gálatas 3:13 dice, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”. La historia de la redención es un Hijo que el Padre perdió y que luego el Padre redimió. Amigo, esta historia SIEMPRE tiene a Cristo como centro, no al hombre. Usted cosecha los beneficios de esta historia, pero Cristo tiene el papel protagónico. La redención tiene que ver con el eterno Hijo de Dios que tomó en Sí mismo el pecado del mundo, y que por tal razón, el cielo le volvió la espalda. Jesús bebió la copa del primer hombre y de la primera creación. Jesús cargó en Sí mismo la vergüenza “por el gozo puesto delante de Él”. La vergüenza de qué. ¿La vergüenza de estar desnudo y ser golpeado? NO. La vergüenza de convertirse en el hombre de vergüenza. La vergüenza de convertirse en el hombre que corrió y se escondió en el jardín e intentó, y sigue intentando, cubrir su verdadera naturaleza ante Dios. Él menospreció la vergüenza, esto es absolutamente correcto. ¿Cuál vergüenza? La vergüenza de tomar sobre Sí mismo y en Sí mismo todo lo que quedó corto de la gloria de Dios, para luego separarlo permanentemente de Él por medio de la cruz. Juan 12:31-32 dice, “Ahora es el juicio de este mundo...Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. En este mismo momento el Hijo de Dios gritó algo muy extraño. Gritó algo absolutamente opuesto a cualquier cosa que hubiera dicho antes. Gritó algo que los cielos nunca habían oído. Gritó: “¡¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!!” Aquí, en la cruz, tenemos al Hijo perdido del Padre, tenemos al Hijo necesitado de redención. Aquí está el Hijo que cuelga de una cruz llevando la vergüenza, llevando las deficiencias, cargando a Adán, el hombre de pecado. Después de decir: “¡¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!!”, añade: “Consumado es” y entregó Su Espíritu. Ahora, puede que usted piense que Él iba a salir de la tumba gritando: “Consumado es”, o que eso iba decirlo en la resurrección. ¡Pues no! Él sabía que en Su muerte se acabaría todo. ¿Por qué? Porque el precio de la redención había sido pagado, el precio de compra de la redención había sido hecho. La redención había sido pagada. Después sería un asunto de tiempo, era sólo un asunto de sepultura y resurrección. Tal como dicen las profecías de los salmistas; Jesús clamó desde el Seol, “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. M e mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Salmos 16:10-11). Hebreos 2:14 dice, “...para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte...” Por eso Dios ahora puede decirle a la muerte: “El precio ha sido pagado, deja ir a Mi Hijo”. Para mí esto es reminiscencia del Éxodo en el Antiguo Testamento. Egipto siempre representa la muerte y la esclavitud. Dios le dijo a Moisés: “Vé y dile al Faraón que Israel es mi Hijo, mi primogénito, que deje ir a Mi Hijo”. Note que Dios no le dice a Moisés que le diga: “Faraón, deja salir a los israelitas”. NO. El éxodo no es un cuadro de la redención de muchos, sino de la redención del Hijo perdido. Luego el Hijo redimido se convierte en la redención de muchos; somos redimidos en Él, Él es hecho para nosotros redención. Nuestro versículo en Efesios dice, “en quien tenemos redención por su sangre”. Romanos 3:24 dice: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”; 1 Corintios 1:30 dice: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” ; Colosenses 1:14 dice: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. Y esto es parte de la historia del Éxodo también. ¿Cómo escaparon de la tierra de pecado y muerte los que fueron redimidos por Dios? Tomaron la sangre del Cordero, pintaron los dinteles de las puertas y entraron en esa muerte; entraron en la muerte del Cordero. ¿Cómo salieron de la muerte? A través de la muerte del Cordero, a través de la sangre del Cordero. El juicio en Egipto aquella noche fue la muerte. La redención fue la salida de la muerte a través de la muerte del Cordero. El día que Jesús murió, el juicio sobre Adán fue la muerte. La salida de la muerte para los que estaban muertos en delitos y pecados, fue la muerte del Cordero. Romanos 6:3-4 dice: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Mi punto es simple. El Padre redime a Su propio Hijo por medio de un pago. El Padre recupera al que era legítimamente Suyo a través de una compra por precio. ¿Por qué tuvo que hacerlo? Porque Cristo fue hecho maldición, porque Él se convirtió en el último Adán. 2 Corintios 5:21dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” . El pago fue necesario porque Él se hizo pecado por nosotros. ¿Cuál fue el pago? El pago fue Su propia sangre: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19). ¿Cuál fue el resultado? “Israel es Mi Hijo”. Un Hijo redimido por Su Padre, levantado por Su Padre, exaltado por Su Padre. Un Hijo restaurado para gloria. Un Hijo de regreso a la casa del Padre. “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria” (Salmos 24:7-10). Pero no es sólo Cristo las primicias, sino una cosecha entera de Su Simiente. No es sólo el Rey de gloria, sino también un pueblo que vive en y por ese Rey. Un pueblo que ha sido llevado con Él y en Él a la gloria. Hebreos 2 lo dice: “...habiendo de llevar muchos hijos a la gloria”. El primogénito entre muchos hermanos que comparten Su vida. Una cabeza abre el vientre de la muerte, esa cabeza está unida a un cuerpo y ambos salen juntos de la muerte. Un pueblo que es la casa del Hijo en Su resurrección, un pueblo que ahora está en Cristo. Juan 17:24 dice, “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. Eso lo ha logrado la redención. Cristo nos ha traído en Él a la casa del Padre. “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). Dios ha redimido a Su Hijo y nosotros tenemos redención en Él. Dios ha redimido a Su Hijo y dicho Hijo “nos ha sido hecho redención”. Cristo es más que sólo nuestro redentor, Él es nuestra redención, y sólo en Él como nuestra redención tenemos el perdón de pecados. Vamos ahora a otra frase de nuestro versículo inicial: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” . Un día estaba pensando en el hecho de que lo primero que nosotros vemos en el rostro de Cristo es Su muerte. Estaba pensando en que primero hay un juicio, la destrucción de Adán, la destrucción del viejo hombre, y luego, cuando eso es encarado en nuestro entendimiento, empezamos a entender la nueva vida. Ya citamos Romanos 6 y podríamos citar docenas de versículos como este. Como decía, estaba pensando en la realidad de que lo primero que debemos encarar en la salvación es un final, antes de que podamos abrazar o comprenderlo a Él como el principio. No me refiero a sólo darle vuelta a la página, me refiero a novedad de vida. Me refiero a que la nueva vida no es añadida a la nuestra, la nueva vida sustituye lo que estaba ahí antes. La salvación no es un plan de auto mejoramiento, es un plan de auto reemplazo. No es imitación de vida, es la impartición de Su vida una vez que hayamos encarado Su muerte. Así que, estaba pensando en eso, en que así fue en el Antiguo Pacto, y por supuesto, así es en el cumplimiento en el Nuevo Pacto. Hubo un pueblo entero en la muerte del Cordero que luego pudo salir a través del mar. Hubo un sacrificio muerto y consumido en el altar, antes de que hubiera incienso, luz, etc., en el tabernáculo. En Cristo es lo mismo ahora. Luego me di cuenta de que en la iglesia muy a menudo se enseña que Adán necesita ser perdonado, pero eso no es cierto. Adán, (como género, naturaleza, simiente) necesita morir. Adán necesita encarar la muerte para que luego Cristo se convierta en la vida del creyente. Adán no es perdonado, Adán es crucificado. El viejo hombre no es perdonado, es destruido y sepultado. Hablamos de esto cuando hablamos de gracia. Él primero nos da una muerte que no podíamos morir, y al otro lado una vida que no podríamos vivir. Entonces fui un poco más lejos. Empecé a pensar en el perdón de pecados, y empecé a darme cuenta de que nosotros le decimos al mundo que ellos sólo necesitan venir a Dios y pedirle que perdone sus pecados. Pues bien, la realidad del perdón de pecados es definitivamente cierta, pero me percaté de que estábamos diciéndolo mal. El pecado no aplica para Adán, el pecado aplica para los que están en Cristo. Y aquí es donde me temo voy a perder mucha gente. Si esto no tiene sentido en este momento, regrese un poco más tarde y léalo de nuevo. Por el momento quiero decirle, que el perdón es EN CRISTO. Lea nuestro versículo: “En quien tenemos redención a través de Su sangre, el perdón de pecados...” El perdón es algo que experimentamos EN ÉL, pero lo obtenemos a través de la muerte. Otra vez, Adán no es perdonado, Adán es crucificado. El perdón de pecados no es como entramos, sino lo que experimentamos cuando hemos sido introducidos a la muerte a través de la justificación. Es decir, no somos “salvos” por ser perdonados, somos “salvos” por ser justificados al llevar la muerte de Cristo y ser perdonados en Él de todo en lo que quedamos cortos. Así es, exactamente, como obraba en el Antiguo Testamento. Dios no les dijo a los israelitas en Egipto que salieran porque le pidieron que les perdonara sus pecados; no. Ellos salieron por la muerte del Cordero, salieron al pintar con esa sangre los dinteles de las puertas y al entrar en esa muerte. Así fue como sucedió. Una vez que salieron, entraron en pacto con Dios. Les fue mandado convertirse en un testimonio de Cristo en la tierra, un testimonio de Cristo al obedecer la Ley, celebrar las fiestas, construir el tabernáculo, establecer el sacerdocio, etc. Fue hasta entonces, después de que habían salido, después de que entraran en pacto, que les fue ofrecido el perdón de pecados. Cada cosa que hacían, a sabiendas o no, y que era contraria al testimonio de Cristo que Dios les había demandado representar en la tierra...es decir, cada vez que transgredían el pacto, se les ofrecía perdón a través de la sangre. Así es con nosotros ahora en Cristo. Nosotros entramos en Cristo a través de la muerte con Él. “¿O no sabéis que hemos sido bautizados en su muerte?” (Romanos 6:3). “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). “Con Cristo estoy juntamente crucificado...” (Gálatas 2:20). “...habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo” (Romanos 7:4). Pero ahora en Él, está la sangre para ser aplicada a donde sea que, a sabiendas o no, quebrantemos el pacto. Hay perdón de pecados para nosotros los redimidos en Él. En el Antiguo Pacto, la sangre era aplicada a cualquier cosa que el pueblo de Dios hacía que quedaba corto del testimonio de Cristo. En el Nuevo Pacto, la sangre es aplicada (por así decirlo) a cualquier cosa que el pueblo de Dios hace que queda corto de la realidad de Cristo; donde sea que yo todavía esté, y no Cristo. Donde sea que estemos tratando de vivir para Dios, y no sea Cristo formado y expresado a través de nosotros. Me pregunto cómo sería si le predicáramos al mundo un evangelio que consista primero en una muerte y luego en una vida, tal como lo hizo Jesús: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25); “...y no aborrece...aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Me pregunto cómo sería si nosotros no le predicáramos tanto a Adán cómo mejorarse o maquillarse. Es que le ofrecemos una renovación, 10 pasos para una vida más plena con Jesús...pero la cruz le ofrece una muerte para vida, y sólo en esta vida hay perdón de pecados. Necesitamos enseñarle a la gente que debe enfrentar algo más serio que el arrepentirse por lo que hicieron. Para recibir en nuestras almas lo que Él es, tenemos que arrepentirnos de lo que somos. La gracia ofrece una muerte que no podíamos morir y una vida que no podríamos vivir. En dicha vida, en dicha redención hay perdón de pecados para todo aquel que, a sabiendas o no, continúa viviendo en Cristo.