CAPÍTULO 3 OBSTRUCCIÓN DE LA VENA CENTRAL DE LA RETINA Lorenzo López Guajardo Ana Marcos de la Huerga INTRODUCCIÓN Las obstrucciones venosas de la retina son probablemente la afección vascular retiniana más frecuente tras la retinopatía diabética. La obstrucción de la vena central de la retina (OVCR) presenta un cuadro clínico tan característico que fue descrito poco después de la invención del oftalmoscopio (fig. 1). A pesar de ser un cuadro conocido durante mucho tiempo, todavía persisten múltiples aspectos sobre su etiopatogenia por resolver. ETIOPATOGENIA Aunque todavía no está perfectamente dilucidado el mecanismo exacto que subyace a la aparición de un cuadro de OVCR, parece existir cierto consenso en cuanto a la formación de un trombo a nivel de la luz venosa como evento fundamental en su patogénesis. Estudios de ojos enucleados por OVCR (1,2) han demostrado la presencia de una obstrucción a nivel de la luz de la vena central de la retina (VCR) a su paso por la lámina cribosa. Gracias a los estudios histológicos sabemos que en este punto se produce una disminución de la luz de la VCR y arteria central de la retina (ACR), y que además comparten una adventicia común a ese nivel. También sabemos que la lámina cribosa es una estructura no expansible, que favorecería el desarrollo de mecanismos similares a los síndromes compartimentales que aparecen en otras localizaciones del cuerpo (3). Gracias al excelente trabajo de Green (2) podemos conocer la evolución histológica de los cambios en el trombo a nivel de la vena central. Basándose en sus observaciones, desarrolla la hipótesis de la aparición de un incremento en la turbulencia del flujo de la VCR a nivel de la lámina cribosa como consecuencia de las características anatómicas locales, que se acentuaría como consecuencia del incremento en el diámetro de la ACR secundarios a la arteriosclerosis. Esta turbulencia provoca- ría un daño endotelial que iniciaría la secuencia de mecanismos que resultan en la agregación plaquetaria y formación del trombo. En estadios posteriores, el trombo se recanaliza para finalmente resultar en un vaso con gruesa pared (fleboesclerosis). La etiología precisa de la OVCR sigue sin estar bien definida, pero actualmente ya se han identificado una serie de factores de riesgo. Así, han demostrado incrementar el riesgo la diabetes mellitus (las últimas series parecen relacionarla más con el tipo isquémico), la hipertensión, y el glaucoma crónico de ángulo abierto, y también, aunque sólo en el caso de las mujeres, con incrementos en la VSG. En el caso de OVCR isquémica se asocia además un perfil de riesgo cardiovascular. El riesgo disminuye con el ejercicio físico y la terapia hormonal sustitutiva en mujeres postmenopaúsicas (4,5). La OVCR es un evento multifactorial (6,5), y así, además de los factores de riesgo anteriormente descritos, es probable que la viscosidad sanguínea juegue un papel en algunos casos. En este sentido, podemos encontrar artículos que intentan relacionar la OVCR con alteraciones hematológicas, fundamentalmente: viscosidad sérica, hematocrito o niveles de fibrinógeno (7), y así aparece relacionado el cuadro con situaciones como macroglobulinemia de Waldenstrom o policitemia (8,9). Fig. 1. OVCR típica: hemorragias intrarretinianas en cuatro cuadrantes, edema papilar, engrosamiento venoso. 32 Fig. 2. OVCR gran profusión de hemorragias y edema que encubren en algunos tramos a los vasos retinianos. En pacientes jóvenes, además de los factores de riesgo «clásicos», parece existir una mayor frecuencia de alteraciones inmunológicas/hipercoagulabilidad que llevan a algunos autores a recomendar una estudio específico en este sentido (6,10,11). La incidencia en menores de 45 es baja, y así, Hayreh en una serie de 620 casos de OVCR, sólo un 15% correspondían a este grupo de edad (12). Los síndromes de hipercoagulabilidad, principalmente los congénitos, no han demostrado una relación unívoca con los cuadros de TVR y por ello nosotros no indicamos el screening de forma rutinaria. Nuestra actitud es la de remitir al Servicio de Medicina Interna a los pacientes menores de 45 años, a aquéllos con episodios trombóticos en cual- Fig. 3. OVCR crónica: Desaparición de gran cantidad de hemorragias, normalización de calibre vascular y shunts óptico ciliares papilares. 3. Obstrucción de la vena central de la retina quier otra localización, bilateralización o repetición de trombosis retiniana, historia familiar positiva de trombosis o sospecha de mal control de los factores de riesgo conocidos (ver capítulo 2). Serán los internistas quienes determinarán los estudios pertinentes, su orden y prioridad. La oclusión venosa en ausencia de una efectiva circulación colateral supone un descenso en el flujo sanguíneo (demostrado mediante doppler color ultrasónico y doppler con láser, así como también mediante videoangiografía con verde de indocianina) (13-15). Los casos isquémicos suelen presentar una velocidad menor (13) lo que conllevará pérdida de capilares. Tanto la isquemia como el edema macular secundarios a una OVCR pueden producir disminución de agudeza visual. Si la isquemia retiniana es extensa puede desencadenar neovascularización. En ocasiones, la OVCR puede asociarse a cuadros obstructivos arteriales, tanto de arteria ciliorretiniana como de arteria central de la retina (ver capítulo 6). CLÍNICA Desde un punto de vista sintomático el paciente refiere una disminución de agudeza visual más o menos brusca, no recuperable (al menos de forma rápida) e indolora (excepto en glaucoma neovascular secundario-GNV- 2.º). En el fondo del ojo se observa una dilatación y tortuosidad del árbol venoso con hemorragias intrarretinianas distribuidas en los cuatro cuadrantes (fig. 1). También puede aparecer edema de papila y exudados algodonosos junto con edema retiniano y macular. La coloración del árbol venoso aparece más oscura y en ocasiones parece interrumpido, siendo en realidad un enterramiento del vaso entre capas de una retina edematosa (fig. 2). En casos crónicos muchos de estos signos van desapareciendo, recuperando los vasos un diámetro similar al normal (incluso en casos inferior), desapareciendo las hemorragias y gran parte del edema retiniano, aunque en bastantes casos persiste un edema macular quístico. La formación de colaterales secundarias intenta compensar la obstrucción. Generalmente se localizan a nivel papilar conectando la circulación retiniana y los vasos ciliares —shunt óptico-ciliar— (16), siendo en ocasiones bastante prominentes lo que puede plantear confusión con neovasos papilares (fig. 3). La biomicroscopia de polo posterior nos revela que estas colate- 3. Obstrucción de la vena central de la retina 33 Fig. 4. OVCR no isquémica, La cantidad de hemorragias y exudados algodonosos suele ser inferior a los casos isquémicos. Fig. 6. AFG OVCR no isquémica caso de figura 4 (102 seg). Fig. 5. AFG OVCR no isquémica caso de figura 4 (20 seg). No se aprecian áreas de isquemia, solo el efecto pantalla de las hemorragias (ver figura 4). Fig. 7. AFG OVCR no isquémica caso de figura 4 (637 seg). No se aprecian áreas de isquemia, y sí la formación de un edema macular. rales suelen ser de mayor calibre que los neovasos y permanecen en el plano papilar, a diferencia de estos últimos que tienden a invadir el vítreo. En los pocos casos de duda, podemos realizar una angiografía, pues las colaterales tienden a exudar en mucha menor cantidad que los neovasos. La pérdida de células ganglionares provoca una atrofia óptica secundaria. Así, en ocasiones, el único signo que nos oriente en un paciente con pérdida visual no explicable sea un shunt óptico-ciliar en una papila levemente atrófica El rango de presentación clínica de este cuadro discurre entre uno de estos dos extremos: 1. No isquémica, edematosa (17) (figs. 4-7) Inicialmente un 70% de las trombosis se incluyen en este tipo. Los signos y síntomas son menos acu- sados que en el tipo isquémico, existiendo menor número y extensión de hemorragias y en bastantes ocasiones ausencia de exudados algodonosos o edema de papila. Un 34% de los casos de OVCR edematosa evolucionarán a isquémica en los siguientes tres años (18). 2. Isquémica (figs. 8-10). Se caracteriza oftalmoscópicamente por un cuadro más profuso, con abundantes hemorragias retinianas, con gran frecuencia exudados algodonosos y una papila edematosa sin excavación fisiológica y ausencia de pulso venoso. La AV suele ser inferior a los casos edematosos (0,1 movimiento de manos). En la angiografía aparecen extensas áreas de isquemia (superior a diez áreas papilares según criterios del Central Vein Occlusion Study —CVOS—). 34 Fig. 8. OVCR isquémica. Mayor cantidad de hemorragias, AV<0,1. Fig. 9. AFG OVCR isquémica, polo posterior donde se aprecian pequeñas áreas isquémicas. Fig. 10. AFG OVCR isquémica: perifería donde se aprecian mayores áreas de isquemia. 3. Obstrucción de la vena central de la retina Existe un tercer grupo denominado OVCR indeterminada en la que la extensión de las áreas hemorrágicas impide clasificar a la OVCR en alguno de los dos tipos anteriores, pero dado que la gran mayoría (80%) acaban evolucionando a OVCR isquémica, suelen englobarse directamente en este tipo (figs. 11-14). El desarrollo de neovascularización a nivel del polo anterior (NVA) y GNV secundario, es la complicación principal de la OVCR isquémica. La aparición de neovascularización en iris no siempre supone el desarrollo de GNV, pero es el indicador más fiable y como veremos posteriormente es el dato que utilizamos para indicar la necesidad del tratamiento con láser. Se correlaciona fundamentalmente con el área de isquemia retiniana (fig. 15) oscilando la incidencia desde el 16% —casos con 10-29 áreas papilares de isquemia— al 50% —>74 áreas papilares de isquemia—. La AV, dato fundamental para el seguimiento, aparece tan estrechamente relacionada con la isquemia que no puede ser considerada como un factor de riesgo independiente. Así una AV inferior a 0,1 inicialmente o durante el seguimiento es un importante signo de alerta (18). Otros factores de riesgo son: tortuosidad vascular importante, extensión del área hemorrágica (ambos criterios subjetivos, y por ello difícilmente reproducibles entre distintos oftalmólogos), evolución de la OVCR inferior a un mes y sexo masculino. La NVA aparece habitualmente a los 3-6 meses de evolución (19), pero en ocasiones puede ser incluso a los dos años (20). La neovascularización del segmento posterior es más rara (5-7% de los ojos) y suele aparecer más tardíamente, generalmente al año de evolución (21); incluso tras la regresión de la NVA (22). La neovascularización posterior suele ser más frecuente a nivel del disco que retiniana (23), aunque otras series presentan porcentajes similares (21). La obstrucción de un vaso principal (bien OVCR u obstrucción de vena hemirretiniana —OVH—), es un factor de riesgo mayor que la presencia de una obstrucción de rama venosa de la retina (ORVR) para la aparición de una obstrucción venosa en el ojo contralateral, estimándose este riesgo en un 13% (24). La posibilidad de la aparición de nuevos episodios, indica la necesidad de una evaluación médica general (25), buscando los factores de riesgo anteriormente apuntados. En la actualidad no se justifica la realización de una gran batería de pruebas de forma rutinaria en la mayoría de los casos de OVCR (5). 3. Obstrucción de la vena central de la retina 35 Fig. 11. OVCR indeterminada, estadio precoz: gran cantidad de hemorragias intrarretinianas. Fig. 13. Caso figura 11 tras 6 meses de evolución. Gran cantidad de las hemorragias intrarretinianas ha desaparecido. Fig. 12. AFG caso figura 11. La gran cantidad de hemorragias intrarretinianas impide una correcta evaluación del lecho capilar retiniano. Fig. 14. AFG caso figura 11 tras 6 meses de evolución. En este momento la AFG aporta la mayor rentabilidad diagnóstica. DIAGNÓSTICO Y SEGUIMIENTO CLÍNICO El diagnóstico se basa en una historia compatible, pero principalmente en el estudio funduscópico, que permite el diagnóstico de la práctica totalidad de los casos. Sólo los casos crónicos plantean ciertos problemas inicialmente, pero el estudio biomicroscópico cuidadoso (buscando shunts ópticociliares a nivel papilar), acompañados en ocasiones de técnicas como la angiografía permiten llegar al diagnóstico. Fig. 15. AFG de OVCR con gran componente isquémico. 36 Tabla 1. Protocolo revisión OVCR 1. AV 2. BMA: iris sin dilatar gonioscopía PIO 3. FO 4. AFG (opcional) —en primeras visitas— Seguimiento (18) Los pacientes con OVCR deben ser revisados mensualmente durante los primeros seis meses (en caso de AV>0,5 puede ser cada 2), para después ir espaciando las visitas hasta alcanzar una periodicidad anual. Si durante el seguimiento se produce una disminución de AV <0,1 el paciente debe recomenzar el seguimiento mensual. En casos en que el seguimiento no pueda garantizarse, podría justificarse una PRP profiláctica en casos de OVCR isquémica. En cada visita (tabla 1) debe realizarse la toma de la AV, junto con una biomicroscopia iridiana minuciosa previa a la dilatación buscando los primeros signos de NVA (fig. 16) y, además, gonioscopía, pues algunos casos desarrollan neovasos en Fig. 16. Rubeosis iris inicial. 3. Obstrucción de la vena central de la retina ángulo sin neovasos en iris (26). La toma de la PIO es fundamental, dada la asociación existente entre glaucoma y OVCR, bien como glaucoma crónico de ángulo abierto previo o como glaucoma crónico por cierre angular sinequial (ver capítulo 8). La angiografía es una técnica diagnóstica que nos ha permitido estudiar múltiples aspectos de la evolución de la OVCR. La exploración angiográfica de un caso de OVCR no debe limitarse al polo posterior, sino llegar a las zonas periféricas (figs. 9, 10 y 17), pues en ellas pueden localizarse ámplias zonas de isquemia que de otro modo quedarían sin detectar. Asimismo, de realizarse la prueba, debe ser en un momento en que exista un suficiente aclaramiento de las hemorragias retinianas que permita un estudio del estado del lecho capilar retiniano (figs. 11-14). En la actualidad nosotros no realizamos angiografías rutinariamente a los casos de OVCR. La angiografía orienta en la clasificación inicial de la OVCR en casos dudosos clínicamente, pero, no obstante, ya hemos comentado la progresión de algunos casos de OVCR no isquémica a isquémica, por lo que una AFG inicial puede llevarnos a subestimar el potencial de neovascularización de un caso concreto. Sabemos además que hasta un tercio de los angiogramas de OVCR en estadios iniciales no son interpretados adecuadamente por opacidad de medios o hemorragias extensas (27). También es sabido que debido a la naturaleza fundamentalmente subjetiva de la evaluación, un mismo observador puede presentar discrepancias de hasta un 30% (28). Nosotros en la actualidad sólo indicamos la AFG en casos de NVA dudosa, donde la aparición de extensas áreas de isquemia orientará hacia un estrecho seguimiento y fotocoagulación a la menor señal de progresión. También puede ser de utilidad en el diagnóstico de algún caso crónico en el que la ausencia de datos funduscópicos puede hacer difícil el diagnóstico. La exploración de un defecto pupilar aferente relativo (DPAR) es de utilidad para diferenciar los casos isquémicos de los no isquémicos en pacientes con ojo contralateral sano, y sin alteraciones pupilares (cirugía catarata complicada, etc.) (29). En nuestra experiencia lo utilizamos rutinariamente, pues algunos estudios presentan una especificidad de 90% (27). El electrorretinograma, aunque presenta una importante capacidad de discriminación entre los dos tipos, no es utilizado de forma rutinaria por 3. Obstrucción de la vena central de la retina 37 Fig. 17. La exploración angiográfica de la OVCR debe incluir el polo posterior y la perifería retiniana. nosotros por su costo y poca accesibilidad. También la presencia de determinados defectos campimétrico puede utilizarse en la clasificación del tipo de OVCR (27). Así, la toma de AV seriada confirma su importancia como parámetro fundamental en el seguimiento, hasta el punto que recomendamos a nuestros pacientes que autoevaluen periódicamente su AV y acudan en caso de disminución significativa. rior a 0,5, es muy probable que permanezca con buena AV; si presentan una AV inferior a 0,1 al inicio, es bastante probable que no mejoren (80% de los casos AV final <0,1). En el grupo intermedio, puede producirse mejoría (20%), mantener la AV (50%) o empeorar (18). TRATAMIENTO Tratamiento profiláctico Pronóstico visual El seguimiento de pacientes con OVCR ha determinado que pacientes con una AV inicial supe- Aunque no existe un tratamiento profiláctico establecido, en la literatura se recogen una serie de recomendaciones para enfermos que han sufrido 38 Tabla 2 — 0,1-0,2 segs. — 200 (lente panfunduscópica)-500 micras (lente Goldmann) separando medio impacto en polo posterior, pudiendo confluir más en ecuador — Potencia: suficiente para conseguir un color blanco-grisáceo — Mínimo 800 impactos este tipo de enfermedad como son el tratamiento de la hipertensión y diabetes si la hubiere, realización de ejercicio físico y la posibilidad de la terapia hormonal sustitutiva en mujeres menopausicas (4). También un consumo de alcohol moderado parece tener cierto efecto protector. Modalidades terapéuticas Las distintas modalidades terapéuticas validadas por estudios controlados randomizados se fundamentan en el tratamiento de las complicaciones, principalmente la neovascularización, mediante la fotocoagulación. En la actualidad han aparecido nuevas opciones terapéuticas, aún pendientes de validación, pero que en algunos casos parecen intentar una actuación más dirigida hacia las posibles causas. Fig. 18. OVCR fotocoagulada: obsérvense shunts papilares que no deben confundirse con neovasos a este nivel. 3. Obstrucción de la vena central de la retina 1. Tratamiento con fotocoagulación en OVCR: el CVOS A) Fotocoagulación de la OVCR isquémica con neovascularización La fotocoagulación de la retina isquémica es el tratamiento más aceptado para la regresión, o por lo menos detención, del desarrollo de neovasos en iris. El CVOS es un estudio multicéntrico randomizado que definió las pautas del tratamiento con láser de la OVCR. Este estudio demostró que la panrretinofotocoagulación (PRP) «profiláctica» de los casos de OVCR isquémica sin NVA no eliminaba totalmente el riesgo del desarrollo de la neovascularización anterior, y además disminuían la respuesta a la fotocoagulación cuando la NVA aparecía. Asimismo, por la historia natural sabemos que solo un porcentaje de pacientes con OVCR isquémica desarrollan GNV (35-45%) (23,30). Por ello concluyen que la fotocoagulación panrretiniana debe realizarse ante los primeros signos de desarrollo de neovascularización del polo anterior (22), que los autores definen como dos o más horas de neovascularización iridiana o cualquier principio de neovascularización a nivel del ángulo. La PRP se realiza de forma inmediata (1-2 semanas) tras confirmar la aparición de NVA (fig. 18). Los parámetros (31) aparecen en la tabla 2 . En caso de que aparezca NVA dudosa se realizará una angiografía en la que si aparece una extensa isquemia, se realizará un seguimiento riguroso (cada pocas semanas) y fotocoagulación a la menor señal de progresión. Tras la PRP, el seguimiento debe ser mensual hasta confirmarse la regresión de la NVA, en cuyo caso pueden comenzar a espaciarse las revisiones. En caso de no regresión en un período de 1-2 meses, debe administrarse fotocoagulación suplementaria, intentando rellenar los espacios entre impactos previos y en casos rebeldes, mediante crioterapia de extrema periferia o láser acoplado a oftalmoscopio indirecto. Un pequeño porcentaje de pacientes, a pesar de un correcto tratamiento, desarrollará GNV (22), para cuyo posterior manejo remitimos al lector al capítulo 8. La PRP «profiláctica», es decir, aquella que se administra a un caso de OVCR isquémica que no presenta NVA, puede tener su sentido para casos en los que el seguimiento se prevé difícil, pues existe una diferencia en cuanto al desarrollo de NVA, aun- 3. Obstrucción de la vena central de la retina 39 que no estadísticamente significativa en algunas series (22), sí en otras (32). En el caso de desarrollo de neovascularización de polo posterior (incluso en el caso de que se produzca posterior a la regresión de NVA) realizamos una PRP, o rellenamos la ya existente (22,30). B) OVCR no isquémica con edema macular El CVOS (33) demostró que el tratamiento con láser tipo rejilla no conseguía una mejoría en la AV de casos con edema macular por OVCR. Lo que sí se comprobó es una mejoría angiográfica y una posible tendencia a la mejoría en casos con menos de 60 años de edad que podría justificar su tratamiento (fig. 19). Así, casos con AV<1/3, y en los que tras 6 meses de observación para vigilar la posible progresión a OVCR isquémica, permitir una reabsorción de las hemorragias y una posible resolución espontánea del edema, no se produzca mejoría, podrían ser susceptibles de rejilla macular. 2. Anastomosis coriorretiniana El grupo de McAllister describió en 1995 (34) una técnica para el tratamiento de la OVCR no isquémica basada en el establecimiento de una comunicación entre la circulación venosa retiniana y la circulación coroidea. Esta técnica se basaba en la utilización de impactos de láser de alta intensidad y pequeño diámetro para romper la membrana de Bruch y la pared del vaso venoso, estableciendo una comunicación entre ambas circulaciones. Los autores describen una tasa del 33% de mejoría de la AV, así como una disminución de la progresión a OVCR isquémica. Posteriores estudios (35) no han podido reproducir estos resultados, tanto en el porcentaje de éxitos en el establecimiento de anastomosis efectivas, como sobre todo en el porcentaje de complicaciones, que resultó ser superior. Así, describen la aparición de neovascularización retiniana y hemovítreo, desprendimiento de retina traccional y neovascularización anterior. La mejoría de AV no se produjo en ninguno de los casos con anastomosis efectiva. En la actualidad, y sin haber conseguido estandarizar la técnica de creación de la anastomosis, previo al desarrollo de un ensayo clínico controlado, no es una técnica recomendable para su uso generalizado. Fig. 19. AFG de edema macular en OVCR de paciente joven. Se ha descrito también la creación de esta anastomosis tras vitrectomía mediante una punción próxima al vaso venoso en varias localizaciones. La extracción de la hialoides pudiera disminuir la incidencia de neovascularización asociada con esta técnica. (36,37). 3. Hemodilución En pacientes con OVCR aguda se ha encontrado una diferencia estadísticamente significativa en la viscosidad plasmática, y es en este sentido que se describió este tratamiento. Se basa fundamentalmente en reducir el hematocrito a valores del 3035% mediante la administración de expansores plasmáticos (en casos también extracción de sangre) de forma ambulatoria. En determinadas series, se han conseguido mejorías en cuanto a la AV final, probablemente gracias a una mejoría en el flujo (38,39). En algunas series, está técnica se utiliza asociada a fotocoagulación, lo que abriría la posibilidad de la utilización de esta técnica como complemento del láser (40). No obstante también existen autores que no han conseguido repetir estos resultados en sus series (41). 4. Control de la PIO Ya se ha mencionado la asociación entre OVCR y glaucoma crónico de ángulo abierto previo o con glaucoma crónico por cierre angular sinequial. 40 La normalización de la tensión ocular podría favorecer el flujo vascular retiniano. Remitimos al lector al capítulo 8 . 5. Trombolíticos La presencia de un trombo en los casos de OVCR, aun sin estar absolutamente demostrado que éste sea el factor primario, determinó en algunos grupos el intento de tratamiento con trombolíticos. Inicialmente la administración se realizó vía sistémica (42) consiguiéndose resultados positivos, pero con una tasa de efectos secundarios a nivel general y local que llevó a intentar reducir las dosis y sobre todo a buscar nuevas vías de administración. Así se ha intentado la inyección intravítrea, (43,44) que ha demostrado su simplicidad y seguridad, pero con resultados algo desalentadores. También recientemente se ha realizado la administración mediante canulación de una rama venosa en caos de OVCR (45). La técnica es difícil y precisa de un sofisticado material. Los resultados parecen ser mejores, quizá también por el efecto mecánico de la inducción de un flujo a nivel del sistema venoso obstruido. En cualquier caso esta modalidad terapéutica no puede recomendarse de forma genérica en el momento actual. 6. Tratamiento quirúrgico: vitrectomía asociada o no a sección anillo escleral Recientemente, el grupo de Opremcak (3) ha descrito un procedimiento quirúrgico para el tratamiento de la OVCR. Los autores describen una técnica basada en la sección radial del anillo escleral a nivel de la papila mediante un acceso interno tras vitrectomía. Los autores justifican el tratamiento en un intento de liberar el «síndrome compartimental» producido a nivel de la entrada del nervio óptico en el globo, con la consiguiente compresión de las estructuras que en él se alojan, entre ellas la VCR. En cierto modo, este tratamiento intenta dirigirse a la génesis del problema, frente al tratamiento tradicional con láser que busca el control de las complicaciones. Los resultados que publican son interesantes, pues parten de una serie con AV inferior a 0,1 en todos los casos y consiguen una AV final superior a 0,1 en el 64% de los casos (>0,3 en 45%). También describen mejoría de la isquemia angiográfica. Los autores destacan la seguridad de la técnica, con una escasa incidencia de complicaciones. 3. Obstrucción de la vena central de la retina Los resultados prometedores de este estudio piloto quedan pendientes de validación mediante grandes series en estudios controlados. También falta por determinar los efectos a largo plazo, asi como el momento adecuado para la cirugía y cual serían los pacientes con OVCR que mayor beneficio obtendrían de este tratamiento. La extracción quirúrgica del vítreo por si misma, puede tener un efecto beneficioso en los casos de obstrucciones venosas retinianas. Así, en el caso de la OVCR, se ha demostrado un efecto positivo del desprendimiento de la hialoides posterior (46) y en dos series (47,48) la extracción de la hialoides posterior ha demostrado disminuir el edema macular en este tipo de pacientes, en una de ellas objetivado mediante OCT. BIBLIOGRAFÍA 1. Klein BA. Occlusion of central retinal vein. Clinical importance of certain histopathologic observations. Am J Ophthalmol 1953; 36: 316. 2. Green WR, Chan CC, Hutchins GM, Terry JM. Central retinal vein occlusion.: a prospective histopathologic study of 29 eyes in 28 cases. Trans Am Ophthalmol Soc 1981; 79: 371-422. 3. 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