DOLTO, F. “Pediatría y Psicoanálisis” SIGLO VEINTIUNO EDITORES S. A. 1996 – Madrid – 16º Edición EVOLUCIÓN DE LOS INSTINTOS 1. LAS DIVERSAS ETAPAS Todo instinto, pulsión biológica primitiva, participa de un dato que caracteriza a todas las manifestaciones de la vida: el ritmo, (fases de reposo y de excitación alternantes). Las fases de reposo son mudas" las fases de excitación corresponden a la aparición de pulsiones. Y esto tanto para el hambre como para la libido. Las pulsiones instintivas estarán, pues, sometidas la repetición. Los instintos de conservación no pueden diferir mucho tiempo su satisfacción sin amenazar la vida misma del sujeto y, por este motivo, la energía que el individuo despliega para obtener su gratificación no puede desplazarse. Los instintos sexuales, al contrario, pueden ser diferidos y su energía puede transformarse en beneficio de otras actividades. Hemos visto que, en el sentido freudiano de la palabra, sexual no significa genital, y el calificativo de genital no se atribuye sino a ciertas manifestaciones de la sexualidad, las más tardías y más acabadas del desarrollo del individuo. Pero el hedonismo del niño (es decir, "la búsqueda del placer") se despierta extraordinariamente temprano. El placer que da la excitación rítmica de una zona corporal cualquiera debe, pues, calificarse de sexual, aun cuando no apunte a la unión de los gametos. En efecto, el principio pulsional que apunta en la infancia a la excitación de numerosas zonas erógenas (todo el cuerpo puede llegar a ser su sede) no difiere de aquel que, más tarde, se ligará a la vida sexual genital del adulto y cuyas manifestaciones resultaron incomprensibles hasta Freud. Al chupeteo del lactante (fuera de las mamadas) suceden el chupeteo del pulgar, de la pluma, del cigarrillo y el beso, acto hedónico al que no se puede negar el calificativo de erótico: Ahora bien, no hay mejor criterio objetivo del desarrollo humano que el criterio afectivo, es decir, el comportamiento del individuo en relación con los objetos de su amor. Para dar un nombre a esas épocas sucesivas del desarrollo individual, Freud escogió el que evoca la parte del cuerpo sobre la que se centra electiva mente el hedonismo del momento. Es por esto por lo que, en psicoanálisis, se distinguen sucesivamente la etapa oral, la etapa anal y la etapa fálica, llamados también etapas o estadios pregenitales. Los sucede una fase llamada de latencia, que se sitúa, en nuestros climas, más o menos entre los 7 y los 13 años. Viene después la pubertad y finalmente la etapa o estadio genital propiamente dicho, que alcanza su expansión definitiva en nuestros países alrededor de los 17 o los 18 años. Es la historia de estas etapas de organización provisional la que nos permite comprender las bases del comportamiento ulterior no sólo de los individuos considerados normales, sino también de aquellos que presentan anomalías, desde las simples excentricidades hasta los trastornos graves de la adaptación a la sociedad. Y el sometimiento estricto del desarrollo general al desarrollo libidinal explica este corolario inevitable de la edad adulta: un trastorno funcional en la esfera genital está necesariamente ligado a trastornos del comportamiento de orden afectivo e, inversamente, perturbaciones psicoafectivas se acompañan siempre de un comportamiento sexual característico. Es por esta razón por la que, en la intrincación de los síntomas tal como se observa en el enfermo adulto cuando viene a nuestra consulta, toda terapia que apunte a contrariar o disminuir el síntoma funcional no actúa sino a título de paliativo. Y la actitud efectiva del médico, que calma paternalmente con su autoridad las inquietudes morales del enfermo, no actúa psíquicamente sino por sugestión; y si esta actitud puede parecer a veces la única posible en muchos casos demasiado graves o demasiado inveterados, no deben disimularse que su eficacia terapéutica es dudosa y precaria. ETAPA ORAL Tal es el nombre que le da la fase de organización libidinal que se extiende desde el nacimiento al destete y que esta colocada bajo la primacía de la zona erógena bucal. (Se podría decir también "estadio bucal", a condición de no olvidar que se trata de toda la encrucijada aerodigestiva (prensión, labial, dental, gustación, deglución, emisión de sonidos, aspiración y expiración del aire, etc.)). La necesidad fisiológica de succionar aparece desde las primeras horas de la vida; pero, una vez saciado, el bebé continúa durante el sueno de su digestión realizando movimientos de succión con los labios, mientras que su aspecto exterior reposado y beatífico traduce la voluptuosidad. El placer de la succión independiente de las necesidades alimenticias es un placer autoerótico. Es el tipo de placer narcisista primario, autoerotismo original, en que el sujeto no tiene todavía la noción de un mundo exterior diferenciado de él. Si se le da la ocasión de satisfacer pasivamente este placer, el niño se apega a este objeto ocasional; el seno o el biberón con los que tanto le gusta jugar, aun cuando ya no tengan leche, y a los que les gusta chupetear sin hacer el esfuerzo de la aspiración y la deglución. El niño ama, al igual que a si mismo, todo lo que se le mete en la boca (el pezón, el chupete) y, por extensión (porque no ha adquirido la noción de los límites de su propio cuerpo) la nodriza o la madre siempre ligadas necesariamente al placer de mamar y a las que se identifica en consecuencia. Por lo demás, todos los momentos de sensación voluptuosa, el baño, el aseo, el mecerlo, se ligan a la presencia de la madre, por la vista, el sonido y el tacto. Asociada como está a estas sensaciones de placer, llega a ser en su presencia y en su persona, un objeto de amor (1) y el niño le sonríe y le hace fiestas incluso fuera de las horas de mamar. " La actitud frente al mundo exterior va a conformarse a este modelo de relación amorosa. Desde el momento en que una cosa interesa al niño, se la llevará a la boca. Absorber al objeto, participar de él, implica el placer de "tener", que se confunde, para el bebé con el placer de "ser". Poco a poco el niño se “identifica” pues, con su madre según, un primer, modo de relación, que por otra parte subsistirá toda la vida, aun cuando aparezcan otros: si ella sonríe, él sonreirá, si ella habla, él balbuceará y el niño se desarrollará almacenando pasivamente las palabras; los sonidos, las imágenes y las sensaciones. Tal es la etapa oral, en su primera forma, pasiva. Las primeras palabras son ya una conquista que exige un esfuerzo recompensado, por la alegría y las caricias del medio ambiente. Pero, paralelamente a este progreso, ha aparecido la dentición, con su sufrimiento que exige ser aplacado mordisqueando. Es entonces cuando el niño entra y progresa en un período oral activó. Morderá todo lo que tenga en la boca, los objetos y también el seno, si todavía mama de su madre; y como el mordisco, es su primera pulsión agresiva, la manera en que se lo, permita o no el objeto de amor es de primerísima importancia; hasta el punto de que de ello depende el aprendizaje de la lengua materna. Si se espera a, este momento para comenzar el destete, éste será considerado como una consecuencia de la agresión, es decir; corno un, castigo impuesto bajo la modalidad de la frustración. Entre los niños criados al pecho hasta demasiado tarde hay siempre una dificultad para gozar completamente de su facultad agresiva; sin provocar con ello una necesidad de autocastigo. Por supuesto, es absolutamente necesario que el niño tenga a su alcance sólo objetos susceptibles de ser chupados y mordidos sin peligro y sin provocar las prohibiciones o los regaños del adulto. Si un destete brusco priva al niño del seno materno, sin que haya desplazado todavía su catexis o interés libidinal sobre otros objetos, arriesga quedar fijado a una modalidad oral pasiva (tal como les sucede a los que se chupan el dedo hasta muy tardíamente). En todo caso, esto re fuerza su autoerotismo y, al perder su interés en el mundo exterior, se concentra en sus fantasías, arabescos imaginativos, sucesión de imágenes representativas de emociones. Puede así conservar un núcleo de fijación que entrará en resonancia con ocasión de una frustración ulterior y eventualmente podrá ayudar a que surja una neurosis. Es el predominio de los componentes orales parciales el que, según sus empleos ulteriores, hará de los sujetos oradores, cantantes, fumadores, bebedores, "tragones'; o, toxicómanos. Es en la etapa oral cuando se forman los caracteres egoístas de tipo captativo, sujetos que buscan en su vida genital, sin distinción de sexo y a priori (la elección se rea1izar conforme al superyó colectivo del ambiente), la afección exclusiva de un ser elegido conforme al modo de relación objetal oral. Sea el sujeto hombre o mujer, su objeto de amor deberá desempeñar para él el papel de madre alimentadora. La mujer, por ejemplo, deberá ser severa y genitalmente inviolable, activa y voluntariosa, de preferencia, más adinerada que el sujeto y, por lo, tanto, fuente de bienestar general y de placer culinario. Tales caracteres se los encuentra a todos los niveles de la sociedad. Sea cual fuere el rango social, corresponden al tipo del "rufián" (chulo o padrote) y de la "mujer mantenida", siendo ésta naturalmente narcisista y frígida en sus relaciones normales. En el neurótico a quien la regresión libidinal ha retrotraído al estadio oral, la identificación inconsciente del sujeto con el objeto hace que la pérdida de éste implique la necesidad de morir: tal es el cuadro que presenta la melancolía; a menos que fantasías autoeróticas alucinatorias conduzcan al sujeto a la etapa oral pasiva, al nirvana de sus primeras semanas, donde ya no hay medio alguno de comunicación con el mundo exterior. En el adulto sano, que puede experimentar una regresión (objetal y no libidinal), las crisis de bulimia (apetito desmesurado) puede remplazar el acto sexual y la anorexia mental puede simbolizar el rechazo de la sexualidad. El pensamiento en la etapa oral. ¿Cuál es el modo de pensar en a etapa oral? Sabemos muy poco de esto y no es de maravillarse. Pero podemos inferir que la elaboración mental en él toma la forma onírica, seudo-alucinatoria. Esta hipótesis se apoya en dos observaciones: Los adultos psiconeuróticos cuyos síntomas se remiten a este estadio arcaico presentan alucinaciones en las que ven generalmente el objeto de amor y a quien dirigen expresiones tiernas (he visto a una melancólica mecer a su bebé muerto imaginario) o que los aterroriza; pero no son verdaderas alucinaciones, porque esto forma "parte de ellos mismos"; no "sólo ven con sus ojos", como me decía una de mis enfermas tiempo después, (3)"es todo, quien siente". Los lactantes de pocos días cuando tienen hambre lloran y abren la boca estirándola de lado, como para alcanzar el seno; esto parece ser una alucinación táctil. Los lactantes mayores, cuando están saciados y se creen solos en su habitación, a veces sonríen y hasta estallan en risas batiendo el aire con sus bracillos, como lo hacen cuando ven aproximarse a su madre para tomarlos y acariciados. Esto se "parece" también a lo que se observa en los durmientes que sueñan. (1) (La autora utiliza aquí el neologismo "objet d'aimance", que no se podría traducir sino por otro más bárbaro aún: amancia; la nota explica la decisión de la autora, en vistas dé la polisemia particular que la palabra "amor" tiene en francés, lengua en la que significa también "gustar". T.) Por la palabra "amor", que en la lengua francesa califica todas las posibilidades libidinales ("se ama"; le gusta a uno un plato, el dinero, un ser, se ama "amar"); se designa también "el interés afectivo en sí mismo", bajo todas sus formas; y esto es lo que llamaremos "aimance". (2) En nuestra opinión el destete del niño criado al pecho deberá comenzar entre los 4 y los 5 meses, ser progresivo y acabarse entre los 7 y los 8 meses a más tardar. (3) Porque, durante el fenómeno, estos enfermos imitan, pero son incapaces de encontrar palabras para decir lo que sienten, es como si estuvieran "solos" y fueran "todo”.