ESPERA EN EL SEÑOR, SE VALIENTE, TEN ÁNIMO Estimados hermanos presbíteros miembros del Equipo de formadores, estimados párrocos y otros sacerdotes acompañantes, queridos seminaristas que se inician en el camino hacia el servicio sacerdotal, amigos seminaristas avanzados en el proceso formativo, muy apreciadas familias. Una expresión palpable de la gran familia del seminario se encuentra aquí reunida, esta tarde, para dar gracias a Dios Padre por medio de su Hijo Jesucristo en la Eucaristía. Sí, es justo dar gracias al Padre Dios porque cumple su promesa de asistir a su Pueblo, a su Iglesia. Dios es fiel y su fidelidad alimenta nuestro gozo y nuestra confianza en Él. En tiempos difíciles los creyentes estamos invitados a afinar más el sentido de la fe, para saber reconocer el poder de la presencia y del actuar de Dios en la propia vida, en la vida de nuestras familias y comunidades católicas; en la vida de la sociedad de nuestro tiempo. Aunque la Iglesia pase dificultades en todo el mundo, la fidelidad de Dios anima nuestra esperanza y nos ayuda a salir de las tristezas, de los desconsuelos, de los desánimos. En su palabra proclamada esta tarde, el Señor nos recuerda que en medio de las sombras y de las tinieblas humanas Él ya ha hecho brillar su luz. Se trata de la gran promesa de Dios que en Jesucristo 2 ya se ha cumplido. La luz de Dios es Jesucristo y su poder de irradiación llega a la humanidad entera, nadie está excluido de su luz. Dios, en su plan de salvación y vida, incluye a toda su obra, a todas sus creaturas, a todos sus hijos, aunque éstos habiten en tinieblas y sombras de muerte. Quienes estamos aquí, está tarde, somos testigos del poder de Jesús luz del mundo. Nosotros sacerdotes formadores y párrocos hemos experimentado, en distintos momentos de nuestra vida, cómo Jesucristo nos ha iluminado; cómo él nos ha arrancado del lugar de las tinieblas y nos ha trasladado a su reino de luz. Él nos ha permitido, con la entrega generosa de su vida, darle plenitud de sentido a la nuestra, por eso hemos escuchado y respondido a su llamado y nos hemos puesto totalmente a su servicio. Los seminaristas que van adelante en el proceso formativo, experimentan también la obra que el Señor realiza en ellos, cómo les transforma, cómo vive en ellos y les invita a vivir para él y a llevarlo a los demás. Ustedes seminaristas nuevos, también han vivido los efectos de la luz de Cristo. Su presencia en esta casa, su petición de ingreso al seminario ya habla del movimiento de Dios en sus vidas, de su llamada que necesariamente requiere ser discernida, profundizada y acogida. 3 Ustedes, queridas familias, que acompañan a sus hijos en este ingreso al seminario, habrán recibido el beneficio de la luz de Cristo. Seguramente les invaden sentimientos encontrados: el gozo que da la fe y la nostalgia de entregar a un hijo. Los caminos de Dios son insospechados. El querer de Cristo es que el sacerdote sea bendición de Dios para su pueblo. El Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos, decía que un buen pastor es el mejor regalo que Dios puede ofrecer a una comunidad. Ustedes, con el tiempo, podrán comprobar, cuando el hijo sacerdote se deja iluminar por Cristo, que sí es posible llegar a ser sacerdotes santos y, por tanto, bendición para nuestro pueblo y para la propia familia. La presencia de ustedes seminaristas nuevos en esta casa nos llena de gozo. Les invitamos a no tener miedo, a responder con decisión y generosidad las exigencias de conversión que el Señor les irá indicando en el camino, Él será su luz, su dicha, su salvación. El relato de la vocación de los primeros discípulos, según el evangelio de Mateo, nos descubre que el Señor busca y llama discípulos en los distintos escenarios de la vida cotidiana de las personas y que estos escenarios no son ideales sino reales pues en ellos habita más sobra que luz; el relato también nos indica que aquel que es llamado se convierte en uno que, a su vez, conduce a otros hacia Jesús, que el testimonio entre hermanos es un canal importante del llamado que Dios hace, que la familia es un escenario primordial de la vocación cristiana y sacerdotal. 4 Esta tarde de acogida, el Señor Jesús dirige su palabra personal a cada uno de nosotros. Hermanos sacerdotes sigamos permitiendo que la luz de Cristo resplandezca en nuestras vidas, de tal manera que nuestro testimonio sea la mejor manera de enseñar y de acompañar a nuestros seminaristas. Seminaristas que van adelante en el camino: nada de divisiones, envidias o rivalidades; es inadmisible la división en la comunidad de discípulos, le decía San Pablo a la comunidad cristiana de Corinto que se hallaba en problemas. Seminaristas que inician la formación: no tengan miedo a dejarse transformar por Cristo. A ser valientes, a tener ánimo, a esperar en el Señor como dice el salmista. Queridas familias. La vocación del hijo es una preciosa oportunidad para corregir rumbos, para crecer en la fe, para responder también a la vocación de ser familia cristiana, luz para otras familias. Que el Señor siga alimentando, en todos nosotros miembros de la gran familia del seminario, la esperanza de un nuevo amanecer del presbiterio en Bogotá, de habitar un día en su casa por todos los días de nuestras vidas, de gozar de su dicha en el país de la vida.