1 Luca Pacioli, una investigación en marcha Alan Sangster Profesor de Contabilidad Middlesex University Business School, London NW4 4BT UK a.j.a.sangster@btinternet.com Me siento muy satisfecho de haber sido invitado a presentar hoy aquí un resumen de mi trabajo, así como el del realizado conjuntamente con Greg Stoner y Pat McCarthy sobre Luca Pacioli. Me gustaría expresar también mi sincero agradecimiento a todos Vds. por su paciencia al escuchar mi charla en inglés; y también al profesor Esteban Hernández Esteve no sólo por haberme invitado, sino también por haber traducido mi ponencia al español. Este, el 19 de junio, es un día significativo, pues en él el año 1517 murió uno de los hombres más grandes el Renacimiento italiano, Fray Luca di Bartholomeo dei Pacioli. Los contables y los estudiosos de la contabilidad reverencian a Luca Pacioli por ser el primer autor conocido en publicar un escrito sobre contabilidad: un tratado de 27 páginas sobre cómo utilizar la partida doble en la práctica mercantil, publicado en Venecia en 1494 en el marco de las 315 páginas de la Summa de Arithmetica, Geometria, Proportioni et Proportionalita (Summa). Pero, hay muchas más cosas interesantes que decir sobre el autor y su obra. Luca Pacioli fue un fraile franciscano, autor de al menos diez libros, maestro de escuela, profesor universitario, matemático, mago, diseñador de letras, lingüista, consejero de duques, generales y Papas, íntimo amigo y maestro de Leonardo da Vinci, experto en ajedrez, oportunista, humanista y visionario. Huérfano desde una temprana edad en una pequeña ciudad del noreste de Italia, a los 18 años, o tal vez 16, se las arregló para encontrar un trabajo en Venecia, 300 kilómetros al norte de su ciudad natal, como ayudante de un mercader y tutor de sus tres hijos. Desde este momento ya no paró nunca. Su red de contactos y relaciones es digna de ser incluida en un “Who is Who” de su tiempo y su capacidad de acceso a todos los niveles sociales no estaría al alcance más que de muy pocos de sus contemporáneos. Nosotros, los contables y los estudiosos de la contabilidad no nos damos cuenta, o tendemos a olvidar, que Pacioli fue mucho más que un fraile que ocasionalmente publicó un compendio de matemáticas que contenía un breve tratado de contabilidad. Los practicantes de otras disciplinas reconocen otros logros de Pacioli. Los calígrafos e impresores han aplaudido su alfabeto durante los últimos 500 años. Los matemáticos le consideran una figura fundamental en el desarrollo del álgebra y, sobre todo, de la divina proporción o segmento áureo. Los arquitectos honran su memoria de tal forma que utilizan su nombre para titular sus congresos. Las figuras de la enseñanza mercantil lo identifican como el autor del mayor libro de texto de escuela de comercio del Renacimiento. Los grandes maestros modernos de ajedrez lo ven como un jugador de capacidad excepcional. De tal modo, sólo contemplando conjuntamente todos estos aspectos comienza a aparecer el verdadero rostro de Luca Pacioli como Hombre del Renacimiento. 2 La información de que disponemos sobre Pacioli y su vida nos la suministra, en su mayor parte, él mismo. En efecto, en un verdadero estilo humanista, incluye en sus libros muchos elementos autobiográficos. Sin embargo, hallamos también información en otras fuentes, tales como los libros de notas de Leonardo da Vinci, los diarios de personajes notables de su tiempo, y los registros municipales de ciudades tales como Perugia y Florencia. Los italianos han conocido y venerado a Pacioli como un escalón en el desarrollo de la contabilidad. No hay ninguna prueba de que fuera nunca olvidado en Italia o Alemania. Pero, en el mundo anglosajón solamente en el siglo XIX se despertó el recuerdo de la contribución contable pacioliana. Durante unos 350 años, al revés que un simple alumno, un hijo o un pequeño grupo de estudiantes, hemos vivido completamente felices sin saber quién fue el que presentó al mundo la contabilidad por partida doble. En los últimos 150 años, muchos investigadores han aportado contribuciones que han mejorado nuestro conocimiento de Pacioli y sus obras. Entre ellas no han sido las menores las del profesor Esteban Hernández Esteve con su trabajo analítico sobre la naturaleza y contenido del tratado contable de Pacioli, del profesor Basil Yamey y del difunto profesor Carlo Antinori. También se han hecho estudios biográficos, los más notables de los cuales son los de Taylor (1942), Jayawardene (1971) y Rankin (1992). Estos trabajos redactados en inglés fueron precedidos por dos importantes contribuciones en italiano: la de Boncompagni en 1879 y la del primer biógrafo de Pacioli, Baldi, en 1589. Todas han sido superadas, en parte, por los trabajos más recientes en italiano de Ciocci (2003, 2009). El trabajo de Baldi de 1589 no se considera tan fiable como a primera vista pudiera parecer, teniendo en cuenta que fue escrito sólo 72 años después de la muerte de Pacioli, aunque el autor no pudo conocerle, ya que Baldi no nació hasta 1553. Sin embargo, Baldi nació en Urbino, donde Pacioli pasó algún tiempo investigando y escribiendo al menos una parte de la Summa, que dedicó al duque de esa localidad. Pero, pese a ello, la biografía contiene errores, como puede esperarse de un trabajo nutrido de informaciones de segunda o tercera mano, procedentes de personas que hubieran conocido a Pacioli o de personas que sí le hubieran conocido: su lista de la publicaciones de Pacioli, por ejemplo, omite sus tres últimas obras. En consecuencia, no podemos fiarnos de la biografía de Baldi como fuente definitiva sobre Pacioli. Tampoco podemos fiarnos del propio Pacioli, pues comete errores en la Summa al citar las fechas de algunos hechos que sabemos que son incorrectas. Cuando para empezar nos encontramos con tanta incertidumbre, es difícil confiar en que una biografía moderna de Pacioli pueda ser correcta. Sin embargo, hay tantos investigadores que han intentado describir variados aspectos de la vida de Pacioli, que uno está casi seguro de haber llegado a una situación en la que cabe esperar que mucho de lo que uno escriba será correcto. Lo conseguimos a través de la combinación de una investigación cuidadosa y de una exposición igualmente cuidadosa. Expresamos certeza cuando estamos convencidos de que lo que decimos es literalmente “cierto”. Por ejemplo, conocemos las fechas en que el texto central de los dos volúmenes de la Summa se acabó de imprimir y cuando se completó la impresión de las primeras 16 páginas de la Summa. Pero, no conocemos la fecha en que comenzó la impresión de cada uno de los dos volúmenes de la Summa. Tampoco sabemos cuántos ejemplares de la Summa fueron impresos. El trabajo que escribí sobre esta cuestión se centró en el proceso de impresión de 1494 y reveló hallazgos que pusieron de manifiesto que nuestras 3 suposiciones previas con respecto al número de ejemplares impresos no eran correctas. Me condujo también a una vía de investigación que me hizo ver que nuestras conclusiones acerca del mercado que se pretendía para la Summa tampoco eran correctas. Durante muchos años los investigadores de contabilidad de habla inglesa asumieron que la Summa era un compendio de matemáticas y que el mercado previsto para ella se componía de matemáticos y personas cultas. Los investigadores italianos de Pacioli escribieron sobre el verdadero mercado del libro a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Pero, por cualquier razón, los compatriotas que les sucedieron se inclinaron a ignorar el propósito de la obra al escribir artículos sobre historia de la contabilidad acerca de Pacioli. El fallo en reconocer de la naturaleza de la Summa significó que las suposiciones hechas por los investigadores contables, con respecto a la idoneidad del tratado contable en ella contenido como instrumento para enseñar contabilidad, podían quedar invalidadas. El estilo de Pacioli al escribir su tratado de contabilidad ha sido ampliamente criticado durante los últimos 450 años. Sin embargo, mis colegas y yo pensamos que fue escrito en verdadero estilo humanista: es decir, en el modo que aseguraba que podía ser leído y comprendido por el mayor número de gente posible, pues su estilo es didáctico e instructivo. Indudablemente cualquier otra forma de redacción hubiera restringido el número de lectores y minimizado las posibilidades de que su contenido fuera su contenido fuera ampliamente difundido. Yo llegaría tan lejos en esta cuestión que afirmaría incluso que si el libro hubiera sido escrito enteramente en latín, lo mismo en latín escolástico que en latín clásico, o en vernáculo “correcto”, es decir, en toscano, hoy no podríamos llamar a Pacioli el padre de la contabilidad. Más que probablemente alguno de los que se apoyaron básicamente en su obra para escribir la suya, como Manzoni (1540), cuya primera edición se publicó en 1534, o Ympin (1543), sería considerado hoy como la persona cuya obra impresa condujo al desarrollo de la contabilidad moderna. No debemos olvidar que la imprenta por tipos móviles cumplía 50 años en 1494. Hasta entonces se habían impreso unos 35.000 títulos, con un promedio de 500600 ejemplares por título y que de muchos de estos títulos no ha sobrevivido ni un solo ejemplar. Puede que Pacioli no fuera la primera persona en imprimir un texto describiendo la contabilidad por partida doble. Es posible que alguien imprimiera un libro sobre contabilidad similar al de Pacioli en una fecha anterior y que ningún ejemplar haya sobrevivido y que nadie haya escrito sobre el particular. A este respecto, puede mencionarse una cita de hace 200 años indicando que se había visto un libro de contabilidad publicado en 1504 a nombre de Pacioli, pero nadie más ha declarado haber visto este libro ni nadie lo ha encontrado –véase Yamey (1974). ¿Creemos que este libro existe? Algunos lo creen. Otros, no. ¿Creemos que antes de la Summa de Pacioli pudo existir un libro o incluso un manuscrito sobre contabilidad que nadie ha mencionado? Muchos no lo creen. Algunos sí, y hace un siglo un profesor italiano mandó a sus estudiantes que lo buscaran en los archivos de Venecia, pero sin ningún éxito. Sin embargo, tienen que haber existido manuscritos sobre contabilidad anteriores a 1494, que cubrieran al menos algunas de las materias tratadas en el libro de 4 Pacioli. Los maestros de contabilidad tuvieron que hacer apuntes sobre lo que enseñaban. En algunos casos estas notas podrían haber sido tan completas como el tratado de Pacioli. Hay pistas en el tratado -muy claras si uno cree que Pacioli basó su obra en un manuscrito- que sugieren que originalmente este manuscrito fue redactado para enseñar contabilidad en algún lugar fuera de Venecia. De ser así, la vida de Pacioli nos indicaría la fuente más probable, pues había sido maestro de contabilidad en Urbino, o en Sansepolcro (o en algún otro lugar de la Toscana), o en Perugia, pero no en Venecia. Alternativamente, podría ser que el autor del documento original fuera la persona que enseñó contabilidad a Pacioli en Venecia en la década de 1460 y que este autor lo hubiera escrito fuera de Venecia, posiblemente en la Toscana. Alternativamente, que el maestro o el mismo Pacioli hubiera escrito el texto de los capítulos 1 al 35, de forma que alguien de fuera de Venecia entendiera por qué fue escrito desde una perspectiva veneciana. No lo sabemos, ni lo sabremos nunca, a menos de que alguien encuentre el o los manuscritos en los que se basa el tratado. Que el tratado de contabilidad de Pacioli se basa en un documento original y no fue escrito especialmente para la Summa queda claro por el cambio de estilo y lenguaje al final del tratado.1 Quinientos años son muchos años para esperar que las pruebas sobre lo que pasó hayan sobrevivido. Sucede lo mismo con la mayor parte de la investigación sobre Pacioli. Debemos seguir las pistas suministradas tanto en su texto, como en otras partes, para intentar casarlas. Si omitimos una de las pistas o la pista se ha perdido, podremos llegar a lo que parecen conclusiones sensatas: por ejemplo, que la Summa era un libro para matemáticos. Pero si encontramos la pista que hayamos omitido o se hubiera perdido, tendremos que rehacer nuestras conclusiones. Estoes, esencialmente, lo que hemos estado haciendo en nuestra investigación. Como se ha indicado anteriormente, me fijé primero en la impresión de la Summa, luego consideré el mercado para la obra, acto seguido en el estilo de redacción adoptado, finalmente en la razón por la que se adoptó este estilo. Durante este proceso identifiqué otras cuestiones dignas de estudio. En relación con algunas de ellas he realizado algunos hallazgos preliminares que luego explicaré. La investigación que he realizado ha sido posible gracias a la expansión experimentada por Internet a partir de los primeros años de la década de 1990. Ello posibilitó que localizara artículos y libros que, de otra manera, nunca hubiera encontrado; artículos sobre otras disciplinas que nunca hubiera pensado en buscar; así como localizar los datos y la información más actualizada procedentes de todas las partes el mundo, en un amplio abanico de idiomas; todo ello con una amplitud que hubiera sido imposible alcanzar hace 10 años, y qué decir de hace 15 o 20. Estos heróicos historiadores desde Rui Fogo (1905) hasta Fenny Rankin (1992), incluyendo a otros como Federigo Melis, Carlo Antinori y Basil Yamey, que investigaron en este campo hasta mediados de esa década, y que realizaron sus investigaciones a la manera antigua, no estaban equivocados en sus conclusiones: simplemente no contaban con los medios de que nosotros disponemos para descubrir nuestro pasado. 1 Para un descripción más completa del debate académico sobre esta cuestión véase Yamey (1967). 5 Trabajos impresos La impresión de la Summa de Aritmética de Luca Pacioli en 1494 (Sangster 2007) El único historiador que trató de este tema previamente fue Antinori (1980). Concluyó que se habían impreso 300 ejemplares. Ello induciría a pensar que la Summa era de interés limitado, siendo poco probable que hubiera sido ampliamente leída y alcanzado gran influencia. No encaja tampoco con los porcentajes de supervivencia corrientes (10-20 por 100 de la tirada de los libros importantes de aquellos tiempos) ni con el número de ejemplares que han llegado hasta nosotros (deberían haber llegado 30-60 ejemplares si la tirada hubiera sido de 300 ejemplares, y no cerca de 120 como se halló al realizar esta investigación). Tampoco es coherente esta cifra con el mercado del libro, al que luego me referiré. Se realizaron reimpresiones de algunas páginas -no todas- después de 1502 y de 1509. Los ejemplares existentes en 1862/1863 (Boncompagni, 1862/3) permiten suponer que estas pequeñas tiradas pudieron haber alcanzado el 25 por 100 y el 10 por 100 aproximadamente de la tirada original. Como eran reimpresiones de sólo unas pocas páginas del libro, no se pueden contar como un aumento de la cantidad de ejemplares impresos originalmente. Pero demuestran que existía una demanda consistente aunque reduciéndose del libro después de su publicación: quizás el 75 por 100 de la tirada se vendería en los 8 años primeros y el 90 por 100 al final de los 15 años. El promedio de las tiradas durante los primeros 50 años de la imprenta de tipos móviles alcanzaba los 500-600 ejemplares. La tirada promedio en los tiempos de la Summa era de 1.000-1.500 ejemplares. El impresor de la Summa (Paganino de’ Paganini) era famoso por la gran calidad de su trabajo, lo cual resulta también poco coherente con una tirada de 300 ejemplares. Todos los indicios apuntan hacia una tirada más grande que la estimada por Antinori de 300 ejemplares. Por los datos suministrados por el impresor en el texto sabemos que el tiempo empleado en la impresión de las últimas 16 páginas fue de 9 días de trabajo. La probable tasa de impresión en folio sería de 2.000 ejemplares de dos páginas en una cara del pliego de papel por día. Se habría tardado cuatro días en imprimir los 1.000 ejemplares de las 16 páginas si se hubieran impreso cada día 1.000 copias por las dos caras del pliego (es decir, 4 páginas). Paganino de’ Paganini emplearía trabajadores muy cualificados, pues de otra manera su reputación de trabajo de alta calidad no hubiera surgido ni se hubiera mantenido. No hay razón, pues, para no creer que no fueran capaces de alcanzar esa tasa de impresión. Como el tiempo utilizado para la impresión de esas 16 páginas fue del doble, ello sugiere que la tirada real fue de 2.000 ejemplares y que se imprimieron 2 páginas por día. Dos mil ejemplares, o un múltiplo de esta cifra si se hubieran utilizado más prensas de impresión, es pues la cifra más probable de la tirada original. Dado el mercado al que iba dirigido el libro (un libro de texto escolar para el cual tasa de supervivencia esperada sería prácticamente cero), la tirada podría haber sido un múltiplo si el impresor hubiera tenido capacidad para ello. Desafortunadamente no poseemos ninguna información acerca de los recursos de que disponía el impresor, de forma que nos hemos de limitar a apuntar la posibilidad de que la tirada hubiera superado los 2.000 ejemplares. Las tasas de supervivencia de libros 6 de consulta apoyarían una tirada entre 600 y 1.200 ejemplares, mientras para libros de texto la tirada podría ser entre 800 y 1.400 ejemplares. Para la Summa la tirada podría haber sido muy bien de 2.000 ejemplares. Si fue mayo o no, no lo sabemos, pero lo cierto es que la tirada sí fue varias veces superior mayor a la estimada previamente de 300 ejemplares. El mercado de la Summa de Arithmetica de Pacioli ( Sangster et al. 2008) Muchos historiadores de la contabilidad han considerado que la Summa fue publicada para matemáticos e intelectuales.2 Sin embargo, el mercado al que la Summa iba dirigida no estaba constituido por matemáticos ni intelectuales, ni siquiera por estudiantes universitarios de matemáticas: el libro iba dirigido a los mercaderes y a los hijos de los mercaderes. La Summa es el más completo de los más de 500 textos de ábaco que se conservan (Jayawarene, 1971; Rowland, 1995). Cubre todos los programas de matemáticas y enseñanzas mercantiles enseñados en las escuelas de ábaco.3 Algunos niegan la evidencia, pero la mayoría de los que han visto los programas de las escuelas de ábaco y la Summa están de acuerdo que esto es lo que el libro era: un libro de texto escolar, así como un manual de consulta para mercaderes. Las lecciones de clase de Luca Pacioli (Sangster et al. 2007) Este artículo trató de un aspecto totalmente diferente de la obra de Pacioli. En lugar de investigar cuestiones relativas a la vida de Pacioli y a su mundo del siglo XV, intentó demostrar que todavía había cosas que aprender, tanto en la misma escritura del texto, como en las explicaciones de clase dadas por Luca Pacioli en su tratado de contabilidad. El artículo trató de averiguar si el tratado contable de Pacioli era un documento que se pudiera considerar todavía como un ejemplo de buena práctica pedagógica. A estos efectos, fue consultado un esquema moderno en siete fases para el desarrollo de un proceso de enseñanza (Rowntree, 1994). El trabajo comprobó que Pacioli siguió un modelo similar para desarrollar su tratado de contabilidad, así como el resto de la Summa: 1. Especificar la clase de elementos de enseñanza que los alumnos necesitaban. 2. Localizar los elementos adecuados. 3. Evaluar los elementos recogidos utilizando criterios apropiados. 4. Adaptar los elementos que no fueran completamente adecuados tal como se presentaban en su estado actual. 5. Escribir nuevos elementos apropiados para las necesidades de los alumnos. 6. Corregir los elementos y prepararlos para el proceso de enseñanza. 7. Evaluar y mejorar los elementos. Se consideraron también los instrumentos pedagógicos utilizados en el tratado. Se halló que el tratado estaba repleto de muchos instrumentos que servían a los mismos fines que los utilizados hoy en día, como anotaciones marginales, uso de señalizaciones, referencia a pasajes posteriores y anteriores, sumarios de lo que se iba a explicar a continuación, apéndices, listas de contenido, uso de índices, instrucciones sobre cómo debían utilizarse los índices para encontrar loa textos 2 3 Véase, por ejemplo, a Yamey (2004). Acerca de los programas de las escuelas de ábaco véase Van Egmond (1981, pp. 21-26). 7 relevantes, frecuente contextualización… También se incluían consejos sobre cómo enseñar. En definitiva, el trabajo concluía (p. 455) que: “Las frecuentes referencias en el tratado a otras ideas y conceptos, junto con la amplia contextualización de los procesos contables en los marcos legales, sociales, éticos y morales, aparte del de la práctica mercantil, hacía que los lectores del tratado aprendieran la contabilidad por partida doble en su contexto, en vez de aprender a aplicar fórmulas aisladas de la realidad mercantil. Como consecuencia de ello, los lectores podían enlazar lo que aprendían con sus propios conocimientos y experiencia, ver su relevancia y, así, ganar comprensión -algo que la mayor parte de los docentes pretende con sus estudiantes, pero que no siempre se consigue, como la práctica demuestra … Una clara lección del tratado contable es que tenemos que resistirnos a enseñar contabilidad como una materia técnica carente de contexto. El contexto es esencial, como lo es el prestar atención a las otras enseñanzas relevante que pueden educirse del contexto. Durante 500 años, los contables han ignorado el mensaje que el tratado contable contiene sobre ética, moral y auditoría, y han pagado por ello el precio de quiebras masivas de corporaciones en los últimos 300 años, que han culminado con el colapso de Enron, que a su vez produjo la quiebra de una de las más grandes firmas del mundo de contabilidad. Estas lecciones que ilustran sobre los riesgos inherentes de practicar la contabilidad en un vacío contextual, pueden ser también aplicadas a la enseñanza de la contabilidad y a la forma en que enseñamos en clase. Son lecciones que el tratado de contabilidad de Pacioli nos da a todos nosotros, lecciones del “pedagogo Pacioli”. Pacioli y Humanismo: espigando en el texto de la Summa Arithmetica (McCarthy et al. 2008) Hay un estilo en la forma de escribir de Pacioli que está deliberadamente planeado -no es simplemente la mención de puntos aislados o incluso relacionados. Más bien es una red planificada de palabras y frases entretejidas que, a veces, suena extraña y alienada al ojo moderno.4 También les parecía extraña al ojo ilustrado italiano de mediados del siglo XVI. ¿Cuál fue la razón de que Pacioli adoptara el estilo que empleó en la Summa? A Pacioli no le interesaba el futuro: le interesaba el presente. Sería muy consciente de que la lengua vernácula que eligió para escribir la Summa sería contemplada con cierto desdén por las futuras generaciones. Sabía que era el lenguaje de las masas y no el de las clases media y media alta que se habían educado en latín en la escuela cásica. Y sabía que los futuros alumnos, que serían de esas clases, no le serían confiados. Pero a él le importaban las presentes generaciones, no las futuras. Él sabía que a sus coetáneos educados en las escuelas de latín no les gustaría el lenguaje, pero también sabía que si quería seguir el camino del movimiento humanista y hacer accesible su trabajo a la mayor audiencia posible, ésta era la forma de conseguirlo; y sabía que los educadores humanistas de su tiempo entenderían por qué lo había hecho y estarían de acuerdo con su elección. 4 Véase, por ejemplo, Yamey (1994) 8 De tal modo, la razón última de la elección de la lengua y del estilo por parte de Pacioli hay que buscarla en el movimiento humanista del Renacimiento italiano y su objetivo de alcanzar la mayor audiencia posible, para atraerla y captarla, aunque ello supusiera tener que utilizar en la enseñanza la lengua vernácula en lugar del latín. Las matemáticas no eran enseñadas en las escuelas en latín. A este nivel se enseñaban en las escuelas de ábaco. Al revés que en Florencia, los alumnos del norte de Italia asistían sólo a una de las dos clases de escuelas.5 Consiguientemente, los colegiales en la mayor parte de la Italia del norte recibían o bien enseñanzas en latín, o bien la instrucción de las escuelas de ábaco. Aprendían matemáticas y como aplicarlas al comercio, o no las aprendían. Si las aprendían era señal de que habían sido enseñados en lengua vernácula y no en latín. Aparte de ello, recibían también una enseñanza elemental del latín, de forma que podían comprenderlo hasta cierto punto. Pero su capacidad para hablarlo era muy limitada. Cumplir el objetivo humanista de una amplia divulgación no fue, empero, la única motivación de Pacioli. El era un experimentado maestro del ábaco que había enseñado esta materia en lengua vernácula. Conocía su mercado y sabía cuánto latín y cuántas referencias a los clásicos de Roma y Grecia, y a los escritores que posteriormente habían escrito sobre ellos, eran capaces de entender los mercaderes y los alumnos de las escuelas de ábaco. Su elección de un latín escolástico de la Edad Media para ilustrar algunos puntos clave estaba perfectamente escogida para su audiencia. Por si acaso había sobrestimado su capacidad de comprensión, acostumbraba a ofrecer una traducción de las frases en latín en el texto que las seguía o, en su defecto, daba a entender claramente su significado en el contexto. Su elección de la lengua vernácula en los mercados el norte de Italia era totalmente apropiada.6 Esta era la lengua de los comerciantes en la cual se comunicaban con muchos de sus clientes. Esta era la lengua que se entendía bien en Venecia, donde la Summa fue publicada y donde tuvieron lugar todas sus ventas iniciales. Se entendía asimismo bien en esos tiempos en toda la Italia el Norte. Si no hubiera sido así, ¿por qué Leonardo da Vinci (un nativo escasamente educado del pequeño lugar de Anchiano, a 2 kilómetros de la pequeña ciudad de Vinci, situada entre Pisa y Florencia) no sólo compró el libro, sino que probablemente arregló a Pacioli la ida a Milán para que trabajara para el duque, al tiempo que le enseñaba a él potencias y raíces, y le ayudaba en sus cálculos? Asimismo, ¿por qué se produjo una segunda edición completa de la Summa en 1523 a cuenta del impresor más que por estar escrita en lengua vernácula y en un estilo comprensible para su potencial mercado? La forma en que Pacioli utilizaba las palabras es parecida a cómo los pintores y artistas usan las imágenes en sus pinturas para instruir. Un ejemplo de ello puede verse en el gremio de los cambistas en Perugia, el lugar donde los mercaderes se encontraban para concertar créditos y liquidar deudas. Los frescos en ese lugar de encuentro fueron encargados en 1496. Están llenos de dichos y referencias en latín. Su mensaje se transmite también a través de los motivos de las pinturas. En la Summa de Pacioli se utiliza también el latín de la misma forma y el mensaje se 5 En Florencia los alumnos recibían normalmente dos años de ábaco como parte de su enseñanza “normal”. 6 Véase Marinoni 1997. 9 transmite asimismo por el texto en lengua vernácula. Pacioli usa el latín para atraer y ganarse a la potencial audiencia, es decir, como un instrumento enfatizador. Es lo mismo que hacen los frescos del gremio de cambistas. El uso que hace Pacioli de símbolos humanistas -referencia a las virtudes cardinales, virtudes teológicas, a Dante y a Catón- muestra también parecido con el uso que se hace de estos elementos en los frescos del gremio de los cambistas. La elección del idioma por parte de Pacioli y la utilización que hace de referencias y dichos clásicos para transmitir ideas, conceptos, consejos, imágenes y valores morales parecen deliberadas. Todo era calculado y resultaba coherente con la época humanista en que escribió su texto. El análisis de los frescos del gremio de cambistas y del texto de la Summa sugiere que lo que el artista hizo con su paleta, Pacioli lo hizo con su pluma. En los tiempos en que el estilo y la lengua de la Summa eran criticados a mediados del siglo XVI, el dialecto toscano, es decir, el de Florencia, corazón del Renacimiento, era ya el idioma oficial de Italia desde hacía, por lo menos, 20 años, o sea desde 1525. Sin embargo, esto no había convertido la lengua y el estilo de redacción de la Summa en menos apropiados que antes. Los mercados continuaban y el idioma utilizado en ellos no era probable que resultara afectado. La evidencia moderna es la de que los dialectos locales se han conservado mucho más en Italia que en el Reino Unido, por ejemplo, en el cual la unificación lingüística se produjo más tarde. No obstante, podría hacerse la reflexión de que la elección del toscano como base de la lengua italiana podría haber hecho a los humanistas más conscientes de su patrimonio lingüístico y más críticos con las lenguas vernáculas no toscanas. Por otra parte, el paso de 50 años más de influencia humanista en la enseñanza escolar desde 1494 habría consolidado las “cualidades” del latín clásico en la mente de los humanistas y probablemente les habría hecho menos inclinados a reconocer el latín escolástico como una forma adecuado de la antigua lengua. Esto podría explicar por qué la elección de la lengua y del estilo por parte de Pacioli fue vista con tan malos ojos a mediados del siglo XVI, mientras en el momento de la publicación de la Summa fueron tan elogiados (Taylor 1942, p. 196). Por lo que respecta a su tratado sobre contabilidad, Pacioli escribió para cierto tipo de lectores. Hacia 1530 otros escritores habían sentado plaza como autores de tratados de contabilidad. El tratado de Pacioli había cumplido ya su misión y era preciso reemplazarlo por algo mejor. Fue así. Sin embargo, en términos de adecuación al objetivo y a la enseñanza en su contexto, pocos de los sucesores de Pacioli se acercaron a lo que él había conseguido en lo que concierne al estímulo para compenetrarse con la materia. La materia contable en sí puede ser mejor y más detallada en la exposición de Manzoni (1540), pero le falta la contextualización dentro del ámbito mercantil. Hasta 1926, con el manifiesto italiano de Zappa, no se declaró que la contabilidad no era una disciplina aislada, sino propiamente el núcleo de la ciencia de los negocios.7 Con ello se produjo el retorno a la contextualización de la contabilidad en Italia. El espíritu de Pacioli se alegraría si este retorno se produjera asimismo en el resto el mundo. 7 Véase, por ejemplo, Costa y Torrecchia (2008). 10 Trabajo en marcha ¿Por qué las tres últimas páginas del tratado de contabilidad entran en conflicto con el resto? Una Nota Histórica (trabajo sometido al Accounting, Business and Financial History conference, Cardiff, September 2009) Este es uno de los aspectos del tratado que más ha intrigado a los historiadores de la contabilidad. El punto central de la investigación ha empezado siempre por la afirmación del propio Pacioli de que había utilizado material de otras personas como base de la Summa. La visión más generalizada es la de que hubo al menos dos fuentes para el tratado: una que constituyó la base de los capítulos 1 al 35 y otra para el resto del tratado. Pero esto no es necesariamente cierto, pues el lenguaje y el estilo del tratado coinciden generalmente con los del resto de la Summa.8 Para que esto fuera así, Pacioli debió de reescribir muchos pasajes del resto de la Summa, así como también del tratado de contabilidad. Y, ciertamente, lo hizo, pues el tratado contiene no sólo referencias a pasajes anteriores y posteriores de su texto, sino también referencias a páginas de partes anteriores de la Summa. Puede que a Pacioli se le acabara el tiempo para completar la revisión el capítulo final del tratado. Puede que el origen del tratado fuera un manuscrito y que Pacioli lo hubiera estado reescribiendo para elaborar su tratado. Hay varias razones posibles para que a Pacioli se le acabara el tiempo. Es casi seguro que el tratado fue una adición de última hora a la Summa. La dedicatoria al duque así lo da a entender: fue el duque quien quiso que se incluyera, no Pacioli. Es posible que el trabajo de Pacioli en la preparación del tratado para su publicación fuera interrumpido antes de completarlo y que no fuera capaz de acabarlo en el plazo requerido por el proceso de impresión. Existe también alguna información adicional que puede ayudarnos a entender por qué existen diferencias idiomáticas y de estilo entre los primeros 35 capítulos y el resto. El tratado de contabilidad termina al final de la página al dorso de la última hoja de un cuadernillo de 20 páginas. Esto no puede ser casual. El último cuadernillo del volumen 1 de la Summa sigue al final del tratado de contabilidad. Es el tratado sobre las tarifas y tiene una extensión de 28 páginas. La encuadernación apropiada para estas 48 páginas hubiera sido de tres cuadernillos de 16 páginas cada uno, que es la extensión que tienen todos los demás cuadernillos del volumen 1. Ello sugiere que la impresión de estas partes no fue la corriente. Puede que a Pacioli se le acabara el tiempo para completar la revisión el capítulo final del tratado. Puede que el origen del tratado fuera un manuscrito y que Pacioli lo hubiera estado reescribiendo para elaborar su tratado. Hay varias razones posibles para que a Pacioli se le acabara el tiempo. Es casi seguro que el tratado fue una adición de última hora a la Summa. La dedicatoria al duque así lo da a entender: fue el duque quien quiso que se incluyera, no Pacioli. Es posible que el trabajo de Pacioli en la preparación del tratado para su publicación fuera interrumpido antes de completarlo y que no fuera capaz de acabarlo en el plazo requerido por el proceso de impresión. 8 Véase Antinori (1994). Antinori poseía ejemplares de las dos ediciones de la Summa y dedicó mucho tiempo al estudio del texto. Era considerado una de las pocas personas capaces e leer el texto sin dificultad. 11 Existe también alguna información adicional que puede ayudarnos a entender por qué existen diferencias idiomáticas y de estilo entre los primeros 35 capítulos y el resto. El tratado de contabilidad termina al final de la página al dorso de la última hoja de un cuadernillo de 20 páginas. Esto no puede ser casual. El último cuadernillo del volumen 1 de la Summa sigue al final del tratado de contabilidad. Es el tratado sobre las tarifas y tiene una extensión de 28 páginas. La encuadernación apropiada para estas 48 páginas hubiera sido de tres cuadernillos de 16 páginas cada uno, que es la extensión que tienen todos los demás cuadernillos del volumen 1. Ello sugiere que la impresión de estas partes no fue la corriente Hay varias posible explicaciones sobre por qué estas 48 páginas formaban dos cuadernillos en lugar de los tres habituales. Las dos más plausibles son: 1ª) el tratado sobre las tarifas no estaba disponible cuando se imprimió el tratado contable, en cuyo caso la impresión hubiera continuado si el tratado sobre las tarifas no hubiera aparecido; o 2ª) el tratado sobre las tarifas fue impreso en un cuaderno de 28 páginas al objeto de poder ser vendido o consultado por separado. La más probable de las dos explicaciones es la segunda. La primera página del tratado de las tarifas es un índice mostrando la ubicación en el tratado del valor de los cambios de los productos para cada ciudad en relación a otras localidades. El índice continúa al comienzo de la segunda página. Todos los mercaderes de Venecia y de otras plazas mencionadas en él, tendrían interés en disponer de un ejemplar de este tratado. Incluso es posible que se incluyera en la Summa a efectos de promoción. Cuando escribí mi artículo sobre la impresión de la Summa (Sangster 2007), especulé sobre la posibilidad de que el tratado sobre las tarifas hubiera sido incluido en el último minuto. Sin embargo, sin el tratado de contabilidad, con una tipografía cuidadosa, el material sobre las tarifas y el primer volumen hubieran terminado al final de un cuadernillo de 20 páginas, lo mismo que en el caso del tratado contable. Combinando este hecho con el de que fue el duque de Urbino quien demandó que se incluyera el tratado de contabilidad en la Summa, la conclusión que parece lógica es la de que siempre se había pensado incluir el tratado sobre las tarifas en la Summa, mientras el tratado de contabilidad constituyó una inclusión de última hora. Consiguientemente, ahora creo que lo más probable es que originalmente se intentara comenzar la impresión del tratado sobre las tarifas donde empieza ahora el tratado contable y que éste fue añadido después. Es también posible que cuando se decidió insertar el tratado de contabilidad, se pensara en encuadernar el tratado sobre las tarifas por separado, de manera que se pudiera utilizar de forma autónoma, bien vendiéndolo de forma independiente, bien vendiéndolo conjuntamente como publicidad para la Summa. Esto me llevó a una línea de investigación que todavía no he publicado. Los capítulos 3, 12, 15, y 16 del tratado de contabilidad mencionan la fecha de 8 de noviembre de 1493. Es la única fecha que se cita en un capítulo anterior al 35. En el capítulo 35 se cita el día 17 de abril de 1494. Estas eran posiblemente las fechas en que Pacioli comenzó a trabajar en los respectivos capítulos. No hay razón para pensar que Pacioli se inventara las fechas. No estaba escribiendo un estudio del caso o presentando asientos de la misma firma en los que las fechas de los asientos afectaran la descripción de los hechos. Lo más sencillo era utilizar la 12 fecha del “día”. De ser así, la revisión del material original empleó un largo período, siendo lo más probable que Pacioli terminara el capítulo 35 el día 17 de abril de 1494, o muy poco después. Una vez que la primera y última página de un cuadernillo fueran impresas, simultáneamente, en el mismo pliego de papel, era ya demasiado tarde para cambiar el contenido del cuadernillo. Sobre la base de una tirada de 2.000 ejemplares, después de haber entregado el texto del primer cuadernillo, Pacioli dispondría aproximadamente de ocho días laborables para corregir el texto del último cuadernillo del tratado, que va de la mitad del capítulo 9 al final del tratado. Sin embargo, la cita de un día de abril en el capítulo 35 sugiere que Pacioli habría terminado la revisión del material mucho antes de que fuera necesario para imprimir el cuadernillo. En efecto, no es probable que se tardara 5 meses en la impresión de las 151 páginas del volumen 2, terminada el 10 de noviembre de 1494. En abril de 1494 el impresor sabría cuántas páginas iba a imprimir para completar el tratado sujeto a cualquier revisión del capítulo 36 y el material siguiente: 20 páginas. Las preferencias del impresor serían las de imprimirlo todo, excepto las últimas cuatro páginas del tratado, en un cuadernillo de 16 páginas, y dejar las cuatro páginas restantes para imprimirlas como comienzo del cuadernillo donde iba a ir el tratado sobre las tarifas. Sólo en el caso de que: a) el material sobre las tarifas no estuviera disponible, o b) fuera a ser impreso separadamente, decidiría el impresor imprimir un cuadernillo de 20 páginas para completar el tratado de contabilidad. Cualquiera de las dos situaciones explicaría por qué el tratado contable aparece en la Summa antes del tratado sobre las tarifas. Al comparar el capítulo 36 con los anteriores, parece probable que Pacioli al ir revisando y reescribiendo los textos, los alargaba. El capítulo 36 está libre de proverbios, no contiene frases en latín y parece más escueto. La razón de que Pacioli no revisara el texto original al final del tratado podría ser ésta: el impresor no quería añadir más hojas de papel y unas pocas líneas de más hubieran hecho imprescindible la adición de otro pliego que hubiera tenido que ser rellenado con cuatro páginas de texto. Sea como fuere, lo cierto es que el texto del capítulo 36, aunque señalado como parte del tratado en el índice que figura dos cuadernillos antes, es significativamente distinto del texto de los capítulos 1-35, mucho más de lo indicado más arriba.9 Hay más puntos y aparte. Se utiliza una moneda diferente: Grossi y Picioli son sustituidos por Denari. Los Grossi no aparecen en la lista de monedas ofrecida en la segunda sección adicional del texto, a pesar de que son usados habitualmente a lo largo de todos los capítulos 1 al 35. Se utiliza una terminología toscana en lugar de la veneciana usada anteriormente. Los diez ejemplos de asientos de Mayor ofrecidos al final están formulados a la toscana y no a la veneciana, y los nombres de las personas que intervienen son también toscanos. Pacioli ciertamente no revisó este material para hacerlo coherente con el presentado en los primeros 35 capítulos. Si hubiera tenido tiempo, Pacioli hubiera podido reescribir el capítulo 36 y hubiera puesto el texto y lo asientos siguiendo las pautas empleadas en el resto el tratado. Sin embargo, no le hubiera sido fácil reescribir estas pocas páginas del 9 Véase Hernández Esteve (1994). 13 final sin alargarlas. De igual forma, hubiera debido referirse a las materias tratadas anteriormente, y el impresor necesitaba estas páginas manuscritas para componer las cajas necesarias para la impresión de los días siguientes. El tiempo cuesta dinero y nadie quiere gastar el tiempo esperando un manuscrito cuando ya hay uno disponible. En esta cuestión es improbable que Pacioli pudiera salirse con la suya. Si el material sobre las tarifas no estaba disponible y el del tratado de contabilidad sí, el tiempo de Pacioli se había agotado. Alternativamente, hubiera habido más tiempo si el tratado sobre las tarifas se hubiera impreso por separado. Todo ello hace suponer que Pacioli no estaba en Venecia al tiempo de imprimirse el tratado de contabilidad. Por consiguiente, no sería consciente probablemente de que el tiempo para correcciones y revisiones del tratado se había agotado. La indicada es una explicación verosímil del porqué de las diferencias de estilo del material posterior al capítulo 35 en relación con el anterior. Pero hay otras posibles explicaciones, por ejemplo, Pacioli pudo ponerse enfermo. Pese a ello, la impresión tendría que continuar. De hecho, dado que Pacioli era un enseñante vocacional altamente motivado, es inconcebible que hubiera permitido voluntariamente la impresión del material posterior al capítulo 35 sin haberlo revisado y reescrito de acuerdo con lo que había hecho con el resto el tratado. Por ello, probablemente no estaba presente cuando el cuadernillo final del tratado fue impreso. De hecho, es posible que no hubiera estado allí en la impresión de ninguna de las partes del tratado. Esto tendría sentido teniendo en cuenta los muchos ejemplos de mala impresión que se dan en el tratado. Por ejemplo, en la presentación de los asientos de Diario. O, por ejemplo, cuando los caracteres “/” se representan por espacios en blanco. De ser ello así, Pacioli habría tenido que dejar Venecia antes de haber completado la revisión del texto del tratado, confiando al impresor una copia del manuscrito original para el caso de que no pudiera entregar las páginas finales revisadas a tiempo para incluirlas en la impresión. Dando todo esto por cierto, quedarían todavía algunas preguntas por contestar: 1. ¿Por qué no estaba Pacioli en Venecia en ese momento? 2. ¿Por qué no fue capaz Pacioli de entregar a tiempo todo el texto al impreso? 3. No se hubiera tardado más de dos semanas en imprimir las últimas 20 páginas del tratado. Si el impresor le había concedido 20 páginas para presentar el texto reescrito del capítulo 36 y el material siguiente, ¿por qué no se reimprimieron estas páginas cuando Pacioli entregó el texto revisado al impresor? El coste adicional no hubiera sido significativo en la impresión de un libro de 615 páginas. Tal vez sean éstas las cuestiones en las que deberían centrarse los investigadores. Si se pudiera demostrar que Pacioli estaba en algún otro lugar durante la impresión de la Summa, digamos entre mediados de abril y mediados de julio de 1494, que es cuando la impresión del segundo volumen pudo comenzar, podríamos tener una respuesta a las dos primeras preguntas. La tercera podría ser simplemente una cuestión de coste. El patrocinador de la impresión no era un mercader o un contable. Podría no haber querido pagar la reimpresión de las páginas. 14 En suma, una posible explicación de la falta de correspondencia entre los capítulos 1-35 y el resto del tratado sería que Pacioli reescribió el material de aquéllos, pero no reescribió el resto. Pacioli dijo al impresor que el tratado constaría de 36 capítulos. El impresor encargó a Pacioli que le entregase un sumario del tratado con los 36 capítulos a la hora de imprimir el índice de su contenido. El impresor necesitaba el texto para completar el pliego final de cuatro páginas y utilizó para ello el manuscrito original del capítulo 36 y el restante material al final del tratado para rellenar lo que de otra forma hubieran sido cuatro páginas en blanco. Por otra parte, la longitud del tratado contable significaba que había cuatro páginas extras de texto al final de un segundo cuadernillo de 16 páginas. Una de dos, o bien el tratado sobre las tarifas no estaba disponible cuando comenzó la impresión del segundo cuadernillo del tratado de contabilidad, o bien se había tomado la decisión de imprimir el tratado de las tarifas en un cuadernillo aparte para posibilitar su venta por separado o para utilizarlo con fines publicitarios. El resultado fue que el pliego final de cuatro páginas del tratado de contabilidad se añadió al segundo cuadernillo, que en principio debía contener 16 páginas como los anteriores, en lugar de imprimirlo en el cuadernillo siguiente en el que constaría el tratado sobre las tarifas. La formación de Luca Pacioli A pesar de las afirmaciones de muchos investigadores que creen que Pacioli tenía una formación humanista, es decir, adquirida en una escuela de latín, la escritura de Luca Pacioli revela que su enseñanza no tuvo lugar en una escuela clásica o latina, sino en una escuela de ábaco, el sistema escolar desarrollado para los hijos de los mercaderes y de otros artesanos. Pacioli usaba un tipo de letra de mercader, que era la enseñada en las escuelas de ábaco (de ahí su nombre) y no frecuentó una escuela latina. No sabemos quién fue el maestro de Pacioli, pero dado que fue autor de textos de ábaco, bien pudiera haber sido el artista y matemático, y ciudadano de Sansepolcro, Piero della Francesca (1412-1492). Piero estaba bien relacionado y pudo muy bien ser la persona que abrió las primeras puertas de la carrera de Pacioli. Si Pacioli fue su alumno preferido, como parece probable, él pudo haberlo llevado consigo a Urbino y pudo haberle proporcionado su primer trabajo con el mercader Rompiasi en Venecia. Piero pudo ser la causa de que un humilde aprendiz de mercader, como Pacioli, viajara por toda Italia el año 1470 en compañía de uno de los hombres más célebres de su tiempo, Leon Battista Alberti (1404-1472, prototipo de Hombre del Renacimiento. También explicaría el uso prácticamente inalterado que hace Pacioli del texto de geometría de Piero della Francesca en el segundo volumen de la Summa: “La única diferencia parece ser la supresión de las apostillas marginales hechas por Piero” (Albrecht Heefer 2007). Algunos historiadores han ido tan lejos que han afirmado que Pacioli ayudó a Piero a escribir su texto, de lo cual no hay ninguna prueba. Y que por eso no tuvo ningún reparo en utilizarlo en su Summa. Sin embargo, una justificación mejor para el hecho de haberlo volcado en su texto sin ninguna mención de su autoría, podría ser que Pacioli como antiguo discípulo de Piero, cuando éste compuso su texto a instancias del duque de Urbino, Pacioli podría haberlo considerado como una transcripción de lo que había oído en clase y consideró correcto utilizarlo, siguiendo una costumbre habitual en aquel tiempo. 15 El hecho de que citara muchas de sus fuentes, incluido Piero, para el contenido de la Summa, pero no a Piero específicamente para el volumen de geometría, apoya la suposición de que pudiera haberle ayudado a escribirlo. También puede significar que Pacioli conociera la fuente el manuscrito de Piero, y que esta fuente no fuera el mismo Piero (hay pocos pensadores originales entre los autores de libros de texto académicos), y que pensara que sólo debían citarse obras originales. Cualquiera que pueda ser la respuesta a esta incógnita, lo cierto es que Pacioli recibió unas enseñanzas de ábaco y que parece probable que, al menos, una parte de las mismas se la proporcionara Piero della Francesca. Idioma El idioma utilizado es el mismo en toda la Summa. Es el italiano usado en los mercados del norte de Italia. Esto es, la lengua hablada por los mercaderes y sus familias y por aquellos que les compraban. Es el italiano que los mercaderes y sus agentes en otros países, y en otras partes de Italia, tenían que utilizar en los mercados de Génova, Turín, Milán, Venecia, Padua, Ferrara, Perugia, Florencia, Pisa y el resto de la Italia del norte. Como tal, debía de ser el italiano mejor comprendido por los mercaderes extranjeros y sus factores. Esto puede explicar porque se encuentran ejemplares de la Summa en toda Europa y por qué el tratado contable de Pacioli se divulgó tanto por todo el continente. También explica por qué el método veneciano que presenta en los capítulos 1-35 es el que encontró general aceptación a través de Europa durante los 100 años siguientes o más a la publicación de la Summa. Perugia Pacioli pasó mucho tiempo en Perugia. Todas las partidas de los registros municipales relativas a sus nombramientos en Perugia desde 1477 a 1510 se refieren a su enseñanza del ábaco. Sin embargo, el ábaco es una enseñanza que creemos que se impartía en las escuelas de mercaderes, no en las universidades. Pero, se dice que Pacioli trabajó en la Universiad de Perugia, si no en los primeros de su actividad docente en la ciudad (1477-1480), si al menos en los años en que estuvo allí entre 1487 y 1510 (Grendler, 2004, p. 67). Esta misma afirmación hacen los estudiosos italianos que pertenecen actualmente a la citada universidad.10 Esto parece indicar que, de entre las 13 universidades italianas del último cuarto del siglo XV, la única en que se enseñaba el ábaco era la de Perugia. Perugia era la más comercial de todas las ciudades mercantiles de la época. Era regida por los gremios y para los gremios, y entre ellos el de los mercaderes era particularmente poderoso e influyente. Es posible que la Universidad de Perugia constituyera un caso especial entre las 13 universidades italianas del último cuarto del siglo XV y que en ella se enseñaran materias comerciales, junto a las materias enseñadas en otras universidades a nivel avanzado: leyes, medicina, artes. Sin estas tres enseñanzas a nivel superior, el título de “universidad” hubiera sido inapropiado, pues la institución no hubiera recibido la bula papal o la carta imperial dándole la capacidad de otorgar títulos de doctor y de magíster. Es posible también que la lengua vernácula fuera utilizada para enseñar ábaco en la universidad, mientras el latín se usaría en la enseñanza de las otras materias, tal como se hacía en todas las 13 universidades italianas de la época. Intuitivamente, 10 Véase, por ejemplo, Cavazzoni (1992). 16 parece que esto tiene sentido. Sin embargo, por lo que yo sé, nadie ha investigado específicamente las materias que se enseñaban en la Universidad de Perugia cuando Pacioli trabajaba en ella. En ausencia de esta información, la opinión más razonable sería la de que Pacioli solamente enseñó en Perugia a nivel de escuela de ábaco, pero no a nivel universitario. ¿Era Pacioli un graduado universitario? Para poder haber enseñado en una universidad, Pacioli debería haber tenido un título de magíster o de doctor, pero la evidencia directa que tenemos, aunque, ciertamente, enseñó a este nivel, es por lo menos ambigua. Las abreviaturas de magister y maestro pueden ser las mismas, es decir, “m” o “mr”. También pueden ser diferentes, o sea, “magr” o “mro”. Pero magíster también puede significar maestro, y maestro puede significar magíster. Consiguientemente, cuando se le aplica un título no es posible saber cuáles eran las cualificaciones de Pacioli. Incluso cuando el nombre se escribe completo, como cuando, por ejemplo, da Vinci se refiere a Pacioli como “maestro” en sus diarios, no se resuelve la ambigüedad porque las dos palabras pueden tener ambos significados. Sin embargo, la duda puede ser resuelta por los registros municipales de Perugia. Desde octubre de 1477 hasta marzo de 1479, inclusive, Pacioli es llamado “frater”, “fatris” o “fris”. No hay ninguna atribución de magister o maestro. Sin embargo, en enero de 1480 se encuentra una partida que se refiere especialmente a Pacioli por haber obtenido el título de Magister de Artes en Matemáticas, después de haber cumplido el período requerido enseñando aritmética y geometría. El texto de este registro municipal está escrito en latín y contiene gran número de abreviaturas. Esta partida es conocida por los estudiosos desde los tiempos de Boncompagni (1879), por lo menos. Sin embargo, no he visto ningún intento de traducirla, posiblemente a causa del excesivo número de abreviaturas. Las biografías de Pacioli han tendido a pasar de largo ante el tema de su titulación académica. Nadie ha indicado el año específico en que Pacioli obtuvo el grado de magíster o de doctor, ni tampoco se ha dicho si tenía uno u otro o si no los tenía. Los historiadores se han limitado a dar por sentado que lo tenía. Sin embargo, este hecho marca un hito en su carrera y explicaría por qué estuvo tanto tiempo en un lugar, Perugia, desde 1477 hasta 1480. Nunca lo hizo después. También podría explicar por qué muchos de sus sucesivos nombramientos, no todos, por supuesto, fueron hechos por universidades donde no había estado anteriormente. Estoy trabajando en la traducción de esta partida de los registros municipales de Perugia y publicaré mis hallazgos una vez la haya acabado, junto con una traducción al inglés de la biografía de Baldi. La interpretación que he ofrecido arriba es preliminar y aguarda confirmación. Al mismo tiempo es relevante: si es correcta, rellenará un vacío en el rompecabezas de la vida de Pacioli. El patrón de Pacioli en Venecia en la década de 1460: Ser Antonio de’ Rompiasi Nos han dicho que Rompiasi era un mercader. Sin embargo, “Ser” era un título honorífico usado por los notarios (véase While, p. 13). Esto podría explicar por qué Pacioli muestra tanto conocimiento de materias legales al escribir su tratado de contabilidad. 17 La Summa Summarum En el tratado de Pacioli se pede observar cómo el sistema contable basado en la partida doble estaba todavía en proceso de desarrollo y cómo algunas de sus partes no se habían descifrado todavía pasados por lo menos 200 años desde su aparición. Este es el caso de la Summa Summarum. Pacioli habla de la necesidad de una summa summarum y de un balance de comprobación. Sin embargo, solamente este último se necesita para localizar errores administrativos, mientras el primero es simplemente un instrumento de información: ¿es el total de todas las partidas deudoras igual al total de todas las partidas acreedoras?, algo que se muestra automáticamente comparando los totales de los dos lados del balance e comprobación. La summa summarm, empero, hace una cosa que el balance de comprobación no puede hacer: es mejor para revelar errores en las partidas originales, porque usa datos originales. Por su naturaleza, el balance de comprobación usa datos secundarios, es decir, datos derivados de algo. Ello puede hacer que el balance cuadre aunque las partidas sean incorrectas como consecuencia de la compensación de estos errores con errores producidos en el cálculo de los saldos de las cuentas individuales. En cambio la summa summarum no puede fallar compensando errores de esta naturaleza. La compensación de los errores que puedan producirse al sacar los saldos con errores al pasar las partidas originales de una operació es probablemente tan infrecuente que pocas veces se considera su posibilidad. No sería detectado por el balance de comprobación, pero sí por el summa summarum. Pero es difícil justificar el establecimiento del summa summarum simplemente con el fin de detectar errores al pasar las partidas compensados por errores al sacar los saldos. Debido a ello, como éste era prácticamente el único beneficio de preparar un summa summarum, cuando los contables constataron que el balance de comprobación hacía prácticamente lo mismo que un summa summarum y lo hacía de forma mucho más fácil, este último desapareció de la circulación. Estas cuestiones concretas del tratado de Pacioli han sido muy poco tratadas por la literatura y hace mucho tiempo que nadie ha escrito sobre ellas. Puede que haya llegado ya el momento de que alguien muestre el alcance de la contribución hecha por Pacioli, así como el mucho trabajo que quedaba por hacer para llegar al sistema contable que usamos hoy. Conclusión Este ha sido un terreno fértil para arar. Recuerdo que hace tres años, en la conferencia anual de Accounting, Business and Financial History, en Cardiff, le pregunté a Richard Macve si creía que merecía la pena continuar investigando sobre Pacioli. En ese tiempo había terminado los primeros borradores de los cuatro trabajos sobre Pacioli que ya tengo ahora publicados en revistas. La respuesta de Richard fue un típico “probablemente”. Ahora puedo decir que el esfuerzo ha merecido realmente la pena, y que pretendo seguir haciéndolo tanto tiempo como pueda. Muchas gracias a todos