DISCURSO DEL MÉTODO Abrimos la botella de champán francés

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DISCURSO DEL MÉTODO
Abrimos la botella de champán francés.
Abrimos las ostras.
Yo me abrí de piernas.
Tú abriste el ritmo de tu respiración.
Abrimos la espita del gas.
Cerramos aquella historia.
De Discurso del método, 2007.
1
ARS AMANDI
Nosotros, los de entonces,
no sabíamos besar.
Tuvimos esforzados maestros.
Y alumnos
aplicados, sacábamos la entrada
a la función de cine de las siete,
por la módica suma que mi madre
asignaba a la berza del cocido.
Eran ciegos los besos en la última fila
de nuestro territorio,
aquel al que llamaba Paraíso
con gran solemnidad la taquillera.
Te besaban con ansia
como quien lleva un lustro
de sed en la garganta
y había que bregar
para no perecer por causa de la asfixia.
Gran peligro de ahogo,
como mandan los cánones
de la pasión y de la clandestinidad.
Y hasta hubo quien consiguió cum laude
en artes amatorias. Pocos besos
más dulces que los besos robados
a la luz vacilante del cinemascop.
Mientras Bogart pensaba –el muy ingenuo–
que siempre les quedaría París,
nosotros,
los de entonces, hacía tiempo
que habíamos asaltado
la Bastilla.
De Discurso del método, 2007.
2
HOMO LUDENS
Mi psicoanalista se juega a la ruleta
la plusvalía de los infortunios
de gente como yo, peor incluso.
Apuesta a un solo número
la noche de los viernes.
Me siento en el diván.
Le narro mil historias,
Sabe que me persiguen los jinetes,
los jinetes de antaño, oscuros y encelados,
sus espuelas de herrumbre,
el tósigo en su aliento.
Me escucha distraído.
–¿Este tío no sabe que me cuesta una pasta? –
Algún día me hartaré.
Dejaré de contarle mis miserias
a este triste individuo
–si al fin y al cabo no es mejor que yo–.
Lleva un traje elegante, bien cortado.
Cuando le digo: ¿Es cierto que es usted ludópata?
me guiña un ojo.
Debajo de la mesa puedo verlo:
lleva medias de seda, zapatos de tacón
...y me sonríe.
De Discurso del método, 2007.
3
LOS ARMA EL DIABLO
(Capricho epanadiplósico)
Soneto cuando nace no es soneto.
Es un idea, un ritmo, un verso...y es
revés de metro y rimas al revés,
boceto descarnado de un boceto.
Reto a donosas musas y es el reto
cortés. ¿Por qué, oh pluma descortés,
en vez de aliento, ofrécesme el envés?
Completo es ya el cuarteto. ¡Al fin completo!
Trabajo peliagudo este trabajo
Has perdido. ¡Si no te queda un as!
Cabizbajo el terceto, cabizbajo.
Tras el verso descubres -¡marcha atrás!bajo las consonantes golpea bajo
Satanás con el rabo, Satanás.
De A pie de página, 2002.
4
HOSPES COMESQUE CORPORIS
Del salón en el ángulo oscuro...
con cuánta precisión, con qué destreza
-¡voto a Dios que me espanta esta grandeza!hiende Venus triunfal de amor el muro.
La huella digital talla el conjuro.
Andante... molto allegro –qué proezacontra el fragor erguido de cereza.
Cascada y vendaval, dulce cianuro.
Hospes comesque corporis: ¡oh dedo!
¡Ariete dispuesto al buen suceso
y a no cejar en mengua ni agonía!
Sirve otra ronda. Que te importe un bledo
vivir o fenecer en el exceso.
Labra orgulloso tu caligrafía.
Y porque nada, ¡oh dedo! te derrote,
otra oportunidad - algarabíate brinda a discreción el estrambote.
De A pie de página, 2002.
5
POÉTICA
Como el que echa sal y vinagre en las heridas.
Así he vivido yo.
Observando los años, esperando el momento, la
definición exacta de los sueños, el
permiso de la gramática.
La fuente ignora la causa de su don y su avaricia
es mostrarnos un agua sin sed y sin
fracaso. Su trato familiar con las ruinas
la reviste de cierta autoridad ante la
historia.
Así he vivido yo.
Ignorando la fuente, amarrando los mástiles,
abrazando las velas. En la ensenada
turbia, esperando vocablos, alimentando
frases, abriendo las arterias para el surco,
la semilla de un verso.
Insatisfecha siempre, pero no arrepentida.
Con la fe remendada en un solo propósito, en la
breve fisura del cálamo o el guiño
luminoso en la pantalla.
Celebrando a la bestia hocicuda que husmea en
lo caliente de mi carne.
De Otra vez Bartleby, 2003.
6
DEBER CUMPLIDO
I
Hiciste bien.
Bien cuando le diste la llave de tu casa.
Bien cuando le quitaste las escamas, la repugnante
roña de los advenedizos. Bien cuando
chupaste su pulpa comestible, el manjar
flatulento de su perímetro craneal.
Hiciste bien cuando la sacaste de paseo, cuando la
llevabas con orgullo del brazo por barrios
de torcida geometría. Cuando soñabas con
ella y la sabías entre tus sábanas.
Soportaste que levantara la carne de tus uñas por
el puro placer de su entretenimiento.
Sonreíste cuando escribía sobre tu espalda el
jeroglífico indescifrable de su capricho.
Te entregaste por la oscura promesa de
palabras y signos.
II
Pero lo hiciste aún mejor, ya lo recuerdas, el día
en que cerraste las ventanas para no oír
sus gritos de comadreja vieja, su lengua
viperina.
Lo hiciste bien cuando le mordiste la cara y la
expulsaste de tu casa, cuando no le
creíste sus llantos de aquelarre.
Lo hiciste bien cuando la echaste para siempre
de tu vida. Bien cuando volvió y no la
oíste.
Pero te fuiste mejorando.
Lo hiciste aún mejor cuando la degollaste y la
tiraste al río, una piedra colgando a su
cintura.
Ahora vives en paz, ya sin palabra.
De Otra vez Bartleby 2003
7
Y tú ¿qué haces aquí?
¿En quién te
buscas?
Una mujer –¿madura?– que regresa vacía de la
muerte.
Como se pule el mármol, con paciencia. Así es
preciso dar lustre a algunos días
Desarmarlos de tanto fingimiento.
¿Y el corazón? Aún late.
Deja que pida tregua, pero no le permitas ni un
suspiro.
Aséstale otro golpe. Que no le quepa duda que
camina certero hacia la muerte.
De Últimas noticias de Louise Benton, 2008.
8
XV
Con la orfandad del perro
aguardando en la puerta de servicio,
que agacha la cerviz al puntapié,
paladea las sobras y agradece
con gestos excesivos,
como pájaro enjaulado celebrando el alpiste,
como gallo capón picoteando mierda
y engordando para el sacrificio.
Como el gato anciano y medio ciego
suplicando un lugar en la lumbre...
Somos al fin y al cabo animales domésticos,
marionetas insomnes
en el contenedor de la basura,
residuos orgánicos de difícil
clasificación.
De Síntomas de la devastación, 2007.
9
XXXII
Ayer soñé de nuevo con fantasmas,
tan clara la visión
que podía leer sus intenciones
al trasluz de su hálito. Eran pobres
fantasmas desnutridos, apenas sombras,
pero aún sangraban.
Un resto de piedad, un gesto débil
me conminó a escucharlos. Y no supe
negar favor tan breve.
Toda la madrugada
estuve dando vueltas,
tratando de hilvanar aquella historia.
No volverá a ocurrir,
vengo dispuesta
a expulsarlos con saña de mis sueños
a no ser más el paño de sus lágrimas.
Que busquen otra tonta
que cosa sus rasguños o que aprendan
a ir solos por la vida.
De Síntomas de la devastación, 2007.
10
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