Inconstitucionalidad de la ley 13.829 de la Provincia de Buenos Aires1 Recientemente, la legislatura bonaerense sancionó la ley de referencia, por la cual modifica la ley 11.683 de procedimiento laboral y crea, en el art. 53 bis, una vía ejecutiva para reclamar el pago de: salarios, asignaciones familiares y rubros no remunerativos, provenientes de una relación laboral, hasta un máximo de tres meses vencidos. El sistema creado es el siguiente: a) El trabajador debe enviar una intimación fehaciente al empleador, consignando los datos de la relación laboral y el detalle de lo reclamado. b) El empleador deberá expedirse sobre la veracidad de los datos consignados y del reclamo. Se aclara que la negativa del vínculo laboral enerva el proceso ejecutivo, no obstante lo cual es preciso recordar que si esa negativa es infundada, podría ser considerada injuria grave y generar un despido indirecto del trabajador. c) Ante la falta de respuesta, el trabajador puede iniciar la demanda judicial. d) Dentro de los cinco días, el tribunal (que, como se sabe, es colegiado y de instancia única) dispondrá libramiento de oficio al correo para que, en cinco días hábiles, se expida sobre la autenticidad de los telegramas enviados por el trabajador. e) En el mismo auto se fijará primera audiencia para que comparezca el ejecutante a ratificar su acción bajo juramento y al menos dos testigos que den fe de la acreencia. f) Por lo tanto: las intimaciones, el juramento, la declaración de los dos testigos y la respuesta del correo constituyen "Título Ejecutivo" (sic). g) En consecuencia, el Tribunal en auto fundado, dispondrá librar mandamiento de intimación de pago y embargo que tramitará en adelante siguiendo el procedimiento indicado en el artículo. El sistema resulta, a nuestro entender, inconstitucional, por cuanto se basa en la desigualdad de las partes en el proceso, por las siguientes razones. En primer lugar, es sabido que los títulos ejecutivos que habilitan esa vía son: pagarés, cheques, certificados de saldo deudor en cuenta corriente, certificados emitidos por administradores de consorcios de propiedad horizontal, certificados de deudas fiscales o contratos de alquiler (luego de la preparación de la vía ejecutiva). Por lo tanto, es notoria la diferencia que existe entre esos títulos y una mera manifestación de una de las partes en una relación laboral en el sentido de que se le debe algo. En todos los títulos mencionados, existe una manifestación explícita de voluntad del deudor (o por lo menos de un funcionario público –en los apremios- o de un tercero imparcial –los administradores de consorcio- o de una 1 Publicado en La Ley del 22 de agosto de 2008. entidad regulada –bancos-). Además, esa voluntad está plasmada por escrito en un documento que se trae a ejecución y que está sometido a la regla de la literalidad de los títulos ejecutivos, mientras que en el caso bajo estudio, tal expresión no existe y solo hay una manifestación del acreedor en el sentido de que se le adeuda algo. La idea subyacente a la norma es, pues, una desconfianza hacia los empleadores y una excesiva confianza en la manifestación de los trabajadores, y es con base en esa desconfianza que se diseñó todo el proceso. La igualdad ante al ley del art. 17 CN y la igualdad de las partes en el proceso, quedan pues, lesionadas. En segundo lugar, no se entiende cuál es el rol de los testigos, ya que deberán testimoniar sobre un hecho negativo como es la falta de pago. Tampoco se exige que el actor adjunte un recibo de haberes anterior, de modo de fortalecer, con este indicio, la convicción del juzgador. Ello también inclina la balanza en beneficio de una de las partes, ya que la otra no puede ejercer ningún tipo de contralor sobre esas declaraciones. Por último, la nueva ley genera inseguridad jurídica en el sentido de que fomenta la promoción de demandas laborales. La Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene dicho reiteradamente que “las exigencias de la seguridad jurídica… son de orden público y poseen jerarquía constitucional”2. Nada hay de malo en que se facilite el reclamo de los créditos laborales, pero esa facilitación debe ser reglamentada con la debida razonabilidad y prudencia, de modo tal que no perjudique a la otra parte en la relación (en este caso el empleador) y que no genere una catarata de juicios. Repárese en que, en caso que el trabajador hiciere un uso abusivo de esta facultad, el empleador, al momento de formular su descargo en sede judicial, ya tendrá: un embargo trabado sobre una parte de su patrimonio, un desembolso de dinero en gastos para su defensa (honorarios de abogados, gastos causídicos, etc.), un hecho deshonroso ante el resto del personal o de clientes o de proveedores (la diligencia judicial de embargo de sus bienes), y recién después de todo ello podrá ser oído por un tribunal de justicia para acreditar que los haberes reclamados ya estaban pagos y así obtener una sentencia que haga justicia y ordene le levantamiento del embargo. A todo ello debe sumarse el hecho de que la resolución emanada del tribunal no puede ser apelada, sino que solo puede ser recurrida por recursos extraordinarios, previo depósito del 10% del monto en cuestión y siempre que el importe reclamado supere el límite mínimo requerido para la admisibilidad de estos remedios. 2 Fallos 243:465. Además, la norma introduce en el art. 53 ter, una multa por falta de pago de algunos de los rubros mencionados más arriba. Esa sanción puede elevarse hasta el 30% de lo adeudado. Esta norma también merece reproches constitucionales en razón de invadir la órbita del legislador nacional, que es la autoridad competente para dictar el derecho de fondo, por mandato del art. 75 inciso 12 de la Constitución Nacional, mientras que las provincias solo tienen competencia para sancionar normas procesales. Es fácil advertir que no se trata ésta de una norma procesal sino de una norma sustantiva, que crea una sanción, tal como lo hacen las leyes nacionales nº 24.013 (por deficiencias en la registración), 25.323 (por falta de pago de indemnizaciones) y 25.345 (por falta de entrega de certificados de trabajo y de aportes). En definitiva, si bien nadie puede discrepar con el objetivo perseguido por la norma bajo estudio, es decir, la facilitación del cobro de créditos laborales, consideramos que las buenas intenciones deben plasmarse en normas que contemplen los principios básicos del sistema constitucional. En atención a los problemas de constitucionalidad que esta norma presente, deberá ser aplicada con la mayor mesura y cuidado por parte de los jueces.