sustitución de un pinar de pino carrasco quemado aprovechando el

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Cuad. Soc. Esp. Cienc. For. 21: 55-60 (2007)
«Actas de la Reunión Selvicultura y la Gestión de Ordenación de Masas de Monte Bajo»
SUSTITUCIÓN DE UN PINAR DE PINO CARRASCO
QUEMADO APROVECHANDO EL MONTE BAJO DE
FRONDOSAS
Jesús Garitacelaya Saldise
Amaya 28, 3. 31004-PAMPLONA (España). Correo electrónico: jgaritacelaya@basartea.com
Resumen
Se analiza un caso de gestión iniciada sobre una masa artificial de Pinus halepensis situada en
un monte privado y que ha sufrido recientemente un incendio. El pinar contaba con un naciente sotobosque de frondosas, entre las que predominaban Fraxinus angustifolia y Ulmus sp., favorecidas por
el microclima creado por los pinos. Tras el incendio se ha evitado la corta de los pinos, sin valor
comercial reseñable, con el fin de mantener las condiciones de microclima y suelo lo más favorables
posible para el rebrote de estas frondosas, reduciendo al mismo tiempo la previsible invasión masiva de plantas de pino. Igualmente se ha procedido al recepe sistemático de las frondosas, con el fin
de aprovechar el potencial de crecimiento inicial del monte bajo, especialmente tras el incendio, creando condiciones más competitivas ante la futura competencia de los futuros pinos. Desde el punto
de vista del paradigma predominante supone un aparente retroceso en la técnica (pasar de monte alto
de pino a monte bajo de frondosas), pero resulta de un indudable interés económico, por la reducción de costes de recuperación y seguimiento del nuevo bosque, así como por su carácter más
refractario ante los incendios forestales.
Palabras clave: Pinus halepensis, Fraxinus angustifolia, Regeneración natural, Incendios forestales, Gestión próxima
a la naturaleza, Prosilva
SITUACION E HISTORIA DEL PINAR EN
TRANSFORMACION
El Señorío de Sarría es una finca privada
situada en el término municipal de Puente la
Reina a una veintena de kilómetros al suroeste
de Pamplona. Su configuración actual es el
resultado de las profundas transformaciones del
paisaje realizadas en los años cincuenta por su
propietario Félix Huarte, que buscaba lograr
una explotación agroganadera y forestal integrada y rentable, al tiempo que se creaba un
entorno agradable y bello. En este contexto de
colinas y media montaña se repobló la parte del
territorio que no podía tener un uso agrario
ISSN: 1575-2410
© 2007 Sociedad Española de Ciencias Forestales
mecanizable. Las masas forestales (actualmente
unas 700 hectáreas) están entrelazadas entre sí y
con los campos agrícolas. Se utilizaron principalmente dos especies, Pinus nigra y Pinus
halepensis, esta última presente de forma natural en el territorio.
Pero la evolución de los tiempos en el
medio rural ha trastocado algunas de las ideas
originales, especialmente porque la rentabilidad
de las masas forestales creadas no se corresponde con las expectativas de hace medio siglo. Por
el contrario el riesgo de incendios se ha incrementado fuertemente. Este riesgo es
especialmente alto en los pinares de pino
carrasco: en los últimos quince años han ardido
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«Sustitución de un pinar de pino carrasco quemado aprovechando el monte bajo de frondosas»
127 de las 260 hectáreas cubiertas por esta
especie, es decir, aproximadamente la mitad.
Además de encontrarse en estaciones más áridas un riesgo añadido se genera porque se
encuentran cerca de la zona más habitada y de
los cultivos de la vecina población de Puente la
Reina, además de estar atravesadas por carreteras muy transitadas y por líneas eléctricas.
El monte del Señorío de Sarría cuenta desde
2000 con un Plan de Gestión (GARITACELAYA,
2000) que analiza este problema y se plantea la
sustitución, donde sea posible, de las actuales
masas puras de coníferas por masas con mayor
presencia de frondosas. Esta transformación se
hará paulatinamente, procurando mantener una
cubierta permanente siempre que sea posible,
aprovechando la regeneración natural, completándola
con
pequeñas
repoblaciones
complementarias, es decir con criterios de gestión próxima a la naturaleza (PROSILVA, 1996).
El pinar en transformación fue plantado
hacia 1958-1960 en buena parte sobre antiguos
campos de cultivo abandonados y sobre laderas
desarboladas desde tiempo inmemorial. El plan
de gestión distingue dos estaciones bastante bien
diferenciadas, una de ellas de mejor calidad, con
suelos más profundos en la parte inferior de la
ladera, generalmente en las zonas utilizadas
anteriormente por la agricultura, y otra sobre
suelos menos fértiles y mas áridos, en las partes
altas de las laderas, que con el sistema de explotación anterior habían sufrido grandes pérdidas
de suelo. Tras una clara por lo bajo bastante
fuerte realizada hacia 1990 un sotobosque rico y
variado se ha instalado bajo los pinos. En la
estación más fértil aparecen olmos, fresnos,
encinas y algunos serbales.
El 17 de junio de 2004, en un periodo de
intensa sequía, se desencadena un incendio que
recorre aproximadamente unas 9 hectáreas.
Solamente arden algunas copas de pino, expandiéndose el fuego por el sotobosque. En muchas
partes las frondosas más altas (de 2 a 4 metros)
no arden, reduciendo el riesgo del paso de las
llamas a las copas de las coníferas. Pero quedan
chamuscadas por el golpe de calor, así como la
mayor parte de las acículas de los pinos. Un
punto de referencia para situar el pinar quemado
lo constituyen las coordenadas 42º 41' 20'' N y 1º
49' 15'' O.
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OPCIONES DE GESTION
Evidentemente un Plan de Gestión no puede
contemplar dónde y cómo ocurrirán los incendios,
por lo que no había nada previsto para este caso
concreto. Pero se contaba con una buena experiencia de lo ocurrido en incendios anteriores.
En 1991 hubo un gran incendio que afectó a
más de cien hectáreas de pino carrasco.
Siguiendo los procedimientos habituales en
estos casos se procedió con rapidez a la corta y
saca del arbolado (unos 80 a 100 metros cúbicos
por hectárea) y a la repoblación en el plazo más
breve posible. Pero una vez iniciados los trabajos de ahoyado hubo que detenerlos porque no
era fácil encontrar un trozo de suelo en donde
meter la azada que estuviera libre de plántulas
de pino y rebrotes de encina. Tras pasar unos
pocos años se puede estimar que el número de
plantas de pino por hectárea puede ascender a
más de 10.000, llegando en algunos lugares a
más de 100.000. En las zonas más fértiles los
pinos han alcanzado los 3 metros de altura y han
empezado a diferenciarse, pero muy lentamente.
Inicialmente se recibió con alegría este "regalo" de la naturaleza. Pero pronto se comprendió
que era un regalo envenenado. El aspecto actual
de estos jóvenes pinares es el de una masa compacta, impenetrable, en donde el riesgo de
extenderse un incendio sin control es muy alto. En
una pequeña parcela se ha procedido a realizar una
clara y selección de árboles reduciendo la densidad a unos mil pies por hectárea. Pero los costes
de esta operación son tan elevados que resulta
imposible extenderla a la mayor parte del pinar.
Por este motivo tras el incendio de junio de
2004 se estudió la posibilidad de cambiar de
estrategia, siguiendo los criterios de gestión próxima a la naturaleza.
En primer lugar se evaluó el posible valor de
la madera quemada y los costes de repoblación
y mantenimiento de la zona quemada. Aun reduciendo los trabajos a la parte más dañada y
conservando los pinos aislados y bosquetes que
fueron capaces de sobrevivir, el balance era muy
desfavorable. El valor de la madera era una
pequeña parte de los gastos que conllevaría la
repoblación y su mantenimiento inicial. En realidad los ingresos por hectárea apenas podían
cubrir los gastos de la limpieza de los restos.
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«Actas de la Reunión Selvicultura y la Gestión de Ordenación de Masas de Monte Bajo»
Como en casos como este es posible lograr
una buena regeneración natural o al menos un
buen nivel de subvenciones, el verdadero problema que se le planteaba al propietario vendría
unos años más tarde, tal como ocurría ya en la
parte quemada en 1991. Por esta razón se decidió estudiar la aplicación de un sistema
diferente, en sintonía con los criterios esbozados
en el Plan de Gestión.
GESTION REALIZADA
En primer lugar se realizó un seguimiento
semanal de la reacción del bosque quemado,
antes de tomar ninguna decisión precipitada. Esto
era especialmente importante por la época tan
temprana en la que había pasado el fuego. Se
temía en particular que las frondosas del sotobosque, que acababan de echar las hojas no tuvieran
reservas suficientes para un buen rebrote.
Igualmente no se podía prever fácilmente la reacción de los pinos que habían sufrido el golpe de
calor pero no las llamas. Además el periodo de
sequía estaba siendo inusual (Figura 1) y podía
convertirse en un factor limitante de importancia.
Se estudió en particular el estado del sotobosque. Este era rico y variado en la mejor
estación, con una presencia destacada de fresnos
(Fraxinus angustifolia). Aunque se trata de una
zona de ladera, la proximidad del río que proporcionaba una suministro constante y abundante de
semillas, y las condiciones microclimáticas del
pinar habían favorecido se extensión. En los
mejores casos, en pequeños huecos del pinar se
encontraban algunos ejemplares que alcanzaban
los 5 metros de altura. Aunque murieron en
pocas semanas, nos daban una indicación del
potencial que podían tener, si se conservaba el
ambiente forestal en que habían crecido.
Pero ¿cómo hacerlo si los pinos estaban
muertos o moribundos? Algunas mediciones
puntuales nos confirmaron lo que nuestros sentidos nos indicaban. En ese verano la
temperatura en el interior de la zona quemada
era entre 4 y 8 grados inferior a la de las zonas
abiertas inmediatas. Aunque el sistema biológico estaba temporalmente roto los troncos y
ramas seguían ofreciendo una clara protección
con su sombra.
Por otra parte se hizo un seguimiento al
potencial de rebrote. A los diez días la mayoría
de los fresnos habían rebrotado justo por debajo
del cuello de la raíz. A los veinte, con algo de
retraso, lo habían hecho la mayoría de los olmos
y otras frondosas. La reacción de las encinas se
notaría con más retraso y menos vigor. El estado
de los brotes era vigoroso, con crecimientos de
más de 5 cm a la semana. La observación nos
indicaba además que muchos de estos brotes
Precipitaciones en la estación de Puente la Reina
70
60
50
40
30
20
media anual de precipitaciones
diciembre
noviembre
octubre
septiembre
agosto
julio
junio
mayo
marzo
febrero
enero
0
abril
10
precipitaciones 2004
incendio 17 de junio 2004
Figura 1. Precipitaciones medias y en el momento del incendio y semanas siguientes
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«Sustitución de un pinar de pino carrasco quemado aprovechando el monte bajo de frondosas»
provenían a su vez de otros brotes y no de plantas de semilla: las cortas de 1991-2 habían
destruido prácticamente todo el sotobosque que
se había ido acumulando en los 30 años anteriores, pero que había rebrotado aprovechando la
reducción de la cubierta.
Aunque la idea de sustituir un monte alto de
coníferas por un monte bajo de frondosas pudiera parecer un retroceso según el paradigma de la
selvicultura del siglo XX, en realidad se manifestaba como una fase muy interesante para lograr
el objetivo del Plan de Gestión de conseguir
masas mixtas y heterogéneas. Lo que parecía ser
en principio una catástrofe y un fracaso selvícola se convertía en una oportunidad y un reto.
El otro objetivo de interés era reducir como
fuera la regeneración de pino carrasco. No se
deseaba repetir el efecto de la regeneración
masiva que se estaba sufriendo en otras partes
de la finca. Se sabe que con la capacidad de
regeneración de esta especie tras un incendio
este riesgo era muy elevado. Por este motivo se
decidió evitar la remoción del suelo que pudiera
favorecer la instalación de las semillas de pino.
Aunque una corta cuidadosa hubiera hecho posible evitar muchos daños, el escaso valor de la
madera no lo hacía factible.
Así que por varios motivos (conservación
del micloclima, restricción del movimiento del
suelo que favorecería la erosión y la instalación
masiva del pino, conservación de los rebrotes
tiernos y frágiles de las frondosas...) se decidió
conservar toda la cubierta de pinos quemados.
Solamente en una pequeña franja de fuerte
impacto visual, en la que era fácil extraer los
pinos quemados, se procedió de otra manera:
corta y saca del árbol entero, con posterior plantación de frondosas.
El objetivo de conservar la madera quemada
iba a favorecer además el mantenimiento de la
biodiversidad. Su reducción natural paulatina,
con caída progresiva de ramillas, ramas, copas y
troncos... iba a permitir incrementar lentamente
la luz disponible. Entretanto no solamente se
mantenía unas condiciones más favorables para
las frondosas, sino que estas podían "animarse"
a crecer en altura.
Para poder tener una evaluación más completa del rebrote con el que se contaba y evitar
deformaciones de los rebrotes, se procedió a
cortar los tallos quemados. Esta labor se realizó
antes de transcurrir un mes desde el fuego. El
conteo consiguiente mostró una media de unos
400 rebrotes por hectárea, dos tercios de los cuales corresponden a fresnos.
EVOLUCION POSTERIOR
Transcurridas cuatro meses del incendio, y
ya finalizando el periodo vegetativo, se procedió
a la medición de una muestra de los fresnos
(Gráfico 1).
Se midió la altura del brote más alto de cada
cepa, resultando que casi una de cada cinco tení-
Distribución de alturas de los rebrotes de fresno
(incendio 17/06/2004, medición 12/10/2004)
40%
37%
35%
29,50%
30%
25%
20%
15,50%
12%
15%
10%
4%
5%
2%
0%
26-50
51-75
76-100
101-125
126-150
> 150 cm
Altura (cm)
Gráfico 1. Altura de los fresnos 4 meses después del incendio, en porcentaje sobre el total de pies medidos
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«Actas de la Reunión Selvicultura y la Gestión de Ordenación de Masas de Monte Bajo»
an más de un metro de altura y los dos tercios
superaban el medio metro (Foto 1).
Entretanto la vegetación arbustiva había
aparecido pero sin alcanzar estas dimensiones.
No solamente se había logrado un regenerado de
especies interesantes, sino que no sería necesario realizar limpiezas en años sucesivos.
En 2006 se procedió a la selección de los
brotes, dejando únicamente el más vigoroso.
Aunque la vegetación competidora se ha desarrollado con fuerza los fresnos mantienen sus
copas por encima.
Algunos pinos han empezado a caer, pero
los troncos muertos todavía constituyen una protección relevante. Después de tres estaciones
vegetativas la cubierta sigue marcando las condiciones microclimáticas (Foto 2).
Por otra parte la regeneración de pino ha
comenzado a hacerse presente, pero de manera
puntual. Al no haberse removido el suelo y haber
tenido las frondosas la oportunidad de rebrotar
los pinos tienen más dificultades y peores condiciones de desarrollo. El número de plantas que
logran superar estos obstáculos es pequeña y su
presencia en el futuro bosque será más reducido,
mayor en la estación más pobre y como acompañante secundario en la más fértil. Todo ello
confirma lo adecuado de las medidas adoptadas.
El impacto paisajístico ha sido asumido fácilmente por ahora, con algunas medidas de
actuación en las zonas más visibles y, sobretodo,
por la comprensión de los propietarios del carácter de esta experiencia. Como se ha iniciado ya la
caída natural de los pinos secos, se hace preciso
tomar algunas medidas de seguridad, por lo que
se reducirá durante un periodo de varios años al
mínimo las intervenciones en el interior y se apearan los pies que puedan provocar daños.
Por último, se temía la posible aparición de
un foco de plagas al quedar tantos árboles muertos sin extraer. Se consideró en su momento que
este era un riesgo aceptable, porque en las inmediaciones solamente se encontraban pinares de
carrasco de escaso valor y de la misma propiedad.
Se ha observado la muerte de árboles que no
habían sido afectados directamente por el incendio, posiblemente por ataques de insectos. El
número de pies afectado es de una treintena, es
decir que los daños del incendio se han incrementado por las posteriores plagas en
aproximadamente un 1%, un efecto totalmente
asumible y de escasa relevancia. Se puede destacar que la mayor parte de estos árboles se
encuentran además en las inmediaciones de la
zona que fue cortada y extraída, mientras que en
la zona de contacto entre la masa quemada y no
extraída con el pinar vivo no se han notado
daños de importancia.
Foto 1. Al final de la estación vegetativa los mejores fresnos han superado los 150 cm de altura
Foto 2. Veintiséis meses después del incendio las copas
siguen ofreciendo buena protección al rebrote de fresnos
y reducen la regeneración explosiva de los pinos
CONCLUSIONES
Es pronto, evidentemente, para hacer un
balance de estas actuaciones. Los resultados
actuales son prometedores y el coste de ejecución ha sido mínimo.
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«Sustitución de un pinar de pino carrasco quemado aprovechando el monte bajo de frondosas»
La aplicación de criterios de gestión próxima a la naturaleza, especialmente en cuanto a la
conservación de la cobertura, incluso muerta, o
el aprovechamiento de las dinámicas naturales
para los objetivos propios, se ha manifestado
como posible y práctica. Las principales dificultades se encuentran en la aceptación de formas
de gestión inhabituales o que dejan un aspecto
de "naturaleza" descuidada.
60
BIBLIOGRAFÍA
GARITACELAYA, J.; 2000. Plan de Gestión del
Monte del Señorío de Sarría. BASARTEA.
Pamplona
PROSILVA; 1996. Los principios de Prosilva.
(Documento electrónico disponible en:
http://www.prosilva.org.es/downloads/losprincipiosdeprosilva.pdf)
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