Etica ciudadana trasnacional1 La migración internacional de las décadas recientes ha movido vertiginosamente a las personas a través de los límites territoriales de los Estados nacionales para mantenerlas asentadas temporal o permanentemente en sociedades distintas a la propia, sin que se extinga del todo la relación con la sociedad originaria, compensándose con prácticas sociales que se desarrollan en dos o más países “simultáneamente”, que incluso generacionalmente mantienen vivo el interés en ambas sociedades de manera tal que dan lugar a formas sociales y expresiones culturales que se desarrollan en lo que se ha denominado “espacio social trasnacional” (Reyes Romo, 2007: 2), término que denota procesos amplios y arenas de práctica que incluyen a comunidades trasnacionales y a otros actores sociales, organizaciones e instituciones (el estado nacional, autoridades políticas, partidos políticos, y organizaciones no gubernamentales) (Goldring, 2002: 58). El trasnacionalismo supone un ejercicio ciudadano anclado en lealtades múltiples y expresa demandas de participación de personas que pertenecen a minorías, que conforman comunidades que no se limitan a un solo territorio y que están políticamente ajenas al ámbito restringido que conforma el estado-nación tradicional, constituyendo lo que ha comenzado a concebirse como democracia supranacional o democracia cosmopolita. Las elecciones celebradas más allá de los límites territoriales no presentan condiciones de igualdad en el procedimiento, generando “un diferencial democrático” verificable entre dos demos políticamente y territorialmente diferenciados, unidos bajo la noción de demos trasnacional. La condición de dispersión del poder en este demos ampliado y la desigualdad entre lo factible y el ideal son características propias del planteamiento teórico de la poliarquía. La tendencia a la disminución de ese diferencial marca la “cualificación de la democracia” (Reyes Romo, 2007: 17). Se trata de nuevas formas de expresión y de demandas de participación que discursiva y organizacionalmente van más allá de las demarcaciones implícitas en la idea tradicional de nacionalidad. Y los sujetos que protagonizan estos nuevos “espacios” son los migrantes, 1 Norberto Emmerich, Doctor en Ciencia Política y Licenciado en Relaciones Internacionales, norberto.emmerich@gmail.com, Investigador visitante de CONACYT, Posgrado en Estudios Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Distrito Federal, México. 1 consecuentemente definidos como “una cantidad significativa de personas que orientan sus vidas de manera sistemática alrededor de más de un estado nación” (Basch, 1994). La migración más allá de las fronteras nacionales crea una disyunción conceptual entre territorio y ciudadanía y con ello a su vez, dos circunstancias de particular complejidad: los ciudadanos que viven en el extranjero y los inmigrantes extranjeros que viven en el país. Amplios sectores poblacionales no son incorporados al proceso de la participación ciudadana y representación política en sus gobiernos, por el hecho de encontrarse fuera de su ámbito territorial. En su papel histórico, las diásporas han dado origen a un proceso de extraordinaria complejidad, que experimentan hoy en día multitud de personas en el mundo, configurando desde varias dimensiones lo que genéricamente se ha denominado trasnacionalismo. Así dada la magnitud y complejidad del caso, México ocupa un lugar excepcional en el mundo en materia migratoria. A comienzos de los 90s el gobierno mexicano comenzó a poner atención a la diáspora de su país mediante varios programas de asistencia a los migrantes y las “comunidades mexicanas” en Estados Unidos. La capacidad de los migrantes mexicanos de convertirse en actores políticos y adaptar sus redes sociales tradicionales y sus formas étnicas a un nuevo contexto social y político estaba en la base de la creciente importancia de las organizaciones migrantes. Los lazos con la “patria chica”, lejos de atenuarse o desaparecer con la distancia, se fortalecieron y se convirtieron en redes de paisanaje que condujeron a que estas asociaciones fueran un modo privilegiado de pertenencia “traslocal”. En este contexto, el trabajo conjunto en los Estados Unidos como grupo organizado le permitió a los migrantes promover y consolidar un sentido de identidad cultural compartida. El Estado mexicano se embarcó entonces en un proyecto para redefinir y reincorporar a los mexicanos que vivían en el extranjero como miembros de la nación. Este proyecto político y económico incluía un rango de programas y políticas, incluso una enmienda constitucional de 1998 legislando que los mexicanos que vivían en el exterior no perderían su nacionalidad (Goldring, 2002: 56). Este trasnacionalismo liderado por el Estado surgió en contrapartida a un trasnacionalismo liderado por los migrantes, referido a las prácticas e instituciones iniciadas por los migrantes que fomentan los espacios sociales trasnacionales (miembros familiares viviendo en ambos lados de la frontera, envío/dependencia de remesas, 2 mantenimiento de redes sociales a través de la frontera, proyectos colectivos comunitarios, organizaciones del pueblo originario, etc. (Goldring, 2002: 57). Quizás el argumento más fuerte para el estudio de este tema es el incremento de la politización de los espacios sociales trasnacionales, el aumento de las relaciones estadotransmigrantes y la participación de un amplio conjunto de actores en esos espacios. Ejemplos notables de estos procesos incluyen el tour de campaña estadounidense de Cuauhtémoc Cárdenas antes de la elección presidencial de 1988, las visitas desde mediados de los 80s de los gobernadores de algunos Estados mexicanos como Oaxaca, Zacatecas, Puebla y Guanajuato, visitas similares de algunos presidentes municipales de algunos Estados que fueron financiados por el gobierno federal desde mediados de los 90s, la gira de campaña a gobernador del candidato Ricardo Monreal de Zacatecas en 1998, los esfuerzos de varios grupos, incluyendo una coalición binacional, invocando el derecho de los mexicanos en el exterior a votar al presidente de México y la campaña en Estados Unidos de los principales candidatos de la oposición en la campaña electoral del año 2000 (Goldring, 2002: 57). La democracia y el ejercicio de la ciudadanía son construcciones sociales que responden a las necesidades de legitimación del Estado, sujetas a la legislación vigente al interior de un territorio determinado. Sin embargo Estado y territorio son dos conceptos que mantienen entre sí relaciones subordinadas a la formación históricamente condicionada del Estadonacional. Contemporáneamente mientras el Estado se refiere a la representación política de una comunidad humana, el territorio geográficamente determinado parece ya no ser el referente exclusivo de las relaciones sociales que hasta ahora le eran inmanentes. El trasnacionalismo forma parte de las relaciones de los ciudadanos que residen fuera del territorio nacional ya que sus prácticas han dado lugar a nuevas membresías y lealtades sin romper con el país de origen y reclamando derechos en ambas. Así las prácticas políticas trasnacionales han dado lugar a una disyunción conceptual entre territorio y ciudadanía, lo que implica un profundo cuestionamiento a las concepciones tradicionales condicionadas a la pertenencia exclusiva a una única comunidad política manifestando la necesidad de trascender los modelos teóricos que se han mantenido dentro del nacionalismo territorializado. Aunque el Estado nacional continúa y continuará siendo el referente más importante de la unidad de organización política desde la teoría política desarrollada en torno a la democracia liberal y representativa surge la necesidad de 3 replantear los derechos de ciudadanía en un ámbito que ha dejado de ser exclusivamente nacional y comienza a ser postnacional (Reyes Romo, 2007: 3). Bauböck afirma que “la condición de trasnacionalismo inmigrante significa no solo hacer concesiones a un grupo particular sino cuestionar los propios cimientos de las concepciones de ciudadanía tradicionales, como una pertenencia exclusiva a una única comunidad política” (Bauböck, 1994: 195). Sin embargo el otorgamiento de los derechos políticos a los migrantes mexicanos es decir, la formación de un demos trasnacional, ha sido una cuestión históricamente postergada. A lo largo de varias décadas los migrantes han experimentado una evolución de la identidad social y política que configura la existencia de un nuevo sujeto colectivo trasnacional, en virtud de que al propio tiempo que se adaptan a las nuevas circunstancias sociales del país de acogida, mantienen vínculos y compromisos hacia el país de origen, conformando un campo social trasnacional (Reyes Romo, 2007: 8). El marcado declive en la participación cívica en todas aquellas organizaciones con membresías de base en Estados Unidos –desde los sindicatos hasta los clubes sociales y las organizaciones políticas-, contrasta con el nivel de participación de los migrantes mexicanos en asociaciones de paisanos. Rivera-Salgado, Bada y Escala-Rabadán afirman que el grado de participación cívica de los mexicanos en Estados Unidos está relacionado también con el envío de remesas entre los miembros de la primera y segunda generación de migrantes latinos, núcleo de la acción social binacional (Rivera-Salgado, 2005: 11). Estos grupos participan con mayor frecuencia en asuntos domésticos de Estados Unidos. Cada vez es más común observar la creciente participación de los líderes de estas asociaciones en distintas organizaciones como sindicatos, asociaciones vecinales, iniciativas para recaudación de fondos y las asociaciones de padres y maestros en Chicago. Importantes sectores de migrantes viven en el extranjero como si vivieran en el país de origen y de manera concomitante viven en la comunidad de origen como si estuvieran en el extranjero. Se desarrolla un proceso de identidad binacional que se realiza en dos espacios nacionales de forma simultánea y permite asumir compromisos, prácticas y relaciones que se construyen binacionalmente en beneficio del país de origen (Reyes Romo, 2007: 9). En tanto que se es “miembro de” se asume la membresía como algo esencialmente práctico, que conlleva una compleja construcción identitaria. Cuando la 4 identidad y la pertenencia se desarrollan respecto al estado-nación, tendiendo a transformarse en membresía práctica, se transita desde ese sentimiento perceptivo hacia la acción social. La membresía es entendida como “ciudadanía sustantiva” o “ciudadanía práctica”, lo cual implica la construcción extraterritorial de la pertenencia al estado-nación de origen (Reyes Romo, 2007: 9). A esta nueva geografía le corresponde la demanda por el ejercicio de derechos ciudadanos y participación democrática desde el exterior, dando lugar a lo que Yosemín Soysal ha denominado “ciudadanía postnacional”, que no es solamente el resultante de un conjunto de derechos legales y privilegios o un estatus otorgado a una persona, como se ha asumido en las definiciones de ciudadanía apegadas al pensamiento de T. S. Marshall. Más bien significa un conjunto de prácticas a través de las cuales individuos y grupos activan su sentido de pertenencia y su membresía a través de los Estados nacionales, ámbito en el cual las personas y los grupos interactúan dentro de esferas públicas que abarcan más de un país. En esta perspectiva el Estado mexicano ha promovido y ha reconocido la existencia de la nacionalidad y de la ciudadanía fuera de su territorio. Como bien cita Adrián Félix a un migrante mexicano: “si estoy en Estados Unidos, son ciudadano americano. Si estoy en México, soy mexicano. Puedo ser ambas cosas, no son mutuamente excluyentes. No hay nada ilegal en ello” (Félix, 2008: 622). Bibliografía Basch, L., Glick Schiller, N. y Szanton Blanc, C. (1994). Nations unbound: trasnational projects, postcolonial predicaments and deterritorialized nation-states, Amsterdam, Gordon and Breach. Bauböck, R. (1994). Trasnational citizenship. Membership and rights in international migration, Viena, Edward Elgar Publishing. Félix, A. (2008). New americans or diasporic nationalists? Mexican migrant responses to naturalization and implications for political participation, American Quarterly, The American Studies Association. Goldring, L. (2002). The mexican state and transmigrant organizations. Negotiating boundaries of membership and participation, Latin American Research Review, volumen 37, N° 3. 5 Reyes Romo, F. (2007). Transnacionalismo y participación política. Consideraciones teóricometodológicas para el desarrollo de un sistema electoral con participación extraterritorial, Revista Congresistas, Nº 149-153, México, Septiembre-diciembre. Rivera-Salgado, G., Bada, X. y Escala Rabadán, L. (2005). Participación cívica y política de los migrantes mexicanos en Estados Unidos: las asociaciones de paisanos en Los Angeles y Chicago, Documento preparado para la conferencia “Mexican migrant social and civic participation in the United States”, Woodrow Wilson International Center for Scholars, Washington DC, noviembre 4 y 5. Doctor en Ciencia Política, Licenciado en Relaciones Internacionales, Investigador senior del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI), Investigador invitado por Conacyt en el Posgrado en Estudios Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, Distrito Federal, México. Proyecto de investigación: “Análisis comparativo de las experiencias de sufragio transnacional en México y Argentina”. 6