Autora: Mª Carmen Alarcón Leiva Coautores: Laura Plaza Guerrero y Miriam Abdel Karim Ruiz PALABRAS CLAVES: próstata, disfunción eréctil, actitud. RESUMEN: El cáncer de próstata si se diagnostica a tiempo tiene muy buen pronóstico. El tratamiento de elección es la prostatectomía radical, que conlleva secuelas como la disfunción eréctil, un problema que puede perjudicar seriamente la vida de un usuario. En esta experiencia se refleja como la actuación de una enfermera de Atención Primaria le devuelve la esperanza a este usuario. La próstata es una glándula masculina del tamaño de una nuez que rodea el primer segmento de la uretra, está situada por debajo de la vejiga urinaria. Su función es aportar una secreción ácida que enriquece al líquido seminal de las vesículas seminales y a los espermatozoides que se expulsan durante la eyaculación. O El cáncer de próstata diagnosticado y tratado a tiempo puede tener muy buen pronóstico. Existen controles anuales protocolizados a partir de los 50 años, que consisten en la determinación del antígeno prostático específico (PSA) y si procede, realización del tacto rectal y biopsia prostática. O Cuando se diagnostica a un hombre de cáncer de próstata, uno de los tratamientos más frecuentes es la extirpación total de dicha glándula (prostatectomía radical). Esta cirugía suele dejar a nivel sexual una serie de secuelas que merman la calidad de vida de estos pacientes, tales como disfunción eréctil (tras este tipo de intervención es muy difícil preservar los nervios de la erección que están adheridos a la próstata), ausencia de eyaculación (por la extirpación de dicha glándula), lesiones en arterias que aportan sangre al pene y una disminución del deseo sexual ( puede existir un problema de incontinencia urinaria asociado y una afectación psicológica al observar que no hay salida de semen al eyacular). La capacidad orgásmica está conservada. O Cuando a un usuario le informan de que padece de cáncer de próstata y que el tratamiento de elección es la prostatectomía radical, la disfunción sexual como problema tras la intervención pasa a un segundo plano en ese momento. O Cuando el paciente recupera su vida normal, es una necesidad básica que si no está satisfecha puede perjudicar a su calidad de vida, particularmente si antes de la intervención era sexualmente activo. - Esta experiencia está basada en un varón de 61 años, que hace 3 le diagnosticaron un adenocarcinoma de próstata. - Todo comenzó cuando el usuario fue a su centro de salud a recoger unos resultados de una analítica rutinaria a la consulta de su médico de cabecera, donde se incluía el estudio del PSA por protocolo. El valor de este marcador resultó ligeramente elevado por lo que su médico valoró derivarlo al urólogo - - En la consulta de urología le realizaron un tacto rectal y el especialista le propuso que sería necesaria una biopsia, ya que palpó un aumento del tamaño de la próstata. Le explicó en qué consistía la prueba y que para ello se debía ingresar en la unidad de corta estancia del hospital y entrar en quirófano. En ese momento fue cuando hablaron por primera vez de la diferencia entre hiperplasia benigna de próstata y cáncer de próstata. La actitud del paciente se volvió más recelosa pero accedió a realizarse la biopsia. Cuando le dieron el resultado en la consulta externa de urología, le comunicaron que padecía un adenocarcinoma de próstata y que el tratamiento de elección era quirúrgico. Esto supuso un “shock” para el usuario. No se creía que tuviese cáncer… Tras practicarle una prostatectomía radical abierta, surgieron una serie de complicaciones como infecciones urinarias de repetición, incontinencia urinaria, dos intervenciones de cervicotomía endoscópica por estenosis del cuello cervical, retenciones agudas urinarias, un tallaje suprapúbico y dilataciones uretrales. Además del temor a no volver a ser continente, ansiedad por tener que enfrentarse de nuevo al quirófano y dolor cada vez que procedían al sondaje vesical o al tallaje suprapúbico. O Su vida social era prácticamente nula, apenas salía a cenar, bailar o a hacer deporte y fue aislándose temporalmente de su entorno. O Cuando todas las complicaciones fueron resolviéndose y su vida fue normalizándose, el usuario empezó a manifestar problemas en su vida sexual, padecía una disfunción eréctil. Esto perjudicó seriamente la relación que tenía con su pareja y dejó de tener ilusión por vivir. Un día, el usuario fue a la Consulta de Enfermería de Atención Primaria para retirarse unos puntos de sutura de la mano y la enfermera le comentó que en su historia de salud aparecía que había sido intervenido de prostatectomía radical y le preguntó cómo se encontraba. La actitud de la sanitaria fue tan cercana que el paciente comenzó a hablar de su disfunción eréctil abiertamente. Tras escuchar atentamente al usuario, la enfermera le recomendó que hablase con su médico de cabecera ya que podían existir soluciones tales como la medicación vía oral o la prótesis de pene. El paciente le agradeció su información y le comunicó que por pudor no le había planteado su afección a su médico de familia ni al urólogo cuando iba a sus revisiones. La profesional le devolvió en aquel momento la ilusión por seguir luchando y la esperanza de resolver su problema. Hay que destacar que una actitud positiva de la enfermera de Atención Primaria es fundamental para que la población confíe en nuestro colectivo. En este caso en particular un trato cercano y empático ayuda a resolver un problema que es un tabú para los hombres intervenidos de cáncer de próstata. .