LIBERTAD Y NECESIDAD EN LA CONCEPCION MATERIALISTA DE LA HISTORIA Roda/fa Cerdas Para el materialismo histórico el problema de la libertad se presenta bajo tres aspectos que se vinculan íntima y decisivamente entre sí, de un modo dialéctico, esto es, sin constituir contraposiciones rígidas, sino más bien etapas de una sola realidad que se penetran y modifican recíprocamente. En primer término se plantea el problema de la correlación entre la sociedad y la naturaleza; en segundo lugar, la correlación entre la conciencia social y la vida social; y finalmente, la correlación entre el individuo y la sociedad. la producción de los bienes materiales constituye el fundamento objetivo, la base requerida para la configuración del hombre frente a la naturaleza, el aspecto decisivo de la vida social que le permitió separarse de la naturaleza y construir su mundo. Hasta hoy tal aspecto decisivo ha estado fuera del dominio del hombre, fuera de su control, en sociedades desgarradas por la lucha de clases incapaces de dominar las leyes del desarrollo social; la historia ha sido, en tal sentido y sin absolutizar el término, la historia de la "no libertad" (1). y es que el hombre, desde que nace hasta que muere, y aun antes de su nacimiento, está enraizado en un contexto social e histórico dado, de carácter objetivo, independiente de su voluntad. las relaciones que establecen los hombres para producir, esto es para satisfacer sus necesidades, son de carácter necesario y constituyen siempre una resultante histórica en la cual el hombre es situado por la dinámica misma de la sociedad. Al nacer hijo de esclavo, campesino u obrero, el individuo se ve de inmediato, desde su misma concepción, sometido a un conjunto dado de relaciones sociales que lo determinan, lo influyen y lo aprisionan en nexos objetivos y necesarios. Ese conjunto de nexos y relaciones sociales, en los cuáles está inserto el hombre, que existen independientemente de su voluntad, objetivamente ¿son causales? ¿necesarios? ¿De qué naturaleza es el vínculo que los une? la objetividad misma de tales nexos, y el desarrollo de todas las ciencias sociales, constituyen de por sí una demostración palpable de que los nexos que establecen los vínculos de las relaciones sociales, son de carácter necesario y están sujetos a leyes. Es claro que debe hacerse una distinción, por cuanto no todos los vínculos y nexos presentan el mismo carácter. Hay nexos de carácter externo, particular y casual; y hay nexos de carácter interno, general y necesario. Pero unos y otros nexos, participan recíprocamente de unos y otros caracteres, pues la naturaleza de sus vínculos sólo puede verse dialécticamente, poniendo en relación a unos con respecto a los otros, en procesos concretos y determinados, que es el único modo de manifestación de tales (1) Gr. l. Kan y otros: "El desarrollo Ed. Platina, Buenos. Aires 1962. en la naturaleza y en la sociedad". Págs. 197-198, 56 RODOLFO CERDAS procesos en la realidad. Y así, lo que en determinado proceso constituye algo casual, secundario, particular, en otro deja de ser mera contingencia, y es fruto y manifestación de nexos internos, generales y necesarios. Y viceversa. Si bien es cierto que en la historia encontramos nexos del pfll~er tipo, no es menos cierto también que en ella hallamos del segundo tipo -necesanos, generales y de carácter interno--, que radican en la esencia misma de los fenómenos y procesos en que se manfiestan concretamente. Así como el individuo es el conjunto de relaciones sociales, la sociedad no es una suma mecánica de individuos, sino la totalidad de relaciones sociales en un momento histórico dado. Estas relaciones sociales encuentran su fundamento determinante y decisivo, en las relaciones que establecen los hombres para producir los bienes con los cuales satisfacen sus necesidades; esto es: se basan en las relaciones necesarias de la producción de la vida material. Y esto es así, porque es sobre esta base material que se levanta la sociedad y todas les demás relaciones que los hombres desarrollan en el curso de sus vidas. La sociedad forma parte integral de la naturaleza, aunque no sea válida su reducción a ésta, como pretenden organicistas, malthusianos, darwinistas sociales y otros; como tampoco lo es su oposición, como ocurre con los idealistas subjetivos que fudamentan su planteamiento en una contraposición superficial de ambas. Entre naturaleza y sociedad existe una relación dialéctica, contradictoria esencialmente, en cuanto constituye cada una un doble enlace contradictorio de enajenación y libertad, en su conexión mutua. Esto permite caracterizar al desarrollo social como un proceso histórico-social, lo que significa que es un proceso sometido a leyes que no dependen, para su realidad y vigencia, de la voluntad ni de la conciencia de los hombres, sino que más bien las determina, aunque tal determinación, como veremos, no es ni mecánica ni inmediata. * * * La actuación de los hombres se produce siempre en virtud de determinados fines previamente establecidos en sus cabezas, lo que no sólo los diferencia del resto del mundo animal, sino que fija su libertad y la encierra dentro de los límites precisos de la finalidad trazada (2). Pero el hecho de que el hombre siempre actúe en virtud de determinados fines expresa que el mundo no satisface al hombre y que éste ha decidido cambiarlo. Tales fines son esencialmente subjetivos, expresan su voluntad y le sirven de mediación para convertir lo ideal en real. Sin conocer las finalidades de los partidos, las clases, los políticos, es imposible entender el proceso de desarrollo histórico. Esos fines, sin embargo, no obedecen al capricho, sino que tienen siempre un fundamento básico objetivo, que no sólo les sirve de sustento material, sino que determina su aparición misma. Este fundamento está constituido por el nivel de desarrollo histórico-social dado en un momento histórico concreto; no es otra cosa que la formación económico-social de que se trate, esto es "una determinada fase de desarrollo de la sociedad que se caracteriza por su modo propio de producción y, consiguientemente, por relaciones de (2) "Una araña ejecuta operaciones que semejan las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría asombrar por su perfección. a más de un arquitecto. Pero hay algo en el peor arquitecto que aventaja a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro... El obrero no se limita a cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación, y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad". C. Marx, "El Capital", F.C.E., México 1959. pág. 130-131, To. 1. LIBERTAD producción históricamente determinadas que surgen a base de ellas" (3). Y NECESIDAD 57 y por las relaciones políticas, ideológicas, etc., La determinación de los fines y las ideas de los hombres, y la explicación o investigación acerca del origen de tales fines e ideas, no constituye una negación de la libertad. El situar al individuo en el contexto social objetivo en que se encuentra naturalmente enraizado, el cual está regido por leyes objetivas que no dependen de su voluntad para su existencia, no significa negarle libertad. Por el contrario, constituye el único medio de establecer los alcances y límites de una libertad real para el individuo, para entonces, con claridad en las limitaciones y obstáculos, impulsar su desarrollo a una mayor libertad. Es claro que el reconocimiento de leyes objetivas que rigen la vida social conduce a contraponer tales leyes, incluso por una herencia histórico-filosófica de muchos años, con la libertad que cada individuo reclama para sí. Esto es lo que hacen los subjetivistas cuando contraponen el libre albedrío del individuo a la necesidad histórica. Cuando hablando de la libertad como "ausencia de constricción", la contraponen al carácter necesario de las leyes sociales. Pero esto significa, ni más ni menos, contraponer fenómenos que por su naturaleza se encuentran situados en planos distintos. Su razonamiento resulta más o menos el siguiente: el marxismo sostiene que las mercancías deben venderse por su valor, esto es el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. Pues bien: yo puedo, si quiero, vender tales mercancías por bajo del valor, no acepto atarme a tal ley que el marxismo dice rige el mercado capitalista. No estoy sometido, en consecuencia, a ninguna necesidad, no existen tales leyes sociales. Aquí el error consiste en poner en un mismo plano la ley de la necesidad histórico-social y los hechos individuales de uno u otro individuo, toda vez que la necesidad histórico-social no define inmediatamente la actividad de un individuo. Más bien, por el contrario, define la dirección del desarrollo social, la actividad de la colectividad, sin que esto implique una determinación de las condiciones empíricas de vida, que varían al infinito con cada individuo particular. Contrariamente a lo que se cre, son precisamente aquéllos grandes hombres, a los que el idealismo confiere facultades milagrosas, los que muchas veces se encuentran realmente determinados por la necesidad social, en virtud de las complejas y variadas formas que crean las condiciones concretas, individuales, de la vida de esas personalidades, en un momento también concreto y determinado de su actividad. Estas personalidades pueden acelerar o demorar la marcha del tiempo, imprimirle una forma u otra, pero no pueden cambiar la tendencia objetiva que tiene en ese momento el desarrollo social (4). No es por eso válido el reproche común que se hace a los marxistas de que no aprecian debidamente el papel de la actividad consciente de los hombres, que estaría absolutamente determinado, según esta versión, por la infraestructura (5). (3) (4) (5) Crf. Konsiantinoo, F.V. "El materialismo histórico", pág. 17, Ed. Grijalbo, México 1957. Kon, l.S. "El idealismo filosófico y la crisis del pensamiento histórico", pág. 172, Ed. Platina, Buenos Aires 1962. Es claro que exceptuamos las deformaciones que el marxismo a sufrido en manos de algunos divulgadores, que dieron lugar a que "Marx hiciera manifestaciones irónicas de que no era marxista" (Cfr. Adam Scbai], "Marxismo e individuo humano", pág. 53, Ed. Grijalbo, México 1967). Hay dos correcciones básicas a la "idea simplificada sobre la relación de la base con la superestructura que proceden ya del fundador de la teoría: la relación base-superestructura no es unilateral; es decir existe también una influencia de la superestructura sobre la base, y los cambios en la base no provocan directamente cambios en la superestructura, sino que éstos van precedidos de una serie de eslabones indirectos". (Idem, pág. 53). Problema ciertamente fundamental que no podemos tratar aquí por tema y por espacio, pero que tenemos que tener presente para no criticar a Marx por lo que sólo es una pobre caricatura de su pensamiento. 58 RODOLFO CERDAS El marxismo jamás ha negado el papel activo de la conciencia en el acontecer histórico. Si bien es cierto que existe una independencia del ser social respecto a la conciencia social, y que aquel determina a ésta, ello no significa que los hombres actúen inconscientemente. Mientras que en la naturaleza actúan fuerzas elementales, en la historia de la sociedad los agentes son los hombres, dotados de conciencia y activos en virtud de la reflexión, la pasión y, en cualquier caso, tras determinados fines que constituyen intenciones concientes. Lo que mueve a los hombres pasa siempre por sus cabezas, pues la conciencia constituye una función cerebral inherente, orgánicamente, a cada individuo. La independencia del ser social de la conciencia social, y la determinación de ésta por aquél, significa que los hombres, al actuar en busca de sus fines individuales, no tienen conciencia, por lo general, del sentido y trascendencia social de sus acciones, siendo incapaces de prever el resultado social de éstas. Los individuos, actuando en virtud de determinados fines y deseos, chocan en- Sil actividad con los fines y deseos de otros hombres, siendo los resultados de tales acciones humanas, en las condiciones creadas por las sociedades antagónicas, muy rara vez coincidentes con los propósitos pre-establecidos, acarreando consecuencias gue no habían sido deseadas de ningún modo. Así, pues, aunque la historia la hacen los hombres conscientes, éstos por lo general no se enteran de los resultados sociales de sus propios actos, que se integran en un todo objetivo, cuya existencia y desarrollo no depende de la conciencia de ellos. Esto hace que la necesidad histórica no sea más que la resultante estadística (6) de una enorme cantidad de acciones individuales, que se contradicen en unos casos y coinciden en otros, y que en definitiva vienen a constituir paralelogramos de fuerzas -para usar la imagen de Engels ya citadaque dan una resultante: el acontecimiento histórico. (6) Algunas personas han negado el carácter estadístico de la necesidad social y de las leyes sociales, reputándolo "no marxista" o "poco marxista". Para dilucidar esto, resulta conveniente recordar aquí lo dicho por el marxista polaco Osear Lauge en su obra "Economía Política", pág. 54, To. I, F.C.E., México 1966, en el aparte que denomina: "Carácter estocástico (estadístico) de las leyes económicas". Dice: "Marx y Engels destacaron ya el carácter estadístico de las leyes económicas... En la masa de acciones repetidas, las consecuencias de las relaciones accesorias o accidentales se compensan y se anulan recíprocamente; por el contrario, las relaciones necesarias o esenciales -o sea, las leyes económicasse hacen visibles. La mutua compensación de los efectos de las relaciones accidentales y la aparición de las relaciones necesarias, que se realiza en ciertas condiciones cuando hechos de un determinado tipo se repiten en forma masiva, es lo que se llama la ley de los grandes números. (loc. cis., pág. 55) Y otro marxista ha definido la necesidad social en estos términos: "Lo que llamamos necesidad histórica no es más que la resultante estadística de una enorme cantidad de acciones individuales, de entre las cuales cierto tipo de actitudes y de acciones conquista, con el tiempo, supremacía". (Adam Schaff, "La filosofía del hombre", pág. 91, Ed. Lautaro, Bnos. Aires 1964). Y Marx mismo, refiriéndose a la realización de los valores en el mercado, expresó el hecho de que "considerado cada caso aisladamente, se halla dominado por el azar y, la ley interior que se impone en el seno de estos casos fortuitos y los regula sólo se trasluce cuando estos casos fortuitos se agrupan en grandes masas" ropo cit. El Capital, To. III, pág. 766, ed. cit.) Por su parte Engels, en carta a 1Bloch del 21 de septiembre de 1890, escribió: " ... la historia se hace ella misma de modo tal que el resultado final proviene siempre de conflictos entre gran número de voluntades individuales, cada una de las cuales está hecha a su vez por un cúmulo de condiciones particulares de existencia. Hay, pues innumerables fuerzas que se entrecruzan, una serie infinita de paralelogramos de fuerza que dan origen a una resultante: el hecho histórico", (Cfr. Correspondencia", págs. 309-310, Ed. Cartago, Bnos Aires 1957). LIBERTAD Y NECESIDAD 59 Así, pues, son los hombres quienes hacen su propia historia; pero lo hacen en condiciones directamente heredadas del pasado y no dependientes de su voluntad (7). Tales condiciones no sólo influyen en un sentido u otro la actividad de los hombres, sino que, en general, determinan la aparición y urgencia de ciertas necesidades y no de otras y como consecuencia de tales necesidades, la aparición en las cabezas de los hombres de ciertas finalidades y deseos, de determinadas ideas y no de otras; y aunque la expresión particularizada de tales ideas y fines, difiera de un indio viduo a otro, expresan una tendencia general, universalizada a vastos sectores de indio viduos que participan de tales necesidades, finalidades e ideas, en un momento histórico dado. * * * La existencia de leyes sociales objetivas, necesarias, plantea la cuestión que corresponde al individuo en el quehacer histórico. El reconocimiento de ¿implica que el individuo está completamente determinado? ¿O le es posible, de su libertad, sustraerse a tales leyes -que o no son válidas para él o a puede, sustraerse pura y simplemente-? Históricamente del papel tales leyes en virtud las cuales se dieron dos grandes respuestas. El idealismo subjetivo, en términos generales, negó la existencia de leyes sociales y erigió al individuo en un centro emanador independiente de hechos sociales. Cayendo en el voluntarismo, negó toda determinación que no fuera la voluntad subjetiva del hombre o, cuando más, su actividad en cumplimiento de los fines trazados por una voluntad trascendente . . El materialismo mecanicista del siglo XVIII cayó en el error opuesto: admitiendo la vigencia de las leyes sociales, y con ello de la necesidad, negó todo azar, y rebajando la necesidad al nivel de lo contingente, eliminó toda libertad del hombre, al cual vio determinado de un modo absoluto en todos sus actos. La aparición de fenómenos considerados casuales en procesos necesarios, era explicada en virtud de la ignorancia del hombre que no había encontrado la causa de que tales fenómenos casuales se dieran. Porque todo era necesario y sujeto a leyes. El materialismo dialéctico explicó la situación del hombre en cuanto a la libertad y la necesidad, viéndolo en su contexto natural, no como un centro emanador de milagros o 'como un simple objeto de leyes naturales ciegas. Reconociendo la existencia en la naturaleza y en la sociedad de leyes necesarias y objetivas, no dependientes de la voluntad del individuo; advirtiendo la diferencia cualitativa fundamental entre unas y otras leyes, pero su vigencia real al margen de la subjetividad del hombre, el materialismo dialéctico e histórico comprobó que la libertad 'del hombre se fundaba no en la ignorancia de una realidad que se le imponía pese a todos sus deseos subjetivos particulares, sino en el conocimiento de esa realidad, en la determinación de sus causas y efectos, de sus necesidades generales, universales, y en la utilización de esas leyes en la satisfacción de sus propios fines. Estos fines no podían ser alcanzados al margen de lá realidad objetiva regida por leyes, sino en la comprensión de tales leyes, en su dominio y utilización. Por eso Engels, acogiendo la definición de Hegel, sostuvo que la libertad consiste en la conciencia de la necesidad, en la decisión con conocimiento de causa y en el dominio de nosotros mismos (8). (7) "Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y trasmite el pasado". (Marx en "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", Obras Escogidas, pág. 160, Edit. Cartago, Bnos Aires 1957). (8) Bngels, P. "Anti-Dühring", pág. 120, Ed, Fuente Cultural, 2' Ed. México sin fecha. 60 RODOLFO CERDAS y en efecto: la ignorancia de las leyes que rigen la naturaleza y la sociedad podría crear una ilusión de libertad. Pero una libertad real consiste, por el contrario, en el conocimiento certero de tales leyes y en su utilización en el cumplimiento de determinados fines. El agua de los ríos librada a su necesidad ciega, provoca inundaciones y destrucción; sometida a la conciencia de su necesidad por el hombre, sirve para el riego y para la producción de energía eléctrica. El rayo destruye, pero conocida la necesidad natural de la electricidad, y sometida a los fines del hombre, mueve máquinas y ayuda al hombre a dominar más y más la naturaleza, a vencer distancias y obstáculos naturales gigantescos. Lo mismo pasa con las leyes sociales. Cuando no se las conoce, rigen ciegamente, destruyen y aniquilan al hombre. Pero al conocer su necesidad objetiva y obrar en consecu~ncia, el hombre somete a su dominio el vasto campo de la actividad social. Esto hace que la libertad para el marxismo tenga un carácter dialéctico y no mecánico; que no se limite al aspecto teórico-cognoscitivo ("conciencia de la necesidad") sino que se proyecte al aspecto práctico-transformador. En este sentido, la libertad consiste en la posibilidad de plantearse un número determinado de alternativas viables en un momento histórico concreto, las cuales no son arbitrarias sino que se enraizan en lo más profundo de los procesos sociales, en su esencia, pues de lo contrario no serán, objetivamente consideradas, alternativas viables reales. El plantearse tales alternativas no significa más que una disconformidad con un estado de cosas dado. Esto es, que el plantearse fines constituye en sí mismo una negación de la situación objetiva existente, una negación del ser real, en su desarrollo constante. Por ello "la libertad misma, por la cual se expresan las contradiciones propias del ser consciente, es la negatividad del ser al niver consciente de su desarrollo", lo que no contradice en absoluto la definición de Engels como conciencia de la necesidad, sino que resalta el carácter dialéctico de la misma (9). No siendo mera subjetividad, la libertad debe fundarse en una discriminación fundada, objetiva, de los medios idóneos que deben ser empleados en la solución de las contradicciones plantedas. Desde luego, no de todas las contradicciones, sino de aquéllas de naturaleza esencial, principal, cuya solución se vincula al proceso del desarrollo del ser real. Esto hace que los medios a emplearse no sean cualesquiera, sino aquéllos estrictamente adecuados, conducentes, a la realización de las finalidades propuestas, las que, como queda dicho, no son arbitrarias sino que enraizan esencialmente en las contradicciones fundamentales presentes en una etapa concreta del desarrollo del ser reaL Consecuencia de ello es que para cada individuo particular el alcanzar una mayor libertad signifique necesariamente tener la conciencia más lúcida de las contradicciones de su época y saber utilizar los medios más eficaces para superadas. Así, la elección es tanto más libre cuanto más necesaria es (10). Tanto mayor será la libertad del hombre, cuanto mayor sea la conciencia de la necesidad: para estos fines, provenientes de estas contradicciones, estos medios, únicos capaces de permitir la superación de éstas y el logro de aquéllos (11). (9) Cfr. Garaudy, Roger. "Humanismo marxista", pág. 165-166, Ed. Horizonte, Bnos. Aires ~959. (10) ldem, pág. 172. (11 ) Marx y Engels, por ello, pudieron escribir a despecho de sus detractores lo siguiente: "La Historia no hace nada, "no posee ninguna inmensa riqueza", "no libra ninguna clase de luchas". El que hace todo esto, el que posee y lucha, es más bien el hombre, él nombre real, viviente; no es, digamos, la "Historia" quién utiliza al nombre como medio para 'laborar sus fines -cómo si se tratara de una persona aparte-, pues la Historia no es sino la actividad de! hombre que persigue sus objetivos. "Cfr. La Sagrada Familia, pág. 159, Ed. Grijalbo, México 1958. * * * LIBERTAD Y NECESIDAD 61 La cuestión de ¿es o no el hombre libre? adquiere en el contexto dicho, para nosotros los marxistas, un sentido radicalmente distinto, esencialmente histórico y estrictamente dinámico. La cuestión es, en realidad: ¿cómo puede el hombre ser más libre? lo que, por otra parte, se sale del campo meramente gnoseol6gico y se adentra de lleno en la praxis social e individual. El contenido ético y humanista de este planteamiento salta a la vista, como un ineludible llamado a la toma de conciencia del momento histórico que se vive, de las contradicciones en que se debate el mundo y de los medios eficaces utilizables para resolverlas. Y como hilo rojo que cruza todo ello, la responsabilidad de todos y cada uno de los hombres con la sociedad en que se vive y consigo mismo, en la consecución de una mayor libertad, por el dominio creciente de la naturaleza de la sociedad, y de sí mismo.