Futuro incierto Terror en martes negro

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U Gaceta
• 17 de septiembre de 2001
n i v e r s i t a r i a
LA TIRA..........................................................
Futuro incierto
Fabián Huitrado Aréchiga*
E
Terror en martes negro
Erick Ramírez Oliveros*
11 de septiembre. ¡Increíble!, las torres
Gemelas de Nueva York fueron derribadas en
un ataque kamikaze. Los medios de
información se encargaron de consternar al
mundo entero al dar a conocer la tragedia.
Es una tragedia la muerte de esos miles de
civiles que solo se encontraban en un día más
de labores o habían tomado inocentemente
alguno de los aviones secuestrados, y aquellos
que perecieron enterrados bajo toneladas de
escombros.
Es una tragedia el sufrimiento inimaginable
de los que no murieron de inmediato, sino
horas después, sin poder escapar.
Sin duda fue un acto abominable. Sin
embargo, no hay que olvidar que este no es
un acto gratuito y aislado, sino una respuesta.
¿De quién? Hay una larga lista. Estados
Unidos está lejos de ser una blanca paloma
de la paz. Tiene muchos enemigos.
Hasta ahora este país hizo lo que quería
sin que nadie le reclamase nada. Eso cambió.
Curiosamente pasó de victimario a víctima.
Estados Unidos ha interferido conforme
a sus intereses en muchos países, como Irak,
Afganistán, Cuba, Panamá, Europa Oriental
(la guerra kosovar), a miles de kilómetros de
su territorio.
Su pretexto ha sido “salvaguardar los
derechos humanos de la población en
conflicto”. ¡Si cómo no! La realidad fue sin
duda otra: salvaguardar los intereses
económicos de Estados Unidos en esa zona.
Si no fuera así, entonces ¿por qué no ha
intervenido en otros conflictos similares?
Además, recordemos los ataques que
realizan en Oriente Medio. Aunque no están
en guerra, siguen bombardeando Irak, país con
el que estuvieron en guerra oficialmente por la
invasión a Irán y otros motivos (el petróleo).
¿Acaso creen que no mueren civiles? Esos
actos y muchos, muchos otros, también son
tragedias. La diferencia es que ocurren en
países que pareciera no tienen importancia y
que “son” los malos en esta historia. Al menos
eso dice nuestro jefe el tío Sam.
Estos terroristas llegaron al suicidio porque
en verdad sentían un odio grande hacia esta
nación.
Ante la amplia gama de enemigos que pudieron haber perpetrado el suceso, deberían tomar
conciencia del porqué de ese odio. ¿No será acaso
que ellos les cometieron algún mal antes?
Este hecho también deja ver qué tan
conveniente es la globalización. El martes no
solo se desplomaron esos aviones, sino que
arrastraron consigo otras cosas: la economía
cae de México a Argentina, de Europa a
Japón. El peso se devalúa frente al dólar y el
dólar frente al euro, el petróleo sube, el oro
también, bajo el efecto dominó.
Dicha tragedia afecta al mundo, pero
ocurrió en un solo país: ¿será realmente algo
bueno la tal globalización?
Este hecho hace tocar fondo a la “supremacía” de Estados Unidos, el país invulnerable.
¿Qué le habrá dolido más a George W.
Bush y al Congreso: la muerte de esas
personas o haber sido franqueados con
terroristas que armados con tan solo unos
cuchillos destruyeron los símbolos económicos
más importantes de Estados Unidos, la
superpotencia nuclear y hasta su celebérrimo
cerebro militar, el Pentágono?
Sin duda la pregunta más importante ahora
es: ¿cuántas muertes más costará su venganza? ❖
* Estudiante del CUCEI.
n los sexenios anteriores, el futuro de
la sociedad mexicana se había perdido,
de la misma manera en que se fue
perdiendo la fe en los dirigentes políticos,
motivo por el cual se demostró que la
sociedad no solo concibe la democracia como
un concepto abstracto. Los partidos de
oposición instaron la participación de la
gente para lograrlo, y ahora ésta pide ser
escuchada.
Existen problemas sociales graves: la
desaceleración económica y la gran cantidad
de jóvenes rechazados de la Universidad y de
las escuelas normales, lo que tendrá una
combinación nefasta, tendiente a producir
efectos prolongados en la sociedad,
demasiado difíciles de resarcir.
El proyecto de una gober nabilidad
eficiente no ha podido ponerse en práctica,
ya que los programas económicos y sociales
hasta ahora no han funcionado de la mejor
manera, porque parecen contravenir todo el
sueño forjado en el proselitismo.
El desempleo se incrementa y con ello
la pobreza, un mal que afecta a todo el
mundo y poco parece interesar a los
gobernantes de cada país.
Cada vez hay más niños que sufren
hambre y enfermedades que los matan, pues
no cuentan con servicios de salud; se tiene
menos oportunidad de estudiar, e
incrementa la ignorancia y con ella la
delincuencia, problema que abate a la
sociedad. O ¿es que todas las promesas
hechas en campaña fueron solo un ardid
para conseguir el voto de los ciudadanos?
Se debe entender que si un programa
económico es deficiente, los sociales serán en
consecuencia de la misma forma.
Los programas gubernamentales parecen
ser antagónicos a las necesidades
apremiantes de una sociedad mexicana que
tiene sed de cambio, de bienestar, de justicia,
etcétera, y que en estos momentos se siente
traicionada.
El afán de una reforma fiscal que grave
todo y afecte mayormente a las sociedades
más marginadas, la promulgación de leyes
indígenas cuyos destinatarios disienten de ellas
y la incursión a una globalización que acentúa
las diferencias sociales, asesinan a quienes
quizá ya están muertos.
Todo esto genera un clima de
desconfianza; los efectos democráticos del 2
de julio del año 2000 se desvanecen por
propia mano.
Aquellos que le dieron su apoyo, ahora le
dan la espalda, porque su actuación se cree
pérfida. En su interior se encuentra una duda
lacerante y una incógnita: ¿se habrá elegido
bien?
Se debe recordar que los proyectos de
una democracia fueron efectivos gracias al
esfuerzo de los ciudadanos, porque su interés
por las cuestiones políticas y sociales va en
aumento.
Hacer uso de su derecho consagrado en
la Constitución política de los Estados
Unidos Mexicanos, como es el de elegir a
sus gobernantes, les da la legitimidad que
necesitan para el libre ejercicio de su cargo.
Así como esas facultades que nos confiere
el pueblo por medio de su voto, de la misma
manera nos las puede quitar.
Por eso es tiempo de vindicarnos,
porque gracias al pueblo nosotros existimos
como tales.
Causa vergüenza la opinión que los
individuos tienen de un político, un abogado
o un policía; debemos recuperar la confianza
de quienes nos hacen ser: ¿cómo podemos
hacerlo? Hay una forma: tener el bienestar
común como objetivo. Se debe pensar en
el prójimo como en sí mismo, actuar de
manera correcta, con suma probidad, de
acuerdo con las necesidades del pueblo, así
como de los preceptos que rigen nuestra
conducta.
¡Señores gobernantes, tienen en sus
manos una bomba de tiempo! Hay que
manejarnos con cuidado para no hacerla
estallar.
¡Conciencia señores, conciencia!v
*Estudiante de la División de Estudios
Jurídicos, del CUCSH.
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