Las radiaciones electromagnéticas: ¿viviendo con elenemigo

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Las radiaciones electromagnéticas
Si sumamos todas las formas de energía que consumen todos los habitantes del planeta Tierra durante un
año, alcanzaríamos un nivel de energía similar al que produce el sol en quince minutos.
Además de la radiación cósmica y solar, todos estamos expuestos a diario a fuentes de radiación natural y
artificial, en forma de ondas de radio, campos magnéticos, microondas, rayos X y otras ondas, conocidas
en conjunto como «el espectro electromagnético». Por tratarse de formas de energía, la cercanía a equipos
de uso cotidiano genera temores acerca de sus posibles efectos nocivos, que pueden plantearse como
interrogantes:
¿Es cierto que los alimentos preparados en mi horno de microondas pierden su valor nutricional?
¿Puedo sufrir de un tumor cerebral por usar excesivamente mi teléfono móvil?
¿Pueden mis hijos sufrir de leucemia por vivir cerca de una torre de alta tensión?
¿Cómo puedo protegerme de las radiaciones producidas por la pantalla de mi computador?
Si los rayos X son peligrosos para mi salud, ¿será mejor no hacerme la radiografía que me solicitó mi
médico?
Aunque no se conocen todas las respuestas, algunas de estas dudas podrán aclararse en la conferencia
« Las radiaciones electromagnéticas: ¿viviendo con el enemigo? »
Aníbal J. Morillo, MD. Radiólogo Institucional, Fundación Santa Fe de Bogotá.
Presentada en Maloka <www.maloka.org> Centro Interactivo de Ciencia y Tecnología.
Bogotá, Colombia, septiembre 16 de 2004.
Prólogo
Para asistir a una
conferencia sobre las radiaciones electromagnéticas,
muchas
personas tendrían que llegar caminando. A menos que haya atletas entre el auditorio,
posiblemente no habrán logrado una velocidad mayor a los cinco kilómetros por hora.
La mujer más rápida del mundo, Florence Griffith Joyner, alcanzó una velocidad
máxima de unos treinta y cuatro kilómetros por hora, en
un tramo plano de cien metros. Los hombres son un poco
más rápidos, con la marca mundial en poder de Maurice
Greene, que cubrió los 100 m en 9.79 s, es decir, una
velocidad cercana a los 37 km/hr.
La Vuelta a Francia, una de las más importantes carreras de ciclismo a nivel mundial,
tiene un promedio de velocidad estimado en unos diez kilómetros
por hora por encima de la alcanzada por los que practican el
atletismo, es decir, cerca de 40 km/hr. Con diseños aerodinámicos
que cada vez alejan más a la bicicleta del aspecto con el que la
conocemos,
se
ha
llegado
hasta
los
268.8
km/hr.
También sobre ruedas, pero viajando
sobre una tabla, el norteamericano Gary Hardwick es el
poseedor de la marca mundial de velocidad sobre
monopatín, a 100 km/hr.
El vértigo de la velocidad siempre ha fascinado a la
humanidad. No hay otra explicación para la construcción de una montaña rusa cada vez
más rápida. En 1978, la montaña rusa Gemini alcanzó los cien
kilómetros por hora. Casi 10 años después, la Magnum logró 120
km/h, superada en el año 2000 por la Millenium Force, con 155
km/hr. Desde el año pasado, la campeona de las montañas rusas es la
Top Thrill Dragster, una impresionante caída libre a la escandalosa
velocidad de 193km/h.
El mundo es cada vez más rápido. La desesperación e impaciencia que sufre un
pasajero de ascensor es proporcional al cuadrado del
tiempo que tiene que esperar a que llegue su ascensor.
Esto explica que se hayan elaborado complejos
modelos de lógica difusa para lograr que en los
edificios de rascacielos el tiempo de
espera de un
ascensor sea menor de 20 segundos. Ningún sistema de
transporte público es así de eficiente. Sin embargo, ¿cuántas veces ha oprimido alguien
el botón del ascensor porque no llegó diez segundos después de haberlo llamado? Todos
sabemos que oprimir el botón no acelera el ascensor, pero insistimos en llamarlo más de
una vez, porque quince segundos nos parecen una eternidad. Lo mismo pasa cuando
navegamos en la red de información. Si un vínculo no aparece inmediatamente después
de haberlo pulsado, la mayoría cedemos a la tentación de volverlo a pulsar.
Los fanáticos de la Fórmula 1 saben que el colombiano más veloz puede superar los 300
km/hr. Una hazaña menor, si se compara con la velocidad máxima alcanzada sobre
tierra, 1227.9 km/hr. Este último registro fue logrado por Andy Green en el Thrust SSC,
que no se parece a un automóvil, sino a un par de turbinas sobre ruedas. Con sus más
de cien mil caballos de fuerza, logró superar la velocidad del sonido en un desierto del
estado de Nevada, EE.UU.
A mediados de la década de los años sesenta, un nuevo par de turbinas, pero sobre alas,
de la empresa de aviación Lockheed, fue capaz de superar en
tres veces la velocidad del sonido. Otra hazaña menor, si se
compara con la velocidad requerida para salir de la órbita
terrestre hacia el espacio sideral. En 1990, el transbordador
Ulises alcanzó la increíble velocidad de 54,614 km/hr. Muchas
personas se sorprenden por los logros de ingeniería que se
necesitaron para alcanzar estas velocidades, pero olvidan un
registro que compartimos todos los habitantes del planeta: en su viaje alrededor del sol,
la Tierra debe recorrer millones de kilómetros, en un viaje que tarda 365 o 366 días.
Ajústese su cinturón de seguridad: la velocidad de nuestro planeta en el espacio ¡es un
poco mayor a los 100,000 km/hr!
Al vivir en este planeta único, todos estamos expuestos a la luz del sol. La energía que
produce el sol es impresionante. Quince minutos de energía solar pura equivalen a la
suma de todas las formas de energía que se consumen en todo el planeta Tierra durante
un año. Nuestro astro central se encuentra a 150 millones de kilómetros de distancia.
Con una velocidad de la luz de cerca de
trescientos mil kilómetros por segundo, la luz
del sol tarda ocho minutos en llegar a nosotros.
Pensar en que se puede ver y sentir algo que
ocurrió hace ocho minutos, es prácticamente
viajar en el tiempo, hacia el pasado. Pero la
verdad es que viajar al pasado, en sólo ocho
minutos, no parece gran cosa. Sin embargo, muchos quisieran tener la posibilidad de
regresar ocho minutos en el tiempo: alcanzarían el avión, tren o bus que los dejó; no se
habrían perdido del comienzo de una película, de un concierto o de una conferencia.
La estrella más cercana a la Tierra se encuentra en la constelación del Centauro, a
treinta y siete billones (37 000 000 000 000) de kilómetros. Para darse una idea de estas
distancias astronómicas, basta con imaginar que el planeta Marte se encuentra a un
milímetro de distancia de la Tierra. En ese caso, la estrella que conocemos como
Proxima Centauri se encontraría a unos 6 km de nosotros. La luz de nuestra vecina
estelar nos llega cuatro y medio años después de haber sido emitida. Es perfectamente
posible que estemos viendo algo que ya no existe, es
decir, un viaje al pasado. ¿Qué estaba haciendo usted
hace cuatro años y medio? ¿Le gustaría regresar a ese
momento en el tiempo que hoy percibe cualquiera que
mira hacia el cielo, en dirección de la constelación del
Centauro?
Del espacio no sólo nos llega luz, sino muchas otras formas de energía, algunas de las
cuales pueden ser nocivas, como los rayos X. Estos rayos nocivos se conocen como
radiación ionizante, es decir, aquella que es capaz de modificar la estructura de los
átomos. Si se dañan los átomos, se afectan las moléculas, de las que están hechos los
compuestos químicos que forman células, con las que se fabrican tejidos para hacer
órganos. Esto quiere decir que las radiaciones ionizantes pueden tener efectos sobre la
salud de las personas. Además de los rayos X, otro ejemplo de radiación potencialmente
nociva es la ultravioleta, responsable de las quemaduras solares y de muchas formas de
cáncer de piel.
Hacia la mitad de cada año, en las horas de la noche es claramente visible la
constelación del Escorpión. Este asterismo tiene gran similitud con el animal que
representa, por lo cual su identificación es relativamente sencilla. En la latitud de
Bogotá, Colombia (4:38:00 N, 74:06:00 O), hacia los meses de agosto y septiembre,
basta con mirar hacia el cenit, alrededor de las nueve de la noche, para encontrar la
forma característica de su cola y su ponzoña, ligeramente dirigidas hacia el oriente. La
estrella brillante de la punta de la cola –la ponzoña– se llama Shaula. El resto del
escorpión se proyecta hacia el occidente, en donde se encuentran sus tenazas,
representadas por tres estrellas que están casi alineadas, en forma perpendicular al
cuerpo del escorpión, indicando la dirección Norte - Sur. De estas tres, la estrella de la
mitad es Dschubba, con una luminosidad equivalente a 3300 soles.
(4:38:00 N, 74:06:00 O)
X-1
Graffias
Antares
Dschubba
(3300 soles)
520 años luz
Shaula
N
La estrella más al norte de las tres es Graffias. Muy cerca de ella, se encuentra Scorpius
X-1, descubierta en 1962 como la primera fuente galáctica de rayos X. Hacia el centro
de la constelación del Escorpión se encuentra una de sus más importantes estrellas,
Antares, reconocida fácilmente por su tono rojizo. Antares es una estrella gigante, casi
novecientos mil veces más grande que el planeta Marte. La tierra es casi el doble de
grande que Marte; si Antares se aproximara a nuestro sistema solar, podría absorber
fácilmente al sol y a los primeros cinco planetas. La luz
que nos llega de Antares tarda quinientos veinte años
en llegar hasta nuestros ojos. Con sólo dirigir nuestra
mirada al cielo, identificar
a Antares significa que
estamos viajando a una época anterior a la de la llegada
de Cristóbal Colón a América.
Otra de las formas de energía que nos llega desde el
espacio es lo que conocemos como rayos cósmicos. Todas estas formas de energía a las
que estamos expuestos pueden tener efectos nocivos sobre nuestra salud. Además de las
fuentes naturales de energía potencialmente nociva, estamos expuestos a formas de
energía creadas artificialmente por el hombre, como parte de la vida cotidiana. Así,
todos compartimos no sólo la marca de velocidad, sino la exposición a una variedad de
formas de energía que pueden llegar a afectar nuestra salud. Estas formas de energía son
conocidas, en conjunto, como radiaciones electromagnéticas.
No importa donde vivamos, cada segundo de nuestras vidas estamos expuestos a estas
radiaciones. Ese espectro o gama de radiaciones, sus efectos y las maneras de protegerse
de ellas son el tema central de esta presentación.
Las radiaciones electromagnéticas: ¿viviendo con el enemigo?
Aníbal J. Morillo, M.D.
Radiólogo Institucional
Departamento de Imágenes Diagnósticas
Fundación Santa Fe de Bogotá
Septiembre de 2004
Cualquier partícula en movimiento representa energía. Todas las formas de energía a las
que estamos expuestos en este planeta viajan en forma de ondas. Las ondas de
radiaciones electromagnéticas pueden ser reflejadas, transmitidas o absorbidas. En un
estanque, cuya tranquilidad interrumpimos lanzando una piedra al agua, vemos ondas,
que se propagan por la
superficie en forma
de
concéntricos
círculos
cuyo
diámetro es cada vez
mayor. Las ondas se
comportan
paquetes de energía,
como
que viajan por un medio y se pueden cruzar entre sí. Las ondas pueden tener varios
tamaños, y aparecer a intervalos regulares. Las dos características más importantes de
las ondas son su altura o amplitud y su longitud o frecuencia.
Unidades y medidas
La escala en la que se miden la amplitud o tamaño de cada onda y la longitud o
frecuencia se representa en la notación científica con la fórmula 1 x 10n , que puede
simplificarse como 10n , en donde n representa la cantidad de ceros que deben ir a la
derecha del dígito 1. Cada múltiplo de 10 tiene un nombre con el que se pueden
denominar estos números o sus fracciones.
Así, 103 corresponde al número 1000, conocido con el prefijo kilo-. Un millón se conoce
con el prefijo mega-, y se anota como 106, es decir, un número 1 seguido de seis ceros.
El número diez con nueve ceros corresponde al prefijo giga-; 1012 es un tera-, 1016 es
un peta-, 1018 es un exa-. Las fracciones se denominan con una escala numérica similar,
seguidas de un 10 y un supraíndice negativo que indica cuántos ceros deben quedar
después del punto decimal, a la derecha del dígito 1. Una milésima (10-3) es igual a
0.001; el prefijo micro- representa una millonésima y corresponde a 10-6; 10-9 es nano-;
le siguen pico-(10-12), fento-(10-16) y ato-(10-18).
Una forma de
entender estas unidades es conocer distancias u objetos que sean
representadas por ellas. Las galaxias tienen diámetros de 1021 kilómetros. Nuestro
sistema solar ocupa 1013 km; el diámetro de la luna se expresa en millones de metros, es
decir, 106 (mega-). La Unidad Astronómica (UA) corresponde a la distancia entre la
Tierra y el sol, 1012 km. Los objetos más pequeños que somos capaces de ver a simple
vista tienen poco menos de un milímetro (10-2). Necesitamos microscopios muy
potentes para observar virus, que pueden tener nanómetros (10-9) de longitud.
Ondas del espectro electromagnético
Las ondas que nos interesan del espectro electromagnético pueden ser tan grandes
(amplitud) como
edificios, en el caso de las ondas de radio. Los rayos infrarrojos
tienen el tamaño de una de nuestras uñas; la luz visible está conformada por ondas cuya
amplitud es comparable a la del tamaño de la cabeza de un alfiler. Los rayos ultravioleta
son tan pequeños como una bacteria, los rayos X son tan pequeños como un virus, y
pueden ser de tamaño menor al de un átomo; los materiales radioactivos emiten ondas
que tienen el tamaño de un núcleo atómico. Las ondas más pequeñas tienen mayor
capacidad de penetración y son las más nocivas.
Nuestros ojos son detectores que han ido evolucionando para detectar ondas de luz
visible. La luz visible es uno de los pocos tipos de radiación que puede penetrar nuestra
atmósfera y que es posible detectar desde la superficie de la Tierra. También existen
otros tipos de luz (o radiación) que no podemos ver. De hecho, solamente podemos ver
una parte muy pequeña de toda la gama de radiación llamada espectro electromagnético.
El espectro electromagnético incluye los rayos gamma, los rayos X, los rayos
ultravioleta, la luz visible, los rayos infrarrojos, las microondas y las ondas de radio. La
única diferencia entre estos distintos tipos de radiación es su longitud de onda y su
frecuencia. A medida que pasamos de los rayos gamma a las ondas de radio, la longitud
de onda aumenta y la frecuencia disminuye (también disminuyen la energía y la
temperatura). Todos estos tipos de radiación viajan a la velocidad de la luz (300.000
km/s en el espacio vacío). Además de la luz visible, también llegan a la superficie de la
tierra desde el espacio ondas de radio, una parte del espectro infrarrojo y una parte muy
pequeña de radiación ultravioleta. Afortunadamente, nuestra atmósfera bloquea el resto
de la radiación, la cual es muy peligrosa y hasta mortal para las formas de vida en la
Tierra. A partir de la luz visible, describiré algunas características de las ondas más
pequeñas del espectro electromagnético, hasta llegar a las más nocivas. Más adelante,
recorreremos el otro extremo del espectro, en donde se encuentran las ondas de menor
frecuencia.
Chicago. © A.J. Morillo,
Luz visible
En el espectro de luz, los rayos que pueden tener algún efecto sobre nuestra salud
corresponden a los rayos amplificados conocidos como láser. Existen diversos equipos
de uso cotidiano que pueden emitir rayos láser, y todos están cobijados por normas
internacionales para controlar su emisión. No todos los rayos láser son iguales. Los de
clase I no representan peligro biológico alguno. Se encuentran en sistemas cerrados,
como en las impresoras, reproductores de música y otros equipos que no requieren de
cuidado especial para su manejo, pues no se espera que produzcan ningún tipo de lesión.
Los equipos que producen rayos láser tipo II son de bajo poder, con una energía menor
a 1mW. Producen luz visible, que podría causar daño ocular. Ejemplos de láser tipo II
son los señaladores para presentaciones audiovisuales, y los que se utilizan para ayudar
a la puntería en algunas armas de fuego o para dirigir equipos, como los telescopios. No
se debe mirar directamente a una luz láser de este tipo, mucho menos con equipos de
magnificación, como lupas o telescopios. Los rayos láser tipo III tienen dos subtipos:
IIIa, de onda continua y poder intermedio, entre 1 y 5 mW. Algunos señaladores más
potentes o de luz verde son de este tipo, los mismos que se encuentran en algunos
equipos para digitalización o escáner. Mirar directamente a la fuente de un láser tipo
IIIa es dañino para sus ojos. Los lentes magnificadores empeoran las lesiones
producidas por estos rayos.
Los láser tipo IIIb son más potentes aún. Son de
onda continua (5-500mW) o pulsados, con
potencias de hasta 10J/ cm2. Algunos equipos
sofisticados de laboratorio, como los de
espectrometría, usan este tipo de rayos láser.
Los que se utilizan en espectáculos públicos de
luz son también del tipo IIIb. En algunos casos,
Independence Day© AJ Morillo, 1993.
los trabajadores que utilizan estos equipos requieren protección especial para sus ojos.
Los rayos láser tipo IIIb producen lesiones de los ojos, tanto al mirarlos directamente,
como en algunos de sus reflejos. Los rayos láser tipo IV
son de muy alto poder, y se
utilizan para algunas aplicaciones experimentales, pero también sirven en cirugías y
tienen usos industriales, como la soldadura o el corte de materiales como el acero. Los
rayos directos y sus reflejos producen lesiones de los ojos y la piel. Dependiendo del
objeto al que se apunten, los rayos láser IVb pueden producir reacciones inflamables.
¡La exposición directa a estos rayos se notará inmediatamente, tanto por el dolor como
por el olor a carne quemada! Sin embargo, sería excepcional que alguien que no trabaje
con equipos especializados esté expuesto, sin protección, a este tipo de rayos. La
naturaleza nos ha dotado de protección contra los tipos menos nocivos de rayos láser.
Ante la exposición a una luz brillante, los ojos tienen una respuesta de parpadeo que
ocurre en 0.25 segundos. Para que se produzca daño en la retina con un láser tipo II, se
requiere de una exposición de unos 15 minutos. La energía que producen estos rayos
está regulada por organismos de control. Para tener mayor seguridad, el límite de
energía que producen estos equipos corresponde a la décima parte de lo requerido para
que se produzca una lesión.
Cuatro consejos para recordar cuando se usen rayos láser tipo
II y IIIa, a los que más comúnmente se pueden exponer
personas que no trabajen con equipos especializados: los rayos
láser NO son juguetes. No deben ser usados por niños. No
deben apuntarse a superficies reflectivas y nunca deben apuntarse directamente a otras
personas.
En un número reciente de la revista científica Archives of Ophthalmology, el Dr.
Mainster, de la Universidad de Kansas, presenta algunas recomendaciones acerca de la
manera de evaluar posibles lesiones de la retina producidas por rayos láser.
Rayos Ultravioleta
Más allá del espectro visible, encontramos los rayos ultravioleta (UV). En 1801, el
físico alemán Johann Wilhelm Ritter descubrió que la luz contiene rayos UV. La
energía del sol se convierte en rayos ultravioleta, de
los que hay tres tipos, conocidos como UVA, UVB y
UVC. La longitud de onda de los rayos UV es muy
corta, estos rayos pueden penetrar a través de la piel y
producir cambios en las células que la conforman. Los
rayos con longitud de onda más corta son los UVC, y
resultarían extremadamente peligrosos, si no fuera porque son filtrados y absorbidos en
su totalidad por la
atmósfera terrestre. Hay varios factores que intervienen en la
cantidad de rayos UV que llegan a la superficie terrestre. La capa de ozono de la
atmósfera es la protección natural que filtra los rayos UV. Como producto de la
industrialización y de la contaminación ambiental, la capa de ozono se ha adelgazado de
manera no uniforme; las zonas del planeta en donde la capa de ozono es menor, reciben
mayor radiación UV. La hora del día también afecta a la proporción de rayos UV
recibidos. Cerca al medio día, el sol se encuentra en su punto más alto en el cielo, y los
rayos del sol viajan con menor ángulo y distancia a través de la atmósfera, aumentando
los niveles de rayos UVB. Un efecto similar se produce con las estaciones, con mayor
cantidad de rayos UV en el verano. Los rayos del sol son más potentes en el ecuador
terrestre; la latitud afecta también la proporción de rayos UV recibidos. En el trópico, es
más delgada la capa de ozono, otro factor que incrementa el potencial dañino de los
rayos solares en esta zona.
Estar «más cerca de las estrellas», como en el caso de Bogotá, Colombia, significa que
los rayos solares deben atravesar una capa más delgada de atmósfera; por lo tanto, son
más dañinos los rayos solares a mayor altura sobre el nivel del mar.
Las nubes y la contaminación ambiental pueden servir de filtro para algunos rayos
UVB. Los rayos UVA y UVB logran atravesar la atmósfera y son los responsables del
bronceado de la piel, pero también son la causa más frecuente de cáncer cutáneo.
El bronceado es producido por una sustancia conocida como melanina. Este es un
pigmento que se encuentra en algunas células del cuerpo llamadas melanocitos. La
radiación ultravioleta desencadena una reacción que lleva a una mayor producción de
melanina en las células más profundas de la piel. Los gránulos de melanina migran
progresivamente hacia las capas más superficiales de la piel, para pigmentarla
(oscurecerla) y protegerla de la radiación UV. Las pecas son el resultado de una
distribución no uniforme de estos pigmentos. Algunas personas tienen mayor cantidad
de melanina, como sucede en los que pertenecen a razas de piel más oscura. Esta
protección natural hace que algunos tipos de cáncer de piel sean menos frecuentes en
personas de estas razas. Los niños son los que tienen mayor riesgo, pues su piel no tiene
la capacidad de formar suficientes pigmentos protectores.
Cada vez que nos
bronceamos, se lesionan las células de nuestra piel. Algunas células cutáneas mueren, y
otras reciben un daño permanente en el ADN, que es el código químico que permite a
las células proliferar y multiplicarse. Algunas células pueden repararse por sí solas,
eliminando el ADN dañado por los rayos del sol. Las células que no logran eliminar el
daño se vuelven «defectuosas» y pueden convertirse en células cancerosas.
El
cristalino, el lente de nuestros ojos que nos permite ver con claridad, puede afectarse por
la radiación UV. Una de las manifestaciones del exceso de radiación UV son las
cataratas, una especie de opacidad que afecta al cristalino y que obstaculiza el paso de
luz al interior de nuestros ojos, disminuyendo la agudeza visual.
No todas son malas noticias: se han establecido varios efectos benéficos de la luz solar,
especialmente por su participación en la producción de vitamina D. Los rayos UVB
producen una reacción química que favorece la conversión de una sustancia conocida
como ergosterol, abundante en nuestra piel, en vitamina D. El sol es nuestra principal
fuente de esta vitamina. Diez minutos diarios de exposición solar nos proveen de toda
la vitamina D que necesitamos. Esta vitamina es necesaria para el metabolismo del
calcio, indispensable a su vez para el fortalecimiento de nuestros huesos y con efectos
benéficos para algunas otras funciones del sistema nervioso central. Algunos estudios
científicos han sugerido que la luz solar puede protegernos contra algunos tipos de
cáncer, como el de mama, colon, ovario, vejiga, útero, estómago y próstata.
Durante siglos, la apariencia de piel bronceada fue rechazada, pues era un signo de que
se pertenecía a la clase trabajadora, expuesta durante largas jornadas al sol. La moda
imponía una apariencia pálida y cenicienta, como signos de una vida reposada, con
riqueza suficiente como para no necesitar del trabajo como fuente de ingresos. En la
época del Renacimiento, las mujeres añoraban tener la apariencia de piel pálida, y
recurrían al maquillaje blanco, aún cuando este efecto se lograra con sustancias tóxicas.
La famosa apariencia de «cara blanca» de la reina Isabel I de Inglaterra
era producida por sustancias como el óxido de plomo y el hidróxido de
carbonato; en Italia, la Signora Toffana se hizo famosa por su invento
de un maquillaje de polvo blanco de arsénico que recomendaba a las
mujeres que quisieran enviudar… y heredar las fortunas de sus esposos.
Seiscientos esposos murieron —y muchas viudas enriquecieron— antes de que la
Signora Toffana fuera condenada a la pena de muerte.
La preferencia por la palidez siguió vigente hasta comienzos del siglo pasado, cuando la
moda del bronceado fue impuesta: Coco Chanel y Josephine Baker
empezaron a lucir sus bronceados como signo de poderío económico. El
bronceado no significaba la mala fortuna de tener que trabajar bajo el
sol, sino la gran fortuna de poder tomar unas vacaciones en una villa o
en un yate en el Mediterráneo. Para los años cuarenta, las divas de
Coco Chanel
la industria cinematográfica ayudaron a promover la costumbre del bronceado, que hoy
sabemos equivale al rostizado de la piel, potencialmente cancerígeno. La tecnología no
se hizo esperar: las cámaras de bronceado artificial utilizan rayos UV, pero a niveles
muy altos, que pueden ser más peligrosos que los producidos por el sol. Se estima que
20 minutos en un solario equivalen a cuatro horas bajo el sol. Nada más apropiado para
un mundo que quiere ir cada vez más rápido. Mientras la luz solar que llega hasta
nosotros contiene una mezcla de rayos UVA y UVB, las cámaras de bronceado
producen principalmente rayos UVA, de mayor penetración y con mayor potencial de
lesionar la piel. Como el efecto esperado es «cosmético», muchas de las personas que
utilizan las cámaras de bronceado artificial no usan cremas protectoras. La alta
intensidad de los rayos producidos artificialmente, que pretenden acelerar el tiempo de
bronceado, adelgazan la piel y favorecen la aparición de arrugas, es decir, ¡lindas pero
arrugadas! Como sucede con la luz del sol, la exposición a los rayos UV puede producir
lesiones de la córnea y el cristalino; es por ello indispensable usar anteojos protectores
especiales al ingresar a las cámaras de bronceado artificial.
Zomer in Maastricht © A.J.Morillo, 1994
Zomer in Maastricht © AJ Morillo, 1994.
¿Cómo protegerse de los rayos solares? Si su piel es muy pálida, no se exponga al sol
sin una crema que tenga un filtro solar de por lo menos 15 unidades. Si quiere
broncearse, hágalo gradualmente: no más de treinta minutos el primer día, y cada día
aumente cinco a diez minutos. Si presenta una quemadura por exposición al sol, no siga
bronceándose hasta que la piel no haya sanado.
Después de haberse rostizado al sol, es buena idea hidratar las células de su piel que
hayan sobrevivido: use cremas humectantes para después del bronceado. No use aceites,
mantequilla o derivados del petróleo para aumentar el bronceado. Se está haciendo
suficiente daño con el horneado, ¿porqué freír su piel?
Radiación ionizante
Siguiendo en el espectro electromagnético con las ondas más pequeñas, encontramos las
radiaciones ionizantes. Tienen muy alta frecuencia, que puede llegar a millones de
ciclos por segundo. Su alta frecuencia y pequeño tamaño hacen que estas ondas tengan
alta penetración. Al pasar por espacios tan pequeños como los que hay entre los átomos
que conforman moléculas, se pueden producir cambios en la estructura de la materia. El
rango de radiación ionizante incluye fuentes naturales, como los rayos cósmicos y la
radiación producida por elementos radioactivos. La otra fuente es la artificial,
encontrada en los equipos de diagnóstico por rayos X, en plantas de energía y en el
armamento militar. Los cambios que se producen en las moléculas producen mutaciones
de las células, cuyos efectos son variados: muerte celular, transformación de los tejidos
normales en cancerosos, o la muerte de los sujetos expuestos a altas dosis de radiación.
Los rayos cósmicos son la «luz» más antigua a la que estamos expuestos. Corresponden
al calor residual del origen del universo, un vestigio del destello de la Gran Explosión, o
Big Bang que originó el universo. La actividad del sol y de las estrellas nos llega desde
el espacio, y se comporta de manera similar a los rayos UV. A mayor altura sobre el
nivel del mar, mayores dosis de rayos cósmicos. De esta manera, los pilotos de aviación
están expuestos a mayores dosis de rayos cósmicos que las personas que no trabajan en
el aire. Otra de las fuentes naturales de radiación ionizante son algunos elementos
radioactivos que se encuentran en la corteza terrestre. Hay zonas en el planeta que
tienen una mayor concentración de elementos como el radio, uranio, torio y otros. En la
región de Ramsar, en Irán, hay manantiales ricos en radio, que producen dosis de
radiación que pueden ser hasta cuatrocientos veces más altas que en otras regiones del
mundo. También hay elementos radioactivos en las profundidades de nuestro planeta.
Se encuentran en elementos como el tritio, el polonio y el carbono radioactivo. Llegan a
nosotros a través del aire que respiramos, del agua y de algunos alimentos. La carne de
reno y caribú, que es consumida por algunas poblaciones septentrionales, tiene altas
concentraciones de polonio.
La más importante fuente de radiación natural es el gas radón, un producto natural de la
degradación del uranio, al que estamos expuestos a diario. El radón-222 es un gas
inoloro, incoloro e insípido, que escapa de las rocas y llega al aire que respiramos y al
agua que todos tomamos. La distribución de uranio en la corteza terrestre varía mucho
de acuerdo a la zona geográfica; de igual manera, el gas radón, producto de la
degradación del uranio, se encuentra en concentraciones muy variadas a lo largo de la
Tierra. En todas las regiones de los Estados Unidos se ha detectado radón, pero su
concentración es mayor en el estado de Colorado. En Colombia, el Observatorio
Sismológico y Vulcanológico de Pasto ha reportado niveles de radón en la vecindad del
volcán Galeras.
La Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) de Estados Unidos ha establecido
un límite de acción cuando los niveles de radón superan los 4pCi/L (cuatro pico Curios
[medida de radioactividad]) por litro de aire). Respirar aire en un ambiente con niveles
de radón por encima de los 4 pCi/L puede tener el mismo riesgo de cáncer pulmonar
que fumar cinco cigarrillos al día. Esta agencia ha estimado que una de cada 15 casas en
los Estados Unidos (unas seis millones de casas) supera los niveles de acción para el gas
radón. Una de cada cinco colegios de ese país puede tener por lo menos un salón de
clase (más de 73,000 en total) que supera esos niveles. Las acciones que ayudan a
controlar los niveles de radón incluyen la reparación de fallas en los cimientos, la
instalación de barreras para el gas, el buen diseño de los sistemas de plomería y drenaje
y la buena ventilación.
El gas radón puede ingresar a las casas a través de fallas en los cimientos. Las
edificaciones con menor ventilación, tienen mayor concentración de este gas
radioactivo. Los niveles de radón pueden producir cáncer pulmonar, y aumentan en las
estaciones frías, cuando se mantienen cerradas
las ventanas. Una ducha es una fuente de radón,
que nos llega a través del agua y se acumula en
el espacio cerrado y poco ventilado en el que nos
bañamos a diario.
David Teplica, 1987 →
Los estudios de diagnóstico que utilizan rayos X
y otras fuentes radioactivas pueden tener riesgos,
pero las dosis de radiación se controlan para que
el beneficio de obtener un diagnóstico sea
David Teplica, 1987.
Birth of Man with Homage to Michelangelo
mucho mayor al riesgo de producir lesiones o muerte por cáncer por la exposición a este
tipo de radiación. Aún cuando se tomen varias radiografías a una misma persona, se
espera que los pacientes se expongan a este tipo de radiación únicamente en escasas
oportunidades. Como muchos de los efectos de la radiación son acumulativos, en el
momento en el que haya mejoría de una enfermedad que implique el uso de
radiografías, se elimina la exposición a los rayos X y no se obtienen efectos secundarios
por la radiación. Para darse una idea del riesgo de mortalidad producida por los rayos X
en su uso diagnóstico, se han establecido tablas de riesgo relativo, en las que se compara
el riesgo de mortalidad de algunas actividades cotidianas con el de los rayos X. Así, si
se establece que por cada millón de personas expuestas a la radiación diagnóstica, una
podría morir como causa de la radiación, el riesgo es comparable al de una persona que
recorre 16 km en bicicleta, usa una canoa de remos durante 6 minutos, hace un viaje de
480 km en automóvil, o de 1600 km en un vuelo comercial, o fuma un cigarrillo y
medio. Estas comparaciones revelan que no es sensato pensar que existen mayores
riesgos que beneficios al hacerse una radiografía. El beneficio de un diagnóstico
oportuno siempre será mayor al riesgo de presentar lesiones por la radiación. Quizá los
únicos casos en los que hay que hacer un análisis cuidadoso de los riesgos y beneficios
de un estudio diagnóstico sean los de la población más sensible a la radiación, esto es,
los niños, las mujeres embarazadas y aquéllas en edad fértil. Esto se debe a que las
células que se están formando, desarrollando o creciendo, son más propensas a ser
afectadas por la radiación.
El Sistema Internacional de Unidades (SI) fue creado en París en 1791, como un
esfuerzo por crear una nomenclatura de uso universal. Se le conoce como mks porque
usa el metro, el segundo y el kilo. Un metro es la diezmillonésima parte de la distancia
del ecuador al polo norte, un segundo corresponde al tiempo que dura un péndulo de 1
m para hacer un recorrido y un kilo es una medida de masa. A pesar de los esfuerzos
por unificar estas mediciones, se siguen usando indiscriminadamente diferentes
unidades y medidas para describir las radiaciones.
La unidad convencional de radiación es el röntgenio (R), que se define como la cantidad
de radiación ionizante que libera una carga dada en un kilo de gas irradiado. Es la
radiación emitida por una fuente, por ejemplo, un tubo de rayos X. En el SI no tiene
nombre, se expresa en culombios por kilo (C/kg).
El rad se refiere a la cantidad de radiación absorbida, en términos de energía, por cada
kg de tejido. En el SI, se expresa en Grays (Gy).
La dosis equivalente absorbida por los tejidos depende de la composición de los
mismos, y se denomina rem. Esta unidad tiene importancia a la hora de determinar los
riesgos de la radiación sobre la salud. En el SI corresponde al Sievertios (Sv).
Por razones más históricas que científicas, el personal que trabaja en radioterapia suele
preferir las unidades relacionadas con la dosis absorbida, como rad, Gy y cGy. Los que
trabajan en radioprotección hablan en las unidades relacionadas con el riesgo sobre la
salud, es decir, Sv y rem. En Medicina Nuclear, se utilizan el Becquerelio (Bq) y el
Curio (Ci). Los radiólogos utilizamos indistintamente todos los anteriores.
Las dosis de radiación pueden tener equivalencias en los diferentes sistemas de
unidades, pero hay efectos que dependen de la fuente emisora de radiación. Por
ejemplo, el daño producido por la radiación alfa es mucho mayor que el que producen
los rayos X, aún a dosis iguales. Vale la pena recordar que, para la mayoría de tejidos, el
rad y el rem son equivalentes (por lo tanto, son también equivalentes sus contrapartes
Gy y Sv); ambos son muy similares al röntgenio.
Como se mencionó, todos los habitantes del planeta estamos expuestos a varios tipos de
radiación natural, como la originada en rayos cósmicos, solares y de otras fuentes, así
como la emitida por los materiales radioactivos que se encuentran en la tierra y la
producida por el gas radón. Se puede asumir que, anualmente, cada persona en el
mundo recibe en promedio 3 mSv (300mrem) de radiación corporal total. Los estudios
de radiografía convencional producen una dosis en piel de unas 3 veces por debajo de
esta radiación basal, es decir, 1 mSv o 100 mrem, con una variación de dos a cuatro
veces por encima o por debajo de este límite.
Diez veces por encima de la dosis usual de estudios radiográficos, se llega a la dosis
umbral para producir cambios en la piel, dados por una radiación de entrada de 1R. Se
necesitan muchos miles de estudios simples para producir este tipo de efecto sobre los
pacientes.
El personal que trabaja con rayos X debe seguir estrictas medidas de seguridad, pues
puede estar expuesto a las radiaciones como parte de su trabajo. Todas las personas que
tienen exposición ocupacional deben tener un seguimiento de las dosis de radiación que
reciben, y deben tener disponibles medidas de radioprotección, como elementos
plomados que sirven para aislar a dicho personal de las fuentes de radiación a las que
pueden exponerse. Hay que tener en cuenta que las dosis son mucho mayores en la
tomografía computarizada (TC); cuando se utiliza fluoroscopia, se requieren poco
menos de 30 minutos para producir enrojecimiento de la piel. En algunos
procedimientos de neurorradiología intervencionista, en los cuales se avanzan catéteres
al interior del los vasos sanguíneos de la circulación cerebral para el tratamiento de
aneurismas y otras lesiones, el paciente puede estar expuesto a más de una hora de
radiación, que se puede manifestar unos días después con la caída del cabello.
Indudablemente, el beneficio de evitar una catástrofe hemorrágica intracerebral es muy
superior al daño: la caída de parte del pelo volverá a crecer normalmente luego de unos
días.
Destello. © AJ Morillo, 1985
Destello. © AJ Morillo, 1985
Algunos de los efectos de las radiaciones ionizantes se conocen gracias a dosis masivas,
muy superiores a las utilizadas en los estudios de diagnóstico. Los ejemplos más
drásticos incluyen las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki, así como el
accidente de la planta nuclear de Chernobyl. El concepto de Dosis letal 50/60 se refiere
a la dosis requerida para que la mitad de la población humana expuesta fallezca en el
término de los siguientes 60 días.
Se necesita una exposición corporal total de 3 a 5 Sv para esto, si no existe ningún tipo
de cuidado médico; con atención médica se aumenta la dosis letal a 8 Sv. Con una
exposición corporal total aguda de 2,5 a 5 Sv, se produce un síndrome hematopoyético.
La falta de reposición de las células sanguíneas produce la muerte unas semanas o
meses después de la exposición. Si la dosis se aumenta hasta 5 a 12 Sv, aparece lesión
gastrointestinal, con pérdida de toda la mucosa y diarrea hemática letal: muerte en pocos
días o semanas. Por encima de los 100 Sv, el daño es doble: tanto al sistema
cardiovascular como al sistema nervioso central (SNC). Este último puede llevar a la
muerte unas horas después de la exposición.
En estos casos, la única protección es la de esperar que la sensatez prevalezca sobre la
demencia: ojalá no tengamos que presenciar la decisión del inicio de una guerra
termonuclear.
Nube Atómica. © AJ Morillo, 1985
Nube Atómica. © AJ Morillo, 1985.
Radiación no ionizante
Estos rayos representan las frecuencias más bajas, por debajo del espectro de luz visible.
Su energía es menor, pero en algunos casos pueden representar riesgos para la salud. De
este lado del espectro se encuentran los rayos infrarrojos, las microondas, algunas ondas
electromagnéticas y las que se usan en la transmisión de programas de radio.
©Morillo, AJ: Sequentia Eclyptica.
Cartago, Valle, junio 11, 1991
© Morillo, AJ: Sequentia Eclyptica. Cartago, Valle (Colombia), junio 11, 1991.
Rayos infrarrojos
Nuestros ojos son detectores que han ido evolucionando para captar ondas de luz
visible. La luz visible es uno de los pocos tipos de radiación que puede penetrar nuestra
atmósfera y que es posible detectar desde la superficie de la Tierra. También existen
otros tipos de luz (o radiación) que no podemos ver. De hecho, ya hemos hablado de
cómo podemos ver sólo una parte muy pequeña de toda la gama de radiación llamada
espectro electromagnético. Al igual que las formas de radiación electromagnética de
mayor energía, los rayos infrarrojos viajan a la velocidad de la luz (300.000 km/s en el
espacio vacío). Dentro del espectro electromagnético, la radiación infrarroja se
encuentra comprendida entre el espectro visible y las microondas. Las ondas infrarrojas
fueron descubiertas por William Herschel en 1800. Tienen longitudes de onda más
largas que la luz visible, pero más cortas que las microondas; sus frecuencias son
menores que las frecuencias de la luz visible y mayores que las frecuencias de las
microondas. El término infrarrojo cercano se refiere a la parte del espectro infrarrojo
que se encuentra más próxima a la luz visible; el término infrarrojo lejano denomina la
sección más cercana a la región de las microondas. La fuente primaria de la radiación
infrarroja es el calor o radiación térmica. Cualquier objeto que tenga una temperatura
superior al cero absoluto (-273,15 °C, es decir, 0 grados Kelvin), irradia ondas en la
banda infrarroja.
Incluso los objetos que consideramos muy fríos —por ejemplo, un trozo de hielo—,
emiten ondas en el espectro infrarrojo. Cuando un objeto no es suficientemente caliente
para irradiar ondas en el espectro visible, emite la mayoría de su energía como ondas
infrarrojas. Por ejemplo, es posible que un trozo de carbón encendido no emita luz
visible, pero que sí emita la radiación infrarroja que sentimos como calor. Mientras más
caliente se encuentre un objeto, tanta más radiación infrarroja emitirá. A la temperatura
normal del cuerpo, la mayoría de las personas irradian más intensamente en el espectro
infrarrojo, con una longitud de onda de 10 micrones (el micrón o micrómetro es una
unidad que equivale a una millonésima de metro). En la oscuridad, los detectores
infrarrojos pueden ver objetos que no se observan a simple vista, gracias a que dichos
objetos irradian calor. Las víboras de la familia de los crótalos, tales como las serpientes
de cascabel, tienen una hendidura sensorial entre los ojos y la nariz que utilizan para
detectar luz infrarroja. Así, la serpiente cascabel puede detectar animales de sangre
caliente por el calor que irradian, incluso en la oscuridad. Parece ser que algunas víboras
con dos hendiduras sensoriales perciben una visión tridimensional en el espectro
infrarrojo.
Sentimos los efectos de la radiación infrarroja cada día. El calor de la luz del sol, del
fuego, de un radiador de calefacción o de una acera caliente proviene del infrarrojo.
Aunque no podemos ver esta radiación, los nervios en nuestra piel pueden sentirla como
calor. Las terminaciones nerviosas de la piel son sensibles a la temperatura y pueden
detectar la diferencia entre la temperatura interior del cuerpo y la temperatura exterior
de la piel. También utilizamos rayos infrarrojos cuando usamos una unidad de control
remoto de un televisor. No es común que se presenten efectos nocivos por los rayos
infrarrojos. Nuestro cuerpo está diseñado para rechazar el contacto con temperaturas
muy altas, que son interpretadas como una sensación dolorosa que produce el reflejo de
retirada. Sin embargo, no sobran las precauciones ante los objetos muy calientes, que
nos pueden producir quemaduras leves o graves.
Microondas
Siguiendo hacia las frecuencias más bajas del espectro, se
encuentran las microondas. Hay muchas aplicaciones para este tipo
de ondas, como la medición de la velocidad a la que viaja un
automóvil, o una pelota de tenis, el envío de comunicaciones de
radio y televisión o el tratamiento de dolores musculares. Las
microondas también tienen usos industriales, como el secado de
maderas y el curado de cauchos y resinas. Con microondas se
pueden levantar masas de harina y cocinar papas fritas.
Las microondas son ondas electromagnéticas, es decir, una combinación de fuerzas
eléctricas y magnéticas que viajan juntas por el espacio y que se forman en el interior
del horno por un tubo llamado magnetron. Hay tres características comunes a este tipo
de ondas, que las hacen útiles para cocinar: son reflejadas por los metales, pueden pasar
a través de vidrio, papel, plástico y similares, y son absorbidas por los alimentos. Una
vez que son producidas, las microondas rebotan en la superficie interior del horno hasta
ser absorbidas por la comida. La vibración de las moléculas de agua en la comida
produce el calor que cocina los alimentos. Los alimentos frescos y con alto contenido
de agua, como las verduras, se cocinan más rápido. La absorción de las microondas se
transforma inmediatamente en calor. No «contamina» el alimento ni lo hace radioactivo.
La energía utilizada en los hornos de microondas es muy eficiente: no calienta el horno
ni los recipientes, sólo la comida. Pero hay que tener cuidado: es obvio que un alimento
muy caliente puede transmitir su calor al recipiente que lo contiene. Así, aunque las
microondas no tengan un efecto directo sobre los platos u otros recipientes, es claro que
podemos quemarnos si los líquidos o alimentos que
hemos irradiado con microondas están muy calientes. Lo
único que hay que hacer es tener la misma precaución
que
cuando utilizamos un horno convencional. Casi
todos hemos oído de grandes quemaduras producidas por
alimentos preparados en el microondas, que «estallan» en la cara de niños y amas de
casa. Este fenómeno es conocido como supercalentamiento, y es un riesgo real, pero
previsible. Se presenta cuando se alcanzan, de manera relativamente rápida,
temperaturas que están por encima del punto de ebullición. Cualquier alteración en la
superficie de estos líquidos, como agregarles azúcar, agitarlos con una cuchara, o
simplemente moverlos, produce una erupción violenta. Las dos recomendaciones para
evitar este tipo de accidente, son: no exceder los tiempos de cocción para el agua y otros
líquidos, y agregar las partículas (sal, azúcar, caldo en polvo, etc.) antes de calentarlos.
Las microondas tienen mayor efecto sobre la superficie de los alimentos. Los alimentos
se cocinan por la transmisión de este calor hacia el centro de la comida que preparamos.
El único efecto sobre los alimentos es el térmico. No se reduce el valor nutricional de
los alimentos que cocinamos con microondas, ni se contaminan los alimentos de
ninguna manera cuando los cocinamos de esta manera. De hecho, es posible que
algunos alimentos cocinados en horno microondas retengan más vitaminas y minerales
que si los hervimos en una olla convencional, puesta sobre una estufa. Estas vitaminas y
minerales se pueden diluir en el agua donde hervimos las verduras, y, al requerir menos
agua para cocinarlas con microondas, perdemos menos de su valor nutricional.
Hoy en día, muchos hogares cuentan con una fuente de microondas en su cocina. La
agencia de regulación de drogas y alimentos en Estados Unidos (FDA), ha estado a
cargo de la vigilancia de la fabricación de hornos caseros desde 1971. Se considera que
los hornos caseros son seguros si se cumple con ciertos estándares. El límite de escape
de microondas es de 5mW/cm2 (cinco milivatios por centímetro cuadrado) a unos 5 cm
de la superficie exterior del horno. Este nivel de seguridad está muy por debajo del nivel
que puede producir lesiones. Todas las fuentes de energía pueden cuantificarse en
cuanto a su potencial nocivo. Para ello, contamos con el
índice de absorción de
radiación, también conocido como tasa de absorción específica o como la sigla inglesa
SAR. Con este número, se determinan los niveles de seguridad para la exposición a la
radiación electromagnética. Con base a recomendaciones del Consejo de la Unión
Europea, se ha establecido un límite de seguridad en 2.0 W/ kg. Los vatios (W) se
refieren a la potencia de emisión por unidad de masa, es decir, cuánta potencia
electromagnética es absorbida por cada kilo de materia del cuerpo humano. La energía
es absorbida por nuestro organismo, y el principal efecto del depósito de energía es el
calentamiento. El calor que reciben nuestros tejidos es disipado por mecanismos
naturales. Si un dispositivo cualquiera, en este caso, un horno de microondas, se
encuentra dentro de los límites de seguridad, no se presentan efectos adversos para
quien lo utiliza. El límite de seguridad exigido para el escape de microondas por fuera
del horno es de varias miles de veces menor al límite máximo de exposición o SAR. Es
importante saber que cualquier forma de energía decae con la distancia que viaja en el
espacio. Esto significa que alejarse del horno microondas (o de cualquier fuente de
energía) disminuye dramáticamente la intensidad de la energía recibida. Si el límite de
seguridad de 5mW se ha establecido para los 5 cm de distancia del horno, estar a
cincuenta centímetros del horno microondas disminuye la cantidad de microondas
recibidas en unas cien veces. El estándar de seguridad exigido para la fabricación de
estos hornos también incluye un doble sistema de seguros independientes que detienen
la producción de microondas cuando la puerta del horno se encuentra abierta. En caso
de que ambos sistemas fallen, los hornos tienen un tercer sistema de seguridad, que hace
prácticamente imposible que se reciba una exposición significativa de microondas
cuando se cocina con este aparato. No se asuste por el ruido que puede oír cuando la
puerta del horno se abre: para disipar de manera más eficiente las ondas, los hornos usan
un ventilador; de seguro, el ruido que escucha después de abrir la puerta de su horno es
producido por ese ventilador. Tenga en cuenta que, cuando la puerta de su horno se
abre, no hay radiación residual. Funciona como un interruptor de luz para accionar un
bombillo: al cortar la energía eléctrica, no queda ningún residuo de luz. Esto significa
que no es necesario esperar a que las microondas se disipen antes de sacar el alimento
del horno de microondas. La única precaución es la que se ha mencionado: el alimento
está caliente, tenga cuidado de no quemarse. Es la misma precaución que se debe tener
al sacar alimentos de cualquier horno convencional. Definitivamente, las microondas
producen calentamiento. Algunos tejidos son más sensibles a este tipo de radiación
electromagnética, como es el caso del cristalino y los espermatozoides. Este tipo de
lesiones sólo se producen con niveles de exposición muy superiores a cualquier escape
de un horno casero. No tema: el usar un horno de microondas NO le va a producir
lesiones. A menos que usted quepa en el interior de su horno, con la puerta cerrada, no
hay peligro de cocinarse en vida. Por ello, no es necesario seguir una precaución que
algunos han tomado como cierta:
mantenerse alejado por lo menos tres metros de su
horno mientras está cocinando. En algunos apartamentos modernos, esto puede
significar ¡salirse de la cocina!
Las dudas acerca de la seguridad de los microondas se han disipado. Los hornos de
microondas no deben interferir con el funcionamiento de equipos médicos, como los
marcapasos cardiacos. Los marcapasos tienen un sistema de aislamiento que los protege
de los bajos niveles de ondas electromagnéticas que pueden producirse por fuera de un
horno de microondas. Las recomendaciones de seguridad para el uso de hornos de
microondas resultan obvias: usarlo solo para lo recomendado por el fabricante (cocinar),
seguir las instrucciones de manejo, y no usarlo si se sospecha que han fallado los
sistemas de seguridad. Si la puerta está dañada, golpeada o rota, es mejor revisar su
horno para determinar si hay escape de microondas mayor del permitido. El horno de
microondas no es un juguete. No debe ser usado por niños sin supervisión. No exceda
los tiempos de cocción para los líquidos. No se aleje tres metros de su horno cuando lo
encienda, pero tampoco lo use de almohada. Y recuerde para qué usó el horno: su
alimento ¡está caliente!
Ondas electromagnéticas
Se ha ilustrado la teoría de la energía electromagnética con el ejemplo de una piedra
que se arroja a un estanque. El movimiento del agua se transmite en forma de ondas
que se irradian como círculos concéntricos cada vez más amplios sobre la superficie,
con movimientos que van en sentido perpendicular a la dirección de desplazamiento, es
decir, hacia arriba y abajo a medida que se avanza, u ondas transversas. En este
ejemplo, el agua es el medio necesario para la transmisión de las ondas. El sonido
también requiere de un medio para viajar: en el vacío no se oye nada. A diferencia de
estos ejemplos, las ondas electromagnéticas tienen su propia energía, por eso no
necesitan de medio para su transmisión o diseminación. Son energía en movimiento en
sí mismas. Pueden viajar durante kilómetros, en el vacío del espacio, sin necesidad de
un medio para viajar. Si se hace circular corriente a través de un cable de cobre, se
produce movimiento de electrones, y se produce un campo de energía que flota desde la
superficie del cable. Esta energía tiene dos componentes, uno magnético y otro
eléctrico, los cuales se combinan perpendicularmente para formar una onda
electromagnética. Se irradia a la velocidad de la luz desde el cable en forma pulsátil, en
forma similar a las ondas en un estanque. Cada vez que circula corriente, se producen
campos magnéticos alrededor de los cables. Las líneas de alta tensión son un ejemplo
que ha generado temores infundados pero grandemente diseminados. Gracias a reportes
periodísticos sin mucho fundamento científico, se generó la controversia de si la
exposición a los campos electromagnéticos que acompañan a las líneas de alta tensión
tenía efectos sobre la salud de las personas. Todo comenzó alrededor de 1976. El
periodista Paul Brodeur, sin experiencia científica, pero que escribía sobre «ciencia»
desde 1968, publicó en la revista New Yorker sus artículos sobre la asociación entre
leucemia infantil y el hecho de vivir o estudiar cerca de torres de alta tensión. En ese
entonces, el punto de vista que prevalecía era paranoico, impuesto por la guerra fría.
¿Quién tiene algo que ganar? ¿Qué están escondiendo? Es fácil entender cómo sus
artículos
generaron una controversia que aún hoy, a pesar de más de quinientos
estudios en los últimos 17 años, que confirman que no hay evidencia conclusiva de una
asociación entre las líneas de alta tensión y el riesgo para la salud, sigue siendo motivo
de paranoia.
Las líneas de alta tensión producen campos
magnéticos a su alrededor. Esto es un hecho
incontrovertible. Se han medido estos campos,
cuya potencia aproximada es de 0.0001 microW /
cm2. Para entender cuán baja es esta radiación
electromagnética, vale la pena recordar que la
luna, en su fase llena, es capaz de generar 0.2microW/cm2 en una noche, cientos de
veces más energía que la que se asocia a las
líneas
de
alta
norteamericanas
tensión.
e
Las
internacionales
vigilancia [National Council on
Protection
(NCRP),
Administration
agencias
Food
(FDA),
de
Radiation
and
Drug
Environmental
Protection Agency (EPA), International
Moon Over Philadelphia. © AJ Morillo, 1993.
Commission on Non-Ionizing Radiation Protection (ICNIR), Institute of Electrical and
Electronics Engineers (IEEE), entre otras] han estado de acuerdo en que NO hay
pruebas contundentes de una asociación entre las líneas eléctricas y el cáncer,
anormalidades reproductivas, alteraciones en el desarrollo, cambios de comportamiento
o dificultades para el aprendizaje.
Campos magnéticos
La controversia es similar a la generada alrededor de las
líneas de alta tensión. La emisión de campos magnéticos
por productos de uso cotidiano como los teléfonos móviles,
comenzó a producir temor entre el público. El periodismo
seudocientífico contribuyó a esta controversia. Hacia 1993,
en el programa televisivo Larry King Live aparecieron las
declaraciones de un hombre que alegaba que el tumor
cerebral de su esposa se había producido por el uso del
teléfono celular. Las reclamaciones del público en contra
de la industria de telefonía celular por diferentes efectos sobre la salud no se hicieron
espera. La Cellular Telephone Industry Association (CTIA) rechazó contundentemente
estas declaraciones, a la vez que aceptó patrocinar un programa de investigación para
determinar los posibles riesgos de la telefonía celular. A pesar de que muchos expertos
están de acuerdo en que las emisiones de energía son muy bajas como para tener
efectos sobre la salud, es fácil entender que prevalezca el abordaje paranoico: ¿tendrían
algo para esconder?
Está claro que la energía que producen típicamente los teléfonos móviles es de cerca de
un cuarto de vatio (0.25W). Ya hemos visto cómo energía se traduce en calentamiento.
A esos niveles de energía, un teléfono celular cerca de la cabeza durante algunos
minutos puede elevar la temperatura de las células nerviosas cerebrales vecinas en una
décima parte de grado centígrado (0.1 oC). Las fluctuaciones normales de la temperatura
cerebral son diez veces mayores. De hecho, es fácil lograr mayores elevaciones en la
temperatura corporal durante un baño caliente, pero nadie parece haberse preocupado
por ello. No hay fundamento para que un nivel de energía tan bajo produzca
preocupación alguna. Además, la energía que emite un teléfono celular no es ionizante:
no es capaz de producir alteraciones moleculares ni otros efectos de importancia. Sin
embargo, la lista de supuestos efectos por la telefonía celular es casi interminable:
•
Enfermedad de Alzheimer
•
Epilepsia
•
Ansiedad
•
Dolor ocular y de oídos
•
Asma
•
Eritema y edema facial
•
Defectos congénitos
•
Fibromialgia
•
Aumento en la tensión arterial
•
Daños genéticos
•
Cáncer y tumores cerebrales
•
Gliomas
•
Sensación de quemadura
•
Pérdida del cabello
•
Esclerosis múltiple
•
Cefaleas
•
Síntomas neuro-cognoscitivos
•
Enfermedad cardiaca
•
Tumores
•
Daño renal
neurinomas acústicos
•
Tumores parotídeos
•
Cáncer oral
•
Envejecimiento prematuro
•
Interferencia con marcapasos
•
Cambios en tiempos de reacción
•
Dolor
•
Trastornos del sueño
•
Enfermedad de Parkinson
•
Suicidio
•
Cambios en iones de calcio
•
Reducción de testosterona
•
Sensibilidad química
•
Cáncer de tiroides
•
Fatiga crónica
•
Leucemia
•
Estrés crónico
•
Depresión
•
Linfoma
•
Diabetes
•
Reducción de melatonina
•
Desorientación
•
Pérdida de memoria
•
Cambios en EEG
•
Meningitis meningocóccica
•
Tinnitus
•
Meningiomas
de
vaina
neural,
y
otros
cánceres
sanguíneos
Los alcances de la controversia no se pueden estimar aún. Para algunas personas, es
fácil calcular el efecto del uso de celulares. En un lugar de la red, del cual no quisiera
acordarme, encontré la siguiente fantasía: si se habla una hora al día, durante 365 días,
con una energía de 3 W, se obtienen 1095 W/ año. (No hay una explicación para haber
escogido el valor de 3 W, cuando las regulaciones internacionales exigen menos
potencia. De hecho, la mayoría de los teléfonos celulares tienen un índice SAR cercano
a 1 W). Según esa información, no fundamentada en estudios científicos, en diez años,
la exposición resultante es de 10950W, que es comparable a
meter la cabeza en el
interior de un horno microondas y ¡cocinar el cerebro como una salchicha!
Se puede obtener información acerca de los niveles de absorción de radiación (SAR)
para diferentes modelos de teléfonos. Sólo hace falta buscar el número de identificación
del modelo (FCC ID), que siempre está impreso en el teléfono, a veces debajo de la
batería, que hay que remover para encontrarlo. Una vez haya encontrado el número de
identificación de su teléfono, ingrese a la siguiente dirección en internet:
www.fcc.gov/oet/fccid. Allí encontrará instrucciones para obtener la información sobre
los niveles de SAR producidos por su teléfono móvil.
Lo cierto es que no hay mecanismo posible para explicar una asociación real entre el
uso de teléfonos celulares y enfermedades. Quizá no sea prudente usar este recurso de
manera excesiva, pero los efectos nocivos asociados a su utilización pueden estar más
relacionados con la pérdida de concentración en otras actividades –como conducir un
automóvil– que con la radiación electromagnética que producen estos teléfonos.
Epílogo
El mundo moderno nos ha traído una cantidad de equipos, que pueden generar ondas del
espectro electromagnético. Los ambientes de trabajo
pueden tener muchas fuentes de radiaciones, hasta el
punto que puede parecer que vivimos dentro de la
pantalla de un televisor. Cuando recién se habían
descubierto los rayos X, se generó gran controversia
entre el público, aún sin que se conocieran sus efectos
Autorretrato Catódico © AJ Morillo, 1993.
nocivos. La mayor preocupación era moral, pues parecía inapropiado que se pudieran
observar partes ocultas del cuerpo.
Era 1895, y algunas críticas sugerían una restricción al uso de tan innoble
descubrimiento, hasta el extremo de sugerir, para los descubridores, la pena de muerte:
«…La consecuencia del descubrimiento parece ser que se
pueden ver los huesos de las personas. No hace falta discutir
acerca de la repulsiva indecencia de este hecho.
Queremos llamar la atención del Gobierno a favor de
una severa legislación que restringa el uso …
…Quizá lo mejor sería que las naciones civilizadas
unieran esfuerzos para quemar todos los trabajos
sobre los rayos Röntgen, que ejecutaran
a los descubridores, recogieran todo el tungstato
de calcio y lo enviaran al fondo del océano.
Que los peces contemplen sus propios huesos,
nosotros no…»
Nada mejor para enfrentarse a un enemigo imaginario que promover una cura
imaginaria. Eliminar algunos de los compuestos químicos con los que se producen o
registran los rayos X fue la cura imaginaria propuesta por detractores que obviamente
no entendían los alcances de ese descubrimiento. Ejecutar a los científicos que
participaran del invento sería una medida extrema que tampoco ofrecía una solución a
lo que en ese momento se planteaba como un problema, la indecente revelación de los
huesos de seres humanos vivientes.
La táctica de la cura imaginaria ha prevalecido hasta nuestros días. Para controlar la
emisión de ondas electromagnéticas producidas por monitores de computador, la cura
perfecta parece ser una planta. Por ello, se supone que el cactus Cereus peruvianus
ofrece «protección de emisiones y radiaciones». Al fin y al cabo, el
Cleistocactus strausii , conocido como «cactus Vela plateada» es
vendido por que «limpia y regenera el aura para la vida astral», así
que ¿porqué no? Quizá un cactus inofensivo ayude a prevenir los
supuestos efectos nocivos de un monitor de rayos catódicos…
Otra solución que parece imaginaria es la «tarjeta dispersadora de
ondas electromagnéticas», de cuyo inserto transcribo:
«La TARJETA DISPERSADORA DE ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS
es un producto desarrollado dentro de la filosofía y práctica de la
Bio-arquitectura y la Bioenergética, que viene de la radiónica,
cromoterapia, principios de electricidad y diseño durante más de cinco
años, investigación y observaciones que finalmente produjeron la
tarjeta que Usted ahora tiene en sus manos. »
El uso de muchos términos científicos y seudocientíficos comienza a despertar
sospechas, que no parecen tener fin:
«Se presenta como un elemento de prevención y se ofrece al público
después de haber sido usado por diferentes personas que nos han
dejado saber que les ha servido para disminuir diferentes molestias
causadas al estar operando computadores y otros aparatos».
¿Quiénes son esas «personas» que dicen sentirse «mejor»? ¿Cuáles
eran sus dolencias y porqué se atribuyeron al uso de «computadores y
otros aparatos»? El respaldo científico que se anuncia en el primer
párrafo comienza a diluirse en impresiones vagas y anónimas, que no
pueden corroborarse. Más adelante, se hace explícito que el diseño
de la tarjeta es básicamente un dibujo, creativo y original, que puede
usarse según el estado de ánimo de quien la compra:
«Fue diseñada por el Arq. Rafael Hernández M. y es fundamentalmente
un diseño artístico registrado.
El producto que hoy le entregamos a (sic) sido desarrollado con la
intención de ayudarle a disminuir la afectación nociva de estas
radiaciones y se presenta exclusivamente como una obra artística, que
le puede ayudar a disminuir los efectos y molestias ocasionadas por estar
mucho más del tiempo recomendado a la exposición de la radiación
no ionizante a baja frecuencia.
Úsela siempre que sienta que debe hacerlo, el tiempo que
USTED estime necesario.»
¿Cómo protegernos en este mundo lleno de peligros? Quizá la
mejor recomendación sea la de conocer los verdaderos riesgos a
los que nos sometemos, antes de creer ciegamente en ellos.
Abundan los ejemplos de curas imaginarias para problemas
imaginarios. Abundan también los ingenuos o necesitados que
permiten la proliferación de los charlatanes y aprovechados,
que, a la vez que crean estos monstruos imaginarios, ofrecen la
solución para contrarrestarlos.
Arte Tóxico. © AJ Morillo, 1993.
Mi consejo: no todo el que parece enemigo lo es. Hágase amigo de sus equipos,
conózcalos, úselos de acuerdo a lo recomendado y disfrútelos sin abusar de ellos.
Fuentes de información (Búsquedas en internet y otras):
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