La mujer se escribe a sà misma:ensayismo y ontologà a en Rosario

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Inti: Revista de literatura hispánica
Volume 1 | Number 46
Article 6
1997
La mujer se escribe a sí misma:ensayismo y
ontología en Rosario Castellanos y Rosario Ferré
Jennifer Estrella
Citas recomendadas
Estrella, Jennifer (Otoño-Primavera 1997) "La mujer se escribe a sí misma:ensayismo y ontología en
Rosario Castellanos y Rosario Ferré," Inti: Revista de literatura hispánica: No. 46, Article 6.
Available at: http://digitalcommons.providence.edu/inti/vol1/iss46/6
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LA MUJER SE ESCRIBE A SÍ MISMA:
ENSAYISMO Y ONTOLOGIA EN ROSARIO
CASTELLANOS Y ROSARIO FERRE
Jennifer Estrella
University of Connecticut, Storrs
I. Introducción
E l lenguaje como instrumento de opresión es una preocupación
central de la crítica feminista contemporánea; reflejo de la sociedad que lo
produce, asegura, abierta o subrepticiamente, la perpetuación del sistema
vigente. En Mujer que sabe latín... y “La cocina de la escritura”, Rosario
Castellanos y Rosario Ferré respectivamente, mediante la desconstrucción
de los signifi cados del lenguaje patriarcal, refutan la identidad que le asigna
la sociedad a la mujer. A la vez, la acción misma de subvertir las
construcciones sociales se convierte, para ambas, en una afirmación de su
propia identidad. Este trabajo intentará retratar los procedimientos
ensayísticos empleados por las mencionadas escritoras para desmitificar las
falsas imágenes de la mujer así como para construir una identidad textual
propia. Tratará, asimismo, de destacar las consecuencias éticas y estéticas
de dicha empresa.
II. Rosario Castellanos: la ciencia como discurso de parte.
En M ujer que sabe latín... colección de ensayos publicados en 1973,
Castellanos se enfrenta a la ideología que ha excluido a la mujer de la
historia y compila una lista de escritoras célebres para edificar una tradición
femenina en la cual situarse. El proceso de confrontación con la ideología
patriarcal se hace evidente desde el título que, primera parte de un dicho que
presenta un estereotipo fabricado por la sociedad patriarcal hispanoamericana,
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“mujer que sabe latín no tiene ni marido ni buen fin” , demuestra la
infiltración del machismo en diferentes aspectos del lenguaje. Sin embargo,
la indeterminación dada al título por la inclusión de puntos suspensivos
enfatiza la falta de una definición exacta y, así, admite la posibilidad de un
destino diferente al prescrito por el refrán para la mujer letrada.
El nexo entre la ideología y el lenguaje se puede ver a través de “La
mujer y su imagen”, ensayo introductorio que funciona como síntesis del
libro. Dicho ensayo comienza explorando la mitificación de la mujer como
causa de su exclusión de la historia. Su introducción al tema, sin embargo,
conlleva una advertencia sobre la asimilación inconsciente de los significados
de la ideología patriarcal en el lenguaje. Dice Castellanos:
A lo largo de la historia (la historia es el archivo de los hechos
cumplidos por el hombre y todo lo que queda fuera de él pertenece al reino
de la conjetura, de la fábula, de la leyenda, de la mentira) la mujer ha sido
más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la
sociedad, más que una criatura humana, un mito. (7)
La necesidad de incluir una definición de “la historia”, concepto que
parecería evidente, demuestra su interés en despertar la conciencia del lector
sobre la subjetividad inherente en el lenguaje, y es a partir de esa advertencia
cuando el ensayo se concentra en descubrir los conceptos que se prestan a
la mitificación de la mujer.
Al igual que Simone de Beauvoir y muchas otras escritoras, Castellanos
percibe la mitificación de la mujer como la negación de su individualidad,
y hasta de su humanidad en algunos casos, para imponer en ella una
identidad construida por el hombre. El ímpetu de conformarse a una serie
de características extrínsecas a ella, supone una negación de identidad
propia y facilita su dominación por el hombre. Dice Castellanos:
Supongamos, por ejemplo, que se exalta a la mujer por su belleza. No
olvidemos, entonces, que la belleza es un ideal que compone y que impone
el hombre y que, por extraña coincidencia, corresponde a una serie de
requisitos que, al satisfacerse, convierten a la mujer que los encarna en una
inválida, si es que no queremos exagerar declarando, de un modo mucho
más aproximado a la verdad, que es una cosa. (9)
Como con el concepto de “historia”, el énfasis dado a la génesis del
significado de “belleza” indica el deseo de Castellanos de revelar la
ideología subyacente en el lenguaje; además, la insistencia en “definir”
estos conceptos constituye una forma de subvertirlos, es decir, un intento de
ilustrar la oblicuidad presente en tales nociones que, de paso, obliga al lector
a cuestionar la posibilidad de modificarlas.
La subversión de la ideología patriarcal se manifiesta en la escritura de
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Castellanos de diferentes formas. Consciente de los problemas propios de
un lenguaje que ha sido transformado en instrumento de opresión, en “El
lenguaje como instrumento de dominio”, otro ensayo de M ujer que sabe
latín..., Castellanos escribe: “Hay que crear otro lenguaje, hay que partir
desde otro punto...”. En “La mujer y su imagen”, este otro lenguaje al que
se hace referencia se acopla a la definición de Mary Jacobus en “The
Difference of View”, texto incluido en Women’s Writing and Writing About
Women. Allí, Jacobus propone una escritura femenina que funcione dentro
del discurso masculino, pero desconstruyéndolo, reinventándolo, para
trascender los significados de un discurso de opresión. Para hacer esto en
“La mujer y su imagen”, Castellanos se coloca dentro del espacio del
discurso “masculino” y refuta los estereotipos de la mujer mediante la
ironización y parodia de los valores de la sociedad patriarcal; es decir,
Castellanos imita el tono académico y autoritario de la escritura “masculina”
para construir un discurso que, a primera vista, se presenta sumamente
racional y objetivo. A medida que avanza el ensayo, sin embargo, el
discurso va perdiendo objetividad por la aparición de interjecciones, apartes
e hipérboles que tienen como función más aparente demostrar la irracionalidad
de los prejuicios contra el sexo femenino.
Comparemos el primer párrafo del ensayo (citado anteriormente) con
el citado a continuación: aquél “definía” la historia y presentaba la idea de
la mitificación; éste continúa la discusión sobre la imposición de un ideal de
belleza en la mujer.
Están calzados [los pies] por un zapato que algún fulminante dictador de
la moda ha decretado como expresión de la elegancia y que posee todas las
características de un instrumento de tortura. En su parte más ancha aprieta
hasta la estrangulación; en su extremo delantero termina en una punta
inverosímil a la que los dedos tienen que someterse; el talón se prolonga
merced a un agudo estilete que no proporciona la base de sustentación
suficiente para el cuerpo, que hace precario el equilibrio, fácil la caída,
imposible la caminata. ¿Pero quién, sino las sufragistas, se atreve a usar
unos zapatos cómodos, que respeten las leyes de la anatomía? Por eso las
sufragistas, en justo castigo, son unánimamente ridiculizadas. (10)
Mientras en aquel primer párrafo existía cierta congruencia entre el tono y
el contenido, ya en éste se descubre la tendencia de Castellanos a jugar con
el lenguaje. Sus “juegos” se distinguen por la obvia incompatibilidad entre
la seriedad de su tono y lo absurdo de lo dicho. Lo importante es que de
alguna manera este desfase parodia la irracionalidad del discurso de la
sociedad patriarcal opresora subvirtiéndolo por medio de la burla. Así, la
situación de la mujer se reitera mediante una sinécdoque extendida, que
toma los pies por la mujer, para hacer una analogía entre las constricciones
que impone el calzado femenino al pie y las constricciones que impone la
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sociedad sobre la mujer. Los verbos y sustantivos que denotan sojuzgamiento
no aparecen por coincidencia: el calzado femenino, así como la identidad
que se le impone a la mujer, se caracteriza por su antinaturalidad y por lo
poco idóneo para cualquier tipo de desarrollo. Sin embargo, a pesar de la
verdad que presenta, el tono hiperbólico del párrafo asegura su carácter de
“ju eg o ” dem ostrando la habilidad de Castellanos de m anipular las
ambigüedades del discurso masculino.
Otro estereotipo del patriarcado subvertido en “La mujer y su imagen”
es “el hada del hogar”, concepto tomado de Virginia Woolf, que representa
el “dechado en el que toda criatura femenina debe aspirar a convertirse”
(12). La descripción de esta figura dada por W oolf destaca su falta de
egoísmo, lo que, consecuentemente, la relega al plano de lo mítico al negarle
características inherentes del ser humano.
[El hada del hogar] es extremadamente comprensiva, tiene un encanto
inmenso y carece del menor egoísmo. [...] Se sacrifica cotidianamente. [...]
En una palabra, está constituida de tal manera que no tiene nunca un
pensamiento o un deseo propio sino que prefiere ceder a los pensamientos
y deseos de los demás. Y, sobre todo, — ¿es indispensable decirlo? — el
hada del hogar es pura. (12)
A pesar de que la definición en sí muestra la imposibilidad de que un ser
humano encame este concepto, Castellanos escoge enfatizarlo absurdo del
postulado interviniendo en la descripción para preguntar, “¿es indispensable
decirlo?”. Esta pregunta, hecha en un tono retórico, sugiere que lo dicho es
un lugar común que no tiene otra manera de ser, a la vez que implica todo
lo contrario.
La ironización se lleva a un grado aún más alto mediante la continuación
del tema de la pureza. Castellanos subraya la correspondencia entre el
significado de “pureza” e “ignorancia” , destacando que la importancia dada
a estas supuestas características de la mujer es tal, en la sociedad patriarcal,
que se elabora toda una moral para preservarla. A la vez, señala lo absurdo
de este cometido cuando hasta el uso del término “mujer” se convierte en
una amenaza de contaminación.
Mujer es un término que adquiere un matiz de obscenidad y por eso
deberíamos cesar de utilizarlo. Tenemos a nuestro alcance muchos otros
más decentes: dama, señora, señorita ¿y por qué no? “hada del hogar”. (13)
La inclusión de otra pregunta retórica, “¿y por qué no?”, demuestra la
afinidad entre estos otros términos y uno tan hiperbólico como “hada del
hogar”; todos ellos buscan la negación de la mujer de carne y hueso para
reducirla a una figura “mítica” cuya característica central parece equivaler
a la inexistencia.
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En el ensayo, la nulidad del ser de la mujer y la crítica a los valores
patriarcales que endorsan esta condición puede verse en ejemplos como el
siguiente:
La osadía de indagar sobre sí misma; la necesidad de hacerse consciente
acerca del significado de la propia existencia corporal o la inaudita
pretensión de conferirle un significado a la propia existencia espiritual es
duramente reprimida y castigada por el aparato social. (14)
Aquí, la crítica se descubre en la incongruencia que hay entre la naturalidad
y logicidad de la curiosidad humana y las consecuencias que ello trae para
la mujer en la sociedad. Además, el tono de asombro frente a algo tan típico
del ser humano demuestra cómo la mujer es definida en la sociedad
patriarcal por la inversión de lo aceptado para el hombre.
La única existencia a la que puede aspirar una mujer en dicha sociedad
proviene de su relación con un hombre y solamente en dos categorías: la de
esposa o madre. La subversión de los significados otorgados a estos dos
estereotipos puede verse en la ironía que perm ea su presentación.
Concentrémonos en el concepto de la maternidad, concepto que representa
para la mujer “la oportunidad de traspasar sus límites en un fenómeno que
si no borra, al menos atenúa los signos negativos con los que estaba
marcada; que colma sus carencias; que la incorpora con carta de ciudadanía
en toda regla, a los núcleos humanos” (15). La enumeración de atributos
ridículos que le concede a la mujer el acto de convertirse en madre contiene
la primera indicación de la subversión; la segunda indicación se encuentra
en el tono irónico usado para describir los cambios que se exhibirán en la
mujer a partir de este momento:
Como par arte de magia en la mujer se ha desarraigado el egoísmo
que se suponía constitutivo de la especie humana. Con gozo inefable, se
nos asegura, la madre se desvive por la prole. Ostenta las consecuentes
deformaciones de su cuerpo con orgullo; se marchita sin melancolía;
entrega lo que atesoraba sin pensar, oh no, ni por un momento, en la
reciprocidad. (16)
Al igual que en la presentación del “hada del hogar”, Castellanos desacredita
el valor asignado a este estereotipo demostrando cómo éste va en contra de
la naturaleza humana. Con esta presentación logra descubrir la trampa que
le tiende la sociedad a la mujer para que deje de “ser”.
Además de la ironía, Castellanos busca la desmitificación de la mujer
mediante la parodia y los apartes. En “La mujer y su imagen”, Castellanos
utiliza el lenguaje científico para refutar la idea de la inferioridad biológica
de la m ujer postulada por autoridades m asculinas. Un pasaje es
particularmente digno de atención:
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No es tarea fácil explicar, se lamenta [Moebius], en qué consiste la
deficiencia mental. Es algo que equidista entre la imbecilidad y el estado
normal, aunque para designar a este último no disponemos de vocabulario
apropiado. En la vida común se usan dos términos contrapuestos: inteligente
y estúpido. Es inteligente el que discierne bien. (¿En relación con qué?
Pero es una descortesía interrumpir el discurso). Al estúpido, por el
contrario, le falta la capacidad de la crítica. (17)
Prim ero, al se ñ ala r la falta de un vocabulario científico adecuado para
describir la inferioridad intelectual de la m ujer, Castellanos cuestiona la
superioridad intelectual de científicos como M oebius y, consecuentem ente,
de los representantes del patriarcado opresor. A la vez, el uso de los apartes
en el segundo párrafo dem uestra la capacidad de Castellanos de discernir un
problem a que se evidencia en el postulado anterior: ¿cómo se puede m edir
el grado de lo correcto en un discernim iento? Y, ¿no está la ensayista
haciendo crítica? Entonces, ¿hemos de tenerla por voz inteligente? Si estas
teorías científicas quieren dem ostrar, sobre todo, la incapacidad de la m ujer
de asim ilar cualquier tipo de instrucción, la exposición y el análisis m ism os
destruyen el argum ento.
Sin em bargo, la parodia continúa. Castellanos cita a otro científico
que quiere refutar al prim ero dem ostrando la variedad de aportes que ha
hecho la m ujer a nuestra civilización. Estos van de “un peine que hace llegar
directam ente el líquido al cuero cabelludo sim plificando el trabajo del
peluquero y la doncella y perm itiendo a los elegantes proveerse de peines de
diferentes esencias” a “una form a de atado para zuecos de caucho que evita
la confusión y el descabalam iento de los pares” (18-19). La enum eración de
evidencia ridículo destruye la credibilidad de la hipótesis haciendo una
caricatura del tratado científico del cual se ha valido la sociedad para
ju stificar su m enosprecio de la mujer.
La intertextualidad de textos escritos por y sobre m ujeres que se ve en
el ensayo enfatiza la falta de validez que tienen estos estereotipos. La
inclusión en “La m ujer y su im agen” de personajes literarios que tienen un
fin trágico o viven una vida no satisfactoria por las im posiciones de la
sociedad (M elibea, D orotea y Am elia, Ana de Ozores, Ana K arenina, Hedda
G abler, La Pintada, Celestina) así como la integración de fragm entos e ideas
de escritoras fam osas que se rebelaron en contra de los papeles que les
asignaba la sociedad (Sim one de Beauvoir, V irginia W oolf, Sor Juana)
presenta la larga historia de conflictos que se han producido por imposiciones
del patriarcado. A la vez, la intertextualidad destaca la falsedad de estos
estereotipos. Dice Castellanos:
No vamos a dejamos atrapar en la vieja trampa del intento de convertir, por un
conjuro silogístico o mágico, al varón mutilado — que es la mujer según
Santo Tomás— en varón entero. Más bien vamos a insistir en otro problema.
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El de que, pese a todas las técnicas y estrategias de domesticación usadas
en todas las latitudes y en todas las épocas por todos los hombres, la mujer
tiende siempre a ser mujer, a girar en su órbita propia, a regirse de acuerdo
con un peculiar, intransferible, irrenunciable sistema de valores. (19)
Todos estos procedimientos sirven para invalidar significados de la
ideología patriarcal señalando su falta de fundamento. Sin embargo, a la vez
que ha ido desconstruyendo estos significados, Castellanos se ha ido
edificando una identidad. En primer lugar, el mero hecho de escribir el
ensayo demuestra su capacidad de comprender y superar los estereotipos de
la mujer. A la vez, si el ensayo comienza con un “nosotros” indefinido y
distanciado, la personalidad de Castellanos va haciéndose más y más
tangible a través del humor evidenciado en los apartes, la ironía que
demuestran sus opiniones y perspectivas sobre una gran variedad de temas
y, por último, su trasfondo y capacidad intelectual. Se podría concluir que
al finalizar “La mujer y su imagen” Castellanos es tanto protagonista
rebelde de su propio ensayo como una escritora digna de la tradición
femenina que admira.
III. R osario F erré o la tropología subversiva.
Rosario Ferré, en “La cocina de la escritura”, como Castellanos en
Mujer que sabe latín..., busca subvertir la definición dada a “lo femenino”
en la sociedad patriarcal e ir más allá de ella. No obstante, si para
transformar los estereotipos de la mujer Castellanos adopta el discurso
“masculino” para después parodiarlo, Ferré, quien escribe una década más
tarde (1982) y a raíz de un interés creciente en la escritura femenina, no
necesita colocarse en un espacio ajeno. Al contrario, hace de los estereotipos
el espacio mismo desde el cual practica la transformación de sus significados.
Esta acción de apropiación le permite construirse una identidad propia que
no se define por o como antítesis de “lo masculino” en la sociedad, pero que
produce una subversión doble ya que se rebela no sólo contra los significados
del patriarcado sino también contra los textos del feminismo que buscan
confundir a la mujer con el hombre.
En “La cocina de la escritura” tanto el título como el epígrafe destacan
dos elementos claves del discurso subversivo de Ferré: la utilización de una
im ago y la inversión de los significados mediante la carnavalización del
lenguaje. Ambos, el título y el epígrafe, “Si Aristóteles hubiera guisado,
mucho más hubiera escrito” , provienen de la “ Carta a Sor Filotea” de Sor
Juana Inés de la Cruz. En el ensayo de Ferré, esta intertextualidad evoca a
Sor Juana situando así a Ferré dentro de una tradición de escritoras subversivas
a la vez que le permite elaborar todo un argumento partiendo del discurso de
Sor Juana; es decir, el texto de la monja del siglo XVI sirve de introducción
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al ensayo de Ferré. En su carta Sor Juana explica cómo, después de haber
renunciado a los estudios por orden de una superiora, continúa su educación
experimentando con huevos, manteca y azúcar en la cocina del convento.
Ella utiliza la cocina para defender su inclinación hacia el estudio demostrando
que es una característica innata que no se define ni por el sexo ni por el
espacio; a la vez, al brindar la posibilidad de aprendizaje, el espacio mismo
de la cocina se transforma adquiriendo un valor intelectual. Este se subraya
mediante la construcción de un paralelo entre “el guisar” y “el escribir”.
Dicho paralelo se hace por primera vez en el título del ensayo de Ferré
y contiene la primera indicación de que nos encontramos frente a un texto
subversivo; “La cocina de la escritura” une dos sustantivos pertenecientes
a esferas opuestas de la sociedad: uno que tradicionalmente se asocia con
la mujer y, como consecuencia, con lo privado; otro que se identifica con el
hombre y la esfera pública. Su combinación podría verse como una especie
de carnavalización, si empleamos el vocabulario bakhtiniano, porque invierte
lo establecido para crear un mundo diferente.
Dicho proceso se acentúa en el ensayo por la reiteración constante de
motivos bíblicos y religiosos utilizados para la presentación del estado
emocional de la ensayista en el pasado. El concepto que tenemos de la
religión siempre ha estado estrechamente relacionado a la sociedad patriarcal
y se ha visto como uno de los mecanismos utilizados para subyugar a la
mujer; en consecuencia, cuando Ferré utiliza términos religiosos para
demostrar la falta de “ser” de la mujer dentro de una sociedad que le impone
una niñez eterna, demuestra su manipulación del discurso patriarcal y esto
en sí señala la inversión de dicho discurso:
Pero verme obligada a enfrentar la muerte sin haber conocido la vida, sin
atravesar su aprendizaje, me parecía una crueldad imperdonable. Era por
eso, me decía, que los inocentes, los que mueren sin haber vivido, sin tener
que rendir cuentas por sus propios actos, todos van a parar al Limbo. Me
encontraba convencida de que el Paraíso era de los buenos y el Infierno de
los malos, de esos hombres que se habían ganado la salvación o la condena,
pero que en el Limbo sólo había mujeres y niños, que ni siquiera sabíamos
cómo habíamos llegado hasta allí. (139)
Una parte clave de esa inversión puede verse en el desarrollo de la
metáfora de la cocina en sus diferentes niveles; así, si la cocina es el lugar
de la mujer, desde allí se llevará a cabo la subversión de los significados que
le niegan identidad. Como consecuencia, el proceso de escribir y construirse
una identidad se describe en términos de cocina en cada uno de los títulos
que encabezan sus secciones: “De cómo dejarse caer de la sartén al fuego”,
“De cómo salvar algunas cosas en medio del fuego” y “De cómo alimentar
el fuego”. De ahí que cocinar se convierta en un acto liberador y productivo
que va en directa contradicción de las interpretaciones de algunos conceptos
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que la escritora ha asimilado del patriarcado y que le han robado su
identidad. Dice Ferré:
Me había divorciado y había sufrido muchas vicisitudes a causa del amor,
o de lo que entonces había creído que era el amor: el renunciamiento a mi
propio espacio intelectual y espiritual, en aras de la relación con el amado.
El empeño por llegar a ser la esposa perfecta fue quizá lo que me hizo
volverme, en determinado momento, contra mí misma; a fuerza de tanto
querer ser como decían que debía ser, había dejado de existir, había
renunciado a las obligaciones privadas de mi alma. (139)
Para Ferré, sin embargo, el acto de sobrepasar los significados que le
impone la sociedad patriarcal significa no sólo transformarse a sí misma,
sino transformar el mundo exterior a ella. Así, puede aseverar: “escribo
para reinventarme y para reinventar al mundo” y “mi voluntad de escribir es
también una voluntad destructiva, un intento de aniquilarme y de aniquilar
al mundo” (138). La búsqueda de una identidad propia implica la
reconstrucción del mundo exterior al sujeto.
Ahora, ¿por qué utilizar la metáfora de la cocina? Siempre asociada
con la mujer, históricamente la cocina se ha percibido como espacio
marginado y la poca importancia dada a las labores del hogar le han
conferido connotaciones negativas. No obstante, su utilización en el ensayo
que nos ocupa denota una conciencia de que al cambiar el significado del
espacio, se puede cambiar el significado de la persona que lo habita. Esto
es lo que Josefina Ludmer ha denominado una de las “tretas del débil”:
La treta consiste en que, desde el lugar asignado y aceptado, se cambia no
sólo el sentido de ese lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura en
él. Como si una madre o ama de casa dijera: acepto mi lugar pero hago
política o ciencia en tanto madre o ama de casa. Siempre es posible tomar
un espacio desde donde se puede practicar lo vedado en otros; siempre es
posible anexar otros campos e instaurar otras territorialidades. Y esta
práctica de traslado y transformación reorganiza la estructura dada, social
y cultural: la combinación de acatamiento y enfrentamiento podría
establecer otra razón, otra cientificidad y otro sujeto del saber. (SPM, 16)
Entonces, si el primer tipo de subversión encontrado aquí es contra el
patriarcado porque busca una redefinición de los valores de la sociedad así
como la afirmación de una identidad diferente a la aceptada en la sociedad
(la de la esposa perfecta y la buena ama de casa), también es una subversión
contra el feminismo que busca la igualdad de los sexos por medio de la
negación de lo considerado femenino.1 En vez de alejarse de “lo femenino”,
Ferré busca darle un valor que hasta ahora siempre se le ha negado.
Esto se reitera en “La cocina de la escritura” por el acercamiento
mismo a la acción de escribir. En la sociedad patriarcal, a la escritora
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siem pre se le ha conferido una im portancia secundaria por la supuesta
subjetividad de su escritura. Ferré habla de las poéticas esbozadas por
Sim one de Beauvoir y V irginia W oolf y dem uestra cómo estas fem inistas
han recurrido, inconscientem ente, a valores del patriarcado.
Simone opinaba que las mujeres insistían con demasiado frecuencia en
aquellos temas considerados tradicionalmente femeninos, como por ejemplo
la preocupación con el amor, o la denuncia de una educación y de unas
costumbres que habían limitado irreparablemente su existencia. Justificados
como estaban estos temas, reducirse a ellos significaba que no se había
internalizado adecuadamente la capacidad de la libertad. [...] Virginia
Woolf, por otro lado, vivía obsesionada por una necesidad de objetividad
y de distancia que, en su opinión, se habían dado muy pocas veces en la
escritura de las mujeres. (140)
Estas dos escritoras, tradicionalm ente consideradas fem inistas, insisten
en un alejam iento de lo “ irracional, de la capacidad de em oción para buscar
la objetividad y la distancia” . (141) Sin em bargo, si al principio Ferré las
tom a com o sus m odelos e intenta im itarles en la escritura de su prim er
cuento, “ [H]abía, pues, escogido mi tema: nada m enos que el m undo; así
com o mi estilo, nada m enos que un lenguaje absolutam ente neutro y
ecuánim e, consagrado a hacer brotar la verosim ilitud del tem a, tal y como
me lo habían aconsejado Simone y V irginia”, poco a poco se da cuenta de
que las pautas que le aconsejan seguir son tam bién una im posición en su
personalidad y, de ahí, la im posibilidad de expresarse (140). No es hasta que
escucha u n a historia de una parienta y se deja llevar “p o r la ira, por la cólera”
que logra escribir su celebrado cuento, “La m uñeca m enor” , y la descripción
m ism a de la escritura del cuento se ve perm eada de térm inos que se asocian
con el plano em ocional: “Encendida la m echa, aquella m ism a tarde me
encerré en mi estudio y no me detuve hasta que aquella chispa que bailaba
frente a m is ojos se detuvo justo en el corazón de lo que quería decir.” (141)
A partir de esta experiencia, Ferré se atiene a una escritura diferente a la
prescrita por sus predecesoras a pesar de sentirse que las ha traicionado. Sin
em bargo, tal traición al fem inism o tradicional puede verse como una
m anera de ser m ás fiel a sí mism a; fiel en el sentido de que hay una nueva
aceptación y reivindicación de los espacios fem eninos que a m enudo
quieren negarse pero, que ya sea por socialización o por naturaleza, le
pertenecen a la m ujer y son una parte im portante de su experiencia y de su
identidad. A propósito de esto, ha dicho M aría Lugones:
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No me parece que sea solamente una cuestión de la diferencia entre el
mundo de lo femenino y el mundo de lo masculino, ni entre el hablar de lo
femenino y hablar de los masculino, sino el hecho de no encontrarse a una
misma en los símbolos y en la articulación de la expresión masculina. Por
lo tanto, el afianzarse en el mundo de lo concreto, no es simplemente
expresar una diferencia sino tratar de articular, de una manera que no nos
traicione, el mundo de una misma.2
I. A modo de conclusión:
Tanto en Mujer que sabe latín... como en “La cocina de la escritura”
hay una refutación de los valores del patriarcado que sirve como base para
toda una propuesta de reorganización de las estructuras socioculturales que
nos rodean. Ambas ensayistas destacan el peligro inherente para la mujer
en la asim ilación de significados sugeridos por una sociedad que
históricamente le ha vedado una existencia plena; ambas, mediante la ironía
y la metáfora, se apropian de la palabra, manipulándola, para suplir una
visión diferente del mundo; ambas buscan recuperar una identidad perdida
mediante su inserción en un canon literario de escritoras y personajes
subversivos. Por último, aunque el texto de Castellanos parece intentar
demostrar la igualdad intelectual de la mujer y el hombre dentro de la
sociedad patriarcal, tanto ella como Ferré subrayan, en un momento dado,
las diferencias entre los sexos presentándolas como algo positivo y, así,
afirmándose a sí mismas a la vez que le asignan un sentido a la experiencia
femenina a través de la historia.
NOTAS
1 Más sobre la resistencia del feminismo hispanoamericano a la adopción
acrítica de tesis del feminismo internacional puede verse en el artículo de Eliana
Rivero “Precisiones de lo femenino y lo feminista en la práctica literaria
hispanoamericana”. INTI 40-41 (1995): pp. 21-46.
2 Consigno aquí de manera literal la opinión que Lugones dio a conocer
oralmente durante la sesión plenaria de “Literatura femenina”, congreso llevado a
cabo en Amherst College en 1983.
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OBRAS CITADAS
Ahem, Maureen. A Rosario Castellanos Reader: An Anthology of Her Poetry,
Short Fiction, Essays and Drama. Austin: University of Texas Press, 1988.
Anderson, Helene. Rosario Castellanos and the Structures of Power.
Contemporary Women Authors of Latin America. Eds. Meyer, Doris y Fernández
Olmos Margarite. New York: Brooklyn College Press, 1983.
Bassnet, Susan. Ed. Knives and Angels: Women Writers in Latin America.
London: Zed Books Ltd., 1990.
Castellanos, Rosario. Mujer que sabe latín... México: SepSetentas, 1973.
Jacobus, Mary. The Difference of View. Women s Writing and Writing About
Women. New York: Barnes and Noble, 1979.
Ortega, Eliana y Patricia Elena González, eds. La sartén por el mango. Puerto
Rico: Ediciones Huracán, 1985.
Rivero, Eliana. “Precisiones de lo femenino y lo feminista en la práctica
literaria hispanoamericana.” INTI 40-41 (1995): pp. 21-46.
Rojas, Lourdes y Nancy Sapporta Sternbach. “Latin American Women
Essayists: ‘Intruders and Usurpers’. Ruth Ellen Boetcher Joeres y Elizabeth
Mittman, eds. The Politics of the Essay. Feminist Perspectives. Bloomington:
Indiana University Press, 1993: pp. 172-95.
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