ENCUENTROS EN VERINES 1991 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) QUÉ MITO Y QUÉ REALIDAD Pedro Sorela 1. El hecho de hablar al final de estos días condiciona lo que voy a decir hasta el punto de que he prescindido de la ponencia que traía escrita – algo más bien teórico sobre “Mito y realidad en la novela actual”, en la línea académica de varias de las intervenciones - y me dispongo a exponer algunas ideas sobre “la realidad de la que parte la novela actual; nadie ha hablado sobre eso. El título que engloba estas reuniones es el de “Mito y realidad en la novela actual “, pero yo distingo apenas “mito” de “realidad”: Pues la novela no puede reproducir la realidad, ni tampoco prescindir de ella. Y por otra parte, tanto el mito como la fábula provienen de un acto de transformación poética de la realidad, a la que no es posible no referirse. Por multitud de razones que no puedo explicar aquí, considero que en España la transformación poética de la realidad es leve, en líneas generales, o tiende a serlo. Entiendo por leve un grado de elaboración muy bajo, una proximidad de una realidad inmediata más bien carente de grandeza, circunstancia ésta que ni siquiera nadie parece advertir. 2. No existe tal cosa como LA realidad, sino, obviamente, percepciones de la realidad. Así, me permito traer aquí tres imágenes que me han venido a la cabeza de forma insistente esta mañana, y que expongo de forma totalmente arbitraria y caprichosa: - Recuerdo las dificultades de varios niños de Barcelona, donde me crié, para aprender idiomas. Luego tuve oportunidad de vivir en otros países y no aprecié esas mismas dificultades entre los niños. - En fechas recientes, decenas de miles de moscovitas y petersburgueses detuvieron, o contribuyeron decisivamente a detener, los tanques que se disponían a arrebatarles una esperanza, por débil o deslavazada que fuera. Lo que recuerdo del 23 de febrero en 1981 son los atascos que se produjeron en las salidas de la ciudad, y los primeros intentos, en el medio informativo donde yo trabajaba entonces, por justificar a los golpistas. - José Luis de Vilallonga explicaba televisión- y hace poco en un programa de no saben hasta qué punto le comprendo- que se vuelve a vivir a Francia porque no soporta vivir en un país en el que el debate nacional está monopolizado por Isabel Preysler y Jesús Gil. Qué diría de la realidad de hace dos días, cuando las secciones de deportes de la prensa española abrían sin excepciones con el incidente “genital” entre los futbolistas Michel y Valderrama. 3. Parto pues de la intuición de que la realidad que vive el escritor en España es “pobre” . Y por “pobre” entiendo una realidad, no ya del tipo “opresor” – aquí hay la libertad de expresión que se podía esperar- sino poco propicia. Sutilmente coactiva. Y – entre otras razones- porque existen temas omnipotentes, realidades que de alguna forma ayudan a condicionar lo que se escribe hoy en España. Hablaré de algunos de ellos: - Creo que no hemos sobrepasado ni la guerra civil, ni el franquismo. La guerra civil, porque es difícil y mucho más largo superar, por un lado, la destrucción y el exilio de la inteligencia de un país, y luego la permanente coartada de los que se quedaron lamentándose por ello y recreándose en el prestigio de la derrota. Todavía nuestros jóvenes escritores crean en torno a esos rancios guiños. - Hace tiempo que nuestro sistema educativo ha roto el binomio excelencia-igualdad de oportunidades a favor de lo segundo. Ni que decir que por culpa de ello nuestras universidades son desde hace tiempo enormes aparcamientos donde se realizan periódicos torneos para que todo el mundo consiga el trofeo esperado, y por consiguientemente desvalorizado: el título . No resisto la tentación de recordar que, en el Cambridge de Byron – una época y un lugar no precisamente planos-, el prestigio residía en NO terminar los estudios. Lo que digo, no como propuesta sino como recordatorio de que lo que vivimos no es inevitable. - Obligados a ello por una sociedad no acostumbrada –mejor dicho, desacostumbrada cuidadosamente por un poder temeroso y pacato- a una cultura medianamente sólida, los medios de comunicación han venido a sustituir y casi monopolizar en España al debate cultural. Naturalmente, lo tratan de acuerdo con normas periodísticas inventadas para otras realidades –la necesidad de la “noticia” como condición para la “existencia”, por ejemplo-, con lo que el debate queda desarraigado de su territorio natural y deformado. Esa misma supeditación a la aparición en los medios de información hace que la industria cultural se arrodille ante ella: premios amañados, presentaciones, películas escándalo, etcétera. - Más reciente el franquismo de lo que queremos creer, e indefensa y debilitada la cultura española por la intensa reverencia hacia todo lo que le venga del norte –en uno de los extremos del famoso péndulo sobre el que nos balanceamos históricamente , tres o cuatro ideas-fuerza monopolizan la vida cultura española e influyen decisivamente en la sociología literaria del momento: - a) Aún, el marxismo y el anti marxismo, y , ahora, la sacralización del parlamentarismo partidista. b) El nacionalismo, que evidentemente va a más. Puede que algunos pueblos españoles estén recobrando colores y sonidos que les son propios y que habían perdido. Pero esa recuperación cultural ha terminado por ser secuestrada por los políticos, y, como siempre con los nacionalismos, con intereses de poder y hasta de hegemonía. El ruido resultante resulta particularmente agotador. c) El feminismo que, al igual que el machismo en su momento, corre el riesgo de crear una nueva deformación. Hoy, editores ansiosos buscan “joven escritora española”. 4. El escritor no vive en España el mejor de los mundos, sino en un escenario de fealdad y de agobio. Puede que hayan mejorado algunas condiciones industriales: un rudimento de industria cultural permite a más de uno vivir de lo que escribe – aunque a veces sea a costa de pasar por la humillación de los premios amañados o de los libros de encargo-, pero no se puede decir que el español de 1991 sea un escenario propicio a la creación. Pues al tiempo que no existe un gran polo, como la Europa de entreguerras, la mayor parte de nosotros vive en ciudades feas, atormentadas por la especulación y el ruido, que nos condenan al aislamiento y el vídeo. Hablar aquí de abuelas es del más ingenio voluntarismo. Sin embargo, se diría que buena parte de la sociedad conspira para sobornar al escritor con un prestigio cuya legitimidad resulta a menudo insólita. - Nuestro lenguaje, el lenguaje del escritor, ha sido contaminado por los teóricos, que dominan “el discurso” – y esa es también expresión de ellos-, por la ausencia de rigor y ambición y, lo peor de todo, por los clisés y los lugares comunes. Incluso algunas novelas galardonadas, escritas por autores llenos de fuerza que en otras circunstancias se exigirían más, están plagadas de tópicos que hubieran ruborizado a autores de otras épocas. Qué le vamos a hacer, sí es cierto que en buena parte ha triunfado lo trivial. 5. Así las cosas, el escritor, el escritor vocacional que busca ese algo indefinible que buscan los navegantes, sigue siendo un superviviente, y su labor, un trabajo algo demente, una conquista, una epopeya. Pero qué importa. Siempre fue así para los que recordamos.