LA ATENCIÓN: SU IMPORTANCIA EN LA SESIÓN LOGOPÉDICA

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LA ATENCIÓN:
SU IMPORTANCIA EN LA SESIÓN
LOGOPÉDICA
(Article publicat a la Revista “Logopèdia, Foniatria i Audiologia” Volum XXI
Núm 2. Abril_juny 2001.)
Autores:
Conxita Creus Pascual
Victòria Curiel Gisbert
Emilia Lázaro González
Mar Pastor Franco
Núria Saperas Pelfort
Logopedes del Centre de Recursos Educativos para
Deficientes Auditivos del Vallés Occidental (CREDAV)
Correspondència:
Emília Lázaro González
Avda.Meridiana, 351-353 Esc A 4º 3ª
08027 Barcelona
Tel. 93.351.61.98
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INTRODUCCIÓN
La elaboración de este artículo es el resultado del proceso de reflexión y de
análisis que hemos realizado un equipo de logopedas del CREDAV (Centro de
Recursos Educativos para Deficientes Auditivos del Vallés) del sector Montcada Ripollet - Sta. Perpetua, partiendo de nuestra experiencia profesional.
Una de nuestras funciones es la de atender logopédicamente a alumnos
escolarizados en centros ordinarios, que presentan problemas de audición y/o
lenguaje.
A partir de la puesta en común de los diferentes casos en los que hemos
intervenido, hemos visto un número elevado de alumnos con falta de atención (tanto
visual como auditiva). Esta coincidencia nos ha llevado a reflexionar sobre la
relación “atención-lenguaje”, así como a cuestionarnos sobre la posible repercusión
entre la falta de atención y la correcta progresión evolutiva de los estadios
psicolingüísticos.
No nos estamos refiriendo a alumnos/as con un diagnóstico específico de
“Trastorno por déficit de atención e hipercinesia, DA-H” (DSMlV, 1995), ni a
alumnos/as que tienen patologías bien exploradas y definidas como retrasos
cognitivos graves, autismo, hiperactividad, etc., nos estamos refiriendo a niños
susceptibles de recibir una ayuda logopédica por su baja competencia lingüística
(trastornos de lenguaje, retrasos del habla, déficit auditivo, etc.) y que, a su vez, en
la intervención directa observamos que son poco capaces de mantener la atención
necesaria para realizar las tareas propias de la reeducación logopédica.
La atención interviene como estructura de fondo en todos los procesos
mentales. Cuando una persona atiende a estímulos visuales, auditivos y/o
cinestésicos, se producen modificaciones en el funcionamiento del sistema nervioso
central, y lógicamente cuando se presentan estados psicopatológicos como pueden
ser ansiedad, depresión, deficiencia mental, trastornos del desarrollo, trastornos del
sueño, trastornos emocionales, malnutrición, etc., la capacidad de atención
disminuye.
En este artículo, no pretendemos detallar las bases neurofisiológicas de la
atención, que han sido ampliamente estudiadas y descritas por investigadores y
autores especializados en el tema. Por ello nos remitimos a la bibliografía existente
relativa a estos aspectos.
Algunos autores ( Launay y Borel, 1986) afirman que la intervención logopédica
debería ser posterior a la resolución del problema de atención. ¿Es la falta de
atención la que provoca las dificultades en el lenguaje o bien, al contrario, es la
dificultad en el lenguaje para poder crear un pensamiento coherente interno el que
hace que haya problemas de atención?. No queremos entrar en esta discusión, pero
sí corroborar que en los casos que intervenimos hay estas dificultades y no
podemos dejarlos de atender esperando el momento óptimo, en que haya el nivel de
atención requerido ya que es preciso crear unos hábitos mínimos de atención y
concentración para alcanzar nuestros objetivos.
Trabajamos con unos alumnos con handicaps en el lenguaje que hemos de
tratar, con los cuales proponemos hacer una intervención global, trabajando de
forma simultánea atención y lenguaje.
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Nuestro artículo tiene la intención de facilitar diversas sugerencias y estrategias
prácticas que nos parecen interesantes y extrapolables a otros profesionales que
trabajan con casos de características similares.
Queremos dejar claro que nuestro propósito no ha sido hacer un desarrollo
temático de tipo psicológico sobre la atención, sino, a partir de una aproximación
psicopedagógica, sugerir propuestas de trabajo.
¿QUÉ SE ENTIENDE POR ATENCIÓN O POR “UN NIÑO ATENTO”?
La atención, o concretamente la falta de atención, es un tema que preocupa a
toda la comunidad escolar. Es una queja que los educadores expresan tanto en las
primeras etapas como en la enseñanza secundaria.
La atención es implícita a todo aprendizaje. Atención, percepción y memoria
forman un triángulo casi inseparable. La atención es una “previa”, difícilmente
delimitable que se confunde y se solapa con otros aspectos o capacidades. Afecta al
rendimiento escolar, al desarrollo cognitivo, a la relación con los demás, a la
conducta social y al desarrollo del lenguaje. La atención y el desarrollo lingüístico
van ligados; muchas de las capacidades que intervienen para que el lenguaje
progrese, se apoyan en procesos donde los tipos de atención (visual, auditiva) son
básicos. La atención no es pasiva, no es automática, es preciso una implicación
activa y personal del niño.
Los aspectos psicológicos de la atención indican que se trata de una
focalización voluntaria de la actividad mental en un momento determinado. Esta
actividad mental se realiza con un interés u objetivo, es decir, se intenta elaborar una
imagen de la realidad sensorial o intelectual que pueda ayudar a integrar los
aspectos más esenciales de ésta (Garanderie 1990).
Este proceso voluntario es imprescindible para cualquier aprendizaje. La
creación de imágenes mentales definidas es básica para organizar la realidad y,
sucesivamente, provocar la evolución lingüística.
A menudo nos preguntamos ¿se aprende a estar atento?
Según Antoine de la Garanderie, hemos de enseñar al alumno en qué consiste
la actividad mental de estar atento. La atención forma parte de un proceso en el que
intervienen diferentes procedimientos mentales o “gestos”: atención, reflexión,
memorización y generalización.
Podemos encontrar alumnos que aprenden estos gestos de manera
espontánea y los generalizan, pero otros no llegarán a hacer este proceso por ellos
mismos. Estos últimos son los que pueden mostrar dificultades y/o retrasos.
Cuando se trata de conseguir la atención, es importante que el niño sepa qué
es lo que le estamos pidiendo al darle la consigna de que “atienda”. Debemos
enseñar, los “gestos mentales" (procedimientos mentales) que le permitirán estar
atento. Veamos cuál es la definición de gesto para el autor (La Garanderie 1990):
“Hacer vivir mentalmente, en la forma de imagen, el objeto percibido constituye
la estructura del gesto mental de la atención”
La creación de la imagen mental es lo que desencadena nuestra atención.
Partiendo de la base que existen personas visuales, auditivas y/o cinestésicas, o
sea, que utilizan preferentemente imágenes mentales visuales, verbales/auditivas y
cinestésicas, deberemos determinar qué gestos son los que priorizan nuestros
alumnos y entonces, podremos elaborar las estrategias más adecuadas a cada cuál.
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También conviene recordar que hay casos en los que pueden utilizar
alternativamente un tipo u otro de imágenes, en función de las tareas propuestas.
Habrá que saber qué tipo de imágenes crea nuestro alumno y conocer sus
gestos mentales. A veces, los niños no son conscientes de que en su mente hay
imágenes, sonidos, sensaciones, etc., y tendremos que ayudarles a que aprendan a
crearlas, pues son la base del gesto de la atención.
El trabajo logopédico, tanto en los casos de déficit auditivo, trastornos de
lenguaje, disfunciones orofaciales, disfonías, etc., necesita estimular este proceso
atencional motivándolo y dirigiéndolo, de manera que se puedan conseguir los
mejores resultados para el alumno. Consideramos que la atención es un objetivo a
tener en cuenta en el momento de realizar la intervención logopédica y será
necesario elegir las estrategias adecuadas para llegar a conseguirlo.
♦ Proceso de adquisición de la atención
Haciendo referencia a las etapas que Luria (1988) marca como significativas
del desarrollo de la atención, podemos decir que la atención involuntaria se
desarrolla en las primeras semanas de vida del niño, como demuestran las
reacciones que se observan ante los estímulos de simple reflejo orientador. En los
primeros meses, el bebé va dirigiendo su vista y su interés hacia una determinada
actividad. Esta respuesta es muy puntual, de corta duración, especialmente hasta el
primer año de vida, y lleva al niño a descubrir el mundo que le rodea. Es al finalizar
el primer año, cuando la nominación de un objeto o de una orden verbal, empieza a
tener una influencia reguladora de la atención, marcando el inicio y desarrollo de la
atención voluntaria en el niño.
Hacia el año y medio, las indicaciones verbales del adulto tienen suficiente
poder para organizar la atención, aunque sea por pocos momentos, pero no es
hasta el final del segundo año cuando la atención puede considerarse como “más
firme”.
Durante el tercer año la indicación verbal del adulto, completada con la
participación verbal del niño, se convierte en factor que guía de manera estable la
atención. Es a partir de esta edad cuando se desarrollan las formas superiores de la
atención. Uno de los elementos fundamentales que facilitarán la adquisición de la
atención voluntaria es el lenguaje. Adquirirá ésta un nivel considerable a partir de los
tres, cuatro años, sin que esto presuponga la desaparición de la atención
involuntaria. El desarrollo que seguirá será cualitativo y cuantitativo, y estará
supeditado, en parte, a la edad, aún cuando este comportamiento atencional sea
diferencial, según las actividades o áreas en las que el niño esté actuando (ej.
Escuchar una explicación, ver una película, participar en un juego de mesa).
Para garantizar que el proceso atencional continúe, el educador deberá tener
en cuenta y controlar la presencia de factores facilitadores.
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♦ Tipos de atención
Debemos analizar la atención, teniendo en cuenta sus características. Por
ello podemos hablar de tres modalidades o tipos de atención: involuntaria,
voluntaria y habitual.
La atención involuntaria, es aquella que se capta directamente por un
estímulo intenso, nuevo o interesante. Es propia del niño pequeño. La causa de la
reacción atentiva proviene del medio. El estímulo es tan intenso, que nosotros
atendemos a él sin haberlo deseado previamente y sin haberse producido la previa
reacción de adaptación de nuestro organismo.
En la atención voluntaria, la causa de la reacción proviene de la propia
persona. Son las motivaciones y no los estímulos, los factores que mueven a la
persona a dirigir voluntariamente su atención a éstos.
La atención habitual tiene como causa las motivaciones o intereses del sujeto,
provocando hábitos que le inducen a fijar su atención, preferentemente en ciertos
estímulos. Por ejemplo, un joven al que le gusten mucho los coches se fijará
siempre en ellos. Este tipo de atención habitual llega a ejercerse de modo
automático y está relacionada con las motivaciones de nuestra conducta.
♦ Factores que influyen en la atención
Para poder intervenir pedagógicamente en el proceso y dominio de la
atención, es preciso conocer los factores que posibilitan que el alumno pueda
captar la información que se le propone, manteniendo su estado de alerta en esta
información (Comellas 1990). La distinción, según D. Carroll (1992) que hemos
hecho entre lo que esencialmente diferencia la atención involuntaria de la
voluntaria, permite hacer una clasificación de los determinantes de la atención
según que procedan del medio externo o que provengan del propio sujeto.
Los factores externos (o propios del estímulo) son los que proceden del
medio y posibilitan que el niño mantenga la atención hacia los estímulos que se
le proponen. Los más importantes son los siguientes:
. Intensidad. En general, un estímulo intenso llama más la atención que un
estímulo débil
. Tamaño. Se da especialmente en los estímulos visuales. Por lo general los
estímulos grandes, llaman más la atención que los pequeños.
. Contraste. Cuando un estímulo contrasta con los que le rodean, llama más
la atención. Pueden haber dos situaciones: el contraste por aparición, en la que el
estímulo contrasta porque no estaba presente hasta ese momento y, el contraste
por extinción, donde el contraste lo provoca el hecho de darse cuenta de que ya
no está.
. Repetición. Se trata de presentar el estímulo repetidamente a fin de lograr
captar la atención y también de mantenerla.
. Movimiento. El desplazamiento de la imagen (ya sea real o aparente)
provoca una reacción y tiene un gran poder para atraer la atención.
. Novedad. El niño se siente atraído hacia un objeto o estímulo totalmente
nuevo y desconocido.
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. La organización estructural. Los estímulos que se presentan deben estar
organizados y jerarquizados, de manera que posibiliten recibir correctamente la
información, faciliten la respuesta del alumno y no causen dispersión. Este factor es
uno de los más condicionantes para la atención, sobre todo en el ámbito escolar, así
como uno de los elementos que más deben ser considerados por el educador al
plantear la información a los niños.
Los factores internos (o propios de la persona), son los que dependen del
individuo, son propios de él y condicionan aún más, no sólo la capacidad y desarrollo
de la atención, sino también su rendimiento.
. Estado del organismo. El niño debe estar en condiciones óptimas
(descanso, alimentación...) para presentar el nivel de atención adecuado.
. Hábitos generales. La atención está en parte ligada al aprendizaje de
ciertas actividades; la repetición de las cuales crea hábitos que determinan la
dirección de nuestra atención.
. Intereses personales o motivación. Pueden, en parte, ser considerados
como necesidades, si son muy intensos, aunque no tengan una transcendencia
vital, en un sentido primario. Estos intereses, si son fuertes, llevan a dirigir la
atención aunque las condiciones ambientales no sean favorables.
♦ Desatención y lenguaje
Anteriormente ya afirmábamos que la atención es un proceso subyacente a todo
aprendizaje. Por lo tanto, si un niño con dificultades en el desarrollo del lenguaje
presenta poca capacidad de atención, sin duda éste se resentirá de ello.
Nos podemos encontrar con niños con una inmadura capacidad de atención y
con conducta hiperactiva, o bien, otros en los que esta falta de atención se
acompaña de ensimismamiento y/o “actitud letárgica” o con niños que viven en su
“propio mundo”, que se distraen con sus propias fantasías.
El lenguaje del niño es un proceso continuo de adquisiciones e integraciones,
tanto en el ámbito de la comprensión como de la expresión, las cuales condicionan,
a su vez, la maduración global del pensamiento al tiempo que se constituyen en
instrumento comunicativo.
Las dificultades de atención provocan con frecuencia la necesidad de variar de
manera parcial los objetivos iniciales, la temporalización y organización de nuestras
sesiones. La motivación por un lado, el control y mantenimiento de la atención por
otro, son fundamentales en la intervención.
Las repercusiones de la desatención son múltiples y extensivas a la mayoría de
las patologías lingüísticas. Teniendo en cuenta la división básica entre lenguaje
receptivo y lenguaje expresivo, en general hemos observado que el aspecto
receptivo es el más afectado ante la falta de atención. Diferentes tareas como son la
percepción, el reconocimiento y la interpretación de diferentes estímulos, se alteran.
La dispersión de la atención puede afectar los aspectos fonético-fonológicos del
lenguaje: la discriminación auditiva, la imitación de praxias buco-fonatorias, la
repetición y automatización de fonemas.
En los aspectos morfo-sintácticos del lenguaje a menudo se observan:
dificultades para utilizar los diferentes morfemas gramaticales, para usar las formas
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verbales más complejas, para organizar correctamente la frase, para asimilar los
diferentes nexos sintácticos, etc. Puede afectar el desarrollo semántico:
la
denominación de objetos, el reconocimiento de características, la categorización y
clasificación. También, en ciertos casos, se entorpece el desarrollo de la
comunicación con los demás, al gestionar de forma incorrecta un diálogo, no
respetando la alternancia comunicativa, y/o los cambios de tópico. Estas dificultades
de tipo pragmático pueden provocar problemas de relación o socialización.
En los casos de déficit auditivo se añade la dificultad del aprendizaje de la lectura
labial. Dicho aprendizaje requiere una atención focalizada y continua.
Por lo anteriormente expresado se evidencia que la desatención influye
negativamente en el correcto progreso lingüístico, añadiendo dificultades a la
reeducación.
ELEMENTOS QUE FAVORECEN LA ATENCIÓN EN LAS SESIONES DE
LOGOPÈDIA
Hemos podido constatar la necesidad de incluir un trabajo sistemático de la
atención en aquellos casos en los que existe una dificultad atencional. Es por ello
que hemos realizado un análisis de las variables que intervienen en las sesiones de
logopedia con la finalidad de organizar unos planteamientos de trabajo que
favorezcan el desarrollo de la atención, eliminando factores de dispersión y
adecuando las características de los elementos externos de la forma más favorable
para la consecución de nuestros objetivos.
En este sentido hemos contemplado los siguientes aspectos:
1. La actitud del logopeda
2. La descripción del espacio
3. Las estrategias.
1. La actitud del logopeda
A la hora de plantearnos la organización de una sesión, es importante tener en
cuenta una serie de variables que pueden darse en alumnos que demuestran poca
atención, por ejemplo:
- Si la dificultad aparece en el momento de captar la atención o en su
mantenimiento.
- Si la dificultad de atención es habitual o no.
- Si se da en toda clase de actividades.
- Si va acompañada de problemas de comportamiento i/o hiperactividad.
- Si ha habido cambios que alteren el estado anímico o emocional (ej: padres
hospitalizados, cambios frecuentes de tutor, nacimiento de hermanos,
enfermedades, etc.).
- Si se cuenta con la colaboración de padres y maestros.
- Si la desatención es provocada por una baja motivación, unas expectativas
poco reales del logopeda, unas sesiones no del todo adecuadas, etc.
En función de estas variables, la actitud del logopeda puede ser de dos tipos:
- actitud "receptiva"
- actitud "directiva"
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Entendemos por actitud "receptiva" aquella que se plantea a partir de los
elementos que el niño aporta y se utilizan después como hilo conductor de la
estructura de trabajo. El logopeda debería mostrar esta actitud ante los casos de
niños con baja motivación, poco interés por la comunicación o poca eficacia
comunicativa.
Entendemos por actitud "directiva", cuando el logopeda dirige la situación,
presenta una estructura cerrada de sesión con las actividades y procedimientos
fijados previamente. Ante alumnos con disfasia, hiperactividad o problemas de
comportamiento, será aconsejable que el logopeda tome esta actitud.
Sin embargo, se ha de tener en cuenta, que en cualquier "situación comunicativa" ha
de haber un feedback, que nos ha de llevar a hacer continuos reajustes y
adaptaciones, tanto en lo que se refiere a nuestra actitud como a estrategias a
seguir.
2. La descripción del espacio
Durante las primeras sesiones es necesario presentar al niño el espacio de
trabajo: dónde estará el material, dónde se sentará, dónde tendrá colocadas sus
cosas (su carpeta, sus dibujos, etc.). De esta manera se le están facilitando hábitos
de autonomía y organización. Es importante que sea un espacio estable para
asegurar la integración de rutinas de desplazamiento, de ubicación de materiales y
de recursos, así como de control de estímulos que faciliten la atención del niño.
Este espacio ha de tener unas condiciones de luz y aislamiento suficientes para
asegurar un ambiente recogido que facilite la comunicación interpersonal o en
pequeño grupo. No ha de ser demasiado grande para no provocar dispersión o
inducir a la exploración. Ha de ser un ambiente controlado y organizado para poder
realizar las funciones que permitan desarrollar los aspectos comprensivos y
expresivos del lenguaje.
La organización del mobiliario puede ser más flexible. Son necesarios sin
embargo, unos elementos mínimos que dependerán del hecho de que sean
sesiones individuales o en pequeño grupo. La necesidad de mesas y sillas está en
función del número de alumnos atendidos por sesión. Su colocación debe permitir el
contacto visual. La distribución de los materiales depende del tipo de tratamiento que
se lleve a cabo. Es conveniente, de todas maneras, que el alumno tenga un sitio fijo
para sentarse y que la orientación del mobiliario le facilite el acceso al material y/o al
itinerario o secuencia de trabajo que realice.
La necesidad de una pizarra convencional o de "rotulador" también es
importante, así como un espejo de pared, para poder trabajar la expresión corporal,
y uno de pequeño formato o de mesa para poder visualizar correctamente las
praxias que se realicen.
El hecho de poder contar con un armario o estanteria permite la posibilidad de
situar el material de manera ordenada. Esto facilita el reforzar hábitos de
organización, orden y recogida y, a la vez, permite al niño considerar aquel espacio
como propio dentro de unas pautas establecidas; también le ayudará a secuenciar
su ritmo de trabajo y a controlar mejor la situación.
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3. Estrategias para facilitar la atención
Tras haber apuntado cómo pensamos que debería ser el espacio físico y la
actitud del logopeda, pasaremos a ver cuáles serán las estrategias para favorecer la
atención:
• Potenciar una actitud atenta.
• Crear un entorno óptimo.
• Secuenciar la sesión.
•
Potenciar una actitud atenta
Hay que tener en cuenta tres momentos en el proceso facilitador de la atención:
1. Debemos hacer entender a nuestros alumnos mediante elementos visuales y
auditivos qué pretendemos, cuáles son los objetivos que han de conseguir.
Tendremos en cuenta si el alumno en concreto es visual, auditivo o cinestésico
para, a partir de su vía preferente, facilitarle la creación de las imágenes
mentales.
2. Deberemos dar tiempo a nuestros alumnos para que puedan "evocar", es decir,
llegar a la representación de la información a nivel mental (la creación de las
imágenes auditivas, visuales o cinestésicas, según el alumno).
3. Finalmente, tendremos que asegurarnos que nos han entendido, solicitando de
ellos una respuesta, unos ejercicios, etc.
Ejemplo práctico:
Pedimos al niño que escuche una serie de palabras; entre ellas ha de reconocer
tres que hemos trabajado de la categoría de los vehículos.
El alumno escucha la consigna y necesita un tiempo para poder hacer la
evocación. Evocar es hacer existir mentalmente. Si el niño es visual, se hará la
imagen de la palabra escrita o bien el dibujo de los vehículos. En cambio, el
auditivo irá repitiendo mentalmente las palabras.
El logopeda ha de tener en cuenta que no todos los alumnos necesitan el mismo
tiempo, los visuales son más globales y rápidos que los auditivos.
El último paso será el de la representación, o sea la respuesta. Le podemos
pedir que nos repita estas palabras, que las señale en un grupo de imágenes que
puede tener delante, etc.
•
Crear un entorno óptimo:
Deberemos crear un ambiente de seguridad, relajante, con unas condiciones
óptimas para que el alumno pueda “atender”, “prestar atención” en el entorno más
propicio para él. Las estrategias para crear este entorno óptimo serian las siguientes:
9
•
-
Adoptaremos una postura respecto al niño que sea cercana, pero no invasiva,
para que éste se sienta cómodo respecto al adulto.
-
Adecuaremos el tono y la melodía de la voz a las diferentes situaciones
durante la sesión, ilusionándolo, interrogándolo.
-
Prepararemos diversos espacios dentro del aula para trabajar aspectos
diferentes.
-
Presentaremos las actividades de forma motivadora, sobre todo en el caso de
los niños más pequeños, ayudándonos de materiales didácticos y
proponiendo situaciones significativas.
-
Situaremos al niño en el espacio físico de manera que no vea estímulos que
lo puedan distraer fácilmente, e intentaremos que este lugar sea siempre el
mismo.
Secuenciar la sesión:
-
Al inicio de la sesión, tras el saludo, dedicaremos al alumno un pequeño
espacio de tiempo para que nos hable sobre él, si hay algo que le preocupa,
le preguntaremos sobre algo que haya hecho, etc. Es un tiempo dedicado a
que él se sienta escuchado, “reconocido”, para ayudarlo a valorarse.
-
Ayudaremos al alumno a centrarse, estableciendo contacto visual, haciendo
que mantenga una postura corporal correcta. A menudo facilita la
concentración tener cierto contacto corporal como cogerle las manos (caso de
los niños cinestésicos), para que nos mire, y también hablarle lentamente y
con pausas (niños verbales).
-
Estructuraremos la sesión de forma que el alumno sepa qué hará a lo largo
de ella, qué le pediremos en la sesión, cuáles serán nuestros objetivos.
Anticiparemos verbal y/o visualmente lo que se hará a continuación.
-
Podríamos plantear secuencias de trabajo de manera fija: itinerarios
logopédicos, que se irían repitiendo hasta integrarse. Untegrarsari0rimrar
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10
-
Utilizaremos diferentes estímulos: visuales, auditivos, corporales, que estén
organizados, dosificados, adecuados cronológica y madurativamente, y en
función del tipo de imágenes mentales que cree nuestro alumno.
-
Presentaremos cada vez un solo material en relación con el aspecto en el que
queremos incidir. Una vez acabada la actividad, se deberá guardar el material
utilizado y sustituirlo por otro.
-
Estableceremos un sistema de premios que pueden ser tanto gratificaciones a
nivel verbal, visual, corporal o pequeños objetos.
-
Acabaremos la sesión con la recapitulación de lo trabajado y dejaremos un
tiempo para que el alumno pueda hacer esta misma reflexión a nivel mental.
También puede ser positivo que el niño represente este resumen a nivel
verbal o gràfico en función de su capacidad.
Estas son algunas de las estrategias que consideramos importantes a tener en
cuenta, y que intentamos tener presentes en nuestro quehacer diario como
logopedas.
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CONCLUSIONES:La atención es un elemento básico para cualquier tipo de
reeducación del lenguaje. En la intervención logopédica, a menudo, hay que enseñar
cómo estar atento. Por ello en la sesión, la atención debería considerarse un objetivo
prioritario. Nuestra principal conclusión es que, el logopeda puede y debe controlar
muchos de los factores externos, siendo muy importante su actitud, cómo
organizará el espacio y las estrategias que utilizará. También puede incidir, en
menor medida, intentando mejorar determinados factores internos (reposo, sueño,
alimentación,...). Obviamente, la mejora de la atención tanto en los niños con déficit
auditivo como en los casos de trastorno del lenguaje, repercute siempre en unos
mejores resultados a nivel logopédico.
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