32 San Lorenzo Diario del AltoAragón - Lunes, 10 de agosto de 2009 Por Fernando HERCE TRULLENQUE PERIODISTA. DIRECTOR DE ONDA CERO, HUESCA L AS FIESTAS de nuestros pueblos y ciudades tienen como centro de atención y punto de partida las tradiciones o manifestaciones espirituales, materiales y artísticas transmitidas y creadas por sus gentes: música, bailes, juegos, cocina típica, tradición oral, actos religiosos… Son las tradiciones y las costumbres las que mantienen vivas la esencia del hecho festivo como donación y legado de nuestros antepasados y que las identifica y diferencia de los demás, sintiéndolo como algo propio y profundo. En la vida cotidiana, en muy pocas ocasiones las gentes de una comunidad se unen en torno a un mismo referente como cuando se trata de seguir manteniendo vivas sus tradiciones y compartir así parecidos sentimientos no exentos, en la mayoría de los casos, de una fuerte carga de emotividad. En el caso de las fiestas de Huesca, en honor a San Lorenzo, son varios los referentes que cada año se nos presentan llegado el 9 de agosto en forma de tradición y que no por sabidos y esperados les restan ilusión, emoción o expectación. Aunque puedan exhibirse año tras año ante los oscenses de igual manera e incluso en el mismo escenario, las sensaciones e impresiones que nos producen se nos antojan cambiantes porque el deseo y la ilusión así quieren que sea. Siempre he pensado que el atractivo de las fiestas laurentinas no lo da la programación, más o menos acertada, que para eso están los gustos y los colores, sino que precisamente radica en sus actos tradicionales. La Presentación oficial e imposición de bandas a las mairalesas de los barrios de la ciudad y de las Peñas Recreativas Oscenses, el Homenaje a la cuna de San Lorenzo, el Solemne Triduo en Honor a nuestro Santo Patrón y las Solemnes Completas, el Disparo del cohete anunciador del comienzo de las fiestas laurentinas con su posterior cabalgata y saludo al Santo, la salida de los toros, los Danzantes ejecutando sus tradicionales bailes en Honor al Santo con sus vibrantes y dulces armonías, la Ronda al Santo, la Solemne Procesión, la Fiesta del Mercado, la Ofrenda de Flores y Frutos, la Despedida al Santo, el blanco y verde o la aromática albahaca se convierten durante una semana en ese nexo de unión de los oscenses amantes de sus tradiciones y de la devoción a su Santo Patrón San Lorenzo. Tradiciones escritas en el tiempo pasado y también en el presente como testimonio legado para un futuro. Testigos de excepción serán los medios de comunicación que durante estos días trasladarán a sus lectores, oyentes o telespecta- El almuerzo del día 9, tradición de nuestras Fiestas Laurentinas Tradiciones y costumbres no escritas en las Fiestas de San Lorenzo dores el ser de unas fiestas, las de Huesca, y el sentir de sus vecinos, los oscenses. Pero entre las tradiciones populares escritas y colectivas hay otras anónimas, personales y nunca recogidas en negro sobre blanco, que sumadas a aquellas hacen que estas fiestas laurentinas adquieran una nueva dimensión llena de enriquecedores, curiosos y entrañables matices. Son las tradiciones o costumbres personales que muchos oscenses cumplen a rajatabla llegado el periodo festivo laurentino. Costumbres y tradiciones que se recrean, aunque sus anónimos protagonistas no sean conscientes de ello, en similares escenarios urbanos y en torno a idénticas situaciones y análogos objetos. Es en la gastronomía, en la figura de San Lorenzo, en la pañoleta o en la albahaca donde se centran el mayor número de hábitos no escritos pero que forman nuestra propia y personal tradición laurentina, si bien después de leerlas ahora posiblemente no sean tan exclusivas. Los almuerzos en plena calle el día 9 de agosto, antes de que el cohete anuncie que la ciudad de Huesca inicia sus fiestas patronales, se han convertido en un popular acto, tanto es así, que ese día como no esté uno atento puede deambular por la ciudad sin conseguir su objetivo que no es otro que tomar un par de huevos fritos, patatas y algo con lo que acompañarlos. Pero hay quien además de almorzar, casi siempre en el mismo lugar, tiene por costumbre ir a un bar y to- Huevos, longaniza y jamón, el plato más típico del almuerzo marse en ayunas, en compañía de sus mejores amigos, Santi, Robert, Arturo, Ramón y Nacho, un pepinillo y un vaso de vino rancio. Le llaman “hacer el pepinillo”. Toño me cuenta que empezó un poco en broma y que ahora, con el paso de los años, se ha convertido en toda una tradición. Me dice que es una cosa de “destalentaos” pero que si el pepinillo y el vino rancio en ayunas les sienta bien eso significará que “todo en San Lorenzo nos sentará bien”. Aunque en realidad “hacer el pepinillo”, para lo que sirve, es “para echar unos abrazos”. Ya puestos entre fogones, el pollo a lo chilindrón también da para hacer un buen listado de costumbres en torno a este popular guiso de los fogones oscenses. De cuantas me han contado, hay una que me traslada mucha ternura. Me la contó Asunción. Enviudó muy joven. Con mucho esfuerzo y algún que otro sinsabor, sacó adelante a sus tres hijos, que por cierto, los tres viven fuera de Huesca, “eso sí, para San Lorenzo, aquí los tengo como clavos”. En casa de Asunción el día 10 se come el tradicional pollo a lo chilindrón cocinado en la mañana del día 9 ya que “los guisos me gusta hacerlos de un día para otro”. Hasta aquí, correcto, salvo que Asunción hace tres guisos distintos: para ella y su hija menor, el chilindrón “de toda la vida”; para el mayor, sin pimiento; y para la mediana, con todos los ingredientes “pero pasados por el chino ya que aunque el sabor del chilindrón le gusta, no así la textura de la cebolla en la boca”. Pienso que solo una madre y la querencia hacia sus hijos es capaz de esto y de mucho más. Lo de menos es el trabajo que me lleva, me dice Asunción, lo único importante es “comer todos juntos el día de San Lorenzo”. La pañoleta es otro de los objetos que se lleva la palma a la hora de mantener tradiciones o costumbres. Toño sale de casa el día 9 con la pañoleta envuelta en la muñeca, “como el resto de la cuadrilla” y no se la cuelga al cuello hasta que no suena el cohete. Luis, quien ya supera el medio siglo, la impregna con una colonia que ha dejado de usarla, pero que la recupera para San Lorenzo en recuerdo de las “fiestas más felices y divertidas de mi vida”. La pañoleta de Miguel Ángel data del año 1963. Es de la Peña Los que Faltaban y como todo miembro de ésta, “me la pongo por delante”. Nunca la ha lavado. Antes que esta tuvo otra, la primera, que se la llevó una francesa. Me dice que se enfadó tanto o más “como si me hubiesen robado a la novia”, que por cierto, por aquel entones, no tenía. Parecido le sucede a Julio, también de la Peña Los que Faltaban. Julio, desde hace 45 años, “y siguiendo lo que vi a los mayores de mi peña, salgo de mi casa como un pincel, todo de blanco, alpargatas de cintas, fajín verde, el escudo de mi peña cada vez más descolorido, y la pañoleta que guardo, como si de un ritual se tratara, perfectamente doblada en el bolsillo de la camisa”. Después, ver y escuchar el cohete “con esa emoción de juventud y una lagrimilla fácil que siempre se escapa”. Paco, junto con otros amigos de la Peña La Parrilla, antes del disparo del cohete, lleva albahaca e incluso pañoletas a los difuntos de esta peña oscense. Jesús es danzante desde hace 37 años y me confiesa que “nunca me he puesto el pañuelo en casa. Siempre me lo colocan en la botería de Pedro Lafuente”. Después de la procesión del día 10, Jesús tiene por costumbre también, guardar en un vaso de agua el ramo de albahaca que ha llevado prendido en el pañuelo. Y hablando de albahaca, Manuel planta todos los años semillas para que sus cuatro hijos, que al igual que los de Ascensión viven fuera de Huesca, “tengan sus ramos cuando vuelvan a casa para San Lorenzo”. Manuel, en un tono de complicidad, me dice que perfectamente podría comprar los ramos ya crecidos, en alguna ocasión lo ha hecho cuando la planta no ha desarrollado bien, “pero no es lo mismo. Las veo crecer y conforme lo hacen, me ilusiono con que ya falta menos para su regreso”. Carlos me recuerda que sus padres solían ir a veranear a Benasque y al llegar las fiestas de San Lorenzo le dejaban bajar a casa de su abuela Teresa. Un año la abuela le regaló una medalla del Santo Cristo de los Milagros. Desde que falleció la abuela Teresa, Carlos, todos los días 10 de agosto se pone la medalla para recordarla y recordarse los buenos momentos que con ella vivió. Jacques es un reconocido fotógrafo francés afincado en Huesca desde hace ya algunos años. En un principio, su intención al abandonar su país de origen fue vivir en Gerona. No encontró un piso que se adaptara a sus posibilidades económicas y de regreso de tierras catalanas hizo una parada en la capital oscense: fue un 1 de agosto en una ciudad que se preparaba para vivir sus fiestas patronales. Jacques, que nació un 10 de agosto, pensó, “una ciudad que celebra con una gran fiesta el día de mi cumpleaños, tiene que ser buena para vivir”. Ahora, Jacques es un asiduo del Bar La Estrella donde celebra su cumpleaños y el de todos los oscenses con un buen vaso de melocotón con vino. La penúltima pequeña historia de este listado de personales costumbres laurentinas se dejó de hacer hace ya algunos años, tantos como Despedidas al Santo, menos una, se han realizado. Es un recuerdo de mi juventud en el céntrico Coso Bajo. Del piso vecino, acabada la Ofrenda de Flores y Frutos, se escuchaba el sonido de guitarra y bandurria y una voz que improvisaba alguna letra. Cuando en casa oíamos abrir la puerta de mis vecinos Martín y Charo, y bajar a sus hijos, con Rafa, Vicente, Gloria y algunos amigos más, les seguíamos para ser testigos de emotivas oraciones en forma de jota que le cantaban al santo ya dentro de su Basílica y mientras le desposeían de los ornamentos de la peana. En tan sólo diez minutos, tiempo que duraba esta particular plegaria, se agolpaban un buen número de sensaciones difíciles de describir, más complejas ahora con los pasos de los años y al recordar la memoria de nuestra gente querida que ya no está entre nosotros. La última, y por sumarme a todas las tradiciones no escritas de los oscenses, el que suscribe, tiene por costumbre, cuando se inicia la Ronda al Santo, pedirle a San Lorenzo por todos nosotros, porque las fiestas, sus y nuestras fiestas, transcurran con la normalidad que esta ciudad y sus ciudadanos se merecen, y agradecerle todos los gratos e innumerables momentos que en su nombre, con mi familia y mis amigos, he podido disfrutar.