Manuel Somarriva Undurraga - Academia de Derecho Civil y

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Manuel Somarriva Undurraga
(Fuente: Revista del Abogado, 11, 1997, p.48)
Es difícil que un abogado o un estudiante de derecho alguna vez no haya tenido entre sus manos una obra
de derecho civil de don Manuel Somarriva, quien fuera un apasionado de esta rama del derecho en una
época que ella era la disciplina principal de la enseñanza y centro de la actividad forense.
Nacido en Santiago el 28 de agosto de 1905, cursó sus estudios secundarios en el viejo Colegio San Ignacio
de esta ciudad y los de derecho en la Facultad de la Universidad de Chile, donde recibió el grado de
Licenciado con una valiosa memoria de prueba que versó acerca “De la administración, disolución y
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liquidación de la sociedad conyugal”, la cual fue galardonada con el primer premio en 1928 por el Consejo
General del Colegio de Abogados. El mismo año obtuvo su título de abogado.
Desde se época de estudiante don Manuel brilló como un estudiante tenaz y perseverante del derecho civil.
Ya en 1930, a los 25 años, fue designado como profesor contratado del ramo en la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile. En octubre de 1931 rindió su exámen para profesor
extraordinario de derecho civil, otorgándosele dicho nombramiento; luego, en 1932 fue designado profesor
titular y ordinario en la citada Facultad, cargo que en forma ininterrumpida desempeño hasta 1955. En la
Facultad durante dos períodos (1949- 1955) cumplió las funciones de Secretario.
Como en una ocasión lo confesara, la gran pasión de su vida fue la Universidad, la cátedra, el profesorado.
Fruto de ella fueron veinticinco años de docencia y una fecunda obra jurídica compuesta por siete
publicaciones, además de su tesis de licenciado, que sin duda constituyen un importante y valioso aporte al
derecho civil chileno, como lo son: “La Filiación” (1931), presentada para optar al grado de profesor
extraordinario; “Las obligaciones y contratos ante la jurisprudencia” (1939); el “Tratado de las Cauciones”
(1943), agraciada con el premio Manuel E. Ballesteros; “Indivisión y Partición” (1950), que mereció el
premio Andrés Bello en 1951 y Manuel Montt en 1955; “Derecho sucesorio”, explicaciones de clases, en
versión de René Abeliuk (1954); “Derecho de Familia” (1946); y “Evolución del Código Civil chileno”
(1955), distinguida con los premios Andrés Bello y Esteban S. Iturra, este último abierto por el Colegio de
Abogados y la Universidad de Concepción para conmemorar el centenario de la promulgación del Código
Civil.
Sin perjuicio que ejerció con éxito y activamente la abogacía y que fue abogado integrante de la Corte de
Santiago y de la Corte Suprema, ciertamente fue la docencia, lo que él llamaba “el profesorado”, lo que más
amaba, su vocación más íntima, más incontrarrestable. El servicio de su cátedra le colmaba de satisfacción.
A ella le dedicaba largas horas de meticulosa preparación. Confidenciaba a sus alumnos que jamás dictaba
una clase sin prepararla a lo menos con dos horas de estudio y meditación, es por ello que en las vísperas
de los días martes, jueves y sábado, correspondientes a los días en que invariablemente a las ocho y media
iniciaba sus lecciones, a las cinco en punto de la tarde dejaba su bufete y se dirigía a su casa para encerrarse
en su escritorio a prepararlas. Nada dejaba al azar. Gustaba de la clase magistral, solemne, que le exigía una
profunda concentración, la cual despertaba gran interés en los alumnos. Utilizaba un lenguaje claro, preciso
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y sencillo, sin divagaciones, que evidenciaba la preparación rigurosa y responsable. Era metódico. Tras una
breve reseña de lo tratado en la clase anterior y junto con lanzar al tacho el puro que traía encendido,
reiniciaba sus explicaciones, cerrando la puerta de la sala y no permitiendo ya el ingreso de los atrasados.
Hay que ser responsables, decía, esta educación les será útil en la vida, cualquiera sea la actividad que
desarrollen. Acostumbraba traer anotada en una caja de fósforos la jurisprudencia que citaba, y tal era la
pormenorizada preparación de sus clases, que en una oportunidad, cuando un alumno que tomaba apuntes
le consultó acerca del número exacto del artículo del Código Civil que había mencionado, le respondió:
“No se preocupe señor, el número de este artículo lo citaré tres veces más durante el curso de esta clase...”
Al atardecer de su vida, la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, en sesión solemne celebrada el
27 de septiembre de 1979, lo recibió como profesor emérito en reconocimiento de su destacada labor
académica.
Don Manuel Somarriva falleció en Santiago el 17 de mayo de 1988 y su recuerdo perdura entre sus
numerosos discípulos.
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