Tratamiento del cáncer en pediatría: estado actual y expectativas futuras S. Fernández-Plaza, J. Sevilla, L. Madero Sección Onco-Hematología. Servicio Pediatría. Hospital Universitario Niño Jesús. Madrid Resumen Palabras clave Abstract Key words La supervivencia del cáncer infantil ha mejorado de forma significativa en los últimos años. Este descenso de la mortalidad ha sido consecuencia de la aplicación de nuevos y mejores procedimientos diagnósticos y terapéuticos. La investigación y el desarrollo de mejores medidas de soporte han contribuido también de manera significativa a esta mejora. En este artículo, se han revisado los distintos tratamientos empleados en la actualidad en el cáncer infantil y algunos de los tratamientos en desarrollo. El objetivo de la investigación de las nuevas terapias se dirige de un lado a mejorar la supervivencia de los pacientes, y de otro a minimizar la toxicidad a corto y, en especial en la población pediátrica, a largo plazo. Terapia multimodal; Quimioterapia adyuvante; Quimioterapia neoadyuvante; Radioterapia; Inmunoterapia. CANCER TREATMENT IN PEDIATRICS: PRESENT STATE AND FUTURE EXPECTATIONS Survival of childhood cancer has significantly improved over the last years. The decrease of mortality has been based on the investigation of new and better diagnostic and therapeutic procedures. Investigation and development of better support therapies has contributed significantly to this improvement. In this article we review the different aspects of treatment of childhood cancer. New treatments are designed to improve the results on survival and to decrease the toxicities and long term secondary effects. Multimodal therapy; Adjuvant chemotherapy; Neoadjuvant chemotherapy; Radiotherapy; Immunotherapy. Pediatr Integral 2004;VIII(6):501-510. CÁNCER EN PEDIATRÍA: INCIDENCIA, SUPERVIVENCIA Y MORTALIDAD La supervivencia del cáncer pediátrico ha mejorado de forma significativa en los últimos años. El cáncer es una enfermedad relativamente infrecuente en la infancia, con una incidencia aproximada de 1 por cada 7.000 niños en Estados Unidos. Sin embargo, sigue siendo la causa más frecuente de fallecimiento por enfermedad en el período comprendido entre el año y los 14 años de vida. No obstante, el pronóstico de los niños diagnosticados de cáncer ha mejorado de forma significativa desde los años 60. Durante este período, la supervivencia a los 5 años del diagnóstico era inferior al 30%. Desde entonces, se ha producido un incremento progresivo en las cifras de supervivencia de los tumores en la edad pediátrica. En España, la supervivencia a los 5 años del diagnóstico en el período comprendido entre 1995 y 1997 es del 73%, muy similar al registrado en los Estado Unidos en la década de los 90 (Fig. 1). Todo esto ha hecho que, en España, uno de cada dos mil adultos será superviviente de un cáncer infantil. El descenso de la mortalidad por tumores en la infancia ha sido consecuencia de la investigación de nuevos y mejores procedimientos diagnósticos y tera- péuticos y el desarrollo de nuevas terapias de soporte. El cáncer infantil más frecuente es la leucemia aguda (23%). Le siguen en frecuencia los tumores del sistema nervioso central (18%), linfomas (13%), tumores óseos (8%) y tumores renales (6%). Existen otros tumores menos frecuentes, como el retinoblastoma, los tumores hepáticos y los tumores germinales (Fig. 2). La frecuencia de cada uno de ellos varía según el grupo de edad de los niños. Así, en los menores de 5 años, el tumor más frecuente es la leucemia y le siguen los tumores del sistema nervioso central y los neuroblastomas. Sin embargo, esta última entidad es prácticamente inexistente 501 FIGURA 1. Supervivencia a los 5 años por cohortes de años Supervivencia a los 5 años 80 70 60 50 40 30 20 10 0 80-82 83-85 86-88 89-91 92-94 95-97 en mayores de 14 años, donde los linfomas pueden, en algunas series, llegar a ser el tumor más frecuente. El incremento de supervivencia más evidente se ha producido en la leucemia aguda linfoblástica, una enfermedad prácticamente incurable en los años 60 y que, en la actualidad, tiene supervivencias a los 5 años del diagnóstico próximas al 85%. Sin embargo, la supervivencia de la leucemia mieloide aguda sigue sin superar el 50%, a pesar de los esfuerzos realizados para elaborar nuevas estrategias terapéuticas. El pronóstico de los tumores sólidos también ha mejorado en los últimos 20 años de forma significativa, es el caso del tumor de Wilms, cuya supervivencia ha pasado del 33 al 92% en la última década. El pronóstico de los tumores del SNC y tumores óseos también ha experimentado una clara mejoría, situándose actualmente en el 68 y 65%, respectivamente. FIGURA 2. Porcentajes de casos registrados por grupo diagnóstico. Período 1980-2004 Linfomas 13% El tratamiento del cáncer infantil tiene un doble objetivo, conseguir la curación del paciente con mínimos efectos secundarios tanto a corto como a largo plazo. El tratamiento multimodal del cáncer, asociando cirugía y radioterapia para conseguir el control local de la enfermedad y la quimioterapia para erradicar la enfermedad sistémica constituye, en la actualidad, la base del tratamiento de la mayoría de los tumores sólidos infantiles. Los avances realizados en el tratamiento de los tumores infantiles se deben, principalmente, a los estudios y ensayos clínicos realizados por los distintos grupos cooperativos multidisciplinarios, junto con los mejores conocimientos de farmacodinamia, farmacocinética y resistencia a drogas y la investigación de nuevos agentes terapéuticos. El objetivo de este artículo es describir el estado actual del tratamiento del cáncer infantil y recopilar las nuevas terapias con el fin de que los profesionales tengan mejor conocimiento de estas posibilidades y estén preparados para su uso en el futuro. QUIMIOTERAPIA EN EL TRATAMIENTO DEL CÁNCER INFANTIL Los protocolos actuales de quimioterapia incluyen la asociación de diferentes quimioterápicos. El objetivo de la investigación de nuevas terapias en el tratamiento del cáncer infantil es mejorar la supervivencia de los pacientes minimizando la toxicidad de los fármacos. T. óseos 8% Sarcom T. blandos 7% T. renales 6% T. SNC 18% T. germinales 3% Retinoblastoma 3% T. epiteliales 2% Leucemias 23% 502 T. hepáticos 1% Otros tumores 6% SNS 10% Desde la introducción de la quimioterapia en el tratamiento de las leucemias linfoblásticas agudas en la década de los 40, el pronóstico de los pacientes pediátricos diagnosticados de cáncer ha mejorado de forma significativa. Los protocolos de tratamiento en la mayoría de los tumores pediátricos se basan en la administración simultánea de múltiples citostáticos con distintos mecanismos de acción a la máxima dosis tolerada, lo que se conoce como quimioterapia combinada. Aun así, la toxicidad asociada a estos fármacos es considerable, por lo que las terapias de soporte, como: la administración de factores de crecimiento, las transfusiones de hemoderivados o el rescate con progenitores hematopoyéticos, constituyen un pilar fundamental en el manejo de estos pacientes. Con la quimioterapia combinada se administran, de forma simultánea y secuencial, asociaciones de agentes citotóxicos con diferentes mecanismos de acción en intervalos de tiempo adecuados. En comparación con las pautas de tratamiento basadas en la administración de un único fármaco, la combinación de distintas drogas ha permitido aumentar el porcentaje de pacientes que alcanzan la remisión de su enfermedad y prolonga la duración de la misma. El objetivo de la administración secuencial de varios quimioterápicos es vencer la resistencia de las células tumorales a los fármacos aislados, resistencia que se ha observado hasta en un 50% de los tumores recién diagnosticados. Resulta imposible predecir si un determinado tumor responderá a un citostático específico; por ello, la asociación de varios fármacos aumenta las probabilidades de respuesta tumoral, retrasando la aparición de resistencias adquiridas a quimioterápicos. Los fármacos seleccionados deben presentar actividad individual frente al tumor específico, escasa superposición de efectos tóxicos y actividad sinérgica o aditiva, es decir, que no presenten resistencias cruzadas. De acuerdo al momento de administración de la quimioterapia en el conjunto del tratamiento, se denomina ésta de tres modos: • Quimioterapia adyuvante. • Quimioterapia neoadyuvante. • Quimioterapia de rescate. Quimioterapia adyuvante La quimioterapia adyuvante consiste en administrar quimioterapia sistémica tras el control local del tumor primario mediante cirugía y/o radioterapia en pacientes con alto riesgo de recaída, como los que presentan tumores de gran volumen. La finalidad de la quimioterapia adyuvante es eliminar la enfermedad microscópica presente al diagnóstico que no se elimina con el tratamiento convencional. Se ha demostrado eficaz en los tumores pediátricos más frecuentes, incluyendo: el tumor de Wilms, los linfomas, el sarcoma de Ewing, el osteosarcoma y el rabdomiosarcoma (Tabla I). Existen varios factores que justifican la eficacia y, por tanto, el uso de la quimioterapia adyuvante. En primer lugar, las células que constituyen la enfermedad microscópica se encuentran en fase de división celular, lo cual las hace susceptibles al efecto de los citostáticos. En segundo lugar, las posibilidades de que surjan clones resistentes son menores debido al escaso número de células que conforman las micrometástasis. Diagnóstico Quimioterapia LLA LMA NHL Enf. Hodgkin Neuroblastoma T. Wilms Osteosarcoma S. Ewing Tumores SNC x x x x x x x x +- Quimioterapia de rescate El fracaso de los protocolos de terapia combinada reduce las posibilidades de éxito en el tratamiento del tumor. En caso de recidiva de la enfermedad, se debe emplear una segunda línea de tratamiento, compuesta por fármacos con diferente mecanismo de acción a los empleados con anterioridad. Este tipo de tratamiento tiene como objetivo obtener una nueva remisión completa de la enfermedad. Los esquemas de quimioterapia en- x x Cirugía Radioterapia x x x x x x +- SNC x x x x TABLA I. Estrategias terapéuticas en el tratamiento de los principales tumores infantiles LLA: leucemia linfoblástica aguda; LMA: leucemia mieloide aguda; NHL: linfoma no Hodgkin; SNC: sistema nervioso central Supervivencia (%) -T. Adyuvante +T. Adyuvante Tumor T. Adyuvante T. Wilms Vincristina, actinomicina +-doxorrubicina Vincristina, actinomicina, ciclofosfamida CHOP, COMP, LASA2-L2 Vincristina, actinomicina, ciclofosfamida HDMTX, doxorrubicina, cisplatino, BCD Prednisona, vincristina, lomustina S. Ewing Linfoma Rabdomiosarcoma Osteosarcoma Astrocitoma Quimioterapia neoadyuvante La administración de quimioterapia como tratamiento inicial en tumores localmente avanzados se conoce como quimioterapia neoadyuvante. Favorece el control local de la enfermedad, ya que reduce el tamaño del tumor y facilita el tratamiento quirúrgico/ radioterápico posterior; también, disminuye las posibilidades de complicaciones derivadas de estos procedimientos, como hemorragias o diseminación tumoral intraoperatoria. Además, permite valorar la respuesta histológica del tumor al tratamiento inicial y proporciona tratamiento precoz de la enfermedad microscópica metastásica. Tratamiento intratecal 40 90 5 < 10 50-60 50-90 10-20 65 15 65 20 45 TABLA II. Efectos de la quimioterapia adyuvante en la supervivencia de pacientes pediátricos con cáncer +: con quimioterpia adyuvante; -: sin quimioterpia adyuvante; C: ciclofosfamida; H: doxorrubicna; O: vincristina; M: metotrexate; P: prednisona; HDMTX: altas dosis de metotrexate; B: bleomicina; D: actinomicina; LASA2-L2: protocolo de 10 fármacos. Pediatr Clin North Am 1991; 38: 249 caminados a erradicar de nuevo la enfermedad se conocen con el nombre de quimioterapias de rescate. Los resultados terapéuticos de este tipo de tratamientos son peores de modo general a los obtenidos con los esquemas iniciales. Resistencia a fármacos El principal motivo de fracaso terapéutico en el cáncer infantil es la resistencia a citostáticos. Los mecanismos de quimiorresistencia tienen un papel fundamental a la hora de seleccionar los fármacos que se incluyen en los distintos regímenes de quimioterapia y en los tratamientos de segunda línea (quimioterapia de rescate). Esta resistencia puede existir desde el inicio del tratamiento en tumores expuestos a quimioterapia por primera vez o bien, puede adquirirse a lo largo del tratamiento con citostáticos. Por otro lado, la resistencia puede ser es- pecífica para un solo agente o inespecífica, afectando de forma simultánea a distintas clases de quimioterápicos, es lo que se conoce como resistencia a múltiples drogas. La resistencia a múltiples drogas tiene un origen genético y se relaciona con la amplificación de determinados genes en las células tumorales resistentes. El mecanismo mejor conocido consiste en un aumento de la eliminación del fármaco fuera de la célula, con la consecuente disminución de su concentración intracelular. La glicoproteína transportadora de membrana P (gp-P) codificada por el gen mdr-1 actúa como bomba de flujo y transporte fuera de la célula de los fármacos quimioterápicos. La expresión aumentada del gen mdr-1 o de la proteína por él codificada se correlaciona con el nivel de resistencia al tratamiento, con la respuesta inicial a la quimioterapia y con la supervi- 503 vencia. Algunos estudios realizados en neuroblastoma, rabdomiosarcoma, leucemia linfoblástica aguda y retinoblastoma sugieren una correlación entre la expresión de niveles elevados de gp-P o del gen mrd-1 y la resistencia a múltiples fármacos. Esto implicaría una menor probabilidad de supervivencia y una duración menor de la remisión. Sin embargo, el significado clínico de la expresión de la gp P en los tumores infantiles es aún controvertido. Se ha intentado actuar sobre los mecanismos de resistencia a múltiples drogas mediante distintos quimiosensibilizantes. Existen ensayos clínicos con verapamilo y ciclosporina, pero los efectos tóxicos de estos fármacos impiden usar dosis óptimas que bloqueen la gp-P. Actualmente, se están desarrollando nuevos agentes como el valspodar, inhibidor selectivo de la gp-P, que se encuentra en fases iniciales de ensayos clínicos en niños. No obstante, hay que tener en cuenta que la gp-P se expresa en tejidos sanos, como las células del túbulo renal o hígado, y ésto podría interferir en el proceso de eliminación del fármaco, aumentando su toxicidad también en ellos. 504 Nuevos fármacos en oncología En los últimos años, no han aparecido muchas nuevas moléculas en el campo de la oncología, aunque algunas de ellas han resultado realmente innovadoras, como veremos más adelante. Los esfuerzos para mejorar el arsenal terapéutico de los especialistas en oncología se ha dirigido principalmente a la modificación de agentes ya conocidos para alterar sus perfiles farmacocinéticos y su distribución tisular y, de este modo, mejorar su eficacia y/o disminuir sus toxicidades. El desarrollo de todos estos fármacos se ha realizado, como en el resto de las especialidades, a través de ensayos clínicos. En muchos casos, estos ensayos se han realizado en los niños tras haberse evaluado su eficacia y su menor toxicidad en adultos. Los ensayos clínicos se desarrollan en fases, siendo en cada una de ellas el objetivo del estudio distinto. • En la fase I se estudian las toxicidades asociadas a un fármaco y se determina la dosis máxima tolerable (DMT). • La fase II investiga en pequeñas cohortes de pacientes con diferentes tipos de tumores la DMT para determinar si el fármaco es activo frente a esos tumores. • En la fase III se estudia la actividad del fármaco en comparación con otros tratamientos en uso. Cuando los ensayos clínicos se realizan para evaluar un régimen de tratamiento multimodal, las fases I y II se combinan, denominándose en estos casos estudio piloto. Modificaciones de fármacos convencionales Las modificaciones más extendidas en fármacos previamente utilizados en oncología son de dos tipos: • La asociación de un polietilén glicol a la molécula ya conocida modifica sus características y, de modo general, se reconoce que prolonga su vida media. Este mecanismo se conoce como pegilación de un fármaco. • La encapsulación de la molécula en un liposoma disminuye la toxicidad de la misma. Las llamadas formas liposómicas de distintos fármacos han demostrado, al menos, igual eficacia que el fármaco original con menor toxicidad. Son varios los fármacos que han sido modificados por alguna de estas vías. Revisaremos algunos ejemplos en los siguientes párrafos. La doxorrubicina es una antraciclina que forma parte de los protocolos de tratamiento de numerosos tumores infantiles. La toxicidad sobre las mucosas y la cardiotoxicidad son los principales efectos secundarios que limitan la dosis a emplear. La doxorrubicina liposomal (Myocet®) es una nueva formulación de la doxorrubicina, en la que una molécula de doxorrubicina se encapsula en un liposoma. En adultos, ha demostrado al menos igual eficacia a la forma no liposomal, siendo menor su toxicidad cardiaca. Sin embargo, en niños todavía no hay estudios aleatorizados, aunque en algunas series ha demostrado igual eficacia a la forma convencional. Otro fármaco muy empleado en oncología que ha disminuido drásticamente su toxicidad tras encapsularse en un liposoma es la anfotericina B. La toxicidad renal de la anfotericina B limitaba su uso en gran número de pacientes. Sin embargo, en los últimos años, la forma liposomal ha demostrado igual eficacia antifúngica que la molécula base con menor toxicidad, no sólo durante su infusión (fiebre, escalofríos), sino también a nivel renal. Otros fármacos se han modificado pegilándose, es el caso de la asparraginasa y el factor de crecimiento granulocitario o filgastrim (G-CSF). La asociación de un polietilén glicol a asparraginasa ha demostrado disminuir la inmunogenicidad de la proteína y aumentar su vida media. Esto ha permitido una administración menos frecuente sin disminuir su actividad enzimática. El fármaco así obtenido se ha denominado pegaspargasa. Ésta, además, tiene menor toxicidad que la asparaginasa obtenida de escherichia coli o especies de Erwinia. Otra molécula modificada mediante pegilación ha sido el filgrastrim. El filgrastrim se emplea en hemato-oncología para disminuir la toxicidad hematológica de los ciclos de quimioterapia. Su uso se ha extendido en los últimos años en casi todos los protocolos de tratamiento en que se emplean altas dosis de quimioterapia. La pegilación del fármaco base ha permitido modificar su perfil fármacocinético, siendo de este modo necesaria su administración en una sola ocasión por ciclo en vez de administrarse diariamente, como requiere la molécula convencional. Anticuerpos monoclonales A mediados de los años 70, Kholer y Milstein desarrollaron por primera vez métodos para generar anticuerpos monoclonales (Mab). Tras fusionar células B murinas con células tumorales no secretoras de mieloma, crearon células de ratón denominadas hibridomas, capaces de generar un anticuerpo específico denominado anticuerpo monoclonal (Mab). Uno de los primeros problemas que se han planteado, a la hora de usar anticuerpos monoclonales en el tratamiento del cáncer, es identificar anticuerpos con suficiente especificidad y afinidad por las células tumorales, que no se expresen en células sanas del individuo. Este objetivo es complicado, ya que gran número de antígenos son compartidos por las células tumorales y los tejidos normales. Para solventar el problema de la toxicidad derivada de la presencia de antígenos en células sanas y tumorales, se han buscado dos posibles soluciones. La primera consiste en repoblar con progenitores sanos los tejidos afectados (se realiza en el caso de los trasplantes autólogos hematopoyéticos). La segunda, consiste en emplear anticuerpos que compartan sus antígenos diana con órganos o tejidos cuya toxicidad no comprometa la vida de los pacientes. Por ello, evaluar la expresión de un antígeno en los distintos tejidos humanos es imprescindible para determinar la actividad in vivo de cualquier anticuerpo monoclonal. Un ejemplo de la importancia de la identificación de estos antígenos lo constituye el desarrollo de anticuerpos anti-CD10 (antígeno CALLA común de la leucemia linfoblástica aguda). Este antígeno no sólo se expresa en las células tumorales, sino también en las células del túbulo renal. Su uso lesionaría de modo irreversible el túbulo renal, haciendo por tanto imposible su desarrollo en clínica humana. Otro requisito imprescindible para la aplicación clínica de los anticuerpos monoclonales es que el antígeno reconocido por el anticuerpo se encuentre en la superficie de la célula diana. La internalización del anticuerpo tras su unión al antígeno supone una ventaja, ya que permite depositar toxinas directamente en el interior de la célula diana. Los antígenos que no se internalizan tras unirse a los anticuerpos monoclonales, los antígenos estables, pueden ser útiles al vehiculizar radioactividad o activando citotoxicidad celular dependiente de anticuerpo (ADCC). Otra posible aplicación de los antígenos estables consiste en la asociación de los anticuerpos monoclonales a citoquinas efectoras de la respuesta inmune, como la interleukina 2 (IL-2) o el factor estimulante de colonias granulocíticas-macrófagos (GM-CSF) (Ch14.18IL2). Uno de los problemas resultantes del uso de anticuerpos monoclonales era el desarrollo de anticuerpos anti-anticuerpo monoclonal. Los anticuerpos monoclonales usados inicialmente eran de origen murino y, por tanto, con capacidad de inmunizar al paciente. Los anticuerpos humanos anti-ratón (HAMA) producían reacciones alérgicas severas y, en algunos ca- sos, podían llegar a neutralizar los anticuerpos monoclonales. Esto también limitaba su uso en la clínica. Para minimizar la formación de los HAMA se han usado técnicas de ingeniería genética para crear anticuerpos humanizados. Estos anticuerpos monoclonales humanizados resultan menos inmunógenos y, por tanto, presentan menos toxicidad. Recientemente, se han creado anticuerpos monoclonales humanos a partir de ratones transgénicos en los que se sustituyen los genes de las inmunoglobulinas de origen murino por genes humanos. Aunque se haya tardado más de dos décadas en generar y usar los anticuerpos monoclonales, estudios recientes han demostrado que estos anticuerpos pueden emplearse como tratamiento eficaz y poco tóxico del cáncer. La terapia con anticuerpos monoclonales se ha ensayado como terapia única con escasos resultados. Sin embargo, los últimos ensayos han estudiado su uso en combinación con quimioterápicos clásicos. El objetivo de estos ensayos es el control de la enfermedad por la quimioterapia convencional y la eliminación de la enfermedad mínima residual por los anticuerpos monoclonales. Este tipo de aproximación terapéutica se encuentra bastante desarrollada en los adultos y su uso en pediatría no está aún muy extendida. Su utilidad es muy discutida en la actualidad, ya que dependerá de la expresión del antígeno diana en la célula progenitora tumoral indiferenciada y la capacidad de actuar sobre ella y no sólo sobre sus descendientes diferenciadas, que sí expresan ese antígeno. Un ejemplo lo encontraríamos en la leucemia mieloide aguda (LMA), en la que el antígeno diana CD33 no está presente en la célula madre leucémica en muchos subtipos de LMA. Sin embargo, en algunos subtipos de LMA, como la leucemia promielocítica, el CD33 es un excelente antígeno, puesto que está presente en las células madre tumorales, lo que permitiría su erradicación. Otros ejemplos de anticuerpos monoclonales empleados en clínica en la actualidad son los anti-GD2 en casos de neuroblastoma, y los anticuerpos anti-CD19 ó CD-20 en el caso de neoplasias linfoides. También, se están desarrollando anticuerpos contra MRD-1 ó MRP que pue- dan eliminar células tumorales con sobreexpresión de estas proteínas, actuando de este modo sobre los mecanismos de resistencia a quimioterápicos. Inhibidores moleculares Este campo de tratamiento se encuentra en pleno desarrollo. En los últimos años, el tratamiento de la leucemia mieloide crónica ha evolucionado hacia un tratamiento extremadamente específico, consistente en el uso de un inhibidor específico de la tirosín-quinasa (STI-571) resultante de la fusión bcr-abl característica de la enfermedad. Aunque es discutido que el uso de STI-571 cure la enfermedad, casi un 80% de los pacientes en fase crónica de la enfermedad alcanza remisión completa citogenética de la enfermedad con mínimos efectos secundarios. Otro ejemplo de terapia específica dirigida contra dianas moleculares es el del empleo de ATRA (ácido transretinoico) en la leucemia promielocítica. RADIOTERAPIA La radioterapia se emplea asociada a la quimioterapia y cirugía en el tratamiento de numerosos tumores pediátricos. Su principal inconveniente son sus efectos a largo plazo. La radioterapia constituye un procedimiento terapéutico de gran eficacia en el tratamiento del cáncer en todos los grupos de edad. No obstante, su aplicación en la infancia requiere una especial atención, debido a sus potenciales efectos sobre el crecimiento y desarrollo y el riesgo de segundos tumores a largo plazo. En los últimos años, se han producido importantes avances en el empleo de esta modalidad terapéutica, que permiten radiar de forma precisa el tumor, disminuyendo los daños a los tejidos periféricos. Las dosis de radiación empleadas y la forma de administración dependen de la edad del paciente, la localización, el tipo y la radiosensibilidad del tumor (Tabla III). La existencia de enfermedades asociadas y el uso de otras modalidades terapéuticas, como la quimioterapia y la cirugía, también tienen importancia a la hora de planificar la radioterapia. La dosis de radiación se administra de forma fraccionada en distintas sesiones durante 505 TABLA III. Dosis generales de radiación en los tumores pediátricos más frecuentes TABLA IV. Esquemas de fraccionamiento de radioterapia Tumor Dosis de radiación (Gy) Enfermedad de Hodgkin • Radioterapia aislada • Radioterapia combinada 36-40 15-25 Rabdomiosarcoma 40-55 Meduloblastoma • Menor de 12 meses • Mayor de 12 meses 15 20-35 LLA(SNC) 18-24 Meduloblastoma • Craneoespinal • Fosa posterior 23-40 54-55 Sarcoma de Ewing 45-60 Fraccionamiento convencional Una dosis diaria. Fracción 1,5-2,0 Gy/fracción y día Hiperfraccionamiento Aumento de dosis total. Tamaño de dosis por fracción disminuida. Tratamiento: 2 dosis/día Fraccionamiento acelerado Disminución del tiempo de administración. Dosis por fracción reducida un período de tiempo variable, que oscila entre 3-6 semanas en la mayoría de los casos, esto se conoce como fraccionamiento de la dosis. El fraccionamiento de la radiación permite a las células normales reparar los daños subletales ocasionados por la radiación sin permitir que lo hagan las tumorales, el acúmulo de lesiones subletales en la célula neoplásica provoca un daño letal en ésta. 506 Esquemas de fraccionamiento El radioterapeuta determina la dosis de radiación por fracción, la dosis total y la duración de tratamiento. Existen dos esquemas especiales de fraccionamiento (Tabla IV). • El hiperfraccionamiento consiste en administrar un mayor número de dosis de menor cantidad de radiación en un mismo período de tiempo; de este modo, se aumenta la dosis total de radiación. • El fraccionamiento acelerado, mediante este esquema se administran las mismas dosis de radiación en ca- da; fracción pero con mayor frecuencia, de esta forma, se consigue reducir el tiempo de tratamiento. En general, este esquema se emplea en la radiación corporal total, como acondicionamiento de los trasplantes de precursores hematopoyéticos, para acortar el tiempo total de administración. La radioterapia también se usa con fines paliativos en los tumores infantiles. Se ha demostrado eficaz en el tratamiento del dolor que no responde a analgésicos, narcóticos u otros procedimientos. Las pautas de tratamiento son variables en función de la expectativa de vida del paciente, desde una sola sesión hasta tratamientos durante varias semanas. Por último, no hay que olvidar la aplicación de la radioterapia en situaciones de emergencia oncológica, como: los síndromes de compresión medular o el síndrome de vena cava superior, entre otros. Toxicidad de la radioterapia Los efectos de la radioterapia sobre los tejidos normales pueden observarse durante el tratamiento o años después. En general, los tejidos normales con una elevada actividad proliferativa, como los epitelios y los precursores hematopoyéticos, manifiestan toxicidades tempranas; mientras que, los órganos con bajo índice de proliferación desarrollan efectos secundarios a largo plazo. Según su momento de aparición, la toxicidad derivada del tratamiento radioterápico se clasifica en dos grupos: • Toxicidad aguda: es la que se produce durante o inmediatamente después de la radiación. En la mayoría de los casos, esta toxicidad aguda se limita a la zona del organismo irradiada, manifestándose en forma de: eritema, descamación, alopecia, mucositis y/o toxicidad medular. También, pueden producirse síntomas inespecíficos como: astenia, náuseas o anorexia. Es importante reseñar que determinados quimioterápicos, como la actinomicina o la adriamicina, aumentan la radiosensibilidad de los tejidos. Su administración durante la radioterapia puede exacerbar la toxicidad de la radiación, principalmente sobre la piel y mucosas, por lo que su administra- • ción no es aconsejable durante el período de radiación. Por el contrario, la radioterapia también puede alterar el metabolismo de los citostáticos aumentando su toxicidad, un ejemplo sería el de la radiación craneal que, asociada a la administración de metotrexate sistémico, puede producir un cuadro de leucoencefalopatía necrotizante en los pacientes pediátricos. Toxicidad tardía, se manifiesta después de 3 meses de la radiación. Los efectos a largo plazo pueden aparecer hasta años después del tratamiento. Estos efectos tardíos son irreversibles y progresivos, y se deben principalmente a la lesión del endotelio vascular y de las células parenquimatosas del tejido radiado. Incluyen cuadros de fibrosis pulmonar intersticial, pericarditis, disfunción tiroidea e hipofisaria, nefritis y obstrucción intestinal, entre otros. Sin embargo, uno de los principales inconvenientes de la radioterapia en la infancia es su efecto sobre el crecimiento y desarrollo. Se han objetivado secuelas neurológicas y cognitivas en los niños con tumores del sistema nervioso central irradiados a edades tempranas; también se ha comprobado un efecto sobre el crecimiento óseo por alteración de los cartílagos epifisarios. La magnitud de dicho retraso dependerá de la edad en el momento de la radiación y de la dosis administrada; en general, dosis superiores a 20 Gy tienen un efecto significativo en el crecimiento óseo. Por último, el desarrollo de tumores secundarios está documentado hasta en un 5,8% de los supervivientes de cánceres infantiles que recibieron radioterapia durante el tratamiento de su neoplasia. Los tumores secundarios a radiación más frecuentes son: el cáncer de mama, los sarcomas de tejidos blandos, como el osteosarcoma y los carcinomas de piel y tiroides, que se desarrollan entre 9 y 16 años después de la radiación. Nuevas técnicas de radioterapia El objetivo fundamental de la radioterapia es aumentar la dosis de radiación sobre el tumor y minimizar la radiación que absorben los tejidos normales periféricos. Los avances tecnológicos y el mejor conocimiento biológico de los mecanismos de lesión y reparación celular ocasionados por la radiación han permitido obtener importantes mejoras en este sentido. El mayor avance en la radioterapia oncológica se produce en los años 80 con introducción de la tomografía computerizada (TC), que realiza reconstrucciones tridimensionales del área clínica a irradiar. Con la terapia conformal tridimensional (TC3D) se consiguen imágenes con TC o resonancia magnética nuclear (RMN) que permiten al radioterapeuta delimitar de forma precisa el área del tumor y las zonas de diseminación microscópica, evitando estructuras vitales y tejidos normales. Otro avance fundamental de los últimos años ha sido la introducción de la radioterapia con modulación de la intensidad de radiación (IMRT), que utiliza múltiples campos de radiación y modifica la intensidad de los haces de colimación localmente durante la radiación, a diferencia de la radiación convencional en la que el haz de radiación es uniforme a lo largo del campo. Esta técnica presenta, sin embargo, un inconveniente: el riesgo elevado de no irradiar zonas de enfermedad microscópica debido a la gran definición que posee esta técnica; este problema se intenta obviar mediante las técnicas de imagen funcionales, como la tomografía de emisión de positrones (PET) o la resonancia magnética espectroscópica (RMS). En los tumores pediátricos, la TC3D y la IMRT se han usado en el tratamiento del meduloblastoma y de los sarcomas de partes blandas. Un ejemplo de la importancia que puede tener el empleo de estas nuevas modalidades de radioterapia es el de los niños diagnosticados de meduloblastoma. Los pacientes con meduloblastoma reciben tratamiento con platino, un quimioterápico con importante ototoxicidad y radiación cráneo-espinal. Estos niños desarrollan pérdidas auditivas como toxicidad de dicho esquema terapéutico. La radioterapia convencional administra dosis uniformes de radiación a lo largo de la fosa posterior y de las estructuras auditivas, con las nuevas técnicas se consigue reducir hasta un 65% las dosis de radiación sobre la cóclea y, consecuentemente, disminuir la ototoxicidad. La braquiterapia es una modalidad de radioterapia que consiste en colocar sustancias radioactivas en contacto directo con el tejido tumoral con la finalidad de depositar dosis muy elevadas de radiación en el tumor. En la población infantil, la braquiterapia puede presentar ventajas sobre la radiación externa en determinados tumores, como los rabdomiosarcomas pélvicos (uterinos, vaginales o perirrectales) o en los sarcomas de tejidos blandos de las extremidades inferiores, reduciendo las dosis de radiación en los cartílagos de crecimiento; sin embargo, su uso no está muy extendido. La radioterapia con protones y la radioterapia fraccionada estereotáxica constituyen otras modalidades de radioterapia de reciente uso. Finalmente, hay que mencionar la radioterapia metabólica con I131 meta-yodobencilguanidina (MIG) y la radioinmunoterapia. Marcando MIBG con I131 pueden administrase dosis elevadas de radiación en las células del neuroblastoma. Existen estudios experimentales en niños diagnosticados de neuroblastomas refractarios con enfermedad progresiva, con resultados esperanzadores a expensas de una toxicidad aceptable. TRATAMIENTO QUIRÚRGICO La aplicación actual de la cirugía en el cáncer infantil no se limita al tratamiento de los tumores sólidos, sino que, además, es fundamental en el diagnóstico y el tratamiento de soporte de los tumores pediátricos. Antes de la aplicación de la radioterapia y quimioterapia, la cirugía constituía el único tratamiento posible de los tumores sólidos; no obstante, solo un pequeño porcentaje de pacientes con tumores localizados se curaban. Actualmente, la cirugía en el cáncer infantil sigue siendo imprescindible para el diagnóstico y tratamiento de los tumores en la infancia, aunque la mayoría de los tumores precisan un tratamiento multimodal. El papel de la cirugía en el diagnóstico de los tumores infantiles es doble. Por un lado, el diagnóstico de las distintas neoplasias precisa en la mayoría de los casos realizar una biopsia. La biopsia permite obtener material para realizar un diag- nóstico histopatológico del tumor y, también, para llevar a cabo estudios genéticos, bioquímicos o inmunológicos con los que se ha podido conocer mejor la biología de los tumores infantiles y aplicarlos a la búsqueda de tratamientos más específicos y eficaces. La segunda aplicación de la cirugía en el diagnóstico, consiste en realizar un correcto estadiaje del tumor. A diferencia de los tumores en adultos, que se rigen por el sistema general T (extensión local), N (ganglios regionales), M (enfermedad metastásica), cada tumor pediátrico tiene un sistema de estadiaje diferente. Realizar un correcto estadiaje tumoral es de gran importancia, debido a que los esquemas de tratamiento actuales se basan en el estadio de tumor para determinar factores como la extensión de la radioterapia o la intensidad de la quimioterapia, entre otros. El papel de la cirugía en el tratamiento del cáncer ha sido el de la resección tumoral. Sin embargo, las indicaciones quirúrgicas varían de unos tumores a otros. A continuación, exponemos las peculiaridades del tratamiento quirúrgico de algunos de los tumores más frecuentes en pediatría. El tratamiento quirúrgico del tumor de Wilms es controvertido, los dos principales grupos cooperativos recomiendan esquemas de tratamiento opuestos; por un lado, la Sociedad Europea de Oncología Pediátrica (SIOP) recomienda administrar quimioterapia neoadyuvante y, posteriormente, realizar la resección quirúrgica del tumor. La finalidad de la quimioterapia neoadyuvante empleada en los esquemas de la SIOP es reducir, por un lado, el tamaño tumoral y, por otro, la posibilidad de complicaciones asociadas a la cirugía como la hemorragia o la diseminación tumoral. Por otro lado, está el Grupo de Estudio del Tumor de Wilms (NWTSG), que recomienda realizar una nefrectomía radical sin quimioterapia neoadyuvante previa alegando la necesidad de obtener un diagnóstico histopatológico y correcto estadiaje del tumor desde el principio. El papel de la cirugía en el tratamiento del neuroblastoma varía en función de la localización y extensión del tumor. Los tumores en estadios precoces con marcadores biológicos favorables se benefician de la resección quirúrgica sin asociar otras 507 modalidades de tratamiento. En el resto de tumores, el tamaño tumoral o la localización hacen que la resección completa inicial sea poco probable o muy compleja quirúrgicamente, por lo que precisan quimioterapia neoadyuvante. Los rabdomiosarcomas son tumores de origen mesenquimal que se localizan con mayor frecuencia en el cuello (35%), el tracto genitourinario (25%) y las extremidades (19%). Suelen extirparse aquellos cuya extensión es limitada y la localización accesible quirúrgicamente; en el resto de los pacientes, la quimioterapia y la radioterapia son el tratamiento de elección. El papel de la cirugía en el tratamiento de los linfomas, como la enfermedad de Hodgkin, se limita, en la mayoría de los casos, a establecer el diagnóstico mediante la biopsia. En épocas pasadas, el estadiaje de estos tumores se realizaba mediante laparotomía abdominal y esplenectomía. Con la mejora de las técnicas de diagnóstico por imagen, la mayoría de los esquemas contemplan un estadiaje clínico y no quirúrgico de los linfomas. Finalmente, la cirugía también tiene un papel importante en la terapia de soporte. La colocación de accesos vasculares venosos ha facilitado de forma significativa el tratamiento de los niños con cáncer. La mayoría de estos pacientes reciben tratamientos de quimioterapia prolongados y, a través de estos accesos vasculares, se extraen muestras de sangre para analítica, se administran hemoderivados, fluidos, antibióticos, así como la quimioterapia. Estos accesos pueden ser de dos tipos: • Catéteres implantables con reservorio cutáneo (portacaths subcutáneos). • Catéteres permanentes exteriorizados (tipo Hickman o Broviac). Las complicaciones de un acceso venoso central pueden ser mecánicas, infecciosas o relacionadas con la infusión. TRASPLANTE DE PROGENITORES HEMATOPOYÉTICOS EN ONCOLOGíA PEDIÁTRICA 508 El trasplante de progenitores hematopoyéticos puede considerarse un procedimiento habitual, tanto en el tratamiento de enfermedades hematológicas como en el de tumores sólidos. La reconstitución de la hematopoyesis mediante la infusión de progenitores o células madre hematopóyéticas es un procedimiento terapéutico usado en el tratamiento de múltiples enfermedades malignas infantiles. La infusión de progenitores hematopoyéticos del propio paciente en casos de mielosupresión secundaria a la administración de altas dosis de quimioterapia, se conoce como autotrasplante o trasplante autólogo. Este procedimiento se emplea durante el tratamiento de algunos tumores de alto riesgo en la infancia (neuroblastoma, meduloblastoma, sarcoma de Ewing y nefroblastoma). Su uso como consolidación del tratamiento en la leucemia mieloblástica aguda es muy discutido. En el caso de las leucemias linfoblásticas, su uso es aún más controvertido. La infusión de progenitores de un donante sano (habitualmente un hermano con identidad HLA) se conoce como trasplante alogénico. Este procedimiento es de primera elección en algunas enfermedades no malignas (aplasia medular, enfermedades congénitas, como anemia de Fanconi o inmunodeficiencias, y hemoglobinopatías, como drepanocitosis o talasemias graves), además de en algunas enfermedades malignas hematológicas (leucemia mieloblástica, síndromes mielodisplásicos y leucemia linfoblástica en segunda remisión completa tras recaída temprana medular). El empleo de donantes no familiares (no relacionados) se encuentra más restringido, y sus indicaciones deben ser en la mayoría de los casos discutidas en base a casos concretos. Sin embargo, en los últimos años los resultados obtenidos con este tipo de donantes se está aproximando a los obtenidos con donantes familiares, por lo que su uso se está extendiendo y sus indicaciones ampliándose. Inicialmente, los progenitores hematopoyéticos se obtenían de la médula ósea, en un procedimiento quirúrgico consistente en la punción directa de la misma. En la década de los noventa se extendió el uso de progenitores hematopoyéticos obtenidos de la sangre periférica. Este procedimiento consistía en la administración de fármacos que conseguían aumentar el número de progenitores en la sangre circulante, para más tarde ser ex- traídos mediante leucaféresis. Este tipo de progenitores consiguen una recuperación hematopoyética más rápida que los obtenidos de médula ósea, aunque con mayor incidencia de enfermedad injerto contra huésped crónica. Por último, en los últimos años se está extendiendo, especialmente en las unidades de pediatría, el uso de progenitores obtenidos desde sangre de cordón umbilical. Estos, parecen tener una recuperación más lenta de la funcionalidad hematopoyética, pero con menor incidencia de enfermedad injerto contra huésped aguda. BIBLIOGRAFÍA Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor. 1.** Areci J, Cripe T. Emerging cancer-targeted therapies. Pediatr Clin N Am 2002; 49: 1339-68. En este artículo se revisan las terapias dirigidas contra el cáncer, como la inmunoterapia o los anticuerpos monoclonales. 2.* Avramis V, Sencer S, Periclou A, Sather H, Brostom B, Cohen L et al. A randomized comparision of native Escherichia coli asparaginase and polyethylene glycol conjugated asparaginase for treatment of children newly diagnosed standard-risk acute lymphoblastic leukaemia: a children´s cancer group study. Blood 2002; 99: 1986-94. Ensayo clínico realizado con pegaspargasa en niños con leucemia linfoblástica aguda en el que se evalúan la eficacia, seguridad y farmacocinética de una sola dosis frente a múltiples dosis de asparraginasa E. coli tradicional. 3.*** Balis FM, Holcenberg JS, Blaney S. General principles of chemotherapy. En: Pizzo PA, Pooplack DG editors. Principles and practice of pediatric oncology. Philadelphia: Lippincott Williams and Wilkins; 2002. p. 237-308. Capítulo excepcional que revisa todos los aspectos del tratamiento quimioterápico en la infancia. 4.*** Berg SL, Grisell DL, DeLaney TF, Ballis FM. Principles of treatment of pediatric solid tumors. Pediatr Clin N Am 1991; 38: 249-67. Artículo general sobre la terapia multimodal en los tumores sólidos. Sencillo y fácil de entender. 5.* Chan H, DeBoer G, Haddad G, Gallie BL, Ling V. Multidrug resistance in pediatric malignancies. Hematol Oncol Clin N Am 1995; 9: 275-317. Artículo de revisión de los mecanismos de resistencia a quimioterápicos en la infancia, que analiza los distintos estudios realizados en los tumores pediátricos más frecuentes. 6.** Informe estadístico del Registro Nacional de Tumores Infantiles período 1980- 2003. XXVII Reunión de la Sociedad Española de Oncología pediátrica. Unidad de documentación IHCDLP (CSIC-UV). Toledo, Mayo 2004. Datos epidemiológicos del Registro Nacional de Tumores infantiles. 7.*** Madero López L, Muñoz Villa A. Quimioterapia del cáncer pediátrico. En: Hematología y oncología pediátricas. Madrid: Ergon; 1997. p. 275-308. Es una excelente revisión de la quimioterapia aplicada a la infancia. Incluye una relación de los principales fármacos y sus efectos secundarios. Sencillo y bastante completo. 8.* Muñoz A, Maldonado M, Pardo N, Fenández JM, Vela E et al. Pegylated liposomal doxorubicin hydrochloride (PLD) for advanced sarcomas in children: preliminary results. Pediatr Blood Cancer 2004; 43: 152-5. En el artículo los autores reportan los resultados de un estudio realizado para determinar la tolerancia y respuesta de sarcomas en fases avanzadas tratados con doxorrubicina pegilada liposomal. Caso clínico Varón de 12 años sin antecedentes personales ni familiares de interés que refiere dolor en pierna izquierda de un año de evolución sin otros síntomas asociados. El paciente es tratado en diferentes ocasiones con antiinflamatorios sistémicos sin mejoría clínica. Debido a la persistencia del cuadro, se realiza radiografía simple de extremidad inferior izquierda objetivándose lesión lítica en tercio proximal de tibia izquierda y, ante la sospecha de un tumor óseo maligno, se traslada a un centro hospitalario para estudio y diagnóstico. En el momento del ingreso el paciente presentaba dolor e impotencia funcional leve de miembro inferior izquierdo. Los estudios de laboratorio incluyeron hemograma con fórmula leucocitaria normal, bioquímica completa sin alteraciones salvo LDH de 850 u/l con función hepática y renal normal y serología de virus herpes CMV VHB y C que también fueron normales. Para la evaluación del tumor primario se realizó tomografía computerizada 9.*** Ortega Aramburu JJ. Leucemias agudas en el niño: treinta años después (1968-1997). Hematológica (ed. esp.) 1998; 83: 128-50. Artículo muy interesante que describe como se ha modificado el tratamiento de la leucemia aguda en los niños y las repercusiones que las distintas modificaciones han tenido en la supervivencia. más frecuentes, la distribución por edades y su supervivencia. 10.*** Shamberger RC, Jaksic T, Ziegler M. General principles of surgery. En: Pizzo PA, Pooplack DG editors. Principles and practice of pediatric oncology. Lippincott Williams and Wilkins; 2002. p. 351- 67. Revisa el papel general de la cirugía en la oncología pediátrica y su aplicación a distintos tipos de tumores. 13.** Tarbell NJ, Kooy HM. General principles of radiation oncology. En: Pizzo PA Pooplack DG editors. Principles and practice of pediatric oncology. Philadelphia: Lippincott Williams and Wilkins; 2002. p. 380-69. En este capítulo se revisan los principios básicos de la radioterapia infantil, incluyendo sus aplicaciones, efectos secundarios y novedades. 11.*** Smith MA, Gloeckler Ries LA. Chilhood cancer incidence, survival and mortality. En: Pizzo PA Pooplack DG editors. Principles and practice of pediatric oncology. Philadelphia: Lippincott Williams and Wilkins; 2002. p. 1-12. Es un capítulo de introducción a la oncología pediátrica, en el que se describen los tumores y resonancia magnética nuclear de extremidad inferior, mostrando un patrón permeativo cortical en la región epifisometafiso-diafisaria de dimensiones 5 x 4 x 8 en sus ejes transversales, antero-posterior y cráneo-caudal respectivamente. La biopsia intaroperatoria confirmó el diagnóstico de sarcoma de Ewing típico. Como parte del estudio de extensión se realiza TC toraco-abdominal, biopsia de médula ósea y ganmagrafías con tecnecio 99 y talio, no objetivándose lesiones metastásicas en el momento de diagnóstico. En el estudio citogenético se describió la traslocación EWS-FL1. Tras confirmar el diagnóstico de sarcoma de Ewing se coloca un catéter venoso con reservorio cutáneo (portacath) en quirófano y se inicia tratamiento según el protocolo de la Sociedad Española de Oncología Pediátrica (SEOP) para el sarcoma de Ewing 2001, recibiendo 6 ciclos de tratamiento quimioterápico VIDE (vincristina 1,5 mg/m2, ifosfamida 3 g/m2 x 3 dosis, doxorrubicina 20 mg/ m2 x 3 dosis y etopósido 150 mg/m2 x 3 dosis). Tras finalizar el 6º ciclo de tratamiento se realiza reevaluación tumoral con valoración por el servicio de trau- 12.* Swift P. Novel techniques in the delivery of radiation in pediatric oncology. Pediatr Clin N Am 2002; 49: 1107-29. En este artículo se revisan las últimas novedades en el campo de la radioterapia y como han mejorado el tratamiento de los tumores pediátricos. 14.*** Weinstein JL, Katzenstein HM, Cohn SL. Advances in thee diagnosis and treatment of neuroblastoma. Oncologist 2003; 8: 278-92. Artículo sencillo sobre distintos aspectos del diagnóstico y tratamiento de los neuroblastomas, incluyendo el uso de anticuerpos monoclonales. matología, que decide no realizar resección quirúrgica tumoral debido a la localización de la lesión en tercio proximal de tibia y la posibilidad de afectación del cartílago de crecimiento. Desde junio hasta agosto de 2003, tras planificación en tres dimensiones, se procede a irradiación del volumen tumoral inicial más un margen de seguridad con fotones. Se administra una dosis total de radiación de 55,8 Gy. El fraccionamiento empleado fue de 2 Gy diarios 5 días semanales. Durante la radioterapia se administra un ciclo VAC (vincristina 1,5 mg/m2, ciclofosfamida 1,5 g/m2 x 1 dosis, actinomicina 0,75 mg/ m2 x 2 dosis) sin actinomicina para evitar incremento de la radiotoxicidad. A los 8 meses del diagnóstico se realiza tratamiento de consolidación en situación de primera remisión completa con de altas dosis de quimioterapia y rescate con progenitores hematopoyéticos obtenidos de paciente mediante leucaféresis. Actualmente, a los 20 meses del diagnóstico el paciente se encuentra en situación de remisión completa sin secuelas funcionales de su enfermedad. 509 ALGORITMO: TERAPÉUTICO DEL SARCOMA DE EWING ALGORITMO TERAPÉUTICO DEL SARCOMA DE EWING Evaluación diagnóstica • Evaluación del tumor primario • Estudio de extensión tumoral • Estudios de laboratorio INDUCCIÓN Quimioterapia (VIDE) TRATAMIENTO LOCAL ¿Es posible realizar tratamiento quirúrgico? Sí No Cirugía ± radioterapia Radioterapia CONSOLIDACIÓN Quimioterapia (VAC) ¿Enfermedad metastásica macroscópica o multicéntrica al diagnóstico? o ¿Localización axial del tumor? TASPE ± radioterapia VIDE: vincristina 1,5 mg/m2, ifosfamida 3 g/m2 x 3 dosis, doxorrubicina 20 mg/m2 x 3 dosis y etopósido 150 mg/m2 x 3 dosis) VAC: vincristina 1,5 mg/m2, ciclofosfamida 1,5 g/m2 x 1 dosis, actinomicina 0,75 mg/m2 x 2 dosis TASPE: trasplante autólogo de progenitores hematotopoyéticos de sangre periférica 510