¿A qué dedica el tiempo libre?

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¿A qué dedica el tiempo libre?
Valeria Cifuentes R.
ESE - Escuela de Negocios, Universidad de los Andes
Ahora que casi todo Chile está de vacaciones, atento al festival de Viña y a las curiosas
situaciones que en él se dan cita, me he puesto a pensar en cómo estarán aprovechando su
tiempo libre tantos compatriotas trabajadores.
Resulta que el tema no es tan menor como parece. Asumo mi rol majadero, volviendo a repetir una
y otra vez que si no ponemos atención a las personas desde distintos puntos de vista, las
empresas pueden convertirse en construcciones perfectamente calculadas, pero de materiales
débiles. No basta con tener estrategias innovadoras, jerarquías bien establecidas, sistemas de
información y de incentivos a la medida. Los sistemas formales de una organización no aseguran
el éxito.
Un ejemplo concreto es considerar, por ejemplo, la selección de personas. Toda empresa cuenta
con algún sistema más o menos complejo para seleccionar a quienes habrán de llenar el
organigrama. Pero todos sabemos que ese sistema puede fallar. Y claro, el comportamiento
humano no es perfectamente predecible. Hay toda una parte de la realidad organizacional
imposible de modelar, pues en las relaciones interpersonales no sólo operan los curricula y los
informes sicológicos de quienes hemos incorporado a nuestra empresa. Operan también
caracteres, gustos, lealtades y visiones de la vida, que se van expresando poco a poco en la rutina.
Tratar de formalizar aquello que hace de la organización formal una organización real en el día a
día, sería caer en el mismo error inicial. Pero no considerarlo, sería una miopía que no podemos
darnos el lujo de sufrir. Quedamos entonces, en una situación difícil para todo directivo: cómo
hacer para conocer bien a quiénes trabajan con él.
Pienso que una buena manera de conocer a las personas es saber qué hacen en su tiempo libre,
pues eso dice mucho de la forma en que enfrenta la vida en general, incluido su trabajo. No da lo
mismo un padre de familia al que se le van sus vacaciones mirando el fútbol con sus amigos.
Tampoco uno que no tenga ni la más remota idea de cómo matar el tiempo… Cuando decimos que
queremos trabajar con personas aplicadas, diligentes, creativas, leales, honradas y etc., estamos
diciendo que queremos a los mejores. Y los mejores no son sólo quienes ostenten la mejor carrera
académica o laboral, sino también los que hacen de su vida un proyecto orientado a una cierta
finalidad buena. Un proyecto que incluye su desarrollo en distintos planos.
Queremos personas que sepan moverse con soltura en la realidad, es decir, que entiendan y
valoren correctamente las distintas situaciones diarias, de manera que sus decisiones –de todo
tipo- sean acertadas. Pues bien, una persona bien formada en su tiempo libre, irá desarrollando,
sin siquiera darse cuenta, estas habilidades. Del espíritu deportivo, captará el justo equilibrio entre
competencia y cooperación. De la literatura y el cine, obtendrá valiosos ejemplos de la diversidad
humana con la que se las tiene que ver día a día en el trabajo. En el cuidado material y espiritual
de su familia, ejercitará su papel de autoridad y todo lo que eso conlleva, principalmente el espíritu
de servicio. De sus buenas amistades, aprenderá a relacionarse con otros, sin utilitarismos. A
través del arte, mejorará su capacidad de observación. Con la música, aprenderá a armonizar los
distintos aspectos de la vida. Y, en fin, de la valoración misma de su tiempo libre y de cómo
disponga de él, obtendrá la clave de la creatividad y la consecución de la eficiencia en su trabajo.
No estaría de más que en nuestras empresas hubiese mayor preocupación por conocer más a los
trabajadores. No se trata de inmiscuirse en la vida privada de los demás, con fines meramente
productivos. Se trata de interesarse verdaderamente por todo aquello que no se ve y que sin
embargo es clave a la hora de que nuestras organizaciones funcionen. Muchos directivos lo hacen,
y los resultados están a la vista.
Publicado en la "Columna de Recursos Humanos", Diario Financiero. Febrero 2005.
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