FILOSOFÍA Y FAMILIA Pedagogía de los hábitos y las virtudes Si nos obsesionamos con la educación académica y dejamos de lado la educación en hábitos y en virtudes, tendremos hijos incapaces de establecer su propio equilibrio, de ser felices a la postre. Hábitos y virtudes también se pueden enseñar. L a significación antropología es supuesto necesario para cualquier programa educativo. Existen ciertas tendencias comunes en los seres humanos que se manifiestan desde el nacimiento y que la pedagogía no puede ignorar o pasar sencillamente de ellas en su quehacer ordinario. La experiencia de la vida humana evidencia cierta tendencia de la persona a ser irascible, iracunda, malhumorada, propensa a la ira; y también una tendencia natural hacia lo deseable, lo apetitoso en sentido estricto, es decir, hacia los bienes sensibles. Se desea, desde luego, lo que conviene a la conservación y el bienestar del individuo o de la especie. Los deseos pueden ser positivos también, como la inclinación natural a aprender y saber acerca de la realidad de las cosas. Los deseos como tendencias son generalmente buenos, pero requieren de un cierto orden, y este depende de saber, querer y poder mane- A los padres se les debería haber exigido, antes de serlo, por aquello que nadie da lo que no tiene, que hubiesen alcanzado un cierto nivel en los hábitos positivos y ciertas virtudes, si no de forma sobresaliente, al menos con calificación de notable. Si los padres no han pensado en ello siquiera con anterioridad, habrá que recordarles que “nunca es tarde si la dicha es buena” jar esa armonía de forma acertada, para establecer su equilibro propio, proporción y mesura. La pedagogía de los hábitos positivos y las virtudes ha de ser uno de los objetivos de la educción, ya que esas tendencias humanas no obedecen a la razón de modo absoluto, sino que tienen sus propios movimientos, por los que a veces se resisten a la razón misma. De ahí que diga el filósofo –recuerda Tomás de Aquino– que la razón rige al apetito irascible y al apetito concupiscible también, solo que con “dominio político”, no despótico; es decir, con aquel con que son regidos los hombres libres, que ejercen, en algunas cosas, su propia voluntad. La búsqueda de la armonía en la vida requiere de cada uno de nosotros, entre otras cosas, de hábitos y virtudes. Todos tenemos en potencia la posibilidad de alcanzar este reto, pero saber que es algo bueno no es suficiente. Además hemos de tener capacidad para poder hacerlo, lo cual supone de un cierto “entrenamiento” formativo. Si un entrenador personal es necesario para correr el maratón sin peligro vital, hemos de diseñar un programa formativo al respecto. Tarea que es urgente ya que sin mesura en nuestro genio, sin control alguno de nuestros deseos, nuestra vida no solo dejará de ser ordenada, sino que nos abocaremos al fracaso de la soledad y la tristeza. A los padres se les debería haber exigido, antes de serlo, por aquello que nadie da lo que no tiene, que hubiesen alcanzado un cierto nivel en los hábitos positivos y ciertas virtudes, si no de forma sobresaliente, al menos con calificación de notable. Si los padres no han pensado en ello siquiera con anterioridad, habrá que recordarles que “nunca es tarde si la dicha es buena”. ¿Qué sentido tienen los hábitos? ¿Cómo definirlos? Recordemos que los hábitos son en general un modo especial de proceder o conducirse en la vida, adquiridos generalmente por repetición de actos iguales o semejantes, u originados por tendencias instintivas. El hábito es aquello con que se hace algo que es necesario. Dice operativamente Averroes, en el libro de Anima, que el hábito es aquello con lo que uno obra cuando quiere. La voluntad tiene mucho que ver con los hábitos. Se inclina ciertamente por su misma naturaleza, –nos recuerda Tomás de Aquino–, al bien de la razón. Pero, 54 hacerfamilia.com 255_Filosofía.indd 2 21/04/2015 15:53:44 Tanto los filósofos paganos, como la ular tradición cultural occidental, atribuyen sing importancia en los programas de formación humana a las virtudes cardinales –prudencia, justicia, fortaleza y templanza– por ser como los quicios sobre los que gira la vida virtuosa dado que este bien es muy diverso, es necesario que la voluntad tenga algún hábito que la incline a algún determinado bien de la razón a fin de que la operación resulte expedita, es decir, libre de todo entorno. Pero así como ni una golondrina ni un solo día hacen verano, así tampoco un día ni un poco de tiempo hacen al hombre feliz. Sino que se requiere esfuerzo y tiempo. Ahora bien, la felicidad consiste en la operación del hábito de la virtud perfecta. ¿Qué significa virtud? Las virtudes en general son fuerza, vigor o valor de las cosas mismas para producir o causar sus efectos. Está en nuestra mano que la potencia germinal de las virtudes encuentre la tierra buena en nosotros, para que enraícen o cambien, para que crezcan, cosa que no puede ocurrir con otras cualidades humanas como pueden ser la estatura o el color de los ojos. Las virtudes son poder, no para dominar a los demás, sino a sí mismo, potestad, señorío de obrar, brillo humano, y en cierto sentido son integridad de ánimo, alegría y bondad de vida. En suma, digámoslo de forma clásica: las virtudes son disposición constante del alma para las acciones conformes a la ley moral. Entendida la moral como aquello que aparta de la fealdad, de lo obsceno; por ejemplo, de la corrupción actual, y, sin embargo, la moral es el antídoto que nos acerca a la belleza y el bien de las cosas; y esto es así, porque especialmente es una luz que nos ayuda a comprender la bondad o la malicia. San Agustín en el libro II De libero arbitrio, dice que la virtud es el buen uso del libre albedrío, ya que no merecemos por los hábitos sino por los actos. La virtud es la que hace bueno al que la tiene y que su obrar sea bueno, dice Aristóteles. Habrá que decir, finalmente, que tanto los filósofos paganos, como la tradición cultural occidental, atribuyen singular importancia en los programas de formación humana a las virtudes cardinales –prudencia, justicia, fortaleza y templanza– por ser como los quicios sobre los que gira la vida virtuosa. La pedagogía del presente y el futuro, que tiene en su horizonte la felicidad, ha de tenerlo en cuenta. Emilio LÓPEZ-BARAJAS ZAYAS Catedrático de Universidad en Fundamentos de Metodología Científica Mayo 2015 55 255_Filosofía.indd 3 21/04/2015 15:54:05