MARGINALIDAD GEOGRÁFICA: REVISIÓN Y APLICABILIDAD DE

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MARGINALIDAD GEOGRÁFICA: REVISIÓN Y APLICABILIDAD DE UN
ESQUEMA CONCEPTUAL MEDIANTE LA EVALUACIÓN DE ESTUDIOS DE
CASO DESARROLLADOS
Margarita Schmidt
Departamento de Geografía – Facultad de Filosofía y Letras – Universidad Nacional de Cuyo
Centro Universitario, 5500-Mendoza, Argentina
schmidtm@logos.uncu.edu.ar
Resumen
La marginalidad constituye un objeto de estudio para la Geografía desde hace tiempo. Su
existencia es una realidad evidente en el territorio. Sin embargo, su definición conceptual y su
delimitación espacial aún constituyen desafíos para los geógrafos. Su carácter difuso y
cambiante, así como la multiplicidad de formas en que se manifiesta, generan tales imprecisiones.
Este problema constituye una preocupación constante de la Comisión sobre Marginalidad
Geográfica de la Unión Geográfica Internacional. El presente trabajo propone una revisión de
los aportes realizados en este campo durante los últimos quince años de activa participación en
esta Comisión de la UGI. Todos los trabajos desarrollados en este ámbito durante ese período
incluyeron una reflexión central sobre la definición y la caracterización de la marginalidad.
Además de los estudios teórico-conceptuales y metodológicos, se realizaron numerosos estudios
de caso –con un marco conceptual bien definido que constituye su eje directriz. Estos últimos han
contribuido al desarrollo y mejoramiento progresivo de la reflexión y han permitido proponer un
esquema conceptual. El objetivo general de este trabajo es realizar una revisión y evaluación
crítica de los estudios desarrollados para mejorar la definición, caracterización, clasificación y
delimitación de la marginalidad y el grado de adecuación de esa aproximación conceptual a
diversos ámbitos espaciales y temáticos, mediante el examen de los casos concretos analizados.
Las dificultades para definir la marginalidad derivan de su complejidad y variedad, su
relatividad y sus rasgos cambiantes en función de la evolución de los contextos de comparación.
Su concepción se caracteriza, en la actualidad, por una mayor flexibilidad y amplitud. A su vez,
el fenómeno de la marginalidad también evidencia transformaciones. Estas se manifiestan en la
coexistencia de territorios, grupos y actividades marginales y no-marginales, reflejo de una
mayor mezcla y fragmentación de las sociedades y los territorios. Tal coexistencia en espacios
menores genera una mayor dificultad para delimitar áreas. A ello se suma la condición cada vez
más dinámica y cambiante del fenómeno -resultante, entre otros, de las influencias mutuas entre
globalización y decisiones locales de desarrollo; de los procesos económicos, políticos y
socioculturales en acción. La marginalidad se manifiesta en una variedad de expresiones
espaciales y no-espaciales. Debido a su relatividad, adquiere especial significación el nivel de
escala del contexto para definir un área o un grupo como marginal. En tal sentido, se efectúa una
revisión de los estudios de caso y de los indicadores utilizados, a la luz de tres dimensiones
consideradas básicas. Esta evaluación permite corroborar la validez de las reflexiones contenidas
en el esquema conceptual propuesto.
Introducción
El solo análisis de los sucesivos cambios de denominación de la Comisión de la Unión Geográfica
Internacional que se ocupa de la problemática de la marginalidad a lo largo de los últimos veinte años
constituye un claro reflejo de los cambios que subyacen a la concepción de lo marginal en Geografía.
En efecto, desde el Grupo de Estudios sobre Cuestiones de Desarrollo en Regiones Marginales (creado
en 1992), jerarquizado luego a la categoría de Comisión sobre la Dinámica de las Regiones Marginales
y Críticas, a partir de 1996, este simple nombre o título es un indicador que revela el estado del
pensamiento y de las preocupaciones científicas en ese momento. En esta primera etapa considerada, es
clara la orientación hacia una concepción regional: se trata de delimitar y caracterizar áreas con rasgos
marginales en el territorio. A partir del año 2000, con la nueva denominación: Comisión sobre
Aspectos Evolutivos de la Marginalidad Geográfica en el Mundo de Inicios del Siglo XXI, se evidencia
un cierto abandono de ese foco regional explícito en beneficio de una visión temática, de una
preocupación por el fenómeno de la marginalidad. Ahora interesa la marginalidad geográfica, esa
marginalidad que, lógicamente, se refleja y se expresa en el territorio, pero que no necesariamente
permite delimitar una región definida. Esta tendencia se acentúa aún más en el último cambio
registrado a partir del año 2004, cuando se adopta el nombre de Comisión sobre Marginalización,
Globalización y Respuestas Regionales y Locales –denominación aún vigente en la actualidad. Ahora
el interés no se focaliza sólo en la problemática de la marginalidad, sino que se incorpora la dinámica,
enfatizando el proceso de marginalización. Pero no interesa este proceso de modo aislado, sino que se
lo vincula con el proceso dominante de globalización y, a su vez, con la consideración de las posibles
vías de superación en distintos niveles espaciales. Es decir, se observa un desplazamiento progresivo
del foco de interés del grupo de geógrafos reunidos en esta Comisión, desde el estudio de áreas o
espacios, pasando luego al análisis del fenómeno y finalmente del proceso. Tales modificaciones no
son casuales ni aleatorias, sino que reflejan las sutiles pero significativas transformaciones que
manifiesta la concepción de la marginalidad geográfica.
Al mismo tiempo, existe una deseable y necesaria evolución paralela y concomitante de la concepción
y del fenómeno de la marginalidad con sus múltiples características y sus expresiones espaciales y noespaciales. A su vez, estos procesos de transformación territorial, con sus correspondientes visiones
científicas, muestran el desenvolvimiento análogo de otras nociones estrechamente relacionadas, tales
como el concepto de desarrollo, y de las estrategias y políticas de desarrollo.
El presente trabajo se centra en una reflexión sobre la propia tarea desarrollada en el seno de esta
Comisión de la UGI. Con tal fin, se realiza una revisión de las sucesivas reflexiones teóricometodológicas tendientes al diseño de un esquema conceptual para definir y caracterizar la
marginalidad geográfica. Asimismo, se retoman los casos analizados con el objeto de evaluar la
funcionalidad de esa propuesta conceptual.
Evolución de estudios y conceptos de marginalidad desarrollados de 1995 a 2010
En una primera aproximación teórica a las regiones marginales, en 1996, se realiza un amplio análisis
de diversos aspectos que contribuyen a la complejidad del tema. Tales reflexiones tienden a alcanzar
una definición amplia de regiones marginales, de la cual se intenta derivar criterios para su
clasificación y para su delimitación. “Sin embargo, su carácter multifacético, la existencia de diferentes
tipos de marginalidad que pueden aparecer en forma aislada o asociadas, la influencia recíproca, su
inserción en un contexto mayor y global, la dependencia de la escala o nivel de resolución que
condiciona el marco de comparación, los variados grados de marginalidad, las diferencias de
percepción, su inclusión en una escala continua y los cambios permanentes a los que están expuestas,
impiden el establecimiento de una definición simple de región marginal.” (Schmidt 1998, 59)
De la inserción de las regiones marginales, como una extensión, en el continuo centro-periferia se
deriva la noción central de falta de integración como rasgo nuclear, esencial y básico de estas áreas. En
tal sentido, se coincide hasta cierto punto con Andreoli (1994) en cuanto a la extensión de la noción
espacial y no-espacial de centro-periferia –o de la relación dominante-dominado- incluyendo en un
extremo a las regiones marginales. Así se transforma en un continuo centro-periferia-regiones
marginales en el sentido socio-económico-relacional. “Este modelo se extiende entonces desde aquellos
lugares que concentran el poder de decisión, el control y las fuerzas innovadoras, que dominan el resto
del espacio en los ámbitos económico, financiero, político y socio-cultural; pasando por las áreas
periféricas, dependientes, dominadas y controladas por las primeras; hasta las regiones marginales que
prácticamente están fuera del sistema. Esta es la diferencia esencial entre periférico y marginal. La
periferia, aún estando en una situación dependiente y sufriendo interferencias en sus decisiones, está
integrada en el sistema global y es necesaria para su funcionamiento. Pero la marginalidad implica el
carácter de algo que no forma parte del sistema” (Schmidt 1998, 50). En la terminología actual de los
estudios de desarrollo, esta secuencia recibe otras denominaciones. Se habla de lugares globales
actuantes, lugares globalizados expuestos o afectados y nueva periferia o “resto del mundo” excluido
(Scholz 2002).
Sobre la base de estas reflexiones iniciales, que incluyen la preocupación por la complejidad del
fenómeno y por el carácter relativo de cualquier intento de definición, se alcanza un cierto grado de
generalización y síntesis. Así se considera que las regiones marginales se caracterizan esencialmente
“por una –más o menos marcada- falta de integración en las estructuras, procesos y sistemas presentes
y dominantes del respectivo contexto temporal y espacial, en alguno de los aspectos considerados, en
varios de ellos o en todos, de un modo aditivo o interactivo, generando también un sentimiento –parcial
o total- de no-pertenencia al (meso- o macro-) sistema. Esta es su esencia. Otras definiciones más
exactas sólo son posibles en los campos más específicos de las visiones parciales” (Schmidt 1998, 59).
Esta falta de integración, la pertenencia a lo que hoy se denomina “resto del mundo” excluido, no
necesario para el funcionamiento del sistema global, se vincula también con la perspectiva de la
oposición entre marginalidad y desarrollo. Puede establecerse cierta relación de paralelismo entre el
continuo extendido centro-periferia-regiones marginales y el desarrollo considerado como un continuo.
Este último se extiende desde un extremo superior óptimo y deseado en el que se realizan todas las
potencialidades, hasta un extremo inferior donde se ubica la marginalidad. Marginalidad que se
presenta también en el uso limitado del potencial intrínseco del grupo o del territorio. Por lo tanto, una
segunda característica básica de las regiones marginales es la falta de desarrollo o un desarrollo
insuficiente.
No obstante, es oportuno destacar la evolución paralela y simultánea de la noción de desarrollo, de la
concepción de región marginal y de las políticas de desarrollo. En este sentido, tradicionalmente, el
concepto de desarrollo ha estado relacionado con su aspecto económico, adquiriendo el sentido de
estadio superior del crecimiento con elevado nivel de vida. Se hacía referencia casi exclusiva al
crecimiento económico y al nivel económico de vida, con objetivos e indicadores cuantitativos
establecidos con mayor o menor rigidez. Mientras que “el nuevo significado de desarrollo tiende a un
bienestar entendido en un sentido más amplio y abarcador. Los indicadores de crecimiento (económico)
pierden su dominio debido a la inclusión de metas culturales, sociales, políticas y ecológicas” (Schmidt
1998, 47). Actualmente se concibe al desarrollo como un proceso integral no lineal que considera el
bienestar en sentido amplio y tiende a mejorar la calidad de vida. En consonancia con estas
transformaciones se observan cambios en la concepción de las políticas de desarrollo que impulsan el
desarrollo local y respetan en mayor medida la diversidad de estilos de vida. De aquí se deriva entonces
la necesidad de adoptar una concepción amplia y flexible de desarrollo.
Además de desplazarse progresivamente la concepción de las regiones marginales o de la marginalidad,
cambian también paulatinamente sus características en el territorio. Ya en 1998, Majoral, Leimgruber y
Jussila (1998,4) reconocían que podía haber marginalidad en las grandes ciudades del mundo. Es decir,
ya se vislumbraba ese apartamiento de lo marginal como atributo definitorio de regiones con tal
carácter y se advertía una mayor mezcla de rasgos en todos los territorios. Ello se ha ido profundizando
con el tiempo. La coexistencia espacial cercana de lo marginal y lo no-marginal en áreas cada vez
menores constituye una realidad tangible en todos los niveles escalares y en cualquier región del
mundo. Esta fragmentación múltiple se ha convertido en una característica de creciente dominio en
numerosos aspectos y con una evidencia territorial de gran fuerza. Por ello, se incorpora la
heterogeneidad o fractura estructural como tercer rasgo central, cada vez más notable, de la
marginalidad (aunque no sólo de la marginalidad).
Consideraciones adicionales sobre los diferentes aspectos de la marginalidad (geométrica, ecológica,
económica, social, cultural, política), las posibilidades de clasificación de áreas marginales y las
dificultades de su delimitación espacial y no-espacial complementan las reflexiones teóricometodológicas desarrolladas durante el período considerado.
El concepto de marginalidad y sus dimensiones básicas
Sobre la base de estas primeras reflexiones, a partir del año 2001, se comenzó a desarrollar un esquema
conceptual más definido para la noción de marginalidad geográfica (Schmidt 2007b, 2007d). En este
sentido, se insiste especialmente en el carácter relativo y multifacético del fenómeno y en su
complejidad. Sin embargo, se alcanza un cierto nivel de generalización y síntesis mediante la
identificación de tres dimensiones consideradas básicas. Su rasgo esencial es una integración débil e
insuficiente en las estructuras y procesos presentes y dominantes. Ello contribuye con su connotación
claramente negativa. El otro fenómeno negativo tradicionalmente asociado con marginalidad es la
pobreza y la consecuente vulnerabilidad. De ello resulta un bajo nivel de desarrollo en relación con el
modelo actualmente vigente. Debe agregarse, además, la existencia de fuertes contrastes intraregionales
que determinan la heterogeneidad o fractura estructural propia del fenómeno de marginalidad.
La marginalidad como falta de integración se caracteriza por su mayor o menor aislamiento, por estar
en el borde o fuera de los principales procesos actuales. En consecuencia, tales grupos y territorios
poseen una débil autonomía en la toma de decisiones, siendo ésta una de sus grandes limitaciones que
genera dependencia. La misma se ve acentuada por el escaso potencial innovador que poseen estos
grupos y/o áreas. Si bien existen nexos entre centralidad y marginalidad, la desigualdad del intercambio
causa un progresivo debilitamiento de lo marginal. Tal asimetría cuali-cuantitativa de los flujos
conduce a una diferenciación creciente que se transforma en desigualdad. Esa desigualdad se expresa
internamente mediante la fractura estructural entre los sectores “modernos” globalmente integrados y
los sectores marginalizados y dependientes de la sociedad, de las actividades y también del territorio.
Esta deformación interna es un componente inherente de la dependencia estructural. Actualmente se
observa una profundización y una exacerbación de las diferencias y oposiciones pero, simultáneamente,
resulta más difícil separar –espacialmente- centralidad de marginalidad, especialmente en las escalas
locales. Hay distancias socioeconómicas cada vez mayores y distancias físicas cada vez menores entre
lo central y lo marginal. Esta falta de claridad en la delimitación espacial asociada con una mayor
fragmentación socioeconómica y territorial se refleja en la expresión de Sassen (1998) una “nueva
geografía de centralidad y marginalidad”.
Un menor nivel de desarrollo en el marco del modelo actualmente vigente constituye la segunda
característica esencial y distintiva de la marginalidad. El desarrollo actualmente es concebido de un
modo más integral incluyendo, no sólo el aspecto económico, sino también las facetas sociales,
políticas y culturales. Esta perspectiva amplia abarca su complejidad y multidimensionalidad. En tal
sentido, se adopta la definición general propuesta por Hein (1998, 155), quien considera que el
desarrollo es un proceso de mejora en la satisfacción de las necesidades de prácticamente todas las
personas dentro de una unidad social (ciudad, región, sociedad nacional) así como la creación (o el
mantenimiento) de condiciones socio-culturales, políticas, económicas y ecológicas para un progreso a
largo plazo de este proceso. Este último rasgo se vincula con la noción de desarrollo sostenible.
Mientras que la flexibilidad y amplitud de la definición permite su adaptación y aplicación a realidades
y contextos muy variados. La insuficiente satisfacción de necesidades de todos o de una parte de la
población, que caracteriza a la marginalidad, deriva en un nivel de pobreza alto y creciente en todos sus
aspectos.
La relación existente entre desarrollo y marginalidad es compleja. Por una parte, la marginalidad se
“caracteriza” por un desarrollo menor o insuficiente; de cierto modo, ésta es parte de su esencia. Esta
relación resulta en un fenómeno más extensivo de marginalidad que puede incluir sociedades
completas. Pero, desde otra perspectiva, puede considerarse que, actualmente, el mismo proceso de
desarrollo genera marginalidad, la que se manifiesta en la heterogeneidad estructural. La misma
conduce a la marginalidad de una parte de la sociedad. Por este motivo, su manifestación es una
marginalidad más fragmentada, incluso territorialmente.
De este modo, la heterogeneidad o fractura estructural constituye un tercer rasgo básico de la
marginalidad. Esta heterogeneidad estructural (Hein 1998) se refiere a la oposición y dualidad entre
sectores modernos de la sociedad y aquellos que no logran integrarse a tales estructuras pero,
simultáneamente, se separan de las estructuras tradicionales. Ello da lugar a nuevas formas sociales
generalmente frágiles y vulnerables. Esta característica tiene dos expresiones fundamentales. Por una
parte, se expresa territorialmente en los desequilibrios entre las regiones, generando heterogeneidad
espacial. Tales desequilibrios se presentan cada vez en porciones más pequeñas y más próximas del
territorio, generando contrastes cada vez más violentos. En segundo lugar, la fractura estructural se
manifiesta en forma de desigualdades dentro de la misma sociedad revelando una fuerte heterogeneidad
social. Todos estos rasgos conducen a una pronunciada y creciente fragmentación y polarización de la
sociedad y, en consecuencia, del territorio.
Las tres dimensiones básicas consideradas se expresan particularmente en los aspectos socioeconómicos, debido al rol central de este tipo de marginalidad, pero también en la marginalidad política
y cultural así como en su percepción. La evolución y dinámica del fenómeno con sus tendencias
asociadas, así como las escalas espaciales consideradas y los respectivos contextos comparativos
conducen a poner el acento en una u otra dimensión fundamental, según el caso estudiado. Sin
embargo, el profundo grado de vinculación existente entre estas tres facetas de una realidad compleja y
múltiple y su retroalimentación mutua derivan, generalmente, en la necesidad de considerar los tres
rasgos de modo interrelacionado.
Evaluación de los casos estudiados
En los diversos estudios de caso realizados a lo largo de los años de participación en la Comisión sobre
Marginalidad Geográfica de la UGI, así como en las ejemplificaciones correspondientes a los estudios
teórico-metodológicos desarrollados, se ha intentado aplicar el esquema conceptual antes expuesto de
forma sintética. Esta concepción y definición de marginalidad -completada y mejorada
progresivamente con el tiempo-, ha constituido el eje conductor y directriz de los estudios. Tal guía ha
conformado la base teórica de los trabajos, dando sustento a los mismos, y, consecuentemente, ha
orientado de forma decisiva la selección de indicadores y variables temáticas adecuadas para el análisis
de cada uno de los aspectos de la marginalidad analizados.
Los estudios incluyen temáticas variadas y ámbitos espaciales de aplicación muy diversos,
particularmente en lo que se refiere a su nivel de escala geográfica. En este sentido, se extienden desde
el nivel global, pasando por el continental, nacional y regional, hasta la escala intraurbana. Con el
objeto de realizar un análisis comparativo de esos casos estudiados a la luz de la aplicación del modelo
conceptual, y debido a la significación geográfica que posee, se opta por agruparlos según su nivel
escalar. A estas razones se suma el carácter eminentemente relativo del concepto de marginalidad así
como la dependencia de su definición como tal del respectivo contexto de comparación.
Los estudios analizados incluyen las siguientes temáticas y escalas, indicándose también la reunión de
la Comisión de la UGI en que fueron presentados:
-Cambios en las áreas marginales del departamento Calamuchita (Mendoza, Argentina – 1995) y
Aproximación sistémica integrada a las regiones marginales (La Haya, Holanda – 1996): no
considerados en la evaluación.
-Definición y delimitación de la marginalidad geográfica con ejemplos de América Latina y África –
nivel continental (Estocolmo, Suecia – 2001)
-Influencia de la escala en dimensiones básicas e indicadores de marginalidad con ejemplos del mundo,
América del Sur y Argentina – nivel mundial, continental, nacional y urbano (Durban, Sudáfrica, 2002)
-Procesos de marginalización en América Latina y Argentina en el contexto del orden mundial actual –
nivel continental y nacional (Glasgow, Gran Bretaña – 2004)
-Efectos de políticas de promoción industrial en las condiciones de marginalidad en Argentina – nivel
nacional (Taegu, Corea del Sur – 2000)
-Efectos de la crisis nacional argentina y nuevos procesos de marginalización socioeconómica – nivel
nacional y provincial (Kathmandu, Nepal – 2003)
-Transformaciones locales en áreas rurales montañosas del valle de Uco (Argentina) bajo la influencia
de la globalización – nivel regional, ámbito rural (Graz-Fribourg, Austria-Suiza - 2010)
-Segregación y auto-segregación en las funciones residencial y comercial en la ciudad de Mendoza,
Argentina – nivel intraurbano (Stirling, Gran Bretaña – 2004)
-La relación globalización-marginalización en el espacio urbano, reflexiones sobre América Latina,
ejemplos de Mendoza, Argentina – nivel continental e intraurbano (Natal, Brasil – 2005)
La minuciosa revisión de estos estudios de caso ha permitido sistematizar y clasificar los indicadores
utilizados para definir y caracterizar la marginalidad de cada uno de los territorios o de los fenómenos
considerados. Los indicadores utilizados han sido asignados a cada una de las tres dimensiones básicas
de la marginalidad –es decir, integración insuficiente, menor nivel de desarrollo y heterogeneidad
estructural. Sin embargo, la profunda interrelación existente entre tales dimensiones, diferenciadas
esencialmente con fines analíticos, con frecuencia dificulta una clasificación bien definida y, en
consecuencia, un mismo indicador puede ser representativo de dos dimensiones.
Para facilitar el análisis comparativo, los indicadores utilizados han sido organizados en una tabla de
datos exhaustiva que incluye prácticamente todas las variables representativas de las tres dimensiones
empleadas en todos los estudios realizados. De allí se derivan matrices de datos no-espaciales (que
relacionan estudios de caso e indicadores) correspondientes a cada una de las tres dimensiones de
marginalidad, a las que se ha aplicado el tratamiento matricial de Bertin. De este modo se intenta
identificar conjuntos de variables o de indicadores adecuados y aplicables para los diversos niveles
escalares. Los resultados obtenidos no son absolutamente concluyentes, pues los diferentes estudios no
han sido efectuados originalmente con tal finalidad, sino que esta evaluación se realiza a posteriori. Sin
embargo, las observaciones constituyen una aproximación interesante a los efectos de ofrecer una guía
orientadora general en las reflexiones sobre la marginalidad.
En cuanto a la dimensión menor nivel de desarrollo, en los once casos considerados se han aplicado
variables que pueden agruparse en las siguientes temáticas: nivel general de desarrollo, desarrollo
económico, condiciones sanitarias, educativas, habitacionales, laborales y otras más específicas y
puntuales. El análisis matricial permite reconocer diversos conjuntos. En primer lugar, una serie de
indicadores generales de desarrollo (como IDH y población con NBI), sumados a variables
representativas de las condiciones económicas (pobreza, indigencia y PIB per cápita), de salud
(mortalidad infantil), de educación (analfabetismo) y de vivienda (acceso a servicios) permiten
caracterizar esta dimensión en los estudios correspondientes a los niveles mundial, continental y
nacional. En diversos casos se incluyen también variables referidas a las condiciones laborales
(desempleo, subempleo, calidad del empleo) o se agregan otras, más específicas o resultantes de
relaciones entre varios aspectos. En la ejemplificación de variables adecuadas para este nivel espacial,
incluidas en un estudio de carácter teórico-metodológico, se incluyen, además, numerosos indicadores
adicionales referidos a los mismos grupos temáticos antes mencionados. Mientras que uno de los
estudios a nivel nacional, referido a los efectos de políticas de promoción industrial en diversas
provincias argentinas, presenta características diferenciales, pues se considera esencialmente un
conjunto de indicadores específicos para esta temática. Algunos de los indicadores más generales arriba
enunciados, también son utilizados en los estudios correspondientes al nivel urbano pues permiten
establecer el marco regional de desarrollo. Sin embargo, en estos casos se suma otro grupo de variables
más particulares, referidas a las condiciones de infraestructura y vivienda, a las transformaciones
residenciales y comerciales, así como otras económicas y laborales referidas a aspectos más puntuales.
Por último, en el estudio de caso correspondiente al ámbito rural, se emplea un conjunto de indicadores
totalmente diferentes, ceñidos a la temática concreta desarrollada –la vitivinicultura. Los mismos
pertenecen, esencialmente, al ámbito de la economía agraria (como actividades económicas, perfil
productivo, tipos de cultivo y sus transformaciones, superficies cultivadas, establecimientos
industriales, inversiones, calidad de la producción, etc.). Aunque también se incluyen otras, referidas a
las condiciones naturales en relación con los cultivos, a las condiciones de vida de la población o a la
modernización productiva.
El análisis de las variables utilizadas para caracterizar la segunda dimensión de la marginalidad, la
integración insuficiente, conduce a observaciones similares, aunque con matices diferenciales en
cuanto a su correspondencia escalar. A modo de ejemplo, se presenta la matriz ordenada
correspondiente (Figura 1). En primer lugar, debe destacarse el menor número total de indicadores
empleados. En los estudios correspondientes al nivel mundial o continental, dominan variables
generales referidas a diversos aspectos de la integración económica (como comercio exterior y su
estructura, IED, dependencia financiera, deuda externa, etc.) y de la integración sociopolítica. Algunas
de estas variables se mantienen en los casos correspondientes al nivel nacional, aunque aquí se agregan
otras relacionadas esencialmente con la problemática del empleo, como desempleo, subempleo, calidad
del empleo (oposición entre empleo formal e informal). Este último grupo de indicadores se mantiene
en los estudios de problemáticas sobre el espacio urbano, si bien se agregan variables más puntuales y
apropiadas para este nivel de resolución. Entre ellas, pueden mencionarse algunas relacionadas con la
falta de integración sociopolítica de parte de la población, así como medidas de integración física y de
comunicaciones. Estos indicadores se suman a aquellos que muestran la segregación de la sociedad
urbana y la fragmentación de la ciudad. Por último, el estudio referido al ámbito rural utiliza un
conjunto diferenciado de indicadores para considerar los niveles de integración. En este caso se
incluyen aspectos relacionados con la integración física y las comunicaciones (distancia, conexiones,
accesibilidad) y con la integración económica, en sus aspectos comerciales (articulación con el
mercado mundial, integración en redes de distribución y comercialización) y de inversión de capitales
(origen de los capitales, destino de los beneficios, dependencia en toma de decisiones extra-regionales,
etc.).
Continental
Nivel escalar Mundial
A
Indicadores
B
C
Nacional
D
C
E
Urbana
Rural
F
A
G
D
Participación en organizac.internacionales
Estructura del comercio exterior
Comercio exterior
Inversión extranjera directa-IED
Acceso a sist.información y comunicación
Dependencia financiera (deuda externa)
Dependencia comercial (balanza comercial)
Asistencia financiera, flujos de inst.multinac.
Vulnerabilidad y exposición al riesgo
Sostenibilidad de la deuda
Economía informal
Desempleo
Subempleo
Calidad del empleo (formal e informal)
Integración económica (mercado local)
Articulación con el mercado mundial
Integrac.redes mundiales distrib.y comercializ.
Destino de beneficios
Toma de decisiones extrarregionales
Integración física, accesibilidad
Distancia y conexiones
Origen de capitales
Ocupación ilegal del suelo
Líneas telefónicas
Usuarios de internet
Discriminación social
Desorganización social y espacial
Segregación social y fragmentación urbana
Estudio presentado en la reunión de (ver temáticas en el texto):
A- Durban; B- Estocolmo; C- Glasgow; D- Natal; E- Kathmandu; F- Graz-Fribourg; G- Stirling
Figura 1. Matriz ordenada de indicadores de integración insuficiente
Por último, el estudio de la tercera dimensión básica de la marginalidad, la heterogeneidad estructural,
requiere del empleo de múltiples y variadas informaciones, en parte ya consideradas en los apartados
anteriores. De este modo, los casos correspondientes a los niveles mundial y continental han sido
caracterizados mediante diversos indicadores de desigualdad económica (tales como distribución y
brecha de ingreso, consumo, pobreza e indigencia, crecimiento del PIB según grupos socioeconómicos,
desempleo en general, desempleo según nivel educativo, etc.), disparidades educacionales (tasa de
matriculación según grupos sociales y según género, educación superior según nivel de ingresos) y
otras formas de desigualdad (como discriminación étnica y religiosa, participación femenina en la
fuerza laboral, entre otras). Estos indicadores son compartidos, en algunos casos, con los estudios
correspondientes al nivel nacional. En este nivel escalar, se suman otras variables económicas (como
tipos de pobreza, subempleo, calidad del empleo con los contrastes entre empleo formal e informal,
evolución del ingreso, etc.) Aquí también adquieren importancia aquellas variables demostrativas de las
diferencias regionales (tales como diferencias espaciales de ingreso, del PIB y del IDH extendido). Los
indicadores de heterogeneidad empleados en los estudios urbanos son más específicos, pues incluyen
diversas formas particulares de diferenciación o de discriminación. Cabe mencionar aquellos
vinculados con la función residencial (desplazamientos en el espacio urbano, contraste entre
asentamientos marginales y barrios cerrados, discriminación de habitantes de villas miseria,
autosegregación de barrios cerrados) y en la función comercial (segregación comercial mediante la
oposición entre comercio informal y centros comerciales planificados, división entre economía formal
e informal, privatización del espacio público, diferenciación según patrones de consumo). Estas
características, sumadas a otras formas de desigualdad en la participación política y en la integración
sociocultural contribuyen también a la polarización social y a la segregación espacial, demostradas en
la fragmentación socioeconómica de la sociedad y del espacio urbanos. Por último, en el estudio
ubicado en el ámbito rural –y debido al carácter particular de la temática tratada- los indicadores
utilizados son específicos e incluyen esencialmente el contraste entre actividades tradicionales e
innovadoras con la no-inclusión de pequeños productores tradicionales y el consecuente abandono de
actividades y la erradicación de cultivos y, esencialmente, los desarrollos divergentes entre actores
tradicionales y nuevos actores globalizados.
El análisis de los indicadores utilizados para considerar las tres dimensiones básicas de la marginalidad
geográfica en los estudios de caso realizados permite observar su gran diversidad y amplitud, la
coexistencia de variables cualitativas y cuantitativas y, fundamentalmente, un significativo grado de
correspondencia entre grupos de indicadores y escalas geográficas de observación. Las escalas
espaciales más abarcadoras, lógicamente requieren de indicadores más generales. Sin embargo, éstos
también mantienen su validez como marco contextual para las escalas más específicas. Pero, asimismo,
se muestra la necesidad de complementarlos con otras variables más particulares y cercanas a las
problemáticas y a los espacios considerados en cada caso individual. Así resulta evidente que los
ámbitos urbano y rural exigen el uso de variables específicas diferenciadas con respecto a niveles
escalares superiores.
Conclusión
Frente a la complejidad que presenta el tema de la marginalidad geográfica –derivada de su carácter
multifacético, relativo y dinámico-, los estudios desarrollados han permitido avanzar progresivamente
en el diseño de un esquema conceptual como modo de aproximación a la definición y caracterización
de este fenómeno. El esquema propuesto, considerando tres dimensiones básicas o esenciales de la
marginalidad, se caracteriza por ser inclusivo, abierto y no restrictivo, lo que permite una gran
flexibilidad y abre múltiples posibilidades de adaptación. Los numerosos estudios de caso realizados,
en los que es aplicado parcial- o totalmente, demuestran esa capacidad de adaptación del esquema
teórico a los más diversos niveles escalares, a temáticas muy diferenciadas, tanto a características
espaciales como no-espaciales e incluso al análisis dinámico para observar transformaciones
temporales. Es decir, permite una diversidad de aplicaciones y la integración de nuevos conceptos. En
este sentido, se lo puede considerar un punto de partida interesante y útil como principio orientador.
La evaluación de los estudios de caso confirma la significación de la escala como variable esencial a
tener en cuenta, tanto para adaptar el esquema teórico como para una adecuada selección de
indicadores. El análisis de las variables utilizadas en los distintos estudios resulta útil, pero también
demuestra la necesidad de ajustar esos indicadores al ámbito y las características de cada caso
particular abordado. Se observa una correlación significativa entre la escala del territorio considerado y
el grado de generalización de las variables usadas. Los resultados obtenidos poseen un carácter
orientador, sin intención de establecer un conjunto fijo de indicadores a utilizar en otros estudios. El
examen comparativo de los trabajos también permite comprobar el peso diferencial de las tres
dimensiones de marginalidad según el caso considerado. En algunos de ellos, se constata el cambio de
la preeminencia de un rasgo de marginalidad por otro como consecuencia de las transformaciones que
se producen a lo largo del tiempo. No obstante, se necesitarían análisis adicionales para arribar a una
conclusión acerca de una correspondencia entre rasgo de marginalidad dominante y nivel escalar. De
todos modos, el balance de la evaluación comparativa permite corroborar la validez y aplicabilidad del
modelo conceptual propuesto; el que permanece abierto a la incorporación de avances superadores.
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