El sabio y el necio

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El sabio y el necio: diferencias
El sabio se esfuerza continuamente por pensar,
el necio está totalmente preocupado por aquello que los otros pensarán de él.
El sabio intenta también comprender como piensan los demás,
el necio cree conocer perfectamente pensamientos y sentimientos de los otros.
El sabio se plantea preguntas,
el necio se cree capaz de ofrecer todas las repuestas.
El sabio está convencido que le queda mucho por aprender,
el necio está seguro que ya aprendió demasiado.
El sabio es capaz de reconocer una estupidez cometida,
el necio, si en todo caso se da cuenta, se esconde y se justifica.
El sabio se alegra cuando algún otro descubre algo que él ignoraba,
el necio se siente superado y sueña una gran oportunidad toda para él.
El sabio recibe los consejos que le ofrecen y después decide con plena libertad,
el necio los rechaza y, además, busca demostrar que eran equivocados.
El sabio presenta su verdad con respeto y serena convicción,
el necio se vuelve fanático de su verdad y la confunde con “la Verdad”.
El sabio, cuando se equivoca, asume su responsabilidad, porque sabe que se
trata de la única posibilidad para corregirse,
el necio intenta culpar a algún otro y así se condena a repetir males tras
males.
El sabio sabe decir: «me equivoqué»,
el necio prefiere decir: «dicen que me equivoqué.»
El sabio sufre por el mal de los demás y se compromete para que dicha
situación mejore,
el necio se alegra cándidamente de que la mala suerte no le haya tocado a él.
El sabio siente misericordia y un respeto sagrado por el límite de los demás,
el necio siente pena y superioridad.
El sabio no compara las personas entre sí porque considera que cada una de
ellas es única, diversa y distinta,
el necio encierra fácilmente las personas dentro de las categorías: mejor, peor,
más, menos.
El sabio se dirige a Dios consciente de ser un pecador necesitado de la
misericordia divina,
el necio se consuela a sí mismo pensando que hay tantos otros peores que él.
Tanto el sabio como el necio tienen su parte de sabiduría y de necedad,
respectivamente;
el sabio lo sabe y acepta en paz su parte de necedad,
pero el necio la rechaza y quiere esconderla, por eso será siempre traicionado
por su necedad no asumida.
Un sabio, como tú, tal vez encontrará algo de bueno en esta página,
un necio, como yo, cree ingenuamente de haber escrito una cosa estupenda.
Padova 26/11/1999
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