... NI SIQUIERA VAMOS AL BAILE En los encuentros de profundización del verano para profesores y en las páginas de la revista Proyecto, nos invitaba a todo el personal vinculado a la Escuela a reflexionar sobre una palabra: ¿bailas? Este vocablo tan repetido y reiterado en mis años de adolescente, no tenía más que una connotación; experimentar en mi ego, placeres de juventud y no tener al final del domingo esa frustración tan indeseada como impertinente cuando me decía “no te has jalado ni un rosco”. Pasado mi “ardor guerrero” de entonces, hoy, ¿un poco más maduro? supongo que si, esta palabra la tenía en desuso, aparcada en el baúl de los recuerdos y solamente festejada en las tertulias animadas con el “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero han tenido que ser las fiestas de San Valero el motivo para escribir unas pequeñas reflexiones sobre este dance interrogativo, pero ahora con otros matices. Personalmente me interpelo. ¿Cómo voy a bailar, si ni siquiera me presento al baile? Según el diccionario de la R.A.E, la palabra baile significa entre otras: fiesta en que se juntan varias personas y se baila”. Empero, al bailar necesitamos música y actores que acompasados por una melodía, sintonicen en un mismo ritmo para no atropellar al resto de los danzantes. En el tripudio, lo musical son las notas que coordinan, que unen, que abrazan, que solidarizan, que acoplan, que acompañan, que...; y los actores son los protagonistas y galanes principales capaces de llevar a cabo todas las conjugaciones anteriores, siempre y cuando observen en el resto del repertorio deseos de bailar. En el baile de nuestro Centro –y que no se tome en sentido peyorativo- la música, esto es, la línea de la Escuela, está ahí, tocando en estereo, sin gran volumen, pero audible y constante. Yo, como parte actora (al menos personalmente) no voy al baile; oigo la música pero no hago nada por “marcarme” unos pequeños pasos que estimulen y motiven al resto de “Homo-Bailis”, me refugio entre los auriculares escuchando sólo música y, en ocasiones, oyes pero no escuchas. En otros tiempos hemos bailado en las salas de profesores en el bar, por Navidad, San Valero, final de curso, excursiones, actividades de todo tipo...; y estábamos casi todos, pero en la actualidad faltamos casi todos. Pero ... la verbena docente sigue. Pongámonos el traje de los domingos y después de un buen cepillado de los zapatos vayamos como en los años adolescentes a convidar al personal, aunque, en algún momento, tengamos que “bailar con la más fea”. De lo contrario “apaga y vámonos”... con la música a otra parte. Javier Julián Velilla