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Crónicas de viaje por archivos y bibliotecas
© Comité Organizador del Festival
Tripitaka Koreana 2013
Edificio de la colección Tripitaka Koreana (izquierda) en el Monasterio Haeinsa. La foto del acervo (derecha) es una imagen digital publicada en su puerta de ingreso
El premio Jikji de la UNESCO 2013, otorgado a la Asociación de Archivos y Bibliotecas de México, A.C.
(ADABI) el pasado mes de septiembre y recibido personalmente por la Dra. Stella María González Cicero en
Corea, fue un momento simbólico, lleno de significados. Como país constituye una distinción sin
precedentes que se suma al nutrido número de proyectos mexicanos inscritos hasta ahora en el registro de
la Memoria del Mundo y en la lista de sitios del patrimonio mundial de la humanidad. Este acontecimiento
también hace pensar en la evolución y futuro del liderazgo de México en América Latina y el mundo en
materia de archivos y bibliotecas. Adicionalmente lleva a reconocer la suma de esfuerzos personales,
colectivos e institucionales de los siglos XX y XXI, que en su conjunto han sido y son detonantes en la
preservación, custodia y difusión de nuestra memoria escrita e impresa.
El viaje que la Dra. Stella hizo a Cheongju, sin duda también despierta curiosidad sobre la riqueza ancestral,
documental y bibliográfica de Corea. En principio sorprende descubrir que el libro Jikji es un volumen sobre
las enseñanzas del budismo zen, impreso con tipos móviles de metal en 1377, previo a la invención de la
imprenta y para ubicarnos en el tiempo, elaborado cincuenta y dos años después de la fundación de México
Tenochtitlan.
En honor a ADABI por este reconocimiento en sus diez años de funcionamiento, este mes elegimos hablar
sobre otro tesoro documental consagrado al budismo: la colección Tripitaka Koreana, creada entre 1236 y
1251 y registrada en 2007 en el Programa Memoria del Mundo.
El pasado mes de octubre hubo oportunidad de ir por carretera desde la ciudad de Daegu hacia el oeste,
para conocer el monasterio budista de Haeinsa, situado en el Monte Gaya de la provincia de Gyeongsang.
Este es un centro dedicado a la enseñanza y pertenece a la orden Jogye, del budismo coreano, la más
extensa del país.
Al llegar, los portales y escalinatas de ingreso, conducen a la primera explanada donde las linternas de los
deseos, tradicionales dentro de la práctica del budismo, hechas en papel de colores, cuelgan de una
estructura metálica que traza el recorrido que los creyentes siguen para meditar. En el siguiente nivel están
los centros de formación de los monjes que ahí viven y estudian. Más arriba está, entre otros monumentos,
el templo dedicado a Buda. Detrás de él, se erige la muralla rectangular que delimita los edificios de la
colección Tripitaka Koreana. Por coincidir con su feria anual, en esta ocasión se pudo ingresar y cruzar
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a través del edificio principal hacia el patio interior en donde se puede ver otro pequeño altar. Desde ahí se
© Korea Turism Organization
Vista del Monasterio de Haeinsa; patio interior de los edificios que resguardan la colección Tripitaka Koreana y muestra de un bloque de madera dentro del acervo
observan los cuartos que resguardan el acervo, el cual sólo puede verse desde afuera para garantizar su
preservación.
Del sánscrito “tres canastas”, Tri-Pitaca es el nombre genérico que se da al Canon budista, integrado por
tres tipos de registros: discursos de Buda, regulaciones de la vida monástica y comentarios a las escrituras,
hechas por los monjes y estudiosos. La colección se divide en dos partes. La principal consiste en 81,258
bloques de madera tallados, grabados por los dos lados con una compilación completa de las escrituras en
chino clásico, elaborados entre los años 1236 y 1251 durante la Dinastía Goryeo (918-1392). Los 81,258
ejemplares se trasladaron en 1398 desde la isla de Ganghwado (al noroeste de Seoul) hacia el sur, al
Monasterio de Yongsan y de ahí se llevaron ese mismo año a Haeinsa. La elaboración del acervo a lo largo de
16 años, si bien se debió a motivos políticos, de defensa del territorio u orientados a fortalecer la unidad e
identidad del reino, fue un trabajo colectivo, que involucró a las instituciones civiles y religiosas, monjes y
artesanos. Entre ellos participaron 1,800 escultores distintos.
La segunda parte del acervo consta de 5,987 bloques de madera, igualmente tallados, que el monasterio de
Haeinsa mandó hacer entre los años de 1098 y 1958 e incluye textos, ilustraciones, iconografía, historia e
investigaciones.
Actualmente la colección se clasifica como un bien de propiedad privada perteneciente a éste Monasterio, el
cual tiene a cargo su custodia. Por su parte, la agencia Cultural Heritage Administration of the Republic of
Korea es la autoridad nacional responsable del acervo, declarado tesoro nacional en 1962.
Sobre los bloques de madera, consideramos importante resaltar dos características. Una es la técnica como
fueron hechos. La segunda es su excelente estado de conservación, debido en parte al sistema de
ventilación natural que se diseñó al construir los edificios.
Cerca del monasterio de Haeinsa hubo oportunidad de conocer el Parque Cultural Temático de Yacheon-ri,
Gaya-myeon, en el que, al igual que en el templo, se celebra en esas fechas la Feria Tripitaka Koreana. El
parque es un espacio abierto al público a lo largo del año. De hecho es un excelente centro didáctico para las
familias, escuelas, visitantes o especialistas, dedicado exclusivamente al conocimiento y difusión de la
colección. Por ejemplo, en una de sus áreas se proyecta una animación en cuarta dimensión. En otra de sus
salas se explica con claridad, la forma como se hicieron los bloques de madera y se exhiben vitrinas para
mostrar la técnica constructiva de los edificios donde estos se albergan. De hecho, en el marco de la feria los
asistentes tienen oportunidad de entintar e imprimir en papel sobre bloques de madera que son
reproducción de los originales de la Tripitaka.
Para su elaboración, el Canon budista se homologó, aprobó y registró en caracteres del chino antiguo;
después, éstos se transcribieron con fina caligrafía sobre hojas rectangulares de papel de arroz, fabricado
a mano, todas de una misma medida. Por separado, las tablas de madera, previamente tratada, se
cortaron a su tamaño. La mayoría miden 24.2 cm de largo por 69.7 de ancho con 3.6 cm. de espesor 2y 3.5
kilos de peso.
Encima de cada bloque se colocó el papel con las escrituras para que el tallador pudiera calcar y grabar
finamente los caracteres sobre la tabla. Al terminar de pasar los textos en ambas caras, se aplicó laca y en
cada uno de sus lados se les colocó una varilla de madera en los extremos, para prevenir la fricción entre
bloques y asegurar la ventilación entre ellos a la hora de acomodarlos en los estantes.
Por su parte, para asegurar la conservación de los originales en un ambiente de bosque, los edificios de la
Tripitaka Koreana se construyeron sobre un terreno preparado especialmente para regular la humedad y
propiciar la circulación del aire. La base del suelo se rellenó de tierra mezclada con capas de carbón, sal,
barro, arena y yeso. De manera que cuando hay humedad, el piso la absorbe y cuando está seco, la humedad
acumulada en el suelo se libera. Por su parte, los muros que dan hacia el exterior tienen ventanas de
madera, de diferentes tamaños, con las rendijas abiertas: en el edificio principal, las de arriba son más chicas
que las de abajo, al igual que la separación entre sus barrotes. Eso propicia que el aire permanentemente
entre y circule en el interior, evitando la acumulación de calor, la concentración de humedad y los cambios
bruscos de temperatura en el día y la noche o de una estación a otra.
Comentario final
La Tripitaka Koreana es una colección compleja por su relación con múltiples aspectos asociados a la
práctica, estudio del budismo, transmisión y difusión, tanto en Corea como en el Oriente Asiático. En virtud
que esta edición en madera, a diferencia de otras de su tipo, es la única que sobrevivió íntegra al paso de
casi ocho siglos, hoy en día constituye un bien cultural e histórico que mantiene la esencia del espíritu
colectivo que le dio origen. Es así que los expertos en budismo, filología, digitalización, programación de
bases de datos, traducción, identificación, análisis y registro de los caracteres del chino antiguo, suman
esfuerzos orientados a reproducir o analizar los contenidos para ejecutar, desde los monasterios,
universidades o instituciones públicas y privadas, proyectos multidisciplinarios orientados a reunir
virtualmente las distintas colecciones, versiones o ejemplares de la Tripitaka, dispersos en la India, China o
Japón, por citar los principales, con el fin de garantizar su protección, promover su divulgación y estudio
por muchos siglos más. Algunos de estos avances pueden evidenciarse en el Research Institute of Tripitaka
Koreana (http://kb.sutra.re.kr/ritk_eng/intro/introSutra.do) o en el proyecto Electronic Buddhist Text
Iniciative: http://www.buddhism-dict.net/ebti
Los datos mencionados en este Diario se basan en el formato de postulación de la colección Tripitaka
Koreana al registro de Memoria del Mundo 2007, el cual se consulta en inglés, en el portal de la UNESCO:
http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/CI/CI/pdf/mow/nomination_forms/korea_tripitaka.pdf
Otras publicaciones que ayudaron a contextualizar la colección y hablar sobre los proyectos que algunas
instituciones realizan actualmente son: Kim Yoo-kyung “Venerable Jongnim Pursues ‘Computopia’ with
Digitized Canon” (en) Koreana, a Quarterly in Korean Culture and Arts, otoño 2013, Vol. 27 No. 3; Lee Kyonghee “Haeinsa Temple Janggyeong Panjeon, the Depositories of the Tripitaka Koreana Woodblocks” (en)
World Heritage in Korea (Seoul: Organizing Committee for the Year of Cultural Heritage 1997 & Samsung
Foundation of Culture, 1997); Shing Hyong Sik. A Brief History of Korea. Ewha University Press, 2012.
En estas últimas líneas agradecemos las atenciones de los guías y voluntarios que apoyaron la visita guiada
hacia el Monasterio de Heinsa y Parque Temático, realizada en el marco del Congreso Mundial de Energía en
octubre de 2013.
Ejemplar gratuito de libre difusión. Prohibida su venta. La reproducción parcial o total de su contenido requiere permiso del editor.
Cont@cto: yoliatortolero@gmail.com
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Sello de autor: águila de la ruta de independencia. Comonfort, Guanajuato, 2010. © Foto del editor con cambios en Corel Painter.
Editor responsable: Yolia Tortolero Cervantes, doctora en historia por el Colegio de México. Del 2000 al 2010 trabajó en el Archivo General de la Nación. Actualmente es investigadora y consultora independiente.
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