LA IMPORTANCIA DE LOS GRUPOS PEQUEÑOS (Hech. 2:46; 20:20) INTRODUCCIÓN.Vivimos en un mundo en el que las relaciones virtuales toman cada vez más protagonismo. Hay personas que pasan mucho tiempo cada día comunicándose con sus amigos virtuales en ‘Facebook’. Pero al mismo tiempo les cuesta tener una relación significativa, abierta y cara a cara con sus amigos. Como leía en un artículo hace pocos días, son mejores 20 minutos charlando o tomando algo con unos amigos que 3 horas en cualquier red social. La iglesia es llamada, fundamentalmente, a tener esa relación significativa cara a cara de unos con otros, la cual ayuda a transformarnos y a ser luz unos a otros y a los demás. No solamente una relación formal, como la que se suele dar en la Reunión Principal de la iglesia o culto del domingo. La reunión en grupos pequeños complementa y profundiza la Reunión Principal de la iglesia, en todos los aspectos. No solo en la enseñanza bíblica que, al participar más nos demanda una indagación más personal de la Escritura y como consecuencia produce mayor aprendizaje. Pero también, y sobre todo, en la transformación que produce el cara a cara cuando todos ministran unos a otros. El evangelio se aplica entonces a todas las realidades de la vida. Aprendemos incluso a cómo discrepar según el evangelio; pero también, y sobre todo, aprendemos a darnos, a compartir, a tener una actitud positiva buscando la acogida y el bien del otro. Hace pocos días leí el número monográfico que la revista de teología ‘Alétheia’ ha sacado sobre José María Martínez, quien para los que no lo conozcan fue pastor durante 30 años en la iglesia más numerosa de Barcelona. En dicha revista se comenta, cómo los grupos pequeños fueron fundamentales para el crecimiento y profundización de la iglesia en calle Verdi en los años 60. I.- LA RAZÓN PARA LOS GRUPOS PEQUEÑOS.En el Nuevo Testamento se ve que los creyentes se reunían en algún lugar donde se congregaban todos (reuniones públicas) y también en casas donde las reuniones tenían un carácter más interactivo y fresco. Jesús mismo también se ve hablando con multitudes (por ejemplo el sermón del monte) y con grupos más pequeños en alguna casa. Por ejemplo, en Hech. 2:46 donde se nos dice: “No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad”. Así mismo Pablo hablando a los ancianos de Éfeso les dice “Vosotros sabéis que no he vacilado en predicaros nada que os fuera provechoso, sino que os he enseñado públicamente y en las casas” (Hech. 20:20). De manera que se ve esos dos niveles de cómo funcionaban las comunidades cristianas en el principio. Había reuniones en lugares donde asistían todos, y otras en las casas. Probablemente en el pasaje de 1 Cor. 14 donde Pablo escribe sobre el orden de las reuniones de la iglesia está pensando en estas reuniones más interactivas e informales: “Así todos podéis profetizar por turno, para que todos reciban instrucción y aliento” (1 Cor. 14:31) No quiere decir que obligadamente las iglesias se tengan que reunir en grupos pequeños. Pero la iglesia debe buscar ser una verdadera comunidad. Y, el grupo pequeño, por las relaciones estrechas que promueve es idóneo para formar verdadera comunidad. Si realmente el grupo actúa así, facilita el crecimiento tanto numérico como en profundidad de sus miembros. En definitiva, el grupo 1 pequeño muestra a los no creyentes que asistan a él, lo que hace el evangelio en la práctica con un grupo de personas; los hace luces en una colina. Y ayuda a transformar a los creyentes mejor y más rápido que de cualquiera otra manera. Nosotros pensamos que es bueno que todas las personas que asisten a la iglesia se integren en algún grupo pequeño. Pero precisamente porque deseamos movernos por los criterios del evangelio, no queramos ni podamos imponerlo, sino que lo dejamos a la consideración, circunstancias, y guía de Señor en cada uno. En mi experiencia personal he encontrado que, en los grupos pequeños se crea un ambiente familiar, amigable y participativo, que produce transparencia y crecimiento espiritual más que en cualquier otro tipo de reunión. A los que aún no han llegado a conocer personalmente al Señor les resulta un medio excelente para aclarar ideas, preguntas que están ahí y necesitan respuestas, etc. Para los que ya han creído personalmente en el Señor los grupos pequeños son ideales para una mejor comprensión del mensaje de Dios y sobre todo para crecer en la transformación de la vida por medio del evangelio. II.- LOS VALORES CENTRALES EN LOS GRUPOS.Los grupos pequeños no son una clase de teología magistral, aunque naturalmente se estudia la Biblia, sino que buscan la transformación de la vida. Los valores centrales en esta iglesia y desde luego en los grupos pequeños son la creación y el evangelio. a) Las características con que Dios creó al ser humano, el entorno en el que lo ubicó, e incluso la posterior caída nos dan una extraordinaria información de cómo Dios espera que vivamos aquí en este mundo. La Creación nos alumbra en quiénes somos, en cuanto al trabajo y cómo desarrollarlo, en la relación con otras personas, el descanso necesario, el matrimonio, etc. Es una luz para nuestra manera de vivir aquí y ahora en este mundo. b) Por otro lado, el Evangelio crea una nueva comunidad. La vida, y desde luego la vida cristiana, no puede crecer fuera de relaciones cristianas positivas, acogedoras, alentadoras y que hablan la verdad en amor los unos a los otros. Y esto se produce mejor en un grupo pequeño. Como Pablo escribió “El Evangelio es el poder de Dios para la salvación de todos los que creen” (Rom. 1:17) Es decir, el único con poder para transformar la vida de acuerdo a Dios. Por eso los grupos pequeños son el sitio donde el cuidado pastoral de cada uno mejor se lleva a cabo. En los grupos pequeños, mediante el evangelio, aprendemos realmente a cómo vivir en este mundo. III.- EL PROPÓSITO DE LOS GRUPOS.Como hemos ya mencionado, el propósito de los grupos pequeños es proveer un sistema de cuidado pastoral eficaz, con la finalidad de ayudar a cada uno en el crecimiento de su vida cristiana. Veremos primeramente lo que NO es el propósito de los grupos. a) Por tanto, el propósito de los grupos no es la búsqueda de la emoción, es decir, no se trata de entender la vida cristiana como el experimentar sensaciones emocionales, de manera que estas indiquen si el Espíritu Santo está presente o no. Por supuesto, el ser humano tiene emociones y sentimientos y estos son buenos, legítimos y tienen su lugar en los grupos pequeños o en 2 cualquier otro sitio. Pero el Propósito fundamental de los grupos es el crecimiento de la vida cristiana, no producir situaciones de emoción. b) El propósito de los grupos no es tampoco intelectualismo. El intelecto es completamente necesario, bueno y legítimo para comprender el plan de Dios. Y crecer en la vida cristiana implica, desde luego, a nuestro intelecto. Pero crecer en la vida cristiana no es necesariamente saber muchos versículos o lo que significa cada uno de ellos. Ese tipo de conocimiento puede envanecer como cualquier otro (1 Co. 8:1) c) Tampoco el propósito de los grupos es el activismo. Ciertamente el creyente espiritual tendrá una razonable actividad en ejercitar sus dones, sean en el evangelismo, la enseñanza, la ayuda en cualquiera de sus formas, etc. Pero a veces entendemos el crecimiento de la vida cristiana como un activismo; cuanto más activos, nos suponemos más espirituales. En cambio un crecimiento espiritual sano, donde tenemos bien integrados todos los aspectos de nuestra vida, nos hará ser eficaces tanto en nuestras relaciones con nuestros vecinos, trabajo, familia e iglesia. Y aunque no hagamos campañas ni cosas así seremos testimonios vivos, de hechos y de palabras, y con toda seguridad que personas de nuestro entorno se interesarán por el Señor. Ahora bien, si no es emocionalismo, intelectualismo ni activismo ¿cuál es entonces el propósito de los grupos pequeños? El propósito es la transformación de la vida de cada uno por el poder de Dios y mediante el mutuo ministerio de unos a otros. Se trata por lo tanto de una transformación de la vida en un contexto de relación con otros, en un grupo pequeño. Es un cambio que ha de empezar en el corazón, no se trata primeramente de lo que hacemos, es un cambio en nuestro ser. Después cada esfera de nuestra vida ha de ser transformada poco a poco. Lo único que puede producir un cambio así es el evangelio de la gracia de Dios. Cuando tomamos conciencia de nuestra realidad caída, del pecado, lo que nos transforma es el descubrir y vivir las buenas noticias de su gracia. Además en el grupo pequeño todos somos ministros unos de los otros. No se trata de ninguna clase magistral de nadie. En Efe. 4: 11-16 dice que los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros están “A fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar al cuerpo de Cristo” (v. 12) Y más adelante dice que “Al vivir la verdad con amor creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (v. 15) Y además dice que eso se lleva a cabo “según la actividad propia de cada miembro” (v. 16) Así que es en ese cara a cara donde se produce el crecimiento y la transformación de la vida y eso mediante lo que aporta cada uno. Es por tanto necesaria algún tipo de actividad en la que cada uno puede aportar para la edificación del otro. Y eso lo hacemos, sobre todo, en los grupos pequeños. Los grupos proveen oportunidades para las relaciones, el apoyo mutuo, el amor y servicio práctico, aprender acerca de la fe cristiana, la oración y el compartir lo que vemos que Dios está haciendo en nosotros. Los participantes deben verse a sí mismo como compartiendo sus ministerios con el grupo, no simplemente como personas que reciben del grupo. Son entonces los grupos donde la vida de la iglesia está mayormente funcionando, y los que transforman a la iglesia entera. Antes de finalizar con nuestra conclusión quiero deciros que cada año por estas fechas, en el inicio del curso, empezamos a organizar los grupos pequeños. Así que, por favor, aquellos que deseen participar en un grupo pequeño este año vayan poniéndolo en los papeles que se reparten, lo que nos facilitará la organización de los mismos. 3 CONCLUSIÓN.Vivimos en una cultura que enfatiza el individualismo. Nuestra capacidad para compartir y pasar tiempo significativo con otros es baja. Los músculos necesarios para compartir nuestra vida con otros están bastante atrofiados. No es de sorprender que muchas veces seamos incapaces de compartir de manera significativa con otros. Pero una verdadera transformación espiritual requiere este tipo de relación y comunión en un grupo de personas determinado. Se han de producir relaciones significativas cara a cara, porque ese es el tipo de comunión que Dios tiene en mente para su pueblo. Eso no es posible hacerlo solamente en una reunión general como la del domingo. 4