JOSÉ (V): CLAVES PARA UNA VIDA FRUCTÍFERA (Gen. 49:22-26) INTRODUCCIÓN.Esta es la 5º y última predicación de la serie sobre la vida de José. En las anteriores vimos, que el pecado afecta a todos; que el sufrimiento llega a la vida de José y a la de nosotros, pero Dios está con el que sufre; que es posible llegar a hacer ídolos de las personas o cosas que amamos; y finalmente vimos las características de un verdadero arrepentimiento en los hermanos, que habían sido bastante malvados, y también un perdón gratuito y total por parte de José. No cabe duda, de que en este hombre vemos claves para una vida llena de fruto. El pasaje leído habla de lo que Jacob profetizó por fe antes de morir, acerca de la vida de su hijo. José es un tipo del salvador, como vimos en días pasados, pero sobre todo es un verdadero creyente. En él encontramos los rasgos de lo que hace que una vida sea fructífera. Y eso es lo que trataremos de ver hoy. Y me parece que es oportuno, que el día en que varios hermanos ratifican públicamente su fe en el Señor Jesucristo por medio del bautismo, podamos incidir en cuáles son las claves para una vida llena de fruto. Porque el fruto en la vida de sus hijos glorifica a Dios (Jn. 15:8) Y porque en el fondo, a cada verdadero creyente, Jesús nos dice como a los discípulos: “No me escogisteis vosotros a mí, sino que yo os escogí a vosotros y os comisioné para que vayáis y llevéis fruto, un fruto que perdure” (Jn. 15:16) Así que pensando en los que se bautizan, pero también en todos nosotros, vamos a ver cuáles son estas claves de una vida con fruto. I.- LAS RAICES JUNTO AL AGUA.Esto es lo que nos dice el v. 22 de nuestro texto: “José es un retoño fértil, fértil retoño junto al agua, cuyas ramas trepan por el muro” (Gen. 49:22). Cómo nos recuerda este texto al Salmo 1:3, y a Jeremías 17:8 cuando se refiere ‘al hombre que confía en el Señor y pone su confianza en Él’ y del cual se dice que “Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto”. Cuando se pasa por la campiña en el tiempo que aún no han empezado las lluvias, aunque todo esté bastante seco es fácil saber, aún a distancia, por dónde discurren los riachuelos. A sus lados, y a lo largo de su recorrido verás siempre un buen número de árboles altos y frondosos. Porque sus raíces siguen estando en contacto con la humedad de las aguas. Así que la primera clave para llevar fruto en nuestra vida es que nuestras raíces estén junto a las aguas. Pero ¿qué significó esta expresión metafórica en la vida de José, y en la nuestra hoy en día? Desde luego, significó que el Señor tomó la iniciativa de vivir a su lado y que José anduvo con esa perspectiva. Aún en los momentos difíciles, siendo esclavo, y estando en prisión, se 1 menciona “que el Señor estaba con José” (Gen. 39:2,) y, “Pero aún en la cárcel el Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor” (Gen. 39:21) Y en nuestro caso es igual. Su Espíritu ha venido a estar entre, y en quienes arrepintiéndose lo han aceptado por la fe. Y ha prometido estar con los creen en Él todos los días hasta el fin del mundo. Por eso es normal que Pablo anime a los cristianos a vivir “Arraigados y cimentados en Cristo” (Col. 2:7), y, “arraigados y cimentados en amor (en su amor)” (Ef. 3:17) Así que, no fue sólo cuando llegamos a Él por primera vez, cuando nos convertimos, que nos volvimos de nosotros y nuestras luchas a su persona, centrándonos en la obra de su cruz y recibiendo gratuitamente salvación. No, sino que también a lo largo de toda nuestra vida hemos de hacer lo mismo. Nuestra mente y corazón debe vivir reconociendo nuestro pecado y pecados, y al mismo tiempo centrado, mirando, descansando, alimentándonos de su amor que nos mostró en la cruz y disfrutando de su perdón. Esto es estar ‘arraigados y cimentados en su amor’. Eso es tener nuestras raíces junto a las aguas. Y así la planta es fructífera. Nuestra vida se irá transformando, desde nuestros deseos a nuestra conducta. Así aprenderemos a recibir de gracia y también a dar de gracia. Eso es lo que se ve en la vida de José: Es tan consciente que ha sido Dios quien lo ha llevado a su alta posición. No son sólo palabras cuando dijo a Faraón: “no soy yo quien puede hacerlo, sino que es Dios quien dará a Faraón una respuesta…” (Gen. 41:16) Y justamente por eso ahora utiliza todo lo que es y tiene, como frutos en su vida, para alimentar también con ello a otros. También Pablo dijo algo similar “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que Él me concedió no fue infructuosa. Al contrario, he trabajado con más tesón que todos ellos, aunque no yo sino la gracia de Dios que está conmigo” (1 Cor. 15:10) Aquí también la presencia de Dios llena una vida de fruto. Y vosotros que hoy ratificáis con el acto del bautismo vuestra fe, seguid arraigados en el amor del Señor. Y como cada árbol da un fruto diferente también en ti y en mí tomará una forma específica y singular. Aunque siempre incluirá ingredientes de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, servicio, etc. II.- LAS PRUEBAS NECESARIAS.José tuvo 13 años de enorme dificultad. Vendido como esclavo por sus hermanos y preso por la mentira de aquella frustrada mujer. Y es que las pruebas son también parte de las claves para una vida con fruto. Pablo animaba a los discípulos a estar arraigados en la fe y les decía: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. (Hech. 14:22) Por supuesto, como pasó en José, aunque hay pruebas en el camino, no toda la vida es sufrir. Más bien, en general, sea lo contrario. Pero el texto que estamos observando nos dice claramente: “Los arqueros lo atacaron sin piedad; le tiraron flechas, lo hostigaron. Pero su arco se mantuvo firme, porque sus brazos son fuertes. ¡Gracias al Dios fuerte de Jacob, al Pastor y Roca de Israel!” (Gen. 49:23,24) El v. 23 hace mención a las dificultades que José pasó durante aquellos duros 13 años. Pero como nos dice Pablo en Efesios, las flechas se apagan con el escudo de la fe. Otra vez vemos aquí las raíces junto a las aguas. La fe en el Señor fortalece nuestra vida. Y se hace aún más evidente 2 cuando somos débiles, porque su poder se perfecciona en la debilidad. ‘Pero su arco se mantuvo firme, porque sus brazos son fuertes’. La fortaleza que procede de Dios es otro de los frutos con los que Dios desea llenar nuestra vida. Está claro quién fortalece los brazos de José: ‘¡Gracias al Dios fuerte de Jacob, al Pastor y Roca de Israel!’ Durante bastantes años de mi vida en la profesión empresarial, un versículo fue significativo para mí. Dice así: “Adiestras mis manos para la batalla y mis brazos para tensar arcos de bronce” (Sal. 18:34) Y aunque en esa profesión no se utilizan arcos de bronce, sí se manejan otras armas, que tienen que ver con la iniciativa, con las ideas, la información, la persuasión, etc. Y que el cristiano debe usar santamente. Y es el mismo Dios de José y de David el que también adiestrará nuestras manos, y nos ayudará a manejar las armas que a cada uno de nosotros le toca manejar. Todo esto es parte de los frutos que vemos en la vida de José, y que también adornará a cualquier hijo suyo que, aún pasando por la prueba, tenga sus raíces junto a las aguas. III.- EL DIOS DE TODA GRACIA.Desde la mitad del v. 24 hasta el final, el texto se centra en darle gracias al autor y consumador de nuestra fe. Jacob tiene una clara conciencia de dónde y de quién viene toda esa bendición. “¡Gracias al Dios fuerte de Jacob, al Pastor y Roca de Israel! ¡Gracias al Dios de tu padre, que te ayuda! ¡Gracias al Todopoderoso, que te bendice!” (Gen. 49:24b-25) Y así sigue dando gracias a Dios y contando sus muchas bendiciones hasta el final. Para mantener ese cántico de gratitud, adoración y alabanza en nuestro corazón y en nuestros labios hemos de mirar, remirar y volver a mirar la sublime gracia que se derramó y que sigue fluyendo de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Explorar y rogar que se nos abran sus riquezas. Sólo de ahí recibiremos para nosotros verdadera humildad y verdadero valor. Y sólo recibiendo de gracia, podremos ir nosotros siendo transformados, para dar de gracia también. Amén. 3