Viaje al final del paraíso. Cinco miradas sobre América Latina1

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Viaje al final del paraíso.
Cinco miradas sobre América Latina1
Journey to the end of paradise.
Five Perspectives on Latin America
Eduardo Subirats*
Resumen
En este ensayo, Eduardo Subirats propone cinco miradas de acercamiento hacia América Latina (desde el Río Bravo hasta la Patagonía), mismas que funcionan como detonantes de reflexión y posibles vías de acercamiento, distintas
a aquellas que se han realizado hasta el momento y gozan de una vigencia impulsada por, lo que el autor llama, un logos colonizador. Este que mantiene vivo
un proceso de devastación de memorias, acompañado de las más variadas intervenciones económicas, políticas, culturales y religiosas, encubiertas bajo la
naturalidad y neutralidad tanto de vertientes como de discursos prevalecientes en las academias (canon prevaleciente) y los medios de difusión masiva.
Palabras clave: América Latina, filosofía crítica de la cultura, realismo mágico, posmodernidad
Abstract
In this paper, Eduardo Subirats suggests five views on Latin America (Rio Grande to Patagonia), which operate as triggers for thought on the present, fron
what Subirats called a “colonizer logos”, maintained active in a process of collective memories devastation, accompanied by the most varied interventions
economic, political, cultural and religious, disguised under the simplicity and
neutrality of the dominant discourses in academia (in effect for the canon) and
media communication.
Key-words: Latin America, the critical philosophy of culture, magical realism,
postmodernism
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Quiero desarrollar en este artículo cinco miradas sobre América Latina. Quiero hacerlo en cierta manera como historiador y, en parte, también como crítico de la cultura.
Mi primer examen lo resumiré con una serie de citas procedentes de obras
canónicas de la literatura americana del siglo veinte. Y entre paréntesis quiero subrayar que son obras al mismo tiempo anuladas bajo una producción de
ficción comercial y académica perfectamente descartable en el mundo de hoy:
*
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Universidad de Nueva York
Conferencia pronunciada en el Paraninfo de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla el día 6 de junio de
2013.
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me refiero a la máquina de la academia global norteamericana y a la industria
cultural europea.
Comienzo con la primera y maravillosa cita: “Dio un golpe seco contra la
tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”. Con estas últimas palabras se describe, en la obra Pedro Páramo, la muerte del cacique mexicano. Esta muerte del tirano, del cacique, del sujeto colonial moderno,
arrastra consigo la extinción de Comala, un pueblo miserable de almas en pena
que otrora fue un paraíso, a lo largo de una inacabable letanía poética de lamentos y agonías. Y cito esta frase como lo que es: la declaración de un final.
Sin futuro. Sin trascendencia. Sin esperanza.
La siguiente cita procede de la novela Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos, otra obra central de la literatura en lengua hispanoamericana: “La llama de
la Revolución se había apagado en ti, seguiste engañando..., con la astucia más
ruin y perversa, la de la enfermedad... enfermo de ambición y de orgullo, de cobardía y de miedo... Entronizada en la tramoya del Poder Absoluto, la Suprema
Persona construye su propio patíbulo. Es ahorcada con la cuerda que sus manos hilaron. Deus ex machina. Farsa. Parodia. Pipirijaina del Supremo Payaso...”
La tercera cita es de João Guimarães Rosa y relata una guerra épica de dimensiones cósmicas, pero que es además una guerra terminal, en el sentido en
que en su novela todos se saben, de un modo u otro, prisioneros de un destino
de violencia y destrucción. “Tudo ali era à maldição, as sementes de matar... uma
guerra de dentro e outra de fora, cada um cercando y cercado...” Son las palabras
de Riobaldo, el jefe jagunço de Grande Sertão: Veredas. Podrían recordarse otras novelas más o menos recientes. Lo importante es una visión común a todas ellas:
Todas estas obras señalan un límite terminal: existencial, político, civilizatorio.
Todas ellas describen formas extremas de violencia, renovadas formas esclavitud,
las expresiones más siniestras de degradación espiritual y física, y la agonía de
los pueblos, sus dioses y sus formas de vida, bajo formas brutales de poder. Son
obras que manifiestan un vaciamiento sistemático del tiempo y del ser. La situación de caos, desconcierto, violencia y corrupción que hoy vemos a lo ancho de
América Latina es el resultado de este largo proceso de decadencia.
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Pero quiero destacar también otra mirada diametralmente opuesta a la anterior. Esta segunda visión comprende grosso modo a las vanguardias artísticas
latinoamericanas en sus expresiones más radicales, es decir, aquellas que han
planteado una renovación y emancipación de América Latina de su legado colonial, y que lo han hecho, además, a partir de las raíces lingüísticas, mitológicas y sociales de su cultura. Me referiré brevemente a una sola expresión de
estas vanguardias: la Antropofagia brasileña. Y me limitaré asimismo a una cita
escogida del Manifesto Antropófago de Oswald de Andrade de 1928: “Ja tínhamos o comunismo. Já tínhamos a língua surrealista. A idade de ouro. A magia
e a vida...” Y me ceñiré a una interpretación sucinta: este aforismo esclarece el
significado espiritual del paraíso como principio de liberación de las políticas,
las economías y las teologías de la colonización, las que ayer se imponían en
nombre de la redención por la cruz y hoy lo hacen en nombre del libre mercado.
A continuación formularé una tesis en forma de postulado general: este
punto de partida afirmativo, lingüísticamente innovador, filosóficamente subversivo y políticamente revolucionario recorre las expresiones culminantes del
arte y la literatura americanos, de Wilfredo Lam y Diego Rivera hasta la Van-
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guardia Tropicalista. Y su significado sigue teniendo plena vigencia. Aunque
no los exhiba el moma de Nueva York precisamente. Lo expresaré en otras palabras: considero necesario hoy revisar, replantear y reactualizar esta tradición
artística e intelectual innovadora como punto de partida de una nueva conciencia intelectual latinoamericana.
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Tercera visión de América: el poeta Oswald de Andrade y el arquitecto Oscar
Niemeyer formularon por primera vez, en la década de los cuarenta, la crisis
de la modernidad, la muerte del Movimiento moderno. Oswald de Andrade
fue, además, el primer escritor en acuñar el concepto de postmodernidad en
ese contexto histórico. Lo hizo desde una perspectiva crítica que resulta inconveniente al conservadurismo académico del postmodern norteamericano y a su
activa ignorancia de América Latina. Pero quiero subrayar la gran diferencia
que distingue a ese pós-modernismo oswaldiano del postmodern global.
Tanto Oscar como Oswald plantearon esta perspectiva negativa a partir de
un proyecto artístico, filosófico e intelectual de renovación nacional, en un sentido estético y, a la vez, social. Ambos planteaban la crítica del fracaso de las
vanguardias europeas y le necesidad de revitalizar su proyecto transformador,
allí donde el postmodern sólo ha sabido celebrar este fracaso como legitimación
de un proyecto de colonización global a través de los mercados y las corporaciones culturales.
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La crítica radical de una modernidad arquitectónica y estética fracasó a partir
del stalinismo, el fascismo y el maccarthismo, en la misma medida en que sacrificaba sus dimensiones humanistas y sociales en beneficio de una función normativa, un esteticismo formalista y una voluntad espectacular. Ahora bien, esta
crítica del fracaso de las culturas del Primer mundo, en el sentido de su conversión en instrumentos de dominación cultural, es capital para entender la originalidad y la radicalidad de la gran arquitectura brasileira e hispanoamericana
del siglo veinte y, junto a ella, las poéticas artísticas, literarias y fílmicas de José
María Arguedas a Tomás Gutiérrez Alea. Por decirlo con muy pocas palabras y
en referencia a la arquitectura solamente: los tres o cuatro ejemplos arquitectónicos que quiero recordar aquí, los proyectos de Brasilia de Lucio Costa y Oscar Niemeyer, la jardinería de Roberto Burle Marx y la arquitectura de Vilanova
Artigas o de Lina Bo comprenden una responsabilidad urbana, social, ecológica y cultural en el diseño del paisaje, la arquitectura y la ciudad que contrasta
drásticamente con la megalomanía, el formalismo y el cinismo puestos en escena por el postmodernismo arquitectónico norteamericano y europeo, con sus
grandes stars a la cabeza, de Philip Johnson a Michael Koolhass.
No puedo detenerme en los aspectos arquitectónicos de esta perspectiva
de la arquitectura latinoamericana. Pero sí quiero subrayar sus aspectos programáticos universales, que obviamente la crítica europea y norteamericana no
está dispuesta a escuchar, salvo muy raras excepciones. Voy a citar una declaración de Lina Bo de 1986: “Después de proclamar cínicamente como agotadas
el contenido y las posibilidades humanas del Movimiento moderno en la arquitectura aparece en Europa un nuevo lanzamiento: el Postmodern, que puede ser definido como una retromanía... La historia es vieja. Están regresando
a los arcos y las columnas del nazifascismo, a la historia como Monumento...”
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Frente a esta monumentalización ligada al poder del Primer Mundo, Lina
asumió la responsabilidad humanista, la crítica social y la libertad expresiva en diversos y polémicos proyectos arquitectónicos en São Paulo y Salvador
de Bahía. Esta es la visión que quiero subrayar como punto de partida para la
construcción del mañana, por lo menos para aquellas elites responsables que
realmente quieran construir un futuro.
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Quiero ser muy breve con respecto a mi cuarta mirada sobre América Latina:
una mirada sobre las limitaciones intelectuales de la interpretación que la academia angloemaericana y la industria cultural europea imponen sobre la historia cultural latinoamericana y los conflictos que la atraviesan el día de hoy,
en nombre de los postcolonial studies y de los cultural studies, así como de la ficción literaria académicamente definida para el consumo industrial. Me limitaré
a dos categorías fundamentales que, por lo demás, constituyen los más sólidos
principios de esta falsificación. La primera de ellas es estética, es el realismo
mágico; la segunda es postpolítica: la deconstrucción de América Latina en una
serie de microsujetos subalternos. Por tanto dos problemas: la representación
espectacular de América Latina como territorio mágico de palmeras borrachas
de sol, y la llamada subalternidad.
El realismo mágico fue una categoría improvisada que originalmente se
aplicó al postexpresionismo o, más exactamente, a la Neue Sachlichkeit, una deriva del arte de vanguardia europea que ponía de manifiesto los momentos
irracionales, nihilistas y siniestros en la objetividad realista y la racionalidad
funcionalista de la sociedad industrial. En manos de los latinoamericanistas
profesionales y de la industria cultural esta dimensión crítica, que atraviesa los
óleos de Georg Grosz o de Carlo Carrá, ha sido invertida diametralmente en su
contrario: ya se trate de la representación corporativa de la violencia civil y paramilitar en las selvas tropicales, ya se trate de paquetes turísticos.
En su uso corriente, el realismo mágico define la ficcionalización de la realidad americana bajo el primado de una irracionalidad delirante, afín con la
estética del surrealismo de la postguerra. La función política de esta ficcionalización es la neutralización de la crítica. La estetización realmaravillosa posee,
por todo lo demás, hondas raíces en las tradiciones barrocas y neobarrocas del
período colonial hispanoamericano, pero también coincide con el esteticismo
inherente al espectáculo postmoderno. El realismo mágico, por decirlo en una
frase lapidaria, es la coartada esteticista a través de la cual el Primer mundo
consume literariamente la destrucción social y cultural de América Latina sin
tener que preocuparse por las responsabilidades políticas que esta destrucción
entraña, o más bien transfigurándolos postsurrealísticamente en las expresiones de una irracionalidad sin tiempo ni lugar.
Los sujetos subalternos son una operación conceptual complementaria a la
ficcionalización mágico-realista en la que se han concentrado los cultural studies
norteamericanos, las estrategias de las Organizaciones No Gubernamentales y
los bancos mundiales. Negativamente se caracteriza por el desmantelamiento de los sujetos históricos modernos, ya sean literarios o políticos, ya sean
corrientes intelectuales o artísticas, ya sea el mismo concepto de soberanía nacional. De acuerdo con esta perspectiva no existen en América sujetos nacionales, intelectuales o literarios. Tampoco existen ni han existido nunca proyectos
civilizatorios autónomos con respecto a los trends y movimientos globalmen-
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te homologados y sancionados. Mucho menos todavía reconoce la existencia
de una tradición intelectual y política de resistencia frente al colonialismo de
ayer y de hoy.
El resultado de esta operación falsificadora es la fragmentación de la realidad latinoamericana en microsujetos y micropolíticas, bajo retóricas de emancipación local conciliables y conciliadas con el sistema de dominación militar,
mediática, financiera y cultural global. La subalternidad es una ideología colonialista con aquella misma apariencia emancipadora que tenía la definición
del indio subyecto como alma aristotélica por la teología de la colonización de
Las Casas.
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Con ello llegamos a mi quinta y última estación, que en cierta medida encierra
la conclusión programática de este ensayo: la pregunta: ¿qué hacer?
Responderé en dos partes. En primer lugar, quiero subrayar lo que considero un punto de partida apremiante e indispensable. He expuesto este análisis en dos libros, El continente vacío2 y Reformar la Memoria3, y me limitaré aquí
a una conclusión sucinta: la necesidad de plantear frontalmente el discurso de
la colonización que atraviesa la historia de América desde el día de su llamado
descubrimiento hasta la era de la guerra global. Es indispensable reconstruir
la lógica y la teología constitutiva del proceso de colonización y sus efectos
devastadores sobre las culturas, las lenguas, los hábitats naturales y las vidas
humanas. Repito: la constitución del proceso real de colonización, no el cuento intertextual de sus representaciones y orientalismos, y tampoco entelequias
escolásticas como la colonialidad o la teología de la liberación. La urgencia de este
planteamiento reside en que este logos colonizador no es en modo alguno un
proceso acabado.
El segundo momento que es preciso confrontar como condición de todo
proyecto reformador en América Latina y del mundo ibérico en general es la
ausencia de un esclarecimiento, la carencia de una reforma del pensamiento y
la sociedad en el sentido en que lo pensaron Diderot, Lessing o Alexander von
Humdoldt. Su consecuencia es una permanencia de escolasticismos sin escolástica a lo largo de la limitada independencia latinoamericana, las subsiguientes
tradiciones autoritarias y la debilidad de las corrientes intelectuales renovadoras. No digo que estos fenómenos del atraso moral y social de América Latina
no sean, a su vez, el resultado de intervenciones externas por parte de un colonialismo esclarecido, moderno y global por parte de Norteamérica y Europa.
Pero quiero subrayar el hecho indiscutible de que la marginación y el ahogo
de estas tradiciones intelectuales reflexivas y crítica han limitado interiormente el proceso de emancipación colonial de las sociedades latinoamericanas a lo
largo de los dos últimos siglos.
Una última conclusión. Anteriormente, y a propósito de los subaltern studies
norteamericanos, he denunciado la ominosa operación de liquidar los sujetos
históricos de América Latina y, en primer lugar, sus expresiones intelectuales,
políticas y estéticas más radicales. Nombres de antropólogos como Darcy Ribeiro, artistas como Diego Rivera, escritores como Oswald de Andrade y José María Arguedas, y filósofos como José Carlos Mariátegui, que constituyen, entre
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E. Subirats, El continente vacío, México, Siglo XXI, 1995.
E. Subirats, Reformar la memoria, Barcelona, Anthropos, 1991.
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algunos otros, el canon literario e intelectual latinoamericano del siglo veinte,
simplemente han sido barridos por la poderosa máquina cultural norteamericana bajo la bandera de los sujetos subalternos. Esta operación antihermenéutica completa en cuanto a su concepto lo que las dictaduras fascistas de los años
sesenta y setenta hicieron con las armas: eliminar la inteligentsia crítica latinoamericana y sus proyectos sociales.
Hoy es preciso andar el camino contrario. Es necesario retomar el hilo de
oro de aquellas tradiciones artísticas, intelectuales y políticas del pasado y reformular sus sueños de libertad. Sólo a partir de sus esperanzas podremos reconstruir la crítica del presente y abrir las posibilidades de un futuro.
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