Azucareras: Unas de cal, otras de arena E n las últimas semanas se dictaron un conjunto de dispositivos legales para las empresas azucareras. Por un lado, se atendió el reclamo solicitado para proteger el patrimonio y reducir las abultadas deudas en las empresas que aún no vendieron el 51% de su capital social. Por el otro, un controvertido decreto de urgencia establece condicionamientos que han avivado los conflictos internos en varias de estas agroindustrias. El 31 de mayo se prorrogó el régimen especial que protege el patrimonio de las empresas azucareras suspendiendo hasta el próximo octubre la ejecución de medidas cautelares y embargos. Y el 5 de junio a través del Decreto de Urgencia 060-2001 se renovó la posibilidad para que se capitalicen las deudas al Estado por tributos impagos hasta diciembre de 1999. El plazo para realizar esta capitalización es de 60 días. Sin embargo, es poco probable que este proceso culmine en el plazo previsto dada la fuerte oposición a cumplir con otras medidas contenidas en el mismo decreto de urgencia. Dicha norma obliga a que el directorio de cada empresa convoque y realice la elección de delegados a sus respectivas juntas de accionistas en un plazo de quince días naturales, y vencido éste se faculta a la Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores (CONASEV) a realizar la convocatoria. La medida fue derogada por una ley aprobada en el Congreso que al cierre de la presente edición no había sido promul- 14 gada por el presidente de la República. Por esta razón la CONASEV procedió a cumplir con los plazos establecidos convocando a elecciones en Casa Grande y Tumán. En ambas empresas la convocatoria de la entidad estatal ha sido rechazada generándose un vacío legal pues el decreto de urgencia establece que un vez convocada la elección cesa automáticamente la representación de los anteriores miembros de las juntas de accionistas. Pero más allá de este problema no deja de ser cierto que, como sostienen los dirigentes de estas empresas, el decreto de urgencia continúa en la línea de la larga y enredada lista de dispositivos legales dictados por el fujimorismo para que los trabajadores y jubilados vendan sus empresas. Prueba de ello es la autorización especial que tuvo que recibir Casa Grande del CEPRI-Azucarero para realizar una necesaria parada técnica con el fin de reparar y mejorar su ingenio. Esta parada venía siendo planteada con urgencia desde hace algún tiempo, pero se tuvo que postergar por falta de capital para financiarla porque uno de los decretos de urgencia dictado por el gobierno anterior prohibe que las empresas con comisiones de venta constituidas realicen operaciones crediticias. Tanto en Casa Grande como en Tumán y otros complejos azucareros que están en similar situación se está solicitando revisar toda la legislación dictada desde LA REVISTA AGRARIA / 26 que se inició el llamado proceso de saneamiento económico financiero de la industria azucarera. Asimismo, se reclama investigar la subasta de las acciones de la Empresa Pucalá que en un proceso de dudosa transparencia fue transferida al Consorcio Izaga-Mur. El pedido de revisar la legalidad de estas normas (cerca de 50 decretos supremos y de urgencia) también queda para el próximo Congreso. z El ejemplo de Andahuasi El 24 de junio fue promulgada la Ley 27488 por la cual se dispone que las empresas azucareras incluidas en el proceso de venta de promoción privada en las que no se haya constituido comisión de venta, pueden adquirir las acciones que en ellas posee el Estado en forma directa. El plazo para ejercer esta opción es de tres meses y el valor de la compra podrá cancelarse hasta en dos años, sin intereses. Se trata otra vez de un procedimiento especial al que sólo podrá acogerse la empresa Andahuasi del valle Huaura-Sayán. Una medida acertada toda vez que Andahuasi -que sigue siendo de sus trabajadores- es una de las empresas azucareras que salió con éxito de la crisis gracias a una buena gestión y a que pudo acceder a líneas de crédito para modernizarse. Pero hay que señalar que estos logros no se hubieran alcanzado si se hubiera sometido al control del CEPRI. Cosa que no ocurrió por la decisión democrática de sus asociados.