Del Renacimiento a la Reforma en los estudios de seguridad

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AGE N DA I N T E R N AC I O N A L N º 2
Khatchik Der Ghougassian
Del Renacimiento a la Reforma en los
estudios de seguridad
El fin de la Posguerra Fría y el inicio de la Era Global
ampliaron la agenda en materia de estudios de seguridad
POR Khatchik Der Ghougassian
Ph.D. en Relaciones Internacionales. Profesor en la Universidad de San Andrés y el Programa Conjunto
de Maestría en Relaciones y Negociaciones Internacionales FLACSO/Argentina-Universidad de San
Andrés-Universidad de Barcelona.
La publicación de “The Renaissance of Security Studies” (Walt 1991), el primero
de una serie de ensayos que aparecieron en la sección ‘Research Programs and Debates’
de la revista International Studies Quarterly en 1991, puede considerarse como la evaluación final de casi cuatro décadas de estudios de seguridad y, a su vez, como el inicio del
debate en la década del noventa. Es cierto, otras evaluaciones se habían hecho antes y entre ellas se destaca “International Security Studies: A Report of a Conference on the State
of the Field” de Joseph S. Nye, Jr. y Sean M. Lynn-Jones, una monografía que los autores
habían presentado en la conferencia ‘The Past, Present and Future of International Security Studies,’ organizada por el Center for Science and International Affairs, que luego
publicó International Security (Nye y Lynn-Jones 1988). De hecho, Walt cita frecuentemente a Nye y Lynn-Jones cuya orientación conceptual sigue a grandes rasgos. Pero la
coincidencia de la fecha de publicación de “The Renaissance...” con la disolución de la
Unión Soviética, y por lo tanto el fin de la era bipolar en las relaciones internacionales,
ha hecho del ensayo de Walt el instigador mayor de la búsqueda de nuevos horizontes en
la investigación teórica en el campo por dos razones: por las sugerencias para programas
de investigación que Walt hace al final del artículo, y por el desafío intelectual en el que
involuntariamente se transformó el artículo para las diferentes ramificaciones de la Escuela Crítica. De hecho, el esfuerzo de cambio de paradigma en el sentido kuhniano que
hicieron los teóricos feministas, postmodernos, constructivistas y otros representantes
de la corriente llamada Tercer Debate en el campo de estudios de seguridad, reflejado en
el libro Critical Security Studies (Krause y Williams 1997) -hoy casi una clásica lectura
obligatoria-, tuvo como mayor referencia negativa al “The Renaissance...”
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La Reforma en los estudios de seguridad
Otra razón por la cual el ensayo de Walt constituyó un punto de inflexión en los estudios
de seguridad es porque su autor lo concibió como una historia intelectual del campo en
cuestión. En este sentido, se diferencia del artículo de Nye y Lynn-Jones que lo presentan
como un informe del estado de arte. En sus palabras “la historia intelectual definitiva del
campo todavía debe escribirse”1 (Nye y Lynn-Jones 1988, 8). En el contexto internacional
de aquel entonces, los vientos de cambio todavía no conmovían demasiado a analistas y
predominaba fuertemente la tradición geopolítico-militar y estado-céntrica de la comprensión de la naturaleza de la seguridad. Por lo tanto, Nye y Lynn-Jones preferían definir
el estudio del concepto más bien como un problema, no un campo de investigación. Por
el contrario, la iniciativa de Walt además de seguir una lógica historiográfica promueve el
debate teórico, aunque con una toma de posición por las grandes líneas conceptuales del
realismo y neorrealismo, escuelas a las que él mismo pertenece. No debería sorprender,
por lo tanto, que a lo largo de la década conocida como la Posguerra Fría, la evolución
del campo académico de los estudios de seguridad haya seguido de cerca el debate de la
misma teoría de las relaciones internacionales. De hecho, es imposible concebir los estudios de seguridad fuera del ámbito de la teoría misma, pues es la teoría la que asegura
su relevancia y continuidad. De ahí la equivocación de muchos críticos que vincularon
los estudios de seguridad al mero contexto de la Guerra Fría y se apuraron en declarar su
desaparición en 1991.
Así, a diez años del “The Renaissance...”, en un año crítico en que la transición de la Guerra Fría se acabó con el ataque terrorista del 11 de septiembre y comenzó la fase actual de
las relaciones internacionales conceptuada con mucho fundamento como la Era Global,
el editor de International Security Steven E. Miller, publicó “International Security at
Twenty-five: From One World to Another”, dedicado al vigésimo quinto aniversario de
la revista, para sostener la vigencia de los estudios de seguridad. El argumento no es de
menor importancia. Como Walt lo había mencionado en su ensayo, International Studies
nació en los ‘70 para revitalizar el debate sobre los estudios de seguridad y darles la rigurosidad de la investigación de las ciencias sociales. Esta exigencia de nivelar el debate,
sin embargo, no podía disminuir el impacto de la Guerra Fría en la producción intelectual
de la revista. No obstante, “los problemas de seguridad no comenzaron con la Guerra
Fría y era improbable que terminaran con el fin de la misma” (Miller 2001, 26). Aunque
publicado antes del 11 de septiembre, el artículo de Miller revela los cambios en el campo de los estudios de seguridad de, parafraseando el título, “un mundo a otro”. Según el
autor, estos cambios se reflejaron en los números de International Security en la década
de 1990 en tres direcciones: la formulación de una agenda en la que el argumento del
debate ya no se articula más en torno a un sistema de rivalidad entre grandes potencias;
la expansión de la visión eurocéntrica de análisis cuya preocupación en “un mundo lleno
de estados débiles, ineptos, empobrecidos y fracasados” (Miller 2001, 30) ya no se limita
a los conflictos inter-estatales; y una mayor orientación hacia la producción académica
y la preocupación por formular proposiciones generalizables acerca de las causas y los
efectos de los problemas de seguridad.
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A continuación voy a examinar la evolución del campo de los estudios de seguridad en la
Posguerra Fría a partir del ensayo de Walt; mi argumento es que el período 1991-2001 ha
sido testigo de un movimiento que llamo de Reforma, para seguir la metáfora de Renacimiento de Walt. El salto cualitativo del campo se dio con el cuestionamiento crítico del
concepto de seguridad en los debates teóricos de las relaciones internacionales que terminaron formulando el concepto más complejo y más útil de securitización, una perspectiva
que, a su vez, expande el cuadro analítico y permite entender mejor los fenómenos de
seguridad en la Posguerra Fría.
La mirada retrospectiva de Walt y el legado del debate en los ‘90
El objetivo de Walt en “The Renaissance...” es el examen retrospectivo del resurgimiento
de los estudios de seguridad en la segunda mitad de la década de 1970, era que él denomina de Renacimiento. No obstante, como su empresa no es hacer la cronología del
progreso del campo sino analizar el camino recorrido para mirar lo que viene después, dedica
La inclusión de nuevos
toda la sección introductoria a la definición del
concepto de “estudios de seguridad”. En eso,
temas en los estudios de
marca bien la diferencia entre debatir el signiseguridad puede atentar
ficado de seguridad y conceptualizar un campo
de investigación académica.
contra la coherencia del
Siguiendo la definición ya formulada por Nye y
campo
Lynn-Jones en el artículo citado -el estudio de
la amenaza, el uso y el control de la fuerza militar-, Walt subraya la estrecha relación entre el
campo y la escuela realista, y si bien se cuida de no limitar los estudios de seguridad a la
fuerza militar al incluir temas como el control de armamentos, la diplomacia, la gestión
de crisis, etc., se opone a la inclusión de otros como la inmigración, el SIDA, las drogas
o la pobreza; en una palabra, las amenazas de naturaleza no-militar. El riesgo de tal expansión del campo, sostiene, es atentar contra la coherencia intelectual del mismo y dificultar la búsqueda de soluciones para estos problemas tan importantes como la seguridad
misma. Cabe insistir que la preocupación de Walt es resguardar los estudios de seguridad
como una temática de ciencias sociales y, por lo tanto, inmunizarlo de las tentaciones de
politización a la cual podrían llevar todas las iniciativas de expandir el campo.
Los estudios de seguridad, según el recorrido propuesto por Walt, se desarrollaron en la
Segunda Guerra Mundial con la participación de los civiles en la planificación militar.
Así empezó la primera fase de la que él denomina Edad de Oro y, como era de esperar,
la revolución nuclear ocupó un lugar central en los escritos y teorías de la época. Buena
parte de las investigaciones en este período se elaboró en los think-tanks vinculados al
Ministerio de Defensa, lo que restringió un mayor desarrollo académico de los estudios
de seguridad.
Los programas de investigación de aquella época sufren de insuficiencia empírica por el
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acceso restringido a bases de datos; siguen una definición muy estrecha del término política; presuponen un agresor sin cuestionar sus motivaciones para desafiar el status quo y,
por basarse exclusivamente en el método del actor racional en el proceso de toma de decisiones, descuidan los aspectos organizacionales, psicológicos y otros factores políticos
en los asuntos de seguridad. Por estas limitaciones la Edad de Oro llegó a su apogeo y
empezó a declinar a mediados de la década de 1960. La primera generación de académicos trabajó especialmente sobre la disuasión nuclear, pero no formó un número significativo de estudiantes avanzados en estudios de seguridad. Acontecimientos del mundo real
como la guerra de Vietnam, la ‘détente’ y la mayor preocupación por la economía política
luego de la declinación económica de Estados Unidos también fueron determinantes en
la finalización de la Edad de Oro.
A mediados de la década de 1970, después de la guerra de Vietnam, la Fundación Ford
decidió auspiciar un ámbito de debate académico para discutir asuntos de seguridad. La
revista International Security abrió este espacio y con ella empieza, según Walt, el Renacimiento de los estudios de seguridad. Varias son las características que diferencian
esta época de la Edad de Oro, ya que el Renacimiento significó ni más ni menos que el
comienzo de una ciencia social de los estudios de seguridad.
Para empezar, una cuestión de método: la búsqueda de la comprobación empírica para los
estudios de caso con la apelación a la historia, o la aplicación de modelos comparativos
flexibilizó la intransigencia del modelo del actor racional basado sobre supuesto teóricos
ahistóricos. El resultado fue una mayor atención a los aspectos ignorados por la teoría de
disuasión nuclear, como por ejemplo los factores psicológicos y la lógica organizacional,
donde se cuestionan los supuestos de comportamiento racional, cálculo estratégico e información perfecta.
El acceso a datos y mejores flujos de información entre los investigadores, junto con el
desarrollo de nuevos métodos analíticos, reabrieron el debate sobre las virtudes de la disuasión nuclear y provocaron fuertes controversias en torno a la teoría de un intercambio
nuclear limitado. Asimismo, el contexto internacional impuso la necesidad de estudiar
temas puestos en segundo plano durante la Edad de Oro como la guerra convencional y
los movimientos insurgentes a partir de la Guerra de Vietnam.
La noción de gran estrategia retomó vigencia a partir de la convicción de la sobreexpansión de Estados Unidos. Con la publicación del ahora clásico libro de Kenneth Waltz
Teoría de política internacional, las cátedras universitarias volvieron a abordar el tema.
El mayor legado del Renacimiento es, en las palabras de Walt, “la adopción de las normas
y objetivos de las ciencias sociales.” (Walt 1991, 221) A saber:
“Los estudios de seguridad buscan acumular conocimiento a propósito del papel de la
fuerza militar. Para adquirir conocimiento acumulativo, el campo debe seguir las normas comunes a la investigación científica: uso cuidadoso y consistente de los términos,
medición sin controversias de conceptos críticos y documentación pública de principios
teóricos y empíricos. Pese a que ninguna iniciativa de investigación las respete al pie de
letra, estas normas son los principios que posibilitan la investigación acumulativa. La
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Las mujeres y los niños, los sectores más vulnerables en un campo de refugiados en Afganistán
sofisticación creciente del campo de los estudios de seguridad y su prominencia cada vez
mayor dentro de la comunidad académica se deben en gran medida a la adopción de estos
principios por la mayoría de los investigadores del campo. (Walt 1991, 222)
La mirada retrospectiva de Walt es sólo una parte de su interés por la evolución del campo de los estudios de seguridad. Más importante aún en 1991 era la cuestión de la vigencia después de la Guerra Fría de un campo que nació y creció luego de la Segunda Guerra
Mundial. Walt se define como partidario de aquellos que sostienen que el uso de la fuerza
no llegaba a su culminación con el fin de la competencia bipolar. Tres son las razones que
cita para afirmar esa convicción suya: la vigencia de la confrontación bélica en la política
internacional, presente a partir de la Guerra del Golfo; la institucionalización de los estudios de seguridad en las instituciones universitarias y la generación de nuevos problemas
y dilemas con el fin de la Guerra Fría, que necesitarán del aporte de la academia.
Sin embargo, en una época de búsqueda varios son los peligros de perder la rigurosidad
académica que han logrado los estudios de seguridad en el Renacimiento. El primero, advierte Walt, es la investigación muy orientada hacia la formulación de propuestas
políticas concretas y la resolución de problemas de corto plazo. Al mismo tiempo, las
tendencias posmodernas que habían penetrado en los debates de la Teoría de Relaciones
Internacionales serían contraproducentes para los estudios de seguridad.
El desafío, por lo tanto, es desarrollar programas de investigación que no necesariamente tengan aplicaciones políticas, pero que tampoco toleren una diversidad metodológica
tal que equivaldría a la posibilidad de experimentar técnicas de investigación sin que
importe su finalidad: “el valor de cualquier instrumento de ciencias sociales radica en
su capacidad para explicarnos aspectos del comportamiento real de los seres humanos.
Los modelos formales son útiles siempre y cuando cumplan con este requisito, pero no
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La Reforma en los estudios de seguridad
deben ser considerados fines en sí mismos” (Walt 1991, 223). Basándose en este principio general, Walt propone varios temas que podrían generar programas de investigación
en los próximos años, a saber: el rol de la política doméstica; las causas de la paz y la
cooperación como base para una nueva comprensión de los estudios sobre la paz y la
guerra; el poder de las ideas; el incremento de la importancia de los estudios de la gran
estrategia y la reemergencia de fuentes de conflicto ya conocidas o la agresividad de las
potencias regionales que buscan mejorar su posición de poder luego del fin de la Guerra
Fría; la relación entre economía y política; la necesidad de proteger las bases de datos de
las manipulaciones de los gobiernos.
Al final de su ensayo Walt subraya las cuatro lecciones importantes de su revisión “del
nacimiento, crecimiento, caída y resurgencia de los estudios de seguridad” (Walt 1991,
228). La primera lección son los dos aspectos fundamentales en la evolución del conocimiento: la importancia de los eventos externos y los mecanismos a través de los cuales
progresa la disciplina, que incluye la aplicación de métodos utilizados en otras ciencias
sociales y la competencia entre teorías rivales que alienta la refinación de los argumentos
mediante la búsqueda de mejores pruebas empíricas.
La segunda lección concierne a la necesidad de mantener un contacto permanente entre
los estudios de seguridad y el mundo real: el aporte de los académicos es valioso tanto
en el corto plazo -porque libres de presiones estatales están bien posicionados para evaluar programas- como en el largo plazo –ya que permite a los políticos evaluar de forma
crítica el pasado-.
La tercera lección consiste en reconocer la importancia del financiamiento privado de los
programas de investigación pero a la vez estar atento al peligro la politización que esto
pudiera significar; en otras palabras, se trata de evitar el sometimiento de la investigación
científica a las exigencias de lo ‘políticamente correcto’. La última lección es el desarrollo
de una ética y de normas en la comunidad de los estudios de seguridad: colaboración e
intercambio de ideas, relevancia del campo para dar soluciones a problemas del mundo
real y compromiso permanente con el discurso democrático.
El debate teórico no perdió vigencia después de la caída de la Unión Soviética. Acompañando a los cambios que caracterizaron la década de la Posguerra Fría, los ámbitos
académicos de las relaciones internacionales intentaron encontrar formulaciones conceptuales más adecuadas para enfrentarse a los problemas del mundo real con perspectivas
de largo plazo. Cada una de las tres escuelas de pensamiento en la teoría de relaciones
internacionales, el realismo, el liberalismo y la escuela crítica, revisó su trayectoria para
dar una respuesta a la forma tan inesperada en que finalizó una época, la falta de un enfrentamiento abierto para que se produzca el cambio sistémico y la caída relativamente
pacífica de un imperio, todos fenómenos imprevistos por lo menos desde el inicio de la
modernidad en la historia humana.
En la medida en que se acentuaba la estructura unipolar de la Posguerra Fría y la hegemonía estadounidense dejaba poco lugar a dudas, el aporte teórico de las discusiones
apasionadas -no sólo entre las tres grandes escuelas sino a menudo entre los represen61
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tantes de una misma línea de pensamiento- se hizo mas claro. Este incluyó desde el
refinamiento de la comprensión de los atributos de poder de los estados que el realismo
clásico propuso (Wohlforth 1994-1995), hasta el desarrollo de la estrategia de “offshore
balancing” de los seguidores de Waltz (Layne 1993), pasando por el cuestionamiento de
la virtud de las instituciones internacionales (Mearsheimer 1994-1995), la defensa de las
mismas y la necesidad de su expansión global (Haftendorn, Keohane, y Wallander 1999),
la importancia creciente de la economía en cuestiones de seguridad (Lord 2000) y las
propuestas de reconsiderar a fondo los estudios de seguridad a partir de una crítica a la
línea de pensamiento de Walt (Kolodziej 1992; Krause y Williams 1997).
Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido durante la Guerra Fría, ningún paradigma en
particular caracterizó la década 1991-2001. Por un lado, el pluralismo teórico es una
virtud en tanto refleja la verdadera función de la teoría, que es ser un instrumento para
entender y explicar los fenómenos sociales y, a veces, proponer soluciones prácticas a los
problemas. Por el otro, y siguiendo el razonamiento de Walt, el pluralismo no debe ser
sinónimo de “todo vale” si se quiere preservar la coherencia del campo de estudio. Se
trata, entonces, de ver si es posible hacer una síntesis en el debate de la Posguerra Fría y
destacar aquellos elementos que formen el núcleo conceptual de los estudios de seguridad en la Era Global.
Los pilares de la Reforma: la transformación del poder estatal y la securitización como apertura conceptual
Como en otros campos de investigación dentro de las relaciones internacionales, la motivación del progreso en los estudios de seguridad son los problemas del mundo real. El
debate teórico incorporó nuevos elementos en sus esquemas de análisis ya existentes a
partir del desafío intelectual que implicó la conceptualización de los problemas de seguridad. Mi argumento para sugerir el advenimiento de la era de la Reforma de los estudios
de seguridad se basa en estos avances que permiten el diseño de mejores programas de
investigación.
En términos más concretos, la problematización del estado a partir de la transformación
de su poder en el sistema internacional y la apertura de los estudios de seguridad con
el concepto de securitización forman los dos pilares de la era de la Reforma que, según
creo, caracterizará los programas de investigación para el futuro previsible en el siglo
XXI. Por cierto, ambos elementos de progreso han sido formulados por la Teoría Crítica, sobre todo por los pensadores pos-positivistas que tienen en Ken Boot a uno de sus
mejores representantes (Boot 1997). De todas maneras, el cuestionamiento del estadocentrismo predominante en la teoría clásica de las relaciones internacionales, la crítica al
supuesto del comportamiento racional de los actores y hasta el imperativo de considerar
como esenciales a la administración en el hacer de la teoría y la práctica de la seguridad,
no son suficientes para deslegitimar a las otras escuelas existentes. La perspectiva de la
Reforma parte del aporte de la Teoría Crítica para asegurarle a cada corriente su lugar
en un contexto pluralista pero intelectualmente coherente del campo de investigación. En
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La Reforma en los estudios de seguridad
esto, la Reforma es también una reevaluación de la teoría y de su evolución histórica en
la era de la globalización.
El estado como problemática
De hecho, toda crítica al estado-centrismo de los estudios de seguridad no concluye necesariamente con la irrelevancia del estado como actor o agente en las relaciones internacionales. Es cierto que desde que el constructivismo concibió las relaciones sociales
como teoría social (Wendt 1999) las perspectivas de “estado-en-sociedad” tomaron vigor.
Pero hasta en el análisis comparativo, donde más se desarrolló esta perspectiva (Migdal
1994), se subraya la influencia mutua del estado y la sociedad. No se trata, por lo tanto, de
ignorar o descalificar el estado como actor como en el marxismo y neomarxismo ni quedarse en la fase de su desconstrucción como en las distintas corrientes pos-positivistas.
Ni omnipresente ni ausente, el estado en los estudios de seguridad es una problemática
en sí. Mohamad Ayoob fue el primero en considerar la problemática del Estado desde
esta perspectiva y, significativamente, es también quien abrió un espacio para el realismo
en la teoría crítica. Siguiendo una línea analítica
donde las huellas de la teoría de la dependencia
se notan claramente, Ayoob propone una pers- Como señala Ayoob,
pectiva de “realismo subalterno” para entender
no se trata de ignorar al
mejor los problemas de seguridad en la periferia
(1997).
Estado como actor en
Como en la Europa del siglo XIX, los desafíos a
temas de seguridad sino de
la seguridad en el Tercer Mundo hoy provienen
de condiciones internas porque en los países pe- problematizarlo
riféricos el proceso histórico de la formación del
estado-nación se desarrolló más tarde. En Medio Oriente y África este proceso fue el resultado de la caída de los imperios vencidos
en la Primera Guerra Mundial y del fin de la colonización después de la Segunda Guerra
Mundial; si decir que los estados en estas regiones son una creación de Occidente podría
llevar a conclusiones equivocadas, pocas dudas quedan, sin embargo, en cuanto al carácter incompleto del proceso de formación estatal. No es una coincidencia que desde el fin
de la Segunda Guerra Mundial los conflictos armados se han situado mayoritariamente
en el Tercer Mundo.
Las amenazas a la seguridad en la periferia, entonces, son de carácter más bien interno y
no provienen tanto de la anarquía del sistema internacional. El Estado, no obstante, sigue
siendo un referente de la seguridad, aún como fuente de amenaza. Para la periferia, considera Ayoob, no son las propuestas de emancipación las que ampliarían la comprensión
de la problemática de seguridad sino la conceptualización de las amenazas en términos
de vulnerabilidades persistentes del proceso incompleto de la formación del estado nacio63
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nal. En este sentido, el realismo subalterno es estado-céntrico pero crítico del estado-centrismo tradicional en términos de problematización del Estado, y no plantea la obsesión
con la seguridad respecto de amenazas externas.
Antes que Ayoob, y con la misma consideración de la necesidad de partir desde el realismo para construir cualquier cuerpo teórico para los estudios de seguridad, Barry Buzan (1991) incorporó el término de “sectores” para la comprensión de los fenómenos de
seguridad. Identifica cinco -militar, político, económico, social y ambiental- y formula
dos preguntas disparadoras para cualquier investigación en la temática: ¿cuál es el objeto
referente para la seguridad y cuáles son las condiciones de la misma?
Estas preguntas necesariamente amplían la perspectiva analítica pues no sólo el Estado es el objeto referente para la seguridad y, por otra parte, de acuerdo a cada sector la
seguridad se vincula al Estado de distintas
formas. Además, como todo Estado coexiste
con el resto, no es posible hablar de la seguLas amenazas a la
ridad del éste sin, al mismo tiempo, enfocar
seguridad en la periferia
sus condiciones. Así, las investigaciones en
temas de seguridad necesariamente deben
son de carácter interno y
tomar en consideración también los “niveles”
no provienen del sistema
donde se define el objeto referente: el individuo, el Estado, el sistema internacional, los
internacional
complejos regionales.
Buzan de alguna manera abre la “caja negra”
de los estudios de seguridad aunque se cuida en hacerlo dentro de una comprensión de
la política en términos realistas y no pos-positivistas. Ahora, es imposible abrir la “caja
negra” de los estudios de seguridad sin abrir al mismo tiempo abrir la “caja negra” del
Estado, una empresa que tradicionalmente se ha identificado con el proceso de toma de
decisiones. Pero la propuesta de Buzan es de otra índole: abrir la “caja negra” ontológica
del Estado y mirar sus componentes esenciales, a saber el sustento ideal, la expresión
institucional y la base física.
De esta forma es posible diferenciar la naturaleza de la seguridad de un Estado a otro:
“Todos los estados son vulnerables a amenazas militares y ambientales. Casi todos están
expuestos a amenazas económicas y muchos también sufren de inseguridades básicas de
orden político o social” (Buzan 1991, 97). Pero la característica particular de los estados
débiles es su alto grado de preocupación por las amenazas internas a la seguridad del
gobierno, mientras que a un estado fuerte le preocupan los componentes ontológicos del
Estado en tanto amenazas e interferencias externas. Tomando en cuenta esta diferencia,
la seguridad nacional, cuando es considerada separadamente de la estructura interna del
estado y se plantea sólo en términos de la relación del estado con su contexto político
externo, se vuelve extremadamente confusa. En la práctica, esta confusión da lugar a
preguntas difíciles de responder con respecto a la seguridad nacional como concepto
analítico.
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La Reforma en los estudios de seguridad
Tenemos entonces una primera conclusión general: “un estado fuerte es una condición
necesaria para la seguridad individual y nacional. No garantiza en sí la seguridad, pero
en su ausencia reinará la inseguridad” (Buzan 1991, 106). Varias son las consecuencias
en materia de políticas de seguridad, tanto para los estados fuertes como los débiles. Para
los primeros –entendidos como grandes potencias- los estados débiles pueden servir a
sus intereses económicos, militares y políticos en el corto plazo, pero estas ganancias deben ser comparadas con los riesgos para la estabilidad internacional que pueden generar
los conflictos entre estados débiles, o dentro de los mismos. Para los estados débiles, las
fronteras de la seguridad nacional carecen de sentido sin estructuras institucionales fuertes porque son ellos mismos, los estados, los que generan las condiciones de inseguridad
para sus ciudadanos. Finalmente, el fortalecimiento de las estructuras estatales en general
es una condición necesaria pero no suficiente para una mayor seguridad internacional.
La ampliación del concepto de seguridad va paralela con la ampliación de la agenda
de seguridad que, según Buzan, tiene tres elementos: la creciente densidad del sistema
internacional, la utilidad política del concepto mismo y sus cualidades intelectuales integradas. El primer elemento “crea una poderosa interacción entre anarquía e interdependencia” (Buzan 1991, 368): ningún estado, sociedad o individuo está a salvo de las
consecuencias de las acciones de otros, y cualquier acción, incluyendo las de las grandes
potencias, se torna difícil o altamente costosa, cuando se concibe unilateralmente.
Una segunda razón para abogar por una agenda de seguridad ampliada es la superación
de la oposición entre realismo e idealismo. Una agenda ampliada de seguridad expande
la utilidad política del concepto para incluir tanto los que primordialmente se preocupan
para la paz, como aquellos cuyo problema inmediato es la supervivencia. La idea de una
seguridad interdependiente rige como antídoto contra la excesiva militarización y disminuye la confusión generada por la ambigüedad del concepto de seguridad nacional.
El tercer elemento que sostiene la necesidad de ampliar la agenda de seguridad es que
le permite a la investigación académica vincular distintas áreas de teoría y análisis que,
generalmente, se conciben de forma separada.
La seguridad en un cuadro analítico
La mera problematización del Estado no es suficiente para una comprensión ampliada de
la seguridad. Después de todo, nada impide que allí donde el estado es fuerte el significado tradicional del término siga guiando los esfuerzos explicatorios de los problemas de
seguridad. En este sentido, los pos-positivistas tienen razón en su argumento fundamental: para que el concepto tenga un poder explicativo más fuerte, es inevitable cuestionar el
sentido de la seguridad. De hecho, desde el fin de la Guerra Fría y con más razón desde
el 11 de septiembre, el predominio de la comprensión de la seguridad como seguridad
militar sirve poco y nada para el análisis.
La incorporación de sectores y de niveles ha abierto un espacio de reflexión para definir
los temas de seguridad en forma dinámica. En este sentido, el nuevo cuadro analítico propuesto por Buzan, Weaver y de Wilde (1998) -el segundo pilar de la Reforma- apunta a ir
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más allá de los argumentos que oponen a tradicionalistas y partidarios de la ampliación
a partir de la vinculación de los estudios de seguridad con la política económica internacional y la inclusión del lenguaje y los actos discursivos (speech acts). En su esencia la
apuesta es constructivista, no obstante lo cual el cuadro propuesto respeta la coherencia
intelectual del campo de estudio. Así, la seguridad siempre se refiere a “una amenaza
existencial a un objeto de referencia” pero es un actor “securitizador” el que define la
amenaza en términos existenciales y, por lo tanto, “propone medidas de emergencia más
allá de las existentes reglas de juego que, en otras situaciones, se hubieran respetado”
(Buzan et al. 1998, 5).
En cuanto a los elementos constituyentes del cuadro, los niveles definen los objetos de
referencia en una escala que va de menor a mayor y que remite a: los individuos; las subunidades (burocracias, grupos de lobby, etc.); unidades (estados, naciones, firmas); subsistemas internacionales (grupos regionales, organizaciones) y sistemas internacionales
(el mundo). Por sector se entiende un tipo de interacción específico: el sector militar se
identifica con las relaciones coercitivas; el sector político con la autoridad y el gobierno;
el económico con el comercio, la producción y las finanzas; el social con la identidad
colectiva y el ambiental con las relaciones de la actividad humana con la biosfera. “El
método analítico empieza con la desagregación de los sectores, pero debe terminar reagrupándolos” (Buzan et al. 1998, 8). En este entendimiento del análisis de la seguridad,
las regiones ocupan un lugar aparte.2
Los niveles, los sectores, y las regiones son en la propuesta de Buzan, Weaver y de Wilde
los instrumentos para el análisis del proceso de securitización que, como ya he mencionado, es constructivista por naturaleza y consiste en un tipo particular de política intersubjetiva del patrón amistad-enemistad. Más concretamente, la securitización se refiere
a “(1) cómo identificar que es lo que constituye o no un tema de seguridad o, para decirlo
de otra manera, cómo diferenciar entre politización y securitización de un asunto y (2)
cómo identificar y distinguir actores de seguridad y objetos de referencia” (Buzan et al.
1998, 19). En principio, cualquier asunto público puede ser politizado o securitizado, por
lo tanto la securitización se estudia a través de los discursos y las constelaciones políticas.
No obstante, no cualquier intento de securitización es exitoso sin su aceptación por una
audiencia; más concretamente, una securitización exitosa tiene tres componentes: “una
amenaza existencial, una acción de emergencia, e impactos en las relaciones inter-unidades por la violación de las reglas.” (Buzan et al. 198, 26) La naturaleza intersubjetiva de
la securitización no descuida la realidad altamente estructurada del campo de seguridad,
donde algunos actores en posición de poder tienen también el poder de definir la seguridad. La securitización, por lo tanto, es el estudio “de la política de poder de un concepto.”
(Buzan et al. 1998, 32)
En estos términos, el cuadro analítico de la securitización no permite decidir si un tema
es o no de seguridad ya que no tiene mucho sentido preguntarse si una amenaza existe
realmente o sólo está en la mente de un actor securitizador. Pero es posible, y de alguna
manera deseable, preguntarse si es una buena o mala idea securitizar un asunto, esto
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La Reforma en los estudios de seguridad
es trasladarlo a una agenda de política de pánico o, al contrario, tratarlo con normas
políticas ordinarias. A diferencia de la perspectiva de la Teoría Crítica, que basándose
sobre el supuesto de la construcción social de la seguridad afirma que el cambio siempre
es posible, la securitización reconoce que algunas construcciones sociales tienen bases
tan sólidas como para confundirse con estructuras cuya continuidad está asegurada. En
realidad, la virtud analítica de la perspectiva de la securitización no consiste tanto en la
deconstrucción de un asunto de seguridad con el fin de criticar una política, sino en un
entendimiento mejor de la dinámica colectiva que, es de esperar, podría eventualmente
frenar el apuro por reclamar medidas extraordinarias para abordar un asunto social.
En cuanto al cuadro analítico mismo, se distinguen tres tipos de unidades: los objetos
referentes, los actores securitizadores y los actores funcionales. Los primeros son aquellos que se perciben como amenazados en su existencia. Tradicionalmente han sido los
estados y también las naciones, cuando no se confundían los dos términos. Un concepto
ampliado de seguridad, sin embargo, incluye en la categoría de los objetos referentes a
cualquier colectividad limitada. No se privilegia, por lo tanto, el estado-centrismo, aunque los estados todavía gozan del legado histórico de ser agentes que se encargan de los
temas de seguridad y, más aún, se han estructurado para cumplir primordialmente esta
función. El actor securitizador es aquél que se encarga del acto discursivo de la securitización, pero, como ya he señalado más arriba, no debe ser aislado de su audiencia en
general. Otra confusión se genera a veces entre los objetos referentes y los actores de
securitización que, en general, son distintos aunque en el caso de los estados a veces sí
pueden ser la misma cosa. Los actores funcionales, finalmente, son aquellos que afectan
la dinámica de un sector sin ser los objetos ni los actores de la securitización.
Las virtudes de la Reforma
La problematización del Estado y la dinamización analítica del concepto de seguridad,
ambos legados de una década de debate, forman los dos pilares de la era de la Reforma.
¿Cuál es la ventaja de ampliar con estos términos el esfuerzo por entender los fenómenos
de la seguridad? Además de la perspectiva de una mejor comprensión de los mismos,
¿sirve para eventuales políticas de seguridad? ¿O es que la Reforma en el fondo conduce
a la deformación de los estudios de seguridad?
Para entender las ventajas de la Reforma se debe tener en cuenta que su origen ontológico
en el pensamiento crítico no constituye una ruptura con las perspectivas más tradicionales. Al contrario, es un intento por comprender un concepto que se transforma en el
marco de la realidad estructural de la era global. En otras palabras, lo que se busca es la
racionalización de la complejidad de la seguridad internacional. Tanto la problemática del
Estado como la dinámica de la securitización han demostrado su utilidad en el análisis de
la seguridad en la Posguerra Fría, y más aún después del 11 de septiembre de 2001.
Ayoob se refiere esencialmente al continente africano, a Medio Oriente y a países asiáticos como la India para definir el realismo subalterno, pero se impone la pregunta de cuán
similar o diferente es la situación de los ex países comunistas después de la caída del
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Khatchik Der Ghougassian
Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética en prácticamente todos los conflictos desde los Balcanes hasta el Cáucaso y Asia Central. Por otra parte, en América Latina
los cambios en la década de 1990 demostraron la debilidad de los estados de la región y
nuevas investigaciones del proceso de formación del Estado en el siglo XIX (Dunkerley
2002) brindan más argumentos para vincular la seguridad a la problemática del Estado.
Y basta acordarse de la preocupación en los países centrales por los estados colapsados
(Rotberg 2004) para pensar la problemática del estado como una perspectiva vigente en
todo el mundo y no sólo en la periferia.
En cuanto a la securitización, nada mejor que la guerra contra el terrorismo y sus consecuencias desde Afganistán a Irak para demostrar cuán útil es el cuadro analítico no
sólo para entender por qué pasó lo que pasó, sino para tratar de ver las consecuencias
del acto de securitización. Cabe preguntarse aquí si los conceptos de hegemonía, poder
imperial, o única superpotencia no proponen fácilmente en sí una explicación del pos-11
de septiembre. La obviedad de la respuesta no debe ocultar los aspectos más complicados de entender de la era unipolar, sobre todo la interacción entre la política doméstica
estadounidense y la política exterior y de seguridad. El desafío no es sólo determinar los
objetos de referencia y el actor securitizador, que en situaciones de hegemonía es bastante
obvia, ni ver cómo se define la amenaza existencial y la acción correspondiente. El desafío mayor es analizar el impacto de las medidas de emergencia cuando estas no siguen
las reglas preestablecidas.
Desde el 11 de septiembre de 2001 la era global, donde Estados Unidos goza la posición
hegemónica de poder, caracteriza las relaciones internacionales. Los asuntos de seguridad han cobrado un dinamismo tal que ya no son la consecuencia de un mundo cambiante, como a menudo se pensaba en la década de la Posguerra Fría, sino que reflejan
la interconexión entre el centro y la periferia y la vinculación de todas las áreas de las
relaciones internacionales. Como toda época histórica, la era global en su configuración
actual de poder llegará a su término. ¿Surgirán entonces otras definiciones conceptuales
que le darán a la seguridad un significado más objetivo y menos dinámico en términos
intersubjetivos? Por ahora, la Reforma está aquí para quedarse ■
Notas:
1 Original en inglés, traducción libre del autor. La misma modalidad seguirá por las demás citas a lo largo del artículo.
2 En otro libro, Buzan y Weaver (2003) le dedican todo un estudio a la temática de las regiones haciendo su aporte desde la perspectiva de
la securitización a una tendencia muy marcada de académicos de relaciones internacionales que piensan que en la era global la seguridad
internacional se entiende mejor en el espacio de las interacciones regionales.
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