afirmó haber sufrido, a raíz del secuestro por orden judicial de tres

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BARBAGALLO JUAN
CI
M.C.B.A.
SI
DI'ilOS y PERJUICIOS.
s.c. B. 111, L. XXXIV
Suprema Corte:
·1·
En autos, el actor, que se dedicaba a la reparación de automotores y a la
compra de material de rezago para ese fin, demandó a la Municipalidad de Buenos Aires
(hoy Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), por los daños
y perjuicios que
afirmó haber sufrido, a raíz del secuestro por orden judicial de tres rodados Taunus
adquiridos por él como chatarra en una subasta pública, que por cuenta y orden de la
demandada, realizó el Banco de la Ciudad de Buenos Aires. Como consecuencia del
procedimiento referido, el accionante fue imputado en una causa penal por
encubrimiento, de la que resultó sobreseído definitivamente.
La Jueza de Primera Instancia, admitió parcialmente el reclamo,
condenando a la Municipalidad de Buenos Aires por daño moral, intereses y costas, y
rechazó el pedido de indemnización por el valor ce los rodados, sobre la base de que no
se había cumplido la eVicción, ya que el Juez de la causa penal, había dispuesto la
entrega de los mismos al interesado.
Apelado este decisorio por ambos contendientes, los magistrados
integrantes de la Sala "G~, de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo CiVil, lo revocaron
en todas sus partes, rechazando la demanda instaurada, con costas por su orden en la
primera instancia, y a cargo del actor en la Alzada. En sus fundamentos, sostuvieron que,
según constancias de autos, la Municipalidad contaba con información policial anterior al
remate público, que indicaba - por entonces -la inexistencia de pedido de secuestro del
material de rezago motivo de la oferta pública. Agregaron que, si bien lo dicho consta por
conducto de la demandada (expediente de actuación admini~trativa previa a la subasta),
no existen elementos que permitan apartar a los automotores secuestrados, del trámite
ordinario cumplimentado respecto de los demás rodados removidos de la via pública, los
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•
que cuentan con el parte policial negativo al ingresar a la playa municipal. En todo caso dijeron -, luego de la prueba admitida - no desvirtuada -, correspondía al actor demostrar
que en tal situación, se dejó de lado el procedimiento de práctica que ilustran las demás
piezas del expediente referido.
Señalaron asimismo la omisión del interesado en cerciorarse del estado
y situación jurídica del material de rezago a subastarse, con la mera actividad de revisar
el legajo aludido; máxime - continuaron - cuando del oficio del actor, se desprende su
habitualidad en concertar tales operaciones. Manifestaron que si bien posteriormente
aparecieron las órdenes de secuestro, ello no resulta de por sí, razón suficiente como
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para endilgarle responsabilidad a la subastante. En suma, discreparon con el juez inferior,
porque, además, consideraron que ante la cantidad de vehículos abandonados en la vía
pública que debe remover el Gobierno de la Ciudad, no es procedente que se le hagan
cargos por informes que se solicitaron - según consta en autos • y que corresponden
específicamente a la autoridad policial, que depende del Poder Ejecutivo Nacional.
Concluyeron que, como el interés es la medida de la acción, quien debió cerciorarse del
estado jurídico del material que iba a adquirir - el pretensor ., no debe enrostrarle su
omisión al subastante.
-11Contra lo así decidido, la aclora interpuso el recurso extraordinario de fs.
336/343, cuya denegatoria de fs. 349, motiva la presente queja.
Previo al estudio de la
senten~a,
reitera lo dicho en las anteriores
instancias, en cuanto a que debió peregrinar por los Juzgados que habían ordenado el
secuestro de los automotores, yen ellos nada sabían decirle, no pudiendo nunca, por tal
razón, retirar los autos. Expresa que había una gran maraña judicial donde ninguno de
los jueces podía ordenar a la policía la entrega de los rodados, y qLe ello se habría
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evitado si la demandada hubiera procedido como correspondía con anterioridad al
remate, eliminando toda irregularidad antes de ponerlos en venta.
Se agravia el recurrente por considerar que la sentencia vulnera el
derecho de propiedad y la garantía del debido proceso, reconocidos por la Constitución
Nacional. Afirma que el sentenciador incurrió en arbitrariedad, al descartar la prueba
aportada por su parte. Manifiesta que, según los fundamentos del fallo, el actor actuó con
negligencia al no analizar el legajo del material a subastar, pero que en la misma
sentencia se señala que en ese legajo no figura inconveniente legal alguno. Agrega que,
cuando se compra un auto en esas condiciones, al adquirente le resulta imposible saber
cuál es el número de dominio, y tampoco tiene forma de averiguarlo.
,
Se queja, asimismo, de lo dicho por el Juez de Cámara en el sentido de
que si luego aparecieron las órdenes de secuestro, no es ello razón suficiente para
atribuirle responsabilidad a la subastante, toda vez que - dice - tales órdenes ya existían
antes de la subasta. También señala, que el sentenciador se equivoca cuando cita al
expediente interno como Uactuación administrativa previa a la subasta", ya que el mismo
no es anterior, sino posterior, y - enfatiza - realizado a raíz de este juicio; a lo que agrega
que en el mismo, no obra ningún informe policial corcreto y válido, menos sobre los tres
automóviles que reclama en el sub-lite. Asevera que si qUeda firme el fallo recurrido, se
cometerá una grave injusticia pues se lo despojó de bienes de su propiedad y no se le
brindó ningún resarcimiento.
Considera injusto, además, que se .le impongan las costas del juicio en
segunda instancia, por cuanto - expresa - si las de la rrimera se impusieron por su orden
al considerar que pudo creerse con derecho a litigar, no existe razón para apartarse de
este criterio en la Alzada, puesto que las circunstancias no variaron y no se brinda un
fundamento circunstanciado sobre los motivos para cambiar la solución.
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-¡ 11-
A mi modo de ver, el recun,o intentado resulta improcedente, por cuanto
los agravios del apelante, remiten al tratamiento de cuestiones de hecho, prueba, y
derecho procesal, materia propia de los Jueces de la causa y, ajena -
como regla y por
su naturaleza - al art. 14 de la ley 48; máxime cuando, como en el sub lite, el tribunal ha
expresado fundamentos fácticos que, más allá de su acierto o error, resultan suficientes
para sustentar sus conclusiones, y las impugnaciones propuestas sólo traducen
discrepancias con el criterio de selección y valoración de las pruebas aplicado por la
alzada (v. doctrina de Fallos: 311:1950; 313:1222, entre otros).
En este contexto, procede señalar que el quejoso no se hizo cargo como
es debido, del argumento principal y central de la Cámara para eximir de responsabilidad
a la demandada, relativo a que ésta había solicitado y contaba con información policial
indicativa que, al tiempo de la subasta, no existía pedido de secuestro del material
adquirido por el actor. El sentenciador corroboró esta reflexión, remitiéndose, en general,
a las actuaciones administrativas previas a la subasta, y, en especial, a las constancias
de fs. 127/8; fs. 145/6, y fs. 15617 de autos, que contienen fotocopias de informes
negativos de la Policía Federal Argentina, en cuanto a la existencia de órdenes de
secuestro sobre los tres vehículos ingresados a la playa municipal, que responden, en
principio, a los datos de identificación de los reclamados en autos. Puntualizó asimismo como se ha relatado en el punto "r de este dictamen - que la incorporación a la causa de
la referida actuación administrativa, no fue objetada en su momento por el actor, y que
una vez que la prueba fue admitida y no descalificada, se abstuvo de cuestionarla o, de
demostrar que en la situación que lo afecta, se había soslayado la común praxis que
surge de las demás actuaciones administrativas que componen el expediente agregado
(v. fs. 39 vta./40).
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Contra estos fundamentos, el apelante se limita a afirmar que no obra en
autos ningún informe policial válido, y menos sobre los tres automóviles que reclama (v.
fs. 56 vta.), asertos que, en mi opinión, no son suficientes para conmover aquellas
conclusiones, en especial frente a las constancias emanadas de la Policía Federal
Argentina referidas en el párrafo precedente. De otro lado, tales consideraciones de la
Cámara, no se ven modificadas - a mi juicio - por el hecho de que la formación del
,
expediente administrativo sea anterior o posterior a la subasta, toda vez que el quejoso
omitió demostrar la eventual falsedad de las piezas que lo integran, particularmente de
los informes policiales, cuya fecha es anterior al remate.
Tampoco afecta al pronunciamiento recurrido, la crítica referida a la
supuesta imposibilidad del actor de verificar la situación jurídica del material ofrecido en la
subasta, ante la ausencia de datos registrales de los autos que se remataban. En efecto,
aunq·ue pudiere resultar opinable si, en el caso, esta carga corresponde al adquirente, el
argumento de la Cámara en tal sentido, no fue determinante - a mi ver - para arribar a la
solución propuesta, ya que el fallo er.cuentra sustento suficiente en otros fundamentos
que - como se dijo - no han sido debidamente rebatidos por el apelante. Máxime si se
tiene presente que el Tribunal ha establecido que la doctrina de la arbitrariedad es de
carácter excepcional y no tiende a sustituir a los jueces de la causa en cuestiones que le
son privativas, ni a corregir en tercera instancia fallos equivocados o que se reputen tales
(v. doctrina de Fallos' 310:676; 311:700; 313:473, entre otros).
No·" esta de más señalar, finalmente, el empeño del recurrente en
.'
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destacar que debió recorrer los Juzgados que r.abían ordenado el secuestro de los
automotores, y que en ellos nada' sabían decirle,
enco~trándose
con una umaraña
judicial" donde ningún magistrado podía ordenar a la pOlicía la entrega de los rodados.
Sin embargo, pese al énfasis que puso en la cuestión (al punto que pareciera que fue
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decisiva para el inicio de esta demanda - v. fs. 50 vta.l51 del principal-), no aporta
ninguna prueba que avale estos asertos, circunstancia que impide conocer cuáles fueron
los trámites que cumplió ante tales Juzgados, y 5i, verdaderamente, por trabas judiciales
- según expresa -, o de otra índole, se vio imposibilitado de recuperar los automotores.
Con respecto al agravio por la imposición de las costas, también es
materia ajena al recurso extraordinario, toda vez que V.E. tiene dicho que lo resuelto
acerca del pago de las mismas no suscita cuestión federal, por tratarse de un punto de
carácter procesal y accesorio y contar el pronunciamiento recurrido - como en el sub
exámine - con fundamentos suficientes que, más allá de su acierto o error, obstan a la
posibilidad de descalificarlo con sustento en la doctrina de la arbitrariedad de sentencias
( v. doctrina de Fallos: 303:818; 308:323, entre otros, siendo también válidos al respecto
los antecedentes citados en el primer párrafo de este punto, a los que me remito por
razones de brevedad).
Por todo lo expuesto, opino que debe desestimarse la queja intentada.
Buenos Aires,
ES COPlA
3-l
de marzo de 1999.
NlCOLAS EIUARDO BECERRA
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