PDF (Capítulo 9. Colonización y urbanización en Amazonia)

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CAPÍTULO 9
COLONIZACIÓN Y URBANIZACIÓN
EN AMAZONIA
La «selva» del “racional”. Florencia, capital del departamento de Caquetá. Parque central.
introduCCión
e
l 9 de abril de 2010 se cumplieron 62 años del asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán en el centro de Bogotá, lo que dio origen a toda una serie de disturbios, en lo que se ha conocido como “el Bogotazo”. El asesinato de Gaitán, cuyo nombre lleva esta
cátedra, dio origen a un periodo de violencia bipartidista que se prolongó
hasta el final de la década de los años 1950, y que generó la creación de la
insurgencia armada que se ha prolongado hasta el día de hoy. Todos estos
hechos de la historia reciente de Colombia tuvieron repercusión en Amazonia y particularmente en los temas que vamos a tratar en el día de hoy:
colonización, urbanización y etnogénesis.
A principios de los años sesenta decenas de miles de campesinos,
que no habían entregado las armas luego de la violencia bipartidista de
la década de los años cincuenta, se organizaron en defensa de la intervención militar que buscaba acabar con lo que se llamó la “República independiente” de Marquetalia, liderados por Pedro Antonio Marín, alias
Manuel Marulanda, y Jacobo Arenas, quienes más tarde se convertirían
en fundadores y comandantes de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia. La ofensiva, que no logró desmantelar la organización de los
campesinos armados, ocasionó un gran éxodo de familias que se agruparon en el piedemonte de la cordillera oriental, encontrándose una multitud de campesinos que huían de la violencia estatal y colonizaban las
selvas del sur del país.
Estas primeras olas de colonización de la parte occidental de la Amazonia colombiana fueron el inicio de un proceso constante de emigración
al oriente que ha creado un cinturón de colonización campesina y que dio
lugar al crecimiento de centros urbanos. Actualmente, el centro urbano
más grande de la Amazonia colombiana es Florencia, capital del Caquetá,
con una población de 150 000 habitantes. Los otros centros urbanos importantes de la Amazonia son Puerto Asís, en el departamento del Putumayo, con 70 000 habitantes, San José del Guaviare con 50 000 habitantes
y Mocoa con 35 000 habitantes, todas ciudades de la Amazonia occidental,
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cátedra jorge eliécer gaitán
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introducción
y conectadas por vía terrestre con el interior del país. En la Amazonia
oriental colombiana los principales centros urbanos son Leticia (30 000),
Mitú, capital del Vaupés, y Puerto Nariño, otro municipio del Amazonas,
con cerca de 6 000 habitantes cada una.
Se han configurado así dos subregiones amazónicas en la Amazonia
colombiana: la occidental, con fuerte presencia de la colonización campesina, y la oriental, mayoritariamente indígena, sin conexión terrestre con
el resto del país. Sin embargo, muchos de esos campesinos, provenientes
de Nariño, del Cauca y del sur del Tolima, eran gente de ancestro indígena.
Desde la década de los noventa, con los derechos territoriales y políticos
otorgados a los grupos étnicos, muchos de esos campesinos y colonos que
se asumían como no indígenas han venido reclamando y afirmando su
identidad y reconocimiento como grupos étnicos. Estos procesos de lo que
podemos llamar reindianización o etnogénesis nos hacen replantear las
categorías identitarias de indígena y mestizo, como categorías políticas que
se han venido transformando en las últimas décadas.
De estos temas tratan las próximas dos ponencias. Darío Fajardo
aborda el estudio de la frontera agrícola en Amazonia desde la perspectiva de su historia y sus transformaciones, y las nuevas fases que se
desenvuelven en el presente. Germán Ochoa expone los procesos de urbanización y su relación con el ambiente, desde su experiencia en la Amazonia oriental.
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la amazonia Colombiana
en la nueva faSe aGríCola1
Homenaje al profesor
thomas van der Hammen
(qepd)
darío FaJardo Montaña2
e
n la jerarquización regional del territorio colombiano las
áreas de bosques húmedos tropicales, correspondientes a
la Amazonia y al denominado “Chocó biogeográfico”, han
sido articuladas como territorios marginalizados. Han sido fuentes de extracción de recursos, espacios para la operación de economías de enclave,
con muy bajos niveles de articulación vial y de servicios. A partir de la ocupación hispana y de manera mucho más marcada que en el de los demás
países que comparten estos ecosistemas, los asentamientos humanos han
privilegiado otras regiones, en particular la región andina. En esa medida,
la organización de la producción, las tecnologías agrícolas, de la vivienda,
etc., se han desarrollado en correspondencia con los ecosistemas andinos;
la ocupación de las regiones de bosque húmedo, solamente de manera tardía ha atraído el interés en torno a las investigaciones tecnológicas y de
esta manera ha debido apoyarse en desarrollos de procedencia andina, con
1
2
Este texto se publicó en la revista Colombia Amazónica, 2009, y se incluyó posteriormente
en el libro Territorios de la agricultura colombiana (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2009).
Profesor de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia. Antropólogo de la Universidad Nacional con estudios de posgrado en la Universidad de California, Santa Bárbara.
Ha sido director de la antigua Corporación Araracuara y consultor de la Organización de
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). dafamon@etb.net.co
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utilizaciones prácticamente puntuales de desarrollos culturales de los pueblos tradicionales3.
El carácter marginal de estas regiones ha implicado la conformación
en ellas de menores densidades demográficas, distribuidas en asentamientos de bajas magnitudes; no obstante, la extracción y explotación de recursos ha tenido importancia significativa para la economía nacional y ha
causado impactos igualmente relevantes para esos ecosistemas. Este ha
sido el caso de la extracción de maderas de mediana y alta calidad, plantaciones, explotación de minerales, pesca y extracción de pieles, etc. El carácter marginal asignado a estos territorios y la segregación de sus habitantes
tradicionales y de los de asentamiento más reciente (campesinos desterrados convertidos en colonos y otras poblaciones trashumantes) se expresa
en bajas dotaciones de infraestructuras e inversiones para el bienestar.
Como parte del ciclo de explotación del caucho iniciado a finales
del siglo XIX, Brasil empezó en su región amazónica el establecimiento de
plantaciones de hevea, con deficientes resultados, derivados de las condiciones ecológicas, desfavorables a la presencia de monocultivos, los cuales
resultan afectados por la presencia de microorganismos adversos a la especie, difícilmente controlables. Esta experiencia vendría a reeditarse años
más tarde en la Amazonia colombiana como parte de los proyectos de colonización de los años sesenta y a intensificarse como parte de la búsqueda
de fuentes energéticas alternativas a los hidrocarburos, experiencia que se
considerará a continuación.
La naturaleza de los hidrocarburos como recurso no renovable ha
impulsado la búsqueda de fuentes energéticas alternativas o complementarias. A raíz de los incrementos de los precios del petróleo en los mercados
internacionales, esta búsqueda ha intensificado la ampliación de la producción y utilización de materias primas de origen agrícola para la obtención
de combustibles (agrocombustibles).
De acuerdo con las condiciones de los países, se aprovechan como
materias primas distintos cultivos, desde la remolacha hasta el maíz, la
caña de azúcar y oleaginosas como la palma africana. Países tropicales,
como Malasia, Indonesia y en América Brasil, Colombia, Costa Rica,
Ecuador, han desarrollado la producción de varios de estos cultivos como
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Ver Darío Fajardo, “Territorialidad y Estado en la Amazonia colombiana”, Espacio y sociedad. Formación de las regiones agrarias en Colombia (Bogotá: Corporación Colombiana
para la Amazonia-Araracuara, 1993).
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
parte de sus economías agroexportadoras, generando impactos de distinto
signo y alcance en las condiciones de vida de las comunidades locales, en el
balance alimentario y en las circunstancias ambientales.
El 16 de octubre de 2007, en la fecha en la que se conmemora el Día
Mundial de la Alimentación, Jean Ziegler, Relator especial de las Naciones
Unidas para la Alimentación, se pronunció a este respecto, denunciando
los graves efectos que tiene, en la situación alimentaria mundial, el redireccionamiento de grandes volúmenes de alimentos hacia la producción
de combustibles, al tiempo que se ha abierto un debate mundial sobre la
transformación masiva de bosques tropicales, en particular de la Amazonia, en áreas de producción de agrocombustibles.
La palma africana (Elaeis guineensis) fue introducida comercialmente en Colombia desde 1945 y los estudios sobre su cultivo diagnostican la
existencia de 3,5 millones de hectáreas aptas, sin ninguna restricción para
su producción4. Este cultivo ha sido impulsado por los gobiernos y los gremios vinculados a él como actividad promisoria para las exportaciones y
el mercado nacional, haciendo de Colombia el cuarto productor mundial.
No obstante, los conflictos sociales, económicos y políticos que han
caracterizado al país, en particular los de su régimen agrario, han impreso
sus huellas en la producción palmera, en términos de expropiación violenta y fraudulenta de tierras a comunidades campesinas y persecuciones
a sindicalistas por acción de agentes del Estado asociados con grupos paramilitares, bajo la orientación de grandes empresarios, etc. Tal como lo
expone el estudio de Mingorance et ál.5, este tipo de hechos ha acompañado el establecimiento de la agricultura de plantación, en este caso el de la
palma aceitera en países como Malasia, Indonesia y Costa Rica. En Colombia su desarrollo se hace aún más complejo en el marco de una sociedad
afectada por profundos conflictos en las bases de su ordenamiento social.
Porciones de los departamentos amazónicos de Putumayo, Caquetá y
Guaviare han sido destinadas a este cultivo, con la perspectiva de su ampliación. No obstante, surgen inquietudes sobre el impacto de este desarrollo
4
5
M. M. Aguilera, Palma africana en la Costa Caribe: un semillero de empresas solidarias.
Documentos de trabajo sobre economía regional 30 (Cartagena: Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la República, 2002).
Ver F. Mingorance et ál., El cultivo de la palma africana en el Chocó. Legalidad ambiental,
territorial y Derechos Humanos (Diócesis de Quibdó-Bogotá: Human Rights Everywhere,
2004).
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en términos sociales y ambientales, dados sus conocidos antecedentes.
Alimentan a estas inquietudes los alcances del conflicto social en estas regiones, los cuales resultan agravados por la vulnerabilidad de las comunidades de colonos y el carácter especialmente precario de la tenencia de
la tierra, particularmente en esas regiones, lo cual se añade a la fragilidad
ambiental de los asentamientos.
Ponen de relieve este último aspecto las condiciones de la producción
agrícola, forestal y ganadera actualmente extendidas sobre nuestros ecosistemas amazónicos, las cuales generan deterioros progresivos en los recursos y en la calidad de vida de la población local. En estas circunstancias se
amplían los cuestionamientos sobre el tipo de desarrollo productivo que se
está implantando en la región, dadas las perspectivas de su posible aceleramiento en vista de los requerimientos energéticos de la economía mundial.
Son, en síntesis, tres grandes problemas planteados al abordarse la
problemática de la agricultura de plantaciones en la Amazonia: los problemas de sus relaciones económicas, políticas y culturales con el resto
del país y el traslado hacia ella de los problemas derivados del reparto
agrario; la participación de la región en las tareas frente a la crisis ambiental y, por último, las demandas hacia la región en la búsqueda de
alternativas energéticas.
Al indagar sobre estos problemas será necesario recordar la historia
de la región, sus condiciones y los efectos ambientales y sociales generados: cómo ha ocurrido esta incorporación al territorio nacional y cuáles
han sido los resultados. Por otra parte, han de tenerse en cuenta las necesidades y demandas de la sociedad en su conjunto. A partir de estas apreciaciones se esbozarán algunos criterios como orientación en la búsqueda
de caminos.
transformaciones de los ecosistemas de la amazonia colombiana
La visión creada en las regiones andinas sobre el mundo amazónico
como espacio cuasi vacío y ajeno a la presencia humana contrasta con la
realidad de un mosaico de ecosistemas plenos de acción humana, con una
larga historia de transformaciones de origen antrópico6.
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El tema de las agriculturas tempranas en el bosque húmedo tropical colombiano cuenta con
una valiosa base en la compilación editada por François Correa, La selva humanizada. Ecología alternativa y el trópico húmedo colombiano (Bogotá: Instituto Colombiano de Antro-
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
Esta divergencia no debe extrañarnos al advertir que, aun cuando
la región comprende aproximadamente el 36% del territorio nacional y la
porción colombiana de la cuenca equivale aproximadamente a poco más
del 7% de su total, la sociedad colombiana ha centrado su visión territorial
primordialmente en los espacios cordilleranos.
También es evidente que la forma como cada uno de los países amazónicos (Brasil, Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador y Venezuela) ha incorporado este espacio dentro de su territorio, su economía y su proyección
estratégica como nación ha variado de acuerdo con la localización de cada
uno de ellos, con su historia y con su desenvolvimiento, así como con la
proporción amazónica de sus territorios7.
Por estas mismas razones y desde la perspectiva de la transformación
de las unidades biogeográficas del país, la Amazonia colombiana contiene
la mayor proporción de vegetación relictual8 y al tiempo que, de las cinco
grandes cuencas, solo la del Caribe occidental está completamente transformada, la amazónica aún presenta un elevado nivel de conservación9.
Bajo la perspectiva de la formación del territorio de la nación se advierten los condicionamientos ejercidos por factores externos, en particular los mercados; tal como lo observara Orlando Fals Borda: “el espacio
historia es un ente que fluctúa. Cambiante y proceloso, hace como la ameba que se estira y encoge según las reacciones al medio ambiente”10.
De esta manera el territorio colombiano se ha comportado como el
símil, en sus expansiones y contracciones, movimientos que guardan relación con los mercados externos: la demanda de un determinado bien,
localizado en los bordes del territorio ocupado, impulsa la extensión de los
asentamientos y del propio Estado para atender tal demanda; cuando ella
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10
pología e Historia, 1990), hito en la difusión de conocimientos sobre las transformaciones
prehistóricas de nuestros bosques húmedos. Esta compilación incluye uno de los valiosos
trabajos de Ángela Andrade: “Sistemas agrícolas tradicionales en el Medio Caquetá”.
La cuenca amazónica abarca el 75% del territorio boliviano, 74% del Perú, 58% del Brasil,
45% del Ecuador, 36% de Colombia y 6% de Venezuela (BID/UNDP/TCA, Amazonia without myths).
G. Márquez, “De la abundancia a la escasez. La transformación de ecosistemas en Colombia”, G. Palacio (ed.), Naturaleza en disputa. Ensayos de historia ambiental 1850-1995
(Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2001).
Ibíd., 339.
O. Fals Borda et ál., La insurgencia de las provincias. Hacia un nuevo ordenamiento territorial para Colombia (Bogotá: Siglo XXI, 1988), 20.
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se reduce o desaparece, los asentamientos y la presencia estatal se contraen,
dinámica particularmente apreciable en la Amazonia.
Desde la etapa colonial de la nación, el territorio ha estado modelado
en gran parte por los comportamientos de los mercados internacionales.
Las demandas de metales preciosos definieron la localización de buena
parte de los asentamientos coloniales y, dentro del ordenamiento republicano, los bienes suministrados por las economías extractivistas han incidido en parte importante de la delimitación y composición del territorio11.
De acuerdo con los estudios disponibles, aproximadamente a partir
de 1850, y por efectos de las reformas que abrieron el país a los mercados
internacionales y liberalizaron el comercio, se aceleró la transformación de
nuestros ecosistemas, incluyendo los amazónicos12.
De lo anterior se desprende que una mayor intensidad del comercio
mundial ha causado, naturalmente, impactos mayores, más profundos y
rápidos en estos espacios. En ellos el desarrollo de actividades extractivas
(minerales, forestales y faunísticas) así como productivas exigidas por los
mercados internacionales ha implicado la destrucción más acelerada de los
pueblos y hábitats de nuestros bosques húmedos.
Por lo anterior, las transformaciones de los ecosistemas amazónicos
durante estos últimos decenios parecieran haber alcanzado impactos y
profundidades muy superiores a los que pudieron haberse producido durante milenios. Es dentro de esta perspectiva que tienden a considerarse
los efectos de las actividades que actualmente se desarrollan en la Amazonia, particularmente las referidas a la producción de materias primas para
atender las demandas de combustibles.
Evidentemente las actuales capacidades de intervención sobre la
naturaleza superan las existentes a lo largo de la historia de la presencia
humana en la Amazonia. Sin embargo, es conveniente plantearse, como
referente, la comprensión de esta macrorregión como un espacio transformado a través de milenios por la acción humana, capaz de grandes
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Ver J. A. Ocampo, Colombia y la economía mundial 1830-1910 (Bogotá: Siglo XXI, 1984);
también C. Montoya, “Economía, tecnología y apropiación de la naturaleza”, G. Palacio
(ed.), Naturaleza en disputa. Ensayos de historia ambiental de Colombia 1850-1995 (Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2001).
G. Márquez, “De la abundancia a la escasez”.
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perturbaciones, como lo evidencian los efectos del fuego dirigido en la formación de las sabanas13.
Este referente de la Amazonia como espacio modificado a través de
una prolongada intervención antrópica nos coloca en una doble perspectiva histórica: la de una “larga duración”, milenaria, cuyos alcances y profundidades se empiezan a conocer para obtener respuestas a qué tanto se
transformaron los suelos y las cubiertas vegetales, qué tanto afectaron estas intervenciones a otros componentes de la biota, cómo participaron las
agriculturas precolombinas en estas transformaciones.
La otra perspectiva, de corta duración, se refiere a la implantación
de la agricultura como parte de las colonizaciones iniciadas en el siglo
XX y sus expresiones más recientes, en particular la agricultura de plantación. Esta última comienza a ser jalonada por la crisis del “paradigma
energético”, de una civilización basada en el petróleo y apunta a la producción de “agrocombustibles”, acompañada por una mayor capacidad
técnica de intervención sobre los ecosistemas así como impactos sociales
y ambientales indeseables, ya advertidos en las regiones donde se ha venido estableciendo.
las agriculturas de la amazonia colombiana
Una primera consideración con respecto a la agricultura en los ecosistemas amazónicos tiene que ver con las formas en que se ha practicado
en ellos y las condiciones de tales experiencias.
Junto con las evidencias de las intervenciones antrópicas aún en exploración, y siguiendo a Ester Boserup, quien sustentó cómo el crecimiento
de la población es un determinante de los desarrollos agrícolas14, será necesario establecer los tamaños de las poblaciones que han practicado agriculturas, en términos de las relaciones entre sus tamaños y sus desarrollos
técnicos y los contenidos en términos de prácticas culturales.
Más específicamente, será necesario profundizar las indagaciones sobre las asociaciones de plantas y sus usos, secuencias de siembras y talas, etc.,
de las “réplicas del bosque” como posibilidad que podría ser considerada
13
14
Ver C. O. Sauer, “Fire and Early Man”, entre otros artículos de su compilación Land and Life
(Berkeley y Los Ángeles: University of California Press, 1967).
E. Boserup, The conditions of agricultural growth. The economics of agrarian change under
population pressure (Londres: Earthscan Publications, 2002).
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en el desarrollo de “nuevos” cultivos; por otra parte, adquieren mayor relevancia las investigaciones sobre las experiencias de las plantaciones, las
fitopatologías y sus incidencias en la inviabilidad de los monocultivos, etc.
Como ha revelado la investigación arqueológica, la intervención humana sobre los ecosistemas amazónicos es un proceso milenario y sus
efectos han sido profundos (un bosque “humanizado” según la afortunada
expresión de François Correa), sin que se conozcan aún las magnitudes de
estas transformaciones.
Frente a las inquietudes que plantea el establecimiento de la agricultura de plantación en la Amazonia, conviene entonces tener en cuenta la
prolongada historia de las intervenciones agrícolas en la región, a sabiendas de que aún quedan grandes vacíos en el conocimiento de las magnitudes y significados de sus alcances.
El simposio “Pueblos y paisajes antiguos de la selva tropical amazónica”, realizado en 2004 como parte del Tercer Congreso Colombiano de
Arqueología, contempló un conjunto de investigaciones que ilustran sobre
fechas y procesos de ocupación y aprovechamiento de estos ecosistemas15.
Recuerdan la antigüedad de la presencia humana en la región, no inferior
a los 20 mil años, como lo documenta Thomas van der Hammen, y la recurrencia de la agricultura, asociada entre otros procesos a la construcción
de los suelos negros16 mediante el traslado y aplicación de lodos como base
para la producción agrícola.
Otras investigaciones arrojan más luces sobre los trasiegos agrícolas
de los pueblos de la Amazonia, como es el caso del pueblo Nukak, del interfluvio de los ríos Inírida y Guaviare, en el norte de la Amazonia. De
acuerdo con varios investigadores17, estas comunidades elaboraron un patrón de aprovechamiento del bosque combinando el uso de las especies
silvestres y las domesticadas (recolección y cultivo), transformando su
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G. Morcote, S. Mora, C. Franky, Pueblos y paisajes antiguos de la selva amazónica (Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 2006).
Se denominan así las capas de suelos orgánicos sobrepuestas por el hombre a suelos de
baja fertilidad, para posibilitar los cultivos; las conforman desechos de los asentamientos
y lodos provenientes de las crecientes de los ríos. Su nombre se deriva de su color oscuro,
producido por la química de sus componentes, que contrasta con las tonalidades más
claras de los suelos originales.
G. Politis, Los Nukak (Bogotá: Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi,
1996); G. Cabrera, C. Franky, D. Mahecha, Los Nukak: nómadas de la Amazonia colombiana (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1999).
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distribución espacial y su concentración mediante talas selectivas y traslado de plantas durante sus desplazamientos.
Gracias a estas técnicas han generado “huertos silvestres”, periódicamente fertilizados con cenizas, y han incidido en la composición del bosque, de donde se deduce que, debido a la acción de este y otros pueblos
de rasgos culturales similares, “el bosque húmedo tropical amazónico ha
sido y continúa siendo transformado por la acción humana, generando
procesos mediante los cuales se cualifica la oferta que este corrientemente
suministra”18.
Los alcances de estas transformaciones los ilustra el caso de las exploraciones del Museo Nacional de Río de Janeiro y la Universidad de la
Florida en el Alto Xingú, Brasil, las cuales reportan el descubrimiento de
asentamientos sustentados en aprovechamientos agrícolas del bosque.
Los relatos de los cronistas que recorrieron la Amazonia en los años
iniciales de la colonización hacen mención de pueblos ribereños de importante magnitud, y de años posteriores quedaron los registros de las actividades de holandeses y portugueses, quienes ascendieron por el río Caquetá
y otros afluentes. Como es bien conocido, ya en el siglo XIX, el establecimiento de la extracción cauchera se sustentó en la despiadada explotación
de las comunidades asentadas en la cuenca del Putumayo, muchas de las
cuales fueron destruidas casi totalmente.
Los resultados de las indagaciones sobre el aprovechamiento productivo de los suelos amazónicos afianzan la valoración de la región como un
extenso espacio de vida, en el cual se han desarrollado experiencias milenarias de asentamientos humanos, soportados en el conocimiento de cientos de especies vegetales y animales, la domesticación y manejo de plantas
y la adecuación de suelos y ecosistemas.
agriculturas y ganaderías amazónicas a partir del siglo XX
Luego de la irrupción de la conquista europea este espacio permaneció en buena medida al margen de las nuevas sociedades. Con las excepciones de algunas exploraciones de viajeros y asentamientos realizados por
holandeses y portugueses, ascendiendo desde Brasil por el río Caquetá,
las penetraciones y formaciones de asentamientos que ocurrieron a partir
18
G. Cabrera et ál., Los Nukak, 226.
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de entonces se originaron en la región andina (actuales departamentos de
Nariño, Cauca, Huila) siguiendo dos direcciones: inicialmente y ya desde
finales del siglo XVI, hacia el oriente y el suroriente, dentro del piedemonte
amazónico. Posteriormente, ya en el siglo XX, estas corrientes colonizadoras, provenientes de departamentos del interior (Tolima, Valle, Cundinamarca, Boyacá y del norte y nororiente del Meta), se dirigieron hacia el sur
de la región19.
Los primeros han sido documentados por María Clemencia Ramí20
rez , quien se refiere a la formación de asentamientos mineros en varias
localidades del alto piedemonte del Putumayo. Estos asentamientos aprovecharon las antiguas poblaciones precolombinas de quillacingas, inganos
y sucumbíos, pueblos que habían establecido sistemas de complementación vertical, según la propuesta del antropólogo John V. Murra, entre los
Andes y la Amazonia, haciendo tránsitos permanentes hacia Mocoa. Durante el siglo XVIII esta región presenció las actividades de misioneros que
no lograron estabilizarse debido a la resistencia de los pueblos indígenas.
La penetración de la Amazonia noroccidental tiene antecedentes tempranos en la sociedad colonial, como lo ha establecido Mariano Useche21,
y se hace más sistemática desde finales del siglo XIX con las actividades
extractivas estudiadas, en especial dentro de dos tendencias sucesivas pero
también coexistentes: la de economías extractivas y la de expansión de la
agricultura de plantación y más recientemente del “modelo agroexportador”, que será examinado más adelante.
Hacia finales del siglo XIX se realizaron varias expediciones en busca
de quina y caucho, abriendo una nueva fase de las economías extractivas.
Las caucherías, estudiadas por Roberto Pineda22, Camilo Domínguez y
Augusto Gómez23, si bien no generaron asentamientos estables, sí dieron
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Oscar Arcila, Gloria González, Franz Gutierrez, Adriana Salazar y Carlos Ariel, Caquetá:
construcción de un territorio amazónico en el siglo XX (Bogotá: Instituto Amazónico de
Investigaciones Científicas Sinchi, 2000).
M. C. Ramírez, Frontera fluida entre Andes, piedemonte y selva. El caso del valle de Sibundoy, siglos XVI y XVII (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1996).
M. Useche, El proceso colonial en el alto Orinoco-río Negro durante los siglos XVI, XVII y
XVIII: una introducción a la etnohistoria colonial (Bogotá: Fundación de Investigaciones
Arqueológicas Nacionales, Banco de la República, 1984).
R. Pineda, Historia oral y proceso esclavista en el Caquetá (Bogotá: Banco de la República,
1985).
C. Domínguez y A. Gómez, La economía extractiva en la Amazonia colombiana 1850-1930
(Bogotá: Tropenbos, 1990).
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
pie a la ampliación de la frontera agraria y más exactamente a la extensión
del territorio nacional.
Como recuerda Ramírez24, en 1906, durante la administración de Rafael Reyes, la misión capuchina inició la construcción de carreteras en el
Putumayo y luego, con ocasión de la guerra con Perú, comenzó a ampliarse la red vial en el piedemonte, facilitando el ingreso de colonizaciones
campesinas procedentes de Nariño, las cuales iniciaban la construcción de
sistemas productivos en los que se combinaban prácticas agrícolas andinas
con las amazónicas.
Mario Mejía25 reseña el estudio de Joaquín Rocha, en el cual identifica, en 1898, remanentes de la economía extractiva de la quina en el alto
Caquetá, apoyada en ganaderías vacunas y cultivos de plátano y hortalizas como expresión de “la primera modalidad espontánea republicana
de transformación del paisaje de selva amazónica”, la cual habría de convertirse en la expresión contemporánea de “potrero-cañal-maizal-patio en
manos de pequeños campesinos”. Desde 1928 en adelante colonos mestizos realizaron un descenso paulatino por el Putumayo hacia Leticia, territorios de uitotos y demás etnias sobrevivientes de las caucherías, descenso
sostenido en colonizaciones espontáneas o auspiciadas por el Estado.
A comienzos de los años 1930 y como resultado de los reajustes de la
economía mundial, el país atravesaba por una fase de conflictos de distinta
naturaleza: presiones externas e internas buscaban adecuar la economía y
la sociedad a su entorno, en tanto que otras fuerzas pujaban por preservar
el statu quo, en particular su régimen político, el laboral y el de la propiedad agraria.
En estas condiciones el país entró entonces en una etapa de redefiniciones sobre las orientaciones políticas, económicas y sociales que habría
de seguir en su ordenamiento interno y en sus relaciones internacionales:
sería su ingreso a la “modernización”26.
Sin embargo, estas redefiniciones se impusieron preservando las relaciones constitutivas del poder. A partir de 1936, las instituciones políticas
24
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C. Ramírez, Entre el Estado y la guerrilla: identidad y ciudadanía en el movimiento de los
campesinos cocaleros del Putumayo (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología, 2001).
M. Mejía, Amazonia colombiana. Historia del uso de la tierra (Bogotá: Corpes Amazonia,
1993), 127.
Ver J. Henderson, La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez 18891965 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006).
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tomaron su rumbo a favor de la intangibilidad de la gran propiedad como
pilar del desarrollo agrario27. El afianzamiento de esta definición, con profundas implicaciones en el desarrollo histórico de la sociedad colombiana,
como veremos luego, se produjo finalmente a partir de 1946, con el aplastamiento de las posiciones renovadoras a través de esa guerra civil conocida
como la Violencia.
El campesinado, debilitado por el agresivo reforzamiento del régimen
agrario latifundista, debió buscar tierras en los bordes de la frontera agraria28. A partir de entonces las colonizaciones incipientes de los bordes de
la Amazonia colombiana, en particular del piedemonte del Putumayo y
el Caquetá, recibieron nuevos y mayores contingentes de población como
resultado del conflicto que comenzaba a desatarse en el país.
En esta misma etapa empezó a desarrollarse el frente de penetración
procedente del oriente y el sur del departamento del Meta29 (alto y medio
Ariari), el cual habría de encontrarse décadas más tarde con el frente caqueteño de la colonización, en la vía que comunica las poblaciones de La
Macarena, en el Meta, y San Vicente del Caguán, en el noroccidente del
Caquetá, ya a finales del siglo XX .
las colonizaciones, alternativa a la reforma agraria
Pasadas las primeras etapas de la guerra civil, el gobierno colombiano asumió una tímida reforma agraria30, teniendo en consideración las relaciones entre la concentración de la propiedad, la pobreza y el conflicto
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Ver C. LeGrand, Colonización y protesta campesina en Colombia 1850-1950 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1985).
Estas condiciones responden a patrones universales en la evolución de las relaciones de
propiedad cuando no se resuelve la dominación política del monopolio de la tierra; están
apropiadamente sintetizadas por Hans P. Binswanger, Klaus Deininger y Gershon Feder,
Power, Distortions, Revolt, and Reform in Agricultural Land relations (Washington, The
World Bank, 1993).
Ver J. J. González y E. Marulanda, Historias de frontera. Colonización y guerras en el Sumapaz (Bogotá: Cinep, 1990); J. J. González, El estigma de las repúblicas independientes
1955-1965 (Bogotá: Cinep, 1992); C. Leal, A la buena de Dios. Colonización en La Macarena. Ríos Duda y Guayabero (Bogotá: Cerec, 1995); E.Prada, La vida que vivimos (Bogotá:
Ediciones Aurora, 2008).
Esta reforma fue calificada como marginal por Antonio García en sus escritos sobre el tema;
ver de este autor Sociología de las reformas agrarias en América Latina (Buenos Aires:
Ediciones Cruz del Sur, 1973).
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
armado31, aspecto que también fue analizado e interpretado por el gobierno norteamericano como un riesgo subversivo comparable al que estimuló
la insurgencia cubana por esas mismas fechas. En razón de estas consideraciones el gobierno del presidente J. F. Kennedy apoyó la reforma agraria
colombiana con recursos de su programa Alianza para el Progreso.
No obstante estas circunstancias, la oposición de los grandes propietarios de tierras, de los empresarios agropecuarios y de otros sectores asociados a ellos cerró el paso a la reforma; doce años más tarde estos sectores,
los jefes de los partidos políticos tradicionales y la dirección del Estado
llegaron a un acuerdo, conocido como el pacto de Chicoral, el cual dio
marcha atrás a las posibilidades de expropiar latifundios ociosos.
El pacto fue instrumentalizado a través de las leyes 4ª y 5ª de 1973 y 6ª
de 1975, las cuales restringían la afectación de las tierras ociosas y abrían
paso a la sustitución del reparto agrario a favor de los campesinos carentes
de tierras en el interior de la frontera agraria, por las titulaciones de baldíos
en regiones marginadas, una constante de la legislación agraria desde el
siglo XIX, como lo constata LeGrand en su reconocido estudio ya citado.
Estas titulaciones habrían de tener lugar en los escenarios de las colonizaciones espontáneas y en los de los programas de colonización dirigida,
a cargo del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) en territorios de la Amazonia, como Caquetá, Putumayo y Guaviare32.
La exclusión de la redistribución de la tierra y el extrañamiento de los
campesinos hacia las fronteras no logró efecto distinto que la postergación
y ampliación de los conflictos en muy corto plazo.
Las acciones militares del Estado contra la resistencia campesina,
la descomposición y el malestar de estas comunidades ampliaron los escenarios de conflicto a estas regiones, en las que se incubaron formas de
insurgencia armada y se facilitó la implantación de la producción de las
materias primas de la economía del narcotráfico, a las que se hará referencia más adelante, en medio de la reconocida ausencia de los beneficios del
desarrollo.
Los niveles de tensión política y social alcanzados por la acumulación de estos conflictos una vez terminada la vigencia del Frente Nacional
31
32
Hernán Toro Agudelo, autor de la ponencia de la que sería la Ley 135 de 1961, Ley de
reforma social agraria, desarrolló esa argumentación en sus escritos, contenidos en su
compilación El problema social agrario en Colombia (Bogotá: Tercer Mundo, 1985).
Incora, La colonización en Colombia. Una evaluación del proceso (Bogotá: IICA, 1974).
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darío fajardo montaña
restaron gobernabilidad al Estado, lo que condujo a la búsqueda de pactos
de paz entre el gobierno y la insurgencia, movimientos que concreta el gobierno del presidente Belisario Betancur.
Los acuerdos de paz con la insurgencia generaron expectativas en
las comunidades de colonos y en una de estas zonas, en la cuenca del río
Caguán, Caquetá, alcanzó a adelantarse una propuesta, elaborada entre
algunas instituciones del Estado y representantes de las comunidades, para
desarrollar un plan de manejo productivo y ambiental de la región.
Las cuencas de los ríos Pato y Caguán fueron escenarios de la extracción de quinas a finales del siglo XIX y de colonizaciones en el marco de los
conflictos de los años 1940 y 1950. Durante esta fase de la guerra y por sus
condiciones geográficas, la región se convirtió en refugio de algunas comunidades desplazadas y base de movimientos de autodefensa campesina,
por lo que fue señalada por los adversarios políticos de los movimientos
campesinos como una de las “repúblicas independientes”33. En el marco de
la “guerra fría” esta designación, cargada de connotaciones anticomunistas, no significaba cosa distinta que la justificación política de su arrasamiento, como en realidad ocurrió.
A mediados del decenio de 1960 el Estado adelantó en esta y en otras
regiones intensas operaciones militares dirigidas a reducir estas expresiones de resistencia armada, sin lograr plenamente sus propósitos. Ya en
1985, en el marco de los acuerdos de paz liderados por el presidente Betancur, se convino entre el gobierno, las comunidades y la insurgencia realizar
un proyecto cuyos contenidos fueron expuestos en el “Anteproyecto del
Plan de Desarrollo del Medio y Bajo Caguán”34.
Esta iniciativa resultó frustrada al romperse los acuerdos de paz, durante la siguiente administración. Pocos años más tarde volvió a abrirse
paso la idea de alcanzar acuerdos entre el Estado y las comunidades de
colonos para desarrollar formas de manejo sostenibles de los ecosistemas
amazónicos. El contexto fueron los crecientes conflictos agrarios en las zonas de colonización, generados por el narcotráfico y la ausencia de soluciones para los mismos.
Algunas comunidades de colonos localizados en la serranía de La Macarena, al occidente del departamento del Meta, plantearon al investigador
33
34
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J. J. González, El estigma de las repúblicas independientes.
J. E. Jaramillo, L. Mora y F. Cubides, Colonización, coca y guerrilla (Bogotá: Alianza Editorial Colombiana, 1989).
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
Alfredo Molano la propuesta de un acuerdo con el gobierno para recibir la
titulación de las tierras abiertas por ellos en esa reserva natural, a cambio
de lo cual se comprometían a desarrollar un manejo sostenible de los bosques, bajo la figura de “zonas de reserva campesina”.
La iniciativa coincidía con las investigaciones adelantadas por el Instituto Sinchi en las vegas del Guaviare, encaminadas a crear alternativas
para los asentamientos campesinos localizados al sur de ese departamento
y en otras regiones de la Amazonia. Estas inquietudes se inscribían en las
agendas de la investigación amazónica y en la búsqueda de alternativas
para la producción de la coca35.
La propuesta fue incorporada en la nueva ley de reforma agraria (160
de 1994) y luego de algunas dificultades puesta en aplicación en los proyectos piloto de El Pato (alto y medio Caguán), Calamar (Guaviare) y Cabrera
(Cundinamarca), propuestos por las organizaciones de colonos y financiados por el Banco Mundial36, durante las conversaciones de paz del gobierno del presidente Andrés Pastrana con la guerrilla de las FARC , a fines de
los años 1990.
En el proyecto de El Pato (Caguán) se intentó dar continuidad a los
lineamientos del proyecto anterior impulsado durante la administración
Betancur, referidos a la recuperación de suelos y bosques, la protección de
fauna silvestre, las ganaderías sostenibles, etc.; en Calamar la propuesta
técnica recogió varias iniciativas de los colonos para la recuperación y manejo del bosque, producción silvopastoril, manejo de frutales amazónicos,
varias de ellas experimentadas por el Instituto Sinchi37.
La ruptura de las conversaciones de paz y la remilitarización de estas
regiones en 2002 se tradujo en el desmantelamiento del proyecto de las
reservas campesinas, figura que sin embargo permanece en la Ley 1152 de
2007, la cual incorpora la legislación previa sobre desarrollo rural.
35
36
37
Ver D. Fajardo, Para sembrar la paz hay que aflojar la tierra (Bogotá: Universidad Nacional
de Colombia, 2002).
Ver The World Bank, Project Appraisal Document on a Proposed Loan in the Amount of
US$5 million to the Government of Colombia for a Peasant Enterprise Zones for Peace
Project, (Washington, The World Bank, 1998).
La Universidad Javeriana realizó una evaluación de este proyecto, recogida en el libro de
C. Ortiz, M. Pérez, D. Castillo y A. Muñoz, Zonas de reserva campesina. Aprendizaje e
innovación para el desarrollo rural (Bogotá: Universidad Javeriana, 2004).
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de las economías extractivas a la producción
agropecuaria en la frontera amazónica
Las colonizaciones impulsadas por el Estado contemplaban titulación
de las tierras, infraestructuras viales, servicios médicos y educacionales.
Fueron concebidas como “incorporación de nuevas áreas a la producción”,
lo que implicaba el impulso a proyectos productivos agropecuarios. Además de los problemas de articulación con los mercados regionales y aun los
locales, por no mencionar el nacional, estas iniciativas encontraban una
primera y gran dificultad: la ausencia de conocimientos sistemáticos sobre
el bosque húmedo y sus condiciones agroecológicas.
Para estos años, finales de los setenta y comienzos de los ochenta, el
interés del Estado en la región coincidió con el de otros sectores internacionales y nacionales. De esta motivación surgieron varias iniciativas en torno
a la problemática de la región. Una de ellas fue el Programa Radargramétrico de la Amazonia (Proradam), desarrollado por Holanda y del cual surgió la Corporación para el Desarrollo de la Amazonia (Araracuara), hoy
Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi). Igualmente se
ubica en esta perspectiva la conformación del Comité Nacional de Investigaciones sobre la Amazonia (Conia), junto con otras iniciativas similares.
No obstante, el estado de las investigaciones sobre la Amazonia era
aún muy incipiente, como lo revela una presentación del ingeniero Jaime
Navas38, pero ya para entonces avanzaban los primeros proyectos de colonización en la región, intentando generar condiciones de vida viables para
los asentamientos generados.
La búsqueda de condiciones económicas que dieran sostenibilidad a
las colonizaciones coincidió con demandas de los mercados nacionales e
internacionales de cacao, caucho y palma africana, cultivos que muestran
lentos avances, en especial a partir de 1960, momento en el cual se afianza
la “agricultura comercial” en el interior del país. Sin embargo, en la Amazonia colombiana los bosques no cedieron inicialmente su espacio a las
agriculturas de plantación sino a las praderas, con comprobado deterioro
de los suelos y ecosistemas39.
38
39
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J. Navas, “Algunas consideraciones sobre la Amazonia colombiana”, en S. B. Hetch, Amazonia. Investigación sobre agricultura y uso de tierras (Cali: CIAT, 1982).
La Corporación Araracuara publicó algunos de estos estudios en varios números de su
revista Colombia Amazónica.
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
Esta perspectiva colocaba entonces su énfasis en la producción, más
que en la extracción, como se deriva del estudio de Navas, quien consideraba que existía un consenso entre la mayoría de los investigadores a favor
de las explotaciones forestales como las más apropiadas para la región, con
mejoramientos en productividad y maderabilidad de las especies existentes, combinadas con otros cultivos comerciales (cacao, palma africana,
caucho, frutales, plátano). Estos cultivos habrían de ser desarrollados en
sistemas de producción “multiestrata”, recomendables por cuanto con ellos
“se reproduce la arquitectura del bosque natural, evitándose los cambios
ecológicos que pueden conducir al deterioro de los suelos”40.
La colonización de baldíos como sucedáneo de la reforma agraria
condujo a la rápida dinamización de frentes de colonización en el piedemonte de la Orinoquia (Casanare, Arauca) y de la Amazonia (Meta, Caquetá, Putumayo), las vegas, sabanas y selvas del Guaviare, el valle del
Magdalena medio, Urabá y litoral Pacífico.
Poco menos de diez años más tarde se reportaban en el Guaviare más
de 140 mil hectáreas de selvas y sabanas naturales transformadas en praderas, con un hato de 70 mil cabezas; en el Caquetá, un inventario de cerca
de un millón de cabezas, más de 5 mil en los alrededores de Leticia, 150 mil
en el Putumayo. Mejía considera que, a partir de estos estimativos, podría
concluirse que para sostener 1,5 millones de cabezas fueron afectadas severamente cerca de 2,5 millones de hectáreas de bosques y sabanas naturales.
Posiblemente, la coincidencia de este nivel de expansión de las praderas con un ciclo climático generó extendidos incendios en la región entre
1979 y 1985, los cuales arrasaron cientos de miles de hectáreas en el Caquetá, la cuenca media del Vaupés, del Caquetá y el Putumayo.
Estos impactos en el piedemonte amazónico son una grave advertencia, si se tiene en cuenta el significado de la expresión con la que el escritor
Petru Popescu titulara su memoria sobre la expedición de Loren McIntyre
en busca de las fuentes del gran río: El Amazonas nace en el cielo41. La alerta es clara: la destrucción de los ecosistemas cordilleranos que convergen
en el piedemonte tendrá efectos negativos incalculables en la cuenca, en la
medida en que gran parte del agua que alimenta a esta última es captada
en las alturas andinas.
40
41
J. Navas, “Algunas consideraciones sobre la Amazonia colombiana”, 59.
P. Popescu, El Amazonas nace en el cielo (Bogotá: Norma, 1993).
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Las conclusiones de Navas sobre la posibilidad de desarrollar ganadería extensiva “aplicando prácticas conservacionistas” parecen entonces
reñir con los resultados de estudios más recientes sobre el impacto de esta
actividad.
Estos últimos parecen orientarse a favor de prácticas “silvopastoriles”
en las cuales se establecen plantaciones forestales variadas (con especies
maderables, frutales y forrajeras) y distancias de siembra más amplias que
en las plantaciones forestales corrientes, seguidas de forrajes herbáceos
como el kudzú (Pueraria phaseoloides). Cuando los árboles alcanzan un
crecimiento adecuado, se introduce ganado, el cual aprovecha los forrajes,
con las ventajas de contar con la protección del follaje a la exposición al
sol, lo que le proporciona mayor tiempo para pastaje, a la vez que aporta la
fertilización de los suelos con sus desechos.
El elemento dominante es, sin embargo, la presencia de los cultivos
permanentes, incluyendo la palma aceitera. Según lo planteara Paulo de
Tarso Alvim, uno de los más reconocidos estudiosos de las agriculturas
amazónicas, la principal ventaja de estos cultivos (perennes) “es la protección que brindan contra la degradación del suelo provocada por la lixiviación, la erosión y la compactación”42. Sin embargo, estos cultivos, por la
forma como se han implantado, presentan limitaciones de carácter social
que se examinan más adelante.
los cultivos para el narcotráfico en la amazonia
Uno de los efectos más profundos de la ausencia de una reforma agraria en Colombia es el afianzamiento de sistemas de propiedad y uso de la
tierra que han favorecido la concentración de la propiedad, desequilibrios
en el desarrollo regional y en la distribución del ingreso y el deterioro de
los ecosistemas y el patrimonio ambiental del país.
Estos procesos han ido de la mano con desplazamientos forzados y
relocalizaciones traumáticas de la población, las cuales, además de haber
sido generadas en medio de la desarticulación de muchas comunidades y
de su desarraigo, han conducido a la formación de asentamientos carentes
del acompañamiento adecuado de la sociedad y del Estado.
42
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P. de T. Alvim, “Una evaluación en perspectiva de los cultivos perennes”, 326.
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
Como consecuencia, a partir del afianzamiento de la vía de desarrollo
agrario sin redistribución de la tierra, las regiones comprendidas dentro de
los llamados Territorios Nacionales (intendencias y comisarías, convertidas en departamentos a partir de la Constitución de 1991) fueron escenario de continuas movilizaciones de protesta (paros cívicos) en demanda de
inversiones para atender los servicios básicos.
Estas carencias eran solo una parte del déficit que afectaba a estas regiones y que vino a facilitar la implantación de los cultivos de marihuana
y coca y las operaciones del narcotráfico para comercializar sus productos.
Fue la solución que encontró una porción importante de personas a las
restricciones para la supervivencia que presentaban estas regiones.
La localización de los colonos en regiones apartadas de los mercados, carentes de servicios básicos, añadida a otros factores propios de la
sociedad colombiana43, facilitaron el que, en medio de esta fase de transformación agrícola y pecuaria de la Amazonia, irrumpiera en la región el
establecimiento de los cultivos de marihuana y coca, proceso que ha sido
documentado y analizado en una vasta bibliografía44.
Los relatos sobre cómo llegaron los cultivos, el aprendizaje, la comercialización, la acción de las mafias para expropiar a los colonos del
producto, las intervenciones de las autoridades, la acción de la guerrilla,
han ocupado páginas excelentes de escritores, sociólogos, economistas45.
De ellas se extrae una corta e intensa historia en la que los colonos ensayan la producción y los primeros pasos del procesamiento (prensado
de la marihuana, producción de la base de cocaína), al tiempo que los
traficantes desarrollan los sistemas de procesamiento más sofisticados a
partir de la base importada de Perú y Bolivia. Desde ese momento hasta
el presente ha ocurrido una serie de modificaciones en la cadena de la
43
44
45
F. Thoumi, El imperio de la droga (Bogotá: Planeta, 2006). El autor realiza una sugestiva
exploración sobre las condiciones sociológicas, económicas y políticas que favorecieron la
implantación de esta industria en Colombia, con dimensiones y alcances mayores que los
ocurridos en Perú y Bolivia.
F. Thoumi, S. Uribe, R. Rocha García, A. Reyes, E. Garzón Saboyá y A. López, Drogas
ilícitas en Colombia. Su impacto económico, político y social (Bogotá: Ariel, 1997); I. de
Rementería, La guerra de las drogas (Bogotá: Planeta, 2000); G. Camacho (ed.), Narcotráfico: Europa, Estados Unidos, América Latina (Bogotá: Uniandes, 2007).
Ver A. Molano, Selva adentro: una historia oral de la colonización del Guaviare (Bogotá: El
Áncora Editores, 1992); G. Uribe, Veníamos con una manotada de ilusiones: un aporte a
la historia de la colonización del Caquetá (Bogotá, Unibiblos, 1988).
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cocaína, iniciada con el establecimiento de laboratorios para el procesamiento de la base de cocaína importada de Perú y Bolivia, continuada con
la expansión de los cultivos.
Inicialmente se configuró sobre un conjunto heterogéneo de plantaciones productoras de hoja de coca, desde ¼ de hectárea hasta 80 o más
hectáreas, combinada con el desarrollo de los laboratorios para el procesamiento de la hoja y la elaboración de la base de cocaína, a partir de la pasta
obtenida, ya localmente, ya importada de Perú y Bolivia, y el tráfico de
pasta y base de cocaína.
A mediados de los años noventa, cuando parece estar en pleno auge
esta agroindustria, se evidenció una diferenciación, registrada por Sergio
Uribe46, en la cual se percibía un sector “comercial”, representado por plantaciones de más de 2 ha, con cinco o más cosechas al año y rendimientos
de entre 1,6 kilos y 2,8 kilos de base por ha en cada cosecha, localizada en
la Amazonia; por otra parte, un sector campesino, con cultivos desde 100
matas hasta 2 ha, y rendimientos inferiores a 2 kilos por ha por cosecha,
localizados, según Uribe, “en todas las regiones del país”.
Después de sucesivos auges y contracciones, la producción de la hoja,
su procesamiento y el tráfico de los derivados han llegado a una aparente
estabilización, regulada por la demanda. Durante este proceso, los estimativos del área en producción registraron un crecimiento sostenido hasta las
160 mil hectáreas hacia el año 2000 y un descenso, en los años siguientes,
hasta 60 mil hectáreas, para llegar actualmente a una producción cercana
a las 600 toneladas anuales, en 99 mil hectáreas cultivadas47.
La evolución de la industria de la cocaína comparte algunos aspectos con otras economías de base agraria, en particular los referidos a la
generación y apropiación de excedentes. En las etapas iniciales de la industria, como se señaló, coinciden temporalmente la instalación de cultivos
de distintas extensiones y la operación de laboratorios para procesar pasta
importada y producida localmente.
46
47
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S. Uribe, “Los cultivos ilícitos en Colombia. Extensión, técnicas y tecnologías para la producción y rendimientos. Magnitud de la industria”, F. Thoumi et ál., Drogas ilícitas en
Colombia.
Ver Unodc, Colombia. Monitoreo de cultivos de coca (junio 2008), 44; ver también Oficina
en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA)-Indepaz, La aspersión de cultivos
de uso ilícito en Colombia. Una estrategia fallida (Bogotá, Forma Gráfica, 2008), 5.
lA AmAzoniA colombiAnA en lA nuevA fAse AgrícolA
Esta fase tuvo una expresión en la localización y destrucción de los
laboratorios de “Tranquilandia”, sobre el río Yarí, en el Caquetá, hecho
que continúa teniendo resonancia en la vida política del país. Una vez se
afianzó en Colombia la tecnología de la producción de la hoja, se produjo
la expansión de cultivos y laboratorios con importantes variaciones regionales48, junto con la difusión de los capitales del narcotráfico hacia el conjunto de la economía colombiana.
En las áreas inicialmente productoras de hoja y pasta de coca, el cultivo y primeras fases de transformación sirvieron de apoyo para la ampliación de fincas ganaderas en los bordes de frontera, tal como lo documentó
Luis E. Acosta49.
Existe un consenso amplio en torno a los muy limitados logros de
las políticas de control de drogas aplicadas en el país50, en particular las
centradas en la erradicación forzada (fumigaciones)51; estas no han sido
exclusivas y el gobierno, con recursos propios y cooperación internacional, ha impulsado diversas iniciativas para lograr desarrollos alternativos.
Igualmente hay un reconocimiento general de los nocivos efectos de la implantación del narcotráfico, en todos sus componentes y etapas en nuestra
sociedad. Ha sido un factor de afianzamiento de la violencia sobre las relaciones políticas y un instrumento para la concentración del poder económico. A ello se agregan sus efectos sobre los patrimonios ambientales; por
una parte, la mayor concentración de la propiedad asociada a los capitales
del narcotráfico ha implicado el aumento de presiones sobre los ecosistemas frágiles de los bosques andinos, amazónicos y del Pacífico; por otra
parte, el establecimiento de cada hectárea de estos cultivos, en particular
de coca, conlleva la destrucción de un promedio de 5 hectáreas de bosque,
a lo que se añade el vertimiento de insumos desechados (gasolina, cemento, etc.) en suelos y fuentes de agua y los no menos nocivos efectos de las
fumigaciones aéreas, aplicadas para erradicar estos cultivos y ahuyentar a
los campesinos, considerados como apoyo de los insurgentes.
48
49
50
51
UNODC, Colombia. Monitoreo de Cultivos de coca, 38.
L. E. Acosta, Guaviare: puente a la Amazonia (Bogotá, Instituto Sinchi, 1994).
Ibíd.; ver también G. Camacho, Narcotráfico: Europa, Estados Unidos, América Latina.
M. Vargas, Fumigación y conflicto. Políticas antidrogas y deslegitimación del Estado en
Colombia. (Bogotá: Tercer Mundo Editores, Transnational Institute, Acción Andina, 1999).
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los agrocombustibles, nueva fase de las
agriculturas de plantación
Desde hace varios años, particularmente en Brasil, importantes porciones de la Amazonia se están destinando a la producción de “biocombustibles” o, más apropiadamente, de “agrocombustibles”, denominación
de los carburantes sustitutos o complementarios de los hidrocarburos. Esta
tendencia comienza a extenderse a la porción amazónica de nuestro territorio, en particular en el piedemonte, y se ha afianzado en otras regiones
de la frontera agraria colombiana.
Estos desarrollos responden tanto a la reducción de las reservas mundiales de petróleo como a las operaciones especulativas sobre este recurso.
Con anterioridad al reciente incremento de los precios del crudo varios
países, como Brasil, iniciaron la investigación sobre agrocombustibles y la
producción de sus materias primas, su transformación e incorporación a
la oferta de carburantes.
En la medida en que continúa el ascenso del consumo del petróleo y
se incrementan sus precios y los de sus derivados, se amplía la producción
de cultivos destinados a este fin. Adicionalmente, y más grave aún, está
ocurriendo la reorientación de una proporción significativa de cultivos
previamente destinados a la alimentación humana y animal, a la industria de los carburantes, afectando la balanza alimentaria y el acceso a los
alimentos, como resultado de la escasez relativa y de las restricciones a las
ventas de algunos de estos bienes o alzas en sus precios.
La utilización masiva de cultivos como agrocombustibles está ocurriendo en el contexto del cambio climático, en el que pueden incidir negativamente varios procesos: por una parte, la quema de bosques para
limpiar terrenos destinados a la producción de estas materias primas, tal
como ha ocurrido en varias partes del globo, particularmente en Malasia.
Por otra, la aplicación masiva de los agroquímicos requeridos por los “paquetes tecnológicos” de estos cultivos; a lo anterior se agregan la compactación de suelos destinados a esta producción de carburantes y los impactos
derivados de la irrigación requerida por las plantaciones52.
Colateralmente, en Colombia, como en otros países, el establecimiento de plantaciones ha ocurrido en muchas ocasiones asociado al despojo
52
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Ver M. A. Alteri, y E. Bravo, “La tragedia social y ecológica de la producción de biocombustibles agrícolas en América”, Semillas 34-35 (2007).
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violento de tierras a comunidades campesinas y a la imposición de condiciones laborales precarias a los trabajadores en estas unidades productivas, hechos que amplían la sumatoria de conflictos presentes en nuestra
Amazonia.
El desarrollo reciente de la palmicultura en Colombia ha sido objeto
de debates pues, por un lado, los gremios de productores y exportadores y
el gobierno la defienden como fuente de divisas, generación de empleo y
provisión de materias primas para la industria, ventajas que se contraponen con las condiciones sociales y políticas asociadas a él.
La “competitividad” del cultivo destacada por los gremios y por el
gobierno resulta de varios factores: por una parte, de la baja tributación de
la tierra, característica del país53, a la que se añade sus bajos costos, resultantes de que en muchas oportunidades estas tierras han sido arrebatadas
a comunidades campesinas, como en el caso del Atrato y parte importante
de la costa Pacífica54. Por otra parte, los costos de la mano de obra resultan
igualmente reducidos gracias a la “flexibilización laboral” y al desmantelamiento de las organizaciones de los trabajadores, factores a los que se
añaden los subsidios entregados a los grandes productores, reforzados por
la Ley 1133 de 2007 (“Agro Ingreso Seguro”). Estos beneficios compensan
generosamente los costos de instalación del cultivo, estimados en US$4 mil
por hectárea.
No existe total certeza sobre las magnitudes de las reservas de hidrocarburos, pero su carácter de recurso no renovable le pone límites a su
disponibilidad, lo cual conduce a la humanidad a la necesidad de prever y
construir un nuevo “paradigma”, en el cual han de concurrir las distintas
fuentes energéticas, de acuerdo con sus disponibilidades, los desarrollos
tecnológicos y, por encima de todo, con criterios centrales y compartidos
de racionalidad y sostenibilidad.
Las previsiones para el desarrollo creciente de los agrocombustibles
como complemento y sustituto parcial de los hidrocarburos plantean grandes retos y riesgos a los abastecimientos de alimentos y al manejo adecuado de diversos ecosistemas. De acuerdo con distintas fuentes, entre ellas
un informe de FAO55 y varias comunicaciones de prensa, durante los dos
53
54
55
Ver S. Kalmanovitz, y S. López, La agricultura colombiana en el siglo XX (Bogotá: Banco de
la República, 2006), 345.
Ver Procuraduría General de la Nación, Territorio, patrimonio y desplazamiento (Bogotá, s.f.)
FAO, Newsroom (2006).
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últimos años se vienen registrando tanto problemas en la oferta mundial
de alimentos como en los precios de los mismos; según la revista Semana56,
a principios del segundo trimestre de 2008, se contabilizaban aumentos
sensibles en los precios de algunos alimentos básicos, como trigo (130%),
soya (87%), arroz (74%), maíz (31%).
Parte sustancial de estos problemas está relacionada con los precios
del petróleo, cuya alza ha incidido en la reorientación de varios productos
agrícolas del consumo alimentario hacia la producción de combustibles de
origen agrícola, tal como lo señaló Jean Ziegler, en la ocasión comentada
anteriormente.
Esta reorientación ha implicado no solamente el destino de cosechas
sino también la dedicación de áreas agrícolas, como ha ocurrido en Brasil
y comienza a ocurrir en Colombia, a cultivos como la caña de azúcar y
tierras agrícolas como las dedicadas a la producción de arroz, de las cuales,
según informe de Fedearroz de 2007, actualmente se ha reorientado el 10%
a la producción de palma aceitera.
La producción de agrocombustibles ha generado inquietudes en distintos sectores sociales a nivel internacional y nacional; dentro de estos
últimos, el gobierno de Colombia, representando a los productores, ha propuesto orientar gran parte de los esfuerzos dirigidos hacia la recuperación
de la agricultura en la promoción de cultivos de tardío rendimiento y agrocombustibles57. Al mismo tiempo, el ministerio público, así como voceros
y representantes de comunidades afectadas por el desplazamiento forzado
de territorios en los que se están implantando estos cultivos, han señalado
los hechos que vienen acompañando este proceso58.
En el caso de Colombia, buena parte de las tierras dedicadas a la
palma africana corresponden a ampliaciones de la frontera agrícola, particularmente en porciones del bosque húmedo tropical de la región bioPacífica, incluyendo la cuenca del río Atrato, el piedemonte de la Orinoquia
y la Amazonia. Estas nuevas circunstancias expresan la incorporación
de la agricultura de plantación en la región como proceso diferenciado de los modelos de explotación aplicados anteriormente en la región,
56
57
58
388
|
Semana (Bogotá, abril 27, 2008).
Presidencia de la República, Visión Colombia segundo centenario: 2019 (Bogotá, 2005).
Ver Procuraduría General de la Nación, Territorio, patrimonio y desplazamiento (Bogotá,
2005); ver también F. Mingorance, Flaminia Minelli y Hélène Le Du, La palma africana en
el Chocó (Bogotá: Diócesis del Chocó-Human Rigths Everywhere, 2004).
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centrados en las actividades extractivas, ganadería extensiva y agriculturas de subsistencia.
A diferencia de lo ocurrido en otros países amazónicos, en particular
Brasil y Perú, el ingreso masivo de la agricultura de plantación a la Amazonia colombiana es un proceso relativamente novedoso, dado que los desarrollos propiamente agrícolas de nuestra historia como nación se han
establecido en los valles interandinos, porciones de la costa Caribe, y más
recientemente en el piedemonte de la Orinoquia y de manera marginal en
la Amazonia.
Estas circunstancias han incidido en el muy limitado desarrollo de
la investigación en la agricultura del bosque húmedo en Colombia, con
excepción de los estudios mencionados por Navas y las investigaciones
sobre distintas modalidades de agriculturas precolombinas practicadas
hasta el presente por pueblos originarios, lo cual, a su vez, ha incidido
en la precariedad de los asentamientos (colonizaciones) procedentes del
mundo andino pues, como es ampliamente conocido, la incorporación
del espacio amazónico en la conciencia territorial del país es un proceso
relativamente reciente.
¿Hacia un nuevo paradigma?
Este capítulo se inició con comentarios en torno a las preocupaciones sobre el petróleo: las estimaciones sobre las magnitudes reales de las
reservas, el impacto de estos estimativos sobre los precios y la búsqueda de
alternativas para la producción de combustibles.
A partir de estas inquietudes se derivaron las consideraciones sobre
los impactos que esta búsqueda tiene en la Amazonia, considerando, por
una parte, su importancia y su vulnerabilidad y, por otra, la trayectoria de
la humanidad en esta región, sustentada a lo largo de siglos, en la construcción y aplicación de distintas tecnologías agrícolas. Estas últimas entran
en consideración en la medida en que algunas de las alternativas para los
combustibles fósiles son agrocombustibles.
De acá en adelante se plantea una inquietud básica: teniendo en cuenta que la información sobre las reservas de petróleo es del dominio cerrado
de las multinacionales que controlan buena parte de su oferta, ¿cuál es la
verdad sobre las magnitudes de estas reservas? Alimenta este primer cuestionamiento el carácter errático de los precios, el cual más parece efecto de
operaciones especulativas que de condiciones objetivas del mercado.
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cátedra jorge eliécer gaitán
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darío fajardo montaña
Derivado de esta primera inquietud surge un tema central, presente
en las agendas de agencias internacionales59 y al cual se hizo referencia anteriormente: el cambio del “paradigma energético” centrado en el petróleo.
Sin vislumbrar los alcances que pueden tener los efectos del cambio
climático en la civilización actual, tal como la conocemos, y sin certezas
sobre la duración que pueden tener las reservas de hidrocarburos, diversos
sectores han comenzado a orientarse hacia la búsqueda de cambios en los
patrones de consumo. Las incertidumbres sobre la seguridad alimentaria
seguramente obligarán, a este y a otros países, a replantear la producción
de estos bienes en términos de sus tecnologías (afectadas por los precios de
los insumos derivados del petróleo) y de sus localizaciones, considerando
su reubicación más cercana de los centros de consumo, con miras igualmente a la reducción de los costos de transporte, por la vía del ahorro de
combustibles.
Estos criterios apuntan a la reubicación de la producción a través de su
reordenamiento territorial y con él a la recomposición de la estructura de la
propiedad. Si se tiene en cuenta cómo el monopolio de propiedad grava los
costos de producción, la eliminación de la concentración de la propiedad
será una estrategia central para reducir estos costos de producción60.
Un reordenamiento de los espacios de la producción agrícola, orientado por la búsqueda de la reducción de sus costos y de la racionalización
del aprovechamiento de los ecosistemas, conduciría igualmente a disminuir la presión poblacional y económica sobre la Amazonia, a densificar
los asentamientos en el interior de la frontera agraria, optimizando el aprovechamiento de las infraestructuras existentes, dando usos adecuados a los
suelos aptos en estos espacios y contribuyendo a la generación de empleo y
el mejoramiento de la calidad de vida de la población en su conjunto.
59
60
390
|
Ver A. Sánchez, “Biocombustibles: seguridad energética, cambio climático y seguridad
alimentaria”, seminario “Biocombustibles, entre seguridad energética y cambio climático.
América Latina frente al debate internacional” (Río de Janeiro: Cepal, 2008).
Ver The World Bank, Colombia: Land Policy in Transition, Reporte No. 27942 CO, enero
de 2004; Ministerio de Agricultura, La agricultura colombiana frente al Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos (Bogotá: Bolsa Agropecuaria, 2005), 92.
CiudadeS, ambiente y
diverSidadeS urbanaS
en la amazonia
gErMÁn ignacio ochoa1
introducción
i
nicialmente el título de este texto era “Ciudad y ambiente
en la Amazonia”, con la idea de desmitificar la Amazonia,
al igual que el título de la cátedra, que es Amazonia: imaginarios y realidades. En principio puede parecer fácil escribir sobre las
ciudades para lectores urbanos porque uno asume que hay características
básicas de las ciudades y el urbanismo, que se entienden. Pero esto puede
ser una equivocación porque inclusive los estudiosos de esta vasta región
y sus ciudades todavía no encuentran respuestas a lo que significa, para la
Amazonia contemporánea, la sedentarización en ciudades de buena parte
de sus pobladores. Por lo tanto este texto tiene más preguntas que respuestas, son inquietudes que quiero dejar planteadas y que creo que todos
compartimos, en la medida que lo urbano se entiende de formas diferentes
en varios países de la Amazonia, e inclusive la cuestión de la urbanización
y lo que se llama urbano, todavía no está claramente definida en la Amazonia. El título inicial cambió al revisar muchas imágenes de ciudades y
pueblos con diversos tamaños, conformaciones morfológicas y expresiones culturales, entre otras muchas características que hacían parecer muy
restringida esta primera aproximación. Nos pareció más acertado un tema
que abarcara ciudades, ambiente y diversidades urbanas en la Amazonia.
1
Profesor de la Sede Amazonia de la Universidad Nacional de Colombia. Administrador de
empresas, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, y candidato al doctorado en Economía de la Universidad de Tilburg en Holanda. Su
tesis de doctorado se enfoca en el estudio de las cadenas de valor de la industria del turismo
en el Trapecio amazónico. giochoaz@unal.edu.co
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391
cátedra jorge eliécer gaitán
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germán ignacio ochoa
El objetivo es plantear cómo esas diversidades socioculturales, ecosistémicas y económicas se manifiestan en la configuración de las ciudades
amazónicas. Este texto tiene como punto de partida los artículos que lo
preceden en la medida en que el lector encontrará en ellos algunas de las
bases ecosistémicas y socioculturales de la región, que le permitirán entender mejor a qué nos referimos con ‘diversidades’. El texto está dividido en
tres partes: una introducción sobre qué es la urbanización en y de la Amazonia −al ser un tema polémico y profundo no lo vamos a resolver, pero
lo vamos a dejar planteado−; luego presentamos algunas de las principales
relaciones entre los ecosistemas y la urbanización y qué tanto dependen las
ciudades de los ecosistemas cercanos, o qué tanto estamos dependiendo de
los ecosistemas alejados, y cuáles son las implicaciones de esto; por último
se plantean algunas perspectivas e inquietudes del futuro cercano de la
urbanización como proceso.
urbanización de y en la amazonia
Lo primero que nos deberíamos plantear es: ¿qué significa la sedentarización definitiva de las poblaciones amazónicas constituyendo pueblos y
ciudades? Los textos que anteceden y que hablan sobre las características
biofísicas, ecosistémicas, sociales y culturales de la región permiten tener
una clara idea de cómo las ciudades han tenido origen en los procesos extractivos, la evangelización y la colonización, que han permitido la consolidación, no de ciudades en el sentido actual, pero sí de centros que son de
características urbanas; procesos en los cuales también ha tenido mucha
incidencia el Estado cuando busca agrupar a familias y comunidades para
facilitar la prestación de servicios. Porque estos procesos no son locales,
tampoco debemos circunscribir el análisis de la urbanización solamente a
la Amazonia colombiana, sino que debemos incluir en nuestro análisis el
resto de la Panamazonia, porque indudablemente esta ha estado vinculada a procesos sociales y económicos mundiales2. En ese sentido, hay que
mencionar que uno de los factores que permiten el origen de las ciudades y
la urbanización es la presencia y los procesos dirigidos por el Estado. Esto
2
392
|
Ejemplos de proyectos que analizan en una dimensión amplia el fenómeno urbano en la
Amazonia se encuentran en: Projeto Cidades na Amazônia, en http://www.projetocidades.
ufpa.br/, consultado el 23 de noviembre de 2010, y Rede de Cidades da Pan-Amazônia, en
http://www.recipam.org/, consultado el 23 de noviembre de 2010.
ciudAdes, Ambiente y diversidAdes urbAnAs en lA AmAzoniA
es por el control territorial y, especialmente en el caso colombiano, por el
conflicto armado. En el caso de Leticia, en este momento están construyendo una base militar que albergará a 800 personas, lo cual es un número
importante, dentro del contexto de la ciudad. La población se agrupa o
migra a poblados o ciudades buscando servicios públicos, las comunidades
y las poblaciones indígenas buscando el acceso a la educación y la salud.
Una vez consolidados los poblados o ciudades, estos se constituyen
en la base para ocupaciones más amplias del territorio, para una incipiente acumulación de capital y principalmente su flujo hacia regiones
más desarrolladas. Es el caso de Manaos, por ejemplo, que permitió y se
consolidó como ciudad gracias al comercio del caucho. Pero también es
el reflejo de cómo los excedentes económicos de los procesos extractivos
no se ven reflejados necesariamente en las ciudades. Su arquitectura colonial, concentrada en el centro con unas pocas edificaciones, y el teatro
Amazonas son un recuerdo de una bonanza que favoreció a clases económicas acomodadas de Brasil y Europa, que gozaron de los lujos proveídos
por el ambiente urbano pero que dejaba tras de sí graves impactos en las
poblaciones nativas.
Sin embargo, un desprevenido lector puede preguntar, ¿qué tan urbanizada está la Amazonia? Se dice que la población de la Amazonia
en total, en este momento, es 33 millones de personas, lo cual ayuda a
desmitificarla Amazonia como un lugar deshabitado. Durante más de
12 000 años la Amazonia ha sido habitada por poblaciones humanas.
En ese sentido se habla de que la Amazonia es eminentemente cultural
porque no hay ríos grandes ni pequeños que no tengan un nombre, que
no hayan sido denominados por alguna cultura o por una población. Así
los procesos de urbanización se han dado muy ligados no solamente a los
grandes ríos.
Se calcula que entre el 40% y el 80% (para algunos casos en Brasil)
de los habitantes de la Amazonia viven hoy en día en ciudades o en poblaciones con características geográficas urbanas. Y aunque hay diferentes
concepciones de lo urbano de acuerdo con cada país de la región, esta es
una discusión que no vamos a abordar en este texto. En términos generales
lo podemos abordar de acuerdo con un ejemplo: el departamento del Amazonas tiene 80 000, habitantes de los cuales 40 000 viven en Leticia, pero
solamente en el casco urbano está concentrada un poco más de la mitad
de la población. Entonces no quiere decir que el departamento del Amazonas sea urbano, pero el tema es que hay poblados que cada vez más tienen
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cátedra jorge eliécer gaitán
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germán ignacio ochoa
características urbanas. En el caso brasileño se reseña que en 1940 había un
27% de población urbana, y para el año 2000 el porcentaje era casi del 70%.
tabla 1. Crecimiento poblacional región norte de la Amazonia brasileña.
Año
Población
1940
1.462.420
% Urbano
27,2
1950
1.844.655
31,5
1960
2.561.782
37,5
1970
3.603.860
45,1
51,7
1980
5.880.268
1990
9.337.150
2000
12.900.704
57,8
69,87
instituto brasileño de geografía y estadística (ibge), Censo demográfico 1940-2000 (2005).
Causas de la concentración y el crecimiento
Lo que queremos resaltar es cuál es la problemática de la gente migrando a centros cada vez más concentrados. Cada vez hay más concentración de la población, independientemente de que los centros tengan todas
las características de una ciudad. Por ejemplo, Puerto Nariño, segundo
municipio del Amazonas colombiano, tiene 7 000 habitantes, de los cuales
2 000 viven en el área urbana, lo que equivale a menos de la mitad, un
40%. Pero si vemos el casco urbano de Puerto Nariño, tiene características
de una pequeña ciudad: calles en ángulos rectos, un trazado cuadriculado
−del modelo de la colonización española−; una calle principal donde se
ubican los principales poderes. Es un asentamiento nucleado donde las
casas son unifamiliares, contrario a los antiguos patrones de asentamiento de casas multifamiliares indígenas. Esto refleja no solamente el poblamiento en ciudades sino la influencia de la urbanización en los procesos.
Con respecto a la concentración, se habla básicamente de dos procesos. El primero es el de un anillo de poblamiento que viene desde la
región Andina, que va entrando, y otro es el eje sobre el río Amazonas y
sobre los grandes tributarios, en el cual se destacan Belén de Pará, Manaos, Santarén, Leticia e Iquitos. Es necesario sin embargo resaltar que
las dimensiones de las ciudades amazónicas son relativas al total de la población y no se pueden comparar en tamaño con sus equivalentes en sus
respectivos países. Leticia, por ejemplo, con sus 40 mil habitantes es igual a
muchos municipios colombianos. Sin embargo, en el contexto amazónico
Leticia es el centro urbano más importante entre Iquitos y Manaos porque,
además de ser capital del departamento, tiene presencia de gran parte de
394
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ciudAdes, Ambiente y diversidAdes urbAnAs en lA AmAzoniA
GráfiCa 1. Casco urbano de Puerto nariño.
tomado de g. ochoa, A. Wood y c. zárate, Puerto Nariño: el pueblo que se mira en el río: retos al desarrollo sustentable
en los municipios de Amazonia (leticia: universidad nacional de colombia, sede Amazonia, 2006).
instituciones y Ong del nivel nacional y concentra todo el poder departamental. La importancia de Leticia se ve reforzada por su vecina Tabatinga,
con la cual constituyen una conurbación colombo-brasileña.
En términos territoriales, se calcula que todas las ciudades ocupan
a lo sumo un 15% de la selva amazónica. Es decir que el 85% de la selva
no está incorporada a procesos urbanos. Igualmente estas ciudades tienen
diferentes niveles de transformación de los ecosistemas circundantes y más
alejados. En la Amazonia brasileña hay muchos asentamientos urbanos
con diferentes características, asociados a diferentes procesos extractivos
pero también productivos.
Las causas principales son las migraciones del campo o lo que más
adecuadamente podría llamarse migración resguardo-ciudad cuando se
habla de indígenas. Pero también hay migraciones, forzadas por los procesos de colonización y el conflicto armado, de personas de otras ciudades
no amazónicas hacia ciudades amazónicas. En el caso de Leticia se destaca
la llegada masiva de gente de Bogotá y de la costa Atlántica. También se
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cátedra jorge eliécer gaitán
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germán ignacio ochoa
deben destacar las altas tasas de natalidad, que son las más elevadas comparadas con el resto de los países de la cuenca.
No menos importante es la población flotante del turismo, que, aunque está por cortos periodos, genera implicaciones ambientales y sociales
importantes. En la Amazonia las ciudades juegan un papel importante para
el turismo, en la medida que son los lugares donde están los aeropuertos y
los puertos. Los turistas llegan a las ciudades amazónicas y de ahí salen a las
reservas naturales, a los parques nacionales, a las comunidades indígenas.
Por lo tanto, un impacto importante del turismo (positivo y negativo) se da
en las ciudades porque los paquetes están organizados para que los turistas
salgan en la mañana al río, a las comunidades y a la selva, y vuelven a las
ciudades por la noche. En ellas están ubicados los hoteles, los restaurantes,
las agencias de viajes, las empresas de transporte, las tiendas de artesanías
y otras actividades económicas conexas. Entonces un incremento de la población turística implica mayor cantidad de recursos utilizados, un mayor
impacto ambiental, y, en ocasiones, alguna reinversión económica en el
centro urbano, aunque no siempre sucede así. Tal es el caso del hotel Decamerón que, si bien tiene la concesión del turismo en el Parque Nacional
Natural Amacayacu, paga sus impuestos a la unidad de parques en Bogotá.
Por tanto los recursos que se generan por el turismo en la Amazonia no
quedan necesariamente allí. Esto desvirtúa un poco las expectativas que se
tienen en Leticia frente al turismo como opción de desarrollo económico.
Y, ¿quiénes habitan estas ciudades? Este es un tema interesante por
lo diverso. A continuación se mencionan unos grupos, sin que la enunciación corresponda a alguna jerarquía; lo que busco es crear métodos de
análisis adecuados que permitan entender por qué y cómo estos grupos
poblacionales habitan las ciudades amazónicas. Podemos distinguir entre
amazonenses −quienes nacieron en la región− y ‘amazónicos’. Por ejemplo,
de los profesores de la Sede Amazonia de la Universidad Nacional, ninguno nació en la zona, no son amazonenses, pero se consideran amazónicos
porque viven allí y trabajan por la región.
Un gran porcentaje de la población, que solo enunciaremos, son indígenas, campesinos, y desplazados, cada vez más desplazados. Algunos pertenecen a la categoría de bosquesinos3 en la medida en que dependen para
3
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|
J. Gasché y J. A. Echeverri, “Hacia una sociología de las sociedades bosquesinas”, en G.
Ochoa y C. Guío (eds.), Control social y coordinación: un camino hacia la sostenibilidad
ciudAdes, Ambiente y diversidAdes urbAnAs en lA AmAzoniA
su subsistencia de los recursos del bosque y la selva; los caboclos son personas que llevan mucho tiempo viviendo en la región, que son descendientes
de amazonenses (o amazónicos) o de indígenas y que han convivido de una
manera muy particular con los ecosistemas. En el barrio La Unión, de Leticia, ubicado en la limítrofe quebrada San Antonio −que une a brasileños
y colombianos− un alto porcentaje de la población es de origen peruano4.
Los indígenas habitan las ciudades amazónicas de muchas maneras5
y recrean algunas de sus formas de habitación de grupo en las ciudades,
creando ‘chagras’ urbanas. En el caso de Puerto Nariño, una parte importante de la alimentación de las personas proviene de lo que siembran
en los solares. Conforman barrios indígenas, de acuerdo con los grupos.
Tal es el caso de Yavareté, un poblado indígena en la Amazonia brasileña.
Andrello6muestra cómo esa ciudad es prácticamente una ciudad indígena
en Amazonia, cómo se ha ido conformando y cómo pasó de un modelo de
dispersión de los ríos y de las selvas, a un modelo mucho más concentrado
de indígenas que reproducen sus modelos y sus formas de habitación, de
acuerdo con su grupo étnico. Igualmente en Leticia se pueden identificar,
con mayor o menor claridad −los especialistas lo hacen−, los barrios de
algunos grupos como los cocama o los yagua, que tienen diferentes formas
de habitación. Algunos indígenas tienen chagras urbanas y mantienen su
constante relación campo-ciudad. El tema de los indígenas en la Amazonia, indígenas amazónicos en las ciudades, diferente de ciudades amazónicas indígenas, es muy amplio y amerita estudios detallados.
Las diversas formas de habitar se manifiestan en ciudades y barrios
indígenas multilingües. Una parte importante de Leticia está conformada
por poblaciones mezcladas entre brasileños, peruanos y colombianos, mucha mezcla de indígenas, y entonces son poblaciones con dos o tres lenguas.
En el caso, por ejemplo, de San Gabriel da Cachoeira, se habla que es tal vez
4
5
6
amazónica (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Embajada Real de los Países Bajos, Corpoamazonia, Parques Nacionales de Colombia, Defensoría del Pueblo, 2005).
En un diagnóstico socioeconómico y ambiental desarrollado entre el Grupo de Estudios
Ambientales Urbanos de la Universidad Nacional y jóvenes del barrio (de 2002 a 2004) se
encontró una gran mezcla de personas de los tres países.
Un importante aporte en este sentido es la tesis de doctorado en Ciencias Sociales de Juan
Carlos Peña, “Mitú ciudad amazónica; territorialidad indígena” (Universidad Estadual de
Campinas, 2008).
G. Andrello, Cidade do índio. Transformações y cotidiano em Iauarete (São Paulo-Río de
Janeiro: UNESP, ISA, NUTI, 2006).
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cátedra jorge eliécer gaitán
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germán ignacio ochoa
uno de los poblados con mayor multilingüismo en Sudamérica gracias a la
diversidad de origen de sus habitantes. En las ciudades se reproducen los
grupos de solidaridad muy propios de las poblaciones indígenas.
Esta somera clasificación la completa un grupo de población, principalmente mestizos que viven en las ciudades amazónicas pero que tienen
poco interés por la región. Usan las ciudades, tienen empleo en ellas (que es
la principal razón para estar allí), pero sus hábitos (en el vestir, el comer y el
ocio, entre otros) son exógenos y no incorporan casi nada de la región. Por
lo general salen poco del perímetro urbano (en Leticia dicen que no van
a la Universidad Nacional, ubicada a dos kilómetros de la ciudad, porque
‘temen a los tigres y culebras’). Conocen poco la región, no saben que hay
indígenas, ni conocen el papel de la Amazonia a nivel global.
Como resultado tenemos una ciudad muy diversa y si se quiere muy
‘globalizada’. Es normal que todos estos pobladores hagan uso de las modernas tecnologías, como telefonía, celulares, internet, DVD, motocicletas,
etc. Leticia es una ciudad integrada al mundo pero con muchas diversidades, con muchas formas de habitación diferentes. Es muy interesante,
por ejemplo, ver cómo ese tipo de relaciones sociales, de parentesco y de
grupos de solidaridad indígenas se reproducen en las ciudades.
ecosistemas y problemáticas ambientales
en ciudades amazónicas
Cuando hablamos de relaciones entre ecosistemas y ciudades amazónicas nos referimos a todas aquellas formas y las múltiples direcciones
en que las segundas se abastecen o se ven influenciadas o afectadas por los
primeros, y viceversa. Los ecosistemas proveen el aire, el agua, alimentos, los minerales, las vías de transporte, etc., todo lo necesario para que
las poblaciones puedan construir y habitar las ciudades. Por su parte, los
agrosistemas proveen principalmente alimentos y materias primas para la
construcción7. Solo para citar un ejemplo, en Puerto Nariño el 90% de las
casas son de madera y cerca del 70% tienen techo fabricado con palmas;
7
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Pienso que es importante diferenciar entre ecosistemas y agrosistemas pues estos permiten
configurar diferentes formas de relación con la ciudad ya que son transformaciones humanas: chagras, zonas de cacería y rastrojos.
ciudAdes, Ambiente y diversidAdes urbAnAs en lA AmAzoniA
aunque hay una cierta tendencia a remplazar estos materiales por el zinc y
el cemento porque se piensa que los locales son de menor estatus8.
Los ecosistemas cercanos y lejanos permiten diferentes formas de
habitar la ciudad. Hemos visto, a través de los textos que componen esta
obra, las estrechas relaciones entre los Andes y la Amazonia, no solamente
a nivel ecosistémico, sino también sociocultural y económico a través de
la historia. Pero también son evidentes las influencias de la relación de la
región con los mercados mundiales. Es por esto que encontramos en la
Amazonia calles de madera, construcciones de palafitos, casas de hierro
(como la construida por Gustavo Eiffel en Iquitos), urbes con rascacielos
como en Belén de Pará –en la desembocadura del río Amazonas– y construcciones como el teatro Amazonas, en Manaos, cuya calle principal estaba ‘encauchetada’ para evitar que los carruajes interfirieran con la ópera.
También está lo que llamamos la ciudad móvil. Este es el caso de las balsas
ubicadas sobre los ríos o brazos del Amazonas que las arreglan para abastecerse de servicios públicos de acuerdo con las inundaciones. Estos ejemplos nos permiten resaltar la diversidad urbana, porque uno dice ciudades
y alguien se puede imaginar una plaza central con la iglesia, los militares
y la alcaldía en tres de sus lados; y realmente es un poco más complejo que
eso. Solo por citar una situación interesante, la marginalidad urbana en la
Amazonia se manifiesta de manera muy diferente a otras ciudades9, y por
lo tanto debe ser analizada y atendida de manera particular10. Y la diversidad se manifiesta también en diferentes modelos urbanos; la cuadrícula
ortogonal de Leticia, herencia del modelo urbano español, se contrapone
al modelo lineal (espina de pescado) de Tabatinga (Brasil) en un pequeño
espacio geográfico.
Estas ciudades cumplen el papel de pequeños centros de comercio e
intercambios sociales y culturales y el puerto juega un papel muy importante. Leticia se dice que es una ciudad de puerto y aeropuerto porque en
esos dos lugares se presenta prácticamente la mayor actividad de la ciudad.
8
9
10
G. Ochoa, A. Wood y C. Zárate, Puerto Nariño: el pueblo que se mira en el río.
L. Hurtado, “Elementos para cuestionar la pobreza y marginalidad urbanas en las ciudades
amazónicas”, en V. Nieto y G. Palacio (eds.), Amazonia desde dentro: aportes a la investigación de la Amazonia colombiana (Leticia: Universidad Nacional, Sede Amazonia, 2007),
127-152.
E. Vergel, “Ciudades gemelas en fronteras amazónicas: estudio de caso de Leticia y Tabatinga”, Cuadernos de vivienda y urbanismo 1(2, 2008), 348-393.
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cátedra jorge eliécer gaitán
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germán ignacio ochoa
Como es el caso de muchos indígenas, muchos de ellos llegan a las ciudades, se quedan por un tiempo, utilizan sus redes de solidaridad, se apoyan
en sus paisanos, viven en sus casas por un tiempo, hacen diligencias, disfrutan la ciudad de muchas maneras y luego vuelven a sus comunidades.
A pesar de ser relativamente jóvenes, las ciudades amazónicas ya presentan problemas ambientales comunes en otras ciudades de Latinoamérica. Veamos algunos detalles. En cuanto a la inadecuada gestión de residuos
sólidos y líquidos, se sabe que Leticia tiene cinco desagües que sacan el
alcantarillado al río Amazonas, unos cientos de metros arriba del sitio del
cual Tabatinga toma el agua para su acueducto. Leticia generaba para 2004
unas 50 toneladas de residuos sólidos al día. Esto se asocia también al deterioro de los ecosistemas urbanos. En el caso, por ejemplo, de los humedales
que cruzan las ciudades, se ven bastante afectados por inadecuadas infraestructuras de alcantarillado y de manejo de residuos.
Estos impactos han aumentado considerablemente por el turismo. En
2008 y 2009 la cantidad de turistas en Leticia fue superior a la población
urbana y la cantidad de residuos sólidos aumentó en un 50%. Alguien podría compararla con París donde los turistas superan con creces sus tres
millones de habitantes, pero la diferencia es que Leticia no está preparada.
Además de que las ciudades amazónicas no tienen una adecuada gestión,
están ‘importando’ una cantidad enorme de basuras que vienen con el turismo. Otra de sus incidencias es que se ha incremento el costo o se presenta escasez de algunos alimentos porque estos están siendo destinados
a los turistas. Esto confronta a las poblaciones locales con las autoridades
cuando estas justifican las mejoras a nivel local en la satisfacción del visitante y no en las necesidades permanentes de los residentes.
La contaminación del aire, auditiva y visual, es evidente y cada día
más preocupante. En Leticia, la cantidad de motos congestionan las calles
que se vuelven ‘incruzables’ en ciertas horas y lugares; y en Iquitos, donde
a los motocarros les quitan los filtros de los tubos de escape −para ‘tener
mayor velocidad’−, los niveles de ruido son insoportables en algunos lugares de la ciudad. Casi todas las ciudades tienen una alta dependencia
de los combustibles fósiles, es decir dependen de termoeléctricas para generar su energía. Es sabido que los motores de combustión interna, como
los usados en las termoeléctricas, tienen una eficiencia del 30% en la generación, que se ve reducida por la transmisión de energía hasta el consumo final. Aunque Manaos se abastece en parte de una hidroeléctrica, esta
tiene a sus espaldas el desplazamiento de varias comunidades indígenas y
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ciudAdes, Ambiente y diversidAdes urbAnAs en lA AmAzoniA
la inundación de un área de selva enorme que solo ha permitido obtener
un 30% de la energía esperada. Leticia e Iquitos, por su parte, dependen
en un 100% de energía fósil, con plantas ubicadas en el centro de la ciudad
causando contaminación y enfermedades en la población. En Belén de
Pará, buscando disminuir el calor interno, los grandes edificios incorporan el aire acondicionado, pero el resultado final es un aumento del calor
en el centro de la ciudad (Norbert Fenzl, com. pers. 2010).
Dos temas que se deben analizar detalladamente son el hacinamiento
y el déficit habitacional. Ambos están asociados a limitaciones ambientales, como en el caso de Leticia donde el área de expansión es cada vez más
reducida11, o a deficiencias en la gestión, como el caso de Manaos que ha
tenido un crecimiento desbordado desde la década de los setenta con la
implantación de la zona franca. En Leticia, el déficit habitacional es cercano a las 8 000 unidades. Al tema del hacinamiento podemos sumarle la
deficiencia en los servicios de salud, tema en el cual se ven las influencias
del modelo neoliberal, en el cual los hospitales públicos pasan a manos de
empresas de capital privado. La población tiene por tanto dificultades para
poder acceder a servicios de salud de calidad y a bajo costo.
El aumento cada vez mayor de sistemas de construcción alejados
es otro de los retos de la ciudad amazónica que por alguna razón parece estar negando los materiales cercanos. Esto tiene implicaciones micro
cuando los materiales de construcción ‘importados’ remplazan a los locales. Es común escuchar a los indígenas cuando se quejan de que su casa
aún tiene techo de palma (amazónica) y no de hojas de zinc. Parece que
hubiera una idea de que lo moderno y lo del ‘hombre blanco’ es mejor.
Esto también tiene implicaciones macro cuando se evidencia la dificultad
de encontrar materiales locales para la construcción. Las construcciones
de Leticia usan cemento y hierro traídos por vía fluvial de Colombia o
de Perú, a cientos de kilómetros de distancia. En ocasiones se presenta
desabastecimiento cuando estos materiales vienen de Colombia pues son
transportados por ríos ubicados en zonas de conflicto armado. Leticia
importa sus combustibles de Mocoa (Colombia), de Iquitos (Perú) o de
Brasil a unos costos enormes12.
11
12
Recientemente por la construcción de una base militar que por poco deja a Leticia sin su
única zona de expansión urbana.
Un absurdo caso se presentó en mayo de 2010 cuando se trajo, por vía aérea y a unos
costos enormes, el combustible para las plantas generadoras de Leticia debido a un desabastecimiento local.
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cátedra jorge eliécer gaitán
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germán ignacio ochoa
La dependencia de sistemas alejados incluye la vulnerabilidad de
las poblaciones urbanas frente a la seguridad y la autonomía alimentaria.
Cada vez es mayor la importación de alimentos pues al parecer el medio
rural no tiene la capacidad de abastecer adecuadamente la población urbana. En Puerto Nariño el 50% de los alimentos que consume la población
(siendo que el 77% son indígenas) provenían de otros sistemas. En ocasiones incluso se encuentra agua traída desde Bogotá13. Esto pasa en lugares
donde llueve 200 días al año. En los últimos años ha habido reportes de
muertes por desnutrición en niños indígenas que vivían en las ciudades
amazónicas.
reflexiones finales
Quisiera terminar con unas cortas reflexiones que giran en torno a
dos preguntas: ¿cuál es el papel de la academia en todo este proceso? y
¿cuáles son las perspectivas y los retos de esas ciudades? En primer lugar, es
necesario continuar estudiando la urbanización de la Amazonia. La mayor
producción sobre el tema se hace en Brasil14y en Colombia tenemos unos
casos bastante interesantes que debemos seguir analizando15. Es importante generar marcos teóricos que permitan entender cuál es el papel de la
ciudad en el futuro de la región. Sus ciudades son los centros de poder, en
ellas se toman las decisiones. A veces se dice que la ciudad más amazónica
de Colombia es Bogotá porque allí está la mayor cantidad de investigadores amazónicos y muchas de las decisiones sobre la región se toman desde
allá y no a nivel local. La gestión ambiental se puede beneficiar del trabajo conjunto entre ciudades, de compartir conocimientos y experiencias.
En esta dirección, Becker16 propone una red de ciudades amazónicas, in-
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ciudAdes, Ambiente y diversidAdes urbAnAs en lA AmAzoniA
tegradas por medio de tecnologías modernas. Hoy en día, con el internet y
la telefonía celular, independiente de todas las dudas que tengamos sobre
el tema, se han disminuido los costos de ciertas transacciones entre ciudadanos amazónicos con otros del exterior. Se deben consolidar cadenas
productivas que dejen mayor valor agregado local con las materias primas
amazónicas. Estos recursos permitirán generar más empleo y reinversión
en el mejoramiento de las ciudades. Ya para terminar, no se puede perder
de vista el papel de la ciudad en el conflicto armado colombiano. En el caso
de Leticia, este es cada vez más visible y se manifiesta en la construcción de
una base militar para permitir el monitoreo del crecimiento de cultivos de
uso ilícito y el control del narcotráfico.
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