WWW. LAPALABRAISRAELITA. CL INTERNACIONAL VIERNES 8 DE JUNIO DE 2012 11 Paso a paso: El atentado de Munich, 1972 POR JOANNA WURMANN De muchas maneras los Juegos Olímpicos de Munich 1972 podrían haber sido recordados como únicos en la historia deportiva mundial. Estuvo Mark Spitz con sus siete medallas, el deportista judío norteamericano sentaba una marca que se pensó nunca sería batida. También marcó un hito Ulrike Meyfarth, el alemán entonces de 16 años, se convirtió en el medallista de atletismo más joven de las olimpiadas; Dan Gable, el luchador que ganó oro sin perder un solo punto y la final de básquetbol más controversial que se recuerde entre EEUU y la URSS. Por otro lado, los alemanes estaban ansiosos por dejar atrás las imágenes de los Campos de Concentración, los asesinatos nazis y las olimpiadas de Berlín. La fiesta de comienzos de los setenta sería un evento sin presencia militar y, finalmente, mostraría a Alemania como un país acogedor, liberal, pacífico y amante de la diversión. Los guardias de seguridad, conocidos como Olys, estaban vestidos en trajes celestes y no cargaban armas, y a los atletas se les animó a pasarla bien. Sus carretes nocturnos generalmente terminaban con los deportistas escalando la reja de la villa olímpica al amanecer. Además estas fueron las primeras olimpiadas en tener una mascota: un dulce y pequeño dachshund llamado Waldi. Algo novedoso que también podría haber marcado un cambio en la historia de los JJ.OO. Sí, las olimpiadas de 1972 pudieron haber sido conocidas, por años, como las más impresionantes. Sin embargo la historia se escribió de otra manera; 40 años después la imagen que permanece en la psiquis mundial no es la de Gable, Yarygin, ni siquiera de Spitz con sus siete medallas colgando del cuello. No, Munich es recordado por ese hombre enmascarado sobre el techo de la villa olímpica sembrando el terror y la muerte. «Este era un lugar donde nos dijeron no había guerras, hostilidades; gente viviendo en comunión en la villa olímpica, sin fronteras», dice Efram Zinger, jefe del Comité Olímpico de Israel. «Fue como un sueño roto, una mañana nos despertamos y todo era una verdadera pesadilla». Spitz, por su parte, declara: «Yo me convertí en un evento mundial asociado a esta terrible tragedia. No puedo escapar de Munich y no puedo escapar de la tragedia». (Hay que recordar que Spitz fue sacado a escondidas esa mañana de septiembre por su condición de judío y puesto en un avión lejos y a salvo). LA HISTORIA, FINALMENTE, LA ESCRIBEN LOS TERRORISTAS Para muchos, que éramos pequeños o aquellos que aun no habían nacido para 1972 y para todos quienes apenas recuerdan cómo se dieron los eventos, esta es mi forma de honrar a los 11 atletas asesinados en manos de terro- ristas palestinos. Esta es la historia de un día de horror y un final lleno de sangre: La historia de estas olimpiadas no deja de ser sorprendente y escalofriante: israelíes/judíos, que después de haber perdido familiares o haber vivido ellos mismos los campos de concentración, volvieron a Alemania como atletas, compitiendo por un pequeño y joven país, viviendo en una villa olímpica a sólo 154 millas de donde se ubicaba el Campo de Dachau. Era el anochecer del 4 de septiembre y la ironía de Munich 1972 comenzaba a revelarse. El equipo olímpico israelí participó de una velada especial: La gala del Violinista en el Tejado. ¡Qué sarcástico! ¡La mayor tragedia judía, una obra escrita, originalmente, en yiddish, producida en un país que había aniquilado a seis millones de judíos hacía sólo unas décadas y los invitados de honor eran los atletas provenientes de Israel! Durante el intermedio, el grupo se reunió con la estrella del espectáculo, el famoso actor israelí Shmuel Rodensky, con quien se sacaron fotos y luego, al finalizar el show, salieron a comer. El equipo volvió a la villa olímpica a medianoche. Al llegar, Moshe Weinberg, el entrenador de lucha, le preguntó a uno de sus compañeros si le podía prestar su reloj: lo necesitaba para levantarse temprano para la competencia. Juntos pusieron la alarma a las 5:30 am. Luego cada uno se fue a sus habitaciones en el edificio 31 del recinto: el instructor al número uno y su amigo al cuarto contiguo, el dos. Sin embargo, antes de que la alarma sonara, Weinberg estaría muerto. Esa fue la primera víctima que marcaría la jornada de terror del 5 de septiembre de 1972. Al amanecer, ocho hombres enmascarados entraron al departamento uno en el que se albergaban los entrenadores israelíes. Weinberg se despertó e intentó luchar contra los intrusos, quienes le dispararon penetrando su mejilla y luego lo obligaron a llevarlos a donde dormían el resto del equipo israelí. El entrenador, de forma astuta, pasó delante del segundo dormitorio hasta la puerta con el número tres, en ella se encontraban seis luchadores y levantadores de pesas los hombres más fuertes del equipo, pensó. Los terroristas despertaron a todos y los llevaron hasta el primer cuarto. En ese momento Weinberg volvió al ataque y fue ahí cuando lo mataron junto con Yossef Romano. De vuelta en el lugar, los nueve rehenes fueron amarrados a una silla y a dos camas. El cuerpo inerte de Romano yacía a sus pies y la puerta estaba chorreada con la sangre de Weinberg, quien había sido arrojado en la entrada como advertencia por parte de los palestinos. Los terrorisas, pertenecientes a una ala de Fatah denominada «Septiembre Negro», por los hechos ocurridos en Jordania unos años antes, le dieron a los negociadores una lista de 234 prisioneros que exigían debían ser libera- dos de las cárceles israelíes. El plazo era el mediodía, si no comenzarían a matar rehenes, prometieron. La Primer Ministro, Golda Meir, fue tajante: Israel no haría ninguna concesión. Ante esto los terroristas cambiaron el plazo para las 15 horas y luego debieron ajustarlo a las 17, agregándole drama y suspenso al terror. Un miembro del comité olímpico alemán, Walther Troger, se ofreció en reemplazo de los rehenes, pero los terroristas no lo aceptaron. Entonces las exigencias cambiaron, los palestinos demandaron un transporte aéreo para huir al Cairo (aunque Egipto ya había dicho que no se involucraría en el hecho). Un bus trasladó a los captores y sus rehenes a dos helicópteros, los que los condujeron a un aeropuerto cercano. Los alemanes planeaban una emboscada. Por un lado, cinco francotiradores esperaban en el lugar, pero ellos no contaban con lentes de visión nocturna por lo que su visibilidad era poca y, como se descubriría después, tampoco con la experiencia necesaria. Por su parte, la policía germana permanecía dentro del 727 disfrazada de tripulación esperando la orden para atacar. Sin embargo el plan del avión fue desechado por ser considerado muy peligroso. A las diez y media de la noche los helicópteros aterrizaron en el aeropuerto de Fürstenfeldbruck. A los pocos minutos de descender los terroristas comenzó el caos. Las balas de los francotiradores y los terroristas convirtieron el lugar en una confusión que terminó con los nueve atletas judíos, un policía alemán y dos palestinos muertos. «Yo estaba impresionado por la incompetencia alemana», dice el director Kevin MacDonald, que ganó un Oscar por su documental sobre la masacre. «Esta fue su peor pesadilla, que judíos murieran en suelo alemán de nuevo. Y el pánico los cegó». Los miembros del equipo olímpico estaban de pie frente a la bandera olímpica alzada a media asta durante el memorial realizado en el estadio olímpico de Munich, el 6 de septiembre de 1972. 11 integrantes del equipo israelí habían sido asesinados por miembros del grupo terrorista palestino «Septiembre Negro». 80 mil personas llenaban al máximo el estadio. «Para los israelíes, en general, Munich 72 fue un momento traumático», dice Zinge. «Hubo un momento en que debimos tomar la decisión si seguir participando, luego de que nuestros compañeros habían sido asesinados, o continuar con su legado... hoy en día, cada atleta israelí conoce la historia, no sólo por haberla leído o escuchado sino porque se ha reunido con las familias de esas 11 víctimas, sus viudas, hijos, hijas y también a sus nietos. «Aun nos sorprendemos: ¿cómo puede ser que en unos Juegos Olímpicos, que debían tratarse de paz, 11 de nuestros atletas volvieron en ataúdes?». Él continúa: «es parte de nuestra filosofía, que incluso en los peores momentos, incluso si son traumáticos, o encontramos obstáculos, si uno cree en lo que está Las víctimas de la masacre de Munich Moshe Weinberg, entrenador de lucha libre, 33 años de edad Yossef Romano, levantador de pesas, 31 años Ze'ev Friedman, levantador de pesas, 28 años David Berger, levantador de pesas, 28 años Yaakov Springer, levantamiento de pesas, entrenador, 51 años Eliezer Halfin, luchador, 24 años Yossef Gutfreund, árbitro de lucha libre, 40 años Kehat Shorr, entrenador de tiro, 53 años Marcos Slavin, luchador, 18 años André Spitzer, árbitro de esgrima, 27 años Amitzur Shapira, entrenador de atletismo, 40 años. haciendo debe seguir adelante». MAHMOUD ABBAS Y SU RESPONSABILIDAD EN MUNICH 72 A pesar de que la prensa y los palestinos se esfuerzan en demostrar que su actual líder, Mahmoud Abbas, no ha estado involucrado en actos de terrorismo, la realidad es otra. De acuerdo con Mohammed Daoud Oudeh (Abu Daoud) el cerebro tras el atentado de Munich 1972, Mahmoud Abbas (conocido también como Abu Mazen) era un cercano a Arafat, encargado de las redes y de conseguir el finaciamiento para las operaciones de la OLP, incluyendo Munich 1972. En su autobiografía en francés «Palestina: desde Jerusalem a Munich», Abu Daoud describe el rol de Abu Mazen al proveer fondos para los atentados de las olimpiadas. Información que fuera además confirmada por el palestino al periodista de la revista Sports Illustrated, Don Yaeger, en agosto de 2002. Los alegatos de Abu Daoud han sido confirmados por fuentes al interior de la autoridad palestina, asegura la organización Shurat Hadin. Cuarenta años después, las memorias de Munich aun hacen eco en nuestras memorias. Aun cuando ha habido atentados terroristas mucho mayores, ninguno tiene el significado que tuvo la masacre en Alemania. Estos juegos fueron un fuerte y claro llamado al movimiento olímpico y al mundo. «Esto se recuerda porque ocurrió durante las olimpiadas, eso fue lo chocante», dice MacDonald. «Creemos, como seres humanos, que aunque no nos llevemos bien y que estemos en guerras unos con otros este es el momento en que podemos decir que dejamos las diferencias de lado para competir, deportivamente, y la juventud de diferentes países y culturas se une, conoce y encuentran un punto en común a través del deporte. Eso fue destruido. Eso fue lo traumático para todo el mundo».