12 Ética Judicial: De las reglas a las actuaciones Las normas formales –es decir la Ley– se refieren a aquellos preceptos dictados por la autoridad competente, mediante los cuales se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados; por su lado, las normas informales corresponden, por una parte, a las convenciones que la cultura tiene establecidas a través de creencias, modelos mentales, significaciones, costumbres y tradiciones para legitimar los comportamientos que se consideran socialmente aceptables y repudiar los que no, y por otra parte a los sistemas de valores y principios éticos que desde el fuero interno individual sirven a cada persona para evaluar las actuaciones propias y las de los otros acerca de lo que significa vivir bien y habitar bien. En este orden de ideas, la Ley cumple una función indispensable en la generación de cambios sociales, al determinar con su fuerza vinculante y coercitiva cuáles son los comportamientos que la sociedad espera tengan sus miembros. La Ley define así cuáles son las conductas que, en el caso del funcionamiento del Estado, los servidores públicos deben tener, de manera que la norma específica el “deber ser” de sus comportamientos, al indicarles cuáles conductas están obligadas a tener y cuáles deben evitar. La norma define, asímismo, el tipo de sanciones aplicables en los casos en que se violen los mandatos legales sobre el comportamiento correcto en el desempeño de la función pública. Reflexiones sobre ética judicial Frente a cada funcionario, la norma se constituye en una regulación externa o heteroregulación, cuyo cumplimiento se asegura en parte por la apelación al sentido de responsabilidad ciudadana y amor patriótico de los servidores públicos, pero principalmente por los dispositivos coercitivos y punitivos que la misma ley determina. Cuando las normas jurídicas regulan las conductas de los servidores públicos, dicha norma debe denominarse “Reglamento” o “Código de conducta”, por cuanto especifican las reglas de comportamiento que deben ser observadas en la actividad laboral y fuera de ella. En este sentido es de vital importancia que las entidades tengan reglamentos de conducta muy claros y coherentes, como base reguladora de la cultura organizacional que deseen construir a su interior. Ahora bien, como todos sabemos, los servidores públicos no cumplen los reglamentos y las leyes ipso facto, por el solo hecho de su vinculación laboral al Estado y/o de la promulgación y conocimiento de los mismos. Se requiere una disposición interna de cada persona, una actitud para cumplir con las normas. La simple observación empírica nos enseña que cuando esta disposición no existe, y