Cultura y natura del olor humano.* D. Michael Stoddart, Departamento de Zoolog¶³a, Universidad de Tasmania. Resumen Para la mayor¶³a de los mam¶³feros la comunicaci¶ on basada en el olor es muy importante para su reconocimiento y reproducci¶on, sin embargo, los humanos modernos buscan c¶omo ocultar sus olores naturales. Para los cient¶³¯cos es tan intrigante como dif¶³cil la comprensi¶ on de c¶omo los olores in°uyen en nuestra biolog¶³a y comportamiento. por el fabricante en forma deliberada. Los desinfectantes de ba~ no, los l¶³quidos limpiadores de pisos y muebles, el papel sanitario, los detergentes. Las etiquetas anuncian el hecho abiertamente \El detergente Tal hace que su ropa <huela a limpio! ". Lo que no dicen es que la ropa estar¶³a realmente m¶ as limpia sin el perfume extra que paga el consumidor. En Occidente la gente vive en un mundo aromatizado, aunque la mayor¶³a ignora cu¶anto usa su nariz. Introducci¶ on Est¶ a usted caminando por su barrio hacia el supermercado repasando su lista de compras cuando, de repente, es atrapado por el olor de unas galletas de canela reci¶en horneadas; ese aroma le trae recuerdos de la cocina de su abuela. La fuerza de esta sensaci¶ on es tan grande que le evoca recuerdos de su infancia guardados durante d¶ecadas. En forma semejante, al ayudarle a su hijo a abrir la caja de crayones, le llega s¶ ubitamente el olor caracter¶³stico de la cera y la imagen de usted, cuando ni~ no, sentado en el pupitre coloreando unos animales de circo. El antiguo sentido del olfato La raz¶ on fundamental del comportamiento descrito es que, en t¶erminos evolutivos, el sistema olfatorio (la red de nervios que se extiende desde la nariz al cerebro) es muy antiguo. La nariz, suele pensar la gente, esa estructura asociada con el paso de aire en los animales terrestres, no puede ser m¶ as antigua que la vida en la tierra. Sin embargo, la comunicaci¶ on qu¶³mica, la funci¶ on que cumple el sentido del olfato, es tan vieja como la vida misma. Dentro de cada c¶elula humana hay mensajeros qu¶³micos que coordinan las diferentes actividades de otras c¶elulas y tejidos. A niveles superiores de organizaci¶ on, las c¶ elulas y tejidos se comunican mutuamente enviando mol¶eculas como mensajeros. Como muchas personas lo han experimentado, los olores y esencias pueden ser evocativos en grado sumo. Pueden llegar al lado emocional m¶as directamente que los sonidos o las im¶agenes visuales. Con todo, los humanos pensamos que hacemos poco uso del sentido del olfato. Al preguntarle a 100 personas acerca de cu¶al de los cinco sentidos: vista, tacto, o¶³do, gusto y olfato, son menos conscientes, la mayor¶³a dijo que el olfato (y los dem¶as, el gusto). Algunos a¯rmaron que sus alergias o problemas de sinusitis los mantienen alejados del mundo de los olores y que sus vidas no han sido afectadas grandemente. Otros dijeron haber recibido alguna lesi¶on por deportes o choques automovil¶³sticos y que no han percibido olores durante a~nos. Parad¶ojicamente, si uno le pregunta, a las mismas 100 personas, si han regalado o recibido alg¶un regalo arom¶atico, p.ej. loci¶ on, perfume, jab¶on, talco, en el u ¶ltimo a~ no <responden a¯rmativamente! Cuando se desarroll¶ o la reproducci¶ on sexual en los primeros organismos acu¶ aticos fue, precisamente, la comunicaci¶ on qu¶³mica la que permiti¶ o su acoplamiento sexual. Los organismos inferiores no tienen el cerebro evolucionado con dos grandes hemisferios caracter¶³stico de los vertebrados. En ¶estos, como legado de su evoluci¶ on, el sistema olfatorio env¶³a sus impulsos nerviosos a la regi¶ on llamada rinoenc¶ efalo, palabra cuya etimolog¶³a es \nariz { cerebro". En los humanos el rinoenc¶ efalo se localiza en la base de los hemisferios cerebrales en la regi¶ on denominada sistema l¶³mbico (limbus es una palabra latina que signi¯ca \borde" o \umbral"), ¯gura 1, p¶ ag. 11. Una r¶ apida mirada a la bolsa de las compras revela que muchos productos han sido perfumados Las investigaciones desarrolladas el pasado siglo revelaron que el sistema l¶³mbico controla las emociones y, en gran medida, la memoria. Esto explica porqu¶e los humanos reaccionamos a los olores de forma *Adaptaci¶ on de J. L. C¶ ordova F. Depto. de Qu¶³mica, UAM{I. 10 Cultura y natura del olor humano. D. Michael Stoddart. 11 Figura 1. Corte transversal del cerebro humano. emocional y porqu¶e el aroma de canela de las galletas reci¶en horneadas o de la cera de los crayones llena, involuntariamente, dispara recuerdos en nuestra cabeza. En otras palabras, el sentido del olfato es el menos intelectual de nuestros sentidos. Con¯amos en la informaci¶on que recibimos por la vista y el oido porque es procesada en los hemisferios cerebrales, pero los olores rodean la parte racional del cerebro y llegan directamente a su zona m¶as primitiva para estimular las emociones. tructuras peque~ nas localizadas justo encima de la cavidad nasal; sin embargo, en los mam¶³feros primitivos como la musara~ na ocupan casi todo su cerebro. En los bulbos olfatorios los axones de las c¶elulas receptoras entran en unas regiones esf¶ericas llamadas glomerulos, donde terminan. Los nervios secundarios de las c¶elulas receptoras corren lateralmente desde los glomerulos y conectan con los nervios terciarios que completan la cadena al llegar al hipot¶ alamo. Los olores se deben, en realidad, a las diferentes mol¶ e culas que son atrapadas en la parte superior de la cavidad nasal cuando la persona inhala aire. La parte sensorial de cada nostrilo, no mayor que una u~ na, se encuentra detr¶as del puente nasal; all¶³, cubiertos por una delgada membrana amarillenta, est¶ an las c¶elulas nerviosas especializadas. Los humanos tenemos alrededor de tres millones de c¶elulas receptoras en cada nostrilo; los conejos y perros tienen diez millones. Cada c¶elula termina en un anillo de vellosidades (cilios) en el cual se depositan las mol¶ e culas odor¶³feras. A pesar de las investigaciones realizadas, los cient¶³¯cos a¶un no est¶ an seguros de c¶ omo una mol¶ecula dispara un impulso nervioso. Tampoco saben si hay receptores espec¶³¯cos para los olores, por ejemplo, a menta, a fruta, a quemado o a almizcle. Las diversas estructuras del hipot¶ alamo tienen sus propios axones algunos de los cuales regresan a los bulbos olfatorios, mientras que otros conectan con los centros cognitivos de los hemisferios. Son estas conexiones las que evocan los nombres de los perfumes y aromas; as¶³ identi¯camos a la rosa por su fragancia, o comenzamos una b¶ usqueda en la memoria para identi¯car las asociaciones producidas por un olor particular. Las c¶elulas receptoras est¶an protegidas u ¶nicamente por una delgada capa de mucosidad de s¶olo 0.1 mm, tienen largas proyecciones, llamadas axones, en los bulbos olfatorios que son, en los humanos, unas es- La conexi¶ on nariz { g¶ onadas Los peque~ nos c¶ umulos celulares que constituyen al hipot¶ alamo gobiernan una gran cantidad de funciones ¯siol¶ ogicas, entre ellas la reproducci¶ on sexual. Las sustancias qu¶³micas secretadas por el hipot¶alamo pasan por unos delgados canales a la pituitaria, una estructura glandular debajo del hipot¶alamo la cual controla directamente el °ujo de las hormonas sexuales en hombres y mujeres. El °ujo de mensaje qu¶³micos desde el hipot¶ alamo estimala a la pituitaria para verter hormonas, las gonadotropinas, en ¶ la sangre. Estas act¶ uan sobre las g¶ onadas (los ova- 12 ContactoS 59, 10{17 (2006) rios en las mujeres, los test¶³culos en el hombre) para producir las hormonas sexuales correspondientes: estr¶ ogenos (principalmente estradiol, estrona y estriol) y los andr¶ogenos (fundamentalmente testosterona). Son las hormonas sexuales las que, a su vez, de¯nen las caracter¶³sticas sexuales secundarias desarrolladas en la pubertad. Los estudios de laboratorio hechos con roedores indica que hay una cadena de se~nales qu¶³micas entre la nariza y las g¶ onadas, v¶³a el hipot¶alamo y la pituitaria; si se rompe esa cadena el curso normal de la reproducci¶ on sexual se ve alterado grandemente, aunque ser¶³a sobresimpli¯car decir que no la puede haber. Por ejemplo, las ratas maduras sexualmente e inexpertas en la materia, a las que se cortaron los nervios olfatorios, no mostraron inter¶es en las hembras maduras sexualmente. Pero, cuando el mismo procedimiento se aplic¶o a machos expertos, se daban el cortejo y apareamiento normales. Esta investigaci¶ on, y otras semejantes, con roedores revelan que el comportamiento reproductivo no est¶ a bajo un control simple del sistema olfatorio. Hay datos de la conexi¶on entre la nariz y las g¶onadas en los humanos y de que la funci¶on sexual depende de ¶esta. Es frecuente que los accidentes automovil¶³sticos da~ nen los nervios olfatorios por alargarlos en exceso; el resultado es la p¶erdida del olfato, anosmia, y en las mujeres la interrupci¶on del ciclo menstrual. Este da~ no es temporal pues los nervios olfatorios crecen nuevamente. La relaci¶ on entre la nariz y la reproducci¶on sexual en los humanos ha sido propuesta desde la antigÄ uedad. Los estudiantes de medicina de Hip¶ocrates recomendaban a los hombres \abst¶ente del calor y de las mujeres" ante los s¶³ntomas de resfr¶³o o catarro pues consideraban que el ardor sexual irritaba la nariz. De hecho, durante el embarazo y la pubertad, cuando es tan alto el nivel de hormonas sexuales que llega a sangrar la nariz; en forma semejante, algunas mujeres sufren irritaci¶on nasal cuando est¶an por ovular. La extrema sensibilidad de las membranas nasales a la concentraci¶on de hormonas sexuales en la sangre a¶ un no se ha explicado adecuadamente. Existe una extra~ na enfermedad conocida como s¶³ndrome de Kallman, las g¶onadas no se desarrollan y la persona nunca entra en la pubertad. Quienes la padecen tienen una baja producci¶ on de gonadotropinas y, punto interesante, sufren de anosmia. Las investigaciones elaboradas por Dietrich KlingmÄ uller y sus colaboradores en Bonn, Alemania, revelan que este s¶³ndrome est¶ a relacionado con una malformaci¶on del sistema olfatorio. Aunque queda mucho trabajo por hacer, hay evidencias sustanciales de una co- Figura 2. Diagrama de la piel humana; muestra las gl¶ andulas apocrinas y seb¶ aceas y su relaci¶ on con el fol¶³culo piloso. Ambas gl¶ andulas vierten sus secreciones en el fol¶³culo; los olores humanos resultan de una combinaci¶ on de la secreci¶ on apocrina y del sebo. En contraste las gl¶ andulas sudor¶³paras, o ecrinas, vierten directamente su secreci¶ on, fundamentalmente agua, sobre la piel para regular la temperatura del cuerpo. nexi¶ on psicol¶ ogica y anat¶ omica entre la nariz y las g¶ onadas. Gl¶ andulas productoras de olores Como hemos dicho, es durante la pubertad que las hormonas secretadas por los test¶³culos y ovarios desarrollan las caracter¶³sticas sexuales secundarias. Una caracter¶³stica de la pubertad es la aparici¶on del vello denso ciertas zonas del cuerpo, en particular la regi¶ on p¶ ubica y las axilas. Otra caracter¶³stica, muy molesta para los j¶ ovenes, es el acn¶ e . Ambos fen¶ omenos est¶ an asociados con el \despertar" de miles de gl¶ andulas productoras de olores: las seb¶ aceas y las apocrinas. Cada cabello de nuestro cuerpo, a¶ un el vello m¶ as delgado, est¶ a vinculado a una gl¶ andula, justo encima del fol¶³culo piloso, que segrega una mezcla de sustancias grasas, llamada sebo, ¯gura 2. Estas gl¶ andulas seb¶ aceas son particularmente abundantes alrededor de los pezones en las mujeres, en el escroto en los hombres, y en la cara, cabeza y la regi¶on anogenital de ambos sexos. Hay aproximadamente 140 gl¶ andulas en un cent¶³metro cuadrado en la cara y cabeza. El cabello humano est¶ a equipado con un segundo tipo de gl¶ andula que vierte su secreci¶ on en el fol¶³culo piloso. Estas gl¶ andulas apocrinas abundan en las axilas, la regi¶ on p¶ ubica y la cara. Es tal su densidad en las axilas que se les denomina organo axilar; en un adulto mide unos 5 cm de largo por 2 Cultura y natura del olor humano. D. Michael Stoddart. cm de ancho, en un espesor de 5 mm se hallan las gl¶ andulas con sus ves¶³culas enrolladas. A¶ un se ignora porqu¶ e el ¶organo axilar de las mujeres tiene m¶ as gl¶ andulas apocrinas y de menor tama~ no que el de los hombres. La secreci¶ on apocrina es un l¶³quido oleoso de color gris claro, pero puede ser rojizo, amarillento e incluso negro. La expresi¶on sudar sangre se debe a un efecto, llamado cromidrosis, donde las gl¶andulas apocrinas producen una secreci¶on rojiza. El ¶ organo axilar de las humanos es una reminiscencia estructural de los ¶organos productores de olores comunes en muchas especies de mam¶³feros. Los cuerpos de los mam¶³feros no humanos est¶an muy bien dotados de ¶ organos odor¶³feros y se conoce bien cu¶ ales son sus funciones. El uso m¶as com¶un es la delimitaci¶ on territorial; en este caso el ¶organo odor¶³fero es frotado contra algunas ramas o se roc¶³a la secreci¶ on sobre rocas o ¶arboles. Tales olores rara vez detienen a los visitantes de entrar a la zona, pero informan de la edad y jerarqu¶³a del propietario. Otras especies usan los olores para anunciar su presencia y disposici¶on sexual. Los propietarios de perras saben bien del poder de tales olores en los perros vecinos. A diferencia del conocimiento popular, poco se sabe acerca de las contribuciones de las secreciones odor¶³feras de las humanos en la comunicaci¶ on social y sexual. Pero s¶³ hay una zona de la biolog¶³a humana en la cual los cient¶³¯cos coinciden. Una vez que los reci¶en nacidos han sido alimentados por su madre, son capaces de orientarse correctamente por el olor del pecho materno. Se ha veri¯cado que, al acercar a la nariz de un beb¶e los pechos de diferentes madres que amamantan a sus hijos, el beb¶e se muestra excitado s¶ olo por el pez¶ on de su propia madre. >En qu¶e medida responde al olor de la leche o del sebo de las gl¶ andulas aureolares? No se sabe. Por otro lado, las madres tambi¶en son capaces de distinguir el olor de sus beb¶es despu¶es de una exposici¶on de s¶olo 10 minutos; es una habilidad que mantienen durante unos 30 meses. Ambos fen¶omenos recuerdan la huella arom¶ atica entre las madres y las cr¶³as de ratones, ovejas, murci¶elagos y, posiblemente, todos los mam¶³feros. La poca investigaci¶on hecha hasta la fecha coincide en que la capacidad de reconocer olores est¶ a determinada por la edad y que declina r¶apidamente en los adultos. En 1980, Margret Schleidt, public¶o un estudio con 25 parejas alemanas a quienes se les di¶o una camiseta de algod¶ on usada durante una semana por su pareja. Cada persona olfate¶o grupos de 10 camisetas a ¯n de identi¯car el aroma: si era de su pareja, si era el 13 suyo propio, si era el de un hombre, o si era el de una mujer. S¶ olo un peque~ na porcentaje de los sujetos pudo identi¯car el sexo por el olor de la camiseta. Tanto los hombres como las mujeres coincidieron en que el olor de las camisetas de los hombres era desagradable, en cambio el olor del de las mujeres era agradable. Result¶ o interesante que los hombres que identi¯caron su camiseta cali¯caran su olor como agradable <aunque no fuera la de ellos! Los resultados anteriores muestran las grandes di¯cultades que hay en las investigaciones acerca del olor humano: el de uno mismo es agradable, el de los dem¶ as no. La cultura del olor humano Comparados con otros primates, los humanos tienen mayor n¶ umero de gl¶ andulas odor¶³feras pero conf¶³an muy poco en las se~ nales arom¶ aticas. En Occidente, donde el agua fr¶³a o caliente est¶ a disponible girando la llave del grifo, ha habido un esfuerzo concentrado para remover todas las trazas de olor humano, no s¶ olo con el ba~ no diario sino tambi¶en con el rasurado de la barba y las axilas. Las investigaciones desarrolladas en la d¶ e cada de 1950 mostraron que las axilas rasuradas pueden permanecer libres de olores entre 24 y 36 horas despu¶ es del ba~no, pero cuando las axilas conservan el vello el olor puede notarse a las 4 horas posteriores al ba~ no. La diferencia se halla en que el vello permite la proliferaci¶ on de bacterias; de hecho, la secreci¶ on axilar es casi inodora, son las bacterias las que producen el caracter¶³stico olor a sobaquina. Es obvio que los jabones antibacteriales y desodorantes antitranspirantes controlan ese aroma. Parad¶ ojicamente, aunque los humanos no queramos oler a humano, insistimos en oler a algo. Por miles de a~ nos se han usado ungÄ uentos perfumados, productos vegetales y animales para \oler a algo". Para los antiguos egipcios hab¶³a una clara relaci¶on entre la felicidad y el aroma agradable, tan es as¶³ que el jerogl¶³¯co de la felicidad era una nariz, ¯gura 3, p¶ag 14. En la cultura egipcia, para ascender a los cielos, hab¶³a que descender a la tumba de Osiris. El dios del inframundo exudaba un ¯no aroma, y todos los que lo inhalaban alcanzaban la paz. Para ayudar al ascenso el cuerpo momi¯cado era recubierto de incienso y otros perfumes, tambi¶en se colocaban recipientes con perfumen en la tumba. No est¶ a claro cu¶ al es el origen de esta creencia pero est¶ a relacionada a la idea de que los olores suaves protegen contra las in°uencias demon¶³acas. Durante la epidemia de la peste negra, que devast¶ o Europa en el siglo XIV, as¶³ como en los brotes siguientes, los m¶edicos usaban curiosas m¶ascaras en forma de pico de p¶ ajaro donde hab¶³an coloca- 14 ContactoS 59, 10{17 (2006) Figura 5. M¶ ascaras usadas por los m¶ edicos durante el siglo XIV. En el pico colocaban yerbas arom¶ aticas para proteger de las enfermedades. Figura 3. La relaci¶ on entre la felicidad y los aromas agradables se revela en el jerogl¶³¯co egipcio para nariz y felicidad. El papiro muestra a Anubis, dios del embalsamamiento, con recipientes que contienen las v¶³sceras removidas. do p¶etalos de °ores y yerbas, ¯gura 5; tambi¶en usaban peque~ nos braseros con incienso para perfumar el aire y proteger contra los olores diab¶ olicos del enfermo. Otros m¶edicos colocaban pomas, naranjas tachonadas con clavos de olor, cerca de su nariz a medida que se acercaban al enfermo, ¯gura 6, p¶ ag 15. La rima inglesa del siglo XIV \Un anillo, un anillo de rosas, de ramilletes lleno un bolsillo, a{ach¶ u, a{ ach¶ u, todos moriremos" revela la relaci¶ on entre la plaga, que produc¶³a anillos oscuros y manchas en la piel, con la creencia ingenua en el poder pro¯l¶ actico de los aromas. Figura 4. Ofrenda funeraria egipcia. Para los egipcios Osiris, dios del inframundo, exudaba un olor ¯no, por lo que la momi¯caci¶ on inclu¶³a aceites y esencias. En el siglo XI, el m¶edico ¶ arabe Avicena comenz¶o a usar el olfato para el diagn¶ ostico de enfermedades, y se percat¶ o de que las variaciones en el olor de la orina resultaba de la eliminaci¶ on de las in°uencias malignas. Durante mucho tiempo se sostuvo que las enfermedades eran resultados de \aires malignos", de ah¶³ el nombre de malaria. Hoy se sabe que un cambio en el olor de la orina, tal como el olor dulce de la orina de un diab¶etico, revela una anormalidad metab¶ olica. La noci¶ on com¶ un de que una esencia dulce aleja a los malos esp¶³ritus est¶ a profundamente arraigada en Cultura y natura del olor humano. D. Michael Stoddart. 15 nicaci¶ on qu¶³mica y de su funci¶ on en la reproducci¶ on sexual y la informaci¶ on acerca del v¶³nculo nariz y gl¶ andulas sexuales >puede a¯rmarse que las esencias humanas in°uyen en el atractivo sexual? El olfato en la reproducci¶ on de los mam¶³feros Se ha comprobado que los ratones son modelos u ¶tiles para estudiar la funci¶ on del olfato en la reproducci¶ on de los mam¶³feros, por lo que ser¶ a¶ util revisar lo que se sabe acerca de esta especie antes de discutir lo que se sabe de los humanos. Poco despu¶ e s del ¯nal de la segunda guerra, cuando los laboratorios comenzaban a requerir de colonias de ratones para la investigaci¶ on farmac¶eutica, Hilda Bruce, investigadora de la Universidad de Cambridge, not¶ o que las hembras en una reciente segunda pre~ nez, al estar en contacto con machos de otra colonia, interrump¶³an las gestaci¶ on y no volv¶³an a quedar pre~ nadas. Poco despu¶ e s se descubri¶ o que no era necesaria la presencia de los machos extra~ nos, bastaba un poco de su orina o del material de su nido para interrumpir la gestaci¶ on. Figura 6. En Europa, durante las grandes plagas, el olor de una persona enferma pod¶³a enfermar a otros; los olores suaves proteg¶³an de los esp¶³ritus malignos. la psique humana, incluso de los humanos modernos; esto explica porqu¶e nos atraen los productos de limpieza que dejan el ambiente perfumado con un olor particular. A pesar de los conocimientos acerca del papel de los microorganismos en las enfermedades y de qu¶e sustancias los combaten, a¶ un creemos que los desinfectantes deben tener un olor fuerte, cosa que los fabricantes aprovechan para su propio bene¯cio. Aunque la mayor parte de los occidentales sostenemos que el cuerpo humano no tiene un olor particularmente excitante, muchos escritores y poetas han cantado la fragrancia de sus amadas en formas muy variadas y evocativas. El autor b¶³blico de la Canci¶ on de Salom¶ on describe el olor de las prendas de su amada como \esencias del L¶³bano. Un jard¶³n privado es mi hermana, mi amada". En la misma obra pide al viento del norte \sopla en mi jard¶³n, dispersa su fragancia. Que mi amada llegue al jard¶³n y coma los frutos m¶ as selectos". El poeta ingl¶es del siglo XVII Robert Herrick hizo referencias frecuentes a los aromas de sus amadas imaginarias, incluso titul¶o un poema \El sudor de Julia". Emile Zola, Charles Baudelaire, Joris{Karl Huysmans, y otros celebrados escritores, exploraron la psique y la profundamente arraigada idea del poder de los olores humanos en la excitaci¶ on sexual. >Pero hay un fundamento cient¶³¯co para tal idea? Dada la antigÄ uedad de la comu- M¶ as o menos en ese tiempo, dos bi¶ ologos holandeses, S. van der Lee y L. M. Boot, observaron que si las hembras de rat¶ on se manten¶³an juntas y totalmente aisladas de los machos, iban alargando sus ciclos de celo (normalmente de 4 d¶³as), hasta que llegaban a interrumpirse. El investigador australiano Wisley Whitten extendi¶ o estas observaciones descubriendo que si, a una colonia de hembras que hubieran perdido el celo, se introduc¶³a un macho, sus ciclos se produc¶³an una vez m¶ as. Desde 1960 se han hecho cuidadosas investigaciones que coinciden en un complejo modelo del control qu¶³mico reproductivo de los ratones. Las se~ nales qu¶³micas en cuesti¶ on se deben a unas sustancias llamadas feromonas (del griego \hormona que conduce") y est¶ an presentes en los vertebrados e insectos. Las feromonas son sustancias producidas y liberadas por un organismo que provocan una reacci¶ on particular en otro organismo de la misma especie. En los ratones, las feromonas que in°uyen en la reproducci¶ on pueden ser transportadas como olores hacia la nariz, o como sustancias disueltas hacia la boca. Las sustancias qu¶³micas disueltas son detectadas por un ¶ organo especializado, el ¶ organo vomeronasal (u ¶ organo de Jacobson), colocado en la parte superior de la boca. Este ¶ organo es, de hecho, una segunda nariz, la u ¶nica diferencia es que las mol¶eculas que lo activan son transportadas por una soluci¶ on acuosa en la cavidad bucal. A semejanza de la membrana con c¶elulas receptoras de la nariz, el ¶organo vomeronasal env¶³a sus mensajes neurales al siste- 16 ma l¶³mbico mediante un conjunto de c¶elulas nerviosas especiales. Una vez que han sido detectadas las feromonas, se eleva la concentraci¶on de gonadotropinas y, en consecuencia, se producen respuestas y comportamientos caracter¶³sticas, por ejemplo, el estro. Las hembras j¶ ovenes en contacto con el olor de ratones machos crecen m¶ as r¶apidamente y alcanzan la madurez sexual m¶ as pronto que las hembras acompa~ nadas s¶olo de \t¶³as solteronas". Los cient¶³¯cos han descubierto mucho acerca de los efectos de los olores en el desarrollo y comportamiento sexual de los ratones, pero ignoran los mecanismos bioqu¶³micos responsables. Se conoce mucho m¶as del control feromonal de los ratones que de cualquier otro mam¶³fero, sin embargo, al parecer, tal control existe en cierta medida en la mayor¶³a de los mam¶³feros terrestres. Los criadores de ovejas y cabras, as¶³ como los de caballos, perros y gatos, saben que sus machos prueban la orina de sus hembras. Despu¶es de dar un lengÄ uetazo a la orina, el macho eleva la cabeza y absorbe aire repetidamente con la boca parcialmente abierta para enviar las sustancias al ¶organo vomeronasal. Este comportamiento, conocido como °ehen (del alem¶ an \implorar") incluye rizar los labios en una mueca semejante a un gru~nido. Se ha propuesto que el ¶ organo vomeronasal informa de la condici¶on sexual de sus cong¶eneres y la nariz interviene en segunda instancia. Hasta 1990 se pens¶o que el ¶organo vomeronasal carec¶³a de funci¶ on en los humanos, pero hoy se cuestiona esta a¯rmaci¶on. Las investigaciones anat¶omicas m¶ as recientes muestran que hay un par de tubos en el septum nasal de 2 a 8 mil¶³metros de longitud y est¶ an alineados con c¶elulas especializadas que, quiz¶ as, tienen una funci¶ on sensorial. Un grupo de investigadores en Utah, dirigidos por David Berliner, han concluido que el ¶ organo vomeronasal humano es particularmente sensible a las feromonas humanas. Seguramente esta ¶ area de investigaci¶on dar¶a frutos pr¶ oximamemnte; es muy probable que tengamos el mismo sistema receptor feromonal que otros mam¶³feros terrestres. >Hay feromonas humanas? La casi universal relaci¶on entre el olor en el control reproductivo de los mam¶³feros no humanos sugiere que la biolog¶³a reproductiva est¶a, en cierta medida, bajo control odor¶³fero. Pero >existen las feromonas humanas? >Juegan alg¶ un papel de importancia en la reproducci¶ on? Las investigaciones en esta materia no son concluyentes. En 1971, la investigadora Martha McClintock, de Illinois, report¶o que las mujeres que compar- ContactoS 59, 10{17 (2006) ten habitaciones en las universidades femeninas experimentan ciclos menstruales sincr¶ onicos. Los datos fueron apoyados por una investigaci¶ on brit¶anica que revela un efecto interpersonal, a semejanza de lo ocurrido con poblaciones de ratones hembra. Por otro lado, M. J. Russell y sus colaboradores, de California, investigaron la capacidad de algunas mujeres para \controlar" los ciclos menstruales de otras. Su trabajo se concentr¶ o en las secreciones axilares pues contienen compuestos esteroidales, los mismos que intervienen en el apareamiento de los cerdos. Los investigadores colocaron en el labio superior de un grupo de voluntarias un poco de extracto axilar de la supuesta mujer \controladora" y, en otras, un placebo. Despu¶ e s de tres meses los ciclos de las mujeres que recibieron el extracto era casi por completo sincr¶ onico con el de la donadora, mientras que los del grupo placebo no hab¶³a tal coincidencia. Otros estudios buscan relacionar la secreci¶ on axilar con la ¯siolog¶³a humana. As¶³, por ejemplo, se ha encontrado que el extracto masculino de la axila, aplicado peri¶ odicamente al labio superior femenino, reduce las irregularidades de los ciclos menstruales. Debe anotarse, con todo, que las poblaciones investigadas son tan peque~ nas que no pueden hacerse inferencias estad¶³sticas. Las investigaciones desarrolladas con monos rhesus en Inglaterra por Richard Michael, a mediados de la d¶ecada de 1960, apuntan a que el estado del ciclo de una hembra pod¶³a determinarse por su secreci¶ on vaginal. Estas sustancias fueron llamadas copulinas pues se mostr¶ o que los machos buscaban aparearse con las que estaban en la cima de su estro. Las copulinas son ¶ acidos grasos producidos por la acci¶ on de diversas bacterias sobre el glic¶ ogeno y alcanzan una concentraci¶ on m¶ axima durante la ovulaci¶ on. Otros estudios han mostrado que los ¶acidos grasos tambi¶en son producidos en las secreciones vaginales de las mujeres, pero en cantidades muy variables. Los estudios de laboratorio revelan que los humanos, hombres y mujeres, no encuentran el olor vaginal particularmente agradable, aunque es menos desagradable durante la ovulaci¶ on. Adem¶ as, no hay evidencia de que tal extracto, usado como perfume, act¶ ue como afrodis¶³aco. En cuestiones de libido, los humanos somos claramente distintos a los monos rhesus. Las mujeres, por lo general, son m¶ as sensibles a los olores durante la fase media del ciclo menstrual, e.d. durante la ovulaci¶ on; observaci¶ on que condujo a muchos escritores a concluir que el sentido del olfato est¶ a muy relacionado con el ciclo reproductivo. Cultura y natura del olor humano. D. Michael Stoddart. Los niveles de hormonas sexuales, estradiol y estrona, tambi¶en alcanzan un pico en la ovulaci¶ on, y est¶ a comprobado que ¶estas aumentan los niveles de otras hormonas que mejoran la sensibilidad olfativa. En consecuencia, la disminuci¶on del umbral olfativo, esto es, el aumento de sensibilidad, resulta de un cambio hormonal m¶as complejo. La lectura cr¶³tica de la ahora abundante literatura sobre este tema puede convencer a cualquiera del papel de las feromonas humanas en la ¯siolog¶³a y el comportamiento sexual. No puede negarse que hay datos a favor y que es tentador (e incluso muy usual) sostenerlo, pero es prudente mantenerse esc¶ e ptico. Hoy d¶³a se investiga el tema en muchos laboratorios de todo el mundo; sin duda la siguiente d¶ecada veremos muchos puntos resueltos. La p¶ erdida del olfato, la ganancia de la familia En breve, es incierto el papel de los olores en la biolog¶³a reproductiva humana, >por qu¶e, entonces, hay tan abundante comercio de perfumes que se anuncian como \provocativos"? >Por qu¶e son tan abundantes las esencias y fragancias de animales: civetas, castores, venados almizcleros? >o esencias de °ores (que atraen a polinizadores)? En otras publicaciones he propuesto una teor¶³a que explica este enigm¶ atico estado de cosas. Cuando nuestros lejan¶³simos ancestros habitaban en las selvas, probablemente vivieron en peque~ nos grupos familiares, con un macho dominante y, quiz¶ as, dos o tres hembras y alg¶ un joven. Cuando las hembras entraban en celo, produc¶³an su olor caracter¶³stico lo que provocaba la c¶opula y el embarazo, as¶³ como en la mayor¶³a de los primates y otros mam¶³feros actualmente. Posteriormente, con la evoluci¶ on humana, hace unos diez millones de a~ nos, nuestros ancestros hom¶³nidos salieron de la selva a los llanos. En este escenario habitaban los ancestros de los animales ungulados y los de pezu~ na, pero tales presas de pies ligeros, eran inacessibles a cazadores individuales, incluso a una familia. Los grupos humanos comenzaron a unirse, se formaron bandas de cazadores capaces de emboscar a las presas. Esta mayor capacidad de caza pudo haber sido el imperativo para la vida gregaria. En una comunidad multifamiliar la producci¶ on continua de olores de estro habr¶³a sido contraproducente; habr¶³a minado la seguridad de los padres, necesaria para el desarrollo prolongado y lento de las cr¶³as, pues los machos nunca tendr¶³an la certeza de su paternidad. Los sociobi¶ologos sostienen que la selecci¶ on natural favoreci¶o la persistencia de la familia nuclear a¶un dentro de los grupos gregarios. Se ha 17 propuesto, por tanto, que el sistema olfatorio perdi¶ o sensibilidad al ciclo estrual para proteger la base gen¶ etica de la familia nuclear. Por lo misma raz¶on la ovulaci¶ on qued¶ o oculta visualmente y se desarrollaron otras adaptaciones ¯siol¶ ogicas para reforzar a la pareja. Para los humanos actuales el olor no juega un papel central en la reproducci¶ on humana, pero hay remanentes de su importancia en la psique profunda. Estas trazas pueden ser activadas, las emociones pueden ser inducidas por la esencia de la civeta o del almizclero y, seguramente, por las de otras especies. Los ¶ organos odor¶³feros de los humanos no funcionan como en los dem¶ as mam¶³feros porque no atraen al miembro opuesto desde lejos. Su evoluci¶ on es consistente con un conjunto complejo de adaptaciones que mantienen el enlace entre macho y hembra el tiempo su¯ciente para la cr¶³a de los descendientes. Los ¶ organos odor¶³feros de los humanos act¶ uan discreta y sutilmente, y s¶ olo en las circunstancias m¶as ¶³ntimas cumplen con la antigua funci¶ on de disparar la reproducci¶ on. Tal teor¶³a, desde luego, no es posible de con¯rmar. Supone circunstancias que desaparecieron hace millones de a~ nos, por lo que es pura especulaci¶on. Pero su validez reside en la observaci¶ on de la funci¶on olfativa en la reproducci¶ on de los mam¶³feros. El olfato humano est¶ a lejos de ser redundante. La vida urbana puede ignorarlo, pero no cancela la excitaci¶ on que produce el aroma de la tierra h¶ umeda, del pasto reci¶ e n cortado, o de la madera aserrada. Ni puede eliminar las exquisitas y vibrantes sensaciones que todos conocemos. Lecturas adicionales Alain Corbin. The Foul and the Fragrant: Odor and the French Social Imagination. Berg Publishers Ltd, 1986. Ellis Douek. The Sense of Smell and Its Abnormalities. Churchill Livingstone, 1974. Aytoun Ellis. The Essence of Beauty. Secker and Warburg, 1960. Max Lake. Scents and Sensuality. John Murray, 1989. D. Michael Stoddart. The Scented Ape: The Biology and Culture of Human Odour. Cambridge University Press, 1990. Steve Van Toller, George H. Dodd. Perfumery: The Psychology and Biology of Fragrance. Chapman and Hall, 1988. cs