El gobierno de Horacio Vásquez

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PALABRAS DEL DR. EDUARDO J. TEJERA EN LA PUESTA EN CIRCULACIÓN
DEL LIBRO “EL GOBIERNO DE HORACIO VÁSQUEZ 1924-1930;
DEMOCRACIA Y DESARROLLO”. EL 17 DE JULIO DE 2014, EN LA
BIBLIOTECA NACIONAL.
Señoras y Señores,
Distinguidos Amigas y Amigos,
Buenos noches a todos (a):
Antes que nada deseo darles las gracias a todos las amistades
aquí presentes por acompañarme en este evento de puesta en
circulación de mi nueva obra: “El Gobierno de Horacio Vásquez
1924-1930: Democracia y Desarrollo”. Me da mucha satisfacción
que mi viejo amigo y colega economista, el Lic. Eduardo García
Michel Vásquez, descendiente de la familia de Don Horacio, haya
aceptado presentar con rigor y gran generosidad esta obra de un
gran mocano que fue tres veces presidente de la República y que
fue un enorme líder y caudillo democrático durante tres décadas.
Muchas gracias, apreciado Eduardo, por tus palabras y elogios.
Este es un libro sobre la historia política, la historia económica y
la evolución y cambios sociales, que ocurrieron durante el
período de gobierno de un gran presidente muy olvidado, que
manejó la nave del Estado con plenas libertades públicas, sin
presos políticos, en democracia, desarrollo económico y que
aplicó una agresiva política de construcción de grandes obras de
infraestructuras, escuelas y hospitales en todo el país. En su
gobierno se produjo la segunda Danza de los Millones en 1927,
cuando el país estaba en plena expansión de todas sus fuerzas
internas.
Horacio Vásquez fue presidente en el 1899 por varios meses,
después del ajusticiamiento de Lilís, realizado por su primo
Ramón Cáceres Vásquez, junto con Jacobo y Manuel de Lara y el
propio Don Horacio. Después en el 1903 fue presidente otra vez
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por casi un año y en ese mandato introdujo el dólar
norteamericano como moneda de curso legal y comenzó las
negociaciones con los acreedores externos del país. Fue un
corto, pero fructífero gobierno, que fue derrocado por una
asonada militar entre caudillos característicos de la época. De
estos años comenzó la leyenda de los héroes de la Revolución
del 1899 y la mística del horacismo. Don Horacio y Món Cáceres
eran los líderes más populares del momento.
Dos décadas después, tras la desocupación del Gobierno
interventor norteamericano fue electo presidente Constitucional
en el 1924 y se mantuvo en el poder hasta el 3 de marzo de
1930, fecha en que fue forzado a renunciar por el golpe de
estado traicionero de Trujillo y sus conmilitones. Este período de
seis años de gobierno estuvo lleno de progreso material,
aumento de la producción y las exportaciones, y se produjo un
cambio en la forma de vivir y en el bienestar general de la
población. El país cambio su fisonomía rural y comenzó el
proceso de urbanización y transformaciones sociales.
La obra aspira a brindar una visión global y revisada, primero de
un líder muy popular y último caudillo tradicional, que fue el eje
político en el poder o fuera del poder, del largo período de los
primeros treinta años del Siglo XX. Segundo, también aspira a
describir y analizar las políticas públicas y acciones del
presidente Vásquez durante su Gobierno de seis años. La historia
ha de reconocer que fue un presidente democrático y respetuoso
de las libertades públicas en una época traumática y penosa,
acostumbrada a la violencia política, a la montonera militar, el
llamado concho primo. En esos años no existía una mínima
tradición de vocación civil y respeto a las leyes y la Constitución.
En ese período de paz y libertades, que produjo el presidente
Vásquez el país avanzó notablemente en lo económico y en la
transformación de la sociedad y del país. Fue, como diríamos
hoy, un presidente desarrollista.
Sin embargo, también cometió graves errores que mancharon su
larga trayectoria política y que ayudaron, sin proponérselo, a
crear las condiciones del golpe de estado del General Rafael
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Trujillo y Rafael Estrella Ureña y otros conspiradores, que
traicionaron al viejo y enfermo caudillo. Debido a las ambiciones
de poder y el continuismo tan arraigado en la idiosincrasia
nacional, Don Horacio se negó a sí mismo y sus ideas, al
provocar, junto a sus Ministros y leales legisladores, el debate
Constitucional, para permitir la Prolongación de Poderes en 1927
por dos años más, la otra reforma de la Constitución en 1929
para permitir la reelección y después con su polémica
postulación como candidato a la presidencia por otro período
para las elecciones de 1930. Estos tres hechos al final afectaron
su imagen ante la historia nacional.
Por estos errores fueron magnificados y distorsionados por el
interés de Trujillo de justificar su golpe de estado y por eso su
corte de intelectuales borró a Don Horacio de la historia. Durante
la era de Trujillo se ordenó olvidar y hasta negar la contribución
durante treinta años de este caudillo democrático al desarrollo
político y económico de la nación. La dilatada vida política y la
obra de gobierno de este singular mocano fue, mucho más que
estos desaciertos al final de su gobierno, ya viejo, muy enfermo y
con la mente muy debilitada y vacilante, como se apreciará en el
libro.
Por otro lado, después de la muerte de Trujillo en 1961, los
historiadores y políticos democráticos y liberales, también
rechazaron la historia y obra de gobierno del presidente
Vásquez, porque consideraron que por su ingenuidad y
terquedad dejó que se creara el fenómeno de Trujillo. Es decir, el
legado de Don Horacio, -- he podido apreciar --, quedó olvidado
y borrado tanto por la extrema derecha durante Trujillo, como
por el movimiento democrático que emergió tras su
ajusticiamiento.
Sin embargo, entiendo que hoy con la tranquilidad y objetividad
de la distancia, se puede y debe revisar la obra completa de este
caudillo popular y avasallador que por treinta años se mantuvo
en la cúspide del liderato nacional y con una obra de gobierno
muy meritoria y por la paz que le brindó al país, que fue
totalmente algo inusual e inédito en esos años de inestabilidad y
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violencia sectaria. Horacio Vásquez, sin duda, brindó un período
de democracia, amplio desarrollo, libertades públicas y manejó el
gobierno con una honestidad cabal, en esos años formativos. La
extrema honradez de Don Horacio, su sencillez, su espíritu
democrático, tolerante y bonachón, lo coloca en un sitial especial
en la historia.
En el libro podrán apreciar en diferentes capítulos, primero una
síntesis histórica, y después la política fiscal, el programa de
inversiones públicas, las inversiones en agricultura, hospitales,
escuelas, pequeñas presas y proyectos de regadíos agrícolas, la
construcción del primer acueducto de Santo Domingo, carreteras,
al norte, sur, oeste y este del país, la construcción de cuatro
puentes de acero, y el fomento de la producción y las
exportaciones. Los programas de asentamientos de colonos y el
primer plan de inversiones agrícolas en rublos alimentarios para
hacer auto suficiente el país, en arroz, habichuelas, maíz, carnes
y verduras.
Podrán observar en un cuadro los Presupuestos Nacionales de
cada año de gobierno, publicados en la Gaceta Oficial y las
explicaciones y detalles de lugar. Igualmente, se resalta la
política azucarera y las relaciones con los ingenios y el
emergente colonato privado de caña, la primera reforma
tributaria y arancelaria proteccionista que realizó en el 1925 para
modificar los bajísimos aranceles que impuso el Gobierno Militar
norteamericano, para beneficiar las importaciones de ese país.
Don Horacio y su Ministro de Hacienda lograron con esta reforma
defender la producción nacional, a pesar que lo prohibía la
Convención Domínico Americana del 1907. Fue un gran logro de
maniobra diplomática personal del presidente Vásquez. En la
obra describimos la política de comercio exterior y el aumento de
las exportaciones y la composición geográfica de las
importaciones. Todos son temas y cifras económicas y
comerciales muy importantes, olvidados por la historia
convencional.
En el plano de política exterior bilateral, sobresale como un gran
logro la mejoraría en las relaciones entre Haití y nuestro país. El
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presidente Vásquez fue en visita oficial a Haití en agosto de 1927
y en diciembre el presidente Louis Borno igualmente vino a Santo
Domingo, para marcar el rumbo de las nuevas relaciones entre
los dos países que comparten la Isla. De estas visitas e
intercambios se acordó crear una Comisión de Expertos, para
estudiar la demarcación de la frontera con el vecino país. Como
resultado, el 21 de enero de 1929 se firmó el primer tratado de
demarcación física de la línea y puntos de la frontera, lo que fue
un exitoso hito histórico. En el Tratado, ambos países se
comprometieron a que sus relaciones se basaran en la paz, el
mutuo respeto y en el comercio y bienestar, en vez de en odios,
prejuicios y rencillas históricas. Los dos presidentes fueron
pioneros en esta materia de política exterior bilateral.
Después de seis años de inestabilidad y gobiernos efímeros del
1911 al 1916 y de una injusta y desagradable intervención militar
norteamericana que duró ocho años, de 1916-1924, el
presidente Vásquez reactivó nuevamente la política exterior del
país. Se volvió a tener una diplomacia activa y presencia en los
cónclaves internacionales, como la participación dominicana en
la Sexta Conferencia Internacional de los Estados Americanos,
celebrada en La Habana en enero de 1928, que por primera vez
condenó la intervención extranjera en cualquier país y proclamó
la defensa de la soberanía de cada país. También envió al Dr.
José Dolores Alfonseca, fiel horacista y colaborador, Senador y
después Vicepresidente, a la Conferencia Económica Continental,
que se celebró en Río de Janeiro a finales de 1927. Al diputado
horacista Luis F. Mejía, lo envió a la 24 Conferencia
Interparlamentaria que se celebró en París en agosto de 1927,
para fortalecer las relaciones de legisladores del Hemisferio.
La relaciones con Estados Unidos se modificaron y se comenzó a
mejorar notablemente gracias al pragmatismo y sagacidad del
presidente Vásquez, sus Ministros de Relaciones Exteriores y los
dos jefes que tuvo de la Misión dominicana en Washington.
Como presidente electo el 19 de mayo de 1924 Vásquez fue a
Washington a reunirse con el presidente Calvin Coolidge en la
Casa Blanca para negociar ciertos aspectos de las tratados
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vigentes y promover la inversión norteamericana en el país en
nuevos sectores.
Como presidente, Vásquez logró negociar y modificar la
Convención Dominico Americana en el 1924, para flexibilizar a
favor del país la entrega de más recursos de la Receptoría
General
de
Aduanas,
administrada
por
funcionarios
estadounidenses. A principios de 1925, Vásquez logró negociar,
que se eliminara la designación impuesta de un ingeniero
norteamericano como Director de Obras, dentro del Ministerio de
Obras Públicas, que existía desde el Gobierno de Cáceres. En lo
adelante, fue designado un ingeniero dominicano, el primero fue
el Ing. Alfredo Ginebra.
En una sección del libro, se narra la especial relación personal
entre Vásquez y el diplomático Sumner Welles, que fuera de la
diplomacia oficial, le sirvió mucho como asesor gratuito y
cabildero en Washington y ayudó significativamente a mejorar las
conflictivas y recelosas relaciones entre ambos países. A hay
muchas cartas e informes citados de la Colección Bernardo Vega
en el Archivo General de la Nación y de otras fuentes. Esta
singular relación personal fue muy provechosa.
Una parte novedosa es la narración sobre la llamada Comisión
Económica Dawes, presidida por el ex vicepresidente de Estados
Unidos Charles G. Dawes un experto financista, quien junto con
10 especialistas, banqueros, contadores, abogados, agrónomos y
ejecutivos, a solicitud de Vásquez y por mediación de Welles,
vinieron al país el de abril de 1929, a examinar el estado de la
economía, la administración del Gobierno y las finanzas públicas.
Recomendaron y redactaron diversas leyes y reformas que el
Congreso aprobó, que hoy llamaríamos reformas estructurales.
Esta Comisión Económica de alto nivel produjo un informe que
fue publicado, que me parece que es el Primer Informe País, de la
República Dominica. Sirvió para pasar leyes y reducir el gasto
público, para mitigar el déficit fiscal en los albores de 1929. La
Comisión encontró un déficit fiscal desconocido y reportó los
actos de corrupción y despilfarro en Obras Públicas y en el
Ejército Nacional dirigido por el General Trujillo.
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Como se podrá apreciar, el Gobierno de Horacio Vásquez tuvo
una activa política económica, fiscal, agrícola, de infraestructura,
y de gastos sociales en salud y educación. Fue un Gobierno
activo y reformador, dentro del contexto de la época. En el libro
se explica esta labor y las políticas de conjunto y sectoriales que
fueron muy beneficiosas y productivas.
Los últimos cuatro meses del Gobierno de Vásquez y su propia
situación de salud fueron dramáticos. Desde noviembre de 1929
hasta su derrocamiento sucedieron eventos extraordinarios que
se narran en la obra, que culminaron con el golpe de estado.
Vásquez y su esposa Doña Trina de Moya, su doctor y escolta, se
fueron en diciembre de 1929 a Baltimore para someterse a
chequeos médicos, en el Hospital Johns Hopkins, donde lo
tuvieron que operar para extraerle un riñón. Regresó el 6 de
enero de 1930 y a solo 48 días después de llegar al país,
comenzó el proceso de golpe de estado el 23 de febrero. Don
Horacio llegó con sus acostumbradas energías muy disminuidas
y agotado para tomar decisiones. Ya no era el mismo Vásquez. El
viejo zorro de la política y el líder más popular de su época, cayó
en la debilidad de creer que Trujillo le era leal. Por la lectura de
los cables de la Misión norteamericana, también creyeron en la
lealtad de Trujillo hasta el 25 de febrero e informaron muy mal al
Departamento de Estado y no hicieron nada para impedirlo.
Varias lecciones he aprendido de las investigaciones del libro.
Una, el mito de que el dictador Trujillo fue quien creó el estado
moderno dominicano, es en mi opinión, completamente falso.
Trujillo se montó en una ola de creación de institucionalidad,
leyes y políticas económicas y programas de obras públicas que
lo comenzaron los norteamericanos durante la ocupación y sus
Gobiernos Militares y lo siguió y profundizó el Gobierno de
Horacio Vásquez. Esta afirmación se podrá confirmar al leer esta
obra.
En adición, deseo expresar otra opinión personal. Si Trujillo no
hubiera traicionado y derrocado al presidente Vásquez, el viejo
caudillo de las masas, aún enfermo y cansado, hubiera ganado
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las elecciones de 1930 por su magnetismo y gran popularidad y
por no tener ninguna oposición fuerte o cohesionada. Y si
Vásquez hubiera seleccionado como candidato presidencial, a su
vicepresidente José D. Alfonseca o a su sobrino político Martín de
Moya por el apabullante Partido Nacional, igual cualquiera
hubiera ganado las elecciones. Pero eso lo sabían Trujillo y sus
secuaces y por eso se adelantaron, y dieron el funesto golpe de
estado, que derrumbó la Tercera República.
La más importante lección de la historia, es las consecuencias tan
dañinas y peligrosas de las ideas continuistas, la reelección sin
límites, el irrespeto y violación de la Constitución y las leyes.
Todos estos actos negativos de valores políticos regresionistas
que aún perduran en el mapa mental dominicano, son una fuente
de atraso democrático y de formación de clanes de corrupción
que violentan la necesaria alternabilidad del poder.
Finalmente, en el último capítulo se hace una evaluación del
legado político y de la vida de Horacio Vásquez. Este ilustre
mocano, Don Horacio tiene que haber tenido cualidades innatas
de líder de masas y de caudillo democrático. No pudo ser medio
indolente o de poca preparación, como sus detractores señalan.
Este hombre sencillo, humilde y demócrata dominó por treinta
años el escenario político nacional. Fue eje y factor de equilibrio
entre los distintos partidos y en cada crisis que sacudió al país.
Forjó el horacismo histórico y creó la más fuerte y popular
organización
política,
el
poderoso
Partido
Nacional.
Indudablemente, tuvo una personalidad y carácter atractivo y
avasallador y un magnetismo popular.
A Don Horacio le seguían ciegamente las masas y fue un líder
natural de sus leales partidarios y hombre honorable, muy
honrado y patriarcal, hasta que murió sólo con su familia el 25
de marzo de 1936 en una modesta casa de madera y techo de
zinc, con escasos recursos, en su amado Tamboril. Sus restos
descansan en la Parroquia Santuario San Rafael de esa ciudad, en
un humilde lecho con su lápida, junto a su distinguida y amorosa
esposa, Doña Trina Moya de Vásquez. Murió con la dignidad y
honradez con que vivió su agitada vida.
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Para concluir, es hora de recordar dos frases célebres, una las
que pronunció el presidente del Senado Dr. Gustavo A . Díaz,
ante la Asamblea Nacional en el discurso de juramentación del
nuevo presidente provisional Rafael Estrella Ureña, cuando dijo
“Sois el sucesor de Horacio Vásquez, apóstol, soldado, y
fundador de las libertades públicas y de la seguridad individual
de la República Dominicana. Don Horacio representa en nuestra
historia, junto a la libertad, la mansedumbre en el poder”.
Igualmente, el culto Prof. Juan Bosch escribió de él “Con el paso
del tiempo Don Horacio se había convertido en un caudillo
idolatrado por sus seguidores, que le llamaban la Virgen de la
Altagracia con chiva y gritaban enardecidos: “Horacio Vásquez, o
que entre el mar”.
Muchas gracias a todos,
Eduardo J. Tejera
17 de julio de 2014.
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