W. Shakespeare /// Caliban y Miranda como Espectadores de un Mundo Mágico y Nuevo Caliban y Miranda comparten el carácter de espectadores del mundo mágico y nuevo que se instaura en la isla a partir del arribo de Próspero. Son espectadores en tanto no participan activamente en la creación ni en la administración de ese nuevo orden que tanto los afecta: Caliban pierde el control de su isla y Miranda pierde, ante sí misma, su identidad. Miranda es una espectadora completamente inocente, pasiva en relación con la historia que también le es propia. Tanto es así que comparte el carácter de espectadora con el mismo público de la obra: ve la tormenta inicial (la del primer prólogo) junto con el público y comparte con ellos el no saber que es su padre el que la ha provocado. Luego, en el segundo prólogo, el relato de los hechos anteriores a la llegada a la isla sirve para actualizar la historia tanto para Miranda como para el público con la salvedad de que Miranda tenía cierto recuerdo de su anterior vida palaciega, de haber gozado de la atención de varias mujeres. Cuando Próspero induce a Miranda a dormir e invita a Ariel a pasar se produce una división, bifurcación, en los caminos de Miranda y los del público (después de todo ella está en la isla). El público queda despierto. A diferencia de Miranda, Caliban-espectador es activo, expresa su desacuerdo, maldice, conspira. Es que Caliban tiene conocimiento del estado de las cosas anterior a la llegada de Próspero, del orden previo, mientras que Miranda no conoce su propia historia, el orden de la isla es el único orden que ella conoce (al menos hasta el momento del llamado segundo prólogo). Ambos "espectadores" comparten además una fuerte relación con Próspero. Miranda representa el futuro, es la descendencia, la heredera de Próspero monarca. Tomando como eje la pérdida de aquello que les pertenecía en el orden previo, es decir el ducado y la isla, / la instauración de un nuevo orden / la recuperación de lo perdido, Caliban puede ser visto como una imagen "en espejo" de Próspero, un reflejo situado en otro eslabón de la "cadena del ser". Y en este contexto el hecho de que Próspero reconozca a Caliban como "propio" constituye un punto adicional de articulación. En La Tempestad conocimiento y lenguaje actúan e interactúan en dos sentidos, con dos connotaciones diferentes. Por un lado, conocimiento como aprendizaje, educación y, por el otro, conocimiento como información. En el caso del lenguaje, aparece como idioma y también como capacidad de comunicarse a través de la palabra. La interacción conocimiento/lenguaje está íntimamente al tema de la "cadena del ser". Próspero y Miranda le enseñan a Caliban a hablar, lo educan. Pero este conocimiento no significa que Caliban ascenderá en la cadena del ser. Caliban solo puede ser lo que es, aun después de haber adquirido la capacidad del lenguaje y cierto conocimiento. Pero lo que Caliban no puede aprender es a ser hombre. Este hecho está explicitado en su intento de violar a Miranda. Caliban puede aprender a usar el lenguaje exquisitamente (III, ii, 128-136), puede también maldecir, puede aprender elementos del imaginario (II, ii, 126127) pero no puede aprender que no está bien violar a Miranda. Próspero puede "educar" a Miranda pero no a Caliban. El lenguaje en tanto idioma -italiano supuestamente pero inglés de hecho- actúa como elemento de cohesión a través de toda la obra ya que posibilita la comunicación entre los personajes. Por ejemplo, cuando Ferdinand conoce a Miranda se asombra de que hable su mismo idioma, y en un momento Stephano se pregunta dónde habrá aprendido Caliban su lengua. En este sentido Ariel es una excepción pero, como se trata de un espíritu, tal vez esté por encima de cuestiones de idioma. El conocimiento (y/o la falta de conocimiento) como información, su carácter parcial, conduce no solo a la fragmentación sino también a la "fractalización" de la realidad. Miranda no sabe que su padre es el duque de Milán y ella su heredera, Ferdinand no sabe que su padre vive, Caliban se equivoca respecto de Stephano, Alonzo no sabe que su hijo vive. La isla misma es, como ámbito, un recorte de la realidad, pero solo uno de los recortes con los que entramos en contacto a través de la obra (isla, ducado de Milán, barco, historia toda, escenario, teatro). La realidad no puede sino ser fragmentada y fractalizada. No le corresponde a ninguno de los personajes de La Tempestad, ubicados en su respectivo eslabón de la cadena del ser, ver el mundo todo con mirada abarcadora. El hecho de que conocimiento y lenguaje interactúen no implica que tengan la misma jerarquía: el lenguaje aparece como uno de los elementos factibles de ser aprendidos, de conocerse, mientras que el conocimiento es mucho más abarcativo y tiene implicancias mucho más fuertes en la sistematización del nuevo orden. En este sentido, el conocimiento como saber actúa en La Tempestad como un "extraño atractor", como catalizador, ya que es precisamente el ansia de conocimiento lo que motiva a Próspero a dejar la administración de su ducado en manos de su hermano y este hecho provoca un "efecto mariposa" cuyas implicancias vemos a través de la obra. El nuevo orden que reina en la isla es el del Próspero en el ejercicio exhaustivo de su conocimiento, de su arte, es el de Próspero en tanto mago. En este sentido, el arte de Próspero es "productivo" en cuanto a la historia pero, al igual que comprueba Próspero, su arte no lo explica todo, su arte no es omnisciente, no todas acciones y hechos están digitados por la magia de Próspero. Esto es lo que sucede, por ejemplo, cuando Caliban actúa independientemente de los designios de Próspero dentro del ámbito en el que este ejerce su magia. El conocimiento que le llega a Próspero a través de Ariel (principio del acto V) le viene de un ser ubicado en un eslabón superior de la "cadena del ser", es un conocimiento al que Próspero no tiene acceso por sí mismo. A su vez, este conocimiento funciona como "catalizador" hacia el final de la obra, en la sistematización inicial del orden posterior a la isla. Por su parte, Caliban también se ve afectado por un tipo de conocimiento, también él aprende algo, aprende algo sobre sí mismo: que es proclive a creer cualquier cosa (V, i, 193-196). De modo que cuando recupere la supremacía sobre la isla, el conocimiento habrá marcado otra diferencia, Caliban ya no es el mismo. Tal vez sea Alonzo el que ponga en evidencia de forma más explícita los límites del alcance del conocimiento cuando dice: "This is as strange a maze as e’er men trod. And there is in this business more than nature Was even conduct of. Some oracle Must rectify our knowledge." (V, i, 142-145) Pero nada dice de todo lo que puede desencadenar su búsqueda. Gabriela D’Angelo