“… TAN ILUSTRADOS COMO VALIENTES” Estas líneas quieren ser un aporte a la reflexión sobre el tema que planteó AUDEC para celebrar el día de la educación católica: “Artigas. La educación que recibió y la que impulsó para las Provincias Unidas”. El 10 de setiembre de 1815, Artigas firmó el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados” y solicitó al Cabildo de Montevideo instrumental didáctico y maestros para fundar una escuela de primeras letras “en esta nueva población” (Purificación). Ambas acciones dan cuenta del interés del artiguismo por “los más infelices” y por el desarrollo de la educación de los ciudadanos. “Toda historia es historia contemporánea” decía Benedetto Croce para hacer ver que cada generación mira hacia el pasado desde su propia óptica. Artigas es un buen ejemplo: después del período que Juan Pivel Devoto llamó de la ‘leyenda negra’ y Carlos Demassi de la ‘leyenda patricia’, Uruguay llegó a la Modernización, que necesitó crear sentimiento nacional para superar las fratricidas guerras civiles de las primeras décadas de vida independiente. Se eligió a Artigas, convirtiéndolo en Padre de la Patria. Esta visión de Artigas como uruguayo, elaborada por la élite de esa época, ha perdurado hasta hoy. Los profesores de historia insistimos en que el artiguismo no planteó que el Uruguay fuera Estado independiente y que su proyecto fue el de constituir un Estado federal con los pueblos del ex virreinato del Rio de la Plata. Pero afectivamente lo queremos uruguayo. Cuando escritores e historiadores argentinos lo reivindican, no faltan de este lado del Rio de la Plata expresiones de fastidio porque es como que se metieran con nuestro padre natural. Se despierta una emoción nacionalista similar a la que tenemos por la selección uruguaya de fútbol. El siglo XX descubrió al fundador de la democracia y de la república y más tarde al revolucionario social. También lo transformamos en un intelectual lector de las obras que estuvieron en custodia de su padre, Martín Artigas. Gerardo Caetano ha señalado que vivimos tiempos de confesiones y, amparados en esta afirmación, parece saludable que los dedicados a la enseñanza de la historia revisemos nuestra peripecia personal. Los que nos formamos como docentes entre las décadas del 60 y 70 del siglo pasado creíamos en la Historia como un conocimiento absoluto. En años más recientes, historiadores y profesores hemos perdido omnipotencia y estamos más abiertos a seguir el consejo de B. Croce, citado más arriba. Los veteranos que, siendo escolares, tuvimos contacto con el “Tratado de Historia Patria” de H.D., recordamos aquel grabado de Diógenes Hequet, en el que unos franciscanos eran expulsados de Montevideo en el frío de la noche y al grito de “¡Váyanse con sus amigos los gauchos!”. El óleo de Pedro Blanes Viale “Artigas dictando a su secretario Monterroso” da la sensación de que el fraile es un mero escribiente, con lo que contribuye a afirmar el culto a la personalidad. Esto no significa negar al líder, pero cabe preguntarse quiénes conformaron la dirigencia revolucionaria, qué pueblo lo siguió, quiénes se opusieron. Hay que decir que la influencia franciscana sobre el artiguismo está muy seriamente investigada por Mario Cayota, un académico de primera línea, menos conocido de lo que se merece. Este autor señala que especulamos con las influencias jacobina, de la Ilustración, de la Revolución Francesa, sobre el ideario artiguista, porque, por la fuerza de una cultura nacional laicista más que laica, hemos dejado de lado el peso de la influencia cristiana sobre ese ideario. Quizá por ignorancia más que por mala intención. Tampoco significa negar esas influencias, por ej. la de las constituciones de las ex colonias inglesas de América del Norte. Pero pensemos que la verdad es polifónica. Comenzando por el ambiente hogareño en el que se formó Artigas, sus abuelos y padres eran terciarios franciscanos. La escuela a la que asistió estaba a cargo de miembros de la orden que il poverello d¨Assisi fundó en los inicios del siglo XIII. Siete de los nueve franciscanos expulsados por Elío días después de la batalla de Las Piedras habían enseñado en Córdoba y en los mejores colegios del virreinato y habían sido maestros o condiscípulos de José Benito Monterroso. Monterroso, ¿era solo un escribiente? Desde l815 a 1820 estuvo junto a Artigas en el proceso de maduración y explicitación del ideario artiguista. Baste una anécdota para llevarnos a la profundización en el tema: cuando Mario Cayota se desempeñó como embajador uruguayo en el Vaticano, se entrevistó con Benedicto XVI y expresó que nuestro país estaba festejando el bicentenario de la gesta artiguista que se podía sintetizar en la frase “que los más infelices serán los más privilegiados” a lo cual el Papa le respondió que esa es una idea muy cristiana. Según el investigador Luis A. Palomeque, Artigas se preocupó por la educación en tres aspectos: por los humildes, por crear una conciencia ciudadana y por la educación superior en ambas márgenes del Plata. Y estas inquietudes se muestran antes de 1815. En el proyecto de constitución provincial elaborado en el marco del primer gobierno artiguista instalado en Guadalupe (actual Canelones) en 1813, se propone “que todos los habitantes nacidos en esta provincia precisamente han de saber leer y escribir”. Del mismo documento se concluye que obligatoriedad y gratuidad debían ser principios para la enseñanza de los niños. Sabemos que, al menos durante el lapso que funcionó el Gobierno Económico, funcionaron una escuela de niños y otra de niñas. Es cierto que el artiguismo abarcó sólo una década de nuestra historia y durante ella la guerra fue una presencia permanente. ¿Qué puede construirse en tiempos de guerra? Como señala Luis A. Palomeque, en la historia de las colectividades, como en la del ser individual, suelen ser a menudo más definitorios los sueños que los hechos. En ese gastarse por y hacia algo no alcanzado que es cada vida, radica tal vez su sentido más profundo y su aspecto más valioso. Sólo un ejemplo: el franciscano José Benito Lamas, una eminencia intelectual, designado junto con el padre Ignacio Otazú para dirigir la Escuela de la Patria en Purificación, permaneció allí unos pocos meses porque debió retornar a Montevideo para continuar su tarea docente, por la destitución del maestro Pagola. El artiguismo plantó semillas de utopía en el terreno social, político, educativo y sobre todo en los valores. Nos toca cultivarlas porque ese es nuestro compromiso con los jóvenes. Hoy la educación es objeto de discusión y sería inspirador recordar las palabras de Juan XXIII, EL Papa Bueno, que se preguntaba: ¿por qué, si los hombres estamos de acuerdo en tanto, nos desgastamos en lo poco en lo cual discrepamos? BIBLIOGRAFÍA MARIO JUAN BOSCO CAYOTA. “JOSÉ BENITO MONTERROSO. EL INICUO DESTIERRO DE UN CIUDADANO ILUSTRE”. CUADERNOS FRANCISCANOS DEL SUR. SERIE RAÍCES. NO.8 ENRIQUE MENA SEGARRA- AGAPO LUIS PALOMEQUE. “HISTORIA DE LA EDUCACIÓN URUGUAYA”. Tomo I. Ed. De la Plaza. Montevideo. 2009 ORESTES ARAUJO. “HISTORIA DE LA ESCUELA URUGUAYA”. Montevideo. 1914 EDITH VIDAL ROSSI. “CANELONES. SEDE DEL PRIMER GOBIERNO PATRIO EN 1813. 1978