a.- Gén. 37, 3-4. 12-13. 17-28: José es vendido por sus hermanos. b.- Mt. 21, 33-46: Parábola de los viñadores homicidas. La primera lectura nos habla de José, uno de los descendientes de Jacob (Israel). Judá es quien defiende a José de sus hermanos e intenta salvarlo; vendido por ellos a los ismaelitas, lo llevan a Egipto. Dios en este relato no habla, pero se hace presente en sueños y en saber interpretarlos y las acciones que desencadenan muestran su intervención. Esto le da al relato un sentido providencial y un sentido teológico. José, el preferido de Jacob, que tiene sueños que lo ponen sobre sus hermanos, envidiado por éstos, que cuando pueden se deshacen de él. De matarlo, primera opción pensada por sus hermanos, se pasa a venderlo como esclavo por treinta monedas de plata; así José es conducido a Egipto. Detrás de este relato hay un trasfondo teológico. La preferencia de Jacob, por José, el hijo de la esposa preferida Raquel, fuente de conflicto, al punto de aborrecer a José. Sus sueños hablan de superioridad sobre sus hermanos, fertilidad de la tierra y de poder, elementos fundamentales de la promesa patriarcal. Encontramos también la idea de la preferencia de Yahvé por los pequeños, los menores, Abél sobre Caín, Jacob sobre Esaú, José por sobre sus hermanos, lo que provoco la ira de los hermanos, que acaba con el proyecto de matarlo, lo que no se realizó, fue vendido como esclavo, una muerte sin sangre, que posee la posibilidad de liberarse de esa condición. Finalmente sabemos que José encontrará la forma de que sus sueños se conviertan en realidad; la mano de Dios guía su destino. La parábola de los viñadores homicidas que matan al hijo del dueño de la viña, es figura de Cristo en su pasión y también de su Iglesia. Desde Isaías, la figura de la viña aparece con frecuencia en la literatura bíblica que representa a Israel (cfr. Is. 5, 1-4). De alguna manera Jesús piensa en Isaías, cuando propone su parábola; en ambos casos la viña está en óptimas condiciones como para una cosecha abundante. Los heraldos del Espíritu, los profetas, levantaron la voz; no siempre la viña dio agrazones, como tampoco todos los profetas fueron maltratados. Pero la cosecha no compensa los cuidados que el dueño de la viña ha tenido con ella. Lo mismo sucede con la historia de Israel, son más los cuidados de Yahvé para con su pueblo, que la fidelidad de Israel para con su Dios. Pesan más las veces que rompió la alianza que su adhesión al querer divino. Luego envía a su Hijo a los que administran la viña, sumos sacerdotes y fariseos, el Sanedrín, el Consejo supremo de la nación. Éstos administradores no servían a la viña, es más se servían de ella hasta el punto de crear todo un engranaje al cual debía ajustarse todos los demás, incluido el mismo Dios. Se oponen al mensaje de este Mesías, que les propone destruir el templo, porque ÉL lo va a levantar en tres días (cfr. Jn. 2, 19), no aceptan el auténtico espíritu de la Ley de Moisés que da paso a la novedad del Reino de Dios y de la Buena Noticia, oponiéndose a la Ley y a Dios. Aquello era preparación para la novedad que trae Jesús. Como el Hijo, dueño de la viña les entorpece sus planes, lo terminan matando. Todo esto es reflejo del deseo muy humano, de querer construir su vida por sí mismo, lejos de Dios. El Padre, dueño de la viña, no tolera que su obra esté tan abandonada, que en lugar de uvas, de agrazones. La viña será dada a otros que serán objeto de toda la bondad y misericordia de Dios, no por su nacionalidad, raza, color, sino por las buenas obras que darán a su debido tiempo. Al histórico Israel, le sucede el Israel de Dios, a decir de San Pablo (cfr. Gál. 6, 16). Los nuevos administradores de la viña son en primer lugar los cristianos, los que hacen el bien a sus hermanos, los que poseen una profunda vida teologal, fruto de su intensa vivencia sacramental, Reconciliación y la Eucaristía, fuente perenne de frutos de santidad. La Santa Madre Teresa, nos habla de cómo Dios visita al alma en la oración, fruto de su deseo de unirla a Sí. Dios visita su viña es decir el alma para regocijarse en el jardín de las virtudes, que el alma al sol de la gracia, hace geminar por doquier. “Cuando no nos damos a Su Majestad con la determinación que El se da a nosotros, harto hace de dejarnos en oración mental y visitarnos de cuando en cuando, como a criados que están en su viña; mas estotros son hijos regalados, ni los querría quitar de cabe sí, ni los quita, porque ya ellos no se quieren quitar; siéntalos a su mesa, dales de lo que come hasta quitar el bocado de la boca para dársele. (Camino de Perfección 16, 4-5) Padre Julio Gonzalez Carretti OCD