Ana Muñoz de la Torre: emoción, sensualidad y

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Ana Muñoz de la Torre: emoción, sensualidad y belleza
Portadoras de sueños
Ana Muñoz de la Torre es una escritora directa y sutil al mismo tiempo. Capaz de encajar en sus
historias emoción, sensualidad, misterio. Literatura y vida se dan la mano en sus textos. Ana
combina la fuerza y la fragilidad con pericia, administrando dosis de frescura y belleza. Una voz
que hay que escuchar, leer y disfrutar. Hoy subimos varios textos de esta joven autora. Podéis leer
su biografía al final.
Libro del estremecimiento
Él sabe leerme como nadie hasta ahora lo había hecho. En sus
manos soy el libro del estremecimiento. Mi lector voraz me hojea mientras me acaricia el
lomo, entrega un dedo a mi boca y, tras rescatarlo empapado, empieza a pasar mis
páginas hasta
dejarme abierta por el capítulo de la turbación.
Antes de continuar, venda mis ojos. De esa manera, desde la oscuridad que amplifica los
sentidos, advierto cómo unos dientes me arrancan la cordura, una lengua me inflama el
deseo, un cuerpo me apaga la sed. Tinta, papel, sudor, carne.
Finalizada la lectura, me suplica que done a su extensa biblioteca el ejemplar de la historia
que acabo de contarle. Yo le aseguro que haré lo que me pide cuando tenga la certeza de
que, a
partir de mis palabras, no habrá más sherezades.
Del libro “Voyeur”, de Pablo Gallo (Ediciones del viento)
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Debajo de mí
En posición horizontal eres mucho más guapo.
Debajo de mí te conviertes en un dibujo manga
de rasgos afilados,
a la vez bello y perverso.
Abandonada a la suerte de tus susurros procaces,
me vuelvo una mística puta,
una beata lasciva devota de tu imagen,
una santa Teresa libertina presa del éxtasis total.
Lávame el pelo
Túmbame al sol.
Lávame el pelo.
Dame champú,
champú de
huevo.
Busco tu sombra
En este atardecer de arañas trepándome por la garganta,
busco tu sombra.
Ya no se proyecta en las paredes de mi corazón,
sucias de graffitis dibujados con los dedos del olvido.
Como a la inocencia lacerada de la virgen que un
día fui, te busco,
pero mi peregrinar sólo me conduce a mí,
sombra chinesca del ahorcado sobre la pantalla de tu espalda.
Estación de paso
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Soy una estación de paso. Nadie llega a mí con intención de quedarse. Las mujeres del
ayer y del mañana pesan más que mi presente.
El tiempo vuela, y yo me estrello contra él igual que el mosquito suicida se arroja sobre un
parabrisas.
Quiero convertirme en hoy, en ahora, en este instante.
No deseo ver el futuro. Romperé todas las bolas de cristal.
Los dioses nunca se apiadaron de los cíclopes tristes.
Secreto de sirena
Cuando me di cuenta de que te había revelado el enigma de mi vida en balde, me sentí
como la sirenita del cuento, con un par de humanas piernas en lugar de cola acuática.
Sé que ya no hay vuelta atrás. Y aquí me tienes ahora, muda y dolorida, aplastada por el
peso de la trágica certeza de ser incapaz de asesinarte con un puñal hechizado para
recuperar, no ya el alma que extravié junto con mi secreto sino mi dignidad.
Sin tus caricias
Esta mañana, mientras me desperezaba, he descubierto la marca de una mano enorme en
mi cintura, como una de esas señales que dejan las pegatinas cuando las arrancas de una
carpeta vieja. Después de un rato observándola, esa parcela de mi piel se me ha antojado
la más tersa, la más clara, la más deseable. En comparación con ella, el resto de mi
cuerpo me parece igual de cuarteado que esta alma que llora cocodrilos de cristal.
Sin tus caricias soy un vestido viejo, una chaqueta de coderas desgastadas, un abrigo de
madre de posguerra. Tus huellas dactilares me hacen falta para seguir el camino que me
llevará al lugar donde siempre quise estar y cuyo nombre desconozco.
Igual que un obispo onanista, me paso el día besándome el anillo que me regalaste,
absurda baratija transformada en joya de la corona de una soberana rota, capaz de
entregar su reino al primer delincuente que, a cambio, le prometa el roce de uno solo de
tus dedos.
Me rompo y me recompongo
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Cada mañana me despierto fragmentada: los esquemas hechos trizas y los restos de mi
vida navegando a la deriva en un océano de sábanas.
Antes de levantarme, cojo de la mesilla la cola antidesolación y empiezo a pegar añicos.
Cuando noto que el engrudo se ha solidificado, pongo los pies en el suelo y me encamino
hacia el baño. Frente a un espejo empañado por el vaho del estupor, en lugar del rostro,
me lavo la extrañeza y me arranco el desconsuelo hecho legañas. Luego, bajo el chorro de
la ducha, me escaldo la existencia en agua hirviendo y exfolio mi presente de experiencias
muertas.
Después de secarme a conciencia, entro a la cocina en albornoz y me preparo un
aromático café: Recuerdos torrefactos, pone en el paquete. En vez de tostadas, me sirvo
un cuenco de miserias varias que riego con leche baja en resquemor.
Tras maquillarme el muñón de la entereza, me disfrazo de mujer aplomo y salgo a la calle
dispuesta a sortear contrariedades. Conforme va pasando el día, me empleo en desatar los
mismos pañuelos de angustia que poco antes me entretuve en anudar con lazos de
ilusiones.
A la caída de una noche más, me vuelvo a hacer mil añicos al abrigo de una cama
laberíntica, luchando contra el insomnio y tanta perra certidumbre.
Me rompo y me recompongo. Mientras eso siga sucediendo, en la muralla de mi piel no
debería haber resquicios para el desasosiego.
Ana Muñoz de la Torre nació en Córdoba, pero vive y sueña en Madrid. Durante una década larga
ha ejercido de periodista, correctora de estilo y asesora literaria. Desde hace años se dedica en
exclusiva a dar clases de escritura, labor que ha desarrollado en centros privados e instituciones
públicas (entre otras, la red de Bibliotecas Municipales de Madrid).
En el año 2008, fundó En el camino, la escuela de escritura que dirige, caracterizada por fusionar
distintas artes, siempre con la literaria de fondo, y por la itinerancia, lo que le permite hacer llegar
los cursos.
En el año 2007 publicó su primera novela, Ella y La orgía perpetua (Gens ediciones), obra que
parte de la bitácora literaria de ficción La orgía perpetua (2005-2010).
En mayo de 2010 fue incluida en la antología El libro del voyeur (Ediciones del Viento).
Ana asegura que está deseando que En el camino le dé un respiro para poner el punto y final a su
segunda novela.
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