Las emociones en los diferentes escenarios de trabajo Monografia final del curso capacitación docente en neurociencias Leticia Rexach Octubre 9 2012 Sabemos que las emociones constituyen un factor importante al momento de explicar o interpretar el comportamiento humano. Si las emociones definen el espacio de acciones posibles de realizar, entonces las emociones constituyen el aspecto de mayor relevancia para facilitar los aprendizajes en la educación: emociones positivas o gratas permitirán la realización de acciones favorables para el aprendizaje, emociones negativas o no gratas no lo permitirán. Por otra parte, la capacidad de discernir y comprender las emociones propias y ajenas es una de las habilidades que compone la competencia emocional, la cual nos permite conocer cómo y porqué las personas actúan, como lo hacen, e inferir lo que está ocurriendo a nuestro alrededor (Saarni, 1999). Por otro lado, las consecuencias de la emociones se refiere a aquellas creencias que tienen las personas sobre como las emociones que experimentan afectan su actividad cotidiana (Dunn, 1994). El presente trabajo tiene como objetivos, discutir como las emociones afectan la actividad cotidiana de las personas; definir el término de emociones; familiarizarnos con el tema; conocer cuál es la importancia de las emociones sobre las personas y comprender como las situaciones positivas y negativas influyen en las emociones de las personas. Para ello, se analizarán simultáneamente las consideraciones teóricas que se fundamentan en las investigaciones revisadas y se describirán algunos resultados preliminares. En el caso de la interacción en el aula, las emociones que fundan las acciones de los estudiantes serían determinantes para el curso que sigue su aprendizaje, al favorecer o limitar acciones de una cierta clase según sea la emoción que las sustente. Por ejemplo: un alumno molesto o aburrido no realizará acciones favorables para el aprendizaje de las materias o contenidos tratados por el profesor en ese momento, como manifestar su interés en participar, hacer consultas, pedir nuevos ejemplos, discutir un concepto, entre otros. Por el contrario, un alumno motivado e interesado sí podrá hacerlo, favoreciendo así la construcción de su conocimiento. Sin embargo, Evans (2001), habla de la toma de decisiones y cómo influye en las opiniones que nos formamos respecto a otras personas. Esta afirmación se relaciona con los momentos que los individuos tienen al conocer a otras personas, en otras palabras, un buen estado de ánimo de las personas hacen que juzguen a un individuo de manera más positiva que aquellos que tienen un estado de ánimo desfavorable. Si aceptamos que el cambio de emoción cambia la acción o el dominio de conductas de estudiantes y profesores, entonces es de gran importancia develar aquellas emociones que surgen en ellos con mayor frecuencia en la interacción en el aula, puesto que son esas emociones las que están en la base de las acciones posibles de emprender (Maturana, 1995). Actualmente han cobrado relevancia otras teorías que hacen notar la importancia de las emociones en el desarrollo cognitivo y psicosocial (Gardner 1993; Shapiro 1997; Goleman 1996). En el contexto interaccional en el aula (profesoralumno/alumno-alumno), constituye un modo de relación que tiene importantes consecuencias para la formación de los estudiantes. Por ende, es importante visualizarlo tanto en lo personal como en lo académico. Más aún, si están involucrados los distintos niveles del sistema educativo, incluida la educación superior. La percepción que tienen los estudiantes de sus relaciones interpersonales con los profesores sería lo que mayor impacto tiene en ellos y no el contenido o materia de estudio. Por otra parte, uno de los supuestos teóricos que subyace a la actual reforma es que la construcción y reorganización de la actividad cognoscitiva está estrechamente ligada a las nuevas formas de experiencia social, por lo que el cambio en las modalidades de interacción profesor-alumno, sería un aspecto prioritario para cumplir con el propósito de mejorar la calidad de nuestra educación (Vygotski, 1995). De igual manera, dentro de los procesos cognitivos, que se han asociado estrechamente con el desarrollo de las emociones encontramos el uso de la teoría de la mente, la representación y construcción de teorías sobre las causas de las emociones, la predicción de estados emocionales, la imitación simbólica, el manejo de la empatía, entre otros. Por ello, estos procesos han sido vinculados con las funciones ejecutivas, las cuales a su vez dependen de las capacidades de almacenamiento y procesamiento de la información de la memoria de trabajo, por lo tanto, el desarrollo de las emociones pueden depender en gran medida de las capacidades de procesamiento de la información permitidas por las funciones ejecutivas y la memoria de trabajo. A su vez, en la neuropsicología del desarrollo se ha encontrado que las funciones ejecutivas hacen parte de los procesos cognitivo de más tardío desarrollo (Soprano, 2003). Por lo cual, las funciones ejecutivas se han definido como los procesos cognitivos esenciales para llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y aceptada socialmente (Tirapu, Muñoz & Pelegrin, 2002). De otra manera, la memoria de trabajo constituye una memoria activa, que se encarga del mantenimiento, control y organización de las operaciones cognitivas en curso (Baddeley, 1990). De igual importancia, Swanson, (1999); Baddeley (1995) mencionan que la memoria de trabajo es un recurso de procesamiento de capacidad limitada, implicado en el almacenamiento temporal de la información, mientras simultáneamente se manipula la misma u otra información. Por otro lado, en relación a la educación, podemos señalar la educación del pensamiento y el desarrollo de la emocionalidad. Evans (2001), plantea las nociones negativas y positivas de la emoción; en la primera retoma a Platón, quien habla de las emociones como obstáculos para la acción inteligente; en la noción positiva de la emoción habla de la misma como crucial para el comportamiento inteligente, lo cual es apoyado por la teoría evolucionista y la neurociencia. Además, manifiesta que la condición para el éxito está dada en la mezcla de la razón y la emoción. Otra idea importante, que se desarrolla es cómo la emoción influye en los estados cognitivos; en este punto hace referencia a la atención, memoria y juicio. Respecto a la primera función, atención, la emoción puede centrar el foco mental en un pensamiento y excluir el otro. En la segunda función, memoria, la emoción influye en la manera de almacenar y recordar. Para que esta condición se presente de manera fácil y precisa, existe una relación con el estado emocional de la persona cuando ocurrió el evento o cuando se recuerda. Las emociones caracterizan estilos y distintas estrategias de regulación emocional utilizadas, estas permiten conocer las relaciones que se han encontrado entre los distintos estilos de apego. En la literatura científica realizada, es posible apreciar la inexistencia de un acuerdo en relación al concepto de regulación emocional; se discute la delimitación entre emoción y regulación emocional (Reeve, 2003). Thompson (1994), define emoción como el proceso de iniciar, mantener, modular o cambiar la ocurrencia, intensidad o duración de los estados afectivos internos y los procesos fisiológicos a menudo con el objetivo de alcanzar una meta. Esta definición se considera como base, ya que permite conceptualizar la emoción como un proceso que ayuda al ser humano a manejar sus estados emocionales, para lo que puede utilizar distintos tipos de estrategia que conducen a ese objetivo. En conclusión, en cuanto a la experiencia emocional, esta reporta el más alto nivel de intensidad emocional. Según lo que reporta Fredrickson (2001), las emociones ayudan al crecimiento social, a la resiliencia sicológica, a la conexión social, a ampliar repertorios de acción y pensamiento, a deshacer la persistencia de emociones negativas y mejorar el bienestar emocional. Las emociones cambian en función de dos factores: el desarrollo cognitivo y la valencia de las emociones (Lewis, 1989). En referencia a lo anterior, podemos señalar que las emociones y la conducta de las personas, están influidas por su percepción de los eventos. En este sentido, las situaciones por sí mismas no son las que determinan lo que una persona siente, sino más bien, la forma en que ella interpreta la situación.