Página 3 El Consejo Escolar del Estado: A Marta Mata con afecto y gratitud Carmen Maestro Presidenta del Consejo Escolar del Estado Las organizaciones y personas que componemos el Consejo Escolar del Estado hemos querido dedicar un homenaje sentido y sencillo a la que ha sido nuestra compañera, amiga y Presidenta, Marta Mata i Garriga. Y lo hemos querido hacer a su estilo, alegre y austero a la vez, plasmándolo en algo que era tan de su gusto, un libro. Un libro que quiere ser, a la vez, recuerdo de su paso por esta casa, testimonio y estímulo para quienes no tuvieron la oportunidad de conocerla. Este Consejo, que representa los diferentes puntos de vista y los intereses en juego en torno a la educación y que discute, muchas veces apasionadamente, de todo lo que concierne a nuestro sistema educativo, ha debatido en estos últimos años la reforma educativa y la reforma del propio Consejo con más intensidad y, probablemente, con más pasión de lo que lo hizo en sus más de veinte años de existencia. A Marta Mata le tocó presidir el Consejo durante esta etapa especialmente rica y compleja. Y lo hizo con templanza, sosiego y con un optimismo y alegría que han contribuido a limar diferencias entre nosotros y a favorecer el respeto a las posiciones ajenas. Todo ello la hace acreedora de nuestro respeto y de nuestro reconocimiento. Después de la Presidencia de Marta, una presidencia bien corta, el Consejo Escolar del Estado está mejor equipado para hacer frente a sus tareas y responsabilidades. Dispone de una biblioteca, destinada a convertirse en punto de referencia sobre la participación, y de un órgano propio de expresión: la revista digital Participación educativa creadas, ambas, por la tenacidad y el esfuerzo de Marta. Ella entendía que la labor del Consejo no debía circunscri- Página 4 birse a emitir su informe anual y a pronunciarse acerca de las normas que le fueran sometidas a dictamen. Creía que, en la encrucijada en que se encuentra nuestro sistema educativo y la propia tarea de educar, el Consejo tenía mucho que decir. Por eso, profundizar el concepto y la práctica de la participación, fijar nuevas metas, hacer del Consejo un instrumento más digno al servicio de la educación fueron sus aspiraciones para el CEE y constituyen, hoy, un motivo más de gratitud para los consejeros. Hay, claro está, un elemento más que nos mueve a rendirle el pequeño homenaje que le tributamos con este libro. Marta Mata consagró su vida entera a la educación, hasta el final, y fue trabajando en el Consejo, entre nosotros, cuando la sorprendió la muerte y cuando concluyó su carrera y su vida. Y lo hizo desde un compromiso político y pedagógico con el que fue siempre coherente: su amor a los niños (recordaremos sus permanentes referencias a la Convención de los Derechos de la infancia), su confianza y su respeto a los maestros, el empeño por ampliar la participación y su fe en la escuela como lugar privilegiado para el aprendizaje de la convivencia. Precisamente por ello, y por encima de las diferencias de opinión y de criterio que algunos consejeros pudieran mantener en asuntos concretos y al margen de las discrepancias, algunas bien notorias, nuestro reconocimiento se dirige, por encima de otras consideraciones, a la coherencia de su trayectoria al servicio de unos ideales nobles. Corren tiempos en los que priva la comodidad, la renuencia a aceptar responsabilidades, la tendencia a desdibujar las convicciones y devaluar el compromiso con la “res pública”. Creemos, por todo ello, que la trayectoria de Marta constituye una hermosa lección, que merece ser recordada.