confianza y cohesión social

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CONFIANZA Y COHESIÓN SOCIAL
PARADOJAS DE LA PARTICIPACIÓN JUVENIL
Dr. Jorge Baeza Correa
Dr. Luis Flores González
Dr. Mario Sandoval Manríquez
RESUMEN
El presente artículo es fruto del Proyecto FONDECYT N° 1100649 ”Vinculaciones entre la
construcción y deconstrucción de la confianza y la cohesión social, en jóvenes estudiantes de
educación secundaria y superior: lineamientos para fortalecer la democracia” y da cuenta de la
compleja relación que se establece entre los jóvenes, la confianza, la cohesión social y su
participación sociopolítica en Chile contemporáneo. Todo parece indicar que los bajos niveles de
confianza que tienen los jóvenes hacia el sistema político en su conjunto se manifiesta en el alto
índice de abstención electoral; sin embargo, simultáneamente desarrollan otras formas de
participación sociopolítica, no convencionales. Las razones que permiten comprender las
paradojas de la ciudadanía juvenil son amplias, y encuentran gran parte de su explicación en las
propias características del sistema democrático chileno y su paradoja fundacional: pese a que el
discurso político llama a la participación ciudadana y le exige a la Escuela la formación de un
ciudadano crítico y participativo, el sistema funciona a partir de una democracia de baja
intensidad. La democracia se reduce a la representatividad, limitando los espacios de participación
ciudadana en la toma de decisiones políticas, a la actividad de sufragar.
PALABRAS CLAVE
Confianza, cohesión social, juventud, paradoja.
ABSTRACT
The present article is a fruit of the Project FONDECYT N° 1100649 "Entails between the
construction and deconstrucción of the confidence and the social cohesion, in young students of
secondary and top education: limits to strengthen the democracy" and realizes of the complex
relation that is established between the young persons, the confidence, the social cohesion and
his participation sociopolítica in contemporary Chile. Everything seems to indicate that the low
levels of confidence that the young persons have towards the political system in his set manifest in
the high index of electoral abstention; nevertheless, simultaneously they develop other forms of
participation sociopolítica, not conventional. The reasons that allow to understand the paradoxes
of the juvenile citizenship are wide, and find great part of his explanation in the own
characteristics of the democratic Chilean system and his paradox fundacional: in spite of that the
political speech calls to the civil participation and it is required from him to the School the
formation of a critical and participative citizen, the system works from a democracy of low
intensity. The democracy diminishes to the representation, limiting the spaces of civil participation
in the capture of political decisions, to the activity to vote
KEY WORDS
Trust, social cohesion, youth, paradox.
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PRESENTACIÓN
La confianza está íntimamente vinculada a la democracia; es un pilar fundamental en las
sociedades democráticas modernas. La participación de ciudadanos en los asuntos
públicos, en la vida de la comunidad y el desarrollo de la sociedad, requieren de una
confianza entre los habitantes de una nación, que se exprese en redes, en tejido social,
que dé cuenta de una cohesión entre sus miembros.
A contrario de lo anterior, en gran parte de los países de América Latina, la vida cotidiana
está caracterizada por una significativa desconfianza en los otros desconocidos (los no
familiares o los no amigos ni compañeros de trabajo) y en las instituciones sociales en
general. Los datos existentes sobre la confianza en América Latina de distintos estudios
(varios de ellos series estadísticas de larga data), como el Latinobarómetro o el Latin
American Public Opinion Project (LAPOP), dan cuenta de un conjunto de sociedades
donde la falta de “confianza en los otros” presenta muy altos porcentajes.
El indicador de confianza interpersonal en los datos del Latinobarómetro prácticamente
no tiene variaciones significativas a lo largo de los últimos años. Este fluctúa desde 1996
en alrededor de los veinte puntos porcentuales (respuesta afirmativa a que sí se podría
confiar en la mayoría de las personas). Si se examinan las tendencias en los niveles de
confianza interpersonal de las últimas cuatro rondas de encuestas de LAPOP, en los once
países para los que se tienen datos, desde 2004, se han mantenido muy estables a lo largo
del tiempo. No ha experimentado ningún cambio estadísticamente significativo. Sólo un
22% respondió en la Encuesta LAPOP (2010) que diría que la gente de su comunidad es
“muy confiable”.
El estudio realizado por FLACSO/IPSOS (2010), en el marco del proyecto Gobernabilidad y
Convivencia Democrática en América Latina, agrega a los datos anteriores que en América
Latina, pese a que existe una tendencia a considerar que las personas que viven en su
comunidad tienen valores similares a los propios (66%), los entrevistados tienden a
manifestar desconfianza casi con tanta frecuencia (47%) como a no tenerla (53%) con
respecto a quienes habitan en su comunidad.
La preocupación por estos datos, se ha traducido en un muy fecundo trabajo de reflexión
de varios de los organismos internacionales con sede en América Latina (PNUD 2004;
CEPAL 2007; CEPAL-OIJ 2008; CEPAL 2010, CIEPLAN/IFHC 2007, 2008a; 2008b y 2008c). La
baja confianza en los otros, indican estos estudios, constituye un importante desafío a la
cohesión social y con ello al fortalecimiento de la democracia. Un país con alto nivel de
desconfianza de unos con relación a otros, es un país que pone en riesgo su estabilidad y
su sentido de comunidad. “La confianza -indica el texto del Latinobarómetro 2010
(2010:70)- es uno de los indicadores más críticos del análisis de la democracia. Es un tema
que no está sujeto a políticas públicas, pertenece al ámbito de la cultura de los pueblos,
está forjado por la historia y las experiencias, y parece ser el punto de tope de muchas
transformaciones (…) parece ser un talón de Aquiles del desarrollo”.
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Detrás de esta realidad no se puede dejar de reconocer que existe una verdadera erosión
de las instituciones de protección social (el Estado, cada vez más se desprende de sus
responsabilidades en educación, salud, vivienda y previsión), lo que ha significado una
profunda transformación cultural en la sociedad. El entramado social se ha vuelto más
frágil y el concepto de comunidad se ha resquebrajado.
Hay un verdadero despliegue de la individualización, donde cada vez más las personas
deben definir por sí mismas sus objetivos, valores y proyectos, lo que produce agobio y
retracción social. Situación que hace en definitiva, difícil reconocerse en un “nosotros”
común.
Hoy con un Estado disminuido por los efectos de la tendencias privatizadoras neoliberales
y de una Nación diluida por los resultados de una globalización (con mercados más
internacionales que locales y medios de comunicación que han convertido al mundo en
una aldea), se hace difícil generar un nosotros-país. Las personas se ven desprotegidas por
la ausencia del Estado lo que acrecienta el individualismo y a su vez, se sienten mucho
menos identificada con una Nación que se confunde entre las demás (se borran los límites
de la “comunidad-imaginada”), lo que lleva a la pérdida de un cierto “deber” de
solidaridad con los de un mismo territorio.
En esta realidad compartida por América Latina, los datos sobre confianza en Chile
adquieren importancia por ser el país de la región donde el Estado ha restringido más
notoriamente su presencia, dejando paso libre a los privados y con ello a las reglas del
mercado, lo que genera diferencias sustantivas en las remuneraciones, en la atención de
salud, en la calidad de las viviendas e infraestructura urbana; como también en aquello
que es más notorio al mundo juvenil y además escolar, las grandes diferencias en el
sistema educacional.
Como se indicó, los datos de confianza interpersonal en el Latinobarómetro,
prácticamente no tiene variaciones significativas a lo largo de los años, fluctúa alrededor
de los 20 puntos porcentuales. Los datos para Chile en esta materia, lo ubican por debajo
del promedio general, sólo un 17% sostiene que “se puede confiar en la mayoría de las
personas”. Países como República Dominicana y Uruguay casi duplican a Chile, con un 31%
y 30% respectivamente. El estudio realizado por FLACSO-IPSOS (2010), antes citado, se
indica, que en el caso de Chile, el 57% de las respuestas considera que las personas de la
comunidad donde se viven son mayoritariamente honestas, pero también hay un 36,6%
que considera que “casi nunca” o “nunca” podría en general confiar en la gente de su
comunidad.
a. Los debates sobre el concepto de Confianza
Dado los datos anteriores el concepto de confianza se ha convertido en los últimos años
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en una preocupación importante de las Ciencias Sociales. La confianza ha pasado a ser
motivo de estudios en todos los ámbitos de las ciencias sociales y ha sido caracterizada
desde múltiples puntos de vista, en especial desde la ciencia política, la sociología, la
antropología y la psicología. Sin dejar de reconocer que también existe un alto interés por
el tema de la confianza, en el mundo de las empresas y la economía, que ven en la
confianza una temática central para garantizar mayor productividad, como también mayor
inversión.
Desde la ciencia política, la confianza es un elemento central para explicar las diferencias
en el desarrollo entre las naciones, siguiendo en gran medida las tradiciones de
Tocqueville y Weber. La tesis de Alain Peyrefitte, La société de confiance (1995) avanza la
idea de que la riqueza de las naciones no se explica por factores materiales (capital,
recursos naturales, clima), sino por la mentalidad y los comportamientos, donde el resorte
fundamental es la confianza. En este mismo campo los trabajos de Francis Fukuyama
(1996) sostienen que el bienestar de una nación, así como su capacidad para competir, se
halla condicionado por una característica cultural, el nivel de confianza en esa sociedad.
Fukuyama define confianza como la expectativa que surge dentro de una comunidad de
un comportamiento normalmente honesto y cooperativo, basado en normas comunes
compartidas por todos los miembros de dicha comunidad. Estas “normas comunes” serían
el conjunto de valores o normas informales compartidas entre los miembros de un grupo,
que permiten la cooperación entre los mismos (capital social). A juicio de Fukuyama, a
mayor confianza, mayor capital social y mayor desarrollo.
En la perspectiva sociológica, dado el común diagnóstico -sostiene Misztal (1993)- de que
las bases de cooperación social, solidaridad y consenso han sido erosionadas, generando
un tiempo confuso e incierto, la confianza se impone como uno de los aspectos
fundamentales para darle sentido al orden social. De esta forma en el campo de la
sociología, la relevancia del tema de la confianza tiene que ver con el riesgo y la
incertidumbre actual. Luhmann (1996) se inscribe en esta línea y asocia la confianza al
riesgo y la complejidad. La confianza, a juicio de Luhmann, constituye una forma efectiva
de reducción de la complejidad. El problema de la confianza, en esta mirada, consiste en
el hecho de que el futuro contiene muchas más posibilidades de las que podrían
actualizarse en el presente, y del presente transferirse al pasado, de aquí la necesidad de
reducir la complejidad. Sin la confianza, sostiene Luhmann, solamente son posibles formas
muy simples de cooperación humana, de aquí que la confianza es indispensable con el
propósito de aumentar el potencial de un sistema social para la acción.
En antropología social los trabajos de Larissa Adler Lomnitz (1971) asocian confianza con
distancia social, en el contexto del análisis de los tipos de reciprocidad y compadrazgo que
existen en sociedades complejas. En trabajos posteriores añade dos tipos más de distancia
asociadas a la construcción de confianza, la física y la económica (Adler, 2001), indicando
que la confianza depende de factores tanto culturales (distancia social) como físicos
(cercanía de residencia) y económicos (intensidad del intercambio). Son estos tres factores
objetivos, en opinión de Adler, los que se traducen en el plano subjetivo a una variable
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psicosocial compleja que se denomina confianza. De aquí, que la confianza presupone un
cierto grado de familiaridad (proximidad social), oportunidad (proximidad física) y
compatibilidad de carencias (proximidad económica).
En el campo de la psicología, indica Franz Petermann (1999), que los estudios realizados
han entendido la confianza desde tres perspectivas: personalidad, situación y relación.
Dentro de esta última, Petermann ubica sus análisis, relevando a la confianza como un
factor que aumenta la colaboración, lo que lleva a concluir que la confianza sólo puede
construirse en situaciones donde no existe el miedo (se ha disminuido el riesgo) y donde
además, existen las competencias comunicativas adecuadas de los actores para la
interacción. Los estudios de Yánez, R.; Ahumada, L. y Cova, F. (2006), agregan a lo
anterior, que al abordar la confianza social debe superarse la perspectiva normativa que
ve la confianza como positiva y la desconfianza como negativa, dado que la desconfianza
no es la ausencia de confianza y plantean que ambas son independientes. De aquí la
importancia de desarrollar una confianza óptima para favorecer el desarrollo de
habilidades sociales y la participación social.
No obstante todo el trabajo de las distintas ciencias sociales para relevar el tema de la
confianza, no se puede dejar de concordar con Carlos Pereda (2009, p. 13) de que “pocas
personas, si acaso alguna, se topan con obstáculos para aclarar qué significan las
expresiones con que se hace referencia a la confianza, quizás porque el autoentendimiento
de los animales humanos se encuentra muy familiarizado con sus múltiples formas y tipos;
por ejemplo, aquellas que producen la genuina lealtad -confío en que el amigo no me va a
jugar una mala pasada- o, la mera racionalidad instrumental que permite calcular que, a
la larga, no paga adquirir la reputación de persona poco o nada confiable”. No obstante lo
anterior, no se puede dejar de reconocer que sobre el concepto de confianza no hay una
definición única, compartida por la mayoría de las personas que hacen uso de ella en el
campo de las elaboraciones más teóricas, ya no en el campo de la vida cotidiana.
Paula Mussetta (2006, p. 37) identifica que sobre confianza es posible reconocer a lo
menos tres enfoques distintos. “El capital social, para el cual la confianza ayuda a que una
sociedad tenga más y mejores posibilidades respecto al desarrollo económico, la
participación social y hasta la democracia. La teoría de la acción racional, que entiende
que la confianza constituye un dispositivo instrumental prerrequisito para la cooperación
en la acción colectiva. Por último, la perspectiva de sistema y el enfoque de la modernidad
reflexiva que entiende la confianza como un dispositivo que le sirve al sujeto para manejar
la alta cuota de incertidumbre y riesgo de nuestras sociedades contemporáneas”.
En el primer enfoque, la del capital social, prima una perspectiva culturalista, donde la
confianza sería más una conducta favorable hacia la sociedad que una predicción del
comportamiento de los otros. La decisión de confiar se basa en las normas y valores
compartidos por los individuos en un determinado contexto. En esta perspectiva se ubica
el trabajo de Robert Putnam, para quien la confianza estaría basada en las normas de
reciprocidad y redes de compromiso cívico, entendidas en los siguientes términos: “yo
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hago esto por ti -dice Putnam (2002, p. 17)- sin esperar de ti nada concreto, aguardando
confiado a que algún otro haga algo por mi más adelante”.
Putnam sostiene (2002, p. 14) que “de la misma manera que el destornillador (capital
físico) o una formación universitaria (capital humano) pueden aumentar la productividad
(tanto individual como colectiva), así también los contactos sociales afectan la
productividad de individuos y grupos. Mientras el capital físico se refiere a objetos físicos, y
el humano a propiedades de las personas, el capital social guarda relación con los vínculos
entre individuos, las redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza derivadas de
ellas”. De aquí la preocupación de Robert Putnam de que muchos ciudadanos
norteamericanos se están quedando “solo en la bolera” (como titula uno de sus libros), ya
no encuentran compañeros de juego, y ello tendrá efecto en el capital social.
En el segundo enfoque, la confianza es una decisión racional basada en un cálculo
estratégico, una predicción sobre la conducta de los otros. La confianza es, por lo tanto,
una decisión que supone un riesgo, ya que la persona que confía no tiene la seguridad en
el otro. En este caso se ubica Russell Hardin, quien ve a la confianza como una relación
tripartita: A confía en B para hacer X. Hardin (2010, p. 19) afirma al respecto que “…yo
confío en usted porque pienso que le interesa tomar en serio mis intereses en la materia
pertinente, y le interesa en este sentido: usted valora la continuación de nuestra relación y,
por lo tanto, está en su propio interés tomar en cuenta mis intereses. Esto es, usted
encapsula mis intereses en sus propios intereses (…) usted tiene algún interés para actuar
de manera que no los contravenga y conservar la relación”.
Hardin (2010, p. 23) indica que se puede caracterizar la confianza como interés
encapsulado, “de la siguiente manera: confío en usted porque pienso que es de su interés
atender mis intereses de manera relevante. Esto no es sólo decir que usted y yo tenemos
los mismos intereses. Más bien es decir que usted tiene un interés en atender mis intereses
porque usted quiere que nuestra relación continúe. Como mínimo, puede querer que
nuestra relación continúe porque lo beneficia económicamente (…). En casos más
complejos, usted puede querer que nuestra relación continúe y no sufra daños por fallar a
mi confianza porque valora la relación por muchas razones, entre ellas, razones no
materiales”.
El tercer enfoque lo constituye principalmente la mirada de Niklas Luhmann, donde la
confianza reduce la complejidad social en la medida que supera la información disponible
al reemplazar la información insuficiente por una apuesta, hecha en el presente, hacia el
futuro y que se fundamenta en el pasado; por lo tanto que no es una certeza. La confianza
dice Luhmann (1996, p. 51), “está asociada con la reducción de complejidad, y más
específicamente, de la complejidad que llega al mundo como consecuencia de la libertad
de otros seres humanos. La confianza funciona así, para comprender y reducir esta
complejidad”.
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“La confianza -afirma Luhmann (1996, p. 5)- es el más amplio sentido de la fe en las
expectativas de uno, es un hecho básico de la vida social: por supuesto que en muchas
situaciones, el hombre puede en ciertos aspectos decidir si otorga confianza o no. Pero una
completa ausencia de confianza impediría incluso levantarse en la mañana. Sería víctima
de un sentido vago de miedo y de temores paralizantes. Incluso no sería capaz de formular
una desconfianza definitiva y hacer de ello un fundamento para medidas preventivas, ya
que esto presupondría confianza en otras direcciones. Cualquier cosa y todo sería posible.
Tal confrontación abrupta con la complejidad del mundo al grado máximo es más de lo
que soporta el ser humano”.
Una forma de diferenciación distinta a los tres enfoques anteriores, es la identificación
que realiza Hardin (2010, p. 263) de a los menos “cuatro teorías o modelos de confianza
principales que de hecho son pertinentes en las afirmaciones y en la investigación
empíricas. Tres de ellas se basan en el tipo de razones que se usan para juzgar la
confiabilidad de la gente en la que potencialmente confiamos (…). Las razones para juzgar
la confiabilidad son el interés encapsulado, el compromiso moral y el compromiso derivado
del carácter. Dos de ellas -el compromiso moral y el del carácter- son razones basadas en
la disposición, y la otra -el interés encapsulado- es una razón que parte de los intereses. El
rasgo común importante de esas tres teorías o interpretaciones de la confianza es que
requieren valoraciones cognitivas de la confiabilidad de aquellos en quienes
potencialmente se confía. La cuarta teoría se refiere a una confianza disposicional que no
se basa en la evaluación de la confiabilidad del individuo en quien se confía (…) [por lo
tanto] sin relación alguna con las características de quien es objeto de confianza”.
Lo común a estos tres enfoques y de las tres teorías últimas identificadas (dejando afuera
la cuarta por las razones mencionadas), es la concordancia en que la confianza es
relacional, que siempre implica un riesgo y que está referida a un contexto. “La confianza
y la desconfianza, indica Felipe Hevia de la Jara (2006, p. 25) se definen como conceptos
del sentido común -representaciones sociales- utilizadas por los actores sociales para
caracterizar a cierto tipo de acciones y relaciones sociales: relaciones que implican algún
tipo de riesgo significativo para los participantes. Estas caracterizaciones se relacionan y se
actualizan en cada interacción, y dependen del contexto y de los agentes en relación. Es
decir, son las relaciones sociales entre actores, que implican alguna clase de riesgo, en un
contexto particular, las que se definen como confiables o desconfiables”.
Concuerda con lo anterior, el planteamiento de Charles Tilly (2010, p. 32), que sostiene
que “la confianza consiste en poner resultados valorados ante el riesgo de las fechorías, los
errores o los descuidos de los otros. Las relaciones de confianza incluyen aquellas en las
cuales la gente regularmente corre tales riesgo”.
Al hablar de confianza por lo tanto se está hablando de una relación, la cual por lo general
es tripartita, el sujeto que confía, el sujeto o institución social en que se confía y el objeto
sobre el cual reside la confianza. La confianza, además, es una relación que implica un
riesgo, hay una referencia a una incertidumbre (se refiere a algo que todavía no es). Por
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último, la relación y riesgo que implica la confianza, se da en un contexto determinado, lo
que hace de la confianza algo no dado para toda la vida; en este sentido, la confianza es
un objeto social y culturalmente construido.
Entender la confianza como algo no homogéneo ni unívoco, sino algo flexible, hace
posible entender -a juicio de Paula Mussetta (2006, p. 41)- que la confianza se estructura
“a partir de radios o círculos que van desde lo más íntimo y cercano hasta orientaciones
abstractas hacia objetos sociales (…) [donde] a medida que se amplían los círculos, la
confianza se va transformando, por ejemplo se pasa de ser confianza ciega e incondicional
hasta llegar a completa desconfianza”. En esta ampliación de los círculos, se debe
reconocer también, agrega Mussetta (2006, p. 42), que desde los sujetos, no sólo hay una
variación cuantitativa, sino también una cualitativa, ya que “la confianza es narrada de
diferentes maneras para cada círculo”.
b. Resultados del estudio sobre confianza y cohesión social en jóvenes estudiantes:
Los planteamientos que se realizan a continuación están basados en los principales
hallazgos del Proyecto de investigación realizado y se vinculan a los objetivos e hipótesis
formuladas. Las respuestas que son objeto de análisis de este artículo, provienen de las
entrevistas efectuadas a jóvenes estudiantes de educación secundaria en las tres ciudades
más pobladas de Chile: Santiago, Valparaíso y Concepción.
 Qué es la confianza para los jóvenes?
En las páginas anteriores hemos definido la confianza desde distintas perspectivas y
autores; en este momento nos parece necesario plantear qué entienden los jóvenes por
confianza. Es importante capturar la visión de ellos acerca de la confianza, puesto que a
partir de esas definiciones operacionales cotidianas los jóvenes actúan, se relacionan con
los otros, confían o desconfían.
Estas definiciones son las siguientes:
“Para mí la confianza es algo que no se puede pasar a llevar, es algo que es
fundamental en una relación de amistad, relación de familiares, relación de
parejas”.
(Mujer, Santiago, Estrato Medio-Alto).
“Confianza es creer en una persona, es tener la seguridad que lo que le pueda
contar a esa persona, siempre la solución de ella será consecuente y agradable,
eso creo que es la confianza”.
(Hombre, Concepción, Estrato Medio).
“La confianza es la relación en la que uno tiene que mostrar cosas que son
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verídicas. En el caso de las personas, mostrarse a sí mismo. La confianza sería
el hecho de mostrar tal y como son las cosas”
(Mujer, Valparaíso, Estrato Alto).
“Para mí confiar es sentirse seguro principalmente en alguien que no te va a
defraudar, en alguien que te va poner el hombro ‘en el caso de’. Una persona
que te va a escuchar, que va a saber decirte las cosas pero no de una manera
sarcástica, sin dañarte, sentir empatía con esa persona, sentir que te
comprenden, para mí eso es la confianza más que un lazo de amistad sino que
más de seguridad, principalmente de seguridad”. (Hombre, Santiago, Estrato
Bajo).
“Expresarle cosas a alguien y poder basarme en él, o sea, para que él me
guarde muchos secretos, o sea, para muchas cosas mías sin que me vaya a
traicionar. Es lealtad, saber en quién está al lado de uno”.
(Hombre, Santiago, Estrato Bajo).
A partir de estos relatos construimos la siguiente estructura semántica paralela:
CONFIANZA
creer en alguien
guardar secretos
seguridad, lealtad
comunicarse
escuchar
apertura al otro
AMISTAD/AMOR
Como se puede apreciar en los relatos juveniles y en la estructura semántica paralela de
más arriba, para los jóvenes/estudiantes confiar significa creer en alguien, y ese alguien
debe ser capaz de guardar secretos, lo cual genera seguridad y permite comunicarse con
los otros sin prejuicios; lo anterior supone escuchar y abrirse al otro en una relación de
sincera amistad, o de pareja. Es por eso que las primeras y principales relaciones de
confianza de los jóvenes son sus amigos, su familia o su pareja; es decir, son sus círculos
más cercanos, sus relaciones más próximas.
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 En relación al proceso de construcción de confianza en las personas:
En primer lugar podemos señalar que la construcción de confianza es un proceso, no se
logra espontáneamente; para llegar a confiar en alguien se requiere de todo un trabajo
relacional que los jóvenes estudiantes realizan principalmente en sus círculos cercanos
(familiares y amigos). Los testimonios juveniles nos demostraron que la falta de confianza
en las personas atenta contra la cohesión social, es decir, a menor confianza personal, más
débil es la cohesión social en el país.
Los hitos de construcción de confianza personal están dados por la amistad, el cariño, el
amor; en síntesis, es el deseo de cercanía, de comunicación con otros próximos, las ganas
de sentirse queridos y aceptados por otros significativos.
“El proceso para llegar a confiar en esa persona es bastante largo, ya que,
hemos pasado muchas cosas, penas, alegrías, siempre hemos estado juntos en
realidad”.
(Hombre, Santiago, Estrato Medio-Bajo).
“Yo creo que es un proceso que es paulatino, no es algo que se da de un
momento a otro, y que uno cada vez va generando un ambiente y una
relación más estrecha”
(Hombre, Santiago, Estrato Alto).
A partir de estos relatos construimos la siguiente estructura semántica paralela:
LLEGAR A CONFIAR
contar cosas
aproximarse
gente cercana
arriesgarse escuchar
disposición a establecer lazos
PROCESO
Como se puede observar en el esquema anterior, para llegar a confiar en alguien hay que
vivir todo un proceso, es decir, según los relatos juveniles, la confianza no se manifiesta
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como algo espontáneo, sino que hay que trabajar para conseguirla. Para lograrlo la
comunicación es fundamental; se le cuentan cosas a la persona en quien se pretende
depositar la confianza, eso implica aproximarse; sin embargo, lo que queda en evidencia
en los lexemas analizados es que ese proceso solo se da con gente cercana, nunca con
desconocidos.
 En relación al proceso de de-construcción de confianza en las personas:
Si pudiéramos resumirlo en pocas palabras diríamos que a nivel personal el hito
fundamental de pérdida de confianza en los otros está dado por la traición, por el hecho de
revelar un secreto a terceros, lo cual hace perder la confianza en un ser cercano y genera
una gran decepción; cuando se pierde la confianza es prácticamente imposible volver a
recuperarla.
“Sí, ahora me he acercado más a otras personas de mi familia. Pero igual me
han apuñalado, digamos. (…) Es que yo tengo una prima, es que yo tengo un
secreto bien guardado. Decidí contárselo a ella y ella no lo pudo guardar y lo
ventiló a todo el mundo. Y yo no quería que nadie se enterara, menos mi
mamá. Hasta que ella habló”.
(Mujer, Valparaíso, Estrato Bajo).
“Es que cuando uno comenta cosas con cierta persona y como que se van
traspasando de voz en voz, así como se hace con los “cagüines” [rumores
falsos], eso es como ya empiezan las primeras desilusiones y como que se
empieza a perder de a poco la confianza”.
(Hombre, Valparaíso, Estrato Medio-Bajo).
A partir de estos relatos construimos la siguiente estructura semántica paralela:
PÉRDIDA DE CONFIANZA
divulgar secretos falta de reciprocidad
falta de respeto
falsa amistad
decepción
deslealtad
TRAICIÓN
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La estructura semántica paralela anterior nos demuestra que la pérdida de confianza se
debe a la incapacidad del otro de guardar un secreto, es decir, ser rompe la confianza
depositada en él o ella, dado que no hay reciprocidad en la relación, lo que es asumido
como una falta de respeto. En síntesis, es una falsa amistad que genera una tremenda
decepción en los jóvenes/estudiantes; esta deslealtad es vista como una traición, eso
significa que si se rompe la confianza, es prácticamente imposible volver a restaurarla.
En relación al proceso de construcción de confianza en las Instituciones
Respecto de las Instituciones la situación es más clara y contundente; la mayoría de ellas no
les merecen confianza a los jóvenes, particularmente las instituciones políticas y
últimamente la Iglesia Católica, a raíz de todo los casos de pedofilia denunciados a través de
los medios de comunicación. La única Institución que le merece confianza a los
jóvenes/estudiantes son los Bomberos, dado su carácter de voluntarios.
“Yo creo que en ninguna, actualmente no (…) mmm, no… ¿los bomberos puede
ser?, no lo había pensado, pero los bomberos si me causan confianza”.
(Hombre, Concepción, Estrato Bajo).
“Es que… a lo largo del tiempo uno siempre se ha dado cuenta que las
Instituciones siempre mienten o esconden cosas (.…) en los únicos en los que
podría confiar yo creo que serían los Bomberos”.
(Hombre, Valparaíso, Estrato Bajo).
A partir de estos relatos construimos la siguiente estructura semántica paralela:
BOMBEROS
amables
servicio público
ayudan desinteresadamente
riesgo
entrega
VOLUNTARIOS
Lo primero que queda en evidencia es la dificultad de los jóvenes/estudiantes en
identificar este proceso; la mayoría señaló que nunca han confiando en las Instituciones.
Algunos de ellos, después de pensar mucho señalaron que los Bomberos es la única
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Institución que les merece confianza. Esta confianza se debe a que en Chile son
voluntarios, por lo tanto, no hay retribución económica por su actividad. Este hecho les
permite confiar en ellos a los jóvenes. Los Bomberos son vistos como un servicio público
que ayudan a la gente desinteresadamente, y en ese trabajo ponen en riesgo sus vidas y
hay, en ese acto, una verdadera actitud de entrega.
 En relación al proceso de de-construcción de confianza en las Instituciones
A nivel institucional el hito principal de la pérdida de confianza está dado porque, al decir
de los jóvenes/estudiantes, éstas no responden a sus expectativas, trabajan para si mismas,
son corruptas. Los jóvenes no tienen la experiencia de haber confiado en una Institución y
luego perder la confianza en ella, simplemente no confían, guardan distancia; no les creen.
“Ya no confío en los curas y hace tiempo que no voy a la iglesia, que no voy a
confesarme porque me da vergüenza o no sé… mmm si poh’ yo confiaba en la
iglesia y ya no”.
(Mujer, Concepción, Estrato Medio-Bajo)
“No… ninguna no, porque es que nunca me he relacionado tanto con las
instituciones, nunca he confiado en una, por ejemplo no voy a misa, nunca me
he enfermado como para caer al Hospital o cosas así, o sea nunca he
necesitado de Instituciones”.
(Mujer, Concepción, Estrato Medio-Bajo).
A partir de estos relatos construimos la siguiente estructura semántica paralela:
DESCONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES
lejanas
ajenas
se aprovechan de la gente
trabajan por sus intereses
NO CUMPLEN LAS
ANALISI
EXPECTATIVAS JUVENILES
El relato juvenil capturado en la esta investigación señala que las Instituciones se
aprovechan de la gente, que trabajan para sus propios intereses; incluso algunos
mencionaron la sospecha que tienen de aquellas Instituciones que solicitan el vuelto en
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los supermercados, “nunca se sabe que hacen con el vuelto”, nos dijeron. Las
Instituciones que más desconfianza le merecen a los jóvenes son las Instituciones
políticas, éstas son vistas como corruptas, sinvergüenzas y aprovechadoras. A lo anterior
se agrega la pérdida creciente de confianza en la Iglesia Católica a raíz de los reiterados
casos de pedofilia expuestos en los medios recomunicación. En síntesis, podemos afirmar
que el mundo institucional no cumple las expectativas juveniles, es por eso que muchas de
sus actividades públicas y privadas se realizan al margen de las Instituciones.
 En relación a la sociedad en la que vivimos:
Si compartimos la idea de que vivimos en una sociedad de mayor complejidad, más líquida
(Bauman, 1999), de riesgo (Beck,1998) y que esto les exige a los jóvenes construir por sus
propias fuerzas un sentido de futuro, cabe preguntarnos: ¿esta situación genera mayor
individualismo y desconfianza en los otros, fragmenta o no a la cohesión social?.
La respuesta de los jóvenes es claramente afirmativa. Como se pudo apreciar en sus
testimonios a lo largo de toda la investigación, la gran mayoría considera que vivimos en un
país individualista y competitivo. Este fenómeno acrecienta la desconfianza en los demás e
impacta negativamente en la cohesión social.
Si estamos en un país donde prima el individualismo, es difícil articular conductas colectivas
que reafirmen la integración social; el fenómeno chileno sería más bien el contrario;
estaríamos viviendo una sociedad donde cada uno vela por sus intereses personales y busca
la satisfacción de sus necesidades a través del mercado, mermando las posibilidades de una
buena cohesión social, por lo tanto, a mayor desconfianza (personal e institucional), menor
cohesión social.
Lo anterior refuerza los planteamientos de diferentes autores que analizan la sociedad
contemporánea. Esta falta/ausencia de confianza en los demás y sobre todo en las
Instituciones fundamenta el planteamiento de que estaríamos viviendo un tiempo de
incertidumbre y de vacío cultural (Lipovetsky, 1983), al mismo tiempo que nuestras
sociedades se vuelven cada vez más complejas (Morin, 2005).
El hecho esencial al que nos enfrentamos actualmente es que la sociedad ya no determina
las conductas sociales tan directamente como antes, sino que más bien es lo individual lo
que está determinado lo social, lo cual cuestiona en sus bases una de las famosas reglas del
método sociológico de E. Durkheim (2006); es más, hay autores como S. Bauman (1999),
que plantean que la sociedad se ha vuelto líquida y otros señalan que todo lo que ayer era
sólido hoy se desvanece en el aire, por lo tanto, la sociedad se ha vuelto gaseosa (Berman,
1982). Más aún, en cierto sentido la sociedad se ha vuelto inexistente (Martuccelli, 2006,
Touraine, 2006). Desde esta perspectiva, lo social es una construcción continua (Berger y
Luckmann, 2001) y que, por lo tanto, ha retornado el actor (Touraine 1987, Bajoit & Belin,
1997).
14
Frente a esto cabe preguntarnos: ¿qué imaginario social existe en los jóvenes sobre la
cohesión social, cuando la noción de sociedad que contenía promesas fundamentales como
la justicia social o igualdad se prefigura como una sociedad vacía y el consumo se
transforma en un factor principal de integración social?.
El concepto “cohesión social” les resulta ajeno y incomprensible a los jóvenes/estudiantes;
sus niveles de abstracción no les permitieron comprender el sentido y densidad del
concepto; por lo tanto, si respondemos la pregunta desde el rigor lingüístico/sociológico
habría que afirmar que la cohesión social no está presente en el imaginario juvenil; es por
eso que preferimos hablar con ellos de “unidad nacional”; y en la investigación lo
abordamos con la siguiente pregunta: ¿qué une a los chilenos? y ¿que los separa?.
Las respuestas de los estudiantes fueron contundentes: lo que nos une son La Teletón y la
“roja de todos” -la Selección Nacional de Fútbol-. Ambos son fenómenos mediáticos
efímeros, pasajeros. Al respecto cabe constatar una vez más el enorme poder de
manipulación que tienen los medios de comunicación; en particular la televisión. Muchos
de los jóvenes estudiantes chilenos actuales viven al compás de las industrias culturales,
confirmando la prognosis que hicieron los intelectuales de la Escuela de Frankfurt a fines de
la década del ’50 del Siglo XX.
Según el discurso juvenil, lo que nos separa es la política, el individualismo y la competencia
entre las personas y entre las instituciones. Esta es una opinión mayoritaria entre los
jóvenes chilenos; todos los estudios (INJUV 2009, PNUD 2012) confirman dichas
apreciaciones. Los jóvenes no confían en los políticos porque prometen y no cumplen,
porque dicen una cosa y hacen otra. Al mismo tiempo está la percepción que cada uno vela
por sí mismo, en función de sus intereses y deseos personales y que la competencia, propia
del mundo económico ha rebasado el campo de lo económico instalándose en la cultura, en
la relaciones sociales; todo lo cual nos separa, nos aísla.
Todo lo anterior tiene en sus bases la disminución o la ausencia de la confianza personal y
social; en consecuencia lo social se desvanece, se atenúa, pasando el individuo a tener un
lugar central en la vida social concreta (como actor en sus relaciones con los otros y sujeto
en sus relaciones consigo mismo), por lo tanto, lo social ya no se explicaría más por lo
social, sino por lo individual. Esta constatación nos introduciría en la era del Individuo
(Renaut 1989, Bajoit & Belin, 1997), del narcisismo (Lasch, 1979) y del hiperindividualismo
contemporáneo.
Esta falta de confianza en los demás y en la Instituciones hace que el individuo sienta la
necesidad de ser sujeto dentro de un tejido social de comunicación (Habermas, 1987), de
información (Castells, 2001), de interacciones y transacciones continuas (Goffman 1973,
Remy 1991). Al mismo tiempo, este sujeto plural (Lahire, 2004) se encuentra en plena crisis
de identidad (Dubar, 2002), en estado de incertidumbre (Ehrenberg, 1995), fatigado de ser
el mismo (Ehrenberg, 1995), entregado a sus experiencias (Dubet, 1994), a su proceso de
15
individuación (Martuccelli, 2007); en búsqueda perpetua de reconocimiento en un mundo
de menosprecio (Honneth, 1999) y viviendo en una sociedad de riesgos permanentes (Beck,
1986).
c. Paradojas de la participación juvenil: Hacia una comprensión de la cohesión
social de jóvenes liceanos en Chile.
La crisis de representatividad y legitimidad y legitimidad del sistema democrático chileno
tiene su máxima expresión en la actitud ciudadana de los jóvenes. En las últimas dos
décadas se aprecia una creciente disminución de su participación electoral (Riquelme,
1999). En la antigua Ley Electoral que tenía inscripción voluntaria y voto obligatorio los
jóvenes representaban sólo el 17% de padrón electoral ya que cerca de dos millones de
ellos se auto-marginaban del sistema; en aquella época sólo el 20,8 % de los jóvenes
estaba inscrito en los registros electorales (ver gráfico N°1).
Gráfico 1
Actualmente, con la nueva ley electoral de inscripción automática y voto voluntario, el
rechazo a la participación electoral se manifestó con los altos índices de abstención. Según
las cifras entregadas por el Ministerio del Interior (2012), de los 13 millones 404 mil que
tiene el nuevo padrón electoral, sólo 5 millones 474 mil 947 ciudadanos votaron en las
últimas elecciones municipales de octubre de 2012, llegando a un 60% la abstención
electoral. Se calcula que de ese 60% de abstención, el 90% son jóvenes que ingresaron al
padrón electoral de manera automática; dicho de otro modo, la inscripción automática no
resolvió el problema anterior de la no inscripción en los registros electorales de los
jóvenes, es decir, la gran mayoría de los jóvenes no votó, a pesar de no tener el
impedimento de la inscripción en los registro electorales.
A la base de esta no participación electoral juvenil se encuentra la desconfianza hacia los
políticos de parte de los jóvenes, la que según la VI Encuesta Nacional de Juventud (2010)
evidencia que el Congreso y los partidos políticos son las organizaciones que más
16
desconfianza generan en los jóvenes (Tabla 1), situación que es compartida por el resto de
la sociedad (CERC, 2011). Es decir, tanto los jóvenes como la ciudadanía en general,
manifiestan una baja confianza en instituciones básicas para el sistema democrático.
Tabla 1: Confianza en las Instituciones (Injuv 2010)
La estabilidad del sistema democrático también se ve afectada por el bajo compromiso
que los jóvenes tienen con él. Solo el 43% de los encuestados considera que la democracia
es preferible a cualquier forma de gobierno, mientras que a un 28,9% le es indiferente el
régimen de gobierno y un 9,5% considera que en algunas circunstancias es preferible un
gobierno autoritario.
Gráfico 2
En relación a lo anterior, el nivel de satisfacción con el sistema democrático también es
bajo. Solo un 27,3% de los jóvenes encuestados se encuentra satisfecho, mientras que un
39,1% no está ni satisfecho ni insatisfecho, y un 24,1% se manifiesta definitivamente
insatisfecho o muy insatisfecho con el sistema democrático.
17
Gráfico 3
Sin embargo, en la misma encuesta, se puede apreciar que los jóvenes valoran mucho la
tolerancia y el respeto a la diversidad, y manifiestan una activa participación en
organizaciones sociales de carácter solidario y local o en sub-culturas urbanas. Durante
mucho tiempo se asumió que esta participación era de carácter individualista y
despolitizada (Cox, 2006), haciendo más referencia a un “Yo” que ayuda a otros que están
en problemas, que a un “nosotros”. Sin embargo, el discurso tradicional sobre la
indiferencia de los jóvenes y su falta de interés político, fundamentado en las opiniones
que éstos manifiestan en las encuestas, ha sido fuertemente cuestionado por las
movilizaciones estudiantiles que se han desarrollado desde el año 2011 en Chile.
Frente a la paradoja que caracteriza al sistema democrático chileno, no es extraño que el
compromiso ciudadano que manifiestan los sectores juveniles en la actualidad también
presente un carácter paradójico. Los jóvenes siguen manifestando una profunda crítica y
desconfianza hacia la institucionalidad y los sectores políticos, pero al mismo tiempo han
desarrollado una activa participación ciudadana de carácter político, lo que permitiría
inferir que su aversión hacia la política responde más bien a la política partidaria y no a la
política en su sentido amplio, es decir, como todo aquello referido a la convivencia social,
y a la esfera comunitaria de la sociedad. (Espinoza & Madrid, 2010; Martínez, Silva &
Hernández, 2010; Zarzuri, 2010).
Lo paradójico de esta situación, se acentúa cuando se considera que para la mayoría de
los jóvenes, la ciudadanía está referida principalmente al cumplimiento de las leyes
(47,1%), y sólo en segundo lugar, a la participación activa en la comunidad (28,7%) y a la
participación en la toma de decisiones (27,8%) como tercera opción, pese a que en la
práctica esta dimensión es de súbito la que predomina.
18
Gráfico 4
La forma en que los jóvenes están participando en la actualidad, no ha sido un evento
aislado, ya que han cuestionado la estructura de la democracia que impera en Chile,
precisamente por las paradojas sistémicas, que comprometen al conjunto del orden
social, y sobre todo a las formas estructurales de instalación de un sistema hiperprivado
de la relaciones sociales y de los derechos fundamentales de las personas. Su impacto en
el debate y en la agenda, no se ha limitado a los temas educacionales, sino que le ha dado
un nuevo impulso a las problemáticas referidas a la estructura del poder legislativo
(reforma al sistema binominal) y ha cuestionado la exclusividad de las instituciones
representativas en la toma de decisiones, al levantar la propuesta de un plebiscito
ciudadano para dar solución a las demandas estudiantiles. Tal ha sido el impacto de este
movimiento, que incluso, para algunos sectores, este movimiento juvenil es el inicio de
una nueva etapa que llevará a modificar la estructura del sistema hacia una democracia
más directa y participativa (Salazar, 2011).
¿Cómo explicar esta paradoja de la participación juvenil? ¿Qué ha pasado que hoy se
observan jóvenes comprometidos con el cambio social y participativo, pero el sistema
democrático está cada vez más desprestigiado y debilitado? ¿Qué tipo de ciudadanía se
está formando para que los jóvenes estén exigiendo un cambio del sistema democrático?
¿Cuál es la relación que los jóvenes establecen entre participación política, participación
ciudadana y democracia?.
Las razones que permiten comprender las paradojas de la ciudadanía juvenil son amplias,
y encuentran gran parte de su explicación en las propias características del sistema
democrático chileno y su paradoja fundacional: pese a que el discurso político llama a la
participación ciudadana y le exige a la Escuela la formación de un ciudadano crítico y
participativo, el sistema funciona a partir de una democracia de baja intensidad: la
democracia se reduce a la representatividad, limitando los espacios de participación
19
ciudadana en la toma de decisiones políticas, a la actividad de sufragar. Sin embargo, al
mismo tiempo, le entrega todas las herramientas para que se convierta en un consumidor
económicamente activo, gozando de libertad y poder para participar en el sistema
económico y tomar decisiones que impactan directamente en su calidad de vida
(Bauman, 2007a; Castoriadis, 1998; Cornejo et al., 2007; Fernández, Fernández & Alegría
2007; Gómez, 2008; Villavicencio 2007).
La idea de una paradoja fundacional, no se limita a la idea corriente de una paradoja que
ponga simplemente en entredicho, el sentido común, o se muestre la contradicción de
premisas lógicas que al afirmar algo se niegue justamente aquello que se afirma. No es
tampoco la paradoja de un argumento contradictorio, ni falaz. La paradoja fundacional
alude a una situación más radical que una simple oposición en los términos, ya que es la
misma contradicción la que instituye en el despliegue de sí misma, una creencia
fundamental o un horizonte de significado.
Los mitos fundadores, como lo estudia R. Girard (1982) son ejemplos de como la negación,
el crimen y en general, los hechos de sangre instituyen un sentido originario que las
sociedades y religiones replican desde una narración meta histórica. Esto es así, en la
medida que son acontecimientos pertenecientes a un pasado primordial, que no tuvo
nunca un presente, pero que explica por antonomasia la regulación del tiempo presente
de una comunidad determinada, y sobre todo el horizonte de construcción del tiempo
futuro. En analogía a la función originaria de las primeras narraciones de la historia, las
paradojas fundacionales dotan de un sentido, que aunque en realidad corresponden a un
conflicto originario-mítico, y no simplemente a una contradicción lógica. Estas paradojas
son vividas y asumidas por la comunidad como una forma de coherencia y de sentido.
El mito fundacional de Chile, no es distinto del resto del mundo americano. Una tierra
conquistada erigida sobre hechos de sangre. Así se origina desde un principio de
dominación radical, estructuras sociales sobre estructuras de legitimación del poder de
unos pocos sobre otros desposeídos, incluso del estado de naturaleza humana. R. Girard
(1982) sostiene que si bien en el origen los mitos fundadores de occidente, la violencia
correspondía a los Dioses, ahora la violencia se desplaza a los hombres que la realizan en
nombre de ellos. (Girard, 2009). De esta forma la paradoja fundacional se refiere a una
estructura asimétrica del poder, lo que supone también una visión asimétrica del otro
como legítimo otro. La deslegitimación del otro estructura un sistema social donde las
diferencias sociales no son tanto la causa de la segmentación social, sino más bien su
consecuencia más inmediata.
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