Falsedades Gonzalo Quintero Olivares PID_00188283 CC-BY-NC-ND • PID_00188283 Los textos e imágenes publicados en esta obra están sujetos –excepto que se indique lo contrario– a una licencia de Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada (BY-NC-ND) v.3.0 España de Creative Commons. Podéis copiarlos, distribuirlos y transmitirlos públicamente siempre que citéis el autor y la fuente (FUOC. Fundación para la Universitat Oberta de Catalunya), no hagáis de ellos un uso comercial y ni obra derivada. La licencia completa se puede consultar en http://creativecommons.org/ licenses/by-nc-nd/3.0/es/legalcode.es Falsedades Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 Índice Introducción............................................................................................... 5 Objetivos....................................................................................................... 6 1. La falsificación de moneda............................................................. 7 1.1. Bien jurídico protegido ............................................................... 7 1.2. Concepto jurídico-penal de moneda .......................................... 7 1.3. Conducta típica ........................................................................... 8 1.3.1. Fabricación de moneda falsa y alteración de moneda ... 8 1.3.2. Introducción y exportación de moneda falsa o alterada ........................................................................... 1.3.3. 2. 3. Transporte, expendición o distribución de moneda falsa o alterada ............................................................... 10 1.3.4. Tenencia de moneda falsa ............................................. 11 1.3.5. Adquisición de moneda falsa ........................................ 11 1.4. Tipo subjetivo .............................................................................. 11 1.5. Posibles concursos de delitos ...................................................... 12 La falsificación de medios de pago distintos del dinero.......... 13 2.1. Las conductas posibles ................................................................ 14 2.2. La relación con el robo y las llaves falsas ................................... 17 Las falsedades documentales.......................................................... 18 3.1. La concepción de la falsedad en derecho español ...................... 18 3.2. Las clases de documentos ........................................................... 19 3.3. Las falsedades documentales y las tipicidades con elementos falsarios ........................................................................................ 4. 5. 9 21 Las formas de falsear y la atipicidad de la falsedad ideológica cometida por particulares.......................................... 24 Los concursos entre falsedades y otros delitos........................... 27 5.1. Defraudación y estafa ................................................................. 27 5.2. Falsedad y delito societario ......................................................... 27 5.3. Falsedad y delito fiscal ................................................................ 29 5.4. Falsedad, usurpación de estado civil, uso de documentos ajenos auténticos ......................................................................... 30 6. El tráfico y uso de certificados falsos.......................................... 33 7. El uso de documentos ajenos.......................................................... 34 Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 Bibliografía................................................................................................. 37 CC-BY-NC-ND • PID_00188283 5 Introducción En este módulo se estudian exclusivamente aquellas falsedades que, en mayor o menor medida, pueden tener significación económica, puesto que los delitos de falsedad pueden estar presentes en otras diferentes infracciones o, como sucede especialmente con las falsedades en documentos públicos, tener su propia significación jurídica. Desde esa prevención, estudiaremos: • Las falsedades de moneda • Las falsificaciones de medios de pago • Las falsedades en documentos mercantiles En este campo se han producido importantes modificaciones a partir de la Reforma operada por la Ley Orgánica 5/2010. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 6 Objetivos En los materiales didácticos correspondientes a este módulo encontraréis las herramientas fundamentales para conseguir los siguientes objetivos: 1. Comprender la actual configuración de los delitos de falsedad sobre la base de la afectación a las funciones que desempeñan los objetos materiales sobre los que recaen. 2. Aprehender las orientaciones político-criminales que de tal base se derivan. 3. Comprender que el carácter instrumental y relacional de este conjunto de ilícitos no le resta contenido propio de injusto. 4. Analizar la configuración de los delitos relacionados con la falsedad de moneda y efectos timbrados en el Código penal tras las modificaciones operadas por la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre. 5. Estudiar el moderno concepto de moneda. 6. Analizar la configuración de los delitos de falsedad documental en el Código penal de 1995. 7. Estudiar la imbricación del delito de falsedad documental con las nuevas formas de documentación. 8. Analizar las razones político-criminales que conducen a la previsión de la disposición común contenida en el artículo 400 del CP. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 7 1. La falsificación de moneda Se regula en el capítulo I del título XVIII, art. 386 y ss. "Artículo�387 A los efectos del artículo anterior, se entiende por moneda la metálica y el papel moneda de curso legal. Se equipararán a la moneda nacional las de otros países de la Unión Europea y las extranjeras. Artículo�388 La condena de un tribunal extranjero, impuesta por delito de la misma naturaleza de los comprendidos en este capítulo, será equiparada a las sentencias de los jueces o tribunales españoles a los efectos de reincidencia, salvo que el antecedente penal haya sido cancelado o pudiese serlo con arreglo al derecho español. Artículo�389 El que falsificare o expendiere, en connivencia con el falsificador, sellos de correos o efectos timbrados, o los introdujera en España conociendo su falsedad, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años. El adquirente de buena fe de sellos de correos o efectos timbrados que, conociendo su falsedad, los distribuyera o utilizara en cantidad superior a 400 euros será castigado con la pena de prisión de tres a seis meses o multa de seis a 24 meses". 1.1. Bien jurídico protegido Tradicionalmente, se ha sostenido que el interés tutelado es la prerrogativa estatal en la creación de moneda o el crédito del Estado, idea que hoy hay que revisar si se tiene en cuenta que vivimos bajo una moneda europea común. En cualquier caso, el necesario control�sobre�la�masa�monetaria�circulante se presenta como el principal objeto de protección. Junto a ello, se sitúan los intereses de los particulares que puedan verse engañados recibiendo moneda falsa. 1.2. Concepto jurídico-penal de moneda El artículo 387 del CP establece un concepto normativo de moneda válido a efectos penales. En él se incluyen la moneda metálica y el papel moneda de curso legal, cumpliendo con ello la previsión establecida en el artículo 2 del Convenio de Ginebra para la represión de la falsificación de moneda, de 20 de abril de 1929, ratificado por España el 28 de abril de 1930. Por moneda de curso legal debe entenderse aquella emitida por el Estado u organismo autorizado para ello y con poder liberatorio. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 8 El inciso final del precepto equipara a la moneda nacional la de otros países de la Unión Europea y las extranjeras, en referencia, en este segundo caso, a la de aquellos países de la Unión que no han entrado en la unión monetaria, además de a las propias de otros estados ajenos a la UE. Por otra parte, la única moneda de curso legal en España es el euro, lo que significa que la falsificación de la peseta no constituye ya un delito de falsificación de moneda. 1.3. Conducta típica El artículo 386 del CP incluye todas las modalidades comisivas propias del delito de falsedad de moneda, integradas por aquellas que el artículo 2 del Convenio de Ginebra indicaba que debían incriminar los estados firmantes. Entre ellas, se encuentran las que constituyen formas de primer grado, identificadas con lo que constituye conducta falsaria propiamente dicha, como la fabricación de moneda falsa, y de segundo grado, como la introducción en el país, la tenencia, la adquisición o la expendición. Art. 386 del CP "Será castigado con la pena de prisión de ocho a doce años y multa del tanto al décuplo del valor aparente de la moneda: 1. El que altere la moneda o fabrique moneda falsa. 2. El que introduzca en el país o exporte moneda falsa o alterada. 3. El que transporte, expenda o distribuya, en connivencia con el falsificador, alterador, introductor o exportador, moneda falsa o alterada. La tenencia de moneda falsa para su expendición o distribución será castigada con la pena inferior en uno o dos grados, atendiendo al valor de aquella y al grado de connivencia con los autores mencionados en los números anteriores. La misma pena se impondrá al que, sabiéndola falsa, adquiera moneda con el fin de ponerla en circulación. El que habiendo recibido de buena fe moneda falsa la expenda o distribuya después de constarle su falsedad será castigado con la pena de prisión de tres a seis meses o multa de seis a veinticuatro meses, si el valor aparente de la moneda fuera superior a 400 euros. Si el culpable perteneciere a una sociedad, organización o asociación, incluso de carácter transitorio, que se dedicare a la realización de estas actividades, el juez o tribunal podrá imponer alguna o algunas de las consecuencias previstas en el artículo 129 de este Código". 1.3.1. Fabricación de moneda falsa y alteración de moneda En virtud del artículo 386, párrafo primero, del CP, es castigado con pena de prisión de ocho a doce años y multa del tanto al décuplo del valor aparente de la moneda el que altere la moneda o fabrique moneda falsa. Se entiende por fabricación toda creación de moneda apócrifa a imitación de la legítima, cualquiera que sea el medio o modo para conseguir este resultado. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 9 Es preciso que el resultado, la moneda, pueda racionalmente ser tomada como legítima por un hombre medio, y, además, que exista el propósito de introducirla en el tráfico. En cuanto a la alteración�de�moneda, que se incluyó por la Ley 15/2003, hay que entender toda modificación de moneda prexistente auténtica mediante la adición, supresión o modificación de elementos. Esa conducta era especialmente significativa en los tiempos de predominio de la moneda metálica; pero eso no obsta a que también hoy exista esa modalidad de moneda, aunque sea menos importante, y debe estar prevista. La falsificación de moneda se consuma en el momento en que termina la confección de la moneda falsa, sin ser necesario que esta llegue a ser introducida en el tráfico monetario, aunque debe ser idónea para su introducción, y sin que tampoco sea necesario que se haya irrogado un perjuicio, y que se pueda deducir que la moneda está destinada a ser introducida. 1.3.2. Introducción y exportación de moneda falsa o alterada El número 2.° del párrafo primero del artículo 386 del CP se refiere, como modo comisivo, a la introducción en el país de moneda falsa o alterada o su exportación. En buena lógica, el introductor o exportador ha de ser persona distinta del falsificador, puesto que si fuera este quien realizase dichas conductas, estaríamos frente a un acto posterior impune. No obstante, no es necesario que introductor o exportador se hayan puesto de acuerdo con el falsificador, esto es, que se trate de comportamientos conniventes, siendo además indiferente el lugar de falsificación de la moneda. La consumación de la primera de las modalidades (la introducción) exige la introducción de la moneda en territorio nacional, aunque no ha de haberse puesto en circulación ni haberse irrogado ningún perjuicio. Teniendo en cuenta la función del euro y, además, la libre circulación de ciudadanos de la Unión en su territorio, surgen dificultades para comprender el alcance de esta modalidad de conducta. Por eso, lo prudente es entender que alcanza a los intentos de introducir, en el territorio del euro, euros falsos o la exportación de euros falsos a territorios externos. Hay que recordar, no obstante, que la falsedad de moneda alcanza también a las monedas de otros Estados que tengan curso legal (cambio) dentro del territorio propio. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 10 Falsedades 1.3.3. Transporte, expendición o distribución de moneda falsa o alterada Según el número 3.° del artículo 386, párrafo primero, del CP, se pena con igual sanción que a los falsificadores a quien transporte, expenda o distribuya en connivencia con el falsificador, alterador, introductor o exportador, moneda falsa o alterada. Por expender se entiende habitualmente la conducta consistente en gastar o hacer expensas, lo que supone que quien introduce la moneda falsa en el tráfico jurídico lo hace a cambio de la adquisición de un bien o por ser beneficiario de la prestación de un servicio, a cambio de algo, aunque en ocasiones se admite como mera donación. En contraposición, la distribución incluye los casos en los que la moneda falsa se reparte entre varias personas que, a su vez, van a introducirla en el mercado, comportamiento que podría ser difícil de subsumir en la expendición considerada en sentido estricto. En el precepto que ahora se comenta, se incrimina la expendición o distribución de moneda falsa adquirida conociendo su falsedad que, además, sea connivente. Cuando de lo que se trata es de la expendición o distribución de moneda falsa adquirida de buena fe (esto es, desconociendo su falsedad en el momento de ser adquirida), la conducta es constitutiva de delito únicamente cuando el valor aparente de la moneda excede de los 400 euros1. En tal supuesto, la pena que corresponde a quien distribuye moneda falsa adquirida de buena fe, una vez que le consta su falsedad, es muy inferior a la que corresponde a la expendición connivente, lo que se ha explicado al considerar la situación de quien ha sido engañado en este extremo análoga a la del estado de necesidad. Sin embargo, el comportamiento que no se prevé en la actual redacción del Código penal es la expendición�o�distribución de moneda adquirida conociendo su falsedad pero sin connivencia con los falsificadores, introductores o exportadores. La tipicidad de tal comportamiento pasa por su inclusión en las modalidades previstas en el párrafo segundo del artículo 386 del CP, o sea, en la adquisición o tenencia de moneda falsa, a riesgo de quedar impune si no se efectúa dicha interpretación. Para que la expendición o distribución se consideren consumadas, es necesario el traspaso de la posesión del objeto, esto es, que la moneda pase a manos de otra persona distinta de quien la introduce en el tráfico. (1) Art. 386, párrafo tercero, del CP. CC-BY-NC-ND • PID_00188283 11 1.3.4. Tenencia de moneda falsa En el párrafo segundo del artículo 386 del CP, se incrimina la tenencia de moneda falsa, que se pune con pena inferior en uno o dos grados a la prevista en el párrafo primero, atendiendo al valor de la moneda que se detente y al grado de connivencia con los autores mencionados en los números anteriores. Tradicionalmente, la conducta de tenencia de moneda falsa había sido caracterizada como un delito de sospecha, puesto que el tipo no exigía la efectiva concurrencia del ánimo de ponerla en circulación. Sin embargo, la actual redacción de esta modalidad comisiva exige que la misma se detente para su expendición o distribución. La actual redacción de dicha modalidad comisiva es la propia de un delito mutilado de dos actos, en el que han de concurrir tanto la posesión de la moneda apócrifa como la finalidad de ponerla en circulación, sin ser necesario que tal expendición se produzca para que el delito se consume. Puesto que la penalidad se determina tomando en consideración el grado de connivencia con los sujetos mencionados en los números anteriores del precepto, de ahí se deduce que el poseedor debe ser persona distinta de aquellos. No obstante, en los casos de transporte, el connivente tiene la misma pena que el falsificador, mientras que el no connivente únicamente podrá incluirse en este precepto, con penalidad de uno o dos grados inferior a aquella. 1.3.5. Adquisición de moneda falsa El segundo inciso del párrafo segundo del artículo 386 incrimina con la misma pena que la tenencia la adquisición de moneda falsa, siempre que esta se haya adquirido sabiendo que lo es, y siempre que se adquiera con el fin de ponerla en circulación. Es difícil de comprender el sentido de este tipo, pues si lo que se persigue es castigar a quien adquiere moneda falsa, porque hay que suponer que la va a introducir en el mercado, basta con aplicar la modalidad de introducción, o, en su caso, la de tenencia. 1.4. Tipo subjetivo No cabe la comisión imprudente de ninguna de estas modalidades falsarias. A esta conclusión conduce, inexorablemente, el sistema de incriminación cerrada de la imprudencia junto a la ausencia de previsión específica de la modalidad imprudente. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 12 Puesto que el bien jurídico del delito es la función de garantía que desempeña la moneda y dicha utilidad la cumple únicamente cuando es utilizada como medio de pago, el autor deberá operar con finalidad de introducir la moneda en el tráfico o cuanto menos, deberá actuar con conciencia de la idoneidad de la moneda para dicho cometido. 1.5. Posibles concursos de delitos Los problemas que conviene señalar son dos: 1) las diferentes acciones del proceso de falsificación y distribución. Que, sin son realizadas por la misma persona deberán tratarse como un solo delito. 2) las defraudaciones que se hayan podido cometer suministrando moneda falsa a personas concretas, que pueden resultar defraudadas, en cuyo caso habrá que estimar un delito diferente por cada una de ellas, si pueden ser individualizadas. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 13 2. La falsificación de medios de pago distintos del dinero Las tarjetas de crédito, débito o pago o los cheques de viaje son sin duda documentos, seguramente mercantiles, pero es también aceptable que esa dimensión documental no puede bastar para absorber la plenitud de lo injusto. Las calificaciones penales posibles deberían aunar ambos caracteres (patrimonial y documental), pero de no introducirse una tipicidad específica, lo más probable sería que se apreciara concurso de delitos (falsedad, de creación o de uso) y estafa. Esa solución podría ser materialmente justa en algunas ocasiones, pero en otras muchas provocaría penas desproporcionadas. La Reforma introducida por la LO 5/2010 afectó profundamente al régimen penal de las falsificaciones de tarjetas de crédito, hasta entonces tratadas como moneda a todos los efectos. El artículo 387 fue modificado, excluyendo de su ámbito a las tarjetas de crédito o débito o cheques de viaje y las demás tarjetas que puedan utilizarse como medio de pago cuyo régimen pena se traslada al artículo 399 bis. Hasta la Reforma, esos instrumentos estaban absolutamente equiparados a la moneda misma, lo cual en cierta medida daba satisfacción a indicaciones europeas sobre la necesidad de fortalecer la tutela de esos importantes medios de pago. Pero la equiparación absoluta de la tutela penal, en tipificación y penalidad, resultaba excesiva. Era conveniente un regulación autónoma de esa clase de falsificaciones, y así se había pronunciado la Sala Segunda del Tribunal Supremo en el Acuerdo no Jurisdiccional de 28 de junio del 2002, en consonancia con lo previsto para esta materia en la Decisión Marco 413/2001, de 28 de mayo del 2001, del Consejo de Ministros de la Unión Europea, sobre la lucha contra el fraude y la falsificación de medios de pago distintos del efectivo. Esa Decisión recomendaba la incriminación penal con penas "proporcionadas y disuasorias", lo cual, ciertamente, se conseguía equiparándolas a la moneda, pero daba lugar, en nuestro sistema, a algunos trastornos aplicativos, determinados básicamente por los excesos de atribución de la competencia a la Audiencia Nacional. A partir de la Reforma, el artículo 65 -1 -b) de la LOPJ atribuye a la Audiencia Nacional el conocimiento de los delitos de "falsificación de moneda, delitos monetarios y relativos al control de cambios". Esa atribución competencial se relacionaba con el anterior texto del artículo 387, que colocaba en pie de igualdad las falsificaciones de moneda y las de las tarjetas de crédito y otros instrumentos de pago. La Reforma ha limitado el contenido de ese artículo reduciéndolo a la moneda, con lo cual ha limitado a la vez las competencias de Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 14 la Audiencia Nacional. De ese modo, la totalidad de las conductas de falsificación de tarjetas de crédito, etc., tanto si es fabricación como tenencia, uso o distribución, se regirá por las reglas ordinarias de atribución de la competencia. 2.1. Las conductas posibles Esos medios de pago son, en esencia, las tarjetas de crédito o débito y otras que puedan ser utilizadas en transacciones, así como los cheques de viaje. Las acciones y situaciones que pueden darse con estos instrumentos son diversas: 1) el llamado cloning�o�skimming; consiste en la duplicación de tarjetas de crédito sin que estas sean sustraídas del titular, que no sabe siquiera que le han copiado la tarjeta y por eso no presenta denuncia hasta que revisa su resumen a fin de mes, lo que da tiempo a los estafadores a lucrarse sin riesgo alguno; 2) además del cloning, se ha producido la copia�de�la�información contenida en las bandas magnéticas, y para eso basta con haber usado la tarjeta en un restaurante o en una tienda (a eso se añaden las tarjetas perdidas o robadas, que según algunos cálculos suponen el 25% de todas las que se usan fraudulentamente); 3) siguen los fraudes cometidos sin utilizar físicamente la tarjeta, lo que se hace por quienes obtienen el número y la fecha de caducidad de la tarjeta, para luego comprar cosas utilizando estos datos. Quienes lo hacen, obtienen la información específica de las tarjetas de sus víctimas, por ejemplo, ofreciendo compras o servicios inexistentes por Internet. La copia o clonación de tarjetas de otras personas puede servir, en la misma medida, para perjudicar patrimonialmente a los titulares de la tarjeta copiada o a quien la acepta como medio de pago y luego resulta defraudado al negarse por el banco su validez o, en fin, al propio banco si es acusado de no haber aplicado la diligencia debida en verificar la capacidad de sus lectores para identificar la tarjeta. Pueden pues ser varios y de diferente posición los perjudicados, pero lo que está claro es que siempre se tratará de un daño patrimonial que las más de las veces caerá sobre el titular de la tarjeta. La respuesta legal se resuelve en un solo precepto. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 15 Entre las estafas, tenemos: "Art.�248 Cometen estafa los que, con ánimo de lucro, utilizaren engaño bastante para producir error en otro, induciéndolo a realizar un acto de disposición en perjuicio propio o ajeno. 2. También se consideran reos de estafa: [...] c) Los que utilizando tarjetas de crédito o débito, o cheques de viaje, o los datos obrantes en cualquiera de ellos, realicen operaciones de cualquier clase en perjuicio de su titular o de un tercero". Entre las falsedades, y desde la Reforma de la LO 5/2010, tenemos: "Art.�399�bis 1. El que altere, copie, reproduzca o de cualquier otro modo falsifique tarjetas de crédito o débito o cheques de viaje, será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años. Se impondrá la pena en su mitad superior cuando los efectos falsificados afecten a una generalidad de personas o cuando los hechos se cometan en el marco de una organización criminal dedicada a estas actividades. Cuando de acuerdo con lo establecido en el artículo 31 bis una persona jurídica sea responsable de los anteriores delitos, se le impondrá la pena de multa de dos a cinco años. Atendidas las reglas establecidas en el artículo 66 bis, los jueces y tribunales podrán asimismo imponer las penas recogidas en las letras b) a g) del apartado 7 del artículo 33. 2. La tenencia de tarjetas de crédito o débito o cheques de viaje falsificados destinados a la distribución o tráfico será castigada con la pena señalada a la falsificación. 3. El que sin haber intervenido en la falsificación usare, en perjuicio de otro y a sabiendas de la falsedad, tarjetas de crédito o débito o cheques de viaje falsificados, será castigado con la pena de prisión de dos a cinco años". Por lo tanto, el régimen legal vigente se escinde en dos vertientes: 1) las defraudaciones cometidas con tarjetas y 2) las falsificaciones de tarjetas. De ese modo, el legislador atiende a una solicitud doctrinal antigua: que se contemplara una específica forma de estafa, como se hace con otras acciones propias de la criminalidad moderna –el artículo 248 describe la estafa por manipulación informática o artificio semejante y el artículo 239 considera llave falsa a las tarjetas, magnéticas o perforadas, y los mandos o instrumentos de apertura a distancia– describiendo también una estafa cometida con tarjeta de crédito, ya sea la sustraída al propietario o la clonada, aquella cuyos datos han sido copiados, que es la modalidad que resulta problemática, y que en manera alguna puede entrar en el concepto de fabricación. Por otra parte, ya un Acuerdo de Pleno de la Sala II del TS manifestó también la conveniencia de la inclusión, en el Código penal, de un precepto específico que contemple los actos de falsificación de tarjetas, con establecimiento de las penas adecuadas para cada supuesto, en consonancia con lo previsto para esta materia por la Decisión Marco del Consejo de Ministros de la Unión Europea Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 16 sobre "la lucha contra el fraude y la falsificación de medios de pago distintos del efectivo", de 28 de mayo del 2001. Eso es lo que ha sucedido por medio del nuevo artículo 399 bis. No se tipifica, expresamente, la tenencia de útiles para la clonación de tarjetas. Bien es cierto que las graves consecuencias que pueden producirse hacen que la tecnología de la clonación sea considerable como peligrosa, como sucede con los útiles para la falsificación de moneda. Ahora bien, la citada tecnología es muy variada, incluyendo desde máquinas de fotografía holográfica de tarjetas de crédito hasta software para clonación. Software para clonación Es software capaz de crear números aleatorios de tarjetas de crédito, que pueden coincidir o no con la realidad (también en este bloque se emplean programas capaces de interceptar números de tarjetas de crédito que circulan por la Red sin estar encriptadas), máquinas para copiar hologramas de tarjetas (por ejemplo, los de VISA o MasterCard), lectores magnéticos capaces de atrapar información y que son muy pequeños pero capaces de leer la tarjeta y el código de la banda y con eso se hace la copia de la tarjeta o clonación. Pero eso no es todo, sino que muchos de esos instrumentos son aparatos que no tienen por qué estar orientados a la falsificación o clonación de tarjetas, por lo que su tenencia podría ser equívoca. No es aplicable la imagen del falsificador de moneda al que se encuentra con placas que reproducen billetes, porque no es tan sencillo. Habrá casos en que será posible (plásticos preparados para la impresión de los hologramas, bandas magnéticas listas para ser incorporadas, etc.), pero en otros no será tan sencillo. En cualquier caso, parece necesario para la actuación preventiva que exista un tipo descriptivo de la tenencia de esos útiles, aunque sea entendiendo que se habrá de apreciar su necesaria orientación a la clonación criminal, y no solo su aptitud para ello. Pese a todo, subsiste la posible aplicación de la fórmula contenida en el artículo 400 del CP. Teniendo en cuenta estos datos, podemos concluir que la situación actual se resume así: 1) el uso de tarjeta ajena para extraer dinero, será estafa; 2) el uso de tarjeta ajena para otras funciones (operaciones y gastos) será también estafa, al igual que la utilización de los datos de la tarjeta de otra persona; 3) la falsificación física de la tarjeta de crédito, total o parcial, sea introduciendo los datos de otro o introduciendo unos datos que no pertenecen a nadie pero que pueden cumplir con los elementos de la tarjeta, se castigará con arreglo al nuevo artículo 399 bis. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 17 2.2. La relación con el robo y las llaves falsas Finalmente, queda cohonestar estos problemas con las disposiciones relativas al robo y al concepto de llave falsa. Como sabemos, el artículo 239 declara que, a los efectos del presente artículo (estamos en el robo con fuerza), se consideran llaves las tarjetas, magnéticas o perforadas, y los mandos o instrumentos de apertura a distancia. La pregunta que enseguida surge es si esta regla es ya una respuesta legal a la utilización de tarjetas sustraídas al propietario, y si por ahí se podría introducir la utilización de la tarjeta de otro para extraer dinero de cajeros o para toda clase de operaciones. Sentencia del Tribunal Supremo en S. 35/2004 de 22 de enero "El artículo 239, último párrafo, asimila las tarjetas magnéticas a las llaves convencionales. Y el mismo artículo 238, en su número tercero considera fuerza típica el descubrimiento de las claves de objetos cerrados o sellados para sustraer su contenido. Siendo así, y teniendo en cuenta los posibles significados del término 'acceder' empleado en el artículo 237, hay que entender que la propia ley penal prescribe que actuar como aquí se hizo es una forma de acceso a los bienes que resulta punible a título de robo, pues se accede a un lugar penetrando en su interior o accionando, con empleo de fuerza típica, en este caso mediante llave falsa, un mecanismo que extraiga el contenido de aquel. De este modo, se da la circunstancia de que el acusado se sirvió de una llave falsa en el sentido legal y del descubrimiento de las claves de un objeto cerrado para acceder o llegar a su interior y apoderarse de parte de su contenido, realizando una conducta típica según los artículos 237, 238 y 239 del Código penal. En este sentido se ha pronunciado esta Sala en STS núm. 257/2000, de 18 de febrero (RJ 2000\1055) y las que en ella se citan; STS núm. 2016/2000, de 26 de diciembre (RJ 2000\10669) y STS núm. 1313/2001, de 25 de junio (RJ 2001\5668)". Hay que decir, y ya es sabido, que el TS ha venido siendo constante, salvo algún voto particular, en entender que el uso de una tarjeta de otro para extraer dinero es constitutivo de robo con fuerza. En cambio, el uso de esa misma tarjeta para realizar gastos que se cargan a ella es llevado al ámbito de la estafa; normalmente, el argumento descansa en la relación con otra persona a la que se hace creer que el que actúa es titular de la tarjeta que porta y usa. Pero después de la Reforma del 2010 no es posible mantener esa interpretación, pues el artículo 248-2-c) CP alude a operaciones de cualquier clase, por lo que ha de ser de aplicación preferente. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 18 3. Las falsedades documentales 3.1. La concepción de la falsedad en derecho español Al abordar un tema como el enunciado, creemos que conviene recordar que nuestro sistema penal se decantó hace tiempo por la llamada concepción�material�de�la�falsedad�documental, de acuerdo con la cual la existencia de una falsedad punible depende, precisamente, de que el documento alterado afecte a elementos transcendentes, de presente o de futuro, capaces de incidir significativamente en el tráfico jurídico o de generar y alterar jurídicamente una prueba. La definición de documento que da el artículo 26 del CP pretende ser coherente con esa concepción de la falsedad documental, a través de la definición misma de lo que ha de tenerse por documento a efectos penales, definición que, pese a todo, no deja de tener carencias. A buen seguro hubiese sido conveniente introducir también un concepto legal de falsedad, como propuso algún proyecto de Código penal, para así poder concretar mejor la idea de alteración del valor probatorio, y ello no solo porque el artículo 26 no ofrece un concepto ideado únicamente para el delito de falsedad documental, sino porque así se hubieran podido resolver dudas que en la práctica no han sido zanjadas con solidez, como es, por citar un caso significativo, el de la discutida continuación del delito de falsificación de placa de matrícula. La siguiente advertencia, mucho más importante aun para el tema que nos ocupa, es que nuestro Código, que en este punto despreció la solución que ofrecía el PrCP 1992, no ofrece una norma específica para tratar el concurso entre delitos de falsedad y otros delitos. Por esa razón, los problemas de concursos (de normas o de delitos) son agravados tradicionalmente por la dureza de las penas que resultan imponibles. Especialmente grave es, en términos político-criminales, que por fuerza de las reglas del concurso medial resulte que el delito medio sea más determinante de la pena final que el delito principal. El vigente Código penal de 1995, aunque haya dado algún paso relativamente positivo, como el de establecer una definición legal de documento, no quiso atender a la prácticamente unánime y antigua petición doctrinal de que se articulara una sistema específico regulador de las situaciones de concurso, idea que había sido aceptada por el artículo 379 del Proyecto de CP de 1992, además de simplificar los tipos (lo que apenas se hizo, en lo que concierne a las falsedades documentales). Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 19 3.2. Las clases de documentos El CP distingue entre cuatro tipos de documentos: públicos, oficiales, certificados, mercantiles y privados. 1) Por documento�público se entiende, técnicamente y por su origen, aquellos que han sido autorizados por "un notario o empleado público competente, con las solemnidades requeridas por la ley (art. 1216 del CC), que ulteriormente especifica, en cuanto a su función (art. 1218 del CC), a aquellos que hacen prueba 'aun contra tercero, del hecho que motiva su otorgamiento y de la fecha de este', y frente a los contratantes y sus causahabientes hacen prueba 'en cuanto a las declaraciones que en ellos hubiesen hecho los primeros'". También la Ley de Enjuiciamiento Civil ofrece una relación de lo que se considera documentos públicos (art. 596 LECiv), dando esa condición a los documentos emitidos por fedatarios, a los documentos judiciales de cualquier especie y a los documentos administrativos (expedidos por funcionarios, sitos en registros o archivos públicos y sus copias autorizadas, ordenanzas, reglamentos de sociedades o comunidades o asociaciones, aprobados por autoridad pública). 2) La innecesaria referencia al documento�oficial solo contribuye a la confusión y a otros peligros. El Código penal español conserva una mala traducción arrastrada desde el siglo XIX, cuando optó por traducir "administrativos" (concepto usado en el CP francés de entonces) por "oficiales", concepto que carece de cualquier definición legal, salvo que se acepte que los documentos oficiales no son otra cosa que los que la LECiv menciona, entre los públicos, como documentos emitidos por los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones (art. 596.3.° LECiv) que proceden de la Administración aunque no son "solemnes" ni tienen fuerza fedataria. El problema más grave reside en que se está registrando en la jurisprudencia una injustificable tendencia a la calificación de documento oficial, dándosela a los creados por cualquier funcionario público, y también los inspeccionados, diligenciados, sellados o incluso ordenados por la Administración, aunque los creen o redacten los particulares; dada la trascendencia que puede tener para la pena imponible, es inadmisible esa interpretación extensiva contra reo, por no mencionar los documentos oficiales por destino, que son documentos privados, creados exclusivamente por voluntad de un particular y remitidos ulteriormente a la Administración. 3) Por documento�mercantil, cuya asimilación en lo punitivo resulta sin duda excesiva porque su parentesco jurídico se traza con los documentos privados. Según un criterio tradicional doctrinal, solamente se incluye a aquellos que expresamente describe o clasifica el Código de comercio, pero según la jurisprudencia puede darse esa condición a todos los que expresan actos de comercio, como puede ser una venta entre comerciantes, y sugiero ese ejemplo porque esa venta indicará el porcentaje de recargo correspondiente al IVA, y por ahí tenemos el vehículo de un posible delito fiscal cometido usando facturas falsas. Esa tesis se apoya en el artículo 2 del Código de comercio, cuyo párrafo segundo declara que "serán reputados actos de comercio los compren- Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 20 Falsedades didos en este Código y cualesquiera otros de naturaleza análoga", por lo que los papeles que expresen actos de comercio serán necesariamente documentos mercantiles, conclusión absurda, y que supone una concesión a la interpretación analógica o extensiva contra reo. 4) Los documentos�privados tienen una conceptuación más pobre, ya que vienen definidos como aquellos que, creados por los particulares, reflejan algo que puede tener valor jurídico dentro de un limitado ámbito de relaciones también trabadas entre particulares. Tiempo hubo en que se dio por supuesto que necesariamente tenía que tratarse de algo con trascendencia económica. Esa interpretación descansa en la idea de que tanto el artículo 395 como el 396 del CP incorporan como necesario elemento subjetivo del injusto la finalidad de "perjudicar a otro", la cual a su vez se entiende (sin base) como perjudicarle "económicamente", dado que otra clase de perjuicio parece que no sería atendible por el derecho penal, y esa sería la finalidad perseguida por el autor. Prescindiendo de otras consecuencias de esa opinión, hay una que sobresale, y es que si el objeto de perjudicar económicamente es "consubstancial" al documento privado falso, más difícil aún resulta aceptar un concurso de delitos con una defraudación cualquiera. Es lógico que subsista en el Código la diferencia entre documentos públicos y no públicos, pero no es tan lógica la distinción legal entre documentos públicos, oficiales, certificados, mercantiles y privados, que es una importante fuente de confusiones, además de alguna anomalía político-criminal, como lo es el que los documentos mercantiles se equiparen a los públicos, cuando la naturaleza de los actos y actividades que recoge pertenece a la esfera de las relaciones de derecho privado (mercantil). El que los grandes bancos o las grandes compañías tengan más poder y dominio sobre la vida de los ciudadanos que el propio Estado no es una razón para tratar sus actividades en modo jurídicamente equiparado. La gravedad de lo que pueda acontecer en ellas y la dureza de la respuesta penal ha de depender de otras cosas, pero no de los documentos. Si recordamos que un documento merece esa denominación porque tiene capacidad para algo, podemos concluir que normalmente la falsedad documental será instrumento para alcanzar algo a lo que se podrá también calificar de injusto. Dejemos de lado la posibilidad de que alguien, en busca desesperada del bien (objetivo o subjetivo) no tenga otra solución que falsear un documento, y son distintos los ejemplos que conocemos. Pero lo normal es que la finalidad propuesta sea en sí misma injusta: engañar a otros, sea otros particulares (estafas, defraudaciones, insolvencias...), al Estado (obligaciones tributarias o de la Seguridad Social) o a los jueces (presentación de pruebas falsas en su más amplia acepción). Esa capacidad consubstancial al documento, para merecer ese nombre, ha de concurrir también en el documento privado. Falsear documentos Algunos casos conocidos serían el fraude de peonadas o la filiación de un niño encontrado en abandono. CC-BY-NC-ND • PID_00188283 21 Falsedades Pasemos ahora a la consumación. En las falsedades documentales, la consumación del delito no depende tanto de su estructura comisiva como de la plenitud de la ofensa al bien jurídico, que, como se ha dicho al principio, es la capacidad probatoria del documento. De ello se desprende que la falsificación de un documento, por razones comprensibles, no entra realmente en el derecho penal hasta que ese documento inicia su andadura en el tráfico jurídico. A partir de ese momento, ya es indiferente que cause los efectos que el falsificador se propuso, pues la consumación se produce con la simple introducción de un elemento probatorio mendaz. Pero lo que queda también fuera de duda es que no es posible consumar la falsedad de un documento sin utilizar ese documento para algo. Por lo tanto, si la utilización es consubstancial a la falsificación, solo tendrá sentido castigarlas por separado en el caso de que falsificador y utilizador sean personalidades perfectamente distinguibles (que no es lo mismo que decir que sean "personas distintas"). La hipotética eficacia del documento falso puede llegar a causar graves perjuicios. Pero esa contingencia, si se corresponde con un delito como tal se deberá tratar. Causación de perjuicios sin integrar un segundo delito es ciertamente posible, pero en falsedades específicas que ya contemplan ese efecto. 3.3. Las falsedades documentales y las tipicidades con elementos falsarios Con esa distinción, nos referimos a esas tipicidades que tienen un componente necesario o implícito de documentación falsa y que pueden entrar en concurso de normas con las que aquí se regulan. Desde el programa se sugiere esa problemática respecto de la estafa cometida mediante cheque, el delito societario y la usurpación del estado civil, que luego trataremos particularmente, pero el ámbito de casos posibles es mucho mayor. El tratamiento penal de esas situaciones es doblemente complejo, ya que por una parte se plantea un posible concurso de normas, pero por otro lado muchos de esos documentos mendaces pueden no ser aptos para integrar una falsedad punible: eso sucederá siempre que la falsedad que se predique de un documento es calificable de ideológica. No obstante, hay que hacer una salvedad, pues es común entender que existe una dimensión adicional del injusto en las falsedades documentales cometidas por funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos, bajo el entendimiento de que la capacidad probatoria de determinados datos documentales puede crear prueba inmediata y erga omnes. Así, el fedatario que, aun no siendo el objeto principal del negocio, hace constar, a conciencia de ser falso, un nombre, una filiación y una profesión que en ningún caso corresponden a una de las partes, podría incurrir en delito de falsedad aun cuando el documento, en orden a su fuerza probatoria del contrato, no resultara afectado. Por eso, cuando se trata de esas falsedades, es importante no olvidar esa dimensión superior del Ejemplo Una muestra de causación de perjuicios sin integrar un segundo delito sería la falsedad de información contable que lleva a otro a invertir (siempre y cuando no se cuente con una estafa de inversiones). CC-BY-NC-ND • PID_00188283 22 bien jurídico ofendible, pues solo así es posible entender la tipicidad de ciertas conductas que acaso no sean particularmente relevantes en orden a una concreta prueba futura, pero sí para lo que inmediatamente suponen o prueban. Además de las estafas documentales ya mentadas, hay que referirse a aquellos documentos que son instrumentalmente imprescindibles para la comisión de ciertos delitos, entre los cuales destacaremos solo como selección representativa, y no como relación exhaustiva: 1) las declaraciones tributarias fraudulentas, que mienten sobre la realidad de los ingresos, 2) la falta a la verdad en las peticiones de ayudas presupuestarias o de subvenciones públicas, 3) las peticiones de subvenciones en las que se miente sobre la realidad del negocio o contrato que se va a realizar con ellas, 4) el uso en juicio de documentos falsos, sea como fundamento de una acción civil o sea como respaldo probatorio de una acción penal, 5) la falsificación de cuentas por los administradores de sociedades, 6) la contabilidad falsa presentada en expediente de quiebra o de suspensión de pagos tampoco permiten la apreciación de dos delitos, sino exclusivamente el hecho típico específico, que absorbe por ser inherente a la ejecución el medio documental utilizado, y 7) los documentos cambiarios (cheques y pagarés) con los que se comete estafa. Podríamos calificar como falsedades comprensibles, en cambio, aquellas falsedades que, sin ser imprescindibles, se corresponden con una normalidad del modo de ejecutar el delito. Entre los casos de falsedades comprensibles, encontramos: 1) los documentos mercantiles alterados por los administradores o socios para engañar a otros socios, 2) los documentos falsos que plasman la supuesta existencia de una obligación precedente, como modo de ejecución en el alzamiento de bienes, 3) los documentos falsificados para usurpar el estado civil de otro, Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 23 4) los que igualmente se falsifiquen para usar la identidad de otro, y 5) en el delito de intrusismo, la falsificación de un expediente académico, ya sea para lograr la expedición de un título o ya sea para exhibirlo en la consulta o despacho. Así, tenemos dos grupos de situaciones imaginables: • las de las falsedades necesarias y • las de las falsedades imaginables como coherentes con el plan delictivo. En uno y otro caso, no es fácil afirmar que se produzca un aumento de lo injusto del hecho, lo cual se puede afirmar con claridad en el primer grupo de casos y, con similar fundamentación, también en el segundo. Claro está que debe establecerse otra distinción, en función de la cualidad del documento que se falsifica. En los ejemplos propuestos hay documentos que pueden ser privados o mercantiles, pero también otros que pueden ser públicos u oficiales (títulos académicos, certificaciones de estudios, documentos de identidad), y esa condición, según se dice, ha de tener consecuencias punitivas necesariamente, es decir, ha de haber forzosamente un concurso de delitos. También puede suceder que se mezclen en el tracto ejecutivo documentos de diferentes naturalezas, y ahí se abrirá el problema del delito continuado con documentos diferentes. Pero antes de continuar, hay que reparar en que muchas de esas falsedades es posible que sean atípicas, con lo cual no deberá plantearse problema alguno, al menos si se tiene claro lo que es la falsedad ideológica. Veamos el motivo. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 24 4. Las formas de falsear y la atipicidad de la falsedad ideológica cometida por particulares En el Código, tenemos clases de documentos y especies de acciones falsarias, dentro de las cuales se ha venido diferenciando entre falsedades materiales y falsedades ideológicas, distinción que grosso modo descansa en la diferencia entre "tocar" un documento e "introducir mentiras en un documento". Pero nada más lejos de la verdad que creer que esa distinción no encierra problemas. La rúbrica del capítulo enuncia documentos públicos, oficiales y mercantiles como categorías documentales diferenciables, que se equiparan y mencionan expresamente tan solo en la modalidad de falsedad�cometida�por�particulares. La diferencia entre los documentos públicos y los oficiales, si son falsificados, considerando que no se traduce en diversidad de penalidad para una y otra, pierde interés. En cuanto a los documentos�mercantiles, solamente se citan en el artículo 392, como objeto posible de las falsedades comisibles por particulares. Pasemos ahora a la ejecución típica del hecho falsario documental; nos centraremos en la falsedad cometida por particulares, y no por funcionarios. La técnica del Código es tradicional, aunque en 1995 fuera razonablemente simplificada, pero manteniendo su criterio fundamental: en lugar de tipificar la acción de falsificar, sin mayores precisiones, el legislador español siempre ha considerado conveniente expresar cuáles son los modos de falsificar penalmente relevantes. Buena parte de los problemas que tenemos vienen determinados precisamente por el uso de esa técnica legislativa, perfectamente calificable de "hispánica". Yendo al punto central, por voluntad de la ley los particulares no pueden cometer cualquier clase de falsedad documental, sino que expresamente se excluye la posibilidad de que pueda cometer la descrita en el número 4.° del artículo 390, que es la de "faltar a la verdad en la narración de los hechos". Se excluye, pues, la posibilidad de que los particulares puedan cometer falsedad ideológica. La razón que desde antiguo se dio para que así fuera (aunque nunca, hasta el Código de 1995, se había expresamente dicho que "no podía ser") fue que la falsedad ideológica está indisolublemente ligada al deber de decir la verdad, y ese deber solo lo tienen los funcionarios públicos en las actuaciones propias de su cargo o función, y por eso el documento que de ellos emane tiene inmediata fuerza probatoria, mientras que las declaraciones que haga un particular no pueden tener nunca esa capacidad. Conforme con esa idea, la modalidad de faltar a la verdad en la narración de los hechos no se extiende a particulares, y por eso mismo (se dice) hubo que tipificar expresamente delitos como la presentación de contabilidad falseada Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 25 Falsedades para conseguir indebidamente la declaración de concurso o la falsificación de cuentas de sociedades, pues tanto una como otra serían falsedades ideológicas y por lo mismo atípicas. Sucede, no obstante, que para algunos también son falsedades ideológicas las del número 3 del mismo artículo (suponer intervenciones inexistentes en un acto o atribuir a personas manifestaciones que no han hecho). Esta última modalidad reúne aparentemente ingredientes de la falsedad ideológica y de la falsedad material, puesto que acoge desde la creación de un documento absolutamente falso –lo que en puridad sería simulación de documento– a la trascripción deformada de las declaraciones de alguna persona, pero, en todo caso, su naturaleza es más próxima a la falsedad ideológica si por ella se entiende una alteración consciente del hecho jurídico que se quiere probar plasmada en un documento formalmente correcto. La simulación de documento en todo o en parte se refiere, como es sabido, a los casos de creación íntegra de documentos, idea que es plenamente compatible –es más, son los casos más visibles en la jurisprudencia– con la utilización de documentos a partir de impresos con espacios en blanco que se han de rellenar (recetas de la Seguridad Social, letras de cambio, etc.), sobre los que el autor incorpora datos inventados. El problema es que la simulación íntegra de un documento privado ha sido considerada por el TS unas veces como falsedad ideológica del número 4 (atípica para particulares) y otras veces como falsedad material del número 2 (posible para particulares). Esa oscilación jurisprudencial se amplía en otra dirección, al considerar que las facturas imaginarias son documentos mercantiles, lo cual se hace porque de ese modo la pena puede ser mayor. Pero lo esencial es que el TS consideró en el "caso Filesa" que la "factura completa imaginaria" era una modalidad de simulación de documento, mientras que estimó lo contrario, y con ello pudo absolver, en el "caso Argentia Trust". Cuestión diferente es la criticable tendencia a otorgar a una factura, o recibo, o albarán de entrega, por usar ejemplos distintos, la condición de documento mercantil, lo cual es excesivo, salvo que se quiera hipertrofiar el concepto incorporando a la fuerza documentos que se generan en las más variadas situaciones, desde la factura de un médico a la compra de una rueda de coche. No se trata de actos que puedan someterse a la disciplina del Código de comercio. Por lo tanto, reducidos que sean a la condición de documentos privados habrá que plantear si su creación íntegra es una "simulación" (punible) o una "falta a la verdad" (atípica), y sabemos que las dos interpretaciones han sido sostenidas en sentencias. El Tribunal Constitucional ha tenido oportunidad de pronunciarse (STS 125/2001), y aun reconociendo que la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha mantenido diferentes�líneas�interpretativas sobre la simulación documental, considerándola bien como supuesto de falsedad material, bien como falsedad ideológica o intelectual, siempre con la tranquilidad de que la conducta habría de resultar punible en todo caso (fuera como "falta a la verdad" o como "simulación total"). La interpretación favorable a tratarla como simulación, a juicio del TC, no puede ser conceptuada de extravagante, pues en las palabras "simulando un documento" caben diferentes formas de creación de simulacros o apariencias documentales, y por lo tanto resulta razona- Ejemplo Un caso de ejemplo de simulación íntegra de documentos lo encontramos en la cumplimentación de una factura por un determinado servicio de asesoramiento o de suministro. CC-BY-NC-ND • PID_00188283 26 ble que se califique como simulación la factura emitida como justificación de que se ha realizado un estudio, informe u otro tipo de prestación, en verdad no efectuada. La atipicidad de las falsedades ideológicas cometidas por particulares aparece como algo razonable. Llegado el momento de interpretarla, podemos convenir que la decisión sobre si el documento privado íntegramente creado por un particular es una simulación total o es una completa falta de verdad habrá de tomarse partiendo de argumentos más profundos que el de la letra de la ley, y entonces admitiremos que lo lógico es considerar ese supuesto como de falsedad ideológica y, en tal caso, asumir que esa clase de falsedades cometidas por los particulares son en todo caso ajenas al derecho penal. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 27 5. Los concursos entre falsedades y otros delitos Muchas de las cuestiones que corresponden a este tema han sido ya apuntadas en los párrafos anteriores. Creo que es importante, como pequeño resumen, recordar: 1) que la orientación a conseguir algún efecto o consecuencia en el tráfico jurídico, sea o no delictiva, es consubstancial a las falsedades, y 2) que la irrelevancia de la falsedad ideológica de las falsedades documentales cometidas por particulares liquida una parte importante de los problemas de posibles concursos delictivos. Dicho lo anterior, pasaremos a un breve recorrido por diferentes hipótesis conflictivas. 5.1. Defraudación y estafa Al principio, mencionamos las doctrinalmente llamadas estafas documentales, que nunca han llegado a introducirse en el derecho positivo por la vía de una norma específica, y hoy nos encontramos con que el Código no ofrece una norma específica para tratar el concurso entre delitos de falsedad y otros delitos. No obstante, eso no ha de ser óbice para que el intérprete busque la solución más adecuada a cada caso, que por fuerza habrá de ser: 1) absorción de la falsedad por la estafa como instrumento de engaño en la ejecución de esta, 2) concurso aparente de normas penales a resolver a favor de la estafa (salvo hipótesis de pena mayor a través de la falsedad) o 3) concurso medial o ideal de delitos. La solución más correcta sería la de la absorción, salvo que se trate de la falsificación de un documento público. 5.2. Falsedad y delito societario En los delitos societarios –arts. 290 a 295 del CP–, el componente de falsedad documental está presente ya en los propios tipos, o bien puede ser una "contingencia coherente" con el plan de ejecución del hecho. Del primer grupo de casos tenemos muestra en los artículos 290 ("... los administradores, de hecho o de derecho, de una sociedad constituida o en formación, que falsearen las cuentas anuales u otros documentos...") y 292 ("... los que impusieren o se Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 28 aprovecharen para sí o para un tercero, en perjuicio de la sociedad o de alguno de sus socios, de un acuerdo lesivo adoptado por una mayoría ficticia, obtenida por abuso de firma en blanco..."). La ejecución de actos de administración fraudulenta puede ser fuente del segundo grupo de casos, dado que para ello basta que las obligaciones que se contraigan no sean reales sino ficticias, y tan solo sean un modo de distraer fondos sociales con o sin la colaboración de otra persona. No nos ocuparemos de estas hipótesis, entre otras cosas porque en caso de darse lo más probable es que se tuviera que calificar el hecho como acto de apropiación indebida, y no de administración fraudulenta. Desde nuestro punto de vista, en lo que concierne al primer grupo de casos, que es el que provoca más patentes superposiciones con las falsedades documentales, la situación debiera ser tratada como un supuesto de consunción si se trata de falsedades materiales, en tanto que al injusto de la falsedad añaden el de perjudicar a socios o terceras personas, o bien como supuesto de relación de especialidad (igualmente de las falsedades materiales, también a favor del delito societario), en tanto que describe la falsificación de documentos concretos (cuentas anuales, libro de actas de reuniones de los accionistas o de los consejos de administración). Hacemos mención expresa de las falsedades materiales porque la ideológica del número 4 del artículo 390 del CP solo es perseguible en tanto que delito societario, ya que fuera de él es atípica. Sin embargo, ciertamente habrá que dilucidar la clase de falsedad documental que puede ser "consumida" en el artículo 290 y en el 292. El problema se planteó en la Consulta 15/1997 a la Fiscalía General del Estado, de 16 de diciembre, sobre el alcance de la conducta falsaria en el delito societario del artículo 290 del Código penal. En opinión de la FTS, la conducta típica expresada con el verbo falsearen comprende cualquiera de las modalidades falsarias del artículo 390. En segundo lugar, aunque como cuestión principal, en la consulta se sentó que "si se dieren todos los requisitos de tipicidad exigidos por los artículos 290 y 392, el concurso de leyes habrá de ser resuelto en favor del artículo 290 a tenor del principio de especialidad...". No terminaba ahí el parecer de la Fiscalía: de un modo un tanto contradictorio, se entendió también que "la falta del requisito de procedibilidad o de alguno de los elementos típicos específicos del delito societario del artículo 290, determinará la aplicación de la falsedad en documento mercantil del artículo 392 siempre que la conducta falsaria tenga encaje en alguna de las modalidades de los tres primeros apartados del artículo 390 del CP. En resumen, pues: ante todo, relación de especialidad a favor del delito societario, con aplicación subsidiaria del régimen de la falsedad, si aquel no cupiera, pero en cuanto falsedad "societaria" (art. 290 del CP) habrá de caber cualquiera de las cuatro modali- Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 29 Falsedades dades (incluida pues la ideológica del art. 390-4.°), pero si viene en aplicación subsidiaria el artículo 390 del CP, únicamente cabrán las falsedades comisibles por particulares. Este criterio de la Fiscalía puede, en nuestra opinión, ser objetado en un punto: cuando se declara que entre dos preceptos existe relación de especialidad, no es posible hacerlo con la reserva de que eso será así hasta que interese otra cosa, pues se trata de normas de aplicación de la ley, y el artículo del CP no es una norma de "libre disposición". En cuanto a la posibilidad de que en esa falsedad societaria quepa la modalidad de faltar a la verdad en la narración de los hechos, no hay inconveniente alguno en aceptarlo, antes al contrario: es la genuina prueba de que se trata de una falsedad documental diferente, y que por eso era precisa porque el régimen general la habría dejado excluida. La misma conclusión se puede sostener respecto de la modalidad de delito societario de imposición de acuerdos tomados con una mayoría ficticia, cuando esa mayoría ha sido configurada falseando los datos relativos a asistentes, sentidos de los votos, etc. Se trata de una falsedad que comete el secretario del órgano de administración de la sociedad, pero que también es en esencia una "falta a la verdad" en la narración que integra la correspondiente acta, y como tal modalidad falsaria sería atípica sino existiera el artículo 292 del CP. Siendo así, resulta superfluo plantear relaciones de especialidad o de consunción, pues se trata de un problema de tipicidad o de atipicidad. 5.3. Falsedad y delito fiscal En la actualidad, existe cierta unanimidad en entender que los documentos falsos con los que se construye la trama con la que se intenta engañar a la Hacienda Pública no han de tener vida propia, sino que quedan absorbidos por el delito fiscal correspondiente. A eso deberá añadirse que las falsedades que los contribuyentes pueden urdir como vehículo para construir la defraudación serán muchas veces de las que llamamos ideológicas, y por lo tanto atípicas. Pero lo cierto es que, según se sabe por fuentes próximas a la lucha contra el fraude fiscal, la duda sobre el carácter de falsedad ideológica atípica que puede tener algún documento da lugar a complejos problemas y a efectos perversos, que no debieran de suscitarse si fuera mayor el convencimiento de que las falsedades instrumentales quedan absorbidas por el delito fiscal. Pero no es así (o su descubrimiento es incidental y no guarda relación con el delito fiscal posible), y lo que sucede es que el funcionario que descubre la falsedad deduce testimonio de ese hecho dando lugar a la incoación de un procedimiento penal que con frecuencia paraliza el procedimiento inspector, siendo esa la meta perseguida por el falsificador-defraudador. Ejemplo Un documento que ejemplificaría un caso de falsedad ideológica atípica sería la factura falsa que se usa para defraudar en el IVA que aparece como soportado. CC-BY-NC-ND • PID_00188283 30 La solución a dar a esos problemas pasa ante todo, como ya hemos dicho, por recordar la atipicidad de las falsedades ideológicas cometidas por particulares, así como la reiterada jurisprudencia que advierte que las falsedades instrumentales para la comisión del delito fiscal quedan absorbidas por el propio fraude tributario porque son, precisamente, su componente�necesario�de�engaño. Por otra parte, bueno es recordar la existencia de un delito de falsedad�de�balances, lo que significa que si lo que el contribuyente presenta ante la inspección es el propio balance (cosa posible pero no necesaria) y este se corresponde con la descripción contenida en el artículo 290 siendo así un balance falso, tampoco necesitaría una nueva tipicidad por tener su propia respuesta penal. La persecución autónoma de esas falsedades con las que se quiere eludir el pago de un tributo no puede admitirse en el estado actual de la legislación, y requeriría una tipificación expresa. Aun en ese caso, habría que advertir que el hecho –necesariamente castigado con una pena menor que la de la infracción penal tributaria– será absorbido en su caso por el delito fiscal que se lograra cometer. 5.4. Falsedad, usurpación de estado civil, uso de documentos ajenos auténticos El artículo 401 del CP castiga al que "usurpare el estado civil de otro". Tan lacónica tipificación hace que el sentido del delito se concentre en la significación del verbo usurpar. La doctrina y la jurisprudencia coinciden en estimar que usurpar no es atribuirse una personalidad inexistente, ni tampoco usar el nombre de otra persona, sino que requiere ocupar íntegramente el nombre y los apellidos que pertenecen a otra persona, aunque no sea necesario nada más, pues se trata de un ataque al bien jurídico constituido por la necesidad de poder confiar en la identidad que cada persona se atribuye. Eso otorga a este delito el carácter de falsedad, y no de ataque contra el estado civil (a pesar de que el tipo describa la conducta como de usurpación de ese estado) como fuera antes del CP de 1995. Veremos si esa modificación de la naturaleza se tiene que traducir en consecuencias para los concursos de normas o de delitos. En nuestros tiempos, este delito, cuya incidencia estadística era muy baja tradicionalmente, está conociendo un inusitado auge. Sin entrar en las causas de que eso suceda (que se suelen vincular con la inmigración ilegal o clandestina), Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 31 es frecuente el uso de documentos auténticos pertenecientes a otras personas (pasaportes, permisos de conducir, certificados de residencia, etc.), o bien la reproducción y copia de esos mismos documentos. Antes de seguir, conviene tener en cuenta que en buena parte de casos eso se hace con el consentimiento del dueño, lo cual no puede ciertamente producir justificación, pues no se trata de un bien jurídico disponible por el particular, pero crearía grandes dificultades en orden a entender que quien usa los documentos de otro con permiso de este está "usurpando", si nos detuviéramos en considerar que se trata de un ataque al estado civil. Sin embargo, la conclusión habrá de ser bien diferente si se tiene en cuenta que se trata de un delito de falsedad, en el que el perjudicado es el tráfico jurídico en la manifestación que venga afectada, y esa lesión ideal al tráfico no se neutraliza por el consentimiento de quien haya consentido que otro utilice sus documentos de identidad o similares. Lo que tendrá que decidirse, entonces, será la responsabilidad en que pueda haber incurrido el cedente de los documentos de identidad. Por otra parte, no obstante lo anterior, puede parecer excesivo que, por ejemplo, el mero uso de un permiso de conducir o de un certificado de residencia para alquilar un coche o conseguir un trabajo sean ya acciones capaces de producir en sentido penal la falsedad consistente en usurpar el estado civil, pues tal vez podría trazarse una diferencia entre usurpar la personalidad jurídica de otro, que no es lo mismo que hacerse pasar por otro, puesto que si así fuera bastaría con utilizar un pase de libre entrada en cualquier lugar (tribuna de prensa, espectáculo deportivo) para que hubiese que entender que se trataba de una usurpación de estado civil, lo cual resultaría excesivo. Una interpretación orientada a la intervención mínima aconsejaría esa restricción consistente en limitar el tipo a aquellos casos en los que el usurpador adopta, de modo constante o en relaciones de relevancia jurídica, el nombre y apellidos de otro. Si se descarta, pues, la figura de usurpación (en los casos de uso consentido), las soluciones para esos casos no son muchas. El uso de documentos falsos está contemplado en los artículos 393, 394, 396, y 399 del CP, pero la extensión de esas tipicidades al uso de documentos auténticos por quien no puede hacerlo sería recurso a la analogía contra reo y, por lo tanto, prohibido. Sucede algo similar a lo que ocurre con el concepto de llave falsa: si el Código no lo hubiera dicho expresamente, no sería posible aplicar esa calificación a la llave auténtica sustraída al propietario. Cerrado ese camino, queda entonces por decidir si la solución pasa por introducir como modalidad de falsedad una fórmula análoga a la de la llave falsa, mediante un nuevo artículo bis que cierre el capítulo de las falsedades documentales con una referencia a que sus disposiciones serán extensibles a quienes utilicen en sus relaciones con la Administración o contractuales con otras personas documentos o certificados que no le pertenezcan, o bien o utilicen esos documentos para exhibir una habilitación que no poseen. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 32 Ejemplo Un caso de falsedad documental altamente representativo tiene que ver con el permiso de conducir, pues según la Dirección General de Tráfico el problema del uso de documento ajeno es especialmente grave en materia de permisos de conducir, en especial por el componente de impericia y ausencia de seguro de responsabilidad que eso lleva a su vez incorporado. Esa amplitud del riesgo aconseja la adición de una forma cualificada al delito de conducción sin permiso, consistente en haber accedido a una convalidación o a un alquiler de coche, por ejemplo, usando el permiso de otro. Resumiendo, las falsedades documentales instrumentales para la usurpación del estado civil entran en relación de consunción. Ahora bien, dos salvedades deben hacerse: 1) la más importante es salvar el posible concurso con un delito patrimonial, normalmente de estafa, si con la identidad usurpada se producen defraudaciones al personaje auténtico o a terceras personas. 2) En segundo lugar, es preciso no excluir del radio de acción del derecho penal español a los documentos de identidad o de habilitación de otros Estados. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 33 6. El tráfico y uso de certificados falsos La falsificación de certificados es tratada en el Código como una conducta de menor gravedad que la de documentos oficiales, y, en lo que aquí importa, que la falsificación de documentos de identidad. El Anteproyecto del 2006 había tratado con el mismo castigo a ambas clases de conducta, lo que había provocado críticas basadas en la superior importancia que en todos los órdenes se otorga a los documentos de identidad. Art. 399 del CP "1. El particular que falsificare una certificación de las designadas en los artículos anteriores será castigado con la pena de multa de tres a seis meses. 2. La misma pena se impondrá al que hiciere uso, a sabiendas, de la certificación, así como al que, sin haber intervenido en su falsificación, traficare con ella de cualquier modo. 3. Esta disposición es aplicable aun cuando el certificado aparezca como perteneciente a otro Estado de la Unión Europea o a un tercer Estado o haya sido falsificado o adquirido en otro Estado de la Unión Europea o en un tercer Estado si es utilizado en España". Al igual que se prevé para los documentos de identidad, faltaba la correspondiente previsión del tráfico en relación con los certificados, a la vez que la extensión de la tutela penal a los certificados pertenecientes a otros Estados si son usados en España. A tal fin se incorporan un segundo inciso al artículo 399-2, destinado a la punición del tráfico, y se añade un nuevo número 3, que permite la aplicación del precepto aun cuando "el certificado aparezca como perteneciente a otro Estado de la Unión Europea o a un tercer Estado o haya sido falsificado o adquirido en otro Estado de la Unión Europea o en un tercer Estado si es utilizado en España". Se aplica, pues, el mismo criterio de desvincular las conductas de falsificación de certificados de la ulterior utilización o tráfico con esos certificados, a la vez que desaparece la necesidad de que la falsificación se haya realizado en España y la nacionalidad del certificado, si puede tener usado o con él se puede traficar en España, pues también en esta materia aparecían problemas sobre la extensión de la jurisdicción española a las falsificaciones realizadas en el extranjero. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 34 7. El uso de documentos ajenos La utilización de documentos se ha mostrado, según las informaciones policiales, como un fenómeno delictivo ligado, en primer término, a la inmigración masiva y a la necesidad de disponer de documentos para un sinfín de actividades, que van desde el alquiler de una vivienda o de un automóvil hasta la firma de un contrato de trabajo, pasando por la necesidad de portar pasaportes y documentos de identidad para evitar retenciones para identificación. Los casos más frecuentes de utilización de documentos falsos afectan a los pasaportes, permisos de conducir, permisos de residencia, contratos de trabajo y certificados de residencia. Indudablemente, el catálogo puede ampliarse, acogiendo por lo tanto certificados, documentos de identidad y documentos de cualquier otra clase vinculados en su uso a una persona determinada. Es evidente que el uso de un documento ajeno no era una forma de falsedad documental en el derecho vigente, al margen de que pueda ser una manera de cometer otros delitos (fraudes de cualquier clase). La extensión de la falsedad al uso de documentos auténticos por quien no puede hacerlo sería aplicando analogía contra reo y por, lo tanto, prohibida. Sucede algo similar a lo que ocurre con el concepto de llave falsa: si el Código no lo hubiera dicho expresamente, no sería posible aplicar esa calificación a la llave auténtica sustraída al propietario. Esa creciente importancia del problema ha llevado al legislador a incorporar un nuevo artículo 400 bis. Art. 400 bis "En los supuestos descritos en los artículos 392, 393, 394, 396 y 399 de este Código también se entenderá por uso de documento, despacho, certificación o documento de identidad falsos el uso de los correspondientes documentos, despachos, certificaciones o documentos de identidad auténticos realizado por quien no esté legitimado para ello". Se trata de una disposición realmente severa, poco compatible con los principios de fragmentariedad e intervención mínima. Los documentos comprendidos son todos aquellos cuya falsificación por particulares está tipificada, y no solamente los documentos de identidad. La falsedad personal se encuentra próxima a la descrita en el artículo 401: "El que usurpare el estado civil de otro será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años". Pero también ha de descartarse, en principio, el concurso, Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 35 tanto por su formal desconexión de lo documental como por el hecho de que la orientación del delito a la usurpación del estado civil lo aleja definitivamente de unas conductas en las que no se pretende eso sino, simplemente, engañar a otras personas sobre algún extremo que es de obligado cumplimiento para conseguir algo sometido a alguna clase de control reglamentario o contractual. El nuevo precepto nada dice sobre el consentimiento del titular, por lo que ese extremo resultará indiferente, lo cual a su vez abrirá la posible imputación de complicidad al propietario del documento, de la clase que sea, que lo cede a otro para que lo use. Falsedades CC-BY-NC-ND • PID_00188283 37 Bibliografía Bibliografía básica Corcoy Bidasolo, M.; Mir Puig, S. (2011). Comentarios al código penal. Valencia: Tirant lo Blanch. Martínez-Buján Pérez, C. (2011). Derecho penal económico y de la empresa. Parte especial (3.ª ed.). Valencia: Tirant lo Blanch. Martínez-Buján Pérez, C. (2011). Derecho penal económico y de la empresa. Parte general (3.ª ed.). Valencia: Tirant lo Blanch. Muñoz Conde, F. (2010). Derecho penal. Parte especial (18.ª ed.). Valencia: Tirant lo Blanch. Muñoz Conde, F. (2010). Derecho penal. Parte general (8.ª ed.). Valencia: Tirant lo Blanch. Quintero Olivares, G.; Morales Prats, F.; Tamarit Sumalla, J. M.; García Albero, R. (2011). Comentarios a la parte especial del Derecho penal (6.ª edición). Cizur Menor (Navarra): Thomson-Aranzadi. Tiedemann, K. (2010). Manual de Derecho penal económico. Parte general y especial. Valencia: Tirant lo Blanch. Vives Antón, T. S.; Orts Berenguer, E.; Carbonell Mateu, J. C.; González Cussac, J. L.; Martínez-Buján Pérez, C. (2010). Derecho penal. Parte especial (3.ª ed.). Valencia: Tirant lo Blanch. Falsedades