El Holocausto

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LA GUÍA DE COLUMBIA EN
El Holocausto
Donald Niewyk y Francis Nicosia
COLUMBIA UNIVERSITY PRESS
NUEVA YORK
Panorama histórico
Este resumen breve del Holocausto empieza exponiendo las fases en que las
políticas raciales nazis se desarrollaron. Durante los años 30, Adolf Hitler buscó
excluir a judíos, gitanos, entre otros a quienes él consideraba “de raza inferior” de
la comunidad nacional alemana. Durante los dos primeros años de la Segunda
Guerra Mundial, el Estado nazi recurrió al genocidio, empezando con los
minusválidos alemanes, luego con los judíos soviéticos y, finalmente, con todos
los judíos y gitanos europeos. Desde finales de 1941 hasta finales de 1944, la
concentración, la deportación, la esclavitud y el exterminio de los judíos y gitanos
estaban en pleno apogeo. Al mismo tiempo, millones de prisioneros de guerra
soviéticos y civiles eslavos fueron asesinados de maneras menos organizadas.
Durante los últimos meses de la guerra, los alemanes pusieron fin a las cámaras
de gas, pero continuaron explotando a sus víctimas como trabajadores esclavos y
trataron de utilizarlos como instrumentos de cambio en las negociaciones de
rescate. Después de la derrota de los nazis, víctimas, perpetradores y
espectadores, en diferentes momentos y de diferentes maneras, llegaron a un
acuerdo con los legados inmediatos del Holocausto.
Además de resumir la evolución del Holocausto, esta visión general
describe la variedad de campos y las reacciones de las víctimas. También muestra
por qué el Holocausto funcionó de diferentes maneras en los distintos países
controlados por, o aliados con la Alemania nazi. Lo que emerge es un sentido de
la complejidad de estos hechos y la diversidad de las experiencias del Holocausto
para todos los grupos involucrados.
RECHAZO AL “DE RAZA INFERIOR”, 1933-1939
El 21 de marzo de 1933, el alemán Reichstag aprobó la “Ley de Habilitación” que
daba a Adolfo Hitler poderes dictatoriales y terminaba, así, tres años de conflictos
políticos. En ese momento, nadie podía estar seguro de lo que él y el Partido Nazi
harían. Sus numerosos partidarios (un poco más de un tercio de los electores
alemanes; los nazis nunca ganaron una elección nacional libre) esperaban
movimientos audaces para reactivar la economía y reincorporar a los millones de
desempleados en el trabajo. El ejército de Hitler de camisas pardas SA (las
Sturmabteilung o tropas de asalto) había aplastado a sus oponentes políticos en
batallas callejeras, y muchos alemanes anticiparon medidas igualmente militantes
para acabar con la depresión.
Los miembros del establishment conservador que habían cedido el poder a
Hitler en un acuerdo político secreto esperaban poder controlarlo así como a sus
seguidores y usarlos para aplastar al movimiento Comunista amenazador. Los
enemigos de Hitler pusieron un frente de confianza y predijeron su fracaso
prematuro. Con todos los ojos puestos en la depresión económica y el desorden
político que rodeaban la destrucción de la República democrática de Weimar de
Alemania, pocos alemanes prestaron la atención necesaria a las ideas de Hitler
sobre la raza.
En realidad, el asunto racial constituyó el centro de la ideología nazi. Hitler
llamó a su filosofía política Socialismo nacional – el nombre oficial de su partido
era el Partido nacionalsocialista alemán de los trabajadores o Nazi de forma
abreviada – con el que sugería que él había reconciliado las dos grandes ideas
políticas en pugna del siglo XIX, el nacionalismo y el socialismo. Lo que hizo
posible que él pudiera unir las dos ideas era su creencia de que el pensamiento
racial conduciría a la grandeza nacional y la justicia social. Durante sus años de
formación antes de la Primera Guerra Mundial en Austria, Hitler había sido
profundamente influenciado por el Darwinismo social. Esta rama, ahora
desacreditada del Darwinismo biológico enseñó que la vida era una eterna lucha
entre individuos y grupos, una forma natural de asegurar la supervivencia del más
fuerte. Hitler vio mucha lucha en Viena antes de la guerra – entre clases,
nacionalidades, partidos políticos y compañías – y la tomó como la ley
fundamental de la historia. Como nacionalista pangermanismo declarado,
concluyó que solo una Alemania unida despiadada y racialmente purificada podía
sobrevivir en la lucha brutal con otras razas y naciones.
Estas ideas se expresaron con claridad en el libro Mein Kampf de Hitler,
publicado en los años 20. En él escribió acerca de la necesidad de Alemania de
conquistar Lebensraum (espacio vital) a expensas de sus vecinos eslavos en
Europa Oriental y la necesidad de un conflicto racial con los judíos y otras
personas que se interponían en el camino de la superioridad alemana. El futuro
dictador vinculó a los judíos con el comunismo y los identificó como el enemigo
principal interno de Alemania. “Si, con la ayuda de su credo marxista, el judío sale
victorioso sobre los demás pueblos del mundo, su corona será la corona funeraria
de la humanidad... Por lo tanto, hoy, creo que estoy actuando de acuerdo con la
voluntad del Creador Todopoderoso: defendiéndome del judío, estoy luchando por
la obra del Señor”.1 Declaraciones, con frecuencia, ignoradas o rechazadas como
pseudo-intelectuales en aquella época y más tarde opacadas por asuntos políticos
y económicos fundamentales, la centralidad de la raza en el pensamiento de Hitler
se volvió visible solo de forma gradual.
1. Adolfo Hitler, Mein Kampf, Traducido por Ralph Manheim (Boston: Houghton
Mifflin, 1943), p. 65. Énfasis en el original.
Una vez firme en el poder, Hitler y sus seguidores se movilizaron
rápidamente para satisfacer las necesidades alemanas de empleo y poner fin al
conflicto político. Este último se logró de forma rápida y brutal al prohibir todas las
organizaciones políticas, a excepción del Partido Nazi, crear una temida Gestapo
(Policía secreta del Estado) y enviar a los líderes antinazis a campos de
concentración creados recientemente, tales como Dachau, a las afueras de
Múnich. Cuando la Segunda Guerra Mundial comenzó en 1939, había siete
grandes campos de concentración en diversas partes de Alemania y en territorios
anexos a ella, que incluye Buchenwald, cerca de Weimar; Ravensbrück, el
campo de concentración de mujeres al norte de Berlín; y Mauthausen, en Austria.
Además, llegaron a capturar algo más que adversarios políticos del Partido Nazi.
También ingresaron a los campos los judíos, homosexuales, disidentes religiosos
y delincuentes comunes. Dirigido por la elite Escuadrones de defensa (SS) de
Hitler, los campos de concentración impusieron disciplina draconiana a los
prisioneros, muchos de los cuales fueron asesinados en el acto u obligados
trabajar hasta la muerte. Pero estos no eran campos de exterminio. A veces, los
prisioneros eran incluso puestos en libertad, pero solo después de haber
prometido nunca hablar sobre las condiciones del campo. Sin embargo, la
existencia de estos campos era conocida para todos. Aunque el régimen ganó el
apoyo de un número cada vez mayor de alemanes, el terror sirvió para intimidar a
los opositores políticos.
Reparar la economía tomó más tiempo, pero los nazis se movilizaron para
terminar con el desempleo con determinación característica. Intimidaron a los
empleadores privados para que contraten trabajadores, gastaron grandes sumas
de dinero en proyectos de construcción del gobierno y colocaron a los jóvenes en
un programa de servicio nacional obligatorio de un año llamado Arbeitsdienst
(Servicio de trabajo). A finales de los años 30, cuando Alemania se estaba
rearmando rápidamente, el desempleo desapareció. Evidentemente, todo esto
costó una fortuna, y Hitler no tenía idea de cómo pagar las deudas masivas de
Alemania, excepto tal vez mediante la conquista y el saqueo de la mayor parte de
Europa. Pero él no lo decía tan abiertamente, y algunos se preguntaban de dónde
venía el dinero. Nada aumentó más la popularidad de Hitler que esta espectacular
recuperación económica.
Asimismo, el éxito de la política exterior de Hitler impresionó a los
alemanes. Afirmando en voz alta sus intenciones pacíficas mientras denunciaba
las injusticias del Tratado de Versalles, que se había impuesto en Alemania a
finales de la Primera Guerra Mundial, Hitler se dedicó a enterrar las cláusulas del
tratado de una en una. Las democracias estaban preocupadas por sus propios
problemas y esperaban que las concesiones pudieran calmar al dictador. Así, se
mantuvieron como una Alemania rearmada (marzo 1935), trasladaron a sus
ejércitos a la Renania desmilitarizada (marzo 1936), se apoderaron de Austria
(marzo de 1938) y anexaron a los Sudetes de Checoslovaquia de habla alemana.
(Octubre de 1938). Al lograr todo esto de manera pacífica, Hitler levantó el orgullo
de una nación humillada.
Estas victorias en el ámbito político, económico y exterior constituían la
base de la gran popularidad de Hitler en los años 30. También hicieron que los
aspectos menos atractivos del nazismo sean fáciles de asimilar por los alemanes
comunes. Es probable que las personas se quejasen sobre la impertinencia de
saboteadores del partido en todos los aspectos de la vida y se preocupasen de ser
oídas al expresar la opinión “errada”, pero esto parecía un precio a pagar
aceptable por el resurgimiento nacional. En cuanto a los sufrimientos de los
disidentes políticos y aquellos considerados racialmente indignos, no había nada
que se pudiera hacer. Como fue el caso de las personas en otros regímenes
totalitarios, los alemanes se refugiaban en sus vidas privadas para encontrar
refugio del omnipresente estado Nazi y evitar ofenderlo.
En el caso de los judíos, Hitler inicialmente alentó esta actitud de
indiferencia popular excluyéndolos poco a poco de la comunidad nacional y
animándoles a emigrar. Es posible que haya sido influenciado para tomar este
enfoque legalista por los resultados de su primer ataque directo contra los judíos
después de convertirse en dictador, el boicot de los negocios judíos en todo el
país que comenzó el 1 de abril de 1933. Hitler lo puso bajo la dirección de Julius
Streicher, uno de los primeros líderes del partido nazi, un antisemita feroz y el
editor del semanario calumnioso Der Stürmer. A pesar de que Streicher instó a los
alemanes a no adquirir productos en las tiendas judías y las tropas de asalto a
veces intimidaban físicamente a las personas para no hacerlo, muchos de ellos los
frecuentaban de todos modos. Las reacciones por parte de los extranjeros también
fueron negativas, con los grupos judíos y sus simpatizantes que amenazaban con
organizar boicots a los productos de fabricación alemana. Los nazis cancelaron su
boicot después del primer día y optaron por políticas menos confrontacionales.
Estos consistían en una serie de leyes y decretos destinados para
Arianizar las instituciones alemanas y revertir la emancipación y asimilación judía.
La “Ley para la restauración del servicio civil profesional” (Law For The Restoration
of the Professional Civil Service) del 7 de abril de 1933, sacó a los antinazis y
judíos de empleos gubernamentales como jueces, abogados, maestros y
funcionarios. Las leyes posteriores limitaron la matrícula de los judíos en escuelas
y universidades a un 1,5 % de la población estudiantil, excluyeron a dentistas y
médicos judíos de los programas de seguro público, revocaron la naturalización de
los judíos de Europa Oriental y especificaron que solo los Arios podían editar los
periódicos alemanes. Al mismo tiempo, las presiones extralegales contra los
hombres de negocios judíos para vender sus firmas, con frecuencia por solo una
fracción de su valor real, comenzaron el proceso gradual de excluir a los judíos de
la economía alemana. Cuando las mentes calenturientas locales nazis reiniciaron
las prácticas de boicot y los ataques físicos contra los judíos, Hitler los reincorporó
con firmeza en el camino legal mediante la promulgación de las Leyes de
Núremberg en septiembre de 1935.
Las leyes de Núremberg permitieron al Estado limitar los derechos de los
judíos como ciudadanos alemanes y prohibieron los matrimonios y las relaciones
sexuales entre judíos y alemanes. Más tarde, los codicilos legales definían a los
judíos como personas que tenían más de dos abuelos judíos. Aquellos con dos
abuelos judíos fueron llamados Mischlinge (razas mezcladas). Estos fueron
agrupados con los judíos solo si eran casados con judíos o pertenecían a
congregaciones judías. Las personas con un abuelo judío también se consideraron
Mischlinge, pero normalmente no se les agrupaba con los judíos. Más tarde, en
1938, Hitler decidió crear una categoría especial de “matrimonios mixtos
privilegiados” para las parejas interraciales que se habían casado antes de que las
leyes de Núremberg entraran en vigor. Las mujeres judías casadas con hombres
alemanes estaban exentas de las medidas antijudías. Lo mismo ocurría con los
hombres judíos casados con mujeres alemanas si tenían hijos. Al hacer estas
excepciones, Hitler demostró que quería minimizar el número de alemanes que
serían perjudicados por su campaña contra los judíos.
La preferencia de Hitler por los métodos legales de aislar a los judíos
reflejaba su sensibilidad a la opinión pública, tanto en su país como en el
extranjero. Mientras Alemania se preparaba para ser anfitrión de los Juegos
Olímpicos de 1936 en Berlín, los nazis no querían que nada manchara su imagen
de orden público. Ello tuvo el resultado no deseado de enviar señales confusas a
los judíos. Las políticas antisemitas nazis fueron diseñadas para desmoralizar a
los judíos y obligarlos a emigrar. En realidad, la emigración fue la solución original
nazi al “problema judío” y se mantuvo en vigor hasta 1941. Económica y
psicológicamente devastados, algunos judíos habían abandonado el país o habían
planeado irse pronto. No obstante, la mayoría de los judíos aún esperaba que las
condiciones no empeoraran y pudieran salir de la tormenta. Por otro lado, irse del
país nunca fue fácil. Más allá de la angustia mental que implicaba irse de casa, era
difícil encontrar un país dispuesto a aceptar refugiados en una época de depresión
económica mundial. Otro asunto de preocupación era el impuesto de emigración
alemán, que confiscaba una parte considerable del patrimonio de un emigrante.
Así, solo alrededor de 105.000 de los aproximadamente 600.000 judíos alemanes
emigraron durante los cuatro primeros años del Tercer Reich.
En 1937, cuando Hitler entraba en el quinto año de su dictadura, se sentía
cada vez más seguro de su poder y menos dependiente de los conservadores en
a nivel local o de la opinión popular en el extranjero. Ese año, el dictador informó a
sus generales sobre sus planes para una guerra de conquista en un futuro
cercano. Para prepararse para la guerra, quería limpiar Alemania acelerando la
partida de los judíos. Las presiones para arianizar las empresas judías
aumentaron, al igual que los actos aleatorios de violencia antijudía. Estos actos
fueron un complemento visible a la Anschluss (unión) forzosa de Alemania con
Austria en marzo de 1938. En 1938, los judíos extranjeros y gitanos también
fueron expulsados de Reich. Las presiones radicales terminaron en los pogromos
de la Noche de los cristales del 9 al 10 de noviembre de 1938, en la que tropas
de asalto nazis, bajo las órdenes desde Berlín, destrozaron las tiendas y hogares
judíos y quemaron 267 sinagogas. Veinte mil judíos fueron enviados a campos de
concentración y al menos noventa y uno de ellos fueron, en efecto, asesinados. El
cónsul estadounidense en Lipsia, David Buffum describió los pogromos como un
trabajo cuidadosamente organizado por los fanáticos nazis: “Luego de demoler las
viviendas y sacar gran parte de los objetos movibles a las calles, los perpetradores
insaciablemente sádicos echaron a muchos de los temblorosos prisioneros dentro
de un arroyo que fluía por el Parque zoológico y ordenaron a los espectadores
aterrorizados a escupirles, ensuciarles con lodo y burlarse de su situación…La
manifestación más mínima de simpatía provocaba una furia real por parte de los
perpetradores y la gente no podía hacer nada, más que mirar horrorizada la
escena de abuso o salir del lugar”.2 Poco después, los judíos fueron excluidos por
ley de todas las áreas imaginables de la vida alemana, que incluye los colegios,
las universidades y las actividades comerciales. La Arianización de la cultura y la
economía de Alemania se había completado.
Aunque relativamente pocos alemanes comunes se unieron a la matanza
en la Noche de los Cristales, ahora era claro para los judíos que los líderes nazis
los querían fuera. Como siempre, el problema era a dónde ir. La mayoría de los
países, que incluye los Estados Unidos y los países europeos occidentales como
Francia y Gran Bretaña, restringieron la entrada a aquellos que tenían menos
probabilidades de extender las listas de asistencia social - y los inmigrantes, se
daba por sentado, se quedaban bajo la tutela del estado. Los británicos limitaron la
inmigración judía a Palestina en respuesta a las protestas de la mayoría árabe allí.
La Conferencia de Evian, que se celebró en julio de 1938 bajo la sugerencia del
presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt con el objetivo de encontrar
nuevos hogares para los refugiados judíos alemanes a través de la cooperación
intergubernamental, había sido un fracaso evidente. La situación difícil de los
refugiados llegó a su límite en mayo de 1939, cuando 930 judíos alemanes
partieron de Alemania a bordo del crucero de lujo alemán St. Louis, creyendo que
iban a ser admitidos en Cuba. Se les negó el permiso para desembarcar allí y
navegaron hasta la costa de los Estados Unidos, pero una vez más fueron
rechazados y obligados a navegar nuevamente hacia Europa.
Para terminar con estos obstáculos, los líderes alemanes en enero de 1939
establecieron una Oficina Central del Reich para la Emigración Judía, bajo la
dirección de Reinhard Heydrich, jefe de la Policía de Seguridad y el Servicio de
Seguridad de la SS. Esta oficina coordinaba y sistematizaba todo lo que implicaba
la organización de la emigración judía tanto legal como ilegalmente. Siempre que
no se podían obtener suficientes visas, los alemanes simplemente llevaban grupos
de judíos a las zonas sin protección de las fronteras de Alemania. Todos estos
procedimientos fueron modelados en una Oficina Central para la Emigración Judía
más pequeña establecida el año anterior en Viena por Adolf Eichmann, el
especialista de la SS en asuntos judíos. Durante esta adquisición por parte de la
SS de la emigración judía, Eichmarm continuó distinguiéndose por su diligencia.
Para 1939, los judíos estaban abandonando el país a un número de 70,000 al año
aproximadamente, y solo 185,000 judíos permanecieron en Alemania propiamente
dicha cuando la Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de setiembre de 1939.
2.
Citado por J. Noakes y A G. Pridham, eds., Nazism: A History in Documents
and Eyewitness Accounts, 1919-1945 (Exeter: University of Exeter Press,
1983-1988), p. 1:556.
Los judíos no eran el único grupo “racialmente peligroso” del objetivo de
exclusión de los Nazis. Los 30,000 gitanos de Alemania fueron identificados como
racialmente extraños y sometidos a los términos de las leyes de Núremberg,
algunos fueron puestos en campos especiales para gitanos. Los varones
homosexuales, culpados por el debilitamiento de la comunidad racial por no
procrear hijos, en ocasiones fueron enviados a campos de concentración
comunes. Como alemanes, podían (teóricamente) ser rehabilitados y retornar a la
comunidad, pero, en realidad, pocos de los enviados a los campos de
concentración sobrevivieron. Un tercer grupo, también formado por alemanes, ya
estaba parcialmente excluido al estar confinados en hospitales y clínicas. Estos
eran los discapacitados físicos y mentales, considerados peligrosos portadores de
enfermedades hereditarias. Los nazis eran firmes creyentes en la eugenesia, la
reproducción electiva de los seres humanos con el fin de mejorar la raza mediante
la eliminación de los débiles e inferiores. A partir de 1934, los discapacitados
fueron sometidos a la esterilización obligatoria, a excepción de su descendencia
futura de la comunidad nacional y, de hecho, de la vida misma.
LA GUERRA Y EL PRINCIPIO DEL GENOCIDIO, 1939-1941
Durante los dos primeros años de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes
radicalizaron sus políticas raciales con asombrosa velocidad y comenzaron
sometiendo a sus víctimas al genocidio. Los primeros en ser exterminados eran
los minusválidos alemanes, que quedaron discapacitados durante el primer año de
la guerra. Simultáneamente, los alemanes marginaban de forma brutal a los judíos
y gitanos en la Polonia ocupada y, posteriormente, extendieron las políticas de
exclusión que ya estaban en vigor en Alemania hacia la Europa Occidental
ocupada. En junio de 1941, cuando Hitler extendió su guerra al atacar a la Unión
Soviética, las fuerzas armadas alemanas fueron acompañadas por una brigada
móvil especial de matanza, cuyas órdenes eran matar a los judíos y otros
“enemigos del Reich” en el territorio soviético. A finales del año, se realizaron
preparativos para exterminar a los judíos y gitanos en Europa. Evidentemente
Hitler creía que podía camuflar el genocidio bajo la cobertura de una guerra. La
verdad podría filtrarse eventualmente, pero una rápida victoria traduciría el
conocimiento del asesinato masivo en algo insignificante.
El programa de eutanasia (T4)
El asesinato masivo de los alemanes discapacitados mental o físicamente se
planeó poco antes del estallido de la guerra, en la primavera de 1939. Se inició
con la eutanasia de aproximadamente 5,000 niños gravemente discapacitados en
hospitales alemanes durante el invierno entre 1939 y 1940. Esto pasó a ser
simplemente un preludio a una expansión masiva de la “muerte misericordiosa” de
los discapacitados bajo la orden de Hitler en 1940 y 1941. Si habían sido
esterilizados o no, estos individuos fueron considerados “bocas inútiles”, una carga
económica en la sociedad, pues tenían una “vida que no valía la pena vivir”. En un
programa secreto, llamado de manera informal T4 (nombre de la dirección del
cuartel de Berlín, Tiergartenstrasse 4), los médicos alemanes asesinaron de forma
sistemática al menos 70.000 discapacitados alemanes: personas con
enfermedades mentales, retraso mental, demencia senil, epilepsia y
deformaciones físicas, así como ciegos, sordos, mudos. Esto se realizó
principalmente en los seis centros de exterminio donde los experimentos revelaron
que el mejor método consistía en inyectar gas de monóxido de carbono en
habitaciones disfrazadas de duchas. Aunque el T4 debía mantenerse en secreto,
la noticia se filtró y, en 1941, valientes líderes de la iglesia católica y protestante
denunciaron públicamente el asesinato de los indefensos. A principios de agosto,
el obispo Galen de Münster pronunció un profundo rechazo en un sermón público:
“¡Ay de la humanidad! ¡Ay de nuestra nación alemana si el santo mandamiento de
Dios “no matarás” no solo se quebranta, sino que su transgresión es, en realidad,
tolerada y permitida sin ser castigada” 3. Quizás aún más significativas fueron las
protestas de la opinión pública alemana. Hitler, enfurecido por esta intromisión,
pero sin querer correr el riesgo de divergencia en tiempos de guerra, ordenó de
manera oficial poner fin a la inyección de gases en los centros de exterminio el 24
de agosto de 1941. Sin embargo, el asesinato de discapacitados alemanes
continuó de manera descentralizada durante toda la guerra y cobró quizás otras
80.000 vidas. El T4 fue tanto una extensión lógica de las políticas de exclusión
anteriores, como un precedente para la próxima Solución final del problema
judío. Los centros de exterminio desarrollaron técnicas de asesinato masivo que
sirvió de modelo para los campos de exterminio. Además, a partir de 1941, el
personal capacitado en el T4 llevaría a cabo el asesinato masivo a una escala
mucho mayor en el este.
Las políticas raciales nazis en la Polonia ocupada
A medida que los ejércitos alemanes barrieron el oeste y el centro de Polonia en
septiembre de 1939, algunos 2,000,000 judíos polacos y un menor número de
gitanos y discapacitados fueron seleccionados para un tratamiento inusualmente
brutal. Al principio eran objetivos de las palizas, tiroteos, saqueos y otros actos de
violencia al azar.
3. Citado en J. Noakes y A. G. Pridharn, eds., Nazism: A History in Documents and
Eyewitness Accounts, 1919-1945 (Exeter: University of Exeter Press, 1983-1988), p.
2:1038.
Luego, los alemanes se dedicaron a realizar atrocidades más organizadas.
En la amplia franja de territorio anexado directamente a Alemania, que constituía
una cuarta parte de Polonia antes de la guerra, las personas discapacitadas
fueron llevadas bajo el programa T4 y exterminadas, mientras que los judíos y
gitanos inicialmente fueron detenidos para ser expulsados al territorio polaco que
quedaba y que estaba bajo la ocupación alemana. Este territorio, conocido como
el Gobierno general, fue administrado inexorablemente por el Gobernador
general Hans Frank en Cracovia. Los alemanes planearon establecer
momentáneamente una “Reserva judía” en Nisko, cerca de Lublin en el Gobierno
general, y algunos judíos fueron, en efecto, enviados allí. Sin embargo, la reserva
no estaba preparada en absoluto para admitir a un gran número de deportados, y
los que eran reasentados allí murieron en grandes cantidades Los funcionarios
alemanes en el Gobierno general en su conjunto se quejaron porque no se podía
alojar a un número tan grande (más de 1.000.000) de judíos y gitanos, además de
las multitudes de polacos que también eran deportados allí. Así, los funcionarios
nazis en los territorios anexados cedieron y permitieron el establecimiento de un
gran gueto (con 160.000 habitantes) en la ciudad industrial de Lodz. Este gueto,
que pretendía ser únicamente un recurso temporal, duró hasta agosto de 1944, en
parte debido a que sus líderes organizaron a los habitantes del gueto para
producir material de guerra esencial para los alemanes.
A lo largo de los territorios anexados y el Gobierno general, los alemanes
confiscaron las propiedades de los judíos y poco a poco las convirtieron en
guetos, en donde se esperaba que realicen diversas formas de trabajo forzados.
Un número relativamente pequeño de gitanos se fueron con ellos. Para que se
cumplan estas medidas, los alemanes recibieron ayuda de los Volksdeutsche,
alemanes étnicos que vivían en Polonia y otros países de Europa Oriental durante
generaciones. Con frecuencia, ellos eran los partidarios más entusiastas de la
limpieza étnica.
Existían un gran número de guetos en el Gobierno General y variaban en
tamaño, desde el que se encontraba en Varsovia, con 445.000 habitantes, hasta
los guetos de los pueblos pequeños de solo unos pocos miles. Los guetos más
grandes y muchos de los pequeños fueron prohibidos de las poblaciones locales
restantes, pero algunos de los guetos se les admitió el tránsito de ida y vuelta. Sin
embargo, todos los guetos tenían tres características en común. En primer lugar,
eran gobernados por Consejos judíos que estaban conformados por líderes
judíos nombrados por y bajo la responsabilidad de los alemanes. En segundo
lugar, estaban superpoblados y mal abastecidos de alimentos y medicinas, lo que
ocasionaba muchas muertes por desnutrición y enfermedades. En tercer lugar,
inicialmente eran concebidos por los alemanes como corrales temporales hasta
que se encuentre algún lugar a donde los habitantes podían ser expulsados.
Algunos funcionarios alemanes hablaban de expulsar a los judíos a nuevas casas
en el “este” presuntamente refiriéndose a la Unión Soviética. Otros documentos
alemanes citan a Madagascar como un posible destino. Antes de que la guerra
comenzara, el gobierno polaco y el francés habían discutido la creación de un
hogar para los judíos no deseados de Europa en aquella isla del océano Índico en
la costa de África, en ese entonces una colonia francesa (hoy, República de
Madagascar). Hitler había aprobado la idea sin ningún problema. Una vez que
Alemania conquistó Francia en 1940, Madagascar era de Hitler y podía disponer a
su antojo, pero solo si lograba derrotar o firmar un armisticio con Gran Bretaña
para tener acceso a las rutas marítimas. En los primeros años de la guerra, Hitler
creía que la victoria era inminente. Así, en esta primera etapa de la lucha, la
política alemana contra los judíos y gitanos sigue centrándose en la expulsión en
lugar del genocidio. Eso cambió hasta cierto punto en 1941.
Alemania y Europa Occidental ocupada
También en estas regiones, los alemanes prepararon a los judíos para la
expulsión a Madagascar o a algún otro lugar remoto. En Alemania misma, en
1939, los líderes nazis establecieron una especie de Consejo judío, la Asociación
del Reich de los judíos alemanes, y lo hicieron responsable de todos los judíos
alemanes restantes. La mayoría de los judíos que habían vivido en las ciudades
pequeñas se trasladaron a las grandes ciudades alemanas donde encontraron
refugio en las comunidades judías más grandes. Allí, las autoridades nazis los
concentraban en bloques de departamentos judíos especiales, guetos informales
que aislaban más a los judíos de la sociedad alemana. Los aptos físicamente
fueron obligados a trabajar en las fábricas de guerra. En septiembre de 1941, los
judíos fueron obligados a mostrar una estrella de David amarilla con la inscripción
Jude (judío) cosida en la parte delantera de sus vestimentas cada vez que
aparecían en público. En octubre, la SS dio inicio a las deportaciones sistemáticas
de judíos y gitanos alemanes a los guetos de Europa Oriental, donde se les
agruparon para compartir la suerte de las víctimas que ya se encontraban allí. Más
tarde, ese mismo mes, el jefe de la SS, Heinrich Himmler, prohibió la emigración
voluntaria de judíos, excepto en casos especiales que enriquezcan el Reich (por
ejemplo, unos pocos muy ricos judíos podían comprar su salida, y así lo hicieron).
Después de la conquista alemana en 1940 de gran parte de los países de Europa
Occidental ―Francia, Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos y Noruega― las
políticas allí respecto a los judíos y gitanos se armonizaron con las de Alemania.
Los judíos fueron registrados, expropiados, desnaturalizados, aislados y obligados
a llevar la estrella amarilla. La cooperación de las autoridades locales en la
ejecución de estas medidas se hizo más fácil ya que el tratamiento más riguroso
siempre se reservaba para los judíos extranjeros. En Francia, que tenía la mayor
población judía en Europa Occidental (350.000), los funcionarios del régimen
colaboracionista de Vichy detuvieron a 25.000 judíos extranjeros y los ubicaron en
los campos de concentración franceses con la finalidad de prepararlos para
futuras expulsiones.
En Europa Occidental, las deportaciones hacia el Este no comenzaron sino
hasta 1942. La única excepción fue Dinamarca, en donde una pequeña población
judía se encontraba relativamente tranquila hasta 1943.
El ataque contra la URSS y las acciones de los Einsatzgruppen
A principios de 1941, la guerra de Hitler contra Inglaterra había llegado a un punto
muerto. Con el objetivo de llevar a la guerra a una culminación rápida, el dictador
decidió atacar a la Unión Soviética con la esperanza de que la victoria rápida
también trajera a los británicos a sus rodillas. Además, según lo vio Hitler, la
conquista de la Unión Soviética resolvería el problema del Lebensraum (espacio
vital) alemán y lograría un ajuste de cuentas final con los judíos más peligrosos de
todos, los Rusos comunistas. La Operación Barbarroja, como fue llamado el
ataque, comenzó el 22 de junio de 1941. Al principio, fue fabulosamente exitoso,
penetraron todo el camino a Moscú antes de que el clima invernal les obligara una
suspensión temporal de la invasión. Amplios sectores de la Unión Soviética
occidental fueron puestos bajo la administración del teórico líder del partido nazi,
Alfred Rosenberg, quien fue nombrado Ministro del Reich para los Territorios
orientales ocupados.
La formación de los cuatro Einsatzgruppen, escuadrones móviles de
matanza conformados por la Policía de Seguridad y el personal de Servicio de
seguridad, estaba incluida en la planificación de la Operación Barbarroja. Se les
ordenó seguir a los ejércitos invasores alemanes y matar principalmente a los
judíos, pero también a los funcionarios comunistas, gitanos y discapacitados. La
más grande masacre de Einsatzgruppen ocurrió a finales de setiembre de 1941,
cuando 33.000 judíos y gitanos de Kiev fueron fusilados y enterrados en Babi Yar,
en las afueras de la ciudad. Antes de que la guerra terminara estos
Einsatzgruppen habían disparado y enterrado en fosas comunes a más de
1.000.000 de civiles indefensos de todas las edades, a menudo con la
cooperación del Ejército alemán. Las unidades de la Policía de Seguridad
alemana participaban en acciones similares. Los judíos y gitanos que no eran
eliminados, fueron reunidos en guetos como los de Polonia. El más grande de
estos se encontraba en Minsk (100.000), Kovno (30.000) y Riga (30.000). Para
capturar a estas víctimas, los alemanes necesitan la ayuda de voluntarios de entre
los pueblos conquistados de la Unión Soviética, especialmente los ucranianos y
lituanos. Llamados Hiwis, estos voluntarios también fueron capacitados para
ayudar en el trabajo de guardia y campos de exterminio.
Durante la primera fase de la guerra contra la URSS, un gran número de
soldados soviéticos también fue tomado cautivo. Como eslavos “infrahumanos”, no
fueron tratados de acuerdo con las reglas de guerra, sino que fueron asesinados o
maltratados como prisioneros en los campos de guerra. Más de 3.000.000
soldados soviéticos murieron luego de rendirse ante los alemanes. Los civiles “de
raza inferior” de Polonia, Rusia y Ucrania también morían de hambre y eran
explotados. Los alimentos y otros recursos necesarios para sustentar la vida en
Europa Oriental fueron enviados a Alemania. Antes de que la guerra terminara,
miles de millones de civiles eslavos estaban muertos.
El asesinato en masa de judíos soviéticos por los Einsatzgruppen puede
haber sido parte de un plan general existente para matar a todos los judíos en
Europa, aunque no podemos estar seguros de ello. Pero tres hechos son ciertos.
En primer lugar, la brutalidad asombrosa de la guerra en la Unión Soviética
alimentó el pensamiento extremista acerca de las formas de resolver el “problema
judío”. Hitler había ordenado a sus generales llevar a cabo una “guerra de
exterminio” en la Unión Soviética, lo que provocó la resistencia cada vez más
desesperada por parte del Ejército Rojo defensor. En segundo lugar, la negativa
de la Unión Soviética de arruinar a tiempo los planes alemanes estropeados de
deportar a los judíos de Polonia, Alemania y Europa Occidental en un futuro
próximo. La sobrepoblación y las enfermedades en los guetos de Europa Oriental
preocupaba a los funcionarios de la ocupación alemana respecto a cuánto tiempo
más podrían arreglárselas con tanto judíos y gitanos. El hecho de que los judíos
soviéticos estaban siendo asesinados parecía sugerir que matarlos era una
alternativa aceptable en lugar de tenerlos en cautiverio esperando su muerte lenta.
En tercer lugar, los Einsatzgruppen estaban probando instrumentos
imperfectos de asesinato en masa. Disparar a la gente uno por uno tomó
demasiado tiempo y era demasiado visible. Peor aún, los hombres de los
escuadrones de exterminio hallaron que el asesinato en masa era tan estresante
que las crisis nerviosas y el alcoholismo eran comunes.
A finales de 1941, los oficiales de la SS comenzaron la búsqueda de un
método más eficiente y menos público de exterminio masivo. En setiembre, se
inició el uso del gas de forma experimental en prisioneros de guerra soviéticos en
lo que era el entonces pequeño campo de concentración polaco de Auschwitz. En
noviembre, la construcción de lo que se convertirían en campos de exterminio se
inició en Belzec y Chelmno, y en diciembre, judíos y gitanos eran asesinados en
camiones de gas en Chelmno. De ahí que muchos estudiosos creen que a finales
de 1941, había comenzado lo que los alemanes llamaron la “Solución final al
problema judío europeo”.
LA SOLUCIÓN FINAL, 1941 – 1944
El plan real para la Solución final fue transmitido a los jefes de otras agencias del
gobierno alemán por Reinhard Heydrich en la Conferencia de Wannsee en
1942. Este plan incluía el envío de judíos de toda Europa controlada por Alemana
a guetos, campos de trabajo y campos de exterminio en el Este. El impacto de
estas políticas variaba de país a país y dependía en gran parte del lugar donde
vivían las víctimas. Las noticias en los campos llegaban a saberse, pero no las
creían, y aun cuando las creían, eran difíciles de interpretarlas. Muchas de las
víctimas encontradas maneras de resistir a sus atormentadores, pero por muchas
razones la resistencia armada no fue una respuesta común durante el Holocausto.
La Conferencia de Wannsee
En julio de 1941, Reich Marshall Hermann Goring, el líder más poderoso
alemán después de Hitler, había autorizado a Reinhard Heydrich, jefe de
seguridad de la SS, elaborar “un plan general de medidas organizativas,
funcionales y materiales que debían adoptarse en la preparación para la
implementación de la solución final deseada respecto al problema judío” 4.
Heydrich presidió la Oficina Central de Seguridad del Reich, que coordinó toda la
policía alemana y las agencias de seguridad en Alemania y los países ocupados.
Le tomó cerca de seis meses idear un plan, lo que sugiere que las políticas nazis
aún podrían haber estado en constante cambio en ese momento. Heydrich
convocó a una reunión del gobierno, el partido y los oficiales de la SS líderes en
Wannsee, en las afueras de Berlín, el 20 de enero de 1942, para informarles sobre
el proyecto. Hitler, afirmó, había autorizado la deportación sistemática de todos los
11.000 000 judíos europeos a los campos en Europa Oriental. Allí, serían
obligados a trabajar para los alemanes hasta que cayeran. No se mencionó sobre
los gitanos en la conferencia, pero en la práctica se les incluiría en las
deportaciones. Tampoco hubo ninguna mención específica sobre los campos de
exterminio, pero era evidente que los incapaces de trabajar serían “tratados
apropiadamente”. (Los líderes nazis siempre utilizan los eufemismos como
“Solución final” y “Trato especial” para mantener el genocidio en secreto). Adolf
Eichmann, que tomó las notas oficiales de la Conferencia de Wannsee, fue
designado como encargado de arrestar y deportar a las víctimas a los campos.
Una vez que los distintos organismos representados en la conferencia acordaron
cooperar, la Solución final podía proceder.
Los guetos
En Wannsee, Heydrich habló sobre limpiar Europa de este a oeste. En la práctica,
los alemanes hallaron preferible tratar primero con las poblaciones cada vez más
grandes de judíos y gitanos en Europa Oriental. Allí, la mayoría de los judíos ya
estaba concentrada en guetos urbanos, algunos de los cuales se vaciaron durante
1942 y sus habitantes fueron enviados a campos de trabajo y exterminio. Pero no
todos los guetos podían ser liquidados durante el primer año de la Solución final.
Tomó tiempo completar las instalaciones de trabajo forzado y de asesinato, y aun
así sus capacidades eran limitadas. Por otro lado, varios de los guetos resultaron
útiles para los alemanes. Las fábricas y talleres de los guetos estaban
transformando todo, desde uniformes para los soldados alemanes hasta juguetes
para los niños alemanes.
4.
Nuremberg Document NG-2586, citado en Raul Hilberg, ed., Documentos de la
Destrucción (Documents of Destruction) (Chicago: Quadrangle, 1971), p. 89.
En ocasiones, estas empresas eran poseídas y dirigidas por empresarios
alemanes, como Oskar Schindler en Cracovia. En otros lugares, como en Lodz,
los judíos se organizaron y ellos mismos dirigieron fábricas. Por lo tanto, se
permitió que estos guetos existieran hasta 1943 y en algunos casos hasta 1944.
Los Consejos Judíos que se dirigían en los guetos para los alemanes esperaban
que dicha productividad pudiera hacer que los judíos fueran indispensables para la
victoria de la guerra y comprara la vida de al menos algunos de ellos. Por lo tanto,
los consejos buscaban mantener un orden estricto y luchar contra todas las formas
de resistencia armada de los alemanes, pues pensaban que el desorden o
levantamientos abatirían las represalias masivas en todo el gueto. Los consejos
organizaron a las fuerzas policiales judías para mantener los guetos en orden y,
cuando fuera necesario, entregar a los agitadores a los alemanes. A veces, se
esperaba que la policía supervise las redadas y deportaciones de los guetos,
según lo ordenado por los alemanes; otras veces, los alemanes iban a hacer el
trabajo por ellos mismos.
Naturalmente, los miembros del Consejo Judío, sus familias y empleados,
además de la policía, fueron los últimos en ser deportados, y a menudo también
disfrutaban de otros privilegios como mejores raciones y cuartos. Todo esto
generaba controversia en los guetos, pero como ellos mismos sabían, alguien
tenía que mantener a raya a los alemanes y al menos procurar que los habitantes
de los guetos siguieran con vida. Algunos líderes del Consejo Judío cambiaron de
rumbo para impresionar a los alemanes e imitaban su estilo autoritario, como lo
hizo Mordecai Chaim Rumkowski, “el mayor de los judíos”, en Lodz. Otros
líderes de este consejo, se arriesgaban al trabajar con lo resistencia judía, al
mismo tiempo tenían como prioridad mantener satisfechos a los alemanes, como
lo hizo Jacob Gens, jefe del Consejo Judío en Vilna. Si los líderes del consejo no
hacían lo que se les ordenaba, eran remplazados e intimidados en los guetos,
generando redadas inmediatas, seguidas por fusilamientos y deportaciones
masivas. Mientras que algunos líderes de consejo perdían las esperanzas. En julio
de 1942, cuando Adam Czerniakow, presidente del Consejo Judío en Varsovia,
comprendió que no podía hacer nada para detener las deportaciones masivas de
los guetos, se suicidó. Un líder más obediente ocupó su lugar.
Para los habitantes de los guetos, la vida era una constante lucha por
obtener alimentos y evitar ser deportados. Los alemanes solo les proporcionaban
las más mínimas provisiones de alimentos, a veces alcanzaban menos de
500 calorías por persona, y el contrabando de alimentos era esencial para
sobrevivir. Los Consejos Judíos crearon, como de costumbre, comedores de
beneficencia y racionamiento para garantizar que todos tuvieran algo que comer.
Sin embargo, esto nunca fue suficiente; las enfermedades y la desnutrición
provocaron altos índices de muerte. Tener un trabajo también era importante para
sobrevivir. Sin una tarjeta de trabajo donde constara que se tenía un trabajo
remunerado, los habitantes de los guetos eran vulnerables a ser agrupados y
deportados en cualquier momento. Los judíos recién llegados de Alemania y
Europa Occidental, así como aquellos traídos de los pueblos y aldeas cercanas,
tuvieron que ser acomodados, otra tarea que recayó en los Consejos Judíos. Los
judíos que vivían en los guetos, a veces actuaban de forma independiente de los
consejos, además trabajaban para mantener vivo el espíritu a través de la
organización de escuelas, conciertos, obras, bibliotecas, sociedades literarias y
servicios religiosos abiertos o clandestinos. Los archivos secretos, como el Oneg
Shabbat organizado por Emmanuel Ringelblum en Varsovia, documentó y
preservó la historia de la vida en los guetos.
Cooperar con los alemanes y promover la supervivencia de los judíos
fueron dos polos opuestos de las políticas del Consejo Judío que al final no se
pudieron conciliar. En agosto de 1944, el último de los guetos más grandes, Lodz,
fue liquidado. Solo uno de los guetos sobrevivió hasta el final y fue un caso
especial. Los alemanes hicieron de Terezín, un pueblo en la Checoslovaquia
invadida, un “gueto modelo” para los judíos privilegiados, en especial para los
judíos alemanes y austriacos y los veteranos judíos que lucharon por los alemanes
en la Primera Guerra Mundial. Relativamente, las buenas condiciones de este
lugar fueron explotadas por los alemanes cuando en junio de 1944, representantes
inquisitivos de la Cruz Roja hicieron un recorrido por el gueto. Al mismo tiempo, los
activistas alemanes hicieron una película sobre el gueto para mostrar las
condiciones idílicas de este. De hecho, el gueto por lo general estuvo
sobrepoblado y había deportaciones frecuentes a los campos en Polonia. En
especial, en el último año de la guerra, los alimentos y condiciones sanitarias se
deterioraron y aumentaron las muertes a causa de enfermedades. De casi
140.000 judíos enviados a Terezín, menos de 17.000 fueron puestos en libertad
cuando el gueto fue liberado en mayo de 1945.
Trabajo forzado
Los judíos y gitanos deportados desde los guetos de Europa Oriental, sus casas o
campos situados en cualquier parte de Europa fueron puestos bajo “selección”.
Las selecciones podían realizarse en un gueto antes de la deportación, en el
destino final, o durante una parada temporal en un campo de transición a lo largo
del recorrido. En las selecciones, se separaban a aquellos que eran capaces (y
necesarios) para trabajar y aquellos que no. Estos últimos por lo general iban a
campos de trabajo y campos de concentración, para luego ir a los campos de
exterminio.
Los campos de trabajo fueron numerosos y muy variados. La mayoría de
ellos se ubicaron en Polonia, pero otros se podían encontrar en la Unión Soviética
y en la misma Alemania. Algunos campos de trabajo, como aquellos ubicados en
las plantas de armamento en Skarzysko-Kamienna y Czestochawa, Polonia, eran
inmensos. Otros solo podían tener pocos cientos de trabajadores. Algunos se
situaron al lado de fábricas existentes; pero en otros casos, los trabajadores
construyeron sus propios campos y fábricas en los que trabajaron desde cero. A
pesar de que algunos campos de trabajo eran poseídos por completo por la SS,
otros fueron operados por el ejército alemán, el Luftwaffe, la Organización Todt
(batallones alemanes de construcción) y empresas alemanas privadas. Sin
embargo, todas estas estuvieron bajo jurisdicción de las unidades locales de la SS
y los líderes de la policía. Los encargados de ayudar a las autoridades alemanas
eran guardias, a menudo hiwis ucranianos, y funcionarios prisioneros conformados
por los superiores de los campos y sus ayudantes. En 1943, la mayoría de los
campos de trabajo se absorbieron dentro del sistema de los campos de
concentración, convirtiéndose en campos de concentración en su propio derecho u
otro subcampo externo de algún campo de concentración existente. Los campos
restantes se cerraron y sus prisioneros fueron deportados o asesinados.
Otros prisioneros fueron enviados a realizar trabajos forzosos en los
campos de concentración que aumentaron de manera desmesurada porque se
extendían desde Alemania a otras partes del imperio en los tiempos de guerra de
Hitler. La mayoría de judíos en los campos de concentración, antes que estallara
la guerra, fueron deportados a nuevos campos de concentración en el este. En
todos estos nuevos campos, el sistema existente de triángulos de colores servía
para distinguir las categorías de los prisioneros: rojo para los prisioneros políticos,
verde para los criminales comunes, negro para los “antisociales” donde se incluían
a los gitanos, y rosado para los homosexuales. Los judíos tenían un triángulo
amarillo invertido cosido sobre uno rojo que formaba La Estrella de David. Solo en
Auschwitz y sus campos satélites, tatuaban a los prisioneros con sus números de
serie en el antebrazo izquierdo. Los prisioneros judíos tenían un triángulo adicional
al de sus tatuajes para distinguirlos de los no judíos.
Con el fin de dirigir los campos de trabajo de la manera más eficaz posible,
la SS seguía el sistema administrativo de los campos de concentración alemanes
que posicionaban aspectos importantes de la vida de campo a manos de los
funcionarios prisioneros. Lo que incluía a los “capos” que actuaban como
capataces de los destacamentos de trabajo de los prisioneros, los “superiores de
los bloques” que eran responsables de los prisioneros cuando estaban en sus
barracas, los secretarios que mantenían los archivos de los campos y realizaban
asignaciones de trabajo y los “corredores”, a menudo adolescentes, que llevaban
mensajes en todo el campo. Su autoridad se confirmaba por los “encargados de
hacer cumplir las normas”, prisioneros armados con látigos y porras. Todos estos
funcionarios prisioneros estaban bajo la responsabilidad de los “superiores de los
campos”, un prisionero que reportaba directamente al comandante del campo, por
lo general era un oficial de la SS. Algunas veces, la SS encomendaba estos
trabajos a criminales profesionales entre los prisioneros, confiados en que ellos
demostrarían la falta de pena que era necesaria. Otras veces, y en especial
cuando se necesitaban habilidades superiores de organización, los alemanes
designaban a judíos y otros prisioneros políticos a esas posiciones.
Los funcionarios prisioneros tenían un poder considerable dentro de los
campos y se les recompensaba con privilegios especiales como cuartos privados
para dormir, más y mejor comida y eran exonerados de los destacamentos de
trabajo duro. Puesto que en cualquier momento estos privilegios podían cesar, los
miembros de la aristocracia del campo trabajaban duro para satisfacer a la SS. A
menudo, amenazaban a sus compañeros prisioneros con una crueldad
inimaginable. Como un sobreviviente recordó: “Si él [funcionario prisionero] perdía
su posición, podía bajar a la posición de los demás, por eso incluso estaban
preparados para matar a otros cientos de personas. Los alemanes no tenían que
molestarse en tratar con la población de todo el campo, tan solo era necesario
asignar a un judío que organizaría todo de la mejor manera para satisfacerlos, y a
menudo, se desempeñaban mucho mejor de lo que se esperaba”.5 Sin embargo,
este no siempre era el caso. Algunos de los funcionarios prisioneros hacían uso de
sus posiciones para proteger a sus camaradas del más terrible trato al fingir
golpes, reasignar a los prisioneros que eran amenazados a destacamentos de
trabajo más sencillos o enviar a los enfermos a las enfermerías donde los doctores
prisioneros podían cuidarlos.
Los alemanes se referían a trabajo forzoso como “exterminio mediante el
trabajo”. Esta era una descripción apropiada, solo los prisioneros más resistentes
podían sobrevivir al trabajo agotador, las largas horas, los castigos brutales, la
insuficiente y precaria comida y la atención medica inadecuada. No solo la SS se
beneficiaba de su miseria. Las grandes empresas alemanas como el
conglomerado químico I.G. Farben, la fábrica de aviones Heinkel y la firma
fabricante de armamento Krupp sacaban provecho de los trabajos forzosos. Los
productos del campo incluían materia prima como comida y carbón, así como todo
tipo de productos industriales como caucho sintético, textiles, partes de aviones,
rifles, armazón de artillería y componentes eléctricos. Hacia el final de la guerra,
los prisioneros de los campos en Europa Oriental también fueron enviados a
escavar trincheras para el ejército alemán en retirada.
Sobrevivir a los trabajos forzosos requería tanto de determinación como de
suerte. Un prisionero tenía que ser decidido para sobrevivir y estar dispuesto a
tomar riesgos. Eso podía incluir ser voluntario para realizar trabajo extra y obtener
como recompensa raciones adicionales o arriesgar la furia de algún prisionero
poderoso para pedir una mejor asignación de trabajo. También podría significar
robar comida de las cocinas o fingir una enfermedad y esconderse de las
selecciones y deportaciones en la enfermería. Un prisionero que perdía su
determinación, se rendía, en la jerga del campo un Muselmann, era considerado
como muerto. Aquellas personas murieron en el campo o eran identificados en las
selecciones de campo frecuentes para que los maten o deporten a un campo de
exterminio. Sin embargo, los prisioneros solo tenían oportunidades limitadas para
arriesgarse y así determinar su destino. La mayoría de veces, la suerte jugaba un
papel decisivo. ¿Por qué los alemanes necesitaban trabajadores en el momento
de su selección? ¿Tenía alguna habilidad que ellos podían utilizar? ¿Era joven y
saludable? ¿El prisionero a cargo de las asignaciones de trabajo era de su ciudad
o país natal? Cualquier cantidad de casos puramente fortuitos podían inclinar la
balanza de alguna forma u otra.
5. Donald L. Niewyk, ed., Heridas recientes: relatos antiguos de la supervivencia del holocausto
(Fresh Wounds: Early Narratives of Holocaust Survival) (Chapel Hill: Editorial de la Universidad de
Carolina del Norte, 1998), páginas 40-41.
Exterminio
Los judíos y gitanos que fueron enviados a los campos de exterminio eran muy
jóvenes, muy ancianos o estaban muy enfermos, eran mujeres con hijos, o
simplemente no se las necesitaban para trabajos forzados. Cuatro de los seis
campos de exterminio se dedicaron casi por completo a asesinatos masivos:
Chelmmo, Belzec, Sobibor y Treblinka. A estos no se les anexó grandes
campos de trabajo o de concentración y se mantenían vivos a solo menos de cien
prisioneros para que se pudieran deshacer de los cuerpos (el trabajo de los
Sonderkommando [comandos especiales]), clasificar las pertenencias de las
víctimas y por lo general ayudar a la SS a dirigir los campos. Los dos últimos
campos, Majdanel y Auschwitz, fueron una combinación entre un campo de
exterminio y de concentración. Las selecciones en estos campos se realizaban
sobre la base de determinar quien vivía o quien moría. En otros campos, la llegada
de prisioneros, casi de manera invariable, era significado de muerte todos los días.
El primer y más pequeño campo de exterminio fue Chelmmo, justo al norte de
Lodz. Asimismo, fue el único campo de exterminio donde se utilizaron vagones de
gas para matar a las víctimas. Se trataban de vagones que se habían modificado
para desviar el tubo de escape hacia la parte de atrás del compartimento y así
sofocar a aquellos que habían sido encerrados dentro. Se les ordenaba a las
víctimas a desvestirse porque iban a bañarlos dentro el camión antes de continuar
con el viaje hacia el este. La mayoría eran llevados mediante engaños, aquellos
que contenían la respiración, eran obligados a subir de nuevo. Las puertas se
cerraban y los motores avanzaban hasta que los gritos se detenían. Luego, los
camiones llevaban los cuerpos a un bosque cercano donde los
Sonderkommandos judíos los quemaban o enterraban en fosas comunes.
Chelmmo funcionó desde diciembre de 1941 hasta marzo de 1943 y fue reabierto
por algunos meses a mediados de 1944 para eliminar algunos restos del gueto de
Lodz. En total, allí se produjo la muerte de al menos 152.000 judíos y gitanos,
principalmente de aquellos que provenían de Polonia occidental anexada a
Alemania.
Belzec, Sobibor y Treblinka, campos de exterminio restantes que solo se
dedicaban a la asfixia con gas, por lo general son considerados en conjunto como
los campos de la Operación Reinhard, nombrado así por Reinhard Heydrich
después de su asesinato en mayo de 1942 cerca de Praga por patriotas checos.
Estos campos, creados sobre todo para exterminar a los judíos polacos, estaban
bajo el comando dinámico de Odilo Globocnik, la SS y los líderes de la policía en
Lublin, Polonia. Cada campo poseía un personal de casi treinta hombres de la
SS, la mayoría de los cuales estuvieron involucrados en el programa de
eutanasia, asistidos por guardias ucranianos formados en el campo de
entrenamiento de Trawniki de la SS. Belzec, cerca de Leópolis al sureste de
Polonia, funcionó desde marzo a diciembre de 1942. Sobibor, al este de Polonia,
comenzó a funcionar en mayo de 1942 y cerró en octubre de 1943. Treblinka, al
noreste de Polonia, especializado en matar mediante el uso de gas a los judíos en
Varsovia, funcionó entre julio de 1942 y agosto de 1943.
Los tres campos de esta Operación Reinhard construyeron cámaras de
gas especiales que aparentemente eran identificadas como cuartos de baño.
Estas instalaciones fijas se han considerado mucho más eficaces que los vagones
de gas que se usaban en Chelmmo. Se les decía a las víctimas, recién llegadas a
los campos de transición, que serían desinfectados para continuar el viaje hacia
los lugares de reasignación. Falsas señales, horarios de los trenes y revisiones de
vestimenta y objetos de valor ocultaban lo que sucedía en realidad. Una vez que
se cerraban las puertas, el tubo de escape de un motor rescatado de un tanque o
vagón se canalizaba a las estructuras selladas. Los hombres de los
Sonderkommandos enterraban o quemaban los cuerpos. Los destacamentos de
trabajo de los prisioneros también reunieron y clasificaron las posesiones de las
víctimas. En Belzec, murieron 600.000 víctimas, en Sobibor 250.000 y en
Treblinka 870.000.
Majdanek, justo a las afueras de Lublin en el Gobierno General, compartió
con Auschwitz la distinción de ser una instalación que combinaba un campo de
exterminio y de concentración. Se creó en 1941 como un campo para los
prisioneros de guerra soviéticos; y un año después, judíos, gitanos y prisioneros
políticos polacos eran incorporados a este campo de casi 50.000 prisioneros.
Majdanek funcionaba principalmente como un gran campo de concentración, con
énfasis en “exterminar mediante el trabajo”. Una pequeña cámara de gas de
monóxido de carbono, que luego se complementó por otra que usaba Zyklon B
(ácido cianhídrico) y un crematorio, se llevó la vida de cientos de miles de
personas, pero la mayoría de las más de 200.000 personas que murieron allí,
murieron a causa de fusilamientos, hiperexplotación, desnutrición y enfermedades.
Casi el 30 % de las víctimas eran judíos. La peor masacre sucedió el 3 de
noviembre de 1943, cuando prácticamente todos los 18.000 judíos de Majdaneky y
sus subcampos fueron ametrallados por los hombres de la SS como parte de la
Operación festival de la cosecha, que se diseñó para erradicar a todos los
judíos que quedaban en el distrito de Lublin. El campo fue evacuado antes de que
el ejército soviético llegara a Lublin en julio de 1944 y los prisioneros
sobrevivientes fueron enviados a Auschwitz y a los campos de concentración en
Alemania.
Auschwitz, mucho más grande que Majdanek, también se convirtió en un
campo de exterminio cuando se incorporaron las cámaras de gas y crematorios a
los campos de concentración existentes. Se localizaba justo a las afueras del
pueblo polaco de Oswiecim (Auschwitz es su nombre en alemán), había sido un
campo del ejército polaco hasta 1939 cuando los alemanes lo convirtieron en un
campo de concentración polaco. En marzo de 1941, Heinrich Himmler visitó
Auschwitz y ordenó su expansión para ser el campo de concentración alemán más
grande de todos. Quizás estuvo influenciado por su ubicación, en la intersección
de dos vías férreas principales casi 30 millas al suroeste de Cracovia y cerca de la
gran población judía de Alta Silesia oriental. En el transcurso de expansión de
Auschwitz, durante los tres años siguientes, los alemanes también lo convirtieron
en el campo de exterminio más grande, responsable de la muerte de al menos
1.100.000 personas, más del 90 % de ellos eran judíos.
Auschwitz llegó a ser una amplia empresa, tenía 105.000 prisioneros y
cubría un área de ocho millas cuadradas en tres sectores diferentes, cada uno
separados por un pocas millas de campo abierto o por el mismo pueblo. El campo
original (Auschwitz I), con sus barracas de ladrillos, cámaras de gas y crematorios
pequeños, albergaba las oficinas administrativas centrales, 30.000 prisioneros,
una enfermería y diversos talleres. Una sección mucho más grande del campo se
construyó en la pequeña aldea de Birkenau (Auschwitz II). Los residentes polacos
fueron desalojados y los prisioneros del campo original, en su mayoría prisioneros
de guerra soviéticos, construyeron una amplia colección de barracas y estructuras
administrativas. Luego, se añadieron cuatro grandes complejos de cámaras de
gas/crematorios. La expansión de Birkenau continúo sin parar hasta el momento
en que se tuvieron que realizar los planes para evacuar el campo. El fuerte sector
industrial de Auschwitz se ubicó en Monowitz (Auschwitz III), a menudo hacía
referencia al nombre de su producto principal, Buna, un caucho artificial. Además
de estos tres sectores del propio Auschwitz, una red de cuarenta subcampos
externos, algunos se encontraban muy lejos, abastecían al campo principal con
comida, carbón y materiales de construcción.
Las cuatro grandes construcciones de cámaras de gas/crematorios en
Birkenau (Auschwitz II) se diseñaron para asesinar en una verdadera escala
industrial. La más grande de estas podía asfixiar con gas a 2.000 personas de una
sola vez. Las cámaras de gas se ubicaban bajo tierra, los cuerpos se ponían en
elevadores para que subieran directamente hacia los crematorios. Estas
instalaciones no se terminaron hasta 1943. Hasta entonces, pequeñas cámaras de
gas se improvisaron en granjas antiguas al otro lado del campo se utilizaban para
tal propósito. El gas de ácido cianhídrico, un fuerte pesticida industrial conocido
por su nombre comercial Zyklon B, se utilizó durante mucho tiempo. En palabras
del comandante del campo, Rudolf Hoss: “llevaba de 3 a 5 minutos matar a las
personas en las cámaras de la muerte, dependiendo de las condiciones climáticas.
Sabíamos cuando las personas estaban muertas porque sus gritos se detenían.
Por lo general, esperábamos alrededor de hora y media antes de abrir las puertas
y sacar los cuerpos”.6
Los prisioneros del Sonderkommando operaban las cámaras de gas y
crematorios bajo supervisión directa de la SS. Su trabajo era remover los
cadáveres de las cámaras de gas, rescatar cualquier objeto de valor escondido en
los cuerpos (inclusive empastes dentales de oro) y disponer de los restos. La
disposición de los cuerpos siempre era un gran problema en Auschwitz. Las
cámaras de gas podían matar a muchas más personas que un crematorio podía
incinerar. Por lo tanto, cada vez que las cámaras de gas funcionaban en su
capacidad máxima, el Sonderkommando era obligado a incinerar el exceso de
cuerpos en hoyos abiertos al extremo del campo.
6. Gobierno de los Estados Unidos, Agresión y Conspiración Nazi [Nazi Conspiracy and
Aggression] (Washington, D.C.: Oficina de imprenta del Gobierno de los Estados Unidos,
1946), página 6:788.
Un ramal ferroviario se construyó justo en el centro de Birkenau y los
doctores de la SS realizaban las selecciones en la rampa. Casi antes de que los
nuevos prisioneros llegaran, sabían lo que pasaba, pues habían sido separados
en dos grupos. Los que eran seleccionados para morir, iban directamente a la
cámara de gas donde se utilizaba el método usual de engaño para hacer que las
desconcertadas víctimas creyeran que estaban entrando para bañarse. A los que
eran seleccionados para trabajar, se les asignaba al sector del campo principal o
se les enviaba a uno de los campos satélites de Auschwitz. Eran separados por
sexos, con solo dos excepciones. Un campo familiar especial para gitanos, que
albergó a 20.000 personas, se encontraba en Birkenau hasta que fue liquidado en
agosto de 1944 y sus prisioneros fueron asfixiados con gas o enviados a otros
campos. La segunda excepción, un campo familiar de 5.000 judíos checos
enviados a Birkenau desde Terezín en setiembre de 1943, duró tanto que la SS
pensó que podría ser una treta útil por si la Cruz Roja insistía en inspeccionar el
campo. Cuando esa probabilidad se desvaneció, este campo familiar también se
liquidó en julio de 1944.
Pocos prisioneros de Auschwitz que sobrevivieron a las selecciones
iníciales fueron utilizados como conejillos de indias en los horrorosos
experimentos médicos realizados por el Dr. Josef Mengele y otros médicos de
la SS. Pocos de estos prisioneros sobrevivieron al sufrimiento. Tal vez los
prisioneros más afortunados fueron aquellos asignados a los almacenes de
Birkenau para confiscar las pertenencias de las víctimas. Este sector fue apodado
“Canadá” porque los prisioneros la imaginaban como una tierra de riqueza infinita.
Allí, muchos de ellos eran capaces de “organizar” (que significa “robar” en la jerga
de los prisioneros) objetos de valor para intercambiarlos en el mercado negro por
alimentos adicionales u otros privilegios.
Las pequeñas cámaras de gas funcionaron en seis de los campos de
concentración “ordinarios” en Alemania: Sachsenhausen, Neuengamme,
Mauthausen, Stutthof, Gross-Rosen y Ravenzbruck donde murieron miles de
judíos, gitanos, prisioneros políticos alemanes y polacos y disidentes religiosos.
La captura de las víctimas
El plan alemán para limpiar toda Europa y capturar a todos y cada uno de los
judíos y gitanos no se pudo completar. Ni tampoco se pudo realizar con la
efectividad uniforme en todas partes de Europa donde dominaron los Nazis. De
hecho, si uno de ellos vivía o moría durante el Holocausto a menudo dependía de
donde había nacido. Los gitanos y judíos bajo el gobierno directo de Alemania, por
lo general, corrían más peligro que aquellos que vivían en países gobernados por
aliados o gobiernos colaboradores. Las actitudes de la población de los
alrededores favorecieron para determinar si la ayuda del vecindario de uno se
prolongaría o detendría. La geografía también jugó un papel importante al
establecer si allí había colinas y bosques donde esconderse o países neutrales
cercanos que pudieran ofrecer refugio. La sincronización fue otro factor. Era
menos probable que los pueblos judíos y gitanos, eliminados en los primeros
meses de la Solución Final, sobrevivieran más que aquellos capturados después
en la guerra. Una encuesta a cada país demostrará el diferente impacto de la
Solución Final en diversas partes de la Europa de Hitler. Comencemos con
aquellas áreas de Europa Oriental que estuvieron bajo el control directo de
Alemania, pues en ninguna otra parte las políticas nazis fueron tan duras o
impuestas brutalmente desde el principio. Luego, volveremos a Alemania y el resto
de Europa.
En Polonia, un país que había sido restablecido a finales de la Primera
Guerra Mundial después de más de cien años de dominación extranjera, fue el
hogar de más de 3.250.000 judíos (10 % de la población total) y 50.000 gitanos.
Muchos polacos se sentían ofendidos ante la prominencia judía en los negocios y
finanzas en el país, lo que impulsó las políticas designadas para reducir dicho
poder entre los años de 1920 y 1930. Sin embargo, nada de lo que los polacos
hicieron se acercaba al nivel de persecución que los alemanes iniciaron en 1939:
expropiación de propiedades, concentración en guetos y deportación a campos de
trabajo y exterminio. Estas medidas fueron bien recibidas por una minoría de
polacos, mientras que otra minoría trataba de ayudar a las víctimas a esconderse
o hacerse pasar por polacos. Lo cual siempre era peligroso para muchos judíos o
gitanos que no tenían ninguna apariencia de ser eslavos o no hablaban bien en
polaco. Los polacos que eran descubiertos ayudándolos eran fusilados con toda
su familia y a veces con todo su pueblo. Por lo tanto, la mayoría de polacos
preferían no estar involucrados. Ellos también estaban ocupados tratando de lidiar
con las normas sumamente duras de Alemania.
Debido a la duración y la severidad de las normas alemanas en Polonia, la
prioridad determinada para el gran número de víctimas allí y el estatus no
asimilado de la mayoría de judíos polacos, provocó que pocas de las víctimas
sobrevivieran. Alrededor de 90 % (2.900.000) de los judíos polacos y al menos 16
% (8.000) de los gitanos polacos perecieron.
La Unión Soviética emancipó a sus casi 3.000.000 judíos y motivaron su
asimilación después de la Primera Guerra Mundial. Cuando Hitler atacó, en junio
de 1941, los oficiales soviéticos se las ingeniaron para evacuar a algunos judíos
dentro del interior del país, pero cientos de miles fueron atrapados por el rápido
avance de los alemanes. Las duras políticas de ocupación alemana se
intensificaron por la asociación de judíos con el comunismo realizada por Hitler.
Los rastreos realizados por el Einsatzgruppen y las sucesivas deportaciones hacia
los campos de trabajo y exterminio perjudicaban a las poblaciones judías y
gitanas. Casi 700.000 judíos soviéticos y 30.000 gitanos soviéticos murieron en el
Holocausto.
Los países bálticos de Letonia, Lituania y Estonia fueron absorbidos por la
Unión Soviética en 1940. Los nacionalistas extremos de estos países pequeños
creían que los judíos habían acogido las normas comunistas y en Lituania, de
hecho, atacaron a los judíos cuando el ejército alemán infestó la región báltica en
junio de 1941. Estas opiniones y acciones mejoraron el trabajo del Einsatzgruppen
e hizo que las movilizaciones a los guetos y deportaciones sean más fáciles. En
muchos aspectos, la Solución Final las igualó en la Unión Soviética. Alrededor de
80 % de 245.000 judíos y más de 35 % de 7.000 gitanos en los países bálticos
murieron.
En 1942 y 1943, Alemania, ahora expandida hasta Austria o tierras
anexadas de Checoslovaquia (Protectorado de Bohemia y Moravia, más o
menos adyacente a la República Checa actual) y Polonia, deportó prácticamente a
todos los judíos y gitanos restantes a los guetos y campos. Un número reducido
de judíos casi afortunados fueron enviados a Terezín. A finales de 1942, tan solo
menos de mil judíos que trabajaban en industrias bélicas importantes habían sido
prohibidos de usar el transporte público, y también fueron tomados prisioneros
durante los años siguientes. Alrededor de 5.000 judíos alemanes se las ingeniaron
para ocultarse con la ayuda de amigos y vecinos solidarios, a pesar de ser un
peligro para todos los involucrados. Algunos ciudadanos ordinarios se deleitaban
con las deportaciones, pero muchos otros las ignoraban porque no podían hacer
nada al respecto o tenían otras cosas en que pensar.
Muchos de los alemanes que se opusieron enérgicamente a Hitler y se
unieron a la resistencia a fin de derribar su gobierno se horrorizaron por las
prosecuciones de los judíos. Este grupo incluía a hombres de izquierda, como
Julius Leber, miembros conservadores de la resistencia, como Claus Schenk von
Stauffenberg, y aquellos que se oponían a Hitler por motivos religiosos, como
Dietrich Bonhoeffer. Los estudiantes que pertenecían al grupo de resistencia la
Rosa Blanca, concentrado en la Universidad de Múnich, criticó el antisemitismo y
divulgó en sus folletos antinarcisistas el exterminio de los judíos. Otro miembro
alemán de la resistencia, Kurt Gerstein, se infiltró en la SS para obtener evidencia
de primera mano de los crímenes nazis. En 1942, informó a los diplomáticos
extranjeros sobre la Solución Final, pero no le creyeron. Los grandes esfuerzos de
la resistencia alemana para matar a Hitler y neutralizar a la SS tuvieron éxito, la
Solución Final había terminado.
En la víspera de la Solución Final alrededor de 150.000 judíos
permanecieron en sus ciudades natales en Alemania, más de 50.000 judíos en
Austria y 92.000 judíos en los pueblos anexados de Checoslovaquia. De estos
grupos, alrededor de 135.000 judíos alemanes, prácticamente todos los austriacos
y 78.000 checos murieron. Un número adicional de judíos provenientes de estos
países que habían huido a países cercanos fueron regresados. Las poblaciones
de gitanos en esas áreas (el 75 % de 20.000 en Alemania, el 58 % de 11.200 en
Austria y el 38 % de 13.000 en los pueblos de Checoslovaquia) sucumbieron
durante el Holocausto.
Los alemanes ocuparon Yugoslavia en abril de 1941 y la repartieron
inmediatamente. Una gran parte de esta se convirtió en el nuevo estado satélite de
Croacia creado por los alemanes, pero el sur, en especial Serbia, estaba bajo el
control directo de Alemania. Allí se consideró a los judíos como responsables de
los fervientes ataques contra las fuerzas alemanas y el Ejército alemán fusiló a
miles de judíos, gitanos y comunistas en represalia. Los sobrevivientes fueron
agrupados y eliminados en los vagones de gas. En junio de 1942, el jefe del
gobierno militar alemán en Serbia, Harald Tumer, pudo admitir que había
solucionado sus problemas con los judíos y gitanos. En realidad, cientos de
personas de ambos grupos habían huido hacia las montañas para encontrar
refugio con los partisanos. El resto de la población, 24.000 judíos y casi 1.000
gitanos, fueron asesinados en Serbia.
Grecia fue ocupada al mismo tiempo que Yugoslavia (abril de 1941), y parte
de esta, se entregó a Bulgaria, un país aliado de Alemania. El resto se dividió en
las zonas de ocupación alemanas e italianas. La mayoría de judíos griegos que
vivían en la zona alemana, en 1943, fueron ubicados en un gueto en Salonika y
después deportados a Polonia. Al principio, los italianos se rehusaron a entregar a
los judíos de su zona, pero cuando Italia se rindió y cambio de bando, los
alemanes se apoderaron de su zona y deportaron al resto de judíos griegos,
inclusive aquellos de las Islas Griegas y el país adyacente de Albania. Por lo visto,
la mayoría de judíos griegos creyeron en las historias alemanas sobre ser
reasignados en Polonia. Solo algunos cientos lograron ocultarse. Alrededor de 80
% de 73.000 judíos griegos y un número desconocido de gitanos griegos murieron
como víctimas de la Solución Final.
Hungría, un país aliado de Alemania, no formó parte del control directo de
Alemania hasta marzo de 1944. Antes de eso, el gobierno de derecha húngaro,
dirigido por Mikos Horthy, aceptó algunas leyes antijudías, pero se negó a
participar en la Solución Final. Solo los judíos que no tenían la nacionalidad
húngara, un total estimado de casi 20.000 personas, fueron deportadas al territorio
controlado por los alemanes. Los 725.000 judíos que vivieron dentro de la frontera
húngara durante la Segunda Guerra Mundial estuvieron a salvo hasta principios de
1944, cuando Hitler se enteró de que políticos húngaros importantes estaban
manteniendo negociaciones secretas para una paz independiente con los Aliados.
Furioso, el dictador alemán, ordenó que su ejército ocupara el país en marzo de
1944 y Horthy fue obligado a reemplazar a los pacificadores por políticos a favor
de Alemania. Adolf Eichmann viajó a Budapest y personalmente se hizo
responsable de la Solución Final en Hungría.
Eichmann obligó a los judíos húngaros a formar un Consejo Judío Central y
les dijo que ellos estarían a salvo siempre y cuando siguieran sus órdenes. En
abril, se les ordenó que formaran guetos y un mes después las deportaciones
comenzaron. La policía húngara supervisó todo el proceso. Eichmann volvió a
garantizar tanto a los deportados como a los húngaros que el destino era los
campos de trabajo en Alemania y Polonia, una historia que era muy aceptada.
De hecho, algunos judíos y gitanos fueron enviados a realizar trabajos forzosos en
los campos de concentración, pero las mayoría de ellos fueron asesinados en
Auschwitz, suma que alcanzó su máximo nivel destructivo en julio y agosto de
1944 con la asfixia con gas de aproximadamente 400.000 víctimas. Aunque Horthy
estuvo influenciado por los protestantes extranjeros respecto a las deportaciones y
temía tener que responder por ellos si los aliados ganaban, sus intentos de
bloquear los medios de transporte en julio solo obtuvo un éxito parcial. Las
deportaciones de Eichmann disminuyeron pero no se detuvieron. Por último, los
alemanes expulsaron a Horthy en octubre de 1944 y las deportaciones se
reanudaron. Los judíos que no eran enviados lejos formaron los batallones de
trabajo para excavar fortificaciones contra los rusos. Al final, miles de personas
fueron asesinados brutalmente por los alemanes o fascistas húngaros, miembros
del movimiento de la Cruz Flechada. Más de 200.000 judíos húngaros
sobrevivieron porque a los alemanes les faltó tiempo para terminar su trabajo y
gracias a que Horthy los había retrasado. Más o menos dos tercios de los judíos
húngaros habían muerto, al igual que al menos 1.000 gitanos.
Eslovaquia, otro aliado de Alemania que fue tomada por los alemanes en
1944, por voluntad propia cooperó con Alemania a principios del Holocausto.
Eslovaquia había formado parte de Checoslovaquia antes de la guerra, pero los
alemanes habían recompensado a Eslovaquia por ayudarlos a destruir ese país en
1939 al convertirla en un país “independiente”. En realidad, Eslovaquia fue un
satélite alemán gobernado por un sacerdote católico, Padre Jozef Tiso. Cuando
los alemanes le preguntaron por los judíos eslovacos, el gobierno de Tiso con
efusividad obedeció e incluso pagó a los alemanes quinientos marcos por judío,
aparentemente para costear los costos de la reasignación. Entre marzo y junio de
1942, alrededor de 56.000 de 89.000 judíos eslovacos fueron agrupados por el
Guardia paramilitar de Hinlka y enviados a Polonia. Luego, los líderes de
Eslovaquia cambiaron de mentalidad y detuvieron las deportaciones. Habían
escuchado rumores de los campos de exterminio y el Vaticano los presionó a
detener las deportaciones de los judíos.
Desde junio de 1942 a agosto de 1944, la mayoría de los judíos eslovacos
restantes fueron ubicados en campos de trabajo en Eslovaquia. En comparación
con los campos de trabajo alemanes, estos campos eran dirigidos de una manera
más humana. Cuando las fuerzas soviéticas se aproximaron a Eslovaquia en
agosto de 1944, un levantamiento fallido de los guerrilleros en contra de Tiso
impulsó a que los alemanes tomaran el poder del país y reanudaran las
deportaciones. En total, al menos de 60.000 (68 %) de los judíos que
permanecieron en Eslovaquia y 400 gitanos eslovacos murieron víctimas de la
Solución final.
Croacia, otro estado satélite de Alemania que los alemanes crearon
gobernó la mayor parte de Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial. Ante
Pavelic, jefe de movimiento fascista Ustacha e igual de brutal y racista que Hitler,
dirigió Croacia. Desde el inicio, Pavelie siguió una política de limpieza étnica
enfocada a la eliminación de serbios (que eran odiados por dominar a los croatas
cuando ambos grupos vivieron en Yugoslavia durante los años 1919 y 1941) así
como la eliminación de judíos y gitanos. En 1941, estos fueron enviados a campos
de trabajo en Croacia y al año siguiente comenzaron a ser deportados a petición
de los alemanes. Solo aquellos que estaban en la zona ocupada por Italia en
Croacia fueron perdonados; desafortunadamente, como en Grecia, eso cambio
cuando Italia se rindió en setiembre de 1943 y los alemanes se apoderaron de
toda el área. Sin embrago, para entonces la mayoría de judíos y gitanos habían
huido donde los guerrilleros que estaban activos en el área. La característica que
distinguía al Holocausto en Croacia fue la inmensa cantidad de víctimas
asesinadas a manos de los propios croatas, tal vez 75 % del total. La suma total
estimada de muertes fue de 5.000.000 serbios, 25.000 gitanos y 32.000 judíos
(casi 80 % de la población judía).
El resto de los países de Europa Oriental se aliaron con Alemania, Bulgaria
y Rumania, se rehusaron a deportar a sus judíos a los campos de exterminio en
Polonia, y como estos países jamás fueron ocupados por los alemanes, no se les
obligó a que lo hicieran. Aun así, el Holocausto también los afectó de diferentes
formas.
Bulgaria, con una población muy pequeña de judíos de 50.000 y sin
antecedentes de un fuerte antisemitismo, en lugar de solucionar su “problema
judío” por ellos mismos, aplazaban las demandas alemanas de deportación. En
efecto, eso significó una legislación antijudía relativamente leve, pero nada más.
Los judíos de los países vecinos huyeron a Bulgaria para refugiarse, dando como
resultado que hubo más judíos en el país a finales de la guerra que los que había
en el principio. La gran excepción a esto fue el destino de los judíos y gitanos en
Macedonia y Tracia, regiones de Yugoslavia y Grecia dadas a Bulgaria por Hitler
en 1941. Los búlgaros en agradecimiento aceptaron agrupar y deportar a tantos
judíos y gitanos como pudieron encontrar. Más de 11.000 judíos que vivían allí
fueron llevados a Polonia.
Rumania, con una población judía muy extensa (441.000 a mediados de
1941) y con una tradición poderosa de antisemitismo, también rechazó las
peticiones alemanas de enviar a sus judíos a Polonia. Aún más que en Bulgaria, el
orgullo nacional fue un problema. A los rumanos les disgustaba la arrogancia de
los alemanes y sus fracasos de envió de la ayuda militar que habían prometido
cuando las fuerzas de Rumania y Alemania lucharon codo a codo contra la Unión
Soviética. Por lo tanto, se decidió intensificar las leyes antijudías existentes, pero
no se llevaron a cabo los planes para deportar a los judíos. La historia hubiera sido
muy diferente si el movimiento antisemita, la Guardia de Hierro, hubiera
conseguido detener el poder en Rumania cuando se incrementó en enero de
1941. De hecho, el gobierno permaneció firme en manos del mariscal Ion
Antonescu, un antisemita más moderado, hasta el final de la guerra.
La preguerra de ocupación en disputa de las provincias límite de Besarabia
y Bucovina por la Unión Soviética complicó más la situación en Rumania. Hitler,
quien luego celebró su Pacto nazi-soviético de 1939 con Stalin, obligó al país a
aceptar esta pérdida en 1940, Rumania recuperó sus provincias cuando se unió al
asalto alemán a la Unión Soviética en junio de 1941. Los rumanos reclamaron que
los 300.000 judíos que vivían allí habían aceptado con gusto las normas soviéticas
y en realidad, algunos de ellos sí lo hicieron. En represalia, las tropas rumanas y
miembros de un Einsatzgruppe alemán asesinaron a miles de judíos y gitanos en
Besarabia y Bucovina y reunieron a la mayoría de sobrevivientes en los guetos a
lo largo del Río Dniéster (Transnistria) en Ucrania, ocupada por Rumania. Allí
muchos más judíos y gitanos fueron aniquilados y otros abandonados hasta morir
de hambre y por la exposición. Otros judíos fueron asesinados en la misma
Rumania. En total, al menos 121.000 judíos murieron, junto con un mínimo de
19.000 gitanos.
En Europa Occidental, las condiciones fueron diferentes de manera crucial
a las de Europa Oriental, en diversas formas. Puesto que hubo menos judíos y
gitanos en Europa Oriental, los alemanes primero persiguieron al mayor número
de víctimas más numerosas en Europa Oriental donde también había pocos
alemanes. Con la fuerte lucha al Este, sus fuerzas policiales en el oeste, por lo
general, se expandían muy poco. Los judíos nativos de Europa Occidental, en
gran parte, se asimilaron bastante, lo que les hacía más fácil hacerse “pasar” por
Paganos. En el oeste, el antisemitismo fue menos propagado, por lo que fue una
barrera menos para ayudar a los judíos. Por último, diversos países de Europa
Occidental compartían fronteras con los estados neutrales que podían ofrecer
asilo a los refugiados.
Sin embargo, la Solución Final no tuvo un impacto uniforme en muchos de
los países de Europa Occidental que estaban bajo control alemán. Mucho
dependía del tamaño de una población judía del país, las actitudes de los oficiales
locales y las personas normales, y la disponibilidad de lugares ocultos y refugios
neutrales. Lo cual variaba mucho según el país y explica por qué el Holocausto
tuvo un número mucho mayor de víctimas en algunos países que en otros.
Francia, con 350.000 judíos (muchos de ellos refugiados) y 40.000 gitanos,
tuvo la cantidad más alta de personas pertenecientes a estos pueblos en Europa
Occidental. Asimismo, tenían un gobierno a favor de Alemania durante la Solución
Final. Se le conoció como el régimen de Vichy y estaba liderado por el héroe de la
Primera Guerra Mundial, el mariscal Henri Pétain, el gobierno se había
conformado por franceses de derecha para colaborar con Alemania después de la
derrota de Francia en 1940. El Primer Ministro de Pétain, Pierre Laval, se
empecinó en demostrar las cualificaciones de Francia para ser un socio menor en
la Europa dominada por Alemania y por voluntad propia alinearon las leyes de
Francia con la legislación antisemita de Alemania. Se ubicaron a los judíos y
gitanos extranjeros en los campos de concentración de Francia y, en 1942, fueron
deportados a Polonia. Los gitanos franceses fueron los que sufrieron más. Casi el
40 % (un poco más de 15.000) de gitanos murieron, en parte a causa de una
antigua ley, que requería que los nómades se registraran con la policía, y los
requisitos de la preguerra de que permanecieran en los campos asignados. Los
oficiales del régimen de Vichy no estuvieron muy dispuestos a enviar lejos a los
judíos naturales de Francia, pero al final cedieron ante la presión alemana.
Sin la cooperación de la policía de Vichy y otros oficiales, a los alemanes les habría
costado mucho más aplicar la Solución Final en Francia. Y sin embargo, solo un poco
más del 20 % de los judíos en Francia (75.000) murieron en el Holocausto. ¿Cómo se
puede explicar esta cifra relativamente baja?
En comparación con gran parte de Europa, Francia comprendía una zona
interior vasta y muy poco poblada al sur y oeste del país. Una cantidad
significativa de judíos huyeron a esa zona tras la invasión de los alemanes y
muchos tuvieron el buen juicio de quedarse ahí escondidos en lugar de regresar a
casa. Otros judíos huyeron a estas zonas apartadas cuando eran amenazados por
las deportaciones. Ahí recibieron ayuda de franceses compasivos quienes los
escondieron o los ayudaron a escaparse hacia Suiza o España, ambos países
neutrales limitando con Francia. Otros se dirigieron a la pequeña zona italiana de
ocupación en donde los judíos no fueron deportados hasta que los alemanes se
apoderaron de ella en septiembre de 1943. El pueblo de Le Chambon-sur-Lignon,
done los ministros protestantes locales influenciaron a las personas para ayudar a
miles de judíos, se transformó en el símbolo de esta ayuda, aunque era un caso
extremo. También debe considerarse el momento. Los primeros judíos en ser
deportados fueron los judíos extranjeros, siempre menos populares que los judíos
franceses asimilados. Para cuando se dieron las órdenes de arrestar a estos
últimos, los franceses ya no estaban seguros de que Hitler ganaría su guerra y
comenzaron a salir del derrotismo. Los policías franceses se volvieron cada vez
menos fiables y a los alemanes les faltaba personal para hacer el trabajo por ellos
mismos. Así que la geografía, la huida de los judíos, el apoyo francés y el rechazo
de la fortuna alemana se combinaron para frustrar los planes de Vichy y los
alemanes de deportar a todos los judíos franceses.
La experiencia del Holocausto en los Países Bajos fue muy diferente y
mucho más trágica. Alrededor del 75 % de los 140.000 judíos que vivían allí en
1940 no sobrevivió, así como también ocurrió con casi la mitad de sus 500
gitanos. Los alemanes consideraron a los holandeses como compatriotas arios
que finalmente serían incorporados al Imperio alemán. Por ello, impusieron un
régimen civil austero (es decir, el Partido nazi) dirigido por un nazi austriaco,
Arthur Seyss-Inquart. Los holandeses sintieron rechazo por la ley directa
alemana o las medidas antijudías que vinieron con esta. Cuando varios cientos de
judíos holandeses fueron deportados a los campos de concentración alemanes
por defenderse entre ellos contra los ataques de los nazis holandeses, los
sindicatos holandeses respondieron con una huelga general en febrero de 1941.
Este fue el único acto de su tipo en cualquier país durante la Segunda Guerra
Mundial. Los alemanes solo tomaron medidas más drásticas, forzando el fin de la
huelga al amenazar con más deportaciones y gobernando los Países Bajos con
una mano de hierro. En general, el servicio civil holandés cooperó con la
identificación y deportación de judíos y gitanos.
Cuando las deportaciones en masa de los Países Bajos comenzaron en
1942, la mayoría de los judíos holandeses siguieron las directrices del Consejo
Judío para informar según se ordenó. La gran mayoría de ellos nacieron allí y eran
adinerados, solían confiar en sus líderes y quizá eran incapaces de confrontar los
peligros que se les presentaban. Alrededor de 26.000 judíos se escondieron con la
ayuda de amigos y vecinos compasivos. Pero esto resultó difícil. Los Países Bajos
era un país pequeño, muy poblado y con falta de cualquier área rural remota. Los
escondites eran áticos y habitaciones cerradas, lo cual multiplicaba las
oportunidades de ser hallado durante un periodo de tres años. Siempre era posible
que la minoría de los colaboradores e informantes holandeses realizaran estos
hallazgos o denuncias. El destino de Anne Frank, cuyo diario se hizo famoso
después de la guerra, fue similar al de muchos que se escondían. Ella y su familia
fueron detectados cuando alguien informó haber escuchado una descarga de
agua de baño en una supuesta parte no usada de un edificio en donde se
ocultaban. Huir también fue difícil. Los países neutrales se encontraban muy lejos
y cruzar el Mar del Norte hacia Inglaterra era casi imposible. Los judíos
holandeses fueron atrapados.
Bélgica, en muchas maneras, se encontraba en una situación similar:
pequeña, muy poblada y sin refugios seguros. Sin embargo, aproximadamente el
60 % de los 66.000 judíos en Bélgica al inicio de la guerra sobrevivieron a la
Solución Final. En comparación con los Países Bajos, la ley alemana en Bélgica
era menos severa. Bélgica no fue seleccionada en un inicio para la anexión a
Alemania y así fue ubicada bajo la administración militar. Los oficiales belgas
pudieron explotar la indiferencia relativa del ejército alemán hacia las políticas
raciales al rechazar la ejecución de algunas de las directrices más extremas contra
los judíos. Además, la gran mayoría, más del 80 %, de los judíos en Bélgica eran
refugiados e inmigrantes recientes de Alemania y Europa Oriental y, por ello,
extremadamente cautelosos de los policías oficiales. Por eso, muchos de ellos
evadieron registrarse, se escondieron, sabotearon el trabajo del Consejo Judío, se
unieron a organizaciones clandestinas y huyeron a Francia. En abril de 1943, un
grupo de resistencia judía armada atacó a un tren de deportaciones y permitió que
más de 200 judíos escaparan. Aun así, al menos 25.000 judíos de Bélgica
murieron en el Holocausto, así como al menos 350 gitanos (el 60 % del total de la
población gitana en Bélgica). Dinamarca es famosa por haber salvado a la
mayoría de sus 8.000 judíos al dejarlos escapar a la neutral Suecia en pequeños
botes en octubre de 1943. Eso fue posible porque condiciones muy inusuales
prevalecieron en la Dinamarca ocupada por alemanes. Antes de 1943, los
alemanes trataron a los daneses con precaución. Los productos agrícolas daneses
fueron muy importantes para la economía alemana y los daneses no causaron
problemas, en parte porque los alemanes conservaron al rey y el gobierno danés
en su lugar. Los alemanes también se abstuvieron de deportar a los judíos
daneses porque ellos sabían que los daneses menospreciaron al racismo nazi y
reaccionarían con hostilidad ante las políticas antisemitas. Probablemente la
historia habría sido muy diferente si la comunidad de judíos daneses no hubiera
sido tan pequeña.
Las relaciones entre alemanes y daneses se deterioraron en 1943 al mismo
tiempo que los alemanes incrementaron sus demandas y los daneses en
clandestinidad comenzaron a resistirse. Hitler ordenó al ejército alemán tomar el
control del gobierno y la SS planeó deportar a los judíos. Pero otros oficiales
alemanes filtraron estos planes al movimiento clandestino danés porque no
querían que la deportación de los judíos empeorara las relaciones entre Alemania
y Dinamarca. Entonces, los daneses organizaron la huida a Suecia en botes de
pesca y poco menos de cien judíos daneses murieron en el Holocausto. Esto fue
posible porque la pequeña comunidad judía se concentraba principalmente en
Copenhague, Suecia neutral se encontraba solo a unas pocas millas de distancia
y estaba dispuesta a aceptar a los refugiados; asimismo, los alemanes se
dividieron con respecto a cómo mejor lidiar a los daneses y sus judíos.
Italia, sola entre los países de Europa Occidental, comenzó la guerra como
un aliado del Tercer Imperio. Pero el fascismo italiano no era una copia del
nazismo alemán y los puntos de vista de Mussolini sobre la raza eran diferentes a
los de Hitler. Al dictador italiano no le gustaban particularmente los judíos, pero no
era un antisemita radical y el apoyo que recibía entre los 48.000 judíos italianos se
encontraba bastante extendido. Las leyes raciales adoptadas a fines de 1930 para
consolidar la nueva alianza de Italia con Alemania no se aplicaron con el vigor
necesario. Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, los judíos
italianos y los gitanos se encontraron a salvo de la Solución Final; además,
aquellos en zonas de ocupación italiana en Francia, Grecia y Croacia estaban
protegidos contra las deportaciones. Varios miles de judíos extranjeros y sin patria
fueron ubicados en campos de concentración italianos en 1940, pero ellos también
se salvaron del peor trato.
Todo eso cambió con la caída de Mussolini y la invasión de los Aliados a
Sicilia en julio de 1943. En septiembre, Italia se rindió y el ejército alemán tomó
rápidamente el control del norte y centro de Italia para evitar que los Aliados
atacaran hacia el norte. La SS persiguió a 35.000 judíos italianos que vivían ahí,
pero no les fue fácil. Los italianos no eran antisemitas y despreciaban a los
alemanes. Los judíos encontraron refugio con sus amigos, vecinos y varias
instituciones de la iglesia católica. Un grupo clandestino colectivo de judíos y
gentiles llamado Delasem los ayudó en esto; asimismo ayudó a escapar a una
cantidad considerable de judíos hacia Suiza. Solo unos cuantos policías italianos
fueron persuadidos con recompensas financieras de arrestar a judíos, y a los
alemanes les faltaba personal para localizar a varios por su cuenta. Por otro lado,
la milicia fascista de Mussolini ayudó entusiastamente en las deportaciones. El
número final de muertos, cerca de 8.000 judíos y 1.000 gitanos, fue menos del 20
% de judíos italianos y alrededor del 4 % de gitanos italianos.
Noruega, Finlandia y Luxemburgo, todos con poblaciones judías muy
pequeñas, experimentaron el Holocausto de diferentes maneras. Casi la mitad de
los 1.700 judíos en Noruega cruzaron la gran frontera con Suecia y fueron
recibidos amablemente. Otros cuantos pudieron esconderse de las deportaciones
alemanas, pero casi la mitad fueron arrestados por la policía alemana y noruega y
enviados a Auschwitz. Exactamente 762 murieron. Finlandia, un aliado alemán
pero independiente y lejano, rechazó firmemente los pedidos de Himmler de
entregar a sus 2.000 judíos. Solo se entregaron a los alemanes siete de
aproximadamente 300 judíos extranjeros. Luxemburgo fue anexado eficazmente al
Tercer Imperio en 1940; asimismo, sus 3.500 judíos y 200 gitanos sufrieron el
mismo destino de aquellos en Alemania. Casi la mitad de judíos y gitanos
fallecieron.
Evasión y resistencia armada
Las víctimas respondieron al genocidio nazi tanto con evasión como con
resistencia armada. La evasión, acción no violenta con el propósito de mantenerse
con vida, tomó muchas formas. En Europa Occidental, esto podría incluir evadir el
registro, la huida a países neutrales (o ayudar a otros a huir) y esconderse de la
policía. Más ampliamente, esto involucró ubicar a niños con padres adoptivos
gentiles, saltar de los trenes de deportaciones, hacerse pasar por gentiles y
esconderse con los gentiles que ofrecían ayuda. La evasión en guetos de Europa
Oriental involucró el contrabando de alimentos, esconderse de las deportaciones y
escapar a los bosques cercanos. Lo último rara vez tenía éxito, a menos que se
pudiera encontrar partisanos que ofrecieran protección. Un rabino en el este de
Polonia, quien llevó a 350 de sus feligreses al bosque, explicó su destino: “[Los
alemanes] hacían redadas constantemente en los bosques… Durante todo el
verano, podíamos escondernos en el bosque porque las hojas [escondían los
refugios de la resistencia]. Cuando la nieve caía, ya que teníamos que salir a la
nieve ocasionalmente, dejábamos un rastro. Ellos los rastreaban hacia cada
refugio de la resistencia… De los 350, no más de 15 permanecieron”.7 La evasión
también incluía esfuerzos para evitar que las víctimas perdieran la esperanza (a
menudo llamado “resistencia espiritual”): brindando conciertos, bibliotecas, juegos,
educación, prácticas religiosas y servicios de bienestar. En el trabajo y los campos
de concentración, la evasión por parte de los prisioneros adoptó formas como
ayudarse mutuamente en el trabajo, compartir los alimentos e incluso organizar
huidas de los campos más pequeños y poco vigilados.
Sin embargo, gran parte de la atención se ha centrado en la resistencia
armada, que fue mucho más difícil de llevar a cabo. Los europeos ordinarios, rara
vez, poseían armas de fuego y era difícil que vinieran durante la guerra.
7. Donald L. Niewyk, ed., Heridas recientes: relatos antiguos de la supervivencia del holocausto
[Fresh Wounds: Early Narratives of Holocaust Survival] (Chapel Hill: editorial de la Universidad de
Carolina del Norte [University of North Carolina], 1998), pág. 229.
Las huidas a los bosques para reunirse con los partisanos en contra de los
alemanes (asumiendo que existiera uno en los alrededores) tuvieron resultado
solo si uno podía llevar consigo una pistola. Incluso si uno podía, los partisanos
podrían no aceptar a los judíos; especialmente en Polonia, hubo casos donde el
ejército nacional clandestino asesinaba a judíos que pedían unirse. Además, otro
obstáculo para la resistencia armada fue la política alemana de responsabilidad
colectiva: se responsabilizaba a todos en la comunidad de las acciones de los
individuos y los pequeños grupos. Los ataques armados a los alemanes
consistieron en ejecuciones masivas de vecindarios o guetos completos. Incluso
aquellos que creyeron los rumores sobre los campos de exterminio esperaban
evadir las deportaciones, mientras que la responsabilidad colectiva garantizaba
que la resistencia armada haría desaparecer represalias ciertas e inmediatas en
toda la comunidad. Finalmente, existe el problema de quién sabía sobre la
Solución Final mientras sucedía y cuándo lo sabían. Los judíos y gitanos de
Europa Occidental y del Sur, lejos de los campos de matanza de Polonia, llegaron
ignorando lo que sucedía en ellos. Las noticias sobre las acciones de los
Einsatzgruppen y los campos de exterminio llegaron hasta los guetos y los
campos de trabajo en Europa Oriental, pero no siempre lo creían. “Negación”, la
incapacidad de la mente para asimilar una verdad terrible, llevó a que muchas de
las posibles víctimas no creyeran lo que escuchaban sobre los asesinatos masivos
o creyeran que esto solo le podría suceder a algún otro grupo que haya hecho
algo para merecer ese castigo. La ignorancia y la negación privaban a muchos
judíos y gitanos del sentido de urgencia necesario para la resistencia armada.
La resistencia armada en los guetos de Europa Oriental sucedió solo
después de que la estrategia de sobrevivencia por medio del trabajo del Consejo
Judío fuera desacreditada por constantes deportaciones. Tales revueltas, por lo
general, eran limitadas a pequeños guetos donde el control alemán era débil y el
gueto de la resistencia estaba bien desarrollado. Permitían que varios miles de
judíos tuvieran la oportunidad de esconderse con los campesinos o como
alternativa formar o unirse a grupos de partisanos. Uno de los grandes guetos en
sublevarse en una revuelta completamente armada fue Varsovia y esto, también,
solo sucedió en las últimas etapas de deportaciones, en abril de 1943, cuando
solo alrededor de 60.000 de los 455.000 judíos originales sobrevivieron. Mientras
los alemanes atacaban para deportarlos, también, los judíos clandestinos,
dirigidos por Mordechai Anielewicz, contraatacaron. Con poco armamento y solo
cerca de 1.500 combatientes, resistieron mucho más y mucho mejor a las fuerzas
alemanas armadas por más de tres semanas (del 19 de abril al 15 de mayo). La
SS y el Líder de la policía en Varsovia, el General Jurgen Stroop, informó que “La
resistencia ofrecida por los judíos y bandidos podría terminarse solo con el
compromiso enérgico y constante de nuestras unidades de asalto… [Yo] decidí
embarcarme en la destrucción total del barrio judío al incendiar cada cuadra de
residencias, incluidas las cuadras de viviendas pertenecientes a las empresas de
armamento. Una empresa después de otra era sistemáticamente evacuada y
destruida por el incendio”.8 Alrededor de 56.000 judíos sobrevivientes fueron
deportados. Las pérdidas alemanas fueron insignificantes y solo pocos de los
insumisos pudieron huir por las alcantarillas. Una revuelta mucho más reducida,
en el gueto de Bialystok durante su liquidación en agosto de 1943, tampoco tuvo
éxito. Casi todos los miembros de la resistencia, que trataron de fugarse del gueto
en ese entonces, murieron peleando junto con su líder, Mordechai Tennenbaum.
La breve rebelión de la resistencia del gueto de Vilna en septiembre de 1943 fue
reprimida por el Consejo Judío bajo la dirección de Jacob Gens.
La resistencia armada en los campos de exterminio fue el trabajo de
hombres, pertenecientes a las brigadas de trabajo y los Sonderkommandos,
quienes habían descubierto que estaban próximos a ser disparados. Hombres
verdaderamente desesperados, creían que esa revuelta era la única manera de
darle a unos cuantos la oportunidad de sobrevivir. El primer levantamiento de este
tipo fue en Treblinka el 2 de agosto de 1943. Sabiendo que los alemanes
planeaban cerrar el campo en poco tiempo y disparar a los equipos de trabajo, la
resistencia del campo subyugó a algunos guardias, se apoderó de las armas del
arsenal y trató de atravesar el alambre de púas y los campos minados. Alrededor
de 150 lograron llegar al bosque, pero solo 12 sobrevivieron a la subsecuente
cacería humana por parte de los alemanes. Poco tiempo después, el 14 de
octubre de 1943, sucedió una revuelta similar en Sobibór, organizada por los
prisioneros soviéticos entre los trabajadores. Esta vez, alrededor de sesenta
sobrevivieron para unirse a los partisanos soviéticos en el bosque cercano. En
Birkenau (Auschwitz II), 450 miembros del Sonderkommando, creyendo con
buenos motivos que sus días estaban contados, se sublevaron el 7 de octubre de
1944. Con el contrabando de armas y explosivos hacia ellos por parte trabajadoras
de armamentos en una fábrica del campo cercano, ellos pudieron matar a un capo
y tres hombres de la SS y prender fuego a uno de los crematorios. Pero la mayoría
fueron asesinados y ninguno de ellos pudo cumplir bien con su huida.
La resistencia armada judía en las formaciones clandestinas sucedió en
Europa Oriental y Occidental. En Europa Oriental, los judíos tenían más necesidad
de partisanos en 1942, antes de que muchas unidades se hubieran formado.
Desde 1943, quizá hasta 20.000 judíos pelearon con los partisanos en Polonia y la
Unión Soviética, saboteando trenes, atacando unidades aisladas del ejército y la
policía y demás. Lo hicieron en unidades mixtas, a menudo organizadas por los
oficiales soviéticos o comunistas polacos, así como también en grupos
individuales de judíos. Los más conocidos de estos últimos operaron en la región
de Vilna y fueron dirigidos por el joven poeta Abba Kovner. Los judíos también
lucharon en unidades partisanas en Eslovaquia, Serbia, Croacia y Grecia. En
Europa Occidental, donde los judíos fueron bien aceptados y no existía ningún
gueto, los luchadores judíos por lo general se unían a las organizaciones mixtas
clandestinas, en las que tenían una gran representación.
8. Sybil Milton, ed. El informe de Stroop: el barrio judío de Varsovia ya no existe [The Stroop Report:
The Jewish Quarter of Warsaw Is No more] (Nueva York: Pantheon, 1979), pág. 9-11.
También había específicamente unidades de judíos jóvenes sionistas y
comunistas, conformadas principalmente por los inmigrantes de Europa Oriental.
EL FIN DEL HOLOCAUSTO. 19944-1945
En 1944, la necesidad cada vez más crítica por trabajo en Alemania provocó que
los alemanes transportaran prisioneros de los campos orientales hacia los
campos de concentración en el Imperio. Con ello, estos campos, que habían
sido despoblados de la mayoría de los judíos en 1942, una vez más contenían
grandes cantidades de ellos y, desde ese momento en adelante, su destino fue
igual al de cualquier prisionero de campo de concentración. Los últimos seis
meses del Holocausto, extendiéndose desde noviembre de 1944 a mayo de 1945,
correspondieron a la invasión del este y oeste y a la desintegración cada vez más
rápida del Tercer Imperio. A pesar de que el último campo de exterminio existente,
Auschwitz, ya no funcionaba como un centro de asesinato y los alemanes
mantuvieron con vida a los judíos y gitanos como esclavos de trabajo y
herramientas de negocios, las muertes por maltrato, mala nutrición y agotamiento
continuaron. De hecho, muchos de aquellos liberados por los Aliados habían ido
demasiado lejos para recuperarse.
A finales de octubre de 1944, Himmler ordenó poner fin a los
envenenamientos por gas en Auschwitz y unas semanas después consiguió la
demolición de los crematorios. Los líderes alemanes querían cubrir sus crímenes
lo más que pudieran, pero estos movimientos podrían también haber sido
motivados por negociaciones secretas en aquel entonces para el intercambio de
judíos por concesiones de los Aliados. Ya en ese tiempo, decenas de miles de
esclavos fueron evacuados de los campos de concentración en toda Europa
Oriental a campos en Alemania. En enero de 1945, Auschwitz, también, fue
abandonado, a pesar de que cerca de 6.000 prisioneros enfermos fueron
abandonados para ser liberados por el ejército soviético. Casi todas estas
evacuaciones se realizaron a pie en estaciones terminales dentro de Alemania,
marchas forzadas apropiadamente llamadas “marchas de la muerte” por sus
sobrevivientes. En nevadas profundas y temperaturas frías, muchos de los
prisioneros ya débiles caían sobre el camino y eran disparados por los guardias de
la SS. Algunas huidas osadas sucedieron cuando los prisioneros se escabullían
durante las tormentas de nieve o se confundían entre las multitudes de refugiados
alemanes huyendo de los rusos.
Muchos sobrevivientes de estas marchas de la muerte fueron llevados a la
fuerza a Gross-Rosen, la parte más oriental de los campos de concentración
alemanes y el núcleo de un gran complejo de subcampos. Otros fueron enviados
directamente a campos igualmente sobrepoblados de la parte más profunda de
Alemania. Ellos a menudo terminaban en nuevos subcampos de los campos de
concentración, como el que rodeaba a Dora-Mittelbau, donde se construyeron los
cohetes V-1 y V-2, el mismo que había comenzado como un satélite de
Buchenwald. Aquellos aún necesitados como trabajadores fueron, en su mayoría,
afortunados en esta etapa porque aquellos sin trabajo recibían pocos alimentos o
nada. El peor de los campos, Bergen-Belsen, fue fundado en 1943 como un
campo de tránsito para ubicar a unos miles de prisioneros retenidos para
intercambiarlos con el enemigo. Pero para finales de la guerra, estaba totalmente
sobrepoblado por 60.000 esqueletos andantes. Cuando las fuerzas británicas
ingresaron al campo el 15 de abril de 1945, lo encontraron contaminado con
cadáveres; muchos miles más murieron después de la liberación. Hubo varios
casos de hombres de la SS que dispararon a los sobrevivientes durante los
últimos días de la guerra, pero en gran parte estuvieron demasiado ocupados
escapando o tratando de esconder sus uniformes para cometer más atrocidades.
Los campos de concentración más importantes, como Buchenwal y Mauthausen,
cayeron sin oponer resistencia, pero en ellos, el índice de muerte en los últimos
días también fue impactante.
RESULTADOS Y LEGADOS
El número de sobrevivientes del holocausto ascendía a más de 2.000.000 judíos y
al menos 400.000 gitanos. Aunque fueran liberados de los campos alemanes,
salieran de sus escondites o incluso vivieran en países que les habían dado
refugio, su inclinación natural era regresar a casa y buscar parientes
sobrevivientes tan pronto como las condiciones de viaje y salud lo permitieran. La
mayoría lo hizo, pero no todos se quedaron. Especialmente en Europa Oriental,
los sobrevivientes normalmente no encontraron otros miembros de su familia
vivos, así como casas y departamentos, si aún estaban de pie, fueron ocupados
por otros que no querían dejarlos. Los aproximadamente 300.000 sobrevivientes
judíos de Polonia también se encontraron atrapados en medio de una guerra civil
declarada entre los seguidores del nuevo gobierno comunista del país, impuesto
por la Unión Soviética, y sus enemigos dentro de la resistencia polaca
extremadamente anticomunista y el pueblo en general. Las fuerzas
antigubernamentales a menudo identificaban a los judíos como procomunistas e
hicieron su regreso lo más difícil posible. Las tensiones terminaron en una
verdadera matanza en Kielce, Polonia, en julio de 1946. Cuarenta y dos judíos
fueron asesinados y muchos más heridos. Al final, menos del 10 % de los
sobrevivientes polacos decidieron quedarse. La mayoría de ellos que salieron
emigrando ilegalmente a la zona estadounidense de Alemania donde se
convirtieron en personas desplazadas (DP) que vivían en campos y esperaban el
reasentamiento.
En otro lugar, en Europa Oriental comunista, los judíos sobrevivientes
fueron etiquetados como “capitalistas” y “elementos cosmopolitas” y los
consideraron como personas desagradables. Esto provocó que grandes
cantidades de judíos dejaran Rumania y Bulgaria después de 1945. A los
sobrevivientes húngaros les fue más fácil regresar a casa. Las políticas soviéticas
fueron menos hostiles y más populares al inicio, aunque la fuerte representación
de judíos en el liderazgo del Partido comunista húngaro incitó el antisemitismo de
la posguerra. Irónicamente, la persecución comunista de religión y la empresa
privada fueron los que provocaron que muchos judíos húngaros se marcharan.
Alrededor de un cuarto (55.000) de los sobrevivientes húngaros se convirtieron en
DP en el oeste. Se supo de cantidades más pequeñas de refugiados de
Checoslovaquia y Yugoslavia. A los judíos soviéticos, y los judíos en los estados
bálticos, nuevamente bajo el control soviético, les fue más difícil salir.
En otro lugar, y especialmente en Europa Occidental, el regreso constituía
la ley. Los aproximadamente 250.000 sobrevivientes del Holocausto esperaban el
reasentamiento en los campos de DP después de que casi se originara la guerra
en Alemania y Europa Oriental. Tomó seis años para que todos ellos pudieran
acomodarse, y los años adicionales de vida en el campo fueron difíciles de
asimilar. Sin embargo, los refugiados judíos no estaban solos. En un inicio, había
millones de DP europeas. Además, aún había leyes que restringían la inmigración
a Palestina y los Estados Unidos, destinos preferidos por la mayoría de las DP
judías. Los sobrevivientes jóvenes del Holocausto a menudo eran abogados
militantes del sionismo que organizaban inmigraciones ilegales a Palestina. La
presión en Gran Bretaña por parte de los Estados Unidos para ayudar a resolver el
problema de las DP judías contribuyó a la decisión de dividir Palestina y crear el
estado de Israel en 1948. Finalmente, alrededor del 57 % de las DP judías
encontraron nuevos hogares en Israel, el 29 % vino a los Estados Unidos y el
resto ingresó en Canadá y en muchos otros países.
Fue mucho más difícil para los gitanos sobrevivientes. Ellos, también,
fueron reducidos al estatus de DP como resultado de la destrucción de sus clanes.
Tradicionalmente sospechosos de la autoridad y poco acostumbrados a enfrentar
burocracias, ellos enfrentaron dificultades al lidiar con todos los trámites
burocráticos. Los gitanos tampoco disfrutaron de los beneficios de los aliados
extranjeros adinerados. Seguramente, muchos desearon emigrar, pero pocos
tuvieron éxito. Los gitanos fueron atrapados en una Europa que no tenía más uso
para ellos después de la guerra en comparación al pasado.
Los perpetradores de genocidio fueron sujetos a varios juicios de
criminales de guerra, pero por varias razones, la justicia no siempre se aplicaba
con perfección. Los líderes alemanes sobrevivientes principales fueron
procesados por la Corte Militar Internacional (International Military Tribunal) en
Núremberg, donde los jueces de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la
Unión Soviética encontraron tres de los veintidós acusados culpables y
sentenciaron a doce a muerte, incluidos Goring, Seyss-Inquart, Streicher,
Frank, Rosenberg y Ernst Kaltenbrunner, sucesor de Heydrich como jefe de la
Oficina Principal de Seguridad del Imperio (Reich Security Main Office). Otros tres
acusados fueron sentenciados a vivir en prisión y el resto a penas de prisión de
diferentes duraciones. Los juicios de Núremberg también proporcionaron la
primera documentación masiva sobre la Solución Final como uno de los tantos
“crímenes contra la humanidad” de los nazis. Desafortunadamente, varios de los
principales arquitectos del genocidio no se encontraban presentes. Hitler,
Himmler y Goebbels habían escapado de la justicia al suicidarse, mientras que a
Adolf Eichmann no lo pudieron encontrar. Solo después, en 1960, sería
descubierto escondido en Argentina, procesado y ejecutado en Israel. Miles de
perpetradores menores, en su mayoría colaboradores pronazis de Europa
Oriental, tuvieron éxito al hacerse pasar como DP ordinarias y emigrar a los
Estados Unidos y Canadá. Años después, algunos fueron reconocidos y
procesados como criminales de guerra. Los juicios adicionales en los tribunales
establecidos por los gobiernos militares individuales en las tres zonas occidentales
de Alemania tuvieron como resultado más de 5.000 condenas y 794
ahorcamientos. En la zona soviética, una gran cantidad de nazis fueron ejecutados
y deportados secretamente, pero no se cuentan con estadísticas confiables al
respecto. Los juicios de criminales de guerra también se llevaron a cabo en las
cuatro zonas de ocupación en Austria.
Muchos criminales de guerra, incluidos el personal de campos de
exterminio y trabajo, oficiales de los Einsatzgruppen y ayudantes locales, fueron
procesados en los estados cuyos ciudadanos fueron víctimas de atrocidades.
Estos juicios ocurrieron en Europa Occidental y Oriental. Aquellos realizados en
Polonia y la Unión Soviética fueron especialmente numerosos y a menudo
terminaron en penas de muerte. Su más famoso acusado, Rudolf Hoss,
Comandante de Auschwitz, fue condenado por un tribunal polaco y mandado a la
horca en Auschwitz. Estos juicios continuaron por muchos años. Hasta 1987,
Klaus Barbie, quien como un jefe de Gestapo en Francia había deportado cientos
de judíos, fue sentenciado a vivir en prisión por un tribunal francés.
Los juicios adicionales de los perpetradores del Holocausto se llevaron a
cabo en tribunales alemanes. El gobierno alemán occidental en un inicio se
extendió y luego abolió el estatuto de limitaciones en casos de asesinatos. En
1958, se estableció la Oficina Central para la Investigación de Crímenes
Socialistas Nacionales (Central Office for the Investigation of National Socialist
Crimes) para condenar antiguos nazis sospechosos de asesinato. El más
sensacional de los juicios que se tuvo, el “Juicio Auschwitz”, concluyó en 1965 con
la condena de dieciséis miembros de la SS y un capo. Seis recibieron sentencias
de por vida (la pena de muerte había sido abolida en Alemania Occidental). En
total, los tribunales alemanes occidentales procesaron a más de 91.000 acusados
de crímenes de guerra y sentenciaron a alrededor de 6.500 a largas penas de
prisión. De estas, casi 1.000 sentencias se dieron en 1951. Conforme el tiempo
pasó, se hizo cada vez más difícil obtener condenas. Algunas veces, no se podía
hallar a aquellos acusados de crímenes o la evidencia no era suficiente para
condenarlos. Los tribunales alemanes occidentales intentaron diferenciar a los
culpables de crueldad excesiva, y merecedores de fuertes sentencias, de aquellos
culpables de seguir órdenes dadas por sus superiores, y simples “accesorios”. En
Alemania Oriental, 329 condenas por crímenes nazis se impusieron entre 1951 y
1964.
Los alemanes como una unidad estaban incómodos con estos juicios, en
parte porque sentían que unos pocos individuos estaban siendo juzgados como
responsables de crímenes en los que la mayoría de alemanes eran cómplices.
Entre los primeros en enfrentar esta complicidad estaban las iglesias protestante
y católica. Sin lugar a dudas, ellos no eran responsables de genocidio. Además,
Hitler y sus consejeros más cercanos mantenían al Cristianismo en desprecio
absoluto. Pero las iglesias alemanas guardaban silencio mientras que los judíos y
gitanos eran perseguidos y deportados. Solo unos cuantos clérigos individuales,
como el padre berlinés Bernhard Lichtenberg, se habían pronunciado con respecto
a las víctimas. Lichtenberg había rezado abiertamente por los judíos en la catedral
de Berlín y, después de su arresto, pidió compartir su suerte. Él murió en manos
de Gestapo en 1943. El hecho de que solo unos cuantos fueron como él trajo
problemas a las iglesias alemanas de la posguerra, que abiertamente reconocían
sus errores y deseaban revertir su tradicional opinión negativa del judaísmo.
Los líderes políticos alemanes también reconocían la responsabilidad de
Alemania por las consecuencias de la Solución Final al aceptar pagar
reparaciones y restituciones a personas e instituciones judías. Bajo las
condiciones de un Acuerdo de reparaciones de 1953 con Israel, Alemania
Occidental aceptó entregar productos con un valor de $845.000.000 para costear
los gastos de absorción de 500.000 judíos que habían sido víctimas de la
persecución nazi. El mismo año, Alemania Occidental adoptó una Ley de
restitución para indemnizar a los judíos por su sufrimiento y pérdida de
propiedades. Desde entonces, ha pagado más de $73.000.000.000 a los
sobrevivientes que viven en varios países y los pagos continúan. Sin embargo,
una pequeña restitución ha sido para los gitanos. Los tribunales alemanes por lo
general declararon que los gitanos habían sido arrestados como criminales reales
o putativos, no por motivos raciales, y por lo tanto, no reunían los requisitos para
reclamar la restitución. Alemania Oriental negó cualquier responsabilidad por los
crímenes del Tercer Imperio, pero compensó a los sobrevivientes del Holocausto
que se establecieron allí como “Víctimas del nazismo”.
Los cambios generacionales fueron principalmente responsables de que los
alemanes asumieran los crímenes cometidos por sus líderes durante los años
nazis. Los alemanes jóvenes que habían crecido hasta la Segunda Guerra
Mundial, debido a su curiosidad resentida por las revelaciones durante los juicios
de Eichmann y Auschwitz en los años sesenta, comenzaron a formular preguntas
alarmantes a sus mayores. Luego, el documental de la televisión estadounidense
Holocausto, que obtuvo una gran audiencia cuando se presentó en Alemania en
1979, tuvo un efecto similar. Las escuelas y universidades en Alemania Occidental
respondieron con la enseñanza de la historia del periodo nazi en detalle. Los
mejores estudiantes alemanes, como Karl Dietrich Bracher y Hans Mommsen, y
periodistas talentosos, como Heinz Hohne y Joachim Fest, revelaron los crímenes
de Hitler con todos sus detalles y sus libros fueron leídos por muchos.
En otro lugar, la disposición para confrontar la participación en el
Holocausto ha sido menos dramática. Austria, que fue parte del Tercer Imperio en
ese tiempo y contribuyó desproporcionalmente con la organización de la
maquinaria de asesinatos de SS, ha preferido esconderse detrás de la invención
de que fue simple y puramente la primera víctima de la agresión nazi. En Europa
Oriental, la creencia extendida de que los judíos y gitanos no eran tratados peor
que los eslavos fue fortalecida por los regímenes comunistas que generalizaban
los crímenes alemanes y minimizaban el sufrimiento de las minorías. En Europa
Occidental, también, la cooperación de los funcionarios locales en la persecución
de judíos y gitanos es a menudo olvidada por precipitarse a culpar por todo a los
alemanes.
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