Liberalismo: Adam Smith

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ADAM SMITH: LAISSEZ FAIRE Y MANO INVISIBLE
Adam Smith es el autor de la riqueza de las naciones, obra convencionalmente considerada como la partida de
nacimiento de la ciencia económica y que dio lugar a la llamada escuela clásica de economía con figuras
como Malthus, Ricardo, Mill e incluso Marx.
Smith fue esencialmente un universitario y un estudioso, además de economista, al principio fue un conocido
profesor de moral, lo que se reflejará en su obra posterior.
Smith será caracterizado como el profeta del capitalismo salvaje y cruel, pero él mismo se ofendería ante
semejante descripción, porque después de todo era un profesor de moral que se preocupó siempre por las
reglas que limitan la conducta humana. Según Smith no nos precipitamos hacia el individualismo egoísta
porque nos lo impide la presencia de lazos sociales, familiares, de amistad, de vecindad... Y de la mezcla
ponderada de simpatía y atención por los demás y por amor propio. Las reglas morales y legales hacen
posible, que individuos interesados principalmente en si mismos puedan convivir en una sociedad ordenada.
Llegamos así al concepto más célebre introducido por Smith: La mano invisible, es sin duda la metáfora más
célebre de la historia de la economía, y es el punto de partida del liberalismo defendido por Smith y
caracterizado por la consigna francesa Laissez faire (dejar hacer) que defendía la capacidad del mercado para
autoregularse, el Laissez faire agrupa a teorías liberales de distintos grados de intervención.
En el libro IV de la riqueza se presenta un argumento sencillo a favor del libre comercio. Nunca puede
convenir a un individuo producir por sí mismo lo que puede comprar más barato a otro individuo, y lo que es
prudencia en la conducta de cada familia privada no puede ser imprudencia en el caso de un gran reino. Smith
recurre a la poderosa motivación del egoísmo para demostrar que el bienestar general se promueve mejor
eliminando todas las restricciones a la importación y la exportación. Persiguiendo sólo su propio bien, los
hombres son llevados por una mano invisible hacia la promoción de fines sociales. El tema central que inspira
la riqueza de las naciones es el funcionamiento de esta mano invisible, no debemos nuestro pan a la
benevolencia del panadero sino a su egoísmo. Smith había percibido la consideración llena de implicaciones
de que bajo ciertos arreglos sociales que ahora consideraríamos como una competencia funcional, los
intereses privados se armonizan con los intereses sociales. Sin una regulación colectiva o un designio singular,
una economía de mercado se conforma a las reglas de un comportamiento ordenado. Cada individuo siendo
uno entre muchos, puede ejercer solo una influencia insignificante sobre la situación total del mercado. En
efecto, dicho individuo toma los precios como dados y solo tiene libertad para variar la cantidad comprada o
vendida (Impulsado por la motivación de maximizar su propia ganancia). Pero la suma de todas estas acciones
separadas determina los precios, los precios mismos están gobernados por la suma total de las reacciones
individuales. La mano invisible del mercado asegura en esta forma un resultado social independiente de la
voluntad y la intención individuales.
La tesis básica es que el interés de la comunidad es simplemente la suma de los intereses de los miembros que
la componen; Cada hombre, abandonado a sus fuerzas tratara de maximizar su propia riqueza , por lo tanto,
todos los hombres maximizarán la riqueza agregada de la nación si no se ven obstruidos. Ha surgido la
leyenda de que toda la riqueza de las naciones descansa en esta clase de razonamiento ingenuo, la llamada
doctrina de La armonía de los intereses privados y la eficiencia económica resulta ser idéntica al concepto de
competencia perfecta; la mano invisible no es más que el mecanismo de equilibrio automático del mercado
competitivo.
No se puede dudar que la competencia perfecta tenga características de optimización, por primitivo que sea el
argumento, Smith ya había demostrado que la competencia, al igualar las tasas de rendimiento y eliminar los
excedentes , conduce a una asignación optima de mano de obra y capital (Estos resultados automáticos del
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mercado tienen características claras de optimización),esta es solo una forma de demostrar que la competencia
maximizar el bienestar, pero basta para exonerar a Smith de la acusación de filosofar ingenuamente.
El prejuicio de que toda acción motivada por la ganancia privada debía ser antisocial (solo por el hecho de ser
promovida por el interés particular) era muy popular en el siglo XVIII; Smith se encargo de cambiar la carga
de la prueba y crear la presunción de que la competencia atomizada y descentralizada, genera en algún sentido
satisfacciones máximas; Todo ello parece descansar a veces en la noción de adicción aritmética de las
satisfacciones individuales, se introduce así de este modo el llamado sistema de libertad natural .
Sin embargo se pueden considerar en el sistema de la libertad natural algunos defectos como por ejemplo los
conflictos de intereses o los casos en que la búsqueda de la ganancia privada conduce a resultados indeseables.
Para introducir el concepto de liberalismo de Adam Smith diremos que, según el pensador, cada quien
maximiza sus propias satisfacciones cuando se le permite actuar libremente, por lo tanto, el Laissez Faire
maximizará las satisfacciones de toda la comunidad.
La fe de Smith en los beneficios de la mano invisible, descansaba, en escasa medida, en condiciones estáticas
de eficiencia de la asignación; acusado con frecuencia de Harmonielbre (Doctrina vulgar de la armonía
espontánea de los intereses), Smith parece estar subrayando eternamente que la poderosa motivación del
egoísmo solo se une a la causa del bienestar general bajo arreglos institucionales bien definidos.
Smith considera la completa libertad de comercio como un sueño utópico, algo que no se puede alcanzar a la
vista de los intereses de los fabricantes, y en el libro IV Capítulo IX Smith afirma: El sencillo y obvio sistema
de la libertad natural se impone por sus propios méritos. Toda persona, en tanto que no viole las leyes de la
justicia, queda en perfecta libertad para perseguir su propio interés a su manera y para conducir su trabajo y su
capital hacia la competencia con otra persona o clase de personas. El soberano queda absolutamente exento de
un deber tal que al intentar cumplirlo se expondría a innumerables confusiones, y para cuyo correcto
cumplimiento ninguna sabiduría o conocimiento humano podrán jamás ser suficientes: El deber de vigilar la
actividad de los individuos y dirigirla hacia las labores que más convienen al interés de la sociedad y otorga al
Estado tres deberes fundamentales: El soberano solo tiene tres deberes que cumplir, tres deberes de
sobresaliente importancia pero que están al alcance y comprensión de una inteligencia corriente. Primero, el
deber de proteger a la sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades independientes. Segundo, el
deber de proteger, en cuanto sea posible, a cada miembro de la sociedad frente a la injusticia y opresión de
cualquier otro miembro de la misma, o el deber de establecer una exacta administración de la justicia. Y
tercero, el deber de edificar y mantener ciertas obras públicas y ciertas instituciones públicas que jamás será
del interés de ningún individuo, o pequeño número de individuos, el edificar y mantener, puesto que el
beneficio nunca podría reponer el coste que representarían para una persona, o un reducido número de
personas, aunque frecuentemente lo reponen con creces para una sociedad. Para Smith estos tres deberes
suponían un coste para el Estado, que debía corresponderse con un ingreso, dedicándole una parte de su obra a
averiguar cuales son los diversos métodos a través de los cuales puede hacerse que toda la sociedad
contribuya a sufragar estos gastos.
Como habría de decir más tarde A.Pigou: Los costos privados de las obras públicas pueden superar
ampliamente a los costos sociales, debido a la presencia de economías externas que no pueden cobrarse a los
inversionistas privados. La presencia de efectos externos en la producción y el consumo constituye la fuente
principal de la incapacidad de la competencia perfecta para alcanzar el óptimo. El todo ya no es la mera suma
aritmética de las partes individuales.
Adam Smith no vio así las cosas, pero al mismo tiempo parece enteramente consciente de que el Laissez Faire
crea solamente una presunción o guión para el bienestar social máximo; No un programa completo para su
realización.
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Smith no se conformó con sostener que una economía de mercado libre asegura el mejor de los mundos
posibles. Estaba muy preocupado por la especificación de la estructura institucional exacta que garantizaría la
operación benéfica de las fuerzas del Estado (que posteriormente habrían de basar sus actuaciones en el
cumplimiento de los tres deberes anteriormente citados).
Sus referencias clínicas a la fuerza de los intereses de clase y de la ideología (la falsa conciencia) que
esgrimen las diversas clases sociales en la lucha por la supremacía económica y política, demuestran su
conocimiento de que el egoísmo puede promover o impedir, con la misma probabilidad, el bienestar público.
El vigoroso ataque lanzado por Smith contra las políticas mercantilistas revela un cuadro de estricta
interferencia gubernamental con el desarrollo industrial en el Siglo XVIII, pero en realidad la mayoría de los
estatutos mercantilistas se habían vuelto letra muerta en 1776, y por supuesto no existían las leyes fabriles, las
regulaciones sanitarias, el impuesto al ingreso, o los pesados subsidios para los pobres, que hubo de soportar
el Laissez Faire del Siglo XIX, en muchos sentidos, la política de no−intervención en la actividad industrial
estaba en operación mucho antes de Adam Smith, y sus ataques habrían sido más pertinentes en el Siglo XVI
que en el XVIII; esto explica porqué el libro no tuvo mucha influencia sobre el curso de la política pública
inglesa. La barrera arancelaria solo se redujo sustancialmente en el decenio de 1820, la ley de
asentamientos en 1834 y la Compañía de las Indias Orientales sobrevivió hasta el decenio de 1850.
Aparte de algunas reformas a los aranceles bajo el segundo Pitt en el decenio de 1780, es difícil encontrar
alguna prueba de que La riqueza de las naciones afectara a la política gubernamental en el Siglo XVIII.
En conclusión, a los ojos de Smith el mundo avanzaba hacia el sistema obvio y simple de la libertad natural,
guiado por un Estado cuyas competencias están claramente fijadas, el mecanismo del mercado solo
promovería la armonía si estaba rodeado de un marco legal, e institucional, apropiado; todo ello lograría un
modelo de autorregulación en el mercado, que dejaría actuar a los beneficios de la mano invisible.
La riqueza de las naciones debiera recordarnos que los beneficios de la competencia exigen algo más que el
Laissez Faire. Fue por algo que Smith habló de la economía política.
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